aperturas psicoanalíticas

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revista internacional de psicoanálisis

Número 008 2001 Revista Internacional de Psicoanálisis Aperturas 8

Revista Neuropsychoanalysis - Diálogo Yorke-Panksepp

Autor: de Iceta Ibáñez de Gauna, Mariano

Palabras clave

Yorke, Panksepp, Afectos, Ansiedad, Psicofarmacos, Pulsion.


 Revista: Neuro-Psychoanalysis: An Interdisciplinary Journal for Psychoanalysis and the Neurosciences. Volume 1, No. 1, 1999. International University Press

Afectos, psicoanálisis y neurociencia

Yorke comienza su comentario señalando que Freud, y en particular el concepto de pulsión, es mal comprendido dentro del psicoanálisis, y mal enseñado por la escasez de analistas que lo comprendan suficientemente como para guiar a los estudiantes a través de su biografía y su obra. En muchos casos se pasa por alto, en opinión del autor, argumentando que sus concepciones han sido reemplazadas por contribuciones posteriores en el psicoanálisis, pese a que los principios básicos de su teoría del afecto se mantienen sorprendentemente bien transcurridos 60 años de su muerte. Más aún, insiste Yorke, Freud es visto de manera ambivalente por muchos psicoanalistas para los que es una figura paterna en lo profesional. Alguien a quien aman y de quien al mismo tiempo quieren librarse. Por todo ello, concluye que muchos de los críticos freudianos son esencialmente destructivos por razones que no tienen nada que ver con una evaluación científica desinteresada.

A continuación, valora muy positivamente el esfuerzo de los editores en la síntesis y compilación de la teoría del afecto freudiana "reúne todo el material psicoanalítico que los neurocientíficos deben tener en mente (de cara a la investigación sobre las emociones)".

En ese contexto se refiere a la crítica de Panksepp al concepto de pulsión, afirma que parte de una comprensión incompleta del sentido y la significación del mismo, para a continuación repasar en detalle dicho concepto en la obra freudiana (en trabajos del 1911, 1915, 1920, 1923 y 1940), con el fin de resolver dicha falta de comprensión.

Más adelante, Yorke apunta su punto de vista sobre la ansiedad en relación con el desarrollo, al entender que puede ser un terreno de mutuo interés para ambas disciplinas. Comenta como en 1915, Freud mantenía que cuando los representantes de las pulsiones libidinales eran reprimidos, los derivados pulsionales se transformaban en ansiedad. Existe evidencia clínica que apoya esta asunción, y de hecho algunos analistas consideran que la posterior teoría de la ansiedad de 1926, no reemplazaba completamente a la anterior (Freeman, 1998), aunque Freud así lo pensaba.

Freud consideraba, sigue diciendo Yorke, las excitaciones difusas abrumadoras para el organismo en el acto del nacimiento como el prototipo del estado de ansiedad. Sin embargo, Spitz demostró que en los partos normales el neonato sólo muestra un ligero estrés, sobre todo si se le deja tranquilo en ese momento, atribuyendo a la participación del resto del personal y familiares, la mayor intensidad de la respuesta del infante. A partir de ese momento, la madre tiene que interpretar  y/o anticipar las señales de distrés y responder en consecuencia.

Yorke describe una línea de desarrollo (según la definición de Anna Freud, de 1963) de la ansiedad. Comenzaría con las excitaciones difusas (y en gran medida somáticas ) del neonato; posteriormente una fase de "ansiedad automática" cuando el infante es colocado en un estado de indefensión; se sigue de una "ansiedad persistente" cuando el infante teme la indefensión; y termina con una restricción creciente de la ansiedad a la ansiedad señal descrita por Freud en 1926. Las fluctuaciones de la ansiedad en la edad temprana significan cambios desde un nivel casi insoportable (indefensión) a la quiescencia. La ansiedad frente al extraño aparece a los 8 meses, evidenciando que las fluctuaciones somáticas de excitación han proporcionado un terreno abundante para las experiencias mentales de ansiedad, si bien las vías de descarga somáticas permanecen a lo largo de la vida. Pero éstos y otros pasos subsecuentes a lo largo de esta línea de desarrollo, demandan las interacciones entre el ello y el yo a medida que éstos se desarrollan y se diferencian paulatinamente: la adquisición de proceso secundario de pensamiento; la capacidad concomitante de descarga pulsional diferida a través del "ensayo de acción"; y otras adquisiciones del desarrollo asegurarán una capacidad creciente de control sobre la ansiedad.

