aperturas psicoanalíticas

aperturas psicoanalíticas

revista internacional de psicoanálisis

Número 038 2011

El uso y el impacto de la subjetividad del analista con la perspectiva empática y otras perspectivas de escucha/experiencia

Autor: Fosshage, James L.

Palabras clave

Perspectiva de escucha empatica, Perspectiva de escucha centrada en el otro, Perspectiva de si mismo del analista, Patrones organizadores, Patrones de interaccion, Procesos inconscientes, Procesos implicitos, Procesos explicitos, Modelos teoricos, Contrat.


The use and impact of the analyst's subjectivity with empathic and other listening/experiencing perspectives fue publicado originalmente en The Psychoanalytic Quarterly, 2011, Volume LXXX, No. 1:139-160

Como parte de la transición epistemológica de la ciencia positivista a la relativista que había comenzando a principios del siglo XX, Kohut (p. ej. 1959, 1977, 1982, 1984) intentó actualizar el pensamiento psicoanalítico al formular el modo empático de observación. El propósito de este artículo es reevaluar, a través de una lente histórica y conceptual, la considerable controversia generada por la perspectiva empática. El autor aborda específicamente los apuntalamientos constructivistas filosóficos, el uso y el impacto de la subjetividad del analista, la inclusión de procesos inconscientes, la necesidad de perspectivas de escucha adicionales, y la influencia de los modelos teóricos en la organización de los datos adquiridos empáticamente. Se discute una viñeta clínica ilustrativa.

Introducción

Si bien Freud (1915) era consciente de que "nuestras percepciones están subjetivamente condicionadas y no deben ser consideradas idénticas a lo que se percibe" (p. 171), sus observaciones y teorías estaban incrustadas en la ciencia positivista de su época, y éstas enfatizaban la objetividad del analista y las distorsiones de la realidad de la transferencia del paciente. La formulación de Heisenberg del principio de incertidumbre en 1927 inició un cambio revolucionario en los paradigmas de la ciencia positivista a la relativista, dejando incuestionablemente claro que el observador afecta a lo observado, tanto perceptiva como interactivamente.

En respuesta a este cambio de paradigma gradual pero continuado, Kohut, comenzando en 1959, actualizó la epistemología psicoanalítica al centrarse en su método de observación. Kohut (1982) reconoció "la relatividad de nuestras percepciones de la realidad", "el marco de conceptos ordenantes que dan forma a nuestras observaciones y explicaciones" (p. 400), y que "el campo observado, necesariamente, incluye al observador" (Kohut, 1984, p. 41). Estaba emergiendo poco a poco que el encuentro psicoanalítico crea un campo intersubjetivo (Atwood y Stolorow, 1984¸ Stolorow, Brandchaft y Atwood, 1987), o uno relacional (Greenberg y Mitchell, 1983; Mitchell, 1988), que implica la intersección de dos subjetividades (Atwood y Stolorow, 1984), una expresión que acentúa la subjetividad, en contraste con la objetividad, de cada participante. Considerando la subjetividad del paciente como el foco principal de la tarea analítica, Kohut (1959, 1982) delineó cómo nuestro método de observación depende de la empatía y de la introspección indirecta, lo que él llamó el "modo empático de observación", y lo designó el método por el cual se define el campo del psicoanálisis como tal (Kohut, 1977, p. 302).-

La transición epistemológica desde la ciencia positivista a la relativista, también expresada como transición del objetivismo al constructivismo, no ha resultado, comprensiblemente, una tarea simple para el psicoanálisis en general (Fosshage, 1994; Hoffman, 1983, 1998; Schwaber, 1981, 1998; D.B. Stern, 1997; Stolorow y Lachmann, 1984-1985). No ha sido fácil, clínicamente, renunciar a la seguridad de una posición objetivista, con su grado de certidumbre y elevación del analista como "el que sabe", especialmente durante esos períodos más difíciles de enredo analizando-analista. No ha sido fácil aceptar, en su lugar, la ambigüedad potencialmente generadora de inseguridad de una posición constructivista que tiende a nivelar el campo de juego mientas que los dos protagonistas intentan entender de forma colaborativa "quién está contribuyendo con qué a las respectivas percepciones, experiencias, y la interacción entre ambas, de analizando y el analista" (Fosshage, 2003, p. 421; ver también Fosshage, 1994).

La perspectiva de escucha/experiencia empática

El modo empático de observación se refiere a una perspectiva de escucha diseñada para comprender lo mejor que uno pueda, mediante resonancia afectiva y la introspección indirecta, la experiencia del analizando desde dentro del marco de referencia de éste. En otras palabras, al resonar con la experiencia afectiva del analizando y utilizando análogos de nuestra propia experiencia (Stolorow, Atwood y Orange, 2002), intentamos inferir (Lichtenberg, Lachmann y Fosshage, 2010) nuestro camino en el mundo experiencial del analizando. Al formular la posición de escucha empática, Kohut intentó centrarse más directamente en la experiencia subjetiva del paciente, un foco que hasta entonces había sido propiedad del punto de vista "objetivo" del analista.

