aperturas psicoanalíticas

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revista internacional de psicoanálisis

Número 066 2021 Monográfico. El psicoanálisis ante la sexualidad y el género en nuestro tiempo

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Tres ensayos para una teoría sexual [Freud, S., 1905]

Three essays on the theory of sexuality [Freud, S., 1905]

Autor: Santos, Almudena

Para citar este artículo

Santos. A. (2021). Tres ensayos para una teoría sexual [Freud, S., 1905]. Aperturas Psicoanalíticas (66), Artículo e12. http://aperturas.org/articulo.php?articulo=0001146

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Reseña de la obra de Freud, S. (1981b). Tres ensayos para una teoría sexual (L. López -Ballesteros, trad). En Obras Completas (Tomo II). Madrid, España: Biblioteca Nueva (obra original publicada en 1905)

 

Tres Ensayos para una teoría sexual es una obra de lectura indispensable para toda aquella persona interesada en el psicoanálisis freudiano y un referente en el estudio psicoanalítico de la sexualidad. Tras La interpretación de los sueños (Freud, 1900/1981a), obra en la que Freud se adentra en el conocimiento del Inconsciente, cinco años más tarde, con Tres Ensayos, nos acerca a otro de sus conceptos fundamentales: La sexualidad.

Se trata de una obra valiente y transgresora escrita en tiempos de cultura victoriana donde Freud ensancha la noción de sexualidad más allá de los estrechos límites del pensamiento convencional de la época. Sus proposiciones acerca de la sexualidad se toparon con las resistencias y prejuicios del mundo médico y científico. Fue tachado de “pan-sexualista” por aquellos que aducían que el psicoanálisis pretendía explicarlo todo a partir de la sexualidad. Freud, sin embargo, siempre fiel a su espíritu científico, más allá de los prejuicios morales y de las críticas, buscará en estos ensayos el triunfo del conocimiento sobre el oscurantismo.

La apreciación de un impulso sexual y de sus efectos en la vida, tanto normal como patológica, databa de la década de 1890 y lo fue plasmando en diversos artículos. Sus proposiciones sobre la libido eran para él mismo casi tan escandalosas como para la mayoría de sus lectores. Esta resistencia del propio Freud hará que la teoría de la libido fuera desplegándose con lentitud hasta llegar a tomar forma en los Tres Ensayos; obra que constituye la primera elaboración teórica sistemática de sus hipótesis. Dichas hipótesis se le imponen fundamentalmente a través del trabajo clínico con los pacientes aquejados de psiconeurosis y serán las que le llevarán al estudio de la sexualidad infantil y de la perversión.

En 1905, año en que Freud publica esta obra, una serie de sexólogos publican monografías y alegatos sobre temas sexuales que hasta ese momento habían quedado relegados a los chistes y novelas pornográficas. Freud, conocedor de los mismos, les rinde tributo y cita en la primera página los “bien conocidos escritos” refiriéndose a pioneros como Krafft – Ebing y Haverlock Ellis; autores que sacaron a la luz cuestiones secretas tales como la homosexualidad y la perversión.

Es importante leer el texto contextualizando el momento histórico en que fue escrito y el momento en el que se encontraba la construcción del edificio teórico psicoanalítico pues en él, hay algunas ideas difícilmente sostenibles en el siglo XXI. El propio Freud introdujo a lo largo de sucesivas ediciones, entre 1905 y 1925, numerosas modificaciones y agregados. Empezó siendo, en su primera edición, un pequeño libro de poco más de ochenta páginas; mientras en la sexta edición, la última publicada en vida del autor, el libro había aumentado a 120 páginas. Esto permite al lector hacerse una idea del interés del autor a lo largo de su vida y su obra por el tema de la sexualidad, así como también, su capacidad para rectificar y desechar ideas erróneas respetando el valor de otros enunciados. Esperemos que el lector al leer esta obra tenga el mismo espíritu abierto que el autor tuvo al escribirla.

El texto consta de tres apartados.

