aperturas psicoanalíticas

aperturas psicoanalíticas

revista internacional de psicoanálisis

Número 043 2013

Presentación del enfoque Modular Transformacional de H. Bleichmar desde la perspectiva de su ubicación dentro del panorama teórico del psicoanálisis actual

Autor: Jovaní Roda, Enrique
INDICE:
I. Planteamiento de los interrogantes
II. Una viñeta biográfica
III. Preparando la prueba de contraste: ¿De qué está constituido el tejido de la mente? ¿De pulsiones o de relaciones?
3.1.- Planteamiento del cisma del psicoanálisis
3.2.- La delimitación de paradigmas formulada por Mitchell
IV. Sometiendo el Modelo Modular Transformacional a la prueba del contraste.
4.1.- Introducción
a) Un planteamiento -diferente al de Mitchell- de los problemas que aquejan al psicoanálisis y de las soluciones que requiere.
b) La aplicación de la prueba del contraste.
c) Ruptura con Freud: El abandono de la concepción monádica de la mente.
4.2.- La construcción del Enfoque Modular-Transformacional.
4.2.1.- La teoría
4.2.1.1.- Los orígenes: el anclaje en Freud
4.2.1.2.- El Abandono de la Teoría Monádica
4.2.1.3.- La estructura del aparato psíquico.
A. - Introducción.
1º. Componentes del aparato psíquico.
a. Los contenidos o temáticas.
b. Las localidades psíquicas.
c. Lo transformacional: Las operatorias.
2º. La estructuralización de la experiencia
B.- Explicando el modelo del Enfoque Modular-Transformacional
<1º< Dimensión: Los contenidos temáticos.
a) El concepto de pulsión.
b) El concepto de deseo.
c) El concepto de módulo motivacional.
d) El concepto de objeto
- El objeto en su función estructurante del sujeto
<2º< Dimensión: El componente estructural.
a) El inconsciente.
a.1. – Transformación de “El inconsciente” de Freud “Lo inconsciente” en Bleichmar
<3º< Dimensión: Dimensión circulatoria. Lo transformacional.
V.La aplicación clínica.
5.1. Introducción
5.2. Viñetas clínicas
Vi.Respondiendo a las preguntas.
VII. Síntesis final.
 
i. Planteamiento de los interrogantes
¿Quién es teóricamente Hugo Bleichmar? ¿Qué lugar ocupa dentro del pensamiento psicoanalítico? ¿En qué espacio teórico se mueve?
A lo largo de los años se me ha ido haciendo patente la gran dispersión de opiniones respecto a la ubicación teórica de este autor, incluso a personas que habían leído y conocían su obra: Desde que no es psicoanalista y que lo que hace no es psicoanálisis, en una época en que en la formación de los candidatos de la sociedad psicoanalítica de México se incluía su teoría sobre la depresión como texto básico de estudio; pasando por oír que era lacaniano, cuando, a pesar de tener un profundo conocimiento de este autor y valorar sus importantes contribuciones teóricas, sin embargo, siente que no le aporta en el terreno de las aplicaciones terapéuticas específicas, tan valorado por él; o que es kohutiano, siendo que, más allá del agradecimiento a este autor por sus aportaciones innovadoras, sin embargo, está en claro desacuerdo con él en la medida en que se centra exclusivamente en el narcisismo como si éste fuera el único eje rector del psiquismo y de la psicopatología; o que es relacional o incluso intersubjetivista, cuando en manera alguna puede compartir el olvido que éstos hacen de lo intrapsíquico. Junto a esta variedad de opiniones se detecta, a la vez, la presencia de visiones parciales y fragmentarias, en las que falta una visión global del modelo.
En vista de ello quiero ofrecer una visión sintética del Enfoque Modular-Transformacional de Bleichmar desde este eje: el de su posicionamiento dentro del panorama teórico del psicoanálisis actual. Mi objetivo radica en dar respuesta a las incógnitas, a ese vacío conceptual que constituye la norma, no la excepción, en el caso de Bleichmar. La expectativa supone, no sólo dar respuesta a las mismas sino, además, ofrecer una explicación comprensiva de porqué se producen. Es cierto que muchos autores resultan fáciles de ubicar; algunos, incluso, parece como si llevaran incorporada la filiación escolástica en su tarjeta de presentación; otros, en cambio, pueden resultar más difíciles de encuadrar por tener cierto grado de mistificación. Sin embargo, raramente detentan el grado de desorientación que promueve la figura de Bleichmar. ¿Por qué nuestro autor se muestra tan especialmente resistente a la clasificación? Espero, a lo largo de este trabajo dar respuesta a todos estos interrogantes, aportando, al paso, una presentación sintética y cohesiva del mismo
 ii. Una APROXIMACIÓN biográfica
Antes de adentrarnos en densidades teóricas, creo pertinente acompañar mi trabajo con una pincelada biográfica, tan de moda en la actualidad, desde que los intersubjetivistas pusieran de manifiesto que, así como las biografías de físicos, químicos o matemáticos eran irrelevantes para la comprensión de sus aportaciones teóricas, sin embargo en el campo del psicoanálisis resultaban esenciales en la comprensión de las teorías que estos autores habían desarrollado. Formado en una familia de intelectuales -que ha dado figuras tan destacadas como su hermana Silvia Bleichmar, recientemente fallecida y tan apreciada en nuestro medio y Norberto Bleichmar, también prominente psicoanalista-, quiero destacar una característica de su educación que, a mi entender, le ha acompañado a lo largo de toda su vida. Su padre, librepensador convencido, entrenaba a sus hijos en el arte de la discusión, animándoles a la confrontación de las propias ideas con las de los demás, como un modo de agudizar el ingenio y aprender el arte de sostener el pensamiento propio frente al de los demás. Creo que esto constituyó un buen aprendizaje para salir luego al mundo y orientarse debidamente en el universo de las ideas sin perder la propia posición. Y es muy posible, también, que fuera determinante en su alejamiento de las instituciones psicoanalíticas, debido al carácter cerrado y constrictivo de éstas, para así permitirse la libertad de recorrer ciencias y teorías sin limitaciones. Es en esa condición, libre de interferencias, que su pensamiento pudo generar su propio modelo psicoanalítico. Modelo amplio, abierto e integrador, que da cabida organizada a muy diferentes aportaciones teóricas. Su espíritu abierto y renovador está plasmado en las siglas y los títulos de sus obras:
- ELIPSIS o Escuela de Libre Enseñanza del Psicoanálisis, el centro privado de consulta y formación, denominación que fue adoptada como homenaje al ideario que diera lugar, hacia finales del siglo XIX, a la creación en España de la Institución Libre de Enseñanza por parte de intelectuales deseosos de un espacio libre de dogmatismos.
- FORUM: la Sociedad de Psicoterapia Psicoanalítica, creada posteriormente, pensada como lugar de foro y de discusión para los que quieren compartir este enfoque y otras ideas teórico-clínicas.
- "Avances en psicoterapia psicoanalítica. Hacia una técnica de abordajes específicos", el libro donde plasma su modelo.
- “Aperturas Psicoanalíticas”, la revista publicada por Internet, con libre acceso a todo el que quiera aprovechar sus aportaciones, que es donde vierte tanto sus nuevas producciones y las de sus colaboradores, así como una selección de las aportaciones del psicoanálisis internacional que le parecen más creativas y valiosas, generalmente en concordancia con su propia línea teórica.
Todas estas instituciones y tareas son compartidas en estrecha colaboración con su esposa, Emilce Dio Bleichmar, quien se encarga -al margen de intereses más personales como, por ejemplo, los temas de género en que es una reconocida autora feminista- de todo el desarrollo del modelos en los sectores infantil y adolescente en su integración familiar, tal como se puede comprobar en su completísimo "Manual de psicoterapia de la relación padres e hijos", publicado en 2005, en que instrumenta la formulación teórica y la aplicación clínica del modelo -formulada por Bleichmar en términos de la clínica de adultos- a la atención de la patología infanto-juvenil.
Es muy elogiable la creciente apertura de algunos sectores renovadores de la Asociación Psicoanalítica Internacional (I.P.A.) que, frente a otras posiciones más dogmáticas, conociendo concienzudamente su obra y sin requerir la más mínima modificación teórica, les han invitado a ambos a su reincorporación en la sociedad psicoanalítica y sus actividades como, por ejemplo, la destacada participación que les han ofrecido como oradores en los congresos internacionales. Claramente los tiempos han cambiado; todos conocemos cómo a algunos autores sólo a título póstumo se les ha reconocido su lugar en la historia del psicoanálisis. La apuesta teórica de Bleichmar es muy singular y poderosa y difícilmente podía pasar desapercibida en medios oficiales.
III. Preparando la prueba de contraste: PULSIONES O RELACIONES EN LA CONSTITUCION DEL TEJIDO DE LA MENTE
3.1.- Planteamiento del cisma del psicoanálisis
Dentro del psicoanálisis ocurre un fenómeno muy similar entre dos posiciones teóricas básicas que tienen que ver con la psicopatogenia, en primera instancia, y con la teoría del psiquismo, en segundo lugar, ambas íntimamente conectadas. El sector clásico, unido tradicionalmente a las instituciones del poder, estaría constituido por el saber tradicional y oficial, la ortodoxia, sostenedora de las tesis recogidas en la metapsicología pulsional del creador del psicoanálisis. En ella se postula, básicamente, que la causa y origen, tanto de la patología como de la constitución del psiquismo, proviene de desencadenantes emergentes del interior del propio sujeto (realidad interna).
En contrapartida, se encuentra el otro sector, el que se opone a las tesis del saber oficial, y que postula que las causas y el origen de la patología y de la constitución del psiquismo provienen de factores emergentes del mundo externo del propio sujeto (realidad externa).
Aunque en psicoanálisis podemos encontrar dos posiciones totalmente antagónicas, como se puede apreciar en su formulación dicotómica realidad interna vs. realidad externa, admiten, en cambio, multitud de balances y combinaciones; determinando que las diversas formulaciones de los distintos autores o escuelas teóricas terminen formando una espesa maraña difícil de clasificar. En consecuencia, para poder situar a Bleichmar habría que partir de la elemental diferenciación de si es endogenista o exogenista.
En cuanto a las fuentes de la producción de lo psíquico, tendremos que encontrar una alternativa que nos permita realizar de manera atinada dicha diferenciación. Me apoyare, por razones de eficacia, en Stephen Mitchell. En su libro “Conceptos Relacionales en Psicoanálisis. Una integración” (1988), aborda la nada fácil tarea de definir con precisión y diferenciar entre sí los dos paradigmas, el pulsional y el relacional, que mantienen escindido al mundo psicoanalítico. Utilizando su precisa diferenciación como eje demarcador de territorios teóricos donde ubicar el Modelo Modular Transformacional de Bleichmar. Sería equivalente a utilizar una prueba de contraste de laboratorio, donde un preparado específico sirve para decantar un material que se desea estudiar. En este caso, es especialmente pertinente, en la medida que ambos autores y en las mismas fechas -a finales del siglo XX- intentan resolver, cada uno a su manera, los problemas que acuciaban al mundo psicoanalítico del momento.
En este juego entre lo clásico y lo moderno, entre el mantenimiento de las inmanencias como señas de identidad y la posibilidad de cambio y de evolución sin perder lo propio, el psicoanálisis se encuentra convulsionado, frente a la disyuntiva de la adscripción a la metapsicología freudiana de las pulsiones o, en su lugar, a la incorporación al paradigma relacional, con posturas que oscilan desde la contraposición radical a todo tipo de mezclas. Creo que no sería aventurado decir que esta escisión –que recorre de arriba abajo el pensamiento psicoanalítico actual- nos concierne a todos y cada uno de los que lo practicamos; voluntaria o involuntariamente, queriéndolo o no, estamos involucrados en ello. Tal como plantea Mitchell, las nuevas maneras de relacionarse con el paciente entran en la consulta de los clásicos, así como la actitud clásica de la neutralidad y distancia permanece en quienes se han adscrito a teorías innovadoras. No importa con qué grado de adscripción ni con qué grado de coherencia lo asumamos, lo cierto es que nos afecta a todos.
Pero además, esta cuestión hunde sus raíces en el nacimiento mismo del psicoanálisis; y no ya en la discusión que Ferenczi u otros sostuvieran con distinta fortuna con Freud, reclamándole la importancia y significación del objeto y la realidad externa, sino antes incluso, en el debate interno del propio creador del psicoanálisis por decantarse hacia una psicopatogenia exógena o endógena, eje nuclear de la teoría psicoanalítica; Freud terminó decantándose hacia la hipótesis endogenista; acabó por "no creer a sus histéricas" -abandono de la teoría del trauma por seducción externa-, para inclinarse a favor del origen interno de la patología. El pecado, causante de todo el sufrimiento y la patología neurótica posterior, no radica, a partir de este momento, en la acción seductora de una figura parental a la cual se le pueda atribuir su culpabilidad: ahora se trata de un pecado original, de algo interno, una fijación libidinal, más o menos constitucionalmente determinada, por la cual no se puede culpar a nadie más que a uno mismo. El cambio de perspectiva es radical: se toma el punto de vista exactamente opuesto al inicial. Es como situarse en las antípodas para leer el mismo fenómeno.
