aperturas psicoanalíticas

aperturas psicoanalíticas

revista internacional de psicoanálisis

Número 054 2017

Una demostración teórica de la existencia del inconsciente y de la represión de recuerdos con soporte en la evidencia de la psicología experimental

Autor: Ross, Martin

Palabras clave

inconsciente, Represion de recuerdos, Psicologia experimental, Mentira, Memoria reprimida.


Para citar este artículo: Ross, M. (Enero 2017) Una demostración teórica de la existencia del inconsciente y de la represión de recuerdos con soporte en la evidencia de la psicología experimental. Aperturas Psicoanalíticas, 54. Recuperado de: http://www.aperturas.org/articulos.php?id=0000966&a=Una-demostracion-teorica-de-la-existencia-del-inconsciente-y-de-la-represion-de-recuerdos-con-soporte-en-la-evidencia-de-la-psicologia-experimental
Resumen
En la primera parte del trabajo, se realiza una demostración teórica del inconsciente, de la represión y del retorno de lo reprimido, a partir de una aproximación conceptual basada en recientes publicaciones de universidades latinoamericanas. En la segunda parte del trabajo, se revisan diferentes investigaciones experimentales que, desde distintos ángulos, dan soporte empírico. Entre otros trabajos, se repasan los experimentos sobre memoria protectora del self, que demuestran un patrón de conducta que lleva a recordar con menos frecuencia las experiencias negativas para el auto-concepto. Además, se revisan los trabajos de consciencia de deseo sexual: experimentos donde a los voluntarios se los expone a videos sexuales y se controla la reacción fisiológica como manifestación del deseo sexual, en comparación con el auto-reporte que ellos se hacen de su propio deseo. Asimismo, se repasan investigaciones en neurociencias y otros estudios experimentales; incluyendo los referidos a adictos a sustancias que no asumen su dependencia y los referidos a aquellos que “racionalizan” sus decisiones contrarias a la ética, entre otros trabajos. El autor concluye que la evidencia empírica a favor del inconsciente, de la represión y del retorno de lo reprimido, no solo no es inexistente -como algunos críticos afirman-, sino que es abrumadora.
Palabras clave: Inconsciente, Auto-engaño, Represión, Recuerdos reprimidos, Represión de deseos, Defensas, Investigación experimental, Psicología científica.
1. Introducción
Aunque el inconsciente es anterior al psicoanálisis, y diversas teorías aceptan sucesos no conscientes, quizá lo más característico del inconsciente que planteó Freud es el fenómeno de la represión, y también el consiguiente retorno de lo reprimido. Justamente, estos dos conceptos, claves de la teoría freudiana, han sido objeto en los últimos años de constantes ataques por parte de quienes afirman que “la ciencia” habría demostrado que no existe la represión y que mucho menos, por lo tanto, ocurriría el llamado “retorno de lo reprimido”. La línea de fuego se hace más intensa en cuanto a los recuerdos reprimidos. De alguna manera, una línea de autores parecen empeñados en expresar que “la ciencia” habría demostrado que los recuerdos reprimidos serían un mito. La ciencia nunca demuestra “no-hechos”, pero ellos lo sugieren igual a través de un excesivo énfasis en la pretendida falta de evidencia.
Se insiste mucho en el argumento de que más que olvidar los “recuerdos traumáticos”, estos se recuerdan mucho, sobre todo en la forma de imágenes intrusivas [Shobe y Kihlstrom, 1997]. Este argumento es particularmente fuerte en la divulgación. Por ejemplo, Santa María y Fumero sostienen:
“Normalmente, las personas que han tenido la desgracia de experimentar situaciones particularmente desagradables indican precisamente lo contrario de lo que dice el psicoanálisis. Por ejemplo, los supervivientes de los campos de concentración tienden a decir que jamás podrán olvidar lo que allí vivieron. A menudo ese tipo de recuerdos les vuelven a la memoria sin que puedan hacer nada por evitarlo. Para su desgracia, cualquier cosa puede hacerles revivir la terrible experiencia” (Santa María y Fumero, 2008)
Al respecto, Mc Nally (2007) nos dice que el debate sobre la presunta existencia de los recuerdos reprimidos es uno de los más intensos de la psiquiatría y de la psicología. El autor argumenta que las investigaciones han demostrado que, derrumbado las posturas a favor de la represión de recuerdos, las experiencias traumáticas son recordadas muy bien. De su parte, una comprensiva revisión de la literatura médica y no médica realizada por Pope y colegas (2006), concluye que la represión de recuerdos y su recuperación es más una construcción social que una realidad, ya que, sostienen, no hay descripciones de memorias reprimidas y de recuperación de memorias traumáticas antes del siglo XIX.
Holmes, tras una intensa revisión sobre la literatura del tema, sostiene que cualquier uso del concepto de la represión de recuerdos debe ser precedido por una advertencia: “Peligro. El concepto de la represión no ha sido validado por la investigación experimental”. (Holmes, 1990). Según Patihis, Llienfeld, y Loftus (2014), los intentos por encontrar evidencia experimental de las memorias reprimidas en el inconsciente han fracasado dramáticamente.
Ahora bien, lo que me propongo demostrar en este artículo es que estos autores no han encontrado los recuerdos reprimidos ni el inconsciente porque no los han sabido buscar en donde corresponde, por falta de teoría.
Un experimentador sin teoría es equivalente a una persona con los ojos vendados que coloca un limpia hojas en una pileta en cualquier parte al azar, y al levantarlo y encontrarlo vacío, concluye que no hay cucarachas de agua ni hojas. Por el contrario, un experimentador con teoría sabe en qué lugar exacto debe colocar el limpia hojas para demostrar si existe o no existe lo que pretende averiguar.
Por eso, este artículo constará de dos partes: una demostración teórica de la existencia del inconsciente, de los recuerdos reprimidos, de la represión en general, y del retorno de lo reprimido; y una demostración empírica consistente en revisar la literatura científica para señalar los experimentos que ya arrojan evidencia concreta a favor de estos postulados, vistos desde la óptica particular de esta aproximación teórica. Finalmente, y, como un deber ético que considero insoslayable para cualquier persona que proponga hipótesis teóricas, se indicarán los experimentos que podrían utilizarse para refutar la teoría.
La primera parte no se hará desde el psicoanálisis sino desde los conceptos “hazañas” y “anti-hazañas”, que son una construcción teórica incipiente, visible en algunos trabajos publicados recientemente, fundamentalmente por universidades latinoamericanas. Al ser una demostración teórica, la estructura lógica que la sustentará es “si los axiomas de la teoría son válidos, luego las deducciones que se hacen de ellos también lo serán”. Se presentará, como deducción teórica, no solo los recuerdos reprimidos sino también otros fenómenos reprimidos como deseos y emociones, y otros eventos que, de acuerdo a esta aproximación teórica, le están relacionados.
En la segunda parte, ya con una teoría –con una aproximación teórica-, se pasará a revisar la literatura científica para señalar las fuertes evidencias que dan soporte a lo postulado.
2- Demostración teórica de la existencia del inconsciente, de la represión, y del retorno de lo reprimido
Hay una reciente línea de investigación, visible en publicaciones de universidades latinoamericanas, que se interesa por los conceptos “hazañas” y “anti-hazañas”.
Para estos autores, entonces, las hazañas serían circunstancias, méritos, virtudes, éxitos, que tendrían dos principales efectos: a) le dan la oportunidad a la persona de sentirse orgullosa de sí misma; y b) le proporcionan prestigio social (Bayas Mesa 2014; Barreto Heras, 2015; Acevedo Moreno, Gutiérrez, y Noreña Tamayo, 2016; Arbeláez Urquiza, 2016). Las anti-hazañas serían, en cambio, situaciones que provocan que el individuo se avergüence, se sienta menos valioso, se auto-desprecie y le quitan también su prestigio social (Lopez Torres, Endara Ortega, 2014; Legani, Bobadilla, Cremona, 2015; Acevedo et al, 2016).
Utilizando estos conceptos, deduciendo a partir de ellos, se pueden concluir dos clases de mentiras. Las mentiras para proteger el prestigio social –que serían mentiras sobre hazañas infladas para la mirada del otro- y las mentiras para proteger el orgullo -que serían mentiras apuntadas hacia la propia mirada.
2.a- Mentiras para proteger prestigio social o aprobación externa.
¿Esto existe? Aunque en la demostración basada en la psicología experimental se lo demostrará con más rigor, el lector puede advertir este tipo de mentiras en la vida cotidiana. Nuestro fenómeno ocurre cuando una persona exagera sus hazañas o esconde sus anti-hazañas, para poder causar una mejor impresión y subir su prestigio social.
