aperturas psicoanalíticas

aperturas psicoanalíticas

revista internacional de psicoanálisis

Número 018 2004 Revista Internacional de Psicoanálisis Aperturas

Indicadores de evolución en el psicoanálisis de la perversión

Autor: Moguillansky, Rodolfo

Palabras clave

Compulsion, Escision, Estructura perversa, omnipotencia, Pudor, Pluriexcitacion sensual, Sensacion de incongruencia, sueños, Transferencia perversa.


Marco general sobre perversión

El psicoanálisis ha realizado un enorme trabajo teórico sobre la perversión, para descifrarla en sus raíces inconscientes, que contrasta con la relativa poca literatura que versa sobre exposiciones clínicas.

Sabemos que el método psicoanalítico inicialmente no fue creado para analizar perversos. Su pertinencia en este territorio, para muchos especialistas en la materia, pese a la experiencia que hay en el tema, es todavía algo a demostrar. El juicio definitivo acerca de esta extensión -el psicoanálisis de perversiones- dependerá, en mi opinión, de la acumulación de relatos clínicos y de indicadores de cambio que puedan demostrar que nuestro encuadre provee una herramienta adecuada para abordarla.

La comprensión teórica sobre la perversión ha estado centrada en la escisión del yo (Spaltung) y la desmentida de la castración (Verleugnung) (Freud, 1927; 1938), aunque los textos escritos por autores ulteriores explican de modo diverso por qué los perversos desmienten la castración. Las divergencias a grandes rasgos deslindan:

a) El papel de la pregenitalidad (J. Glover, 1924; S. Paine, 1939; W. Gillespie, 1951; H. Rosenfeld, 1965; D. Meltzer, 1972; B. Grumberger, 1976).

b) La incidencia del narcisismo (H. Kohut, 1971; J. Chasseguet-Smirgel, 1992; M. Glasser, 1986; J. Maldonado, 1993, 1998, 1999; R. Moguillansky et al, 1991; R. Moguillansky, 1999). Dentro del papel que juega el narcisismo, ocupa un lugar destacado la relación cómplice, secreta e incestuosa, entre el perverso y su madre (P. Aulagnier, 1964; R. Bak, 1968; J. Chasseguet Smirgel,1975).

c) El lugar predominante de las ansiedades de separación (S. Ferenczi, 1924; B. Joseph, 1971; D. Meltzer, 1972; H. Etchegoyen, 1970, 1977).

d) La erotización prematura del yo como respuesta a una falla ambiental temprana cumpliendo así una finalidad de autopreservación (Winnicott, 1965). Esto también lo enfatiza Joyce McDougall (1972) al abordar la perversión como una neosexualidad.

e) Los efectos post-traumáticos (D. Winnicot, 1956; M. Kahn, 1963).

Esta comunicación supone que la perversión es una entidad per se, con peculiaridades en la construcción de la fantasía que dilucida la tendencia a materializarse en expresiones perversas de la sexualidad –esto lo mantengo a pesar de lo difícil que es hoy en día delimitar que es “una manifestación perversa de la sexualidad”, sobre todo después de la revolución que trajo la discusión sobre “género”-, más aún, para el autor de esta ponencia, hace a un fenómeno definitorio de la perversión que las haya, lo que lleva a suponer una estructura mental perversa (W. Gillespie, 1956; Lacan, 1956; Piera Aulagnier, 1967, etc.)

La estipulación de que haya manifestaciones perversas de la sexualidad para afirmar que estamos ante una perversión la diferencia de la noción de perversidad que centra la cuestión en el sadismo y la destructividad (Baranger, 1980). Tomo como propias las palabras de Jean Clavreul, (1965-66), en este punto: El “acto perverso” es consumado por sujetos con catectizaciones libidinales, cuyas relaciones con el deseo y con la ley, son profundamente diferentes de las del neurótico; por ello es mejor hablar de “estructura perversa”, en tanto esta permite un acercamiento al problema de la perversión relativamente independiente de la modalidad particular que puede adoptar tal o cual acto perverso (ver más abajo 1-5; i)

El análisis de la fantasía perversa. “Pegan a un niño” (1919) indica el inicio del rol explicativo que tiene la culpa, el masoquismo moral y el masoquismo erógeno en la génesis de las fantasías perversas (Freud, 1925). Sin embargo, este análisis de la fantasía sólo da cuenta de una fantasía edípica que se resuelve sintomáticamente en un acto masturbatorio acompañado de una fantasía perversa. La desmentida y la escisión del yo en cambio, al denunciar un funcionamiento psíquico por fuera de la represión permitió esclarecer el pasaje a la acción, masturbatoria o de otra índole.