I. Las aberraciones sexuales

 Freud en su estudio sobre sexualidad no comienza abordando la vida erótica normal sino poniendo la patología en primer plano. Lleva a cabo una amplia investigación de la sexualidad empezando por presentar, con tono neutro, clínico y sin ningún tipo de censura, una rica colección de inclinaciones eróticas a las que trata de poner orden y que divide en dos grandes grupos.

Desviaciones respecto al objeto sexual

En este apartado incluye la inversión (homosexualidad), la paidofilia, y el bestialismo.  Se detiene en la inversión dando cuenta en un primer apartado de la conducta de los invertidos. Considera que no se puede reunir bajo un solo grupo todos los casos imponiéndose más bien la idea de una serie gradual. Dos ideas le servirán de guía para su estudio: la disposición bisexual y el que se trate de perturbaciones que atacan el instinto sexual desde la infancia. (Si bien en esta traducción se habla de instinto sexual hay que entender el concepto como pulsión sexual. Se trata del alemán trieb y no instinkt. El concepto de pulsión aparece ampliamente expuesto en otra de las obras de Freud, Los instintos y sus destinos (Freud, 1915/ 1981d).

Desviaciones respecto al fin sexual

En estos casos el fin sexual normal consistente en la unión de los genitales en el coito queda desviado. Se dan entonces lo que él llama “transgresiones anatómicas” donde sitúa entre otras, el empleo sexual de las mucosas bucales y labiales como fin sexual último, la sexualidad anal o el fetichismo; y la “fijación de los fines sexuales preliminares” donde sitúa el tocamiento y contemplación, y el sadismo-masoquismo.

Descarta la doctrina imperante del momento que consideraba las perversiones como “degeneraciones nerviosas” y, siguiendo una dirección completamente distinta, plantea la hipótesis de que la disposición a la perversión es la norma primitiva y general del instinto sexual en la infancia partiendo de la cual se desarrollará la conducta sexual normal. Así, lo sexual perverso, según se deduce del texto, pasa a quedar en el centro de la sexualidad humana. Idea novedosa y realmente escandalosa.

En estos apartados sobre las aberraciones sexuales se incluyen importantes notas a pie de página en las que Freud completa y rectifica algunas ideas conforme va avanzando la evolución de su pensamiento.

En el apartado El instinto sexual de los neuróticos sostiene la misma idea que en estudios anteriores según la cual las psiconeurosis, según su experiencia clínica, reposan sobre fuerzas instintivas de carácter sexual, de manera que la vida sexual de dichas personas se exterioriza exclusiva, predominante o parcialmente en sus síntomas, lo que le lleva a considerar que los síntomas no son sino la expresión de su vida sexual.

Muestra seguidamente la relación entre neurosis y perversión. Para Freud, la neurosis es una consecuencia de conflictos infantiles no resueltos, de un desarrollo incompleto. El enfermo regresa a sus más antiguos conflictos tratando de poner fin a un asunto inconcluso. Añade que los síntomas neuróticos no se originan a costa del instinto sexual denominado normal, sino que representan una exteriorización de aquellos instintos que se considerarían perversos, o sea, que se desarrollan a costa de la sexualidad anormal. Es desde aquí desde donde formulará la conocida frase de “la neurosis es el negativo de la perversión” (Freud 1905/1981b, p.1190). El psiconeurótico alberga en su inconsciente tendencias sexuales semejantes a las que se observan en las desviaciones de la vida sexual normal, sólo que permanecen reprimidas.

En el último apartado, Indicación del infantilismo de la sexualidad, frente a la discusión de si las perversiones dependen de condiciones congénitas o tienen su origen en impresiones casuales, Freud aduce que en las perversiones existe, desde luego, algo congénito, pero algo que es congénito a todos los hombres: una disposición general a la perversión, que puede acentuarse por influencias exteriores.  Se trata de las raíces innatas del instinto sexual.

Según Freud, en cada aberración sexual lo que se da es una obstrucción del desarrollo y un cierto infantilismo. Los diques de repugnancia, vergüenza y moral o compasión, poderes limitadores del instinto sexual que se levantan en la infancia, no se dan suficientemente.