Todos los analistas usan de manera variable la escucha empática en su intento de entender el mundo experiencial del analizando (Stolorow, Atwood y Orange, 2002), la tarea analítica fundamental. Los psicólogos del self (Kohut, 1982; Ornstein y Ornstein, 1985; y otros muchos) y Schwaber (1981) han enfatizado el uso consistente de la escucha empática como base de la investigación y la comprensión analítica. La controversia acerca de la perspectiva de la escucha empática, sin embargo, se ha multiplicado –a derecha e izquierda, por así decir- en torno a cuatro temas relacionados entre sí:

1- La posición de escucha empática, al centrarse exclusivamente en el mundo experiencial del analizando, ¿intenta eliminar la subjetividad del analista? Si es así, ¿revela un apuntalamiento objetivista implícito?

2- Al usar la posición empática, ¿el analista refleja únicamente la experiencia del analizando, intentando así eliminar el uso, y ciertamente la revelación, de su propia perspectiva y subjetividad?

3- Responder empáticamente, ¿significa simplemente ser "compasivo" –o, incluso peor, ser "agradable"- con el analizando, evitando cualquier confrontación, incluso aquellas que son necesarias?

4- La indagación empírica, ¿se centra exclusivamente en la experiencia consciente, ignorando, por tanto, los factores inconscientes?

Abordaré estos temas conceptual e históricamente.

A pesar de su perspectiva relativista, Kohut, un teórico en transición, conservó sin darse cuenta parte de lo antiguo, es decir, un residuo de objetivismo, primero en su expresión modo de observación (que Lichtenberg [1981] cambió más adelante a modo de percepción) y en su afirmación en tres ocasiones de que el modo empático es "en esencia neutral y objetivo" (Kohut, 1980, p. 483). Estos residuos, posteriormente aprovechados por Mitchell (1993), Hoffman (1998) y por Stolorow, Atwood y Orange (1999), contribuyeron a la noción de que Kohut, en su delineación de la perspectiva empática, conservó ciertos apuntalamientos objetivistas y no fue totalmente constructivista, a pesar de su intención de crear una epistemología científica relativista.

Aunque Kohut enfatizó el uso de la subjetividad del analista durante la indagación empática –compuesta concretamente de capacidad empática del analista, introspección indirecta y conceptos teóricos- también suscribió el modelo patológico de contratransferencia de Freud y de la psicología del yo de ese momento (en Estados Unidos), que se centraba en reconocer y expulsar del encuentro analítico aspectos problemáticos de la subjetividad del analista.

Esta posición contrastaba con la de las tradiciones interpersonal, de relación de objeto y kleiniana y, más adelante, también con la posición relacional, en tanto estos autores seguían cada vez más a Heimann (1950) en su uso mucho más amplio del término contratransferencia, esto es, para referirse a reacciones normativas a la transferencia que informan de patrones internos de organización y acción interpersonal[1].

Muchos de estos autores que redefinieron e hicieron uso de la contratransferencia del analista, en contraste con Kohut, tendieron a considerar que la perspectiva empática, con su único foco en la experiencia del analizando, eliminaba la subjetividad del analista en lugar de hacer uso de ella. Las diferencias eran en parte de definición, es decir, relativas a la definición de contratransferencia, y eran en parte diferencias de énfasis, es decir, referidas al uso de distintos aspectos de la subjetividad del analista.

Por ejemplo, si ampliamos la definición de contratransferencia para referirnos a la experiencia que el analista tiene del paciente, lo que Kernberg denominó la perspectiva totalista, se deduce que todos los analistas usan su contratransferencia o subjetividades al escuchar, independientemente de la perspectiva de escucha, ¿para qué otra cosa iba a estar ahí (Fosshage, 1995)? Toda escucha analítica está filtrada por nuestras subjetividades. Kohut puso de relieve la capacidad empática del analista, la introspección vicaria, y los modelos teóricos, así como las reacciones contratransferenciales no patológicas y los designadores parciales de transferencias de objetoself (Kohut, 1971). Los autores relacionales han ampliado posteriormente el uso de la subjetividad del analista (contratransferencia) para iluminar los patrones de organización e interacción relacional [2]

Puesto que existían ciertos remanentes de objetivismo en los escritos de Kohut y, lo que tal vez es más importante, porque existía un entusiasmo inicial  entre los simpatizantes de le perspectiva empática (que emanaba de la bienvenida liberación de la imposición del objetivismo, que sonaba caso como si ofreciera un "camino seguro" al mundo del analizando), los psicólogos del self contemporáneos y los intersubjetivistas se han apresurado a enfatizar que el proceso de escucha analítica está necesariamente filtrado por la experiencia subjetiva del analista [3]. Ellos también han subrayado la epistemología constructivista subyacente como opuesta a la epistemología objetivista. He acuñado el término escucha empática /perspectiva experiencial (experiencing perspective) (Fosshage, 1997b) para acentuar el uso de la subjetividad del analista.

Los analistas procesan la información implícita y explícitamente para orientarse en una dirección de indagación, para percibir lo que es importante, lo que necesita elaboración y lo que necesita aclaración, y para formular una indagación que ilumine las intenciones, afectos y significados. Mediante la resonancia del afecto, reflexionando sobre "análogos" de nuestra experiencia (Stolorow, Atwood, y Orange, 2002), y usando nuestras teorías, los analistas usamos nuestras subjetividades para sentir, percibir e inferir lo mejor que podemos nuestro camino (Lichtenberg, Lachmann y Fosshage, 2010), hacia el mundo experiencial del analizando. Si bien la posición empática "está diseñada 'para oír' tan bien como sea posible desde el punto de vista del analizando, siempre es modelada de forma variable por el enalista" (Fosshage, 1992, p. 22, cursivas en el original).