La desmentida de la castración y la escisión del yo dieron las bases definitorias de la diferenciación entre Neurosis y Perversión. Por ejemplo, facilitó la distinción entre actuación perversa y sueño tomando a este último como paradigmático del funcionamiento neurótico (R. Moguillansky et al, 1991; R. Moguillansky 1999).

La actuación perversa se acompaña de modos singulares de funcionamiento mental, fenomenológicamente detectables en la situación analítica, lugar en donde debemos validar nuestra observación:

a) El poder omnipotente que en la actuación perversa se ejerce sobre los otros, con la pérdida consiguiente de autonomía e independencia.

b) Las perturbaciones pragmáticas de la comunicación (David Liberman, 1971)

c) El ataque a la verdad (1) que ha enfatizado Meltzer (1973), al igual que las ya clásicas exposiciones de H. Rosenfeld (1950, 1987) con el papel que juega la confusión.

d) J. P. Jimenez (2004) ha resaltado cómo en la mente del analista aparece una dificultad en el establecimiento y mantenimiento del acuerdo intersubjetivo básico que sustenta la relación psicoanalítica. Advierte que esta dificultad no depende en última instancia de problemas contratransferenciales no resueltos por parte del analista, sino que constituye el rasgo característico y esencial del tipo de relaciones intersubjetivas que el paciente perverso establece.

e) La confusión de identidad y de zonas erógenas ligándola a una experiencia de terror y a la par remarcó la exaltación de la sexualidad pregenital y el sentimiento de triunfo sobre la genitalidad (D. Meltzer, 1968)

f) En el proceso de comparación de sí mismo del perverso con el otro, las desemejanzas le resultan intolerables, sobre todo las derivadas de las diferencias sexuales, siendo esto uno de los motores de la actuación. En este proceso se altera el sentimiento de sujeción a un orden inconsciente, no se siente determinado por él.

g) La idealización de conductas encubiertas con una ganancia de placer que conducen a un deterioro y pérdida de relación con el objeto, se escinde tanto el yo como el ideal del yo.

h) La distorsión en el reconocimiento de los hechos y la desvirtuación de la naturaleza de los objetos (Maldonado, 1998)

i) La mala fe (M. Baranger, 1969), la necesidad de engañar (W. Baranger, 1980) y una llamativa falta de sinceridad. En ocasiones está presente también el trasvestismo,

j) El no respeto o burla a la ley, “ley” que tiene como protomodelo el imperativo categórico que impone la interdicción del incesto. Este tema en la clínica de la sesión no siempre es fácil de delimitar.

Los padres de I me habían consultado porque habían descubierto videos en donde I se había filmado a sí mismo teniendo relaciones sexuales con animales. Como l no aceptaba venir solo a mi consultorio hice una serie de entrevistas familiares; en ellas el tema de los hábitos –o de los malos hábitos- sexuales de I flotaba en el ambiente, pero había una evidente dificultad para abordarlo. Su madre un día, lo increpó, que de esto tenían que hablar e I empezó, con alguna reticencia, a contarles sobre sus sentimientos, sobre lo atractivos que le resultaban los animales. Su padre entonces le pidió más precisiones e I, luego de algunos rodeos, le confesó que había tenido, entre otras, relaciones sexuales con N. (yo al principio no sabía de qué o quién estaba hablando, aunque si percibía la actitud estupefacta de sus padres). Su papá en ese momento, con voz desesperada le dijo ¡cómo hiciste eso! I le contestó tomando como pregunta lo que en rigor era una exclamación de horror, como si lo que le había dicho su padre fuese una pregunta acerca de ¿cómo lo había hecho? y no ¡cómo lo había hecho! y dijo entonces, respondiendo literalmente la presunta pregunta sobre cómo había sido la mecánica para consumar la relación sexual que había dicho que había tenido con N: “me subí arriba de un banquito”. A renglón seguido me aclararon que N era una yegua que tenían en una chacra de la familia.

Pensé ante esta viñeta que, si bien es un lugar común que la literalización de una pregunta es un indicador de un pensamiento patognomónico de la psicosis, I no tenía otros trastornos de pensamiento ni tampoco, hasta donde yo me daba cuenta, estaba alucinado. Si se trataba efectivamente de una literalización, I no había percibido el horror de sus padres, y su respuesta era evidencia de un déficit simbólico en su pensamiento. Pero a la vez me había sorprendido el efecto chistoso que había provocado en mí la respuesta de I. Me preguntaba entonces si lo que había dicho I era una literalización, en tanto había suscitado en mí un sentimiento jocoso que tuve que sofocar. Continué preguntándome a renglón seguido, ¿se trataría de una literalización, o de ridiculizar el horror del padre?