Se concluye de este ensayo que el instinto sexual normal, esto es, la sexualidad adulta, se originará por la reunión de muy diversos impulsos de la vida sexual infantil en una unidad orientada hacia un único fin.

II. La sexualidad infantil

Viendo el predominio de las inclinaciones perversas del psiconeurótico y teniendo en cuenta la detención del desarrollo sexual observada en las perversiones; Freud se vuelve hacia el estudio de la vida sexual infantil. Si bien, vaciló durante años antes de aceptarla totalmente.

Este ensayo es ampliado y corregido varias veces. Dividido en 5 secciones en 1905, se ampliará a 7 en 1915.

Constituye la pieza central del conjunto. El punto de partida de este segundo ensayo está en mostrar el rechazo sostenido por parte de los adultos a hablar de sexualidad infantil, así como la negligencia en los numerosos trabajos sobre el desarrollo del niño que no incluyen ningún capítulo relativo al desarrollo sexual y, si hacen alguna observación sobre alguna actividad sexual prematura, lo hacen como casos curiosos por su excepcionalidad. Esta omisión, además de explicarla por la educación tradicional de los autores, considera que se debe a la represión y la amnesia consiguiente, enormemente eficaz, que los adultos ejercen sobre los primeros años de la infancia de los que nada se retiene en la memoria, salvo algunos recuerdos incomprensibles y fraccionados. Ante dicha situación, Freud se adentrará en un penetrante estudio de las manifestaciones sexuales infantiles.

Ofrece una visión bastante organicista de la sexualidad infantil centrada en el estudio de los fenómenos corporales y de sus manifestaciones visibles.  El niño, dirá, trae al mundo gérmenes de actividad sexual. Pero la sexualidad infantil no se manifiesta exactamente como la sexualidad adulta. No lo permitirían ni el estado físico ni el estado psicológico del niño. Al contrario, las emociones y los deseos sexuales infantiles asumen variadas formas, no todas claramente eróticas: la succión del pulgar, primera forma de obtención de placer, ligada a la absorción de alimentos; la retención de las heces, la rivalidad entre hermanos o la masturbación. Añade que cualquier parte del cuerpo puede ser susceptible de proporcionar una satisfacción sexual.

Habla de que la excitación sexual del niño proviene de muy distintas fuentes a las que denomina “zonas erógenas”, algunas de ellas predestinadas biológicamente, que variarán según el momento del desarrollo. Estas zonas son partes del cuerpo que en el curso del desarrollo se convierten en focos de gratificación sexual. Cada una perseguirá un placer concreto al que denomina placer de órgano.  El instinto sexual pasará por distintas fases como la oral o la anal. La fase fálica no la introducirá hasta 1923 en un artículo titulado La organización genital infantil (Freud, 1923/1981e) considerado una adición a la teoría sexual planteada en estos Tres ensayos.

En la infancia la pulsión sexual, dirá, no está unificada. Se origina apoyada en alguna de las funciones fisiológicas de más importancia vital, inicialmente no conoce ningún objeto sexual, es autoerótica y su fin sexual se halla bajo el dominio de una zona erógena.

La sexualidad para Freud no es una fuerza biológica simple y unitaria que empieza en la pubertad. Al contrario, delimita el desarrollo de la sexualidad en dos tiempos. Un primer tiempo de florecimiento y turbulencia sexual hasta los 5 años, tras el cual se entra en un periodo de latencia en el que la actividad sexual, si bien, no cesa, sí sufre una detención. Durante la latencia el niño realiza grandes progresos intelectuales y morales, relegando a un segundo plano la expresión de los sentimientos sexuales. Vendrá después un segundo tiempo de turbulencia que llegará con la pubertad. Lo que llamamos “normal” en la sexualidad, es en realidad, el punto final de un largo camino, a menudo interrumpido y no siempre logrado.

