aperturas psicoanalíticas

aperturas psicoanalíticas

revista internacional de psicoanálisis

Número 015 2003 Revista Internacional de Psicoanálisis Aperturas

Discusión del trabajo "Hacia un modelo pluralista de la motivación humana basado en el paradigma del apego", de Mauricio Cortina y Giovanni Liotti

Autor: Dio Bleichmar, Emilce

Palabras clave

apego, Arquitectura de la mente, enfoque modular-transformacional, Funciones de la figura de apego, Motivacion humana, Teoria del apego.


Introducción

Me es sumamente grato participar en estas jornadas discutiendo un trabajo con el cual tengo muchos  puntos de acuerdo. Tanto  el funcionamiento modular de la mente - tema que aparecía en el programa preliminar- como el modelo pluralista de la motivación humana son líneas teóricas en las que venimos trabajando desde hace años y que terminaron por consolidarse en el  enfoque que denominamos Modular-Transformacional (Bleichmar, 1997).  Cuando asistimos a la convergencia de modelos desde distintos sectores del saber tenemos mayores garantías de haber tomado una dirección adecuada. Comencemos por los acuerdos.

Modularidad y pluralismo motivacional 

El texto de Fodor (1983) The Modularity of Mind  produjo un enorme impacto  en la concepción de la arquitectura  de la mente al mostrar que el psiquismo funciona por  módulos genéticamente independientes, con propiedades  y procesamientos diferentes.  Cada módulo es concebido como una base de datos específica, es decir, que procesa cierto tipo de estímulos y deja automáticamente otros de lado. A estos planteamientos se sumaron luego las investigaciones en neurociencia que muestran claramente la localización específica y altamente fragmentada en componentes diferenciales de estímulos que se pensaban unitarios como puede ser la percepción de un movimiento. Si el desarrollo humano se pensaba lineal a partir de un dominio general como puede ser la líbido para Freud,  o la sensomotricidad para Piaget, el principio de la modularidad cerebral exige pensar en la multiplicidad de núcleos de desarrollo que  funcionan y evolucionan en paralelo.

No es de extrañar entonces que en el escenario psicoanalítico aparecieran propuestas de renovación de la teoría de las pulsiones de vida y muerte como únicos motores del psiquismo. Pine (1988),  Lichtenberg (1992), Westen (1997), Bleichmar (1997), presentan modelos múltiples y complejos que incorporan al apego como sistema motivacional específico e independiente del hambre y  la sexualidad. La idea de Fairbain de la líbido buscadora de  objeto es asociada con la teoría del apego. A estos planteamientos se suman Cortina y Liotti con la propuesta de un modelo pluralista basado en el paradigma del apego presentada en estas Jornadas.

Una primera consideración a tener en cuenta es que si bien la teoría en la dualidad pulsional queda superada en tanto motivación única,  esto no quiere decir que las pulsiones queden remplazadas por las relaciones, sino más bien,  que el rol que las relaciones de apego tienen en el desarrollo ha reconfigurado la forma en que en la teoría psicoanalítica se ha entendido la relación entre pulsiones y relaciones de objeto.  Las relaciones activan las distintas motivaciones, éstas impulsan las relaciones, las que a su vez, estructuran las motivaciones.

El apego como sistema motivacional

En uno de sus últimos trabajos, Attachment and Loss: Retrospect and Prospect,  de 1982, Bolwby continua definiendo  el apego en términos de conducta: “La conducta de apego es cualquier forma de proximidad a otro a quien se lo identifica como mejor equipado para afrontar la experiencia". Esta dimensión conductual de la teoría del apego es la que creó mayor resistencia y rechazo en la comunidad psicoanalítica.  En el marco  de los estudios etológicos llevados a cabo por Bowlby el apego se  ha descrito en términos de la cría y de  la proximidad física buscada que garantiza la conservación de la vida, función básica que cumple el apego en la escala animal y que tiene poco que ver con las cualidades maternales del adulto. No así en la ontogenia,  en la cual las capacidades de la figura de apego  se muestran esenciales para la transformación de un organismo biológico en un ser humano.