También medité sobre mi reacción ante esta viñeta: el efecto chistoso que tuvo sobre mí, el cual me costó mucho controlar en el contexto de la entrevista.

Indicadores clínicos de evolución en el psicoanálisis de la perversión basados en la experiencia clínica de tres análisis de pacientes perversos (paciente H: Moguillansky, R., 1999; paciente J: Moguillansky, R. et al, 1991; paciente I: Moguillansky, R., 2001).

La actuación se hace relato.

La actuación perversa, en mi experiencia, consta de una serie de sensaciones voluptuosas, momentos desarticulados, que no guardan relación unos con otros. El paciente en el momento de la actuación suele no tener mucha noticia de ella, al menos en su pensamiento verbal (2).

H. solía - luego de terminar sus tareas, sobre todo si creía que había sido una jornada o una semana exitosa, después de decirse a sí mismo, “te lo tienes bien ganado”, lo que funcionaba como una autorización para “ir al barrio oscuro”- empezar a tomar alcohol, emborracharse. Luego deambulaba por distintos burdeles hasta que finalmente contrataba prostitutas, generalmente dos, a las que disfrazaba con ropas masculinas. Las instaba a mantener juegos sexuales entre ellas, no permitiendo que lo tocaran, y a la vez inhalaba cocaína. Con frecuencia no eyaculaba, no era éste el fin que buscaba. Al volver a su casa, una vez solo, se masturbaba.

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 J. montaba lo que llamaba “el carnaval”: una escenografía que se repetía casi sin variaciones de modo monótono; se situaba frente a un televisor masturbándose por horas, evitando eyacular, mientras veía videos pornográficos a los que manejaba por control remoto. Hace falta saber que esta escena incluía como prerrequisito para su montaje, poliestimularse previamente con cocaína, marihuana y alcohol.

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Las escenas como las que relaté de H. y J. no eran narrables por ellos en los comienzos de sus respectivos análisis y esto no ocurría sólo por ocultamiento, no tenían palabras para describirlas, transcurrían estas escenas en un espacio extraño al que habitualmente vivían, ajeno aquel en el que dialogaban con otras personas; luego de un largo tiempo de sesiones fueron hablando más de lo que les ocurría en ese otro espacio en el que habitaban, al que parecían ser totalmente ajenos en su pensar diario.

En H. esta falta de memoria no sólo abarcaba su actuación -su estancia en los prostíbulos-, también incluía las horas posteriores, cuando llegaba a su casa y maltrataba verbalmente a su actual mujer. No recordaba al día siguiente lo sucedido, le resultaba totalmente extraño lo que su esposa le reprochaba al despertarse.

Que el paciente se avenga a hablar acerca de su “actuación” en la sesión constituye un momento de inflexión en un psicoanálisis. Costó mucho trabajo en estos análisis encontrar palabras que describieran su experiencia –sobre todo cómo estaban involucrados emocionalmente- y construir con ellas una narración.

La escena en todos los casos era una misma configuración que se ensamblaba con iguales características cada vez. Una suerte de acto teatral, una actuación que se repetía mecánicamente. En los análisis se evidenciaba que en la escena se desplegaba un contacto con el mundo signado por una pluriexcitación sensual, que proveía una sensación de saturación sensorial. Ambos se sentían dueños de las personas que los rodeaban, funcionaban como marionetas de cuyos hilos tiraban. En el caso de H, éstas debían montar una escenografía ambigua (3), sin que estuvieran claras las diferencias sexuales. Lo común a ambas es que ciertamente faltaba alegría de vivir y además se suspendían sus ideas y todo transcurría en un tiempo detenido (4).

Los albores del conflicto. Aparece el pudor, la incongruencia consigo mismo (evidencia de un sujeto dividido) y la evidencia del carácter compulsivo de la actuación.

Con el avance del análisis, según el relato acerca de la actuación adquiría más consistencia, estos pacientes empezaron a experimentar pudor.

Es de destacar que al narrar la actuación, se instalaba, tanto en H como en J, la sensación de conflicto, percibiendo, además del pudor, la incongruencia entre dos modos de ser, de pensar, evidencia de que eran sujetos divididos.

H se ufanaba de ser muy cauto, pero metido dentro del “barrio” dejaba de lado todo atisbo de prudencia y, aunque habitualmente es muy medido con sus gastos, cuando estaba en el burdel gastaba dinero dispendiosamente. Se hizo notable cómo las costumbres, hábitos, valores e ideales que aparentemente regían su vida fuera del barrio oscuro quedaban en suspenso cuando estaba dentro de él.

Los sentimientos de vergüenza (5) y de incongruencia no eran fácilmente admitidos, generalmente se violentaba y adquirían una actitud desafiante.