El pescador que vuelve del lago agranda el tamaño del pescado que dice que pescó (hazaña, agranda su hazaña) para aumentar su prestigio. El nene que vuelve del colegio avergonzado por una baja nota (anti-hazaña), adultera el boletín y coloca allí una buena nota (esconde una anti-hazaña para proteger su prestigio de la mirada de los padres).
Son las mentiras “al otro” para que no vea la anti-hazaña, y proteger el prestigio social o la aprobación, o mentiras para exagerar o inventar hazañas y así subir el status social.
2.b- Mentiras para proteger el orgullo.
Esto ya es un poco complicado, pero, siguiendo el método de conocimiento de las teorías -que son las inferencias deductivas-, se concluye que también habrá mentiras para proteger el orgullo, toda vez que las hazañas y anti-hazañas afectan el orgullo y el prestigio.
Pero como el orgullo no depende la mirada del otro (como el prestigio), sino de nuestra propia forma de mirarnos, las mentiras para proteger el orgullo serían auto-engaños.
Estas mentiras versan sobre toda clase de hazañas como anti-hazañas externas. Por ejemplo, el jugador de tenis arrogante “ve” que la pelota picó en el fleje, pero, como eso afecta su orgullo ya que no la pudo atajar (anti-hazaña), se engaña y “ve” que picó afuera del fleje y realmente cree que fue mala. Sería el caso de auto-engaño para no ver una circunstancia externa.
Sin embargo, a veces la anti-hazaña puede ser un sentimiento, una emoción, o un deseo, un recuerdo.
Es decir: la anti-hazaña es una experiencia interna. Este tipo de anti-hazañas internas abarcan deseos, recuerdos de experiencias que avergüenzan, y otras sensaciones. Son eventos internos que, siendo reales y existiendo (por ejemplo es real determinado deseo), resultan expulsados de la consciencia como parte del mecanismo de auto-engaño que permite sostener un determinado auto-concepto, o determinadas creencias centrales que hacen al auto-concepto (ejemplo: yo soy valiente y nunca tengo miedo, yo soy moral y nunca tengo deseos perversos, etc.). Si el auto-engaño consiste en no aceptar la existencia de un evento interno (por ejemplo un recuerdo), se materializa en “desconcientizarlo” o expulsarlo de la consciencia.
En este sentido, esta aproximación teórica del inconsciente es coherente con la forma en que Trivers presenta al psicoanálisis: como una disciplina relativa al desarrollo humano y al auto-engaño. Aunque Trivers es extremadamente crítico del psiconálisis y lo considera un auto-engaño en sí mismo, reconoce, no obstante, los conceptos de negación, proyección, formación reactiva, y mecanismo de defensa del yo. (Trivers, 2013). No solamente Trivers, sino también distintos exponentes de la psicología evolutiva (Badcock 2000; Wright 1994 citados por Erderyi, 2006) entienden a la represión como parte del auto-engaño
Por ello, el inconsciente sería el conjunto de eventos internos –tales como recuerdos, deseos, pensamientos- que resultan censurados de la auto-percepción o de la consciencia, como parte de un proceso de auto-engaño destinado a proteger cierta auto-imagen positiva.
Es fácil ver estos hechos en la vida cotidiana en baja intensidad y subestimarlos. No obstante, las “anti-hazañas” pueden, en algunos casos, generar un miedo extraordinariamente intenso.
Al respecto, es importante subrayar un concepto: “El miedo a las anti-hazañas puede ser más fuerte que el miedo a la muerte”.
Pensemos, por ejemplo, en los Samuráis: un acto de cobardía en aquellos valores culturales implicaba perder todo el orgullo y perder todo el status (una gravísima anti-hazaña), y ellos preferían el suicidio antes que una anti-hazaña tan grave que los condenara a una vida sin orgullo personal y sin prestigio social. Se ha demostrado que el perfeccionismo aumenta el riesgo de suicidio (ver revisión de Blackstein y colegas, 2007), y ello reafirma la observación: el miedo a las anti-hazañas puede ser más intenso que el miedo a la muerte.
Por lo tanto: aunque como cada persona es distinta sus anti-hazañas también lo serán, es importante subrayarse que el miedo que producen puede llegar a ser muy fuerte.
2.c- Retorno de lo reprimido
Como la represión consiste en una forma de auto-engaño en la cual se esconden eventos internos (recuerdos, pensamientos, deseos) de la consciencia por su carácter vergonzoso y para sostener la auto-imagen, es clave subrayar que “esconder” no es lo mismo que “eliminar”. Si el evento interno fuera un recuerdo de carácter vergonzoso e inadmisible para el concepto de sí que tiene la persona, eliminar sería equivalente a “olvidar”; pero, en cambio, “esconder” significa que el recuerdo se sigue evocando. Valga la redundancia: un recuerdo reprimido no está olvidado, justamente porque es un “recuerdo”. Si estuviera olvidado, no tendría consecuencias psíquicas. Si está en el inconsciente, es porque es evocado. Se recuerda, pero no se advierte por un proceso que ejerce sobre éste una censura activa. Mientras que algo eliminado no se manifiesta, lo que está escondido sí lo hace.
Para ilustrarlo con una imagen: se puede pensar en un anfitrión que quiere convencer a sus invitados de que nunca tuvo mascotas, a pesar de que tiene un perro. En la meta de engañar a sus invitados, esconde el perro al encerrarlo en un ropero de una habitación. Gracias a ello, logra el éxito y puede engañarlos y convencerlos que odia a las mascotas. Sin embargo, el engaño no hizo desaparecer el perro, sino que tan solo lo ocultó. Los engañó… pero el perro sigue estando encerrado en un ropero. Durante la reunión, el perro comienza a ladrar desde el ropero –se manifiesta-, y entonces el anfitrión sube el volumen de la música para que no lo escuchen y poder mantener engañados a sus invitados. De la misma forma, cuando un auto-engaño apunta a negar un evento interno (un recuerdo, una emoción, etc.) no se lo hace desaparecer, sino que tan solo se lo aleja de la consciencia. Y, por ello, como no se lo ha eliminado, puede manifestarse de todas maneras… entonces lo reprimido retorna.
Dos puntos resultan entonces centrales: a) el auto-engaño necesita ser inconsciente porque si el engañado (la misma persona) supiera del engaño entonces no se engañaría; y b) cuando el auto-engaño consiste en no aceptar un evento interno que cuestionaría la imagen de sí que tiene la persona hacia perjudicarla (anti-hazaña), ese evento interno no desaparece, sino que puede continuar manifestándose de diversas maneras, y si el evento interno es muy intenso (deseo muy poderoso, un recuerdo muy traumático, etc.), algunas de estas manifestaciones podrán retornan a la consciencia bajo distintas formas.
Si lo reprimido es un deseo (por ejemplo consumir droga), mantiene su vocación de dominar la conducta, y comienza a influir desde el inconsciente. Llega a la consciencia bajo excusas o pretextos que lo hagan admisible y domina la conducta al camuflarse de esa forma. Si lo reprimido es un recuerdo traumático, mantiene su vocación de advertir a la persona que no debe repetir algo parecido y se manifiesta en temores a eventos y a situaciones que la persona no se puede explicar. Otras veces, lo reprimido es tan poderoso que resulta difícil evitar que se manifieste (ejemplo del perro que ladra desde el ropero), y, por eso, la persona debe realizar “esfuerzos extras” para mantener el engaño (ejemplo de subir el volumen de la música para que no se escuchen los ladridos). Entre estos esfuerzos extras para auto-engañarse, aparecen conductas que están destinadas a negar la existencia del evento reprimido. Una persona puede dedicar su vida a demostrarse a sí misma que no es justamente aquello que teme ser.
Así, lo reprimido retorna e influye de tres maneras: o bien manifestándose y gobernando la conducta; o bien requiriendo que la persona haga un esfuerzo extra para auto-engañarse y poder negarlo –amenazando con irrumpir en la consciencia y llenarlo todo de ignominia-; o bien ambas cosas simultáneamente.
2.d- ¿Qué es lo que se reprime?
El inconsciente sería el conjunto de eventos internos –tales como recuerdos, deseos, pensamientos- que resultan censurados de la auto-percepción o de la consciencia, pero sin desaparecer con ello, y, por lo tanto, en algunos casos, retornan a la consciencia o se manifiestan.
En la época de moral victoriana de Freud el deseo sexual fuera de los preceptos morales era una gran anti-hazaña según el M.A.S. (Mapa de la Autoestima Social) de la época. Por ende, está bien imaginar inicialmente el inconsciente como poblado por deseos prohibidos.