La medida en que el analista modela, por supuesto, contribuye sustancialmente a si el analizando se siente, o no, escuchado y entendido. En el sistema extremadamente complejo, de influencia bidireccional analista-analizando, la contribución del analista puede ir desde una perturbación de la dirección del analizando y de su sentimiento de ser escuchado y entendido, a una expansión de la conciencia reflexiva del analizando y la articulación de intenciones, significados y experiencia tanto conscientes como inconscientes. En este proceso de escucha, experiencia e intervención, nuestras subjetividades –incluyendo especialmente nuestros modelos analíticos, nuestro "conocimiento relacional implícito" y explícito (Boston Change Process Study Group, 2008; Fosshage, 2005, 2011; D.N. Stern y col., 1998), y nuestras perspectivas de escucha- influyen crucialmente en la organización de nuestra experiencia del analizando cuando intentamos escuchar empáticamente, o en realidad de cualquier otra forma, un punto al que retornaré a continuación

La receptividad empática y la subjetividad del analista

El cambio de paradigma del objetivismo al constructivismo abrió la puerta al reconocimiento de la influencia bidireccional entre paciente y analista, dando lugar a un segundo cambio revolucionario en los paradigmas, es decir, desde la teoría basada en lo intrapsíquico, a la teoría del campo relacional. Contribuyendo a esta transición, Kohut (1977) estimó que el analista no podía permanecer como anónimo, neutral y "pantalla en blanco" –alguien que interactúe como un máquina de interpretar, si se quiere- sino que debe ser suficientemente receptivo como permitir al analizando hacer uso del analista como objetoself. Él llamó a este funcionamiento receptividad empática; es decir, el analista es receptivo sobre la base de su comprensión empática del analizando. La idea de la receptividad empática puso en juego más plenamente la subjetividad y las respuestas del analista, rebatiendo directamente, una vez más, la noción de que una posición empática  apuntaba a eliminar de la interacción la subjetividad del analista.

El término empático, sin embargo, se usaba ahora de forma confusa en dos sentidos: primero, para referirse a una perspectiva de escucha y, segundo, para un tipo de respuesta. Las críticas a menudo combinan estos dos significados. Por ejemplo, Bromberg (1989) escribió: "El elemento definitorio de la posición [empática] es su dedicación a la plena receptividad empática de la experiencia subjetiva del paciente" (p. 282). Esta combinación implicaba que el analista con orientación de psicología del self  no revelaba aspectos de su subjetividad en el campo de juego, contribuyendo a la noción de que estos analistas estaban simplemente intentando ser compasivos hacia sus analizandos –o, en vernáculo, ser "amables" con ellos.

Si bien el objetivo explícito de la escucha empática no es la compasión per se, la escucha empática y la comprensión desde dentro del marco de referencia del analizando tienden a fomentar, creo, un sentimiento de ser escuchado y entendido, así como una resonancia compasiva mutua. Es más probable que las interpretaciones más distantes de la experiencia, basadas en una perspectiva "externa", sean vividas como "confrontacionales", como que no dan en el banco, o simplemente como que "no lo pillan". Esta resonancia compasiva, que implica reconocimiento y comprensión del analizando y de su experiencia, es ciertamente un factor curativo importante.

Bromberg (1989), afirmó que un analista así orientado (refiriéndose a la perspectiva empática del psicólogo del self) se centra en "cómo se siente siendo el sujeto en lugar de siendo el objetivo de las necesidades y demandas del paciente" (p. 286, cursivas en el original). Yo creo que Bromberg hace una distinción importante entre dos perspectivas experienciales: la identificación con la experiencia subjetiva del paciente y la identificación con el otro como "objetivo" de las acciones del paciente. En mi opinión, el analizando necesitará en ocasiones sentir al analista como identificado con su mundo experiencial y comprendiéndolo, y en otras ocasiones necesitaría escuchar, mediante el contacto con el analista, como es para otra persona estar involucrado con el analizando en un campo interactivo. Esta última perspectiva permite al analizando comprender mejor su organización interna y sus contribuciones conductuales a la experiencia interpersonal.

Evaluar lo que será facilitador para el analizando en un momento dado requiere, creo yo, una perspectiva empática primordial; por ejemplo, al intentar entender los significados que una intervención puede tener para un analizando. Pero, para que el analista sea plenamente receptivo a las necesidades y afectos del analizando, se requieren perspectivas de escucha adicionales, que se describen a continuación.

Escucha empática: procesamiento consciente e inconsciente

Tal vez el foco en el mundo experiencial del analizando en la escucha empática haya contribuido a la percepción equivocada de que el analista no se desvía de la conciencia reflexiva del analizando y de sus articulaciones conscientes, ni las amplía, ni mediante la indagación ni mediante formulaciones interpretativas. Esto, naturalmente elimina el derecho a la consideración de procesos y significados inconscientes. Además, el foco cercano en la experiencia subjetiva del analizando desafía implícitamente, si no explícitamente, la validez de los saltos interpretativos "objetivos" hacia supuestos significados inconscientes, lo que también podría haber contribuido a una percepción errónea de que los significados inconscientes se pasan por alto en la escucha empática.