Sin embargo un buen índice de su posibilidad de pensarlo, fue cuando esta incongruencia pudo ser soñada:

J, cuando se comenzó a fracturar su disociación, trajo el siguiente sueño: “Estaba en la antigüedad, en el canal de Suez, a comienzos de siglo. Teníamos un aparato que no podíamos hacer funcionar. Había dos poblaciones en el lado no judío del canal de Suez. Una era Sharm el Sheik y otra más abajo. Yo estaba junto con D. (la persona que lo había iniciado en la escena perversa que él solía desplegar), íbamos de una población a la otra porque en las dos había diferentes corrientes, en una había 220 V. y en la otra 110 V. y las recorríamos con mi coche. No podía enchufar mi aparato”. C es judío. Luego del relato de su sueño, al asociar, percibió que no hay un lado judío del canal de Suez. Sólo lo fue durante la guerra de los seis días. Pudimos vincularlo con una actitud hegemónica de él. Él en su infancia había fantaseado con no ser judío y ser un sheik con mujeres a su disposición, como las que él ilusoriamente tenía con el control remoto al ver las películas pornográficas. La diferencia de voltaje era la expresión de esos dos modos de funcionar, dentro y fuera de la escena, que ahora no podía mantener separados.

Correlativamente con el pudor y la incongruencia, H y J tomaron noticia del carácter compulsivo de su actuación. Se dieron cuenta que una vez que la comenzaban tenían que completarla, descubrieron que no cabía ninguna objeción que la interrumpiera.

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Redundando, la conciencia del cariz compulsivo de sus actuaciones fue un otro índice, junto con los atisbos de pudor y la sensación de incongruencia, de una escisión que empezaba a tener fisuras. La actuación dejaba de ser algo ajeno a su conciencia y a su memoria. Correlativamente, perdió consistencia su discurso autosuficiente y la ilusión que desde su voluntad decidía que ocurría en su vida, lo que acrecentó la violencia en razón de la nueva herida narcisista que ocasionaba, pasando de la vergüenza a la humillación (Lopez, 1979).

La conmoción ante el insight.

La fractura de la Spaltung suele tener como consecuencia una intensa conmoción en la situación analítica, en la relación que mantienen analista y paciente. J. P. Jimenez (2004) nos advirtió que el analista, al poner su mente en contacto con la mente del paciente perverso, suele terminar, una y otra, vez atrapado en una relación dual (6).

Al fracturarse la Spaltung asistimos a fervorosas tentativas de suturar la brecha que trae el insight sobre el doble modo de ser del paciente perverso y la doble relación que mantiene con el analista.

Esto lleva, como intento de solución, a argumentos en donde se hace evidente la mala fe (7), un discurso mentiroso (8) y tramposo:

H. solía decir que las prostitutas que contrataba tenían suerte, las trataba bien y además no escatimaba dinero con ellas.

Con este argumento, a todas luces insostenible para una persona inteligente y progresista como él, intentaba distorsionar el mundo para adecuarlo a su “modo de ver”. Un indicador fue el insight que hizo de lo espurio de su argumento, admitiendo que había mala fe en él y era parte de un discurso mentiroso y tramposo.

La actuación y los sueños. La actuación invade su vida.

Un fuerte indicador clínico de cambio en los análisis de perversos es la aparición de sueños

J, hacia el final del primer año de análisis, tiene un grave accidente del que evoluciona en forma tórpida. Lo operan y se agregan complicaciones; durante dos meses la regularidad de las sesiones descansa en el analista quien lo atiende en el lugar de su internación. Aumenta desde entonces sus sesiones de cuatro a cinco por semana y por estas razones las tiene regularmente, al tiempo se vuelve más irregular el consumo de drogas. J. empieza a soñar en los intervalos libres, cuando no inhala cocaína.

Soñar estando en análisis y en presencia de un analista que lo escuchaba, lo puso en contacto con una experiencia emocional diametralmente distinta, en tanto se veía expuesto a algo que se le imponía en su vida mental: los sueños y que no surgía manipulando el control remoto. Eran imágenes que no podía predecir, hacerlas retroceder, congelarlas ni hacerlas desaparecer, y su reacción frente a ellas fue de sorpresa y conmoción.

Estoy sugiriendo que el soñar es un paso que va más allá del relato de la actuación, implica una la experiencia emocional que conlleva el tránsito de un lado al otro del Spaltung freudiano.