 
Así es como Freud consideraba que nuestras primeras memorias infantiles son activamente reprimidas por su contenido sexual y emocional (Freud, 1899). Se había basado en el hecho de que sus pacientes raramente recordaban memorias de sus primeros años de vida (Freud, 1900, 1914), y de allí el papel clave que cumple el incesto y el Edipo en la teoría freudiana. Pero, desde esta aproximación, en cambio, no es necesario asimilar que las memorias reprimidas serán siempre sexuales, sino tan solo basta que se trate de memorias sobre experiencias que resultan fuertemente vergonzosas e inadmisibles para la auto-imagen (o la historia que la persona gusta contarse acerca de lo que la persona “es”, el yo como contenido). O sea: serían experiencias de anti-hazañas. Serían anti-hazañas que, de conscientizarse, romperían o discutirían esa forma auto-engañada en que la persona disfruta de verse a sí misma.
3. Soporte empírico a la existencia del inconsciente, de las memorias reprimidas, de la represión en general, y del retorno de lo reprimido
3.a- Soporte empírico a la aproximación teórica propuesta
En el ejercicio teórico anterior, notamos que las hazañas y anti-hazañas afectan a dos elementos: orgullo y prestigio social. Y que, por ello, por deducción, habría dos clases de mentiras: las mentiras por prestigio social (mentiras al otro), y las mentiras por orgullo (el auto-engaño), siendo la represión aquella parte del auto-engaño apuntada a colocar una cortina que permita “no ver” aquella porción de nosotros que contradice lo que nosotros deseamos contarnos que somos.
Respecto de las “mentiras de hazañas y anti-hazañas por prestigio social”, cabe destacar que es un fenómeno que ya ha sido advertido e intensamente investigado. A partir de Goffman, se le llama “administración de impresiones” (Goffman 1959). Consiste en un fenómeno reiteradamente comprobado por las investigaciones experimentales: se intenta influir en las percepciones del Otro en las interacciones sociales, intentando inflar los méritos personales o disimular y ocultar los vergüenzas (para una revisión ver Leary, Kowalski, 1990) Es importante, para tomarle examen a la teoría propuesta, verificar que una de sus predicciones ya está comprobada: la gente miente de manera no consciente, o de manera consciente frente al otro, exagerando sus hazañas o disimulando sus anti-hazañas, y ello para mejorar el prestigio social o la imagen social.
En cuanto a las “mentiras de hazañas y anti-hazañas por orgullo” (que serían los auto-engaños), también es posible encontrar fuertes evidencias empíricas que lo sustentan en diversas líneas de investigación.
Aquí el fenómeno es más complicado y aparecen las discusiones filosóficas. Si las hazañas son como pastillas que producen sensación agradable de orgullo, la manera fácil de disfrutar ese orgullo (o si alguien quiere: “narcisismo”), sería la pastilla falsa de auto-engañarse y creer que se ha logrado la hazaña. Pero para que la pastilla falsa arroje el mismo resultado de emoción agradable, la condición es que la persona “se crea” el engaño. Si no se lo creyera, no habría engaño. Cuanto más intensamente se cree el engaño, más semejante es el efecto agradable de orgullo que produce la “pastilla falsa” o hazaña falsa. Por eso, para ser eficaz, debe ser inconsciente. Así, el auto-engaño de hazañas escalaría hasta la grandiosidad, proporcionando el beneficio de grandes sensaciones agradables. No obstante, esta mentira interior con finalidad voluntaria tiene sus problemas filosóficos (ver al respecto, Mele, 1997). Por ello, aunque algunos investigadores que, al realizar experimentos, encuentran el fenómeno, deciden que le van a llamar auto-engaño (ver: Barrick & Mount, 1996; Sackeim & Gur, 1979; Tenbrunsel & Messick, 2004; Gur & Sackeim, 1979, entre muchos otros); hay otros, sin embargo, que al toparse con estos mismos hechos de alteración de la realidad para mejorar la imagen personal, prefieren llamarlos en cambio “sesgos” (ver revisión de Concha y colegas, 2012)
Entre estos últimos que le llaman sesgo, cobran interés las investigaciones sobre el sesgo de auto-servicio. Se ha advertido experimentalmente un patrón de comportamiento según el cual las personas, ante el éxito, lo explican basado en sus méritos personales; pero, ante el fracaso, tratan de buscar causas exteriores al mismo (para una revisión de estos estudios ver Mezulis y colegas, 2004). Además, se ha visto, entre otros ejemplos, que muchos conductores de autos creen que son menos arriesgados y más hábiles que el promedio (Svenson, 1981).
¿Es un sesgo? El problema de la hipótesis del “sesgo” es que no explica por qué se da en los casos en que resulta beneficiado el auto-concepto y no en los otros. Decir que es un “sesgo” es atribuir un problema cognitivo –un problema de razonamiento como causa- pero no explica por qué, sugestivamente, ese problema aparece cuando tiene un beneficio concreto, medido en sensación agradable de orgullo o en auto-imagen mejorada. Por ejemplo: imaginemos un contador que se equivoca en las cuentas; pero, como una característica común de todos sus errores, se observa que siempre sale favorecido en su propio patrimonio. La hipótesis del sesgo es equivalente a creer que el contador es malo en matemáticas: no llega a explicar por qué justo sucede en los casos específicos en que el error le produce un beneficio. Si fuera que el contador es malo en matemáticas, debería equivocarse también en aquellos casos en donde no obtiene un beneficio: la hipótesis fracasa para explicar por qué se equivoca solo en esos casos específicos. Ello ocurre con la hipótesis de llamar al fenómeno sesgo cognitivo: no explica por qué se da solo en casos donde resulta favorecido el auto-concepto. En cambio, si se considera que es auto-engaño, se puede explicar esta particularidad: es el mismo beneficio el que atrae el error del razonamiento (o sesgo), y, por ello, es una conducta orientada hacia ese beneficio, y aparece cuando se produce el beneficio (mejora de la auto-imagen).
También, este fenómeno podría ser presentado desde la teoría de la disonancia cognitiva (Festinger, 1962). Entonces la represión de eventos internos ocurriría cuando los mismos producen disonancia cognitiva. En tal caso, no estaríamos discutiendo ni la represión ni este enfoque, sino reafirmándolo, en la misma hipótesis de Dramel (1962). El autor afirma que la proyección y otras defensas, serían una consecuencia de la disonancia cognitiva, y, por lo tanto, se interesa en las vinculaciones entre el psicoanálisis y la teoría de la disonancia cognitiva.
Así se interprete el fenómeno como disonancia cognitiva, como sesgo, o como auto-engaño, el resultado será inexorablemente aceptar la represión y el inconsciente. Según Freud, la esencia de la represión consiste exclusivamente en rechazar y mantener alejados de lo consciente a determinados elementos (Freud, 1915). Si uno acepta que por disonancia cognitiva (o por un “sesgo”) se puede alejar de la consciencia un evento interno –como un recuerdo o un deseo- entonces está aceptando la represión. Si uno acepta que, a resultas de ese proceso (ocasionado por disonancia cognitiva o por “sesgo”), el evento interno desconscientizado no se elimina y puede manifestarse igual, está aceptando la influencia del inconsciente. Si uno acepta que el evento interno (expulsado de la consciencia por causar disonancia cognitiva) puede retornar a la consciencia a condición de que cambie su forma y ya no produzca disonancia cognitiva, está aceptando el retorno simbólico de lo reprimido.
Por lo tanto, si acaso alguien optara por negar el auto-engaño, y pretender comprender todos estos fenómenos como disonancia cognitiva, no estaría sino –y de todas maneras- reafirmando lo aquí postulado.
Aunque la discusión no está cerrada, y existen debates entre intencionalistas y no intencionalistas, más allá de que se le llame “auto-engaño” (la postura de este trabajo y de muchos investigadores) o se le llame “sesgo” (la postura de otros trabajos), o aun que se lo intente comprender como una extensión de la teoría de la disonancia cognitiva, todos coinciden en que el fenómeno existe. Más allá de cuál sea la causa, amplias investigaciones empíricas coinciden en observar un patrón de comportamiento en el cual las personas alteran su percepción de la realidad en una conducta que da por resultado mejorar su auto-imagen o protegerla.
Por ello, otra de las predicciones de la teoría propuesta arriba está comprobada ampliamente por la evidencia experimental (más allá de que se le quiera llamar sesgo, o auto-engaño).
Además, de forma consistente con lo que en la aproximación teórica que se había realizado arriba, los investigadores han demostrado, una y otra vez, que el auto-engaño y la administración de impresiones correlacionan (Paulhus, 1986, Sabourin y colegas 1989, Barrick, y Mount, 1996; Lajunen y colegas 1997).