¿Qué le sucedió a Freud para dar este giro copernicano? Podemos pensar en las distintas presiones a las que estaba sometido como, por ejemplo, la necesidad de conseguir un crédito científico que la clase médica dominante se mostraba reacia a otorgarle. Por un lado, pendía sobre su cabeza la espada de Damocles del riesgo de escándalo, ante la denuncia de tantos padres perversos en la puritana sociedad vienesa, que miraba con recelo aquella dudosa teoría pansexualista. Por otro lado, las veleidades de las fantasías de sus histéricas no ofrecían una base firme sobre la que apoyarse. Pero, aunque es muy difícil saber el motivo o motivos reales que le decidieron a este cambio, podría ser más bien la consecuencia directa de sus descubrimientos lo que le llevó a este cambio tan decisivo y tan grávido de consecuencias para la evolución posterior del psicoanálisis. Su investigación, tanto en su autoanálisis como en el de los pacientes, lo encaminó hacia el descubrimiento y una toma de contacto con la realidad interna como no se había conocido jamás. Quizá sería bueno que nos situáramos, para entenderle, en la perspectiva de que él estaba descubriendo un nuevo continente. Es como si estuviera expandiendo el mundo del conocimiento hacia unas latitudes nunca exploradas científicamente por el hombre. Y lo que él se encontraba allí era todo un conjunto de fuerzas activas y poderosas, con una capacidad de empuje e influencia realmente sorprendentes. La realidad interna para Freud no constituye una subjetividad o una experiencia subjetiva, a nuestro uso actual; en absoluto tiene este carácter.
En este nivel de realidad interna, de mayor rango que la realidad externa, es como debemos entender la formulación freudiana de la primera época, que luego matizara en trabajos posteriores. El inconsciente dinámico, formado por los deseos sexuales y agresivos del Complejo de Edipo y guiados por la poderosa fantasía inconsciente, congénitamente heredada, constituyen un campo de fuerzas capaces de configurar la experiencia del sujeto, pasando por encima de cuáles hayan sido los hechos reales de la historia familiar del sujeto. Esto queda claramente reflejado, por ejemplo, en lo descrito por Freud en De la historia de una neurosis infantil (1918 [1914])[1]:
Es indudable que hacia esa época el padre había devenido para él aquella persona terrible de quien amenaza la castración. […] El varoncito tiene que cumplir aquí un esquema filogenético y lo lleva a cabo aunque sus vivencias personales no armonicen con él. Las amenazas o indicios de castración que había experimentado partieron más bien de mujeres […]. En definitiva pasó a ser el padre, a pesar de todo, aquel de quien temía la castración. En este punto la herencia prevaleció sobre el vivenciar accidental […]. (Freud, 19118 [1914], p. 80)
Como podemos observar, las fantasías originarias son las que marcan lo estable y determinante en la estructuración de la experiencia del sujeto.
Para Freud, la realidad interna, o inconsciente dinámico, lo desconocido por críptico, pasa a ocupar el primer plano, mientras que la realidad externa, lo visible, ocupa el lugar de un desdibujado fondo con poco significado.
Como evidencia en la clínica, me remito únicamente al caso Schreber, al que analiza desde su deseo homosexual latente, en lugar de hacerlo, como documentó Morton Schatzman en su libro “Muerte del alma: persecución en la familia” (1973), desde el sadismo educativo paterno. Desde nuestra perspectiva actual, nos puede sorprender que a Freud se le pasaran por alto las sádicas prácticas paternas. Sin embargo sabemos, por la correspondencia con Fliess, que estaba al corriente de los enloquecidos inventos de aquél. De modo que no se le escapaba, solamente es que no constituía para él el desencadenante patológico.
Por este motivo, cuando Freud parece dar la espalda a sus histéricas, en realidad está ofreciéndoles lo mejor de sí mismo, lo que su genio creador le había deparado descubrir: que por debajo de la mayor o menor incidencia de la seducción paterna, hay otra realidad secreta, con mucha mayor influencia causal en la determinación de los síntomas: sus propios deseos de seducir a las figuras parentales expresados, no contado en el relato, sino actuados en el vínculo transferencial con el terapeuta.
En consecuencia, preparó un dispositivo coherente con su teoría. Él, con su capacidad genial, colocó al Complejo de Edipo como existente y estructurante central de la experiencia de todos los humanos. A partir de ahí, diseñó un modelo de trabajo dedicado a redescubrirlo en cada uno de los pacientes con sus características específicas. Un analista entrenado podía leerlo a partir de la interpretación del material aportado por la asociación libre, los sueños y los lapsus. No sirve lo que el paciente quiera conscientemente argumentar, reclamar o reivindicar, solamente importa lo que el método neutral, abstinente y aséptico vaya descubriendo de manera objetiva. El analista es un lector que saca la verdad desde sus propias fuentes de información, una información objetiva sobre el inconsciente dinámico que actúa dentro del paciente. Este método, presuntamente objetivo en sí mismo, constituye una garantía de rigor científico, a la vez que elimina el riesgo de denuncia de tantos padres perversos y evita las distorsiones de la fabulación histérica. Este método va a ser avalado por Freud frente a todo cuestionamiento, así proceda de la boca de Ferenczi, el discípulo predilecto, elegido para sustituirle.
Esta síntesis, casi caricatura, de la teorización freudiana, me ha interesado caracterizarla desde un principio en sus más genuinos rasgos, porque si no resulta muy difícil de entender el origen de la contraposición que provoca el cisma del mundo psicoanalítico a lo largo de su historia.
3.2.- La delimitación de paradigmas formulada por Mitchell
Este panorama ha cambiado en los últimos decenios: generaciones enteras de nuevos psicoanalistas trabajan bajo la égida de nuevos enfoques, en donde la presencia e importancia del objeto externo y la relación con él es primordial. El crecimiento de estas escuelas, así como el auge adquirido en la producción intelectual del mundo psicoanalítico, son de tal envergadura que resultan insoslayables. Como portavoz de esta tendencia aparece la figura de Stephen Mitchell, el autor más representativo del psicoanálisis relacional, que enarbola la bandera del nuevo paradigma del psicoanálisis. Él, al igual que Bleichmar, se encuentra a finales del siglo XX frente a esta dicotomía teórica y práctica del psicoanálisis actual, y también como aquél, trata de aportar su síntesis y su solución. Miembro fundador de la revista “Psychoanalytic Dialogues”, en 1991, donde se vierten las evoluciones teórico-clínicas de estas escuelas, nos define en una breve nota introductoria, en el primer número de la misma, el espacio que va cubrir la revista:
“Hay supuestos importantes que son comunes en muchas corrientes del psicoanálisis actual. `Perspectivas Relacionales´ en el subtítulo de la revista expresa nuestra creencia en que las principales tendencias del pensamiento psicoanalítico posclásico se han dedicado, cada una a su modo y en diferentes grados, a la tarea de reemplazar la metapsicología instintiva de Freud por un marco teórico que trata fundamentalmente de las relaciones entre el self y los otros”. (Mitchell, 1991, p. 5)
Mitchell es un autor al que uno lo ve capaz de sobrevolar por encima de las escuelas y autores, discerniendo similitudes y diferencias y logrando de este modo visiones de síntesis de gran coherencia. Su libro “Conceptos Relacionales en Psicoanálisis. Una Integración”, publicado en 1988, constituye el máximo exponente de esa capacidad integradora. La apertura del prólogo la constituye el planteamiento contundente de la escisión que recorre el psicoanálisis actual, así como el desafío de su resolución. Lo expone así: (en una cita larga que yo voy a ir glosando, con comentarios con sangrías mayores de lo habitual).
“Las interrogantes más urgentes de la teoría y la práctica contemporáneas del psicoanálisis son: ¿qué relación guardan entre sí las numerosas escuelas y tradiciones psicoanalíticas? ¿Es armónica esta relación? Si lo es, ¿de qué manera? Y si no, ¿por qué? De una u otra forma, estas interrogantes apremian (y con frecuencia entusiasman) a todos los miembros de la comunidad psicoanalítica […]” (p. 9)
Vemos cómo Mitchell, con un discurso lógico bien entramado, comienza con el planeamiento del problema para pasar a continuación a resumir el tipo de soluciones más o menos parciales o insatisfactorias que se han tomado hasta ahora, y dar paso luego a la solución más abarcadora que él va a proponer:
“[…] Las dos tácticas más populares para habérselas con la floreciente heterogeneidad de las escuelas psicoanalíticas han consistido en adoptar sólo una teoría […], excluyendo todas las demás, o bien en aceptar todas las teorías en el más amplio eclecticismo.
La ortodoxia (sea cual fuere) parte de la hipótesis de que sólo existe un camino psicoanalítico verdadero; gracias a alguna definición arbitraria, se excluye a todos los demás. El eclecticismo parte de la hipótesis de que todas las teorías son verdaderas o útiles y de que es posible creer en diferentes teorías y aplicarlas simultáneamente a diferentes pacientes, o al mismo paciente en diferentes momentos. La ventaja de utilizar sólo una teoría es la continuidad y la sencillez; la desventaja, la pérdida de riqueza y abundancia que se obtienen al aprovechar las demás tradiciones. La ventaja del eclecticismo es el cúmulo de lo que abarca; su desventaja, la falta de rigor conceptual […].
Una tercera táctica respecto de la heterogeneidad psicoanalítica -y es la que caracteriza a este volumen- consiste en efectuar una integración selectiva. Desde este punto de vista, se considera que todas las teorías y tradiciones enriquecen el campo de la búsqueda analítica y que sus aportaciones son valiosas; que en algunos aspectos son compatibles con las demás, y que en otros se excluyen entre sí. Es menester no conservar sencillamente estas diferentes aportaciones dentro de un ecumenismo que lo abarque todo, sino integrarlas con sentido crítico: ¿en qué caso pueden aplicarse las mismas teorías? ¿En qué casos es necesario dar a los diferentes conceptos un marco nuevo y más amplio que los incluya? ¿En qué casos son incompatibles?” (Mitchell, 1988, p. 9-10)
Tal como habíamos dicho, tras citar las modalidades de solución ensayadas hasta el momento y valorar sus ventajas e inconvenientes, propone una tercera solución, la suya, más integradora y capaz de rescatar ventajas de una y otra de las soluciones anteriores. Sin embargo, no cierra el ciclo lógico del pensamiento con la integración final esperada. En su lugar añade un paso intermedio para discernir los dos paradigmas en litigio:
“[...] En la evidente confusión conceptual del psicoanálisis contemporáneo hay dos perspectivas amplias y opuestas: la teoría freudiana de las pulsiones y un conjunto de teorías (entre ellas la teoría británica de las relaciones objetales, el psicoanálisis interpersonal y la psicología del self) derivadas de una serie de premisas a las cuales Jay Greenberg y yo hemos llamado modelo relacional. La teoría de las pulsiones constituye una unidad, es amplia y obsoleta, y se conserva fielmente como un sistema de creencias en torno al cual se acomodan las ideas innovadoras sin descartar los principios tradicionales. Este procedimiento tiende a impedir y distorsionar las innovaciones y a mantener la teoría a cierta distancia del modo en que piensan y trabajan la mayoría de los especialistas contemporáneos.
Por otra parte, la teoría de las relaciones es fragmentaria y dispersa, y ha sido elaborada por escuelas psicoanalíticas que se consideran opuestas a las otras, más que complementarias. Si bien la teoría de las relaciones es mucho más congruente con la manera en que la mayoría practica el psicoanálisis y la terapia psicoanalítica, nunca se le ha dado un marco teórico amplio y coherente. El propósito de este libro es efectuar dicha unificación […]”. (Mitchell, 1988, p. 10)
Comprobamos cómo, tras describir las dos perspectivas amplias y opuestas, su modo de integración selectivo consiste en unificar las escuelas de tradición relacional bajo un mismo marco teórico que pueda oponerse y sustituir al "obsoleto" paradigma anterior. Acusa, por un lado, la falta de honestidad de los psicoanalistas clásicos que adoptan los postulados relacionales en su práctica clínica sin declararlo, interfiriendo así el avance científico, mientras que lamenta, por el otro, el déficit teórico del que adolece el psicoanálisis relacional frente a la bien estructurada teoría freudiana. El propósito de este libro consiste en suplir dicho déficit, o sea, construir la arquitectura del paradigma relacional para culminar la tarea del relevo paradigmático.
No hay duda, viendo estos planteamientos, que el sector de la oposición, el que avala la realidad externa, ha dejado de asumir el papel de la Cenicienta recluida en los sótanos del edificio del psicoanálisis, amenazada incluso, en ocasiones, de expulsión. Más bien, por el contrario, cobrando nuevo vigor a partir de su rápido y poderoso desarrollo actual, se levanta con el desafío de ocupar el lugar de dueño de la casa y, desde esa posición, ofrecer, en todo caso, la posibilidad de acomodo para el dueño anterior. Esta posición se ve claramente reflejada en el siguiente texto:
En el primer capítulo establezco la “matriz relacional” como marco organizativo para reunir teorías aparentemente distintas del modelo relacional e integrarlas en una perspectiva más completa y más amplia. En el capítulo 2 pondero la posibilidad de que la teoría pulsional pueda incluirse también en este marco. El desarrollo que Freud dio a esta teoría pulsional, y su lucha (así como la lucha de los teóricos contemporáneos) por incluir los conceptos relacionales en el modelo pulsional, ilustran lo que está en juego cuando decidimos combinar o no los modelos pulsionales con los modelos relacionales”. (Mitchell, 1988, p. 27). (la negrita es mía).