En la misma línea fue importante, como índice de cambio, en el análisis de H. el sueño del “tiovivo”, poco tiempo después que había nacido su hijo. Casi no había hecho referencia al embarazo de su mujer, era un tema de su esposa que a él le resultaba totalmente ajeno. No quiso acompañarla en sus visitas al médico durante el embarazo, ni estar en el sanatorio en el parto, ni en el pos-parto. Sin embargo con la llegada de su hijo a su casa, empezó a hablar más de él y mostrar una preocupación inusitada. A los pocos días contó este sueño:

Yo estaba junto con Max (su hijo) y D en un tiovivo o los caballitos. Max era ya un nene más grande, estaba montado en un caballito y al lado estaba D y yo estaba un poco más adelante y veía con preocupación que D le hablaba a Max....

A renglón seguido asoció: Yo no sé si puedo hablar de esto con Ud. Estoy en mi estudio en un problema muy serio. D es muy buena persona, es el socio del grupo que quiere convencer a mis jefes que tiene que haber maletín (9).

Cuando empecé en esta empresa tuve malestar porque había habido maletín y yo les había dicho (refiriéndose a sus socios) que con la coima no iba a transigir. Estoy convencido, además de consideraciones éticas, que si bien en lo inmediato puede traer una solución, es una mala solución empresarial a largo plazo. Tengo la impresión que D puede convencer a mis jefes”.

D, por las asociaciones que siguieron, era una condensación del analista y él cuando va al barrio oscuro. El analista era el responsable de haber quebrado en parte la escisión, y abrirle la puerta a D con sus argumentos. Lo sentía entonces al analista como un aliado de H cuando va al barrio oscuro. Se realizaba en el sueño el deseo y la amenaza de que D, el socio, lo convenciera a Max de las maravillas de ser un “tiovivo”, lo ventajoso y divertido que era este movimiento masturbatorio (el subir y bajar de los caballitos), y cómo los problemas tienen una mas fácil solución por la vía del maletín.

El despliegue en la situación transferencial y contratransferencial.

Luego del sueño de H, e l psicoanálisis se volvió para él peligroso, al darle voz en la sesión a los argumentos que se desplegaban en el barrio oscuro, él corría el riesgo de que éstos lo capturaran y tomaran la jefatura de su vida mental. Según H, al analista, por motivos seguramente espurios, sólo le interesaba la continuidad del análisis y se aliaba con D haciendo la vista gorda. Era, así, el responsable de hacerlo claudicar ante sus convicciones. Se desplegaba en la transferencia, resultado de sus mentiras una enorme distorsión. Travistiendo la situación analítica intentaba recuperar el control de su persona y así enfrentar su ansiedad. Esta modalidad de la transferencia fue descrita por Horacio Etchegoyen (1977) con el nombre de Transferencia perversa: con ella se alude al intento del paciente a través de la erotización del vínculo de “pervertir el vínculo transferencial poniendo a prueba la capacidad del analista” (pág.107). Destaca Etchegoyen (íbid) los problemas técnicos que crea la ideología del paciente cuando la usa defensivamente. Con un soporte teórico distinto, Rosolato (1966) sostiene que la perversión (fetichista) entraña siempre una ideología gnóstica concluyendo que la perversión es al gnosticismo como la neurosis obsesiva a la religión ritual. El perverso sustituye la ley del padre por la ley del deseo. Era claro para mí este despliegue en el análisis de H. 

En el análisis de I (ver 1.5., i), esta ideología estaba proyectada en mí: I estaba muy prevenido conmigo, tenía la convicción que yo quería cambiar su atracción sexual por los animales, que había un pacto o acuerdo con sus padres para que yo lo convenciera de que dejase estos hábitos.

Un indicador importante lo encontré en mi contratransferencia (10). I me hizo pensar si su convicción no tenía algún asidero en prejuicios míos, por el efecto chistoso que describí en el apartado 1.5. i. Con el tiempo esto cambió, dejaron de producir en mí esta impulsión a reírme y a la vez sentía menos curiosidad por su “extravagante vida sexual respecto de nuestros cánones habituales”, lo que conllevaba un cambio en mi contratransferencia.

Cuando pudimos analizar más cuidadosamente sus preferencias respecto de los animales, lo que implicaba un profundo cambio en lo que Etchegoyen llama transferencia perversa, vimos que eran rasgos en donde sostenía su identidad, y que su pérdida podría implicar para él un colapso en el orden del ser.

Aparición de conflictos neuróticos en el material asociativo y en la situación analítica.

H, con el correr del tiempo se fue sintiendo mejor con él, recuperando recuerdos de su vida. Se sorprendía de que éstos hubieran permanecido indemnes dentro de él. Esto fue interpretado por el analista como que se sorprendía por tener “más aire” de lo que él suponía, y que podía tener recursos para proteger a sus aspectos infantiles y a su propio hijo de D el “socio”

Esta era una sensación extraña en su vida fuera del barrio oscuro, allí sólo hacía “lo correcto”. Al son de este mayor contacto emocional advino en él un crescendo en lo que él vivía como una torturante sensación de conflicto.