Afortunadamente para los objetivos de la integración teórica y el aprovechamiento mutuo entre psicoanálisis y teoría del apego, en la actualidad, el  interés y la importancia de las investigaciones sobre apego se centran en la experiencia subjetiva.  La misma Mary Ainsworth ha redefinido el concepto en términos de:   "algo interno que tiene componentes de sentimientos, recuerdos, deseos, expectativas e intenciones" (1967), refinando la formulación de Bolwby sobre los working models, en tanto correlato  mental de las conductas de apego.  Como bien señala Lichtenberg (1989)   esta formulación es una definición de un sistema motivacional.  A su vez, para este autor  la disposición de la madre al llamado del niño, su deseo de ayuda y cuidados es un deseo derivado de su propio sistema motivacional de apego, lo que los teóricos del apego consideran un complemento del mismo.

Por nuestra parte, el  mayor  interés reside en la profundización del estudio de la subjetivización del apego, el pasaje del apego como necesidad biológica a la configuración de deseos de intimidad y unión,  así  como el aspecto intersubjetivo del apego, ya que en realidad, es la madre quien genera la activación de los mecanismos innatos del apego. Sin madre, sin la figura de apego, puede llegar a constituirse la autoconservación en la cría humana, pero no se desarrolla el vínculo afectivo, como ocurre con niños institucionalizados.  La maternalización es una combinatoria múltiple y entremezclada de motivaciones y la relación entre  apego y cuidado en muchas mujeres no se da en forma armónica.  El perfil de muchas madres adolescentes muestra las profundas necesidades de unión con el bebé, de apego, junto con muy escasas capacidades para el cuidado. Madres abusadoras o negligentes,  no obstante,  se niegan rotundamente a ser separadas de sus hijos cuando los Sistemas Sociales deciden que debe ingresar en una institución  de acogida. Así como por parte de los niños institucionalizados, después de haber recibido durante años cuidados de todo tipo: salud, educación, recreación y hasta casos en que se les suministra psicoterapia, ni bien pueden se escapan para visitar a su madre o padre en la chabola con maniobras de presión para poder quedarse con ellos.

En este sentido es que el apego en tanto motivación no puede separarse de las relaciones  tempranas,  tanto  por el contexto de descubrimiento -Bowlby comenzó su estudio impactado por la observación de la relación madre-hijo y por los efectos devastadores de la  carencia temprana- como por su emergencia en la ontogenia individual.  Pero que el apego emerja en el seno de la relación temprana no nos debe necesariamente llevar a concluir que la relación madre/hijo descanse totalmente sobre el sistema del apego. 

El apego como sinónimo de relación temprana

Como bien señalan los autores, el apego no sólo es una motivación sino que se propone como una teoría del desarrollo y,  en tanto tal,  el apego es una teoría de la  relación humana que pone de relieve diversas dimensiones de la misma.

En  la cría humana podemos sostener que en los orígenes la relación se basa en la motivación común con la especie animal que garantiza la supervivencia a través de los comportamientos de búsqueda de proximidad y protección, pero que muy pronto se complejiza desarrollándose hacia formas psíquicas: deseos de contacto afectivo. Para el otro par de la díada asimétrica de la relación temprana se trata  de deseos múltiples que no podríamos reducir al sistema de cuidado como complemento exclusivo del apego y activado sólo por las señales de alarma que le llegan de su bebé.

La madre como sujeto con múltiples motivaciones

A nuestro modo de ver,  el conocimiento de los patrones de apego toma vuelo para su aplicación clínica cuando se correlaciona con las representaciones maternas y su papel en la construcción de los diversos patrones de  apego. En este punto es que la teoría del apego hace una primera contribución para tener en cuenta el universo materno y no sólo enfocar el desarrollo desde la perspectiva del infante como es tradición en todo el ámbito de la psicología y el psicoanálisis.

Si consideramos a la figura de apego como un adulto con múltiples motivaciones veremos que en la subjetividad materna pueden estar presentes, o ausentes,  deseos de garantizar la vida, proveer alimentos, cuidados y enseñanzas a la hora de desear ser madre; que la valoración narcisista que ha otorgado a las mujeres la maternidad a lo largo de la historia no puede dejar de tenerse en cuenta como una poderosa motivación que en muchas mujeres sostiene crianzas de un grado de sacrificio difícilmente explicados por el placer de brindar cuidados; que en otros casos ni existen deseos de cuidar ni de proteger sino que se supone que dando a luz un hijo la madre se garantiza su propia supervivencia; y también mujeres en quienes se constata un divorcio enorme entre el sistema de cuidado y las motivaciones hacia el apego con sus hijos a quienes consideran una garantía de compañía para su vejez.