Sin embargo, sabemos que la postulación de la actividad mental inconsciente ha sido fundamental para el psicoanálisis: primero en el inconsciente dinámico de Freud, implicando el conflicto intrapsíquico, estructural, y más recientemente, en la noción de aprendizaje y memoria implícitos (inconsciente o no consciente), que ha aumentado exponencialmente el campo del procesamiento inconsciente (Boston Change Process Study Group, 2008; Clyman, 1991; Fosshage, 2005, 2011; Grigsby y Hartlaub, 1994; D.N. Stern y col., 1998, entre otros). El procesamiento inconsciente y consciente –que incluye percibir, categorizar, consolidar la memoria y el aprendizaje, regular las prioridades cambiantes en la motivación (intenciones) y el afecto, y la resolución de conflictos- siempre está teniendo lugar simultáneamente durante nuestras horas de vigilia, y el procesamiento inconsciente continúa durante el sueño en forma de sueños  REM y no REM (Fosshage, 1997a).

¿Cómo obtenemos acceso al procesamiento inconsciente? Desde la época del desarrollo por parte de Freud del método de asociación libre y de su descripción de los sueños como "vía regia" al inconsciente (1900, p. 608), los psicólogos del yo han acentuado los componentes inconscientes del conflicto y las defensas que emergen de forma latente en las articulaciones conscientes. Más recientemente, hemos ampliado nuestro rango de escucha de modo que, además del conflicto, escuchamos las comunicaciones explícitas e implícitas, verbales y no verbales de  intenciones, significados y conocimiento procedimental. La escucha empática está "simplemente" centrada en escuchar y entender estas comunicaciones desde dentro del marco de referencia del paciente. La empatía y el juicio se mezclan entre sí (Goldberg, 1999) aunque el intento es  estar en la experiencia del analizando y  hacer nuestras inferencias y evaluaciones lo mejor que podamos, desde dentro del mundo experiencial del analizando.

El uso de la escucha empática no minimiza la importancia del procesamiento inconsciente. Por el contrario, la experiencia clínica indica que se fomenta un sentimiento de seguridad mediante la escucha atenta del analista desde una perspectiva empática, puesto que incide negativamente en la influencia perturbadora de la imposición, por parte del analista, de su punto de vista (aunque, por supuesto, no la elimina). Disminuir la necesidad de protección aumenta el espacio reflexivo y facilita la emergencia a lo consciente de intenciones, recuerdos, significados y procesamientos  –incluyendo la experiencia no validada (Stolorow y Atwood, 1992), la experiencia no formulada (D.B. Stern, 1997), y los patrones implícitos de organización (conocimiento implícito).

En otras palabras, la comprensión empática tiende a hacer más permeables y fluidos los límites entre lo consciente y lo inconsciente, entre lo explícito y lo implícito, y aumenta el acceso consciente a sentimientos, intenciones, pensamientos y conexiones previamente inconscientes.

Perspectivas adicionales de escucha/experiencia

La escucha y la receptividad empáticas utilizan incuestionablemente la subjetividad del analista  para escuchar y responder a los analizandos. Sin embargo, cuando un momento clínico requiere enfocar la experiencia que el analista tiene del analizando en su interacción relacional, o la experiencia que el analista tiene sobre sí mismo/a durante una interacción, se necesitan perspectivas de escucha/experiencia adicionales, ampliar el rango y el uso de la subjetividad del analista. La conceptualización de perspectivas adicionales aclara alternativas a las que podemos recurrir en un momento clínico determinado y, además, contribuye a comprender las diferencias en lo que los analistas escuchan.

¿Qué otros puntos de vista de escucha/experiencia existen? Numerosos analistas han discutido perspectivas de observador externo que difieren del punto de vista empático. Lichtenberg (1981) ha delineado tres posiciones de escucha diferentes: la de un observador externo, la de un compañero interesado, y la de quien escucha desde dentro (la perspectiva empática). Gabbard (1997) también ha descrito la perspectiva de un observador externo, afirmado que usa el término objetivo en dos sentidos: "en el sentido de ser un objeto en … el mundo [del paciente] y en el de recoger datos para llegar a una conclusión plausible" (p. 24). Su primer uso, ser un objeto en el mundo del paciente, se solapa con lo que yo he denominado perspectiva centrada en el otro (que se describe a continuación), pero parece cubrir una rúbrica más amplia. En el segundo uso, Gabbard califica filosóficamente el término objetividad modificándolo, refiriéndose a objetividad relativa.

Goldberg (1999) sostiene que la primera persona (subjetiva, empática) y la tercera persona (objetiva, externa, sentenciosa) son "dos perspectivas que se entrelazan" (p. 358), y que una nunca tiene lugar sin la otra. Smith (1999) usa objetivo para referirse a la perspectiva observacional externa y subjetivo para referirse a la experiencia interna. Si bien considera lo objetivo y subjetivo como que "definen la dirección de la percepción" (p. 481), él enfatiza su interdependencia.