Estas tres predicciones verificadas que tiene la teoría propuesta arriba (la mentira por prestigio social, comprobada; la mentira por orgullo personal, comprobada; la correlación entre ambas mentiras, comprobada) con respecto a las investigaciones empíricas, otorga credibilidad a su favor de que todas las otras predicciones que se deducen de la teoría también serán reales; inclusive aquellas que, por su carácter inaccesible, son difíciles a la investigación experimental.
¿Cómo sabe cada persona qué son hazañas y qué son anti-hazañas? Aunque esa discusión excede este trabajo, y aunque la identificación de hazañas y anti-hazañas puede tener una parte de genética (aunque se necesiten más investigaciones), sí es indiscutible que la cultura juega un papel. En un largo trabajo de investigación realizado en más de 15 países sobre una muestra de 4852 adolescentes, se obtuvo que la autoestima es consecuencia de la absorción implícita de los valores culturales ambientales (Becker y colegas, 2014). A pesar de que los sujetos pretenden sostener su autoestima en sus propias valoraciones, y aunque no lo admitan, lo cierto es que interiorizan los valores de su cultura, y de acuerdo a ellos es que se evalúan. La autoestima resulta, en algún grado, de esa auto-evaluación; en distintas culturas los sujetos basan su auto-valoración en distintos motivos (Becker y colegas, 2014). Luego tenemos que si la defensa de la Autoestima causa alteraciones de la percepción de la realidad (o auto-engaños o sesgos de auto-servicios, o disonancias cognitivas… a gusto del lector), y sabemos que esas alteraciones en la percepción, cuando llevan a negar eventos internos, implican la represión de ellos…finalmente puede advertirse, en algunos casos, un choque entre lo que la cultura nos dice que “debemos ser” y lo que nuestros instintos nos demuestran que “somos”. Y ese choque, desde luego, puede en algunos casos causar malestar (ver “El malestar en la cultura”, Freud, 1929). A mi entender, el choque actual no sería tanto el sexual-moral sino la imposición de ser feliz y ser alegre (imposición típica y característica de nuestra cultura) y que lleva a no aceptar el sufrimiento: si a nuestro sufrimiento no lo aceptamos influirá la conducta de manera más drástica desde el inconsciente.
Lo más importante del auto-engaño es que nunca puede ser consciente, porque jamás alguien puede ser engañado si se sabe engañado.
Teniendo en consideración los trabajos que demuestran el auto-engaño como forma de protección de la auto-evaluación, y sumados al trabajo de Becker y colegas (2014) que ha comprobado que los valores culturales se absorben implícitamente y que con esos valores la persona se auto-evalúa, se hace necesario advertir que no se reprime lo trágico –tal como lo pretenden los críticos de la represión como Mc Nally (2007) o Pope (1990) o Loftus (1996)- sino que se reprime aquello que involucra al yo al colocarlo en contradicción con estas normas culturales interiorizadas (SY), perjudicando así el resultado de la auto-evaluación personal.
Una vez que ya está comprobado este fenómeno, deberían ser los críticos quienes digan que hay una excepción para los recuerdos. Sin embargo, a pesar de que a mi entender ya está suficientemente probado este fenómeno desde la evidencia experimental que avala el auto-engaño, indagaré un poco más en casos específicos revisando diversas evidencias empíricas que fortalecen mejor esta tesis.
Antes de comenzar esta revisión, es importante mencionar que los hallazgos de las neurociencias no conforman un terreno hostil para la hipótesis del inconsciente. Al respecto, y aunque no es el motivo de este artículo, resulta ilustradora la revisión de estudios que realizan Dehaene y colegas acerca de la anatomía cerebral de los procesos de atención, que los lleva a proponer dividirlos en conscientes, preconscientes, y subliminales (Dehaene, y colegas, 2006). Por su parte, Anderson y colegas (Anderson et al, 2004), identificaron un circuito neurobiológico involucrado en la inhibición intencional y consecuente olvido de las memorias indeseadas. Sin embargo, distintivo del inconsciente freudiano es la represión, y el consiguiente retorno simbólico de lo reprimido, y hacia esos temas –y desde la perspectiva teórica propuesta- es que se apuntará la revisión de investigaciones experimentales.
3.b- Soporte empírico a la hipótesis de la represión de recuerdos
La represión de recuerdos, entonces, siguiendo la aproximación teórica planteada, ocurre con los recuerdos de anti-hazañas que comprometen el concepto de sí que tiene la persona. Es una de las formas del auto-engaño vinculado a hazañas y anti-hazañas para maximizar o proteger el sentimiento de orgullo.
Investigando su rastro en la literatura científica, se observa que la represión de recuerdos (por auto-engaño) ya ha sido advertida. Entre otros conceptos para describir el fenómeno se le ha dado el nombre de Mnemic neglect (Green, Pinter y Sedikides, 2005).
Mnemic neglect es un modelo que describe un patrón de memoria selectiva en el que las memorias auto-biográficas se recuerdan más fácilmente si son consistentes con un auto-concepto positivo y se olvidan, en cambio, si son amenazantes a la auto-imagen. La teoría estipula que la memoria es “protectora del self” si la información es negativa, auto-referente, y referida a las creencias centrales de la identidad. Sedike y Green (2005) hicieron un estudio donde a la mitad de los participantes se les pedía que consideren un feedback como si les hubiera sido dirigido a ellos, y, a la otra mitad, como si se les hubiera dirigido a otros. Encontraron que los feedback negativos eran recordados con tanta frecuencia como los positivos cuando iban dirigidos a otros. Sin embargo, cuando el feedback negativo era auto-referente, entonces eran recordados menos frecuentemente que los feedback positivos auto-referentes.
A partir de este trabajo, se realizaron más investigaciones y se volvió a comprobar este efecto de tergiversación. En estos experimentos, se les pide a los voluntarios que intenten recordar cierta información sobre un ejercicio, como los errores o aciertos que tuvieron, o las críticas o elogios que recibieron. La memoria, una y otra vez, demuestra ser auto-protectora del self, olvidándose con más frecuencia aquellos eventos o feedbacks que resultan amenazantes para el auto-concepto (entre otros: Sedikides y Green, 2006; Green y colegas 2009; Newman y colegas 2009; Saunders, Worth y Fernandes, 2012; Saunders, Barawi y McHugh, 2013; Zengel y colegas, 2015; Newman, Eccleston y Oikawa, 2016).
Consistentemente con la hipótesis de que el recuerdo no está olvidado sino reprimido, se ha encontrado que estos eventos perjudiciales al self que resultan no recordados (o no conscientizado el recuerdo), pueden luego recuperarse a la consciencia, si se estimula adecuadamente en el ego de los voluntarios (Green, Sedikides y Gregg, 2008). Sería la recuperación de los recuerdos reprimidos, el hacer consciente lo inconsciente.
La hipótesis de la memoria alterada, en cambio, no es consistente con otros auto-engaños. Por ejemplo: si un hombre se auto-engaña y se ve lindo cuando es feo… ¿dirían que eso es un problema de la vista?
Erdelyi (2006), al revisar estos estudios y otros sobre las amnesias protectoras del self, y sobre las supresiones de pensamientos, propone su teoría unificada de la represión (Erdelyi, 2006). Según postula, la represión operaría sobre la memoria de dos maneras: suprimiendo elementos o también adicionando contenidos (Erdelyi, 2006). La represión, dice, es esencialmente un proceso de disminución de la consciencia: reduce el acceso a la consciencia de un determinado material (Erdelyi, 2006). La teoría de la represión de Erdelyi, provocadoramente apologista de las teorías freudianas, recibió una andanada de críticas. Hayne Garry y Loftus (2006) le responden diciendo que esos ejemplos sobre recuerdos de errores que resultan olvidados, a su entender, no serían prueba científica de la represión y que aún sigue sin existir dicha evidencia. Schmid y Van der Linden (2006) exigen a Erdelyi que ofrezca las predicciones empíricas que falsearían su teoría.