De modo que nos encontramos con un adulto complejo dotado de sistemas motivacionales múltiples que de acuerdo a los que dominen durante la crianza podrán despertar, o no, los correspondientes en el infante. Pero que la figura de apego active diferentes sistemas en el bebé no necesariamente explica que los mismos sean derivaciones del apego.

¿Podemos incluir el sistema de alarma como pertinente al apego como lo hacen los autores, o entenderíamos al sistema de alarma como independiente, reclutado eso sí ante las amenazas de ruptura de la proximidad, pero también reclutado posteriormente cuando el niño enfrente conflictos edípicos, o simplemente cuando se vea en un reto narcisista que no puede cubrir? Y en madres, mujeres previamente ansiosas en todos los órdenes de su vida que, efectivamente, vivirán la crianza con sobrepreocupación y que contribuirán a estructurar patrones de apego inseguro ¿tenemos que pensar necesariamente que la desregulación o la regulación emocional es, también, un derivado del sistema del apego? 

Lo mismo podríamos decir sobre el sistema exploratorio, la afirmación del sí mismo o el estímulo para la actividad cognitiva ¿son todos sistemas derivados del apego o ganaríamos en instrumentos y guías para la clínica viendo los distintos componentes como formando parte de otros sistemas, como el asertivo o narcisista, que puede entrar en relaciones de sinergia o de oposición con el sistema de apego? Y que para que tal oposición no conduzca a los clásicos problemas de fracasos en la separación-individuación la figura de apego tiene que ser concebida como un sujeto con otras motivaciones que no sean exclusivamente las del apego.

Nos preguntamos si no existe un sesgo en utilizar una categoría tan válida como la del apego para subsumir dentro de ella  sistemas que responden a otras organizaciones tanto cerebrales como subjetivas. La historia del psicoanálisis nos muestra la tendencia a convertir un paradigma en el único motor del desarrollo psíquico como sucedió con  las vicisitudes de la pulsión sexual -ya sea en términos freudianos como progresión lineal de la libido y  la omnipresencia del Edipo,  o en fórmulas más modernas como los mensajes enigmáticos sexuales de la madre de Laplanche o la centralidad del falo en Lacan.  Los riesgos de sobrecargar conceptualmente  una categoría  es que pierde utilidad  para el trabajo clínico. 

Las múltiples funciones de la figura de apego

En condiciones normales la figura de apego cumple múltiples funciones además de las funciones de regulación emocional -reacciones de angustia o miedo-, y de estimulación cognitiva a través del sistema de exploración mencionados por los autores. 

*  La figura de apego se constituye en un agente instrumental que garantiza la vida. Sabemos que la cría humana es la de mayor grado de fetalización al nacer y necesita un período enorme de heteroconservación para poder sobrevivir y hacerse cargo de la autoconservación.  A medida que las necesidades vitales van siendo asumidas por el sujeto, la figura de apego deja de ser necesitada para la protección y se va convirtiendo en una compañía a la que se busca por el sólo placer mutuo de estar juntos. En este último caso,  el sentimiento que se genera ya no es de seguridad sino de placer en el estar-con,  componente central del apego para la vida humana. Pero puede desarrollarse el apego y el niño permanecer tan dependiente que fracasa en la autoconservación, se cuida mal, no tiene sentido de realidad para la vida.

 * La figura de apego se constituye en objeto libidinal, un cuerpo que genera placer sensual/sexual a través de los contactos físicos del cuidado. Si bien la motivación primordial que gobierna al infante es la búsqueda de proximidad para sentirse seguro, dicha proximidad y el placer del adulto en el contacto con el infante estimulan la generación del cuerpo erógeno y el sistema sensual/sexual, así como su costado indeseable en la rivalidad por la posesión exclusiva. 

* La figura de apego calma la ansiedad o la dispara contribuyendo a la activación del  sistema de la regulación psicobiológica. Sistema que vigila la aparición  de displacer y sufrimiento de cualquier sistema, genera las reacciones y los recursos ante el peligro  y regula  los afectos displacenteros. La intensidad y modalidades de la angustia dependerá del temperamento del infante y de las capacidades del adulto para la regulación no sólo de las microrrupturas del vínculo -inevitables en cualquier relación madre/hijo, las frustraciones o desencuentros durante la crianza- sino de la capacidad para regular las expresiones o correlatos fisiológicos de la ansiedad misma.