Expone en este apartado la disposición perversa polimórfica del niño. Dirá que el niño bajo la influencia de la seducción puede ser inducido a toda clase de extralimitaciones sexuales porque en su disposición infantil trae consigo una capacidad para ello y carece aún de diques anímicos suficientes.

La edición de 1915 se caracteriza por algunos añadidos de gran envergadura. El primero hace referencia a “la investigación sexual infantil” y en él aporta ideas novedosas.  Con anterioridad a este momento Freud apenas se había ocupado del niño como tal. Ahora, relaciona el instinto de saber con la curiosidad sexual infantil.  Considera que intereses prácticos en torno a la aparición real o sospechada de un nuevo niño, así como la cuestión de las diferencias, se le imponen a modo de enigmas y ponen en marcha la actividad investigadora del niño, actividad que le llevará a forjarse una serie de teorías en torno a la diferencia de sexos, al nacimiento, o al comercio sexual de los padres. En esta revisión, Freud articula las teorías sexuales infantiles con el resto de la vida infantil, algo que no había podido hacer en su artículo de 1908, “Teorías sexuales infantiles” (Freud, 1908/1981c).

Otro añadido de 1915 es el recogido en la sección “Fases evolutivas de la organización sexual”. En él, hablará de las organizaciones pregenitales, que son aquellas organizaciones de la vida sexual en las cuales las zonas genitales no han llegado todavía a su papel predominante. Una primera fase muy temprana es la fase oral o caníbal, en la que se sitúa el erotismo oral. Una segunda organización “pregenital” está caracterizada por el predominio del sadismo y del erotismo anal; hablará también de la ambivalencia y de los dos tiempos de la elección de objeto.

Freud mantendrá a lo largo de este segundo ensayo un posicionamiento que podríamos llamar “endogenista” respecto a la sexualidad infantil, al considerar que la vida sexual infantil presenta desde un principio indicios de una organización de los componentes instintivos sexuales, con fases predeterminadas que dependen mucho de lo constitucional. Sin embargo, el planteamiento incluye cierta ambigüedad pues, aunque lo endógeno prima en gran medida, introduce también al objeto al decir que desde el comienzo al niño le envuelven personas en calidad de objetos sexuales. En 1910, cinco años más tarde de la primera edición y tras haber estudiado el caso Juanito, niño de 5 años con una fobia a los caballos, hace una revisión en la que dice que los niños de 3 a 5 años son capaces de una muy clara elección de objeto con gran afecto, con lo cual amplia la idea del autoerotismo propio de la infancia que venía defendiendo en 1905.

Otra idea que se desprende de este ensayo es que las dos fases del desarrollo sexual humano son la condición de la evolución hacia la civilización, pero también la condición que predispone a la neurosis.

Es, sin duda, un ensayo central en el que expone ordenadamente, importantes conceptos sobre los que volverá en años posteriores.

III. La metamorfosis de la pubertad

La psicosexualidad sólo aparece como fruto de la pubertad. Ésta acarrea importantes transformaciones. Dos son las ideas clave que Freud destaca: una, la subordinación de las excitaciones sexuales parciales y de las zonas erógenas a la primacía de lo genital y; dos, que el instinto sexual, hasta entonces predominantemente autoerótico, encuentra por fin el objeto sexual. Ambas transformaciones vienen predeterminadas en la infancia.

Hasta ese momento la sexualidad actuaba partiendo de pulsiones y zonas erógenas singulares independientes que buscaban como único fin sexual un determinado placer. Ahora aparece una nueva meta sexual, de modo que todas las pulsiones cooperan para alcanzarla, a la vez que las zonas erógenas se subordinan a la primacía de la zona genital. La subordinación de las excitaciones sexuales se lleva a cabo de un modo tal que lo que antes eran placeres parciales e independientes unos de otros, ahora se convierten en actos preparativos del nuevo fin sexual. Este nuevo fin sexual, consistente en el ser humano en la descarga de los productos sexuales, lo que se acompaña del máximo placer; se pone ahora al servicio de la función reproductiva. Esto es, para Freud la sexualidad adulta sería una sexualidad reproductiva, el deseo y el placer surgen de las pulsiones parciales infantiles.