Se observa en este punto que la postura de Mitchell es contundente, muy al estilo de su carácter de enfrentar los desafíos; claramente se muestra dispuesto a derrocar y sustituir, aunque no destruyendo y eliminando, sino acogiendo e integrando, "si es posible", al dueño anterior.
Su siguiente paso consiste en definir y discriminar con finura cada uno de los dos paradigmas enfrentados. En la página 13, de la obra antes citada, define así el primero:
“La teoría de Freud sobre las pulsiones presenta una visión pujante de la naturaleza y la experiencia humanas; nos define como un conglomerado de tensiones asociales y físicas representado en la mente por urgentes deseos sexuales y agresivos que pugnan por expresarse. Vivimos en el choque de estos deseos con las exigencias secundarias y más superficiales de la realidad social; nuestro propio razonamiento se deriva de estas energías primitivas y animales y constituye una transformación de los mismos. La mente está compuesta de complejos y elegantes acomodos entre la expresión de los impulsos y las defensas que los controlan y canalizan. La búsqueda analítica clásica implica el descubrimiento de los impulsos infantiles instintivos y la posterior renuncia a ellos […]”. (Mitchell, 1988, p. 13)
A continuación, le contrapone el nuevo paradigma:
“Las teorías del modelo relacional [...] no nos describen como un conglomerado de impulsos de origen físico, sino como si estuviéramos conformados por una matriz de relaciones en la cual estuviéramos inscritos de manera inevitable, luchando simultáneamente por conservar nuestros lazos con los demás y por diferenciarnos de ellos. Según este punto de vista, la unidad básica de estudio no es el individuo como entidad separada cuyos deseos chocan con la realidad exterior, sino un campo de interacciones dentro del cual surge el individuo y pugna por relacionarse y expresarse. El “deseo” siempre se experimenta en “el contexto de la relación”, y este contexto define su significado. La mente está compuesta de configuraciones relacionales. La persona sólo es inteligible dentro de la trama de las relaciones pasadas y presentes. […] Desde este punto de vista, la figura siempre está “en” la trama y las hebras siempre están en la figura (mediante las identificaciones e introyecciones)” (Mitchell, 1988, p. 14).
Como se puede constatar, estas dos definiciones son las que configuran el título de este epígrafe: el discutir de qué textura está hecha la mente, si de pulsiones o de relaciones. Desde cada paradigma se proclama que el factor realmente creador de la experiencia psíquica es el que cada uno de ellos preconiza, y que proviene de una u otra orilla de la mente, desbordando sobre ella y configurándola con sus propias estructuras a su imagen y semejanza.
Más adelante, da una nueva vuelta de tuerca a la discriminación de los paradigmas, en cuanto a la categoría de monádico o diádico de cada uno de ellos:
“Para Freud, la mente es fundamentalmente monádica; desde dentro puja algo que forma parte de ella, que está ensartado y estructurado en ella. Para Freud la mente surge en forma de presiones endógenas. Para las teorías del modelo relacional, la mente es fundamentalmente diádica e “interactiva”; por encima de todo la mente busca el contacto, el engranaje con otras mentes. La organización y las estructuras psíquicas se construyen a partir de los modelos que conforman estas interacciones.” (Mitchell, 1988, p. 14-15)
No quiero despedirme de Mitchell sin salir al paso de una objeción importante. En la necesidad de ser conciso, puedo haber dado la impresión de dejarlo en el lugar de alguien muy simplista. Nada más lejos de la realidad. Él mismo nos aclara:
“Estos dos puntos de vista teóricos no son dicotómicos y discontinuos, sino que coinciden ampliamente. Las teorías monádicas convincentes como la de Freud no son ingenuamente solipsistas”. (Mitchell, 1988, p. 15)
Nos explica entonces que “las presiones internas tratan de expresarse en el medio” social encontrando allí “gratificaciones, callejones sin salida e interacciones” (p. 15).
Algunas de las soluciones a estas conflictivas pasan por la “internalización selectiva del mundo interpersonal mediante identificaciones, introyecciones, etc.” (p. 15), con lo cual nos muestra la capacidad de incorporación de lo social por la teoría pulsional. “De la misma manera, las teorías relacionales no son ingenuamente ambientales. Se entiende que la experiencia se estructura mediante la interacción, aunque la persona participa mucho en ella con su temperamento, con hechos y procesos corporales, con respuestas fisiológicas y modelos distintivos de regulación y sensibilidad”. (Mitchell, 1988, p. 15)
Insiste en que, más allá de la capacidad de uno y otro paradigma de incursionar en el territorio del otro, lo que define la distinción es desde qué lado cree uno que se estructura la experiencia. A continuación nos dice:
“La distinción entre la teoría monádica de la mente y la teoría interactiva y relacional de la mente (que a veces se define más como la psicología de una persona frente a la de dos personas [...]) es definitiva para señalar las diferencias de los conceptos psicoanalíticos, para definir lo nuevo de las teorías contemporáneas y cómo esto difiere de lo anterior […].
“[…] Si bien todas las teorías psicoanalíticas contienen tanto rasgos monádicos como diádicos, cada una de ellas por fuerza refuta uno u otro lado de esta dicotomía al asignar la fuente de la estructuralización de la experiencia y la conformación del significado, y la elección es fundamental. O se considera la interacción en el contexto de la expresión de fuerzas o presiones ya establecidas, “o bien” se considera que el contenido mental se expresa y configura en el contexto del establecimiento y la conservación de las relaciones con los demás. O se considera que el significado psicológico es inherente y que se lleva al campo de las relaciones, “o bien” que se gestiona por medio de la interacción”. (la negrita es mía). (Mitchell, 1988, p. 16)
Aún quiero añadir algo a los recaudos en cuanto a simplificar a Mitchell, que matiza muy bien en una frase suya referida al paradigma pulsional: "No se crea que queremos tirar la cuna con el niño que lleva dentro", significando así que no van a tirar por la borda los avances clínicos aportados por los antecesores, sino solamente el paradigma. Todo lo cual nos obliga a "hilar fino" a la hora de discriminar posiciones. Creo que así queda patente la sofisticación del autor para quien recomiendo su lectura directa.
Pongo, ahora sí, fin a este epígrafe agradeciendo una vez más a Mitchell su inestimable ayuda con la fina y precisa delimitación de paradigmas que nos ofrece.
IV. Sometiendo el Modelo Modular Transformacional a la prueba del contraste.
4.1.- Introducción 
a) Un planteamiento -diferente al de Mitchell- de los problemas que aquejan al psicoanálisis y de las soluciones que requiere.
Por la misma época de Mitchell, Bleichmar también piensa que el psicoanálisis adolece de importantes problemas que requieren urgente solución. Ambos autores presentan similitudes como: la apertura desde el modelo psicoanalítico clásico hacia nuevos modelos de abordaje clínico; o en el esfuerzo por sobrevolar autores y escuelas en un minucioso escrutinio selectivo de similitudes y diferencias, orientado al logro de grandes síntesis integradoras que resuelvan la dispersión de la Torre de Babel del mundo psicoanalítico. Sin embargo, ya desde el propio diagnóstico de cuáles son los problemas que aquejan al psicoanálisis, así como en la elección de las medidas a adoptar para resolverlos, se manifiestan sus profundas divergencias.
Bleichmar ni siquiera menciona la polémica cuestión del enfrentamiento de paradigmas, que tan poderosamente involucra a Mitchell. Para Bleichmar, simplemente no entra en el horizonte de sus preocupaciones ni menos de su dedicación.
Los problemas que destaca Bleichmar tienen que ver únicamente con cuestiones epistemológicas, con problemas del "modo de pensar y de procesar" el funcionamiento de los procesos psíquicos. Para él, la Torre de Babel procede más bien de una falta de disciplina y sistematización de la teoría psicoanalítica. Para ello aporta una modalidad de procesamiento mental que promueva y oriente la investigación dentro del psicoanálisis en una dirección más ágil, precisa y eficaz de lo que ha sido hasta ahora el devenir de su producción teórico-clínica. El modo de integración teórica que logra lo aborda por medio de una incorporación epistemológica -un nuevo modo de procesamiento mental- para pensar y sistematizar la teoría psicoanalítica
Bleichmar, del mismo modo que otros autores, incluido el mismo Freud, se apoya en el substrato epistemológico que se ha mostrado eficaz en la evolución de otras ciencias, para, desde ahí, desarrollar la propia teorización. Profundamente impresionado por la importancia de los postulados epistemológicos que se desprendían de los descubrimientos de la química moderna, decidió incorporarlos a su formulación teórica. Su fascinación provenía del modo en que las primitivas categorías aisladas y estancas con las que la química había clasificado, en una primera aproximación, a las distintas formaciones de las sustancias químicas, hubieron de ser sustituidas por una concepción totalmente novedosa. En cuanto se descubrieron los átomos -los elementos simples de los cuales dichas sustancias estaban compuestas- se comprobó que cada una de aquellas substancias no eran "esencialmente" diferentes de las demás; ellas estaban compuestas por los mismos átomos, de tal modo que la diversidad de substancias no dependía de la diversidad de átomos intervinientes, sino de las diferentes articulaciones y combinaciones de los mismos. Éste era el postulado epistemológico decisivo que se hacía patente: Nuestra lógica primera -la que sostendría que sustancias diferentes estarían compuestas de elementos diferentes- quedaba controvertida por la lógica deducida de la observación empírica; era la "propiedad emergente" -así se terminó denominándola-, la que surgía de la combinación de elementos, pero que no existía anteriormente en la simple suma de las partes, lo que daba origen a las distintas sustancias.
Este es el principio que va a inspirar a Bleichmar en la construcción de su modelo: Las configuraciones de las categorías psicopatológicas que, en una primera aproximación, tanto la psiquiatría clásica como el psicoanálisis había definido como unidades en sí mismas, ahora deberían verse y estudiarse como formaciones -propiedades emergentes- de un suelo básico, constituido por un número, todavía no determinado, de elementos simples que, en su combinación y articulación darían lugar a ellas. Jamás un cuadro psicopatológico dependería de uno o unos pocos elementos o principios generadores, sino de la articulación de estos en el conjunto de los demás. Del mismo modo, los cuadros psicopatológicos pueden deslizarse imperceptiblemente de unos a otros en la medida que van variando las articulaciones entre componentes. De este modo da lugar Bleichmar a la nueva configuración de la psicopatología basada sobre el modelo de la nueva configuración que adoptó la química moderna en la formación de las distintas sustancias que dieron lugar a la vida en el planeta. Todo esto esta recogido en las formulaciones del pensamiento complejo de Morin
Veamos directamente las citas que hace de él Bleichmar en su obra “Avances en psicoterapia psicoanalítica” (1997) nos señala:
“Frente a estos tipos de pensamiento simplificante, sea el de las categorías abstractas o el del empirismo, se halla lo que se ha dado en llamar el “pensamiento complejo” (Morin, 1977), que busca entender los sistemas en base a la articulación de componentes, articulación que no responde a propiedades ahistóricas debidas a leyes de estructura -como sostuvo el estructuralismo logicista-, sino que se produce mediante procesos que se van encadenando en redes seriales y en paralelo, procesos en los que mediante transformaciones se crean propiedades emergentes, en que hay retroacciones sobre las partes, en que dominan los fenómenos denominados “recursivos”. Éstos vuelven a regenerar, sin que haya jamás vuelta exacta a lo mismo, la organización del sistema, en que el azar interviene haciendo que algunas combinaciones tengan lugar y dejando en el camino las que siendo una posibilidad no han devenido en una actualización de esa potencialidad. Pensamiento complejo que adquiere como forma de particularización en el estudio del psiquismo lo que se conoce como modularidad, concepción que establece que el funcionamiento del mismo no depende de unos principios uniformes que trascenderían a todas partes sino de la articulación compleja de sistemas de componentes cada uno con su propia estructura, contenidos y leyes de funcionamiento. …”
Es Lichtenberg (1989, 1992) el que más ha insistido en psicoanálisis sobre la importancia de entender el funcionamiento psíquico como integración de sistemas motivacionales diferenciados, separables, articulados, existiendo una “…organización jerárquica para la formación y funcionamiento de cada uno de los sistemas. También consideramos la relación entre los sistemas, su tensión dinámica y la variación en la dominancia jerárquica entre ellos” (1992, pág. 35, cursiva en el original). Concepción sobre la articulación de sistemas motivacionales diversos que ya Stern (1985) había formulado claramente en sus estudios del desarrollo infantil desde una perspectiva psicoanalítica. “…Mientras que no existen dudas acerca de que necesitamos una concepción sobre la motivación, ésta tendrá que ser reconceptualizada en términos de muchos sistemas motivacionales discretos pero interrelacionados… no sirve el pensar que todos estos sistemas motivacionales se deriven de un unitario y único sistema motivacional. En realidad, lo que ahora resulta más necesario es comprender cómo estos sistemas motivacionales emergen y se interrelacionan, y cuáles tienen una posición jerárquica superior o inferior, durante qué condiciones y a qué edades” (Bleichmar, 1997, p. 238).