De su parte, Albach, Moormann y Bermond (1996), se propusieron explícitamente testear la hipótesis de los recuerdos reprimidos. Se comparó un grupo de 97 mujeres que fueron sexualmente abusadas en la infancia, con un grupo de control de 67 de similar edad y extracto sociocultural que no habían sufrido abuso pero sí otros episodios identificados como desagradables, tales como maltrato, serias enfermedades de sus familiares, hostigamiento escolar, mudanzas que resultaron horribles, etc. Los investigadores pudieron advertir que tener un episodio de inhabilidad para recordar el evento de la infancia desagradable era muy raro en el grupo de control (1%), pero relativamente frecuente en quienes habían sido sexualmente abusadas (35%). En consecuencia, concluyen que la represión de recuerdos es un fenómeno común. Pero, además, encuentran un hallazgo adicional: en el grupo de aquellas que sufrieron abuso, el sub-grupo de las que pasaron por una experiencia de represión del recuerdo se caracterizaba porque la mayoría de ellas originalmente habían consentido el abuso -en tanto esperaban recibir algo de atención del pederasta-. Por ello, lo relaciono con esta perspectiva teórica: en el caso de que este “consentimiento” al abuso sea interpretado por ellas como una conducta propia vergonzosa e inadmisible, entonces el recuerdo de lo ocurrido ya no solo sería traumático, sino también amenazante para el auto-concepto.
En igual sentido, resultan sugestivos reiterados estudios que observan el hecho de que los hombres heterosexuales reportan un número promedio de parejas sexuales superior al número promedio de parejas sexuales que reportan las mujeres heterosexuales (ver revisión de Smith, 1992; o el trabajo de Wiederman, 1997). Incluso la discrepancia se mantiene, aunque aminorada, si el formulario es anónimo (Wittrock, 2004). Como matemáticamente la cuenta no da, los investigadores se preguntan por qué ello sucede. Brown y Sinclair (1999) sostienen que se debe a que hombres y mujeres recuentan de distinta manera sus parejas y, por eso, los hombres tienden a reportar un número superior al real, y las mujeres uno inferior. Según Freud (1914), la condición para que exista la represión es que se forme un ideal; se reprimen las representaciones contrarias a dicho ideal. La represión de recuerdos, como teoría rival para explicar la diferencia del reporte de parejas sexuales, entonces dirá que los estereotipos de género que prescribe la cultura se absorben implícitamente formando un ideal, y luego hombres y mujeres adulteran su memoria para evitar que su propio auto-concepto se distancie demasiado de dicho ideal.
De manera muy consistente con la propuesta teórica de este trabajo, Ashley y Holtgraves (2003) han realizado lo que puedo llamar “el experimento que necesitaba” para demostrar esto. Los autores se interesan primero por el estilo represivo de afrontamiento (concepto postulado por Weinberger, Schwartz y Davidson, 1979). Este constructo clasifica como “represivos” a aquellos sujetos que puntúan bajo en ansiedad y alto en deseabilidad social, según la escala de deseabilidad social de Marlowe y Crowne (Crowne, Marlowe, 1960). Son sujetos que puntúan bajo en ansiedad auto-reportada, pero alto en ansiedad fisiológicamente verificada (reprimen su ansiedad). Ashley y Holtgraves le administraron test a los a voluntarios para determinar si calificaban primero dentro del “estilo represivo” (bajo en ansiedad auto-reportada, y alto en deseabilidad social). Luego de ello, midieron la facultad de los voluntarios para recordar memorias negativas infantiles, pidiéndoles que indiquen el tiempo y el modo en que las recordaron. Concluyeron que la ansiedad y el auto-engaño predicen significativamente el rendimiento de la memoria, y que, quienes tienen el llamado “estilo represivo de afrontamiento” de la ansiedad, en realidad se engañan a sí mismos (la represión de la ansiedad sería auto-engaño). En igual sentido, Myers y Derakshan (2004) realizan un experimento similar y concluyen que los represivos de ansiedad y de recuerdos son, en realidad, “self-deceivers”.
Con miras en los resultados experimentales que demuestran que el estilo represivo de afrontamiento de la ansiedad afecta la memoria, Derakshan, Eysenck y Myers (2007), proponen, entonces, la Teoría de la Vigilancia de Evitación. Según los autores, habría una instancia psíquica que detectaría e inhibiría la conscientización de las experiencias que causan ansiedad, produciendo así su evitación.
Por lo tanto, la discusión está vigente, y se puede tomar partido por una u otra postura. Pero lo que no se puede dejar de considerar es el fenómeno ya comprobado: los recuerdos auto-referenciales -de contenido negativo, que amenazan el auto-concepto- se conscientizan menos que los otros recuerdos (luego de esto cada cual tiene su idea…si no se conscientizan porque falla la memoria, o si esto sucede porque resultan expulsados de la consciencia por un proceso que ejerce sobre ellos una censura activa).
3.c- Soporte empírico al retorno de lo reprimido, así como a las diversas defensas. Racionalización, desplazamiento, formación reactiva
Una vez advertido que la teoría de que las necesidades de defender una auto-imagen positiva lleva a reprimir memorias tiene cierto peso empírico, cabe la pregunta: ¿Y el retorno de lo reprimido? ¿Puede volver con más intensidad bajo otra forma simbólica? ¿Puede volver en los sueños? ¿Pueden los eventos internos reprimidos (recuerdos, pero también deseos) retornar a la consciencia de manera simbólica o de otras formas?
En principio, habría que dejar para posteriores investigaciones demostrar si los contenidos que son ocultados de la consciencia retornan en los sueños, de similar forma a lo que Freud planteaba con respecto a los deseos reprimidos (Freud, 1904). Sin embargo, ya hay evidencias acerca de un efecto similar en los pensamientos. Wegner y colegas (2004) se propusieron indagar si los pensamientos suprimidos regresan en los sueños. Por ello, dividieron a los voluntarios en tres grupos: los que integraban el primero les pidieron que no pensaran en la persona durante los cinco minutos de escritura y a los del segundo les solicitaron expresamente que sí lo hicieran, mientras que las personas del tercero podía pensar en lo que quisieran. Advirtieron que la tendencia a soñar con esa persona se incrementaba de manera particularmente intensa dentro del grupo de voluntarios que habían recibido la instrucción de suprimir y evitar el pensamiento. Bryant y colegas (2011) repitieron el experimento y observaron nuevamente el mismo efecto: de 100 voluntarios con pensamientos intrusivos, a aquellos que se les había dado la instrucción de suprimir el pensamiento antes de dormir reportaban con más frecuencia soñarlo.
Un claro ejemplo de represión de instintos biológicos y retorno simbólico de lo reprimido es el caso de los adictos que no asumen su adicción. Aquí la literatura ha demostrado una sólida relación entre adicción y auto-engaño, que conduce a que los adictos no asuman su condición de dependencia física a la sustancia en aras de defender un auto-concepto positivo (Kearney 1998,Twersky, 2009, Schlimme, 2010)
El papel del auto-engaño como sostenimiento de un auto-concepto positivo en la adicción, resulta muy contundentemente demostrado en los estudios realizados por Strom y Barone sobre alcoholismo (Strom y Barone, 1993). Los investigadores midieron la autoestima de los participantes, discriminándolos en grupos según el estadio en que se encontraban con respecto a la adicción al alcohol. Los estadios fueron “usuario activo”, “compromiso de cambiar”, “reciente recuperado”, y “recuperado hace mucho tiempo”. Como ellos predecían, los que estaban en el estadio de “recuperados hace mucho tiempo” tenían mejores niveles de autoestima y de eficacia para el auto-control que aquellos que estaban en etapas tempranas de desintoxicación. Pero, sorpresivamente, aquellos que se encontraban en el grupo de los usuarios activos, no reportaban menor nivel de autoestima ni de control de sí mismos que ninguno de los otros grupos. Por ello, realizaron un segundo estudio para comparar estos dos grupos de acuerdo a los niveles de auto-engaño, y allí encontraron que, efectivamente, la diferencia era el alto nivel de auto-engaño de los usuarios activos con respecto a aquellos otros que estaban en las etapas de compromiso para cambiar o de recuperación lograda (Strom y Barone, 1993). Es por ello que aquí se verifica también el papel del auto-engaño para defender el auto-concepto y no asumir un fuerte impulso biológico que conduce hacia el consumo; y este mecanismo resulta exitoso para mantener creencias auto-referenciales positivas pero, como lo reprimido retorna, no es exitoso, en cambio, para detener el consumo.