En el siguiente punto, Yorke critica la desafortunada ecuación que equipara el empiricismo (lo basado únicamente en la observación y la experimentación) con los métodos de investigación que impliquen cuantificación, elemento que puede o no formar parte del proceso. En este sentido, las limitaciones de la cuantificación en psicología son obvias para Yorke, especialmente cuando se intenta medir lo inmedible. Este punto de vista representaría un reduccionismo nomotético, mientras que en opinión de Yorke, el método idiográfico es de una aplicación más ajustada en este área.

Yorke propone que los neurocientíficos y los psicoanalistas, al explorar los puntos de encuentro entre ambas disciplinas, deben respetar el abordaje que parece mejor para una tarea dada, y recordar que ambos métodos aparentemente antagónicos son empíricos.

Rechaza de plano las sugerencias de Panksepp en cuanto a manipulaciones experimentales, por considerarlas incompatibles con el método psicoanalítico, "Para exponerlo gráficamente, no puedes envenenar a tu paciente y luego analizar las vicisitudes de su agresividad".

Por último, respecto a las conclusiones de Panksepp, Yorke encuentra alentador que es muy receptivo a las formulaciones freudianas en general, y que cree que dichas ideas "pueden ser relacionadas de manera creíble con la neurociencia moderna". Asimismo, afirma que la comprensión de Panksepp probablemente contribuirá a avanzar en la tarea común que abordan ambas disciplinas.

Panksepp comienza su respuesta a Yorke por su último planteamiento, el rechazo al empleo de psicofármacos (¿venenos? se pregunta Panksepp) en la situación analítica. Como el mismo Yorke apunta, el abordaje psicoanalítico tiene el potencial de capturar la mente en modos más profundos y significativos que las simples escalas de lápiz y papel, que son los instrumentos preferidos de los psicólogos experimentales. En opinión de Panksepp, en esta era de psiquiatría biológica, se necesita ensayar en profundidad cómo los psicofármacos, tan ampliamente usados, modifican las dinámicas emocionales de la personalidad humana y el resto de dimensiones de la mente, e incide en que los psicoanalistas podrían ayudar a diseñar los instrumentos necesarios para dicha tarea.

Sería una pena, sigue Panksepp, que la complejidad de la vida emocional no fuera explorada en su totalidad a medida que se va disponiendo de más y más agentes químicos novedosos. Son escasos los estudios sobre el modo en que responde la mente humana a agentes neuroactivos específicos en diversas situaciones interesantes desde un punto de vista emocional.

Panksepp cree que cierta visiones emergentes de la mente pueden entenderse como una mezcla de los mejores hallazgos de los abordajes idiográficos y nomotéticos. Para Panksepp, su propio esfuerzo de integración, la "neurociencia afectiva" constituye un intento de establecer puentes entre aquéllos que "dividirían la realidad en sus componentes elementales" y aquéllos que reconocen la importancia de aceptar la complejidad del organismo completo. La combinación de ambas visiones puede llevar a un materialismo sin ningún fisicalismo reduccionista. En cualquier caso, Panksepp recuerda que en estas empresas interdisciplinarias, debería tenerse presente que inicialmente hay que buscar rasgos comunes necesarios más que suficientes entre los niveles de comprensión.

Respecto a la cuantificación, Panksepp señala el efecto facilitador de un impacto en la comunidad intelectual en sentido amplio. Igualmente recomienda intentar aprovechar desde el psicoanálisis, la experiencia de los psicólogos experimentales, desarrollando escalas para cuantificar prácticamente cualquier elemento de la vida mental.

Por último, Panksepp contesta a las aclaraciones sobre el concepto de pulsión que Yorke hace en su comentario, insistiendo en los problemas que persisten a su juicio, repite la mayor parte de los argumentos ya expuestos en su artículo que se publicó en el anterior número de Aperturas Psicoanalíticas. Proponiendo una revisión del término partiendo quizás del término energías del ello, como concepto de partida.
 

Bibliografía
Freeman, T. (1998) But facts exist. London: Karnac.