*  La figura de apego se constituye en un semejante subjetivo que comparte la experiencia de la intimidad de sentimientos y pensamientos y puede dar lugar a la dimensión reflexiva de la experiencia, contribuyendo a que el infante la reconozca como otro sujeto y no meramente como figura de apego (Dio Bleichmar, 2002) 

* La figura de apego cumple las funciones que Kohut atribuye al concepto de objeto del self  y que pueden ser consideradas como el reconocimiento y aceptación de la afirmación del sí mismo. El lado bueno del narcisismo, necesidad de reconocimiento que construye la autoestima o que puede dar lugar, también, a la rivalidad entre iguales.

Pero la  relación de apego no garantiza de por sí ni  la erotización, ni la regulación emocional, ni el desarrollo de la capacidad reflexiva,  no obstante efectivamente,  estas dimensiones del psiquismo se activarán en el seno de la relación temprana. Así como la teoría psicoanalítica se centró fundamentalmente en la motivación sexual y creyó poder explicar la totalidad del desarrollo psíquico, emocional y cognitivo a partir de las etapas de la libido y de su transformación a través de un único mecanismo la  sublimación,  "para el buen hacer de nuestra labor científica y clínica sería necesario que los estudiosos del apego no reclamaran una total explicación de la motivación y la experiencia humana en términos de apego" (Lichtenberg, 2003, p. 152).

La díada que activa y desarrolla todos los sistemas motivacionales

No obstante estas consideraciones tengo un gran acuerdo con los autores quienes subrayan la relevancia de un modelo que precise claramente  las condiciones de activación y desactivación de las motivaciones. En este sentido es que la díada humana, la relación madre/hijo,  se pone de relieve en su potente y poderoso papel en la compleja labor de estructuración del psiquismo.

Subsumir la totalidad y complejidad de la relación temprana en la relación de apego tiene ventajas y desventajas. Por un lado, se salta la modularidad y se torna unilateral  pero, por otro, tendría la ventaja de recordar  la  necesidad que la cría humana tiene de establecer varias relaciones de apego simultáneas.  En Una Base Segura (1988),  Bowlby pone de relieve que el niño puede tener relaciones de apego diferentes con  la madre  y el padre, seguro con una y evitativo con otro y que uno puede cubrir las fallas del otro. Para ilustrar su afirmación se basa en el  trabajo de Main y Weston (1981) quienes observaron a 60 infantes con sus madres y seis meses más tarde con su padre. Elevar la relación de apego a la categoría de paradigma central del desarrollo podría impulsar tanto las investigaciones sobre el apego paterno - muy reducidas en número por cierto- como el papel de la  participación del padre en la crianza y no quedar reducido éste a la función de  padre simbólico que se encarga de separar al infante de la madre.

 En palabras de Lichtenberg (1989):

 "En mi definición el apego no es lo que la madre hace hacia o lo que el niño hace hacia o para la madre. Más bien es una interregulación resultante de la activación de las motivaciones y funciones de ambos. Cada uno de sus integrantes contribuye al moldeamiento, al tono y a la intensidad que caracteriza el apareamiento del niño y de la madre, del niño y del padre" (p, 72)

Modularidad y modularización

Volviendo al punto de la modularidad psíquica, para Fodor la característica esencial que define un módulo es el encapsulamiento informacional, que es cognitivamente impenetrable.  Un ejemplo ilustrativo de este concepto es el de la ilusión óptica que tenemos ante dos líneas que se diferencian sólo por cómo están dibujados sus extremos –en una hacia dentro y en otra hacia afuera. Aunque sepamos, midiendo su longitud, que son iguales esto no impide que veamos una más larga que la otra. Fodor sostiene que la información explícita -diríamos que se ha constituido por el conocimiento consciente, corteza cerebral- no está disponible para el procesamiento perceptivo.  En sus palabras, el módulo de la percepción visual de longitudes es cerrado a la información de otras partes de la mente, cada módulo procesa independientemente la información y se necesita un trabajo de integración central para concluir que son iguales.

 


No obstante,  Annette Karmiloff- Smith (1992) -científica también del campo de las ciencias cognitivas centrada en temas de desarrollo- sostiene que en los humanos la modularidad es un resultado, no un punto de partida. Se llegaría a la arquitectura modular a través del proceso de la relación humana que selecciona, prioriza, jerarquiza o activa en forma armónica o no,  las predisposiciones con las que venimos al mundo, activación que a su vez, desarrolla la masa cerebral en los diversos módulos. Toma dos puntos de apoyo para su tesis de la gradual modularización: el conocimiento sobre la plasticidad cerebral del neonato y las investigaciones sobre el factor capital de desarrollo en que se constituye la  díada temprana, a lo que tendríamos que agregar la asociación emocional con cualquier elemento cognitivo que caracteriza la experiencia humana.  