Para verlo más nítido, podemos pensar en el siguiente ejemplo: si un adicto a la cocaína tuviera una necesidad violenta y biológica de consumir, pero quisiera no aceptar la presencia de esta necesidad porque es expresiva de su dependencia…. podría “negociar” con su voluntad de auto-engaño, y buscarse una manera de poder hacerlo sin verse a sí mismo como adicto. Sería un ejemplo de cómo lo reprimido retorna de una manera que no afecte el auto-engaño. Es como una persona que quiere entrar a una reunión y no la dejan, pero luego se viste con una ropa distinta y ya puede pasar. Así aquel contenido que no podía conscientizarse (el deseo de consumir droga), puede volver a la consciencia si lo hace bajo una forma que ya no comprometa la auto-creencia de que se tiene dominada la adicción. Según explica Freud, una rebelión violenta se produce, para impedir el acceso a la consciencia al acto psíquico incriminado. Un guardián avizor  reconoce al agente falible, o al pensamiento indeseable, y lo señala a la censura (Freud, 1915)
Insisto con el ejemplo: un adicto que tuviera un deseo intenso de consumir, pero no lo podría aceptar. ¿Qué podría hacer? Podría llamar a un antiguo amigo que consume e invitarlo a su casa para hablar de viejos tiempos. Como el amigo consume, le podría brindar la oportunidad “social” de consumir, y eso justificaría el consumo en el encuentro social. Sería un caso de lo que Freud llamaba “desplazamiento” (Freud, 1900). En primera instancia lo reprimido (deseo de consumir) no llega a la consciencia y gracias a la represión no se toman conductas que llevan a consumir. Pero esta expulsión de la consciencia del deseo de consumir no es equivalente a su eliminación: el deseo está y mantiene su vocación biológica de dominar la conducta. El deseo está, pero en el inconsciente. Luego, el deseo retorna y es presentado con dos justificaciones: en primer lugar, el deseo de hacer un encuentro con ese viejo amigo; en segundo lugar, el de cumplir con la cortesía de invitarlo a tomar droga de forma social. A través del desplazamiento (que no es más que el retorno de lo reprimido), puede mantenerse a salvo el auto-concepto y la autoestima alta, ya que sigue creyendo que domina la adicción, mientras que el deseo reprimido se satisface también, a través de su retorno. De acuerdo con Freud, el desplazamiento logra convertir lo aparentemente más nimio en lo más importante y urgente (Freud, 1907). En el ejemplo, lo importante era consumir droga y lo nimio era ver a su amigo, pero, a través del desplazamiento, logra darle importancia a ver su amigo para, de esa manera, encubrir o disfrazar su necesidad de consumir y permitirle así, con ese antifaz, su ingreso a la consciencia -para luego dirigir la conducta-.
Adivino que un crítico, de esos ultrapositivistas, va a decir que este ejemplo del adicto que “negocia” con su necesidad biológica de consumir, no está reportado en los experimentos. En tal caso, lo desafío a que me explique cómo es que quienes padecen adicción actúan en la vida cotidiana para: 1) mantener a salvo su autoestima alta y su creencia de no ser adictos; y 2) para consumir la sustancia de manera frenética, porque 1) y 2) sí están reportados por la literatura científica. En tal caso, el crítico no podrá decir “Es un sesgo” (es como si creyeran que la palabra “sesgo” fuera mágica y el solo pronunciarla eximiera de dar más explicaciones). En todo caso, el crítico deberá desarrollar una teoría rival. Deberá describir y explicar en detalle cómo es que, fenomenológicamente, este “sesgo” ocurre, y cómo es que su explicación prescinde de: 1) la represión (no aceptar el deseo de consumir); 2) el inconsciente (sigue allí el deseo); y 3) el retorno de lo reprimido (vuelve el deseo disfrazado con una excusa o pretexto más aceptable).
Hay que insistir en que el inconsciente es un fenómeno de la psicología profunda, y, en su mayor vastedad, resulta inaccesible al método experimental, sobre todo porque cada persona es singular, sus “fantasmas interiores” también lo son, y ello impide lograr las generalizaciones predictivas que necesitan los experimentos. No obstante, la vocación por experimentar constantemente y por buscar ventanas que permitan experimentar, debe ser insistente. Así se encuentran paréntesis de uniformidad como el caso de los adictos a una sustancia, ya que, en todos ellos, se reporta uniforme el fuerte deseo biológico de seguir consumiendo, que entra en colisión contra las imposiciones culturales individualistas de nuestra época que nos demandan que seamos “auto-suficientes”.
Algo similar es lo que plantean Tenbrunsel y Messick (2004). Los autores observan que el auto-engaño permite tomar una conducta motivada por el propio interés, y, al mismo tiempo, creer que está fundada en motivaciones morales. Al explicar el fenómeno con el auto-engaño estoy de acuerdo, pero si vamos al detalle: ¿cómo funcionaría este proceso? ¿Cómo se describiría? Es sin duda una racionalización (Freud, A., 1937) El problema es que asumir una racionalización implica tomar postura a favor de: 1) la represión; 2) el inconsciente; y 3) el retorno de lo reprimido. Stelios y colegas (2009) hacen una revisión de las investigaciones sobre faltas de ética en los negocios, y sostienen que la racionalización es un concepto clave en esta literatura. Estos autores, además, agregan que un factor en común observado en los casos de decisiones no éticas en los negocios consiste en que la racionalización se suele exagerar, sobreactuar, y esta creencia exagerada potenciar luego peores actos antiéticos. Pero, sobre todo, el deseo de exagerar también muestra una lucha contra un pensamiento reprimido (que no es ético lo que se hizo) y una emoción reprimida (culpa). Esta lucha lleva a sobreactuar la racionalización (como un engañador que da más argumentos para poder engañar y realiza más hechos a ese solo fin) y marca una conducta ofrecida al altar de luchar para que lo reprimido no se conscientice: la llamada formación reactiva (Freud, 1923)
3.d- Más soporte empírico: represión de deseos sexuales, y defensas
Al respecto de esta lucha para que lo reprimido no se conscientice (defensas como la formación reactiva y la proyección), son particularmente interesantes los estudios sobre deseo sexual (¿reprimido?) cuando el deseo resulta un evento interno vergonzoso e inadmisible para el auto-concepto.
Adams, Wright y Lohr (1996) realizaron un experimento sobre dos grupos de voluntarios; uno de ellos compuesto por heterosexuales homofóbicos (n=35), y otro compuesto por heterosexuales no homofóbicos (n=29). Los voluntarios fueron asignados en uno u otro grupo, según la medición que se les realizó aplicándoles el Índice de Homofobia (Hudson y Ricketts, 1980). A los participantes se les mostraron videos pornográficos de contenidos heterosexuales, videos de mujeres homosexuales, y, finalmente, videos de hombres homosexuales. La tecnología pudo medir, por los cambios fisiológicos, que ambos grupos de voluntarios se excitaron ante los videos pornográficos heterosexuales y con los videos de mujeres lesbianas o sexo homosexual entre mujeres. Pero solo el grupo de los hombres heterosexuales homofóbicos mostró excitación sexual ante videos de hombres gays. Tras realizar el ejercicio, preguntaban a los sujetos cual había sido su impresión durante la proyección y todos (incluso los que habían experimentado excitación) afirmaban que su pene no se había alterado ante el estímulo homosexual. Aquí la formación reactiva sería una forma de luchar contra lo reprimido: la hipótesis del inconsciente postula que los homofóbicos tenían en su homofobia una forma de asegurarse de no conscientizar aquello que es indeseable y disruptivo para la auto-imagen (anti-hazaña, deseo homosexual).
Si el proceso nace de una voluntad de auto-engaño, esta verdadera lucha contra lo reprimido se puede entender mejor. En derecho penal, para que se configure el tipo penal de la estafa, no es suficiente la mentira sino que debe producirse una verdadera creación de la escena: el estafador introduce elementos falsos, escenografías, falsificaciones. Haciendo esta analogía, podemos hablar de que el auto-engaño se convierte en auto-estafa cuando, por su fuerte intensidad, ya la persona introduce hechos o fabrica la escena para asegurar su objetivo de engañarse. Cuanto más impresionante sea la construcción de la escena, y más estridentes los artificios, tanto más se asegura el auto-estafador que podrá engañarse. Un equivalente de la auto-estafa verificado por la psicología experimental es “self-handicapping actions” (Berglas, Jones, 1978). Se trata de una estrategia protectora del self (siempre hablamos de proteger la auto-imagen, siempre) que consiste en introducir dificultades al futuro éxito, para que luego sirvan como “excusas” para que el fracaso resultante no dañe la autoestima o el auto-valor. Aquí no solo hay engaños, sino una creación de la escena: conductas enteras que se introducen para que la persona pueda auto-engañarse y proteger su self. De la misma manera, cuando la auto-estafa se dirige a negar la existencia de eventos internos (como deseos, o recuerdos), puede valerse de conductas enteras destinadas a poder asegurar el éxito del proceso de auto-engaño y de negar la existencia del evento interno inadmisible.