Estoy de acuerdo con estos teóricos en su intento de delinear otras perspectivas de escucha, generalmente ancladas en diferenciar entre dentro y fuera del mundo del analizando. El término objetividad, aun cuando esté acompañado por el modificador relativa, desde mi punto de vista conlleva demasiado equipaje positivista que puede  apoyar sutilmente la trayectoria ascendente de un analista hacia una posición de "conocimiento" elevada, usurpando la experiencia del analizando y socavando el sentido del self del analizando.

Si bien estoy de acuerdo con Goldberg en que los juicios (o evaluaciones) suceden normalmente, precisamente dónde intentamos posicionarnos experiencialmente en relación con el paciente (dentro, fuera o como el otro), al escuchar y entender, afecta enormemente nuestras determinaciones y su correspondiente impacto en el analizando. Sugiero que una percatación consciente de distintas perspectivas de escucha puede incrementar nuestra comprensión del contenido y el proceso clínicos, así como facilitar el proceso analítico y fomentar la conciencia reflexiva y el desarrollo del analizando.

He propuesto que los analistas  oscilan experiencialmente entre las perspectivas de escucha empática, centrada en el otro, y de escucha del analista a sí mismo (Fosshage, 1995, 1997b, 2003). La perspectiva centrada en el otro se refiere a la experiencia que tiene un analista del analizando como "un otro" en una relación con el paciente, parecido a ser la otra persona en la interacción. Cuando sentimos a un analizando como hostil, controlador, amoroso o manipulador, estamos percibiendo al analizando principalmente desde el punto de vista de un otro en la relación con el analizando. Esta información acerca del analizando y la interacción, nos informa potencialmente acerca de cómo el analizando impacta a los otros, sobre los patrones de relación del analizando, y sobre el cambio potencial en esos patrones de interacción.

Estos patrones de interacción, además, ofrecen una entrada a los patrones internos de organización de un analizando que se han establecido sobre la base de la experiencia vivida, puesto que los patrones de organización y de interacción están estrechamente relacionados. Por ejemplo, las expectativas o previsiones de una persona tienden a crear interacciones relacionales de confirmación (Fosshage, 1994). Las contratransferencias concordantes y complementarias de Racker (1957) pueden considerarse correspondientes a las experiencias de los analistas puesto que emanan, respectivamente, de perspectivas empáticas y perspectivas centradas en el otro.

La perspectiva empática  ubica ventajosamente al analista para fijarse atentamente en cómo el analizando siente su mundo, un proceso que reconoce y valida implícitamente la "realidad" de la experiencia del analizando, contribuyendo a un sentido profundo y alentador de ser escuchado y a una cocreación del espacio reflexivo. La escucha empática, sin embargo, es bastante compleja, puesto que el analista –al escuchar las expresiones explícitas e implícitas, verbales y no verbales del analizando- debe escuchar (inferir) el mensa (contenido) y la música (proceso). El analista debe diferenciar entre aspectos de fondo y de primer plano de la experiencia articulada del analizando. Y el analista debe sentir un camino de entrada y facilitar la emergencia de intenciones y significados implícitos que aún no han sido articulados.

La perspectiva centrada en el otro ofrece información acerca de cómo otros pueden percibir los patrones de interacción del analizando y del analista, facilitando una comprensión  de lo que sucede en las relaciones del analizando. La perspectiva centrada en el otro también puede ofrecer indicaciones de patrones de organización subyacentes (por ejemplo, las expectativas de un analizando en la interacción). La experiencia centrada en el otro arroja información acerca de la ruptura del analizando con viejos patrones y el establecimiento de puntos de apoyo para nuevos modos de relacionarse.

La desventaja de utilizar exclusivamente la perspectiva empática para el foco interpretativo es que priva al analizando de feedback directo sobre cómo el analista siente al analizando en la interacción, lo cual resulta útil para iluminar los patrones interactivos y cómo impactan en las relaciones de éste. La desventaja de usar exclusivamente los datos de escucha/experiencia centrados en el otro, por otra parte, es que la experiencia del analista centrada en el otro, cuando se comunica, puede resultar demasiado distante de la experiencia del analizando como para que éste sea capaz de apropiarse de ella de forma significativa. Más aún, los analistas han usado tradicionalmente lo que yo llamo la experiencia centrada en el otro para evaluar motivaciones subyacentes (inconscientes) que con demasiada frecuencia han suplantado a la experiencia intencional expresa del analizando. Evaluar la intención o la motivación sobre la base de las consecuencias interpersonales de las acciones del analizando (la experiencia centrada en el otro del analista) requiere un cuidado importante, puesto que las consecuencias interpersonales pueden reflejar, o no, la intención del analizando.  Por ejemplo, el humor hostil parece interpersonalmente agresivo y desencadena aversión; sin embargo, un individuo puede ser totalmente inconsciente de esto, puesto que la motivación primaria puede ser conectar, y el supuesto procedimiento de conexión (un patrón de apego aprendido, familiar) es mediante la burla hostil.

De forma similar, el intenso rastreo del analista por parte de un analizando puede parecer controlador y sin embargo puede emanar principalmente de una angustia subyacente relacionada con expectativas de abandono (un patrón de apego ansioso). Si bien la experiencia centrada en el otro puede revelar cómo el analizando impacta en los otros –así como una información valiosísima sobre patrones de interacción y relaciones, y dar evidencias de patrones organizadores relacionados- se requiere la indagación empática para identificar las principales motivaciones conscientes e inconscientes dentro del mundo experiencial del analizando, para tejer juntos una imagen compleja del mundo experiencial interno y externo del analizando.