Por otra parte, fuera del campo del psicoanálisis, Chomsky, que convierte la modularidad en elemento clave para entender no sólo el lenguaje sino el psiquismo en general, destaca que la concepción opuesta a la que él sostiene, a la que llama “principio de homogeneidad”, continúa dominando producciones teóricas tan diversas como las de Piaget o la del conductismo de Skinner (Chomsky, 1984, págs. 15-16). Defensa decidida de la modularidad que se apoya sólidamente en la evidencia que se va abriendo en la actualidad sobre el conocimiento de cómo funciona el aparato psíquico, y que permite afirmar a Damasio: “…Nuestro robusto sentido de integración mental se crea a partir de la acción concentrada de sistemas a gran escala mediante conjuntos sincronizados…” (Damasio, 1994, pág. 97). Es decir, no uno o unos pocos principios organizadores definidos como punto de partida sino integración, acción concentrada, sincronización de subsistemas, que, al no derivar unos de los otros y teniendo origen propio, se van encontrando en el proceso de articulación”. (Bleichmar, 1997, p. 14-15).
O sea, lo que nos aporta como solución a los problemas que afectan al psicoanálisis es una nueva manera de pensar los procesos psíquicos: No grandes leyes ni principios universales supuestamente explicativos de todo. En su lugar, "complejidad", "modularidad" e "interacción" de múltiples y discretos componentes en continuas y retroactivas redes seriales de influencia. En lugar del pensamiento deductivo desde principios universales, la progresiva formación desde abajo, por la integración de múltiples componentes que, en su interacción e influencia mutua van alcanzando la formación de unidades más complejas y de orden superior. De la misma manera que el cuerpo humano no se forma en un proceso de arriba hacia abajo por el designio de grandes principios que determinaría su composición y estructura, sino por la conjunción de diversos órganos y sistemas en acción concertada y retroactiva que da lugar a la formación de la unidad superior que constituye la persona, de igual manera el aparato psíquico y las configuraciones de los cuadros psicopatológicos resultan de la acción concertada de múltiples elementos simples y discretos entrelazados en redes seriales y en interacción que acaban por construir el conjunto total, sea de la psique, sea del síndrome, sea de la estructura de personalidad de un paciente.
Por tanto, la aportación de Bleichmar consiste, fundamentalmente, en una nueva dirección del procesamiento mental para el discernimiento y descripción de lo psíquico. No se reduce únicamente a ello; hace otras aportaciones a las que haremos referencia más adelante. Pero dichas aportaciones adicionales no hacen sino colaborar a la complementación de las configuraciones del pensamiento complejo.
b) La aplicación de la prueba del contraste.
Aclarada esta diferencia entre autores en la resolución de los problemas, volvamos al objeto de este trabajo: la decantación de Bleichmar hacia una u otra versión -endógena o exógena- de la teoría psicoanalítica. Puesto que nos habíamos propuesto ubicarlo dentro del panorama teórico internacional, veamos en primer término cómo queda situado en esta primera decantación tan central en psicoanálisis.
Una primera aproximación, un tanto elemental, a su decantación hacia uno u otro paradigma, puede consistir en el simple recuento del porcentaje de términos pertenecientes a cada uno de ellos en un texto tan central como es el de una definición del aparato psíquico.
Tomemos para ello una cita muy significativa donde ejemplifica la descripción del funcionamiento mental desde su modelo:
“A diferencia de la aproximación al problema mediante la descripción de categorías sintomales, más o menos estancas, existe otra posibilidad: considerar al psiquismo como teniendo una estructura modular articulada, delimitando las dimensiones o parámetros de examen que tomen en cuenta los múltiples sistemas motivacionales o módulos que en su interjuego ponen en movimiento la actividad psíquica, o la tienden a frenar, o la dirigen en una u otra dirección. Es decir, los sistemas que movilizan distintos tipos de deseos –de autoconservación, sexuales, narcisistas, agresivos, etc.-, y la interrelación de coincidencia o contraposición entre los mismos, los tipos de angustias –fragmentación, persecutorias, culpa, etc.-, las modalidades de defensa frente a esas angustias –intrapsíquicas o intersubjetivas-, las formas de organización del aparato psíquico –subtipos de procesamientos inconscientes y sus relaciones con los procesos preconscientes y conscientes, la organización del yo, del superyó, del self como entidades supraordinadas-, la tendencia a la agresión, las funciones compensatorias que el otro desempeña para el sujeto con el correspondiente grado de individuación o interpenetrabilidad entre partes de sus respectivos sistemas psíquicos, etc.” (Bleichmar, 1997, p. 20)
Si este texto lo analizamos desde el punto de vista de qué porcentaje de conceptos monádicos y diádicos contiene, supongo que se podría convenir en que se hallan repartidos más o menos por mitad. Esto nos ofrece ya una primera impresión de que Bleichmar no se decanta notablemente en uno u otro sentido. Pero no nos podemos quedar aquí; debemos afinar más. Y, si seguimos la lógica de Mitchell, la profundización pasaría por identificar desde qué perspectiva piensa Bleichmar la estructuración de la experiencia. Para ello entraremos en un nivel más profundo de análisis. Revisemos las categorías básicas del modelo.
Una segunda aproximación a la indagación que nos proponemos puede consistir en examinar las primeras categorías básicas sobre las que se asienta el Enfoque Modular Transformacional. En tal caso nos encontramos, en primer lugar, con los módulos motivacionales, de los cuales los dos primeros, la auto-heteroconservación y el sensual-sexual, traslucen claramente su herencia de las pulsiones de autoconservación y las pulsiones sexuales formuladas por Freud, a las que añade los módulos motivacionales del narcisismo, el apego (de Bowlby), y la regulación psico-biológica. A continuación las cinco modalidades de estar lo psíquico en lo inconsciente, como ampliación del inconsciente Freudiano; los dos tipos de inscripciones psíquicas casi superpuestas a las inscripciones de representación-palabra y representación-cosa, las operatorias inconscientes, ampliación de las leyes del funcionamiento del proceso primario, la angustia, la angustia señal, la alarma ante la angustia y las defensas, que son todas las clásicas del psicoanálisis. Creo que nadie dudará que, de ninguna manera, pueden entenderse como categorías sociales o transacciones relacionales entre el self y el objeto, propias de la concepción diádica de la mente, como dice Mitchell, sino que traslucen, modificadas, las categorías freudianas o concepción monádica -en el sentido laxo de psicología de una persona- de la mente, donde las tensiones y las motivaciones son las del individuo. O sea, que, de entrada, demuestra un fuerte anclaje en Freud, aunque no exento de modificaciones.
¿Dónde queda, pues su proclamada apertura?
Ya hemos visto que el Enfoque Modular Transformacional trasluce la teoría freudiana de la mente, de la cual toma los conceptos esenciales, pero para nada constituye una copia de la misma. Veamos las diferencias y en qué están basadas.
c) Ruptura con Freud: el abandono de la concepción monádica de la mente.
La mejor manera de formular la divergencia esencial de Bleichmar respecto a Freud es a partir del concepto de teoría "monádica" de la mente tomada sensu estricto -no en el más laxo que hemos usado hasta ahora como de una persona por oposición a la diádica, o de dos personas. No, aquí se trata de la concepción endogenista, la de la semilla o el huevo y cuyo principio fundamental postula que el ser humano, desde su nacimiento, se desarrolla por leyes de crecimiento endógeno sin participación alguna de la exterioridad, salvo la única e ineludible obligación de proveerle de las condiciones medioambientales necesarias para que este programa interno pueda germinar y desarrollarse.
Esta primera teorización freudiana, que contiene el germen de toda su teoría psicoanalítica posterior, es nítida: en su versión clínica se despliega en la metáfora del vegetal, que postula que si el médico provee las condiciones suficientes de amable cortesía e interés genuino por su paciente, y no comete errores groseros, el proceso analítico se pondrá en marcha desplegando ante sus ojos toda la policromía de la neurosis de transferencia, tal como una planta se desarrolla según las características de su programa genético, con la única condición de disponer de la tierra, el calor y la humedad necesarias. El motor, las fuerzas que desarrollan el proceso analítico serían las internas, el analista no pondría nada. En una primera etapa es un observador-interpretador objetivo de lo que se despliega a sus ojos. En la segunda, un soporte de las transferencias que el paciente va a ir desplegando sobre él, transferencias que duplican las investiduras de las figuras parentales tempranas. Su tarea en este segundo momento será la de mostrar al paciente estos "falsos enlaces" con los que ha investido su figura, para deshacer de esta modo la neurosis de transferencia, corolario de la conflictiva edípica que lo tenía atrapado.
Lo importante en esta concepción reside en que toda esta dinámica interna del paciente se despliega desde adentro y por la acción de las fuerzas internas, delante de un observador que es imprescindible, pero que no interviene en el proceso más allá de ofrecer el marco necesario. De tal modo es así que su persona no resulta relevante en absoluto; otro analista igualmente entrenado, en su lugar habría obtenido el mismo resultado.
Las mismas coordenadas rigen el desarrollo infantil y la constitución del psiquismo: Sin los cuidados de las figuras parentales el niño no podría siquiera sobrevivir, pero, dadas unas condiciones básicas de cuidado y calor humano necesario, el recién nacido "será desarrollado", por las leyes de su programa genético. Los padres, como antes el analista, no ejercen influencia alguna, más allá de proveer los cuidados normales de la crianza. Dadas estas condiciones, el bebé recorrerá el propio curso de desarrollo psicosexual en función de coordenadas internas que determinarán los puntos de fijación libidinal, las dificultades de progresión o los retornos regresivos a etapas anteriores, determinando de este modo las distintas patologías con las que después tendrá que lidiar el analista.
Aquí el concepto de "impermeabilidad” de la membrana monádica, aislante del mundo exterior, es crucial. Implica que el otro externo -ahora los padres, o el analista- van a tener un papel limitado en la constitución de las estructuras psíquicas del sujeto. Las fuerzas motrices de la construcción y desarrollo del mismo provienen de su programa genético constitucionalmente heredado. Por supuesto que hay en Freud matizaciones y momentos en que lo externo juega un papel importante, pero, en lo básico, es lo interno lo que domina.
A este efecto, la concepción autística freudiana de las primeras etapas del desarrollo del psiquismo infantil resulta absolutamente pertinente: fase del narcisismo primario en la medida en que la propia erogeneidad se inviste a sí mismo hasta tanto no se constituya, en el proceso de desarrollo, "una unidad comparable al yo" que permita desplegar los pseudópodos del investimento libidinal hacia el objeto externo. Momento delicado en el que una frustración intolerable puede hacer regresar nuevamente al sujeto hacia el repliegue narcisista, ahora secundario y patológico, de la esquizofrenia.
Indudablemente, esta concepción se encuentra en las antípodas más absolutas de la finísima relación intersubjetiva -postulada por las escuelas relacionales- en la que el bebé tiene como objetivo prioritario y casi único el de salir al encuentro "mente a mente" con sus progenitores para beber en sus fuentes los intercambios relacionales que pondrán en marcha las potencialidades de su mente suministrándole así los materiales, las hebras y los tejidos de que ésta quedará constituida. Como señala Mitchell en la obra anteriormente señalada, en la concepción de los antropólogos modernos lo humano está constituido por el compromiso social, y es en este medio ambiente emocional-relacional-social, donde el lenguaje y el cerebro humano se van desarrollando a la par. En ese medio es donde beben y se forjan al mismo tiempo, las nuevas mentes infantiles interiorizando, mientras interactúan, la red de conexiones vinculares externas que ahora pasarán a constituir las "fibras" o las "hebras" -los materiales- de los cuales está hecha: "La mente es relacional por naturaleza" (Mitchell, 1988, p. 29-30).
Desde esta perspectiva, opuesta a la anterior, lo central en la situación clínica será la relación con el analista, así como en la constitución del psiquismo, la relación con las figuras del medio ambiente familiar, o sea, básicamente las figuras parentales.
Lamentablemente habremos de reconocer los psicoanalistas que no deja de producirnos un impacto perturbador el constatar cómo se nos da, dentro del marco de una misma disciplina, una oposición tan extrema entre dos teorías que supuestamente se arrogan la explicación de algo tan fundamental como es el saber de qué está constituida la estructura esencial de la mente, recabando, a la vez, ambas, el crédito de la credibilidad científica. Sin duda nos obliga a una reflexión autocrítica importante.
Bien entendido que el abandono de la teoría monádica "sensu estricto" no supone abandonar la teoría monádica en sentido laxo -como psicología de una persona frente a la diádica o de dos personas-; lo único que Bleichmar hace es eliminar de la concepción monádica el segmento más endogenista del que hemos hablado anteriormente.
Entonces, ¿el abandono de esta teoría monádica sensu estricto por parte de Bleichmar va a suponer que pase a abrazar las tesis relacionales? No nos queda más remedio que emprender el más refinado seguimiento de la estructura nuclear de su modelo para ir cotejando de qué orden son y de dónde proceden los materiales -los hilos, hebras o ladrillo en el lenguaje de Mitchell- que utiliza para construir la estructura del aparato psíquico según el Enfoque Modular-Transformacional.
4.2.- La construcción del Enfoque Modular-Transformacional.