En una de las sesiones de esa época contó:

«Esa noche al acostarme en el hotel (en uno de sus viajes de trabajo) tuve un largo debate, me dije si había hecho bien al borrar los teléfonos de las prostitutas de mi agenda y finalmente decidí, no sin esfuerzo, quedarme, me masturbé y me quedé dormido... Estoy un poco dormido ahora porque anoche cuando volví el niño decidió mostrar toda su vitalidad, la nurse que lo cuida por las noches no estaba, Max estaba entonces durmiendo al lado de mi esposa, y me hice una “palla (masturbación) higiénica”. Pensé si no le haría mal a Max (su hijo). Max esta introduciendo nuevas ideas dentro de mí. Pensé que quizás la masturbación no fuese una simple actividad fisiológica, -como él desde siempre había sostenido-». Que pensarlo como una actividad fisiológica era una respuesta conservadora, una frase hecha. Pero pensarlo de otro modo lo descoloca. Se queda un momento en silencio y dice a renglón seguido que había empezado a pensar que quizás esclavizara las prostitutas, cuando él había creído tener un papel altruista con ellas. Que probablemente no fuese cierto que su anterior esposa hubiese aceptado libremente el tipo de relación propuesta por él. Recuerda que cuando se separó de ella era porque aceptaba montar con él la escena, y que por eso se había sentido encerrado y agobiado. Una de las razones que lo habían impulsado a dejarla era la docilidad con que se avenía a sus caprichos. Él sabía que a su nueva mujer no le podía proponer lo que le había propuesto a la anterior. A la luz de lo que H venía analizando lo entendimos como un intento de limitar la predica hegemónica de D, este aspecto de él que luego devino en lo que él llamaba “el socio”.

Dentro de este conflicto neurótico se despliega la transferencia paterna.

Pocas sesiones después relata que “últimamente tengo dos tipos de sueños: sueños en los que tengo escape y sueños en los que no tengo escape. Anoche soñé que me podía ir a través del agua con una scooter, que tenía una especie de pala (recordar que él llama palla a la masturbación) abajo y iba zigzagueando (era un ejemplo de cuando tenía escape).

Su temor a no tener escape correspondía a no encontrar un atajo masturbatorio para ahorrarse tener que enfrentar el self narcisista que no quería saber nada de afrontar su situación emocional.

Sigue diciendo que antes había tenido otro sueño rarísimo. «Yo estaba en un coche y tenía que llegar a Bilbao (11). Tenía la sensación que salía de mi pueblito, tenía la impresión que íbamos a tardar muchas horas y que no llegaríamos, pero por otro lado sabía que le iba a encontrar la vuelta». Al comienzo no asocia con nada, mas tarde me dice que había visto en los diarios la inauguración del museo Guggenheim de Bilbao. Que había pensado cómo quedaría esta edificación en medio de la ciudad. Suponía que era una buena combinación, que seguramente se había logrado una armonía entre las dos arquitecturas. Tenía muchas ganas de ir, más aún, se había propuesto que en su próximo viaje a Europa iba a ir a Bilbao para ver la obra de Kandinski y de Klee, sus pintores favoritos.

Contó este sueño dos meses después de la muerte de su padre. La pintura de su padre seguía los cánones del impresionismo y mostraba un desprecio importante por la pintura abstracta. H con frecuencia se había quejado que no conseguía llamar la atención de él. Él, cuando niño, realizaba dibujos geométricos, de líneas claras, no con bordes esfumados como en los cuadros de su padre. Siempre sus dibujos eran escenas de guerra que su padre miraba con desagrado. Su hermano en cambio era claramente distinguido por su padre. Con los años, su hermano devino un muchacho pasivo, homosexual. En su adolescencia, en un viaje a Berlín, vio por primera vez la obra de Kandinski, no le gustó especialmente, ni tuvo la sensación que le dijera algo a él pero decidió que este iba a ser su pintor favorito, con la sensación de que estaba eligiendo algo que era lo que más le desagradaba a su padre. Pudimos entonces conectar la predilección de H por mujeres que encubrían una secreta relación con hombres admirados por él, temía que su admiración y su deseo de sentirse protegido por un hombre lo precipitaran en un destino similar al de su hermano. El desafío a su padre estaba asociado a un intenso rencor por no haber llamado su atención y haberse sentido traicionado con la aparición de tantos hermanitos y a la vez era un reaseguro para no caer en un sometimiento pasivo. Desde esa creencia legitimaba su agresión. Sin embargo en el sueño había un intento de lograr una armonía entre la arquitectura novedosa del Guggenheim y la arquitectura clásica de la vieja ciudad. Estaba presente un deseo de reconciliarse con su padre, aunque era parte del sueño su temor a no llegar, sin embargo asomaba la esperanza que le iba a encontrar la vuelta.