Si bien las perspectivas empática y centrada en el otro se centran ambas en el analizando, el analista también necesita ser consciente de su propia experiencia subjetiva durante la interacción, así como de sus juicios y evaluaciones, lo que yo llamo la perspectiva del self del analista. Por ejemplo, si el analizando pregunta, basado en su experiencia, si el analista está sintiendo reprobación o enfado, el analista debe evaluar su propia experiencia subjetiva –en este caso un juicio de afecto- para dar sentido, lo mejor que pueda, a quién está aportando qué a la experiencia del analizando.

En mi opinión, el uso oportuno de la experiencia derivada de cada perspectiva de escucha/experiencia facilita y profundiza la indagación en el procesamiento consciente e inconsciente, y ofrece una comprensión más abarcativa del analizando y del analista y de la interacción entre ambos. Si bien, dentro de unos límites, podemos elegir conscientemente una perspectiva de escucha/experiencia determinada, hay muchos factores del analista, del analizando, y de la interacción que contribuyen a desencadenar o activar una perspectiva determinada, o a una rápida oscilación entre perspectivas, o al uso simultáneo de diversas perspectivas.

Por ejemplo, siempre que un analizando expresa un fuerte afecto dirigido al analista, sea éste enfado o amor, desencadena inmediatamente en el analista una perspectiva centrada en el otro,  la percepción de cómo es ser el otro en una relación con el analizando. También podría desencadenar, simultáneamente, la perspectiva de escucha del analista a sí mismo, por ejemplo, sentirse defensivo como reacción al enfado del analizando, o sentir gozo o angustia como reacción al amor del analizando. Un modo de escucha se puede usar defensivamente, como ha sugerido Smith (2010). Por ejemplo, identificarse empáticamente con el analizando, o informar explícitamente al analizando de lo controlador o dominante que se le ve en la interacción, podrían ser incómodos por igual, y podría evitarse usar una perspectiva particular y así permanecer ligados a la perspectiva alternativa.

Aparte de estas reacciones problemáticas, un uso primordial de la perspectiva empática, aunque permanezca en segundo plano, nos ayuda a evaluar cómo y cuándo usar terapéuticamente información de estas diversas perspectivas. Como principio general, para desentrañar una interacción difícil analizando-analista, creo que, si empezamos desde dentro de la perspectiva del analizando (desde sus intenciones, afectos y expectativas, incluyendo las resonancias históricas relevantes), y nos abrimos camino hacia la contribución del analizando a la interacción interpersonal, utilizando los datos del analista centrados en el otro, podemos mantener un procesamiento reflexivo tanto para el analizando como para el analista. De ese modo llegaremos a una comprensión de las organizaciones internas y contribuciones del analizando a la experiencia relacional, que es la más abarcativa entre todas aquellas que son aceptables y digeribles para el analizando.

En estos difíciles enredos, el analista también debe comenzar con la perspectiva del self del analista, incluyendo qué potenciales resonancias se activan en él, y debe reconocer su contribución a la interacción (y a la experiencia centrada en el otro que tiene el analizando) para logar una comprensión plena, mutua y reflexiva de la difícil interacción.

Viñeta clínica

Presento la siguiente viñeta clínica para ilustrar el uso rápidamente oscilante por parte del analista de estas tres perspectivas de escucha.

Hace muchos años, comencé un tratamiento psicoanalítico con una mujer en la treintena a quien llamaré aquí Amanda [4]. Era extremadamente sensible, perspicaz y reactiva, así como bastante lábil anímicamente y propensa a estados de fragilidad. Con facilidad para sentirse vulnerada, la luz natural de mi consultorio le parecía molesta por demasiado brillante, por lo cual, a su requerimiento, yo ajustaba regularmente las persianas.

Ambos padres de Amanda había estado llamativamente ausentes, su madre a menudo se sentía abrumada. Amanda mantuvo una prolongada relación incestuosa con un hermano mayor extremadamente sádico. Cuando ella le pedía a gritos a su madre que la protegiera, ésta la apartaba diciendo "Déjame en paz, ¡me estás matando!" Amanda sentía que su anterior analista le había salvado la vida; había sido su primer cuidador real. Que él se mudara a otra ciudad desgraciadamente abortó un largo tratamiento y forzó a Amanda a buscar otro analista.

Durante una sesión con Amanda, al final del primer mes, en la que me quiero centrar, sentí que la consulta estaba demasiado calurosa y resultaba incómoda. En silencio, fui a la ventana para ajustar la ventilación. A la siguiente sesión, mi analizada relató lo molesta que estaba conmigo por haberme levantado en mitad de la sesión, mientras ella hablaba, para mirar por la ventana.

Al verme atacado por lo que, para mí (juicio desde la perspectiva del self del analista), era una percepción muy idiosincrásica e hiriente, y sabiendo que nuestra capacidad de compartir el humor a menudo nos había ayudado a recuperar la perspectiva reflexiva, dije en un tono en cierto modo humorístico y de auto-burla: "La marca de un buen analista: levantarse en medio de la sesión y mirar por la ventana".