Es interesante la sección tercera, añadida en 1915, en la que expone la teoría de la libido.  Llamará libido a la energía de la pulsión sexual. Libido que cuando inviste al Yo la llamará libido del Yo o libido narcisista, y cuando se dirige a los objetos, la llamará libido de objeto. Igualmente interesante resulta el matiz que introduce a la idea propuesta en 1905 según la cual “la libido es regularmente de naturaleza masculina, aparezca en el hombre o la mujer e independientemente de su objeto, sea éste el hombre o la mujer” (Freud, 1915/1981d, p. 1223), idea equívoca y confusa que modifica matizando que los conceptos de masculino y femenino que tan unívocos parecen a nivel coloquial, son desde el punto de vista científico extraordinariamente complejos, y que el psicoanálisis, al hablar del par masculino-femenino, está refiriéndose a una de sus posibles acepciones, concretamente, a los conceptos de actividad y  pasividad. Aclara entonces, que “el instinto es siempre activo, aun en aquellos casos en que se propone un fin pasivo” (Freud, 1915/1981d, p. 1223, nota a pie de página). 

Otra idea clave de este tercer ensayo aparece en la sección quinta titulada “El hallazgo del objeto” en la que dirá que, en realidad, el hallazgo del objeto propio de la pubertad, no es sino un reencuentro con el objeto sexual infantil, un retorno al pasado. Ahonda, también, en la importancia del encuentro con el otro estableciendo que la madre es una fuente constante de excitación y de satisfacción sexual a partir de las zonas erógenas y, tanto más, cuanto que ella dirige al niño sentimientos que brotan de su vida sexual inconsciente. La madre con su ternura despierta el instinto sexual del niño y prepara su posterior intensidad. Aunque para la madre es un puro amor asexual, ella será para Freud la primera seductora.

Parece este tercer ensayo estar más abierto a la influencia del objeto desde la primera infancia y ser menos organicista que el segundo.

En la síntesis final que el propio autor realiza vuelve sobre el tema de lo constitucional y la innata diversidad de dicha constitución sexual que, si bien condiciona el carácter de la vida sexual, deja abiertas posibilidades diferentes según elaboraciones ulteriores. Una misma constitución, dirá, puede conducir a tres resultados distintos: a una vida sexual perversa cuando se produce una fijación a componentes de la sexualidad infantil que se fortifican con la maduración; a la neurosis, fruto de un proceso de represión de las actividades sexuales perversas infantiles que en un periodo posterior, en muchos casos a partir de la pubertad, se transforman en síntomas; o a una elevación de la capacidad de rendimiento psíquico, a través de un proceso de  sublimación, en el cual las excitaciones procedentes de las diversas fuentes de la sexualidad se utilizan para fines más elevados.

Explica, también, cómo el carácter de una persona está construido en gran parte con material de excitaciones sexuales y se compone de instintos fijados desde la niñez, de construcciones dadas por sublimación y de construcciones destinadas al sometimiento efectivo de los impulsos perversos. Otorga también un papel a los sucesos accidentales que están en interrelación con lo constitucional. El factor constitucional, dirá, debe esperar sucesos que le hagan entrar en acción, y el factor accidental necesita apoyarse en lo constitucional para empezar a actuar. 

En las últimas líneas de la síntesis del ensayo resalta la importancia de los procesos biológicos a los que considera la esencia de la sexualidad. Considera que el resultado de sus investigaciones sobre las perturbaciones de la vida sexual es poco satisfactorio debido al desconocimiento de dichos procesos biológicos que no le han permitido explicar suficientemente los caracteres, tanto normales como patológicos, de la actividad sexual.