La reiteración transferencial

Le di una gran importancia, en tanto indicador de cambio a la reiteración transferencial de lo anterior.

H, luego del sueño de Bilbao relata lo siguiente: «Anoche tuve un sueño técnico, así que no tiene sentido que se lo cuente». Luego de alguna reticencia cuenta que el estudio en el que trabaja tuvo que crear pequeñas compañías de servicios para no quedar a merced de sectores cartelizados y él es el responsable de manejarlas. Estas compañías se han convertido en especial motivo de orgullo. Soñaba que le traían un informe de que una de estas pequeñas empresas estaba en peligro y que además él está en negociaciones para comprar una compañía de ese tipo en otro país. Para poder venir a la sesión hoy tuvo que firmar los acuerdos de compra en el aeropuerto de Z (la capital de ese país) y así poder llegar. Soñaba que estaba con los vendedores y éstos le habían cambiado los papeles y le habían cambiado las condiciones. Que por esa razón, en su viaje a Z, había llevado los contratos desde su casa y además había estudiado los folios, el grosor del papel, que estaba como obsesionado por el temor de que con el apuro se los cambiaran, había estado especialmente atento.

El analista interpretó que este sueño tenía un sentido distinto que el del scooter, aquí el problema no era tener escape, sino que tenía que ver con los temores por un exceso de confianza. Él había estado haciendo en el último tiempo esfuerzos muy grandes por preservar la sesión y esto iba en una dirección muy distinta a todas sus relaciones. El nunca se ponía en una situación de esperar algo de otra persona.

El analista le dijo además que lo sentía (al analista) como alguien cartelizado pues no podía acudir a otra compañía de la competencia, que el tipo de relación que estaba desarrollando lo convertía en un monopolio y que en ese sentido tenía temor de alguna traición de parte de él. H contestó que más que una traición podía ser una putada. Una putada era comprobar que se desvaneciera lo que él sentía como una mejoría que estaba obteniendo. Tenía temor a cómo se iba sentir en las largas vacaciones que se iba a tomar. La aparición de este temor fue un indicio más del cambio que se estaba dando dentro de la transferencia (12), era obvio que el analista empezaba a tener existencia en la vida de él, se instalaba cierta asimetría en el campo y dejaba de ser una relación dual (J. P. Jimenez, 2004) como la que el había querido establecer. Tener confianza era indicador de una asimetría que se instituía en la relación entre analista y paciente y esto lo vivía como muy peligroso.

3. Consideraciones finales.

En esta ponencia intento dar cuenta del tr ánsito en un psicoanálisis de pacientes desde un padecimiento derivado de una estructura perversa a un funcionamiento con una conflictiva próxima a la neurosis.      

Las viñetas con las que he ejemplificado provenían de pacientes que cumplían al consultar con los requisitos exigibles para diagnosticar una perversión, su yo estaba escindido, del mismo modo que sus ideales; era posible delimitar una actividad mental desmantelada -la que se evidenciaba en sus respectivas actuaciones- de la que no tenían memoria, estaban capturados por una sensualidad en la que perdían la dimensión del tiempo y todo transcurría en una evidente ambigüedad sexual. A la vez se desplegaba en esta actuación un control omnipotente que desproveía de vitalidad a sus eventuales objetos sexuales.

Este texto puntúa la evolución que tuvo dentro del proceso analítico, demarcando indicadores de cambio:

a. La actuación se hace relato.

b. Aparición de conflicto dentro del yo, evidenciado por el surgimiento del pudor, la incongruencia. Esto se evidencia tanto en el sueño de “Sharm el Sheik” de J como en el sueño del “tiovivo” de H.

c. La aparición de sueños, que es tomada como una evidencia de la instalación de un conflicto próximo a un funcionamiento neurótico. El sueño del “tiovivo” es, a mi juicio, un sustituto simbólico de la actuación.

d. La conciencia de las características intrusivas incluidas en la actuación que en el sueño emergen amenazando a su hijo, a la vez que da evidencias de su propio discurso pro-masturbatorio.

e. La emergencia del sentimiento de horror ante ésta prédica y cómo lo empieza a enfrentar.

f. Fue muy importante en ese momento la elaboración de la fantasía transferencial que allí surgió: para el paciente el analista le sugería que hiciera “la vista gorda” sobre “el maletín” y así dar continuidad a la relación; el analista encarnaba el “socio”.

j. Los cambios en la transferencia que el paciente despliega y los cambios que observa el analista en su contratransferencia

h. Restauración de la asimetría en la situación analítica, que previamente corre el riesgo de quedar atrapado en una relación dual.