En este caso, sin embargo, fue un juicio erróneo, puesto que Amanda estaba demasiado herida por su particular interpretación del hecho como para unirse a mi humor. En cambio, se sintió invalidada, tal vez incluso ridiculizada.

Retomando mi posición empática, indagué sobre su experiencia cuando yo había ido hacia la venta. Amanda había sentido que yo no estaba interesado en lo que ella estaba diciendo. Con inquietud, reflexioné que su sentimiento –que yo había ido a mirar por la ventana mientras ella estaba hablando y, por tanto, yo no estaba interesado en ella- fue, comprensiblemente, demasiado doloroso para ella (lo que mis colegas y yo hemos llamado llevar puestas las atribuciones de la transferencia; ver Lichtenberg, Lachmann y Fosshage, [1992]).

Amanda pareció sentirse mejor una vez que yo había escuchado, entendido y validado su experiencia (usando la perspectiva empática). Sin embargo, seguía consumida por el daño y por su particular organización de lo que pasó-esto es, que yo había ido a mirar por la venta cuando ella me estaba contando algo importante. En mi opinión, mi analizanda necesitaba darse cuenta reflexivamente de este patrón concreto de organizar los acontecimientos, junto con sus orígenes históricos, para recuperar más plenamente su equilibrio y ser poco a poco capaz de mantener una perspectiva reflexiva cuando este patrón se reactivase en el futuro.

Con este objetivo, pregunté al final de la sesión si a Amanda le gustaría escuchar mi experiencia en cuanto a qué había motivado que yo fuera a la ventana (perspectiva del self del analista). Posiblemente, la discrepancia entre nuestras experiencias fuera útil, pensé, para iluminar su visión del otro auto-involucrado, desinteresado y rechazante, y le ofreciera una perspectiva alternativa. Sin embargo, ella declinó mi ofrecimiento.

En la siguiente sesión, dos días después, Amanda repitió que no había querido escuchar mi punto de vista acerca de este incidente, y comentó penosamente, "Jim, hágame un favor, cuando yo entre en la consulta, deje su subjetividad en la puerta".

En este caso, me estremecí al sentirme controlado y negado (experiencia centrada en el otro), y pensé que, anteriormente, yo (y otros) la había sentido como controladora. Si bien algunos analistas –enfocando la situación desde una perspectiva centrada en el otro- podían haber sentido a la paciente como sádica, especialmente a la luz de la experiencia considerablemente sadomasoquista con su hermano, no percibí el tono de su afirmación como sádico. En cambio, percibí la seriedad de su requerimiento, y al mismo tiempo una nota de que reconocía lo extremo de su afirmación, hasta el punto de un absurdo casi humorístico, reconocido de forma no verbal, creo, por ella y por mí. Este reconocimiento mutuo me permitió "contener" mi experiencia centrada en el otro ("dejar ésta en la puerta") y responder principalmente desde una perspectiva empática.

Con un toque implícito de ligereza y humor, sonreí cálidamente a Amanda y le dije "Intentaré hacer lo que pueda, aunque a veces puede resultar difícil". Amanda fue capaz de escuchar que yo había captado que su subjetividad necesitaba tener prioridad en ese momento, al tiempo que le hice saber que eso era algo no enteramente factible (de lo cual, creo, ella se dio siempre cuenta). Con relax por su parte y un espacio reflexivo cada vez mayor, procedimos a focalizar en su experiencia y lo precario que Amanda creía que era mi interés hacia ella.

Al momento, caí en la cuenta de lo que estaba pasando cuando Amanda se sintió abrumada por mi subjetividad (una perspectiva empática combinada simultáneamente con mi experiencia centrada en el otro de sentirme como el otro intrusivo). Entonces interpreté con suavidad: "Creo que entiendo que cuando hago algo de repente, como ir hacia la ventana, o traer mi punto de vista subjetivo, parece como si yo estuviera ocupando todo el espacio aquí dentro, que no queda sitio para Vd., para sus pensamientos y deseos, y me parece que Vd. debe haberse sentido exactamente así con su hermano".

De este modo, reconocía mi contribución a la experiencia de la paciente, apuntaba que ésta había activado un patrón experiencial (de organización) primario, y relacionaba su resonancia con sus orígenes históricos. Amanda se relajó apreciablemente en este momento, reconociendo que pensaba que yo tenía razón. Nuestra comprensión empática se había profundizado enormemente con mi compresión inicial de que se sentía herida y rechazada por  mí.

Poco después, Amanda sonrió y dijo, "Ahora puede decirme qué fue, para Vd., lo que pasó con la ventana". Sintiéndose mirada y comprendida, pudo avanzar y dejar entrar mi subjetividad (la perspectiva del self del analista) sin sentirse amenazada de que yo la tratase como lo había hecho su hermano. Su ofrecimiento cálido y directo desencadenó en mí una perspectiva empática y simultáneamente evitó la activación de una perspectiva centrada en el otro (por ejemplo, un sentimiento de ser controlado).