Un hombre que tiene fuertes deseos homosexuales, pero los ve como anti-hazañas inadmisibles que romperían la historia que gusta de contarse a sí mismo sobre lo “es” (el yo como contenido), puede, en principio, auto-engañarse y “reprimir” estos deseos para no asumirlos; pero luego, en un intento de asegurar el éxito del auto-engaño, asumirse como un “homofóbico”, y luego, para mejorar aún más la escena, afiliarse a un grupo de homofóbicos que practican el hostigamiento a los gays. Cada una de estas conductas es un hecho que introduce en la escena para poder maximizar el éxito del proceso de auto-engaño. En realidad, es lo mismo que hablar de defensas como la proyección o la formación reactiva –es hablar del mismo hecho, pero visto desde diferentes ángulos– ya que son “defensas” para proteger la auto-imagen y evitar que lo reprimido retorne a la consciencia.
Sin embargo, del experimento Adams y colegas (1996) es interesante también otro elemento: la falta de auto-reporte del deseo sexual que mostraron los hombres homofóbicos. Si el deseo sexual –como lo demostraron los cambios fisiológicos que verificó la tecnología- estaba presente, pero no llegaba la consciencia, ¿dónde estaba?
Una reciente línea de investigación se interesa por las diferencias entre hombres y mujeres en su excitación sexual, manifestada fisiológicamente en sus genitales, comparada con el auto-reporte que de ella se hacen las personas. En realidad miden excitación versus consciencia de excitación. Utilizan tecnología para medir la reacción fisiológica genital y los exponen a videos de contenidos sexuales y a videos sin impacto sexual. En ambos géneros los estímulos provocan un efecto y, mientras que los videos que no tienen contenidos pornográficos no causan reacciones sexuales fisiológicas, en hombres y mujeres el contenido sexual se plasma en la consiguiente reacción sexual del cuerpo que la tecnología luego puede medir. Pero lo que estos experimentos verifican son, sobre todo, las discordancias entre la excitación sexual fisiológica y el auto-reporte subjetivo de dicha excitación. Chivers y colegas hicieron una extensa revisión de estas investigaciones, y concluyen que hay una significativa diferencia estadística entre el auto-reporte que se hacen los hombres y el que se hacen las mujeres respecto de su excitación sexual, siendo que en las mujeres se verifica un patrón de discordancia (Chivers y colegas, 2010)
Laan y colegas (2006) han encontrado algo más interesante aún. Usando resonancia magnética cerebral durante los experimentos, observaron que las mujeres, durante la exposición de los videos eróticos, encendían áreas cerebrales asociadas con la inhibición emocional, a pesar de que no habían recibido la instrucción de inhibir el deseo sexual (Laan y colegas, 2006.) ¿No es dicho fenómeno cerebral la represión del deseo?
¿Cuáles son entonces las teorías para explicar esta marcada diferencia entre hombres y mujeres respecto de la consciencia de deseo sexual? Una línea de investigadores lo explica en que, según sostienen, se debería a que la reacción genital femenina sería una respuesta automática fisiológica y, por lo tanto, se produciría aunque no se haya producido verdadera excitación a nivel subjetivo. (Laan, 1994, Chivers, 2005). Antes que proponer –como aquí sostengo- que en ambos géneros la excitación se produce de igual manera, pero que las mujeres –por razones de imposiciones culturales machistas (si alguien quiere superyoicas) que presentan a la “mujer aceptable” como menos ávida de sexo- tienen más tendencia a reprimirla, los autores prefieren, en cambio, como una teoría rival, postular una diferencia biológica intrínseca.
En el trabajo de Rieger y colegas (2005), se propusieron medir la auto-percepción del deseo sexual en hombres que se identificaban a sí mismos como bisexuales. Les mostraron videos pornográficos heterosexuales y gays, y compararon sus reacciones fisiológicas con las que reportaban los voluntarios heterosexuales. El experimento mostró una incoherencia entre lo que los bisexuales reportaban a nivel subjetivo, y lo que ocurría en sus genitales. Mientras que ellos, a nivel fisiológico, mostraban un patrón de excitación sexual homosexual; a nivel subjetivo, creían que se habían excitado de igual manera con los videos heterosexuales y, por lo tanto, reportaban una sexualidad bisexual (Rieger,Chivers, y Bailey, 2005).
3.e- La teoría del inconsciente y de la represión es la más sólida para explicar los fenómenos empíricos analizados
Habría que auditar ahora si la diferencia entre hombres y mujeres al momento de percibir su deseo sexual se debe, como dicen Laan (1994) y Chivers (2005) a que se trata de una característica biológica; o si, al contrario, en ambos casos el cuerpo refleja la excitación real, solo que, a nivel subjetivo, se reprime más en el caso de las mujeres por razones culturales machistas absorbidas implícitamente (o sea, si alguien quiere, SY).
Al decir de Lakatos (1983) una teoría científica debe poder explicar el éxito de la teoría rival y arrojar un exceso de contenido empírico. En este caso, la teoría del inconsciente y de la represión explica el éxito de su rival: la diferencia estadística se debería a la mayor tendencia que tienen las mujeres a reprimir y no aceptar su rápido deseo sexual ante un video pornográfico, porque esa conducta suele ser vista como anti-hazaña (quita orgullo y prestigio social) debido a que, culturalmente (si alguien quiere, en una sociedad “patriarcal”), no se espera que las mujeres tengan esas reacciones de rápido deseo sexual. Sin embargo, la teoría del inconsciente no solo explica esta diferencia estadística, sino que también, en un exceso de contenido empírico, puede ir a lo que su rival no puede explicar: a) la falta de consciencia del deseo sexual que demuestran los hombres heterosexuales homofóbicos cuando se les presenta un video pornográfico homosexual (experimento de Adams y colegas,1996); y b) la falta de auto-reporte de su ansiedad real que muestran quienes tienen un estilo represivo de afrontamiento (al respecto Derakshan [1999] afirma que los represivos su auto-engañan cuando reprimen su ansiedad).
Según Bunge, uno de los objetivos en la construcción de teorías científicas consiste en sistematizar el conocimiento, estableciendo relaciones lógicas entre entidades antes inconexas (Bunge, 1967). En este sentido, la teoría del inconsciente y de la represión es sólida al vincular estos fenómenos de falta de reporte subjetivo de deseo sexual con un tema que aparecía previamente desvinculado como lo son las Mnemic neglect (Green, Pinter y Sedikides, 2005), o memorias protectoras del self. En ambos casos, hablaríamos de represión de un evento interno por ser intolerable para un proceso de auto-engaño en curso que procura salvaguardar la auto-imagen: en un caso, sería la represión de una excitación sexual que resulta vergonzosa, y, en el otro caso, la represión de un recuerdo.
Cuando Shobe y Kihlstrom (1997) afirman que los eventos traumáticos son los que más se recuerdan, y pretenden con ello refutar la hipótesis de las memorias reprimidas, demuestran que están absolutamente desorientados respecto de lo que critican. En efecto, las memorias reprimidas no son olvidos, porque los olvidos no serían problemáticos; los olvidos serían el equivalente a eliminar el evento interno y, entonces, el fenómeno ya no traería manifestaciones ni síntomas. Al contrario: las memorias reprimidas son –valga la redundancia- memorias y, por lo tanto, son (incluso intensamente) recordadas. Solo que el recuerdo es expulsado de la consciencia: está reprimido y opera desde el inconsciente.
4. Mindfulness. Consciencia plena
Un último comentario también se debe hacer sobre el mindfulness o consciencia plena. A partir del uso de esta tecnología psicológica importada de las tradiciones budistas, se han desarrollado terapias que muestran elevados índices de eficacia para distintos trastornos (ver por ejemplo revisión sobre terapias basadas en mindfulness de Herbert y Forman 2011;) Ya el mismo concepto tiene dentro de sí una apuesta implícita por el inconsciente. Si durante el ejercicio la consciencia es “plena”, entonces la palabra está diciendo que no siempre lo es.
La clave del mindfulness para esta aproximación teórica es la auto-compasión.
La auto-compasión nos conduce de nuevo a las mentiras por prestigio social y a las mentiras por orgullo, y también a la “vulnerabilidad a las anti-hazañas” como concepto clave de la salud mental. La auto-compasión aparece como su coherente remedio a estas mentiras y eso es lo sugestivo. Con las mentiras sobre hazañas y anti-hazañas al otro, solemos crear un “yo social” que es la versión de nosotros que le queremos “mostrar” al otro que somos. El “yo social” es el superhéroe lleno de hazañas y sin anti-hazañas que aparece cuando estamos muy preocupados por dejar una imagen aceptable. Así aparece una diferencia entre el “yo social” (lo que le contamos al otro que somos, con una porción de mentira de grandeza y de ocultamiento de vergüenzas) y el “yo íntimo” (lo que nos contamos a nosotros mismos que somos, un poco más auténtico), pero, a los fines de sentir más orgullo, hay mentira también aquí. Y, por eso, está el “yo inconsciente”, donde queda todo aquello que no solo no queremos mostrar de nosotros, sino que ni siquiera podemos aceptar, el sótano de lo oculto, nuestra parte oscura: lo que no queremos ver de nosotros. ¿Qué pasa con la compasión? La compasión, desde este enfoque, puede ser entendida como el amor aun en la anti-hazaña, el amor aun en el defecto. Cuando aprendemos a amar compasivamente al otro, se desvanece el “yo social” porque ya no es necesario que nos mienta ni que finja, y se forman relaciones más auténticas. Cuando aprendemos a amarnos compasivamente a nosotros mismos, también la mentira cae y deja de ser necesaria. Por eso, la auto-compasión expande la consciencia porque al romper capas de auto-engaño permite a avanzar hacia la consciencia plena. La compasión es la clave del mindfulness: una tecnología psicológica oriental para expandir la consciencia y centrarla en el presente.