4.2.1.- La teoría
Hasta este momento espero haber sembrado la duda en el lector que hubiera encasillado a Bleichmar de manera intuitiva en cualquier escuela psicoanalítica. Pero, para ubicarlo necesitamos de un conocimiento mínimo de la estructura teórica del modelo, en primer lugar, así como de una somera ejemplificación de sus aplicaciones clínicas, en segundo término. La primera la abordaremos a continuación en este mismo epígrafe, mientras que la segunda ocupará el contenido del apartado V. Por la limitación espacial del articulo me veré obligado a prescindir de la explicación de determinados sectores. Un apoyo importante consistirá en el refuerzo que supone contar con una muy buena obra de síntesis del modelo, de relativamente reciente aparición, realizada por los doctores José Antonio Méndez y Joaquín Ingelmo "La psicoterapia psicoanalítica desde el Enfoque Modular-Transformacional" que lleva por subtítulo "Introducción a la obra del Dr. Hugo Bleichmar"[2], que se ha convertido en el libro de texto oficial en los cursos de formación en el modelo, y al que remito desde ya para la aclaración y/o ampliación de los distintos conceptos y temas que iré exponiendo a lo largo de este trabajo.
Plantearemos a continuación una visión de síntesis donde predomine la idea del conjunto, destacando las articulaciones e influencias entre los distintos componentes, destacando sus conexiones.
Los fines y objetivos:"Hacia una técnica de intervenciones específicas".
Este subtítulo de su libro "Avances en Psicoterapia Psicoanalítica", obra en la que presenta su modelo, nos da idea de la importancia que cobra este propósito en el diseño y configuración del mismo. Ya en el propio subtítulo proclama claramente el por qué y el para qué de su creación: El dar entrada en el tratamiento psicoanalítico a una pluralidad de intervenciones en función de las variadas necesidades de los pacientes. No se trata de una teoría psicoanalítica que, a posteriori, trate de adaptarse a la aplicación de una mayor o menor variedad de intervenciones clínicas, sino que, desde el propio origen en la mente de su creador, está pensado para este fin. De este modo, tanto el diseño de la estructura del psiquismo en la teoría, como la singular configuración de los cuadros nosológicos en la psicopatología, así como las concepciones de la teoría de la cura, y la diversidad de aplicaciones clínicas en la técnica, están todas especialmente configuradas e internamente articuladas, de modo tal que la versatilidad a la que se aspira al final imprime, de algún modo, su carácter a todos las anteriores.
Bleichmar, cuando habla de intervenciones específicas, piensa en el paciente concreto y en su demanda explícita de resolución del problema o problemas que le aquejan.
Este interés en el paciente se concretiza en una aproximación específica a él, a su individualidad y singularidad lo más genuina posible. Como ya hemos mencionado, Bleichmar está en desacuerdo con la aplicación de un único y mismo método para todos los pacientes. Postula que los pacientes se despliegan en un amplio abanico de manifestaciones psicodinámicas y clínicas. Si nos aproximamos a observar las constelaciones de su psiquismo, constatamos inmediatamente -nos dice- que, lo que para unos constituye la manera habitual de proceder, para otros constituye una realización casi inalcanzable, en razón de que el imaginario sobre sí mismos, sobre los demás y la manera de entender la realidad puede ser diametralmente opuesta.
Si son tan diferentes -se pregunta-, si llegan a nuestra consulta inmersos en constelaciones emocionales tan divergentes, ¿por qué los tratamos de la misma manera? Si uno sufre de narcisismo, de tal modo que percibe sensitivamente la realidad envolvente en términos de lo validante o desvalorizante para su autoestima, mientras que otro solamente detecta las figuras de apego que le pueden amparar, así como un tercero va buscando culpables en los que proyectar su propia culpa, o víctimas sobre las que ejercer su omnipotencia vengativa, mientras que otro va buscando necesitados de apoyo para así apaciguar sobre ellos su conciencia de culpa, en una gran variedad y diversidad de funcionamientos y sintomatología, ¿por qué no prestamos a cada paciente una atención terapéutica específica acorde a su patología?
Bleichmar piensa que no se puede tratar del mismo modo a personas tan diferentes y con afecciones tan distintas. El paciente preso de un ataque de pánico, requerirá una buena dosis de clarificación conceptual que le ayude a salir de la indefensión, del caos confusional en que se encuentra, acción terapéutica que resultará, en cambio, contraproducente en el caso de un paciente intelectualizador. Hasta ahora este tipo de recaudos los han resuelto los analistas entrenados como simples cuidados interpretativos fruto de una praxis que se transmite como un saber artesanal, vía supervisión, que va acumulando un saber hacer terapéutico, pero no como un proyecto estructural de base. Bleichmar se propone, en cambio, el objetivo de construir un modelo psicoanalítico formulado, desde la base, con esta finalidad.
Este objetivo está perfectamente definido por José Antonio Méndez y Joaquín Ingelmo en los primeros párrafos de la introducción de su libro "La psicoterapia psicoanalítica desde el Enfoque Modular-Transformacional de Hugo Bleichmar":
"La obra de Hugo Bleichmar viene a culminar el conjunto de esfuerzos que numerosos autores psicoanalíticos han realizado en los últimos años, con el fin de adecuar la práctica del psicoanálisis a las diversas variantes psicopatológicas que se encuentran en la clínica. El propósito explícito de Bleichmar es tomar en consideración la diversidad de los cuadros clínicos, teniendo en cuenta todas las variantes y subtipos en cuanto a la configuración psicopatológica presente en cada uno de ellos. Esto significa, por encima de todo, su interés por abordar los diferentes mecanismos psicopatológicos que hacen posible dichas configuraciones, así como las características de los sujetos que las sufren, los diversos contextos en los que se desarrolla la tarea y, por supuesto, los diferentes tipos de vínculos a que da lugar la díada paciente-analista. Por tanto, Bleichmar pretende asentar, fundamentándola, una práctica terapéutica que supere las intervenciones monocordes aplicadas a no importa qué tipo de cuadro psicopatológico o estructura de personalidad del paciente. Y ello seguido de una fundamentación teórica que permita explicitar con detalle las modalidades técnicas de intervención que resulten lo más específicas posibles. No queremos dejar de reseñar que el objetivo último de todo esto es el de favorecer el cambio terapéutico". (Méndez e Ingelmo, 2009, p. 17)
4.2.1.1.- Fuentes teóricas de las cuales se abastece. Los orígenes: el anclaje en Freud
Tras apartarse de la teoría monádica sensu estricto de Freud, Bleichmar no elige la conceptualización de ninguna de las grandes corrientes relacionales para cimentar su propio modelo, las estructuras teóricas que adoptará como cimientos de su propio modelo seguirán siendo las diseñadas por Freud, el gran arquitecto y creador del psicoanálisis. El hecho de que las evidencias aportadas por las investigaciones actuales, unidas a las autorizadas voces de una larga lista de insignes figuras de la historia del psicoanálisis, le hayan decidido a este apartamiento, sin embargo, eso no significa que no lo siga sintiendo el más sólido fundamento de nuestra disciplina. Nadie como Freud ha sabido identificar constelaciones psíquicas singulares para pasar a crear, a continuación, conceptos capaces de definir dichos fenómenos con precisión. Sólo hay que recordar la genialidad con que fue capaz de conceptualizar el fenómeno del enamoramiento en los albores de la investigación psicoterapéutica; allí donde Breuer, Jung y otros quedaron emocionalmente comprometidos, él supo conceptualizar una de las más geniales aportaciones a la historia del conocimiento humano, como es el concepto de transferencia; o la impresionante reconceptualización de la sexualidad infantil en un mundo en que ésta era considerada como no-existente; o la elevación al nivel científico de la interpretación de los sueños, obra por la cual soñaba se le pondría una placa conmemorativa, consciente de su genial aportación.
4.2.1.2.- El abandono de la teoría monádica.
Cuando Bleichmar construye el Enfoque Modular Transformacional (E.M.T.), su toma de posición respecto a un tema tan central como éste en la historia del psicoanálisis está tomada. Dentro del psicoanálisis es tan decisivo este paso de uno a otro lado en la decantación respecto al origen de la psicopatogenia -"realidad interna versus "realidad externa", tal como reza el subtítulo de este artículo- que ya hemos visto que constituye la hendidura que abre el cisma capaz de dividirlo en dos facciones. Freud mismo pasó de un lado a otro en sus inicios, del mismo modo que más adelante supo matizar y tender puentes a la posición endogenista desde la que cimentó las bases del psicoanálisis. No es, por tanto, una cuestión menor y el posicionamiento respecto a este punto, tal como nos dice Mitchell, es muy importante.
Lo cierto es que, en manos de Bleichmar la impenetrable membrana monádica se transforma en una piel porosa y permeable, dispuesta a absorber las influencias del medio ambiente externo, que, de este modo, va a participar, junto con lo endógeno, en la fundación de las estructuras constitutivas del sujeto. De manera que, con este cambio, el bebé autístico freudiano, que supuestamente viviría aislado dentro de la metafórica cáscara del huevo, se transforma en un bebé abierto al encuentro con el otro y a la asimilación de sus estructuras en el propio acto de la comunicación.
Sea como fuere, lo cierto es que de este modo recoge Bleichmar el reclamo de muchos y muy notables psicoanalistas defensores de la importancia de la impronta del objeto externo en la constitución del psiquismo: empezando con Ferenczi con su técnica activa, y pasando por Bion, con su concepto de la capacidad de "reverie" de la madre transformadora de los elementos alfa en elementos beta, con cuya actividad suaviza las angustias del terror sin nombre; por Lacan, con su enorme aportación del significado del otro y de que "el deseo es el deseo del otro", con todo el efecto alienante que posee sobre la subjetividad de la persona, pero, a la vez, con toda la importancia que le da a la influencia estructurante del deseo desde el otro; por Laplanche (punto de referencia singular para Bleichmar) con la influencia de la "seducción generalizada" con sus "mensajes enigmáticos" sobre la estructuración de la pulsión desde el otro externo, en lugar de como derivado puro de la tensión corporal; por Fairbairn, con su cuestionamiento del principio del placer, ("El deseo no busca el placer, sino el objeto"), cuando estudia el enigmático problema de los niños maltratados que se aferran a sus malos padres; por Balint, con su necesidad de la creación de una base suficientemente segura; por Winnicott, con su necesidad de una madre "suficientemente buena" y un medio ambiente facilitador; por Bowlby, con un "apego" irreductible a la sexualidad; por Piera Aulagnier, con su portavoz identitario; por Bollas, con su "objeto transformador"; y en los últimos tiempos las aportaciones de las escuelas norteamericanas como la de la Psicología del Self, con Kohut al frente acuñando el concepto de "objeto-self" como una función necesaria por parte de las figuras parentales; los interpersonales, como Loewald, Sullivan, o los relacionales, como Mitchell; los intersubjetivistas, como Stolorow, Atwood y Orange con sus desarrollos del concepto de "identificación" con el otro (con bases en la famosa "identificación primaria" de Freud); sin olvidar el resto de autores, como Killingmo, de la "patología por déficit" que, frente a la "patología por conflicto", proponen que una parte muy importante de la patología de muchos pacientes proviene de las fallas del objeto en proveer al sujeto de unas funciones psíquicas básicas, como: la regulación de la angustia, la regulación de la autoestima, el sostenimiento de la función deseante, etc. sin las cuales el psiquismo no puede funcionar bien. Todas las aportaciones de estos autores que sostuvieron y sostienen la importancia decisiva del objeto externo en la constitución del psiquismo, tan ampliamente reforzadas en los últimos tiempos por los resultados de las investigadores del apego, continuadoras y desarrolladoras de las ideas de Bowlby, en las personas sobre todo de Mary Main y Mary Ainsword, con su identificación de los “patrones de apego”, o las del desarrollo, con sus finísimos descripciones del engranaje mente a mente madre-hijo, entre las cuales son muy significativas las de algunos psicoanalistas como los pertenecientes al Grupo de Boston, como pueden ser Stern, Lyons Ruths; y las no menos valiosas de las neurociencias con sus estudios de los funcionamientos cerebrales, hormonales, neurovegetativos e inmunológicos. Es este impresionante bagaje lo que le hace proclamar a Bleichmar que no se puede seguir sosteniendo por más tiempo esta teoría (referida a la monádica de Freud).
Sin embargo, no puedo, en honor a la justicia, pasar página a esta lista, no exhaustiva, de autores, sin rendir homenaje, a fuerza de parecer contradictorio, a la figura más importante de todas ellas, a la que ha suministrado las bases para los desarrollos de la mayor parte de ellos: a la propia figura de Freud, cuya sombra se proyecta hasta ocupar el lugar más importante en las filas de la oposición. Así es, en nuestra disciplina se da la sorprendente situación de que su creador -según afirmación verbal de Bleichmar en su ejercicio docente- "él solo representa medio psicoanálisis, mientras que el resto de autores, todos juntos, representan la otra mitad", de tal modo que sus repercusiones pueden llegar a presentar esta paradoja: ser el principal accionista de la oposición; el que suministra el mayor acopio teórico para dar origen a los desarrollos de la oposición: El "sentimiento oceánico" para Loewald; la "identificación primaria" para Laplanche y los intersubjetivistas, la enorme cantidad de explicaciones objetales, complemento de las endogenistas, como los investimentos narcisísticos de las figuras parentales a "su majestad el bebé", o la influencia de la no satisfacción de las demandas edípicas del niño como base para la desactivación del deseo, (la "Untergang" o sepultamiento del complejo de Edipo) que darán base a los desarrollos del propio Bleichmar en cuanto a la constitución del narcisismo, como a la desactivación del deseo, o toda la clínica de la "Hilflosigkheit" o sentimiento de impotencia-desesperanza del niño, que da base a las vivencias de indefensión etc., una enorme lista de suministros teóricos que los autores que, como Bleichmar, se le oponen, le deben agradecer a Freud lo que de él aprendieron y le reconocen.