Una vez más, el ofrecimiento de la analizanda fue un factor primordial para provocar la perspectiva de escucha del analista. Cuando un analizando está abierto y es vulnerable, como era el caso aquí, generalmente se provoca una perspectiva empática en el analista. En este caso, le expliqué a Amanda que me había sentido incómodo por el calor, había dado por hecho que a ella le sucedía lo mismo –puesto que ella solía ser más calurosa que yo- y dado que había pensado que interrumpiría más si le preguntara de antemano, había ido en silencio a la ventana para abrirla y ajustar la ventilación. Ella sonrió y se sintió reasegurada al entender lo que pasó de un modo mucho menos doloroso y rechazante. Airear las discrepancias en nuestras experiencias iluminó más la organización particular de la paciente, y sirvió de base para establecer una perspectiva alternativa.

Varios meses después, Amanda recordó de repente que su madre a menudo miraba por la ventana, ajena a todo lo que la rodeaba. Este recuerdo ofreció un fragmento histórico adicional importantísimo, que cerró el lazo, como si dijéramos, para entender las particularidades de esta experiencia organizada tal como se había vuelto a actuar en la relación analítica.

La influencia de los modelos teóricos

Además de las diferentes perspectivas de escucha/experiencia, los modelos teóricos afectan profundamente la experiencia y la construcción del analista. Aun cuando los analistas intenten escuchar desde una perspectiva empática, los modelos pueden dar forma sustancialmente a la comprensión y explicación que hace un analista de la experiencia del analizando. Una divisoria teórica clínicamente potente, por ejemplo, es la formulación de las articulaciones de un analizando como un deseo infantil, como una demanda controladora, auto-saboteadora, o como una necesidad evolutiva.

Consideremos el deseo incesante del amor del analista por parte de un analizando que se formula como un deseo infantil, un deseo irreal y que ya no resulta apropiado para un adulto, el objetivo terapéutico pasa a ser el reconocimiento y aceptación de esto por parte del analizando, y, en último lugar, su renuncia al deseo. Si el analista, utilizando un modelo diferente y añadiendo la experiencia centrada en el otro, formula el deseo incesante del analizando como una demanda controladora, auto-saboteadora, la tarea terapéutica es que el analizando llegue a darse cuenta del impacto autoderrotante de sus demandas interpersonales, para renunciar o negociar –dependiendo del modelo- más exitosamente sus deseos.

Y, finalmente, si el analista formula el deseo incesante de amor por parte del analizando como emanando de una experiencia relacional temática pasada que ha frustrado su necesidad evolutiva, la tarea analítica es legitimar la necesidad de ser amado y sentirse digno de amor, e iluminar la propensión del analizando a sentirse no amado basándose en una experiencia pasada. Esto permite al analizando desactivar gradual y reflexivamente ese patrón de organización de modo que, a su vez, analizando y analista puedan co-crear suficientemente la experiencia evolutivamente necesitada de sentirse amado y digno de amor, y que el analizando pueda integrar esto en su experiencia del self.

En la última formulación, el analista, en mi opinión, necesita integrar la perspectiva centrada en el otro con la perspectiva empática, e interpretar cómo las expresiones desesperadas del analizando en busca de amor -que transmiten implícitamente un intenso deseo, así como el temor a no ser amado- pueden ser fácilmente vividas por los otros como demandas, y pueden desencadenar aversión. En este sentido, analista y analizando pueden empezar a dar sentido a la experiencia relacional actual.

Conclusión

He propuesto que todos los analista utilizan de forma variable la escucha empática en sus esfuerzos por comprender el mundo experiencial del analizando, la tarea analítica fundamental. He sostenido que la escucha empática, creando un espacio reflexivo seguro, reduce en realidad las barreras defensivas y naturales e incremente la fluidez entre el procesamiento inconsciente y el consciente. Si bien la perspectiva empática de escucha/experiencia, en mi opinión, es el fulcro del trabajo analítico, se requieren también otras perspectivas de escucha/experiencia para ofrecer una gama de datos con los que poder mejorar una comprensión global del analizando.

He propuesto que los analistas necesitan usar conscientemente la oscilación experiencial continua entre tres perspectivas de escucha/experiencia –la perspectiva empática, la centrada en el otro y la del self del analista-  para entender la experiencia del analizando "desde dentro". Esto, a su vez, permite una comprensión de las interacciones y patrones de organización problemáticos del analizando  que estorban a las relaciones, así como de los cambios dentro de esos patrones, y apreciar quién está aportando qué en el interjuego analítico momento a momento. Evaluar qué intervenciones serán facilitadoras para el analizando en un momento dado, creo, requiere una perspectiva empática primordial en el intento de anticipar y comprender los significados que una intervención determinada puede tener para el analizando.

También he sostenido que el uso, por parte del analista, de una perspectiva empática primordial, combinada con el uso frecuente de la perspectiva centrada en el otro y la perspectiva de escucha del analista a sí mismo, fomenta el uso de la subjetividad del analista, incrementando su capacidad para escuchar y responder al analizando al facilitar el proceso analítico así como la expansión y desarrollo psíquicos del analizando.

Además de las perspectivas de escucha, los modelos psicoanalíticos ofrecen comprensiones fundamentalmente diferentes y a menudo incompatibles de la experiencia humana. El pluralismo de modelos psicoanalíticos nos ofrece hoy muchas elecciones exploradoras y explicativas, y nuestras decisiones acerca de éstas impactan profundamente nuestra escucha empática y nuestras construcciones interpretativas.

 

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Traducción: Marta González Baz
Revisión: Mª Dolores J. Díaz Benjumea