Lo importante de todo esto es que auto-engaño, auto-compasión, y consciencia plena se ven vinculados, y el concepto de inconsciente –visto como producto del auto-engaño y de limitación de la consciencia, limitación de la consciencia de nuestros deseos, de nuestros recuerdos, de nuestras metas- puede contribuir a dar respuesta teórica a la importancia que tiene actualmente para la psicología científica el estudio de la auto-compasión… y eso también es un signo de su vigencia.
5. Experimentos para confrontar la teoría del inconsciente con las teorías rivales
Aunque los fenómenos que se estuvo repasando encuentran en la hipótesis de la represión –entendida como ramificación del auto-engaño– y del inconsciente –entendido como el conjunto de eventos internos que resultan expulsados de la consciencia por ser disfuncionales a un proceso de auto-engaño en curso- y del retorno de lo reprimido –cuando alguno de estos eventos internos expulsados de la consciencia igual operan la conducta a través de excusas, símbolos, racionalizaciones u otros efectos-, una explicación que las sistematiza y unifica, es cierto que hay teorías rivales para pretender explicar los mismos hechos.
Por eso, se deberían hacer nuevos experimentos que refuten la teoría propuesta o consoliden su superioridad respecto a las teorías rivales. Para evitar los auto-engaños (o los sesgos si alguien prefiere), es mejor que los experimentos los realice una persona distinta de quien sostiene la teoría.
 Para realizar esta tarea, propongo la herramienta IRAP (Implicit Relational Assessment Procedure)) (Barnes Holmes y colegas, 2006) . Aunque describir el IRAP excede a los objetivos de este artículo, basta con decir que el IRAP resulta eficaz para conocer los sistemas de valoración implícitos de cada persona.
En este sentido, volviendo al caso de los estudios experimentales sobre “auto-reporte” de deseo sexual, la teoría de la represión confronta con teorías rivales. Sin embargo, la teoría de la represión es particularmente vulnerable al IRAP. Propongo que, antes de hacer estos experimentos, se mida con el IRAP la forma en que las mujeres valoran a aquellas mujeres que tienen fuertes deseos sexuales o que rápidamente sienten deseos sexuales. Según la teoría de la represión, aquellas que valoren de peor forma esta conducta (anti-hazaña) serán las que tengan más tendencia a no auto-reportarse el deseo sexual cuando, frente a los videos, el deseo se manifiesta en los cambios fisiológicos corporales (es decir, a reprimir). Por el contrario, aquellas otras mujeres que no hayan internalizado estos valores culturales machistas (si alguien quiere el SY) pueden pre-seleccionarse mediante el IRAP, y la teoría predice que, en ellas, no se verificará este menor auto-reporte de deseo sexual. A través del IRAP también se puede probar lo mismo con hombres respecto de prácticas sexuales que, por ser para ellos poco convencionales, pueden ser vistas como anti-hazañas. A través del IRAP se podría, por ejemplo, pre-seleccionar un grupo de hombres para los cuales la práctica homosexual resultara una fuerte anti-hazaña (disvalioso, motivo de desprecio), y luego se les mediría el auto-reporte de deseo sexual, versus la reacción fisiológica de deseo sexual al exhibirles videos con prácticas homosexuales. Si la correlación entre las anti-hazañas detectadas con el IRAP y el menor auto-reporte del deseo sexual no se diera, se podría, a mi modesto entender, dar por derrotada la propuesta del inconsciente y de la represión para explicar este fenómeno.
Con respecto a las llamadas “memorias auto-protectivas”, explican el fenómeno de las memorias reprimidas y han generado evidencia empírica a favor, pero lo hacen desde una teoría rival. Pretenden que la alteración del contenido del recuerdo sucede en la memoria, siendo “la memoria” quien realiza la tarea de auto-protección del self. En cambio, si consideramos al auto-engaño, el problema no estaría en la memoria. La memoria evoca el recuerdo y lo trae a la consciencia como con otros recuerdos, pero, una vez en la consciencia, resulta repelido por ser disfuncional a un proceso de auto-engaño en curso, quedando en el inconsciente y operando desde allí. ¿Cómo probar cuál de las dos teorías para explicar el fenómeno es la correcta? Propongo que se utilice, como herramienta, el cuestionario de auto-engaño (SDQ, Self-Deception Questionnaire, ver entre otros Sackeim, & Gur, 1979). La teoría de la represión predice una correlación entre auto-engaño y la llamada “memoria ego-protectiva”: si los voluntarios que tienen más altos niveles de “memoria auto-protectiva” no son los mismos que registran también mayores niveles de auto-engaño, entonces esta hipótesis sobre las memorias reprimidas debería considerarse derrotada.
Además, los cuestionarios de auto-engaño deberían administrarse a los voluntarios de los experimentos que miden el deseo sexual subjetivo versus el fisiológico. Si no hubiera una correlación entre mayores niveles de auto-engaño y mayor falta de auto-reporte del deseo sexual, entonces también esta hipótesis sobre el inconsciente debería darse por derrotada.
En conclusión: a través de herramientas como los cuestionarios de auto-engaño, los índices de homofobia, y el IRAP (todas utilizables para medir la intensidad de los procesos psicológicos) y las tecnologías para averiguar lo que sucede a nivel fisiológico (incluso la resonancia magnética cerebral para identificar los mecanismos inhibitorios, pero también las tecnologías que usan para reportar los cambios fisiológicos en los genitales ante la exposición de videos sexuales) resulta muy sencillo diseñar experimentos que puedan derrumbar todas las hipótesis propuestas en este artículo, y así dejar hecha escombros también esta forma teórica de demostrar la existencia del inconsciente, la represión y el retorno de lo reprimido.
6. ConclusiónPatihis y colegas (2014) publican recientemente un trabajo donde se proponen medir la credibilidad en el fenómeno de las memorias reprimidas. Se refieren a la “guerra de la memoria”, que ellos plantean que se dio en los 90 entre los “científicos” y los clínicos, siendo que los primeros serían los escépticos respecto de la hipótesis de las memorias reprimidas. Tras administrar estos cuestionarios, concluyen que esta credibilidad en este “mito” está bajando entre los investigadores, estudiantes y profesionales, gracias a la difusión que tuvieron los trabajos de ellos, los científicos auto-proclamados expertos en la memoria. Se estaría, entonces, dando vuelta la página de una etapa superada.
Sin embargo, estos investigadores están demasiado apurados en descartar el inconsciente. Y si no han encontrado lo que buscaban y llegaron a concluir que no hay evidencia, es por falta de una teoría. Es por ello que, en el inicio de este trabajo, se presentó una aproximación teórica -basada en los conceptos “hazañas” y “anti-hazañas”, construidos en recientes publicaciones de universidades latinoamericanas – que lo demostró en primera instancia de manera teórica, que es la prioritaria forma en que la ciencia, mal que le pese a lo positivistas, conoce los fenómenos. Al tener una teoría, se pudo luego verificar que la evidencia experimental a favor del inconsciente, de la represión, y del retorno de lo reprimido no solo no es inexistente -como estos críticos afirman-, sino que es abrumadora. Finalmente, y como las teorías deben hacer predicciones, se señalaron posibles experimentos para refutar lo postulado.
Cuando la ensordecedora y gritona divulgación sostiene que no hay evidencia empírica a favor de la represión de recuerdos es porque, a resultas de una falta de aproximación teórica adecuada, no han sabido observar en la literatura de las investigaciones experimentales. Aquí sí se mostró la evidencia y se lo hizo brevemente por razones de espacio, ya que hay muchísimo más soporte empírico. Dos personas pueden mirar en una playa, una de ellas verá solo arena en la orilla, y la otra podrá conmoverse con las formas de los fragmentos de corales y de las algas que traen las olas.
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