4.2.1.3.-LA ESTRUCTURA DEL APARATO PSÍQUICO
A. Introducción
Quizás, la mejor manera de transmitir la tarea de Bleichmar en la construcción de su teorías, sea la de metaforizarlo en el proceso de combinación de elementos que se conjugan en el caso de cualquier producción creativa, una sinfonía por un compositor, un cuadro por un pintor, en ellos se requiere de la adecuada oportunidad y adecuación de los elementos a combinar
a) Re-diseñar la estructura del aparato psíquico formulada por Freud en clave, ahora, de las premisas del pensamiento complejo de Morin: estas postulan que los procesos psíquicos se entienden mejor desde una concepción modular, los distintos fenómenos psíquicos se entienden como resultado de la combinación compleja de una multiplicidad de componentes en interacción más que como el resultado de uno o unos pocos principios universales a partir de los cuales se explicaría todo. El esfuerzo de Bleichmar por formular el psiquismo desde la combinación de elementos modulares en interacción se comprobará que subtiende toda su obra.
b) Reformular las categorías básicas de la concepción freudiana de la mente según la visión monádica "sensu estricto" a otra formulación que se apoye, en cambio, en una visión monádica en el sentido laxo de psicología de una persona, pero cuyas estructuras psíquicas compartan la impronta de las huellas de las figuras parentales junto a la impronta de la constitución congénita del propio sujeto.
c) Incorporar -dentro de su manifiesta vocación integradora- las aportaciones de todos aquellos autores en los que se apoya para abandonar este extremo de la teoría freudiana, en la nueva formulación de la misma.
d) Complementar con las valiosas aportaciones provenientes de los más diversos campos del saber, sea el de disciplinas psicoterapéuticas no psicoanalíticas, así como los avances de ciencias e investigaciones que se realizan en muy diversos campos del saber: neurociencias, lingüística, filosofía, etc.
e) Cumplimentar el conjunto con sus aportaciones teóricas personales, así como con una reformulación oportuna de las aportaciones de los otros autores allí donde la necesidad de rellenar el vacío conceptual lo requiere, con el fin de lograr un conjunto cohesionado e integrador.
Este constituye el estilo de Bleichmar: construye sobre las bases de lo construido anteriormente, previa labor de selección, limpieza y acondicionamiento, dejándolo dispuesto para seguir integrando las nuevas adquisiciones del campo del saber; o sea, un sistema amplio y complejo, sedimentado sobre las bases fundamentadas por el creador del psicoanálisis, pero acondicionado según las evoluciones científicas de los nuevos tiempos y debidamente ampliado y preparado para incorporar en sus dependencias las valiosas aportaciones de muy diversos creadores del pasado y del presente.
Con el objeto de que el lector se pueda ubicar desde el comienzo y a todo lo largo de esta síntesis del Enfoque Modular-Transformacional, voy a ofrecer un esbozo introductorio de dos cuestiones teóricas fundamentales: el primero, las distintas dimensiones que integran el aparato psíquico tanto en Freud como en Bleichmar y, segundo, el concepto de “estructuralización de la experiencia” formulado por Mitchell.
1º Los componentes del aparato psíquico.
 El objetivo es dotar al lector, de un libreto-guía que le permita no sólo saber en todo momento en qué punto del recorrido se encuentra situado, sino además, y sobre todo, dentro de qué red de relaciones e influencias mutuas lo debe entender e integrar. Esta dimensión del estudio es esencial; dado que, por metodología didáctica, la materia hay que presentarla apartado por apartado, pero teniendo que son caras o facetas de una única y misma realidad, recomiendo al lector la tarea de estar profundizando en cada una de ellos, mientras tiene la mirada puesta en su reflejo en las demás. El aparato psíquico constituye un todo coordinado -elevado en Bleichmar a su máxima expresión- en el que cada uno de los elementos tiene que ver con todo el conjunto.
Destaco algunas de dichas conexiones, con el objeto de traslucir de algún modo el carácter cohesivo que imprime Bleichmar a su modelo; no existe extremo teórico que no compagine con diversos aspectos de la psicopatología, la cura y la técnica, debidamente aplicados, además, a la práctica clínica ejemplificada en las innumerables viñetas con que entrelaza la teoría; camino éste de ida y vuelta, ya que no hay presentación clínica que deje librada a la simple intuición de un entrenado olfato clínico, sino que lo describe siempre enlazado con el correspondiente extremo teórico que lo sustenta; cohesión e integración que trataré, a mi vez, de reflejar.
Tres son los componentes del aparato psíquico:
a) Los contenidos o temáticas.
Se trata de las historias o narrativas, o sea, el contenido temático tanto de los relatos del paciente en sesión, como de las vicisitudes -conscientes e inconsciente- de su vida emocional, de la cual aquellos relatos serían un emergente.
El material paradigmático de estas historias ha sido considerado casi exclusivamente, en el psicoanálisis clásico, como corolario de los conflictos libidinales y agresivos, propios de los deseos y rivalidades del imaginario edípico, tanto en sus fases edípicas como preedípicas del desarrollo psicosexual.
En Bleichmar, en cambio, el contenido de los relatos del paciente se entenderán como suministrados por las tesituras de la acción coordinada de cinco áreas motivacionales, entre las cuales figura el desarrollo psicosexual como una más, con el mismo rango y título de importancia y significado que las demás. Junto a él, el apego, el narcisismo, la regulación psicobiológica y la auto-heteroconservación integran un imaginario mucho más complejo y diversificado que el modelo toma como base más adecuada para su diversificación de intervenciones terapéuticas.
b) Las localidades psíquicas
Corresponde al componente estructural -la metáfora arquitectónica del edificio con sus distintas estancias en vertical y horizontal-. Parten de la teoría topológica de Freud que distribuye el psiquismo en diversas localidades psíquicas, donde se recogen las inscripciones de distintos tipos de huellas mnémicas como resultado del conflicto entre impulsos y defensas.
Estas estructuras -fijas y homogéneas en Freud, móviles y heterogéneas, en Bleichmar- ofrecen una mayor versatilidad, en el segundo, para describir las distintas formas de estar las huellas mnémicas alojadas en el psiquismo, abriendo así la puerta a la adecuada representación de la diversidad de estructuraciones psíquicas de los pacientes postulada por el modelo.
c) Lo transformacional: las operatorias.
Este componente, representado únicamente en Freud por el desplazamiento y la condensación -leyes que regulan el funcionamiento del proceso primario, por las cuales la carga afectiva circula de unas representaciones a otras desalojando unas, condensando y sobredeterminando otras- adquiere en Bleichmar un desarrollo inusual; en él las operatorias constituyen actos o pasos de articulación que actúan en los más diversos puntos de intersección entre unas y otras dimensiones del psiquismo.
Así la represión -al igual que otras defensas- como acto de paso de la conciencia al inconsciente, constituye, en sí misma, una operatoria; el proceso de "difusión" de las creencias matrices pasionales de unos ámbitos a otros del psiquismo; los pasos y articulaciones de ida y vuelta entre representación y afecto, entre lo procedimental y lo simbólico, entre la fantasía y la conducta, etc. Juego de interacciones que convierten al aparato psíquico en un organismo vivo generador constante de circuitos reverberantes de influencias interactivas que pone en evidencia que la diversidad de los pacientes es muy amplia y no depende únicamente de la variedad de los relatos de sus narrativas.
2º "La estructuralización de la experiencia".
La otra cuestión previa a la descripción teórica del Enfoque Modular-Transformacional es el concepto acuñado por Mitchell como "estructuralización de la experiencia". Se trata de un concepto tan nuclear en la teorización psicoanalítica que incluye, según Mitchell, entre otras prebendas, la capacidad de servir de piedra de toque para la decantación de la pertenencia de un psicoanalista a uno u otro paradigma. El término "estructuralización" es mucho más adecuado que su homólogo "estructuración" -el oficialmente correcto según la R.A.E.- porque hace hincapié en la textura o el entramado concreto con que la experiencia humana pasa a ser en el acto de constituirse.
Esta estructuralización constituyente de la experiencia contiene la idea del tejido, el entrelazado de elementos de nivel más básico para formar una unidad de orden superior. Toma, habitualmente, la metáfora constructiva como fundamento explicativo; así, por ejemplo, Mitchell lo metaforiza como un tejido cuya existencia pasa a constituirse por el entrelazamiento de hilos o hebras de carácter pulsional o de carácter relacional, según la defina uno u otro paradigma. Toda idea de mezcla o entrelazado de elementos simples para formar una nueva realidad compuesta, sirve para la metáfora constructiva; suele tratarse habitualmente del entrelazado de un único material básico -pulsión o relación- pero no obsta para que pueda ser combinación de elementos diversos -el ladrillo y la argamasa para la pared o el cemento y la malla de acero en su interior para el encofrado. Un referente mítico útil podría tomarse de la tarea de las Parcas tejiendo el destino de los hombres; al fin y al cabo la estructuralización de la experiencia también tiene algo que ver con cual vaya a ser su destino de vida. Cada vez que Mitchell nos aconseja que tratemos de interpretar el material clínico del paciente desde las relaciones, el metamensaje implícito es que la experiencia humana está hecha de la textura o el entramado de aquellas. Si Freud nos enfatiza a descubrir la fantasía inconsciente subyacente en el material clínico de la sesión, es porque cree que la experiencia humana está conformada por el corolario fantasmático del Complejo de Edipo.
Lo que estos autores tratan de explicarnos con este concepto, es lo que, en su opinión, constituye la esencia misma de la experiencia humana; y esta determinación es grávida de consecuencias, entre las cuales no se manifiesta como la menor la de determinar el modo en el que el sujeto va a interpretar -otorgar significado- y, por tanto, sentir y vivencia su contacto con la realidad a lo largo de su vida. La cuestión es tan nodular como la constitución de la mente, cuyos materiales de construcción comparte en la formulación de ambos paradigmas.
Las finas precisiones conceptuales de Mitchell me dieron una base o para examinar las decantaciones teóricas de Bleichmar; su brillante delimitación teórica de paradigmas se ofrece como un faro orientador en la enmarañada "confusión de lenguas" de la Torre de Babel del discurso psicoanalítico. Cualquiera que observe la nítida precisión conceptual alcanzada por Mitchell en las primeras páginas de su libro, se dará cuenta del desafío al que se estaba enfrentando y de cuánto le iba en él.
Así pues, el mantenimiento por mi parte de la terminológicamente forzada expresión de "estructuralización de la experiencia" obedece a la misma necesidad de mantener precisión de significado de aquél, de no favorecer el deslizamiento del significado producto de una deficiente elección terminológica.
El mérito de Mitchell con la utilización de este término radica en haber destacado el aspecto activo, estructurante o configurador de la realidad, que habitualmente suele quedar soslayado, siendo que su importancia es realmente decisiva. La denominación de "lectura o captación de la realidad" adolece de contemplar únicamente el componente pasivo-receptivo de dicha función, transmitiendo la falsa apariencia de suponer que se está recogiendo el sentido o el significado inherente.
Cuando Freud nos dice que el humano estructura la percepción de la realidad de acuerdo a las fantasías primordiales, inscritas en el núcleo de su inconsciente, - la escena primaria, el padre castrador etc.- filogenéticamente heredadas del pasado atávico de la horda primitiva, lo que nos está diciendo es que partimos de unos "aprioris" que funcionan como preconcepciones o esquemas preconfiguradores de la realidad que vamos a captar. Si la realidad actual repite esos mismos esquemas -un padre real déspota y tiránico, por ejemplo- entonces hay acuerdo entre los esquemas del pasado ancestral y del presente. Si, por el contrario, el presente no ratifica esos esquemas -el niño disfruta de una relación tierna con su cariñoso padre-, en tal caso se impone la influencia y eficacia del esquema interno -la fantasía de la castración por parte del padre tiránico de la filogenia- rellenando el hueco faltante en la contingente historia familiar del niño: él también tendrá una percepción amenazante y castradora de la realidad, de acuerdo al corolario edípico.
Mitchell, por el contrario, en su formulación del paradigma relacional, nos dice que esos "aprioris", esos "patrones" con los que el niño preconfigurará su lectura de la realidad, no proceden de un origen interno filogenéticamente heredado, sino que, por el contrario, resulta de los esquemas vinculares que gobiernan las relaciones del medio ambiente familiar temprano en el cual el niño vive inmerso desde el nacimiento, en el particular encuentro mente a mente con sus progenitores. Estos esquemas relacionales, ambientalmente aprendidos e incorporados, serán los que darán lectura y significado a su posterior contacto con la realidad. Toda la realidad está estructurada con modelos relacionales de vínculo e interacción; pero el niño se aproximará a entenderla y darle significado de acuerdo a los patrones relacionales que regían en el medio ambiente familiar en el que él creció y se configuró. El carácter preconfigurador activo de la realidad, que en Freud dependía de la herencia, en Mitchell depende de los primeros esquemas relacionales incorporados en la infancia y no, por tanto, del omnipresente imaginario edípico organizador de toda realidad y de toda patología.
Sin esta comprensión del primer paso configurador activo del significado de la realidad, no se puede entender, el segundo momento pasivo-receptivo del impacto emocional que la lectura de la misma le produce al sujeto.
B. Explicando el modelo del Enfoque Modular-Transformacional
1ª Dimensión: los contenidos temáticos
Una vez aclarada esta composición del psiquismo, estamos en condiciones de especificar que lo que estamos abordando en este apartado es el primero de los componentes, el de las temáticas o contenidos que van siendo procesados.