En un anterior trabajo (Dio Bleichmar, 1999)  habíamos  puntualizado las diversas modalidades del vínculo de apego a partir de las preferencias o transacciones de cada díada durante el desarrollo evolutivo. Se dan  infinitas combinaciones en la interregulación del adulto y el niño que serán las modalidades propias de cada díada.  Existen madres y padres que garantizan la presencia pero no la transformación de los estados afectivos, que aportan un soporte para los esquemas de estar-con, pero no acarician y se mantienen distante corporalmente, sin calidez erógena. Otras madres y padres son muy inestables en su capacidad de estar presentes pero sin embargo otorgan al contacto una cualidad intersubjetiva de gran intensidad, mostrando y expresando alegría, entusiasmo, algo para compartir y haciendo de la experiencia un episodio que no pasa desapercibido. Lo que suele denominarse una vitalización para el self.  Madres que comienzan a conectarse con sus hijos cuando empiezan a hablar,  predominando la conversación como vía de contacto, no obstante, pueden no percibir los estados emocionales adecuadamente ni las variaciones del cuerpo neurovegetativo, ni son cuidadosas con el mantenimiento de su presencia.

De  modo que en el interior mismo del sistema del apego se opera una modularización  de sus distintos componentes:

            *  Deseo de presencia física con mayor o menor requerimiento de  proximidad o distancia  corporal.

            *  Deseo de protección, de contar con alguien mejor capacitado para la adaptación.

            *  Deseo de contar con quien realice la transformación de los estados emocionales displacenteros.

 *  Deseo de proximidad subjetiva, mayor o menor requerimiento de compartir la intimidad.

Es decir, la relación -en sus infinitas microexperiencias que la constituyen en tanto esquema o patrón de activación inscrito internamente como vínculo-  puede estar constituido por todas las modalidades equilibradamente combinadas o puede carecer de alguna de ellas. A su vez, una misma figura de apego puede desempeñarse más o menos satisfactoriamente en los distintos momentos evolutivos.  De manera que será necesario, en la clínica de niños, tener presente estas distintas modalidades del vínculo de apego para la prevención de trastornos y déficits y,  en la de adultos, investigar en los conflictos de la intimidad, en  los  vínculos de pareja y en la convivencia, cuanto de estas asincronías entre  distintas modalidades son causa de los trastornos y dificultades. Como un miembro de la pareja añora una modalidad que para el otro, o es inexistente por no haberse constituido, o permanece desactivada en el inconsciente (Untergang) (Bleichmar, 2003).

 

Enfoque modular-transformacional

En nuestro diagrama de la articulación de los distintos sistemas motivacionales el medio círculo que se halla entre los otros sistemas tendía a expresar gráficamente esta idea, por un lado, el  apego como instinto que dirige a la cría humana hacia los latidos y olor de la leche maternos,  y el apego como resultado de la activación de todos los sistemas motivacionales tanto en la madre como en el infante.

 Enfoque Modular-Transformacional

El apego como un paradigma psicoanalítico nuevo

No hay duda que la  teoría del apego constituye un paradigma pero aún queda un largo camino para poder sostener que la comunidad psicoanalítica lo considere un paradigma psicoanalítico. Luis Juri y Mario Marrone (2003)  se suman al grupo de autores que lo intentan y estoy de acuerdo con Mauricio en la necesidad de seguir trabajando en esta dirección.  En la última década asistimos a una profusión de trabajos y encuentros dedicados a entablar un diálogo entre ambas teorías que suponen un buen pronóstico para la integración en un futuro cercano  (Marrone, 2001, 2003; Fonagy, 2001; Fonagy y Target, 2003).  También contamos en la actualidad con programas de formación en clínica que comprenden tanto conocimientos en  teoría psicodinámica como datos de trabajos empíricos entre los que se incluyen las investigaciones sobre el apego, que van creando sólidos lazos entre ambas propuestas, hecho muy destacado por Alicia Lieberman y Charles Zeanah en el Handbook of Attachment. (Cap. 24: “Attachment Contribution to Infant-Parent Psychotherapy and Other Interventions with Infants and Young Children”:  Emde, 1988; Lieberman, 1991; 1997; Osofsky, 1993; Pawl, 1997;  Zeanah & Barton, 1989; Dio Bleichmar, 2000).