i. En el análisis de H en el sueño sobre Bilbao se procesa un enorme salto. Este se correlacionaba con una relación distinta con sus padres internos, especialmente con su padre. En él se muestra una producción mental en donde se despliega la esperanza de una armonía entre el Museo Guggenheim y la vieja arquitectura de Bilbao, sustitutos de él y su padre sin que desaparezcan las diferencias. En el “sueño técnico” a través del “scooter” se configura un nuevo hito, en él comienza a fracasar el escape que le proveía el atajo masturbatorio

 

NOTAS

(1) A los fines diagnósticos es importante, sin embargo, distinguir el ataque a la verdad de la perversión de la inautenticidad descripta por Winnicott (1965) en su exposición sobre el falso self o las señaladas por H. Deustch (1968) cuando nos enseñó el modo de funcionamiento de las estructuras como si (as if). También es diferenciable de la simple hipocresía o la mala fe, aunque formen parte del cortejo caracterológico de la perversión.

(2) Pensamiento verbal, es uno de los vértices que Bion (1960) propone en su artículo “Notas para una teoría sobre la esquizofrenia” para acceder a un pensamiento simbólico.

(3) H. les pedía a las mujeres que contrataba que se pusieran ropas masculinas y él a su vez se ponía ropas femeninas. Él las maquillaba y se maquillaba a sí mismo. Más tarde aclaró que tanto la ropa como el maquillaje tenían algo de ambiguo, aunque sí destacaba que quien tenía más atuendos femeninos era él.

Maldonado (1998) señala que “a diferencia del pensamiento, en la ambigüedad se recurre a la confusión. La ambigüedad funciona mediante el uso de una proposición que representa la apariencia del proceso secundario pero tiene la ausencia de contradicción del proceso primario... la ambigüedad iguala sin comparar, estableciendo ecuaciones que anulan las diferencias”.

(4) La vida en estas escenas son fenoménicamente  similares a la descripción que Meltzer (1992) hace de la vida en el claustrum. Allí dice que “en el centro de una adicción o una relación perversa, la persona en cuestión no es él mismo: esta detrás de sí mismo, con excitación, (y) confusión respecto del mundo" (pag. 155).

(5) El sentimiento de vergüenza ha sido descrito en la clínica psicoanalítica como un indicador de sentimientos ligados a la castración; Benito López hizo una fina discriminación entre la vergüenza, siguiendo el criterio anterior y canónigo y la diferencia de la humillación, propia de la afrenta narcisista (Benito López, 1979).

(6) J. P. Jimenez (2004) afirma que  el perverso funciona en el mismo mundo que el analista: ambos conversan entre sí, comparten, trabajan en conjunto. Pero simultáneamente el perverso vive en un universo idiosincrásico, en una seudo-realidad, en un mundo ilusorio donde no existen las experiencias de castración ni tampoco la vivencia de diferencias entre los seres humanos, donde, en definitiva, no existe la diversidad de realidades que hacen que el mundo de que hablamos sea precisamente un mundo humano. Este otro mundo, más bien un seudo-mundo, se muestra inaccesible experiencialmente para el prójimo, y es lo que aparece en la mente del analista como el secreto que el perverso parece guardar celosamente.

(7) Madeleine Baranger (1969), en relación a la patología del carácter, nos ha enseñado cómo la mala fe es un epifenómeno de la omnipotencia. La omnipotencia del yo preservada por la mala fe es, para esta autora, el residuo de un vínculo con un objeto idealizado, repitiéndose el engaño traumático que se tuvo con él.

(8) Maldonado (1998) nos alerta que la mentira en la perversión es de una naturaleza distinta al “uso universal de la mentira, que ... también tiene lugar en la neurosis”. Para este autor, en la perversión “el problema reside en la búsqueda de un placer en la distorsión, configurado de modo tal que resulta sintónico con el yo”.

(9) Se refería a una coima que este hombre sugería pagar para conseguir un contrato. En otros momentos desconfiaba de D pensando que lo del “maletín” era un invento de D para  quedarse con el dinero.

(10) Estoy usando contratransferencia en el sentido clásico del término, puntos ciegos del analista.

(11) Muchos de los datos están alterados para proteger la identidad de H. Bilbao esta conservado porque a la luz de este sueño se reveló como importante para comprender el mundo de H.

(12) Bion (1957) en su artículo “Diferenciación de personalidades psicóticas y no psicóticas” toma como índice de un funcionamiento neurótico la aparición del temor que tiene el paciente a lo que le va ocurrir en el fin de semana. Bion dice que este temor tiene como condición de posibilidad que al paciente le importa el vínculo que tiene con él.

 

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