La apertura de la membrana monádica a la penetración de la moldeante influencia externa constituye la condición básica que abre la puerta de entrada a un importantísimo sector de modificaciones introducidas en el Modelo Modular-Transformacional respecto a la teoría pulsional freudiana. Esta influencia impregnará toda una serie de conceptos y dimensiones fundamentales que a partir de ahora van a estar atravesados por la impronta del otro significativo externo. Esta impronta marcará, reformulándolos, conceptos tan fundamentales como los de "pulsión", "deseo" y "objeto" que en Bleichmar cobrarán unos significados altamente personalizados dentro de su concepción teórica.
a) El concepto de pulsión
Este concepto funciona como la matriz originaria de los módulos motivacionales -de los cuales hablaremos más adelante-
Esta genial concepción de Freud que permite enlazar lo somático y lo psíquico -más allá de que en la actualidad se lo pueda poner en entredicho desde distintas perspectivas del conocimiento- recibe en Bleichmar una reformulación actualizada. Si en Freud representa el paso de la mera instintividad de las tensiones biológicas a su enlace con las representaciones de la satisfacción de la necesidad con el objeto, en Bleichmar adquiere un significado muy diferente. En Freud la singularidad y especificidad del objeto no cuenta -constituye un elemento más bien espureo-, sólo importa el enlace de las tensiones corporales con unas representaciones de la repetida satisfacción de necesidad que el bebé va almacenando en su memoria, imprimiendo así el patrón mental o representacional de la satisfacción libidinal. De ese modo se habrá pasado de la pura tensión y descarga corporal a un nivel más sofisticado como es el de pulsión que integra lo corporal y lo representacional, lo somático y lo psíquico.
En cambio, en Bleichmar la pulsión es entendida como el resultado del moldeamiento que las peculiaridades del objeto -su forma de ser y de relacionarse con el bebé- imprimen a las modalidades de satisfacción de las tensiones fisiológicas de aquél. El bebé termina "sabiendo" con qué modalidades -con qué patrón interaccional- el objeto entona la satisfacción de sus necesidades. Aquí hay dos fuerzas, la interna y la externa, enhebradas, de tal modo que la pulsión incluye en su propia hechura, en su constitución, la impronta parental. El carácter bifronte que Freud atribuyó a la pulsión (Trieb), lo biológico y lo representacional, diferente del instinto, en Bleichmar ese carácter bifronte, de doble componente en interacción para formar una unidad, está dado por lo individual y lo intersubjetivo, comprendiendo lo individual y lo intersubjetivo, elementos representacionales pero también biológicos –la activación neurobiológica de las figuras parentales influenciará la activación neurobiológica del niño-. No son sólo las representaciones, los mensajes de los padres, sino su afectividad, en la que entran componentes neurovegetativos, lo que entra en juego[3]. Esa es la idea de Bleichmar sobre la interacción entre las figuras significativas y el niño en construcción.
Bleichmar introduce otra serie de modificaciones en el concepto de pulsión, como pueden ser la relación a doble vía entre lo somático y lo psíquico. A raíz del modelo freudiano de relación entre la representación y el afecto como dos conceptos diferenciados pero permanentemente articulados, tomado el afecto en su correlato con lo neurovegetativo corporal, advierte la relación de influencia a doble vía, tanto de ida como de vuelta entre ambos.
Estas y otras modificaciones, apoyadas en aportaciones tales como la del "marcador somático" de Damasio, o el propio concepto de Bleichmar de "estado emocional" como sustituto del concepto de "afecto" para destacar que éste último no constituye un elemento simple como tienden a ser entendidas tanto la alegría como la tristeza, la ira o la rabia etc., sino que representan organizaciones multidimensionales, que están integradas dentro de estructuras más complejas que contienen representaciones del self en relación con los objetos marcadas con patrones corporales de reacciones neurovegetativas, hormonales, inmunológicas; todo ello determinado por las experiencias de la historia del sujeto. Bleichmar advierte que se tendrá que ir de cara al estudio de particularizaciones de estructuras pulsionales concretas que se han construido de maneras específicas y que habrá que saber diferenciar en cada caso, para no caer en el abuso de categorías enormemente abarcativas como las de pulsión de vida - pulsión de muerte, que más allá de la validez global que de acuerdo a las preferencias conceptuales se les otorgue, quedan muy alejadas del significado concreto de lo que le está ocurriendo al paciente en cada situación.
b) El concepto de deseo
Antes de entrar a considerar los cinco tipos de deseos, correspondientes a otros tantos módulos motivacionales que constituyen el conjunto de componentes que integra el área motivacional-deseante de los seres humanos según el Enfoque Modular-Transformacional, nos detendremos de manera particular en el relevante estudio que hace Bleichmar del concepto de deseo en sí mismo; todo un apartado a desarrollar, con indudable entidad propia desde la perspectiva de este modelo. Tomado como la resultante de la interacción entre lo biológico y lo representacional del sujeto y lo biológico y representacional del otro significativo, el deseo posee una plasticidad y una versatilidad absolutamente impensables en la formulación naturalista de la concepción genética freudiana. El carácter uniforme de esta última, como expresión de la tensión constante de las fuerzas corporales del sujeto, se diversifica en las mil matizaciones que adquiere debido a las modulaciones de la intervención que el otro significativo le confiere. Esta apertura a la diversificación por el otro es grávida de consecuencias, tanto en la teoría como para la aplicación en la práctica clínica:
Veamos las diferencias. En Freud, el deseo como expresión psíquica de la pulsión, mantiene un cuantum energético constante, variando únicamente en cuanto a sus traslados de localizaciones psíquicas y los destinos de pulsión (represiones, transformaciones en lo contrario, sublimaciones, etc.). En cambio, en Bleichmar, al ser marcado por el deseo del otro y, por tanto, con las distintas formas y modalidades de desear del otro, pasa a adquirir todas las modalidades y variantes que detenta en la vida psíquica.
En esta forma de existir el deseo, Bleichmar hace una aportación en cuanto a las características del mismo. Si tomamos en cuenta su energía: a) puede adquirir una gran vitalidad si ha recibido un alto grado de entusiasmo y vitalización por parte de los padres; b) por el contrario, quedar sumamente desvitalizado por la ausencia de respuesta y entonamiento emocional por parte de los mismos. Asimismo, estos impactos de entonamiento-desentonamiento parental pueden afectar a la totalidad de la función deseante o de manera diferencial a los distintos módulos motivacionales.[4]
Si añadimos ahora la energía del deseo, desde la identificación con las figuras parentales, la fuerza e intensidad con la que éstos vivan sus propios deseos marcará estas características en los hijos.
Pero, además, existe toda una gama de variaciones cualitativas como, por ejemplo, la perentoriedad o la capacidad de espera en la realización del deseo; el grado de convencimiento sobre las posibilidades o imposibilidades de la realización del mismo, dependiendo de la dificultad del deseo en sí mismo o el sentimiento de capacidad o incapacidad que tiene el sujeto en relación a si su deseo puede ser satisfecho o no. Todo ello con enormes repercusiones clínicas: por ejemplo, Bleichmar estudia la depresión como la consecuencia de vivir como irrealizables deseos que ocupan un lugar central en la economía libidinal del sujeto.
Si examinamos, por ejemplo, la perentoriedad en la necesidad de satisfacción del deseo: el modo en que los padres pueden morigerar la ansiedad del hijo ante la tardanza de la realización del deseo o, por el contrario, si se contagian ellos con su propia ansiedad e incluso enojo y ataques al hijo, le transmitirán el mensaje de que si el deseo no se satisface de inmediato, la espera se va a convertir en un incremento de angustia que llevará a la desorganización y el caos.
Valga esta brevísima enumeración de características como muestra de la enorme ampliación que imprime Bleichmar a la clínica del deseo, en función del modo en que éste se fue moldeando en la relación con las figuras significativas.
c) El concepto de módulo motivacional
Los módulos motivacionales son el núcleo del E.M.T.; constituyen el impulso-motor del psiquismo al mismo título que para Freud las pulsiones constituían la "exigencia de trabajo para lo psíquico" y el "determinante del decurso de la acción psíquica"; solo que, en el caso de Freud, esta fuerza motriz del psiquismo está monopolizada por la pulsión sexual con todos los avatares del desarrollo libidinal edípico y preedípico, mientras que, en Bleichmar, esta fuerza generadora e impulsora del psiquismo está constituida por la acción concertada de un conjunto de cinco centros motivacionales en permanente interacción dinámica entre ellos. La idea es bien distinta: varias fuentes motivacionales -tal como los ya citados Damasio, Stern o Lichtenberg proponen-, teóricamente del mismo nivel y rango de importancia, pero en la práctica en una combinación más o menos alternante de dominancias y supeditaciones entre ellos, producto, en el origen, de la mayor o menor pregnancia recibida en el ámbito familiar, y en el presente, del impacto de las circunstancias vitales específicas del sujeto. Estos son, para Bleichmar, los cinco motores que implementan -complementando, potenciando o inhibiendo sus fuerzas- la máquina propulsora del aparato psíquico. No en vano configuran el gráfico que ofrece Bleichmar (1999) como esquema representativo del E.M.T.: el apego, la auto-heteroconservación, el narcisismo, la sexualidad y la regulación psicobiológica, todos al mismo rango de importancia, constituyen su contenido (ver Gráfico 1).[5]

Gráfico 1: Sistemas motivacionales que propone
el Enfoque Modular- Transformacional (Bleichmar, 1999)
Para interpretarlo en su perspectiva evolutiva, o sea, tomando en cuenta las raíces teóricas originarias de las cuales procede, conviene al lector remitirse al diagrama representativo del "inconsciente dinámico" formulado por Freud -que expondré más adelante en el apartado dedicado al inconsciente-, para comprobar que repite el núcleo básico: Deseos -sexuales y agresivos- / angustias y alarmas ante las angustias/defensas que se erigen frente a las angustias, etc. Aunque Bleichmar amplía el organigrama haciendo intervenir las normas morales, las aspiraciones e ideales, así como los recursos yoicos etc., para completar de manera más acabada el conjunto de dimensiones y fuerzas en medio de las cuales litiga el sujeto humano, sin embargo, queda bien patente que el núcleo originario está en la formulación freudiana del inconsciente dinámico. Y también debemos entender que, del mismo modo que en Freud las historias desatadas por la sexualidad son las que imprimen sus huellas mnémicas en el inconsciente, en Bleichmar los avatares de las historias combinadas de estas cinco fuerzas motivacionales serán las que rieguen de huellas e impresiones psíquicas lo inconsciente, pero un inconsciente también mucho más diversificado y complejo.
Centrándonos en el concepto de módulo motivacional. El uso de este concepto como una diferenciación del núcleo originario del concepto de pulsión, proviene en buena medida de la captación de que existen fuerzas motivacionales en el psiquismo que no se pueden atener al cumplimiento de las condiciones -fuente, monto, meta etc.- requeridas por Freud. El apego, por ejemplo, implica una indudable fuerza motivacional imposible de localizar en áreas corporales como fuentes o metas.
Para Bleichmar, los módulos motivacionales constituyen agrupaciones de deseos alrededor de un núcleo (por ejemplo, el narcisismo, o el apego), con leyes propias de funcionamiento, lo que permite diferenciarlos de otros sistemas motivacionales. Si enfatiza "leyes de funcionamiento" es para destacar que no es la temática del tipo de deseo lo que permite pensar a los sistemas motivaciones.
Para tomar un ejemplo, siguiendo a Bleichmar, el balance narcisista depende del interjuego entre: a) las aspiraciones del sujeto; b) la severidad de su conciencia crítica; c) las representaciones que tiene de sí mismo; d) cómo es mirado por el otro; e) del tipo de angustia que se genera –humillación, vergüenza, para citar sólo a dos; f) el tipo específico de defensas que se ponen en juego (por ejemplo proyección, identificación proyectiva). El sistema de la regulación psicobiológica, a manera de contraste con el del narcisismo, encuentra su organización definida por constantes biológicas de formas de reaccionar frente al displacer (neurohormonales), de representaciones mentales sobre el peligro de la angustia –ejemplo, en las crisis de pánico-, de la memoria procedimental con que se reacciona ante ciertas condiciones ya sea excitándose o paralizándose, etc.
Existe lo que Bleichmar denomina "historia generativa" de cada módulo, que depende de la manera en que el niño ha vivido en las distintas viñetas de su historia familiar, los modos y las maneras de vivenciar, privilegiando o soslayando, vigorizando o desdeñando, codificando o decodificando, los deseos integrantes de cada uno de estos cinco módulos motivacionales: El del apego, el de auto-heteroconservación, el sensual-sexual, el narcisista y el de la regulación psicobiológica. Cada uno de ellos ha tenido una historia generativa propia e independiente de los otros, formando unidades estancas de deseos agrupados alrededor de un núcleo, pero, por otra parte, en continua interrelación de influencias con los demás, en el sentido en que, por ejemplo, uno más dominante impone su motivación sobre el otro: Por ejemplo, una necesidad imperiosa de proximidad puede hipertrofiar la sexualidad para cumplir una función al servicio del apego; del mismo modo, un deseo narcisista de ideal de ascetismo puede someter la satisfacción sexual al servicio de la demostración de fortaleza de carácter; del mismo modo que el deseo de exhibición narcisista del famoso amante Casanova, podía desprender la sexualidad de su componente de entrega amorosa, para convertirla en un acto autocentrado de exhibición narcisista grandioso, alejado del contacto con la dama.[6]
d) El concepto de objeto.