Si bien no podemos hablar de integración o amalgama de las dos teorías existe un cambio en ambas corrientes  que van propiciando un  movimiento de convergencia.

Por parte de algunos sectores del psicoanálisis, un interés creciente en la operacioanalización de los conceptos psicoanalíticos, en la investigación empírica en el proceso de la cura y en sus resultados,  prestando particular atención a la aplicación de instrumentos de medida del cambio terapéutico utilizando la AAI (Fonagy et al., 1995).  Fonagy  enfatiza que en  la teoría del apego  se hallan incluidos dos de los  principios básicos de la teoría psicoanalítica: el punto de vista genético  -la búsqueda del origen de los fenómenos psíquicos investigando los antecedentes de la experiencia- y el punto de vista estructural  con las proposiciones en torno a los componentes formativos de la mente humana. 

Y por parte de los estudiosos del apego, una sofisticada y creciente elaboración de las representaciones internas y de los modelos operativos de trabajo (Bretherton & Munholland, 1999), piezas claves para un acercamiento del psicoanálisis a una teoría que básicamente se inició como una  perspectiva del funcionamiento mental  etológica o  sociobiológica y que aún se sigue definiendo como lo  hace Jude Cassidy en el primer capítulo del Handbook of Attachment: Attachment Behavioral System: “Attachment in Relation to Other Behavioral Systems  entre los que se menciona The Caregiving System.   Es desde este balance que surgen ciertas reservas al planteamiento del modelo pluralista de Cortina y Liotti basado en un enfoque de orientación etológica-evolucionista, perspectiva que hace difícil incluir en ella la variedad y especificidad de la interacción en la díada humana, a pesar de los intentos de integración por parte de algunos autores como Migone y Liotti  (1998). 

¿Qué haría falta, a nuestro entender, para una integración teórica y una aplicación clínica acabada entre los aportes de dos grandes paradigmas como el psicoanalítico y el del apego?

Por parte del psicoanálisis,  la propuesta que traen Cortina y Liotti  constituye otro de los aportes que pueden contribuir a la ampliación del punto de vista económico, es decir, la ampliación de la teoría de las pulsiones,  planteamiento previo que el psicoanálisis debiera incorporar y que haría posible la admisión de pleno derecho del apego.  Además del punto de vista económico otras dimensiones quedan transformadas por la teoría del apego, habría que darle carta de ciudadanía al  punto de vista adaptativo,  la mente trabaja en el esfuerzo de acoplarse al ambiente, es decir, de adaptarse al otro humano de la díada. Y por último pero no menos importante, el psicoanálisis debe ampliar también sus métodos de investigación y dar cabida a la observación de la experiencia interactiva,  la experiencia concreta, normal,  haciendo uso de una metodología prospectiva y no centrarse, exclusivamente, en una visión retrospectiva del desarrollo para entender la psicopatología de los niños y el rastreo de la psicopatología de los adultos, que se halla fundada en  hipótesis de trabajo que surgen sólo en el espacio  de las cuatro paredes de la consulta clínica.

Por parte de la teoría del apego, prestar atención a la función de la fantasía en las modalidades del  apego, al impacto de las relaciones edípicas a través de las cuales se puede observar también con nitidez el papel particular y específico de cada adulto en la transacción con el niño o niña y su efecto sobre los patrones de apego y hasta qué punto los modelos internos de trabajo son únicos o múltiples.  En caso que sean diferentes y no haya concordancia ¿se integran, se suman, se restan o permanecen siendo diferenciales hacia cada persona o sufren la influencia del Ideal del Yo -estructura narcisista- que puede entrar en relaciones de sinergia o de oposición con las motivaciones de apego? En otras palabras, la necesidad que la teoría del apego tenga en cuenta  la dimensión de las defensas impulsadas por otros sistemas motivacionales.

En síntesis, el psicoanálisis tiene que dar cabida al paradigma relacional, a partir del cual, la inclusión de la teoría del  apego - en todo su alcance- en tanto motivación, en tanto teoría del desarrollo y metodología de la investigación es la consecuencia lógica e impostergable. Pero coincidiendo con Lichtenberg, pensamos que la teoría del apego, si bien, puede considerarse un paradigma no puede asumirse como sinónimo de paradigma relacional.

De lo que no cabe ninguna duda es que como clínicos o investigadores clínicos, ya sea del campo del apego o del psicoanálisis,  nos hemos beneficiado enormemente con el diálogo y nos beneficiaremos aún más, con la integración creciente de ambas teorías.

 

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