Los Tres ensayos abren un nuevo dominio de la sexualidad, un dominio que linda con la biología, una sexualidad pulsional presente en germen desde el inicio de la vida. Freud, a lo largo del texto va a oscilar constantemente entre dar prioridad al papel de lo endógeno o al papel de lo exógeno, al que siempre tiene presente sin concederle la exclusividad.  A pesar de la fuerza que ejercen las zonas erógenas, muestra cómo desde el inicio ciertas personas son vividas por el niño en calidad de objetos sexuales. Lo vemos hablando de fases y zonas corporales que siguen una secuencia predeterminada en el desarrollo sexual infantil, y a la vez, de la madre como ese primer objeto que activa el instinto sexual del niño. Habla, asimismo, de autoerotismo, pero también de que el niño llega a alcanzar a muy corta edad un interés sexual orientado claramente hacia uno de sus primeros objetos. De lo constitucional y de un desarrollo abierto a sucesos accidentales que pueden marcar direcciones diferentes. 

Algunos ven en esta obra incoherencias y contradicciones en la construcción teórico-clínica freudiana. Ven un desvarío biologicista en el que Freud queda encerrado tras abandonar su teoría de la seducción traumática; otros en cambio, ven en ella al Freud creando teoría, manteniendo una actitud abierta a los cambios, sin pretender construirla sobre conceptos básicos claros y definidos con precisión, pues ninguna ciencia, ni la más exacta, empieza con tales definiciones. 

Freud se adentra en un tema complejo, el de la sexualidad. Se apoya en la pulsión, concepto límite entre lo psíquico y lo somático, para construir una teoría de la sexualidad cuyo centro neurálgico coloca en la sexualidad infantil concebida como matriz y motor del desarrollo psíquico. Atribuye al placer un alcance sin precedentes, hace retroceder los orígenes de los sentimientos sexuales hasta los primeros años de vida, desentrañando así, las enmarañadas raíces del amor adulto.

La novedad que Freud anuncia en esta obra no es tanto la existencia de una sexualidad infantil como el hecho de que ésta es universal e intrínsecamente perversa, enunciando una predisposición originaria y universal a la perversión, así como que toda la sexualidad adulta, normal o perversa, procede de ella.

Su ideología es profundamente subversiva al separarse del ideal de monogamia que presidía la época en la que le tocó vivir. No menos subversiva es su postura neutral y no censora con respecto a las perversiones al estar convencido de que eran el resultado de fijaciones sexuales a los objetos tempranos que no habían podido superarse. No las consideraba crímenes, ni pecados, ni enfermedades; todo lo cual convierte al pensamiento freudiano en un pensamiento muy moderno.

Aun reconociendo las limitaciones, vaivenes e impases de ciertos postulados que no pueden permanecer intactos a lo largo del tiempo, el texto sigue teniendo un valor teórico muy importante. La genialidad del pensamiento freudiano está en contener lo plural y lo heterogéneo. Sus planteamientos agudos y creativos hacen de esta obra, aun cuando el discurso psicoanalítico actual difiera en mucho, una obra vigente y muy viva en muchos aspectos.

Referencias

Freud, S. (1981a). La interpretación de los sueños (L. López-Ballesteros, Trad.). En Obras Completas (Tomo I, pp. 343-731). Biblioteca Nueva. (Obra original publicada en 1900).

Freud, S. (1981b). Tres Ensayos para una Teoría sexual (L. López -Ballesteros, Trad.). En Obras Completas (Tomo II, pp. 1169-1237). Biblioteca Nueva (obra original publicada en 1905).

Freud, S. (1981c). Teorías sexuales infantiles (L. López -Ballesteros, Trad). En Obras Completas (Tomo II, pp. 1262-1271). Biblioteca Nueva. (Obra original publicada en 1908).

Freud, S. (1981d). Los instintos y sus destinos (L. López -Ballesteros, Trad.). En Obras Completas (Tomo II, pp. 2039-2052). Biblioteca Nueva. (Obra original publicada en 1915).

Freud, S. (1981e). La organización genital infantil (Adición a la teoría sexual) (L. López -Ballesteros, Trad.). En Obras Completas (Tomo III, pp. 2698-2700). Biblioteca Nueva. (Obra original publicada en 1923).