La noción de objeto es una de las que recibe mayor impulso renovador por parte de Bleichmar. En sus manos evoluciona hasta un grado tal de diferenciación que su validez para la comprensión de muchos fenómenos psicopatológicos y clínicos, para los que hasta ahora no se disponía de una buena articulación teórica, está muy lejos de ser todavía suficientemente valorada.
El concepto de objeto -término non grato para Bleichmar, pero que mantiene debido a su profusión en la literatura psicoanalítica- lo define como aquel que cumple funciones esenciales en la economía libidinal del sujeto, o sea, motivacional, en sentido amplio. Lo que esto implica es que no se trata de cualquier persona, sino de aquella que entra a formar parte del sistema de gratificación-realización de deseos del sujeto y, por tanto, en la regulación de su equilibrio psíquico.
Se trata, por tanto, de un concepto íntimamente ligado al de módulos motivacionales y al de estructura psíquica, en la medida que constituye una pieza clave en la satisfacción de éstos y el equilibrio de aquella. Así como en Freud el modo de ser del objeto, sus características personales en la interacción con el bebé, no tienen un gran significado, en Bleichmar, por el contrario, resultan decisivas incluso en algo tan originario como es el moldeamiento de la pulsión -tal como hemos visto más arriba al estudiar este concepto-. A partir de aquí, toda la constitución del deseo -las distintas formas y modalidades del desear- así como en la imprimación de los distintos módulos motivacionales, la presencia y eficacia del objeto adquiere todo su relieve y significado. De modo tal que en Bleichmar el más o menos desdibujado y unívoco concepto freudiano de objeto, pasa a ocupar el importantísimo lugar de un agente activo comprometido con toda su subjetividad en la obra de moldeamiento del psiquismo del infante. En manos de Bleichmar adquiere, por tanto, un rol activo, una influencia positiva en el acto creador de las estructuras y personalidad del niño.
Por otro lado, en connivencia con la multiplicidad de anhelos deseantes a satisfacer, el concepto de objeto adquiere una creciente sofisticación desconocida hasta el momento. Al igual que en manos de Freud la unidad del yo recibe distintos tipos de escisión, el objeto en Bleichmar recibe un creciente grado de diversificación; el objeto se convierte en múltiples objetos para el sujeto: el objeto de la satisfacción de los deseos de apego, el objeto de la gratificación sensual-sexual, el objeto de la regulación psicobiológica, el objeto de los deseos narcisistas y la consecuente regulación de la autoestima, y el objeto de la auto-heteroconservación, pudiendo cumplir con mayor o menor maestría la satisfacción de cada uno de ellos, o incluso resultando, por el contrario, iatrogénica en alguno o algunos de ellos. Somos, por tanto, en la conceptualización de Bleichmar, varios objetos para nuestras parejas y para nuestros hijos, todo lo cual determina una clínica específica de las múltiples y distintas alternativas que se dan en este tipo de relaciones, así como las consecuencias que tienen los distintos tipos de pérdidas y duelos. La afirmación de Freud en "Duelo y Melancolía" (1917 [1915]) de que "[…] cuando él sabe a quién perdió, pero no lo que perdió en él” (p. 243) adquiere todo su sentido en esta teorización; aspecto que podría aplicarse a distintos tipos de relaciones, de las cuales no podemos excluir la relación terapéutica, en las que el concepto de vínculo transferencial pasaría al de múltiples transferencias, según los módulos motivacionales implicados. Un analista, al igual que un progenitor, puede atender de modo desigual los distintos módulos motivacionales del paciente.
Es lo que podemos ver en múltiples relaciones, de las cuales no está exenta la relación terapéutica del paciente con su analista, que ya no constituye un único vínculo transferencial, sino múltiples vínculos transferenciales. Por ejemplo, esto explicaría: la dificultad que presenta la mujer maltrata de separarse del agresor, en tanto le satisface diversas necesidades de apego, sensual-sexual o de hetero-autoconservación; o el enigma planteado por Fairbairn de por qué si la libido busca el placer, los hijos de padres claramente malos, desean permanecer aferrados a ellos. Estas y otras muchas relaciones reciben una nueva clarificación, en la medida que el mismo padre (o pareja) puede gratificar en unos módulos determinados a la par que ser iatrogénico en otros.
El objeto en su función estructurante del sujeto.
Sin embargo la definición de objeto de Bleichmar en relación a la economía libidinal, recoge muy bien el aspecto económico, pero deja de lado el componente estructural, al que él mismo le da una gran relevancia: El objeto no solamente atiende a la satisfacción de los deseos fundamentales de la persona como son los sexuales, los narcisistas, los de auto-heteroconservación, los de apego y los de regulación psico-biológica, comprendidos en los cinco módulos motivacionales, sino que, además actúa como suministrador o proveedor de estructuras psíquicas como el superyó, el ideal del yo, las creencias matrices pasionales, los rasgos de carácter, las modalidades defensivas, etc.
Recogiendo las valiosas aportaciones de los autores de la patología del déficit -aquellos cuyas opiniones le avalaron para tomar la decisión de abandonar la teoría monádica de Freud- amplía el concepto de objeto a toda una otra área de aportación de funciones, aquellas que engloba con el concepto de "medio proveedor" (Bleichmar, 1997), aquél que suministra al niño una serie de funciones básicas necesarias para su buen funcionamiento psíquico. No se trata de funciones o habilidades instrumentales. Se trata de funciones psíquicas de alto nivel de sofisticación y de importancia para la salud mental, que han ido descubriendo y teorizando distintos autores post-freudianos cuando captaban que la teoría del conflicto no daba suficiente cuenta y solución para patologías más severas con importantes fallas y déficits en el desarrollo del funcionamiento psíquico.
Se trata del objeto con capacidad de reverié (Bion) para devolver en elementos alfa lo que el niño experimenta en elementos beta, o sea, el que es capaz de metabolizar las vivencias del terror sin nombre en representaciones mentales tolerables, devolviendo la calma frente al desbordamiento de angustia. A él se suma el objeto que desarrolla la capacidad de sostener la autoestima, o la especularización suministrada por el objeto-self de Kohut, o el sentimiento de confianza básica de Balint, etc.
Como se puede comprobar, se trata de funciones psicológicas que están en la base y son imprescindibles para el adecuado funcionamiento del aparato psíquico. Estas son las funciones que Bleichmar incorpora, no como potencialidades innatas cuyo desarrollo se facilite en la relación, sino como "…la función de aporte al sujeto por parte de lo externo de aquello que éste no puede producir por sí mismo” (Bleichmar, 1997, p: 130), lo cual supone la aportación de estructura psíquica de origen totalmente exógeno.[7]
Pero Bleichmar necesita dar aún un paso más para integrar y dar cuenta de lo que ocurre en la realidad y en la clínica: la patología parental no se agota en las fallas de éstos en el aprovisionamiento de funciones básicas. Hay otras influencias patológicas que no consisten en la simple carencia en la aportación de funciones necesarias, sino que, más allá, hay padres que pasan a utilizar a sus hijos, a causa de su propia patología, cargándoles intrusivamente con necesidades y conflictos personales. Para ellos acuña Bleichmar el concepto de "objeto perturbador" (Bleichmar, 1997, 1999)[8]. Leamos directamente al propio autor:
"...En cuanto al objeto, éste puede ser categorizado en subtipos de acuerdo a la función que cumple para el sujeto, es decir, a las necesidades que satisface de los distintos sistemas motivacionales que organizan los deseos, las angustias y las formas de protegerse frente a éstas (Bleichmar, 2004). Así como existe un objeto de la pulsión (drive) sexual, existen objetos que proveen, real o imaginariamente, de un sentimiento de seguridad básica, o que posibilitan la regulación psicobiológica, o la disminución de la ansiedad, o la organización mental, o el sentimiento de vitalidad, o el sentimiento de identidad, o el balance narcisista..
Cuando se pierde el objeto se producen perturbaciones en las funciones que cumplía para el sujeto y, por consiguiente, en el equilibrio psicológico de éste..." (Bleichmar, 2007) (Ver Gráfico 2) 
 
Gráfico 2: Funciones del objeto en el sistema motivacional del apego y su relación con otros sistemas motivacionales (Bleichmar, 2007)
2ª Dimensión: el componente estructural
Incorpora la metáfora arquitectónica del edificio, como estructura -fija en Freud, móvil, en cambio, en el E.M.T.- que posee distintos espacios ubicados tanto en vertical como en horizontal, concordando muy bien con la primera teoría freudiana, la teoría topológica que incluye localidades psíquicas, como continentes donde quedan alojadas como contenidos las huellas mnésicas.
a) El inconsciente
Dediquemos, atención al interesante proceso de evolución que recibe este concepto tan paradigmático del psicoanálisis, dentro del Enfoque Modular-Transformacional.
a.1.- Transformación de "el" inconsciente en Freud a "lo" inconsciente en Bleichmar.
En manos de Bleichmar "el" inconsciente se transforma en "lo" inconsciente, para dar a entender con esta acepción que lo inconsciente no constituye una estancia o lugar psíquico unitario y estático, sino, por el contrario, una estructura heterogénea y dinámica, de diversas formaciones inconscientes en interacción; modalidades variadas de estar lo psíquico en la inconsciente con distintos orígenes de constitución, distintas huellas de inscripción psíquica y diferentes leyes de funcionamiento y organización. Todo ello formando un sistema complejo de componentes en permanente estado de influencias dinámicas, actuando en forma de procesos y circuitos reverberantes de interacción, de modo tal que el resultado final no depende únicamente de unas u otras inscripciones psíquicas en particular sino, sobre todo, de cómo se han ido combinando y articulando entre ellas. El contenido de la caja negra del inconsciente se habrá de entender como una maquinaria compleja de elementos entrelazados por cadenas de engranajes en interacción.
Bleichmar recorre el largo trayecto que va desde la concepción de "el" inconsciente, en singular a "lo" inconsciente complejo, en un proceso en el que podemos diferenciar al menos tres pasos o fases:
El primero de ellos consistió en la realización de una profunda tarea de revisión y pesquisa minuciosa a lo largo de toda la obra freudiana al encuentro de todos los momentos y pasajes donde el creador del psicoanálisis introdujo distintas maneras de pasar las representaciones psíquicas conscientes a constituirse en inconsciente. El resultado de esta revisión le llevó a aislar cuatro etapas en la formulación freudiana del inconsciente, a lo largo de las cuales Freud describió al menos cuatro formas diferentes de estar las huellas o representaciones psíquicas en lo inconsciente. En segundo término, Bleichmar advierte que, así como en la primera época del psicoanálisis, Freud diseñó una primera formulación de la teoría psicoanalítica perfectamente concordante con la formulación de las otras dimensiones del psicoanálisis (las teorías de la psicopatología, de la cura y de la técnica), sin embargo, esta perfecta sincronización ya no se volvió a repetir en las posteriores evoluciones de la obra freudiana: sus nuevos descubrimientos sobre diversos procesamientos inconscientes no tuvieron su correspondiente correlato en sendas teorizaciones sobre la psicopatología, la cura y la técnica que derivasen en la creación de otras tantas modalidades de intervención terapéutica acordes a los nuevos descubrimientos. Bleichmar, interesado precisamente en la diversificación de abordajes terapéuticos específicos, advierte esta importante laguna de la creación freudiana. En consecuencia se propone, con la creación de su propio modelo, cubrir este espacio que el creador del psicoanálisis dejó inédito: si las evidencias del material que se encuentra Freud en la clínica le obligan a modificaciones tan profundas en la descripción del inconsciente, piensa Bleichmar, esas diferencias se tienen que reflejar en una diversificación de la práctica clínica; si los pacientes presentan constelaciones inconscientes tan diversas, entonces requerirán abordajes terapéuticos diferenciados. Todo el proyecto del Enfoque Modular-Transformacional con su estructura compleja, modular y articulada, está destinado a cubrir esta laguna, de tal modo que, en este aspecto, el modelo de Bleichmar podría considerarse una continuación del trabajo freudiano.
En consecuencia, logrará obtener un poderoso equipamiento conceptual que servirá de sólido fundamento teórico para cada una de las modificaciones técnicas que vaya aplicando en la práctica clínica. Bleichmar no es un autor que actúe guiado únicamente por su "intuición clínica"; muy por el contrario, ésta tiene que estar perfectamente articulada con la teoría, de tal manera que en su modelo no deja flecos sueltos, no hay extremo teórico que no ejemplifique en su aplicación clínica, ni caso clínico cuya comprensión no fundamente teóricamente. Podría pensarse que, si se proponía rellenar esta laguna de Freud, no iba a incurrir él en lo mismo; de todos modos lo importante es que él mismo sí ofrece una total trabazón entre las diversas componentes del psicoanálisis, la teoría de la mente, de la psicopatología, de la cura y de la técnica con su correspondiente aplicación a la práctica clínica.
A modo de síntesis de este elaborado proceso de transformación desde "el" inconsciente singular freudiano hasta "lo" inconsciente heterogéneo y plural formulado por Bleichmar, presento una secuencia de diagramas representativos de los hitos más significativos del mismo.
I. La teoría freudiana de la mente de la primera época del psicoanálisis es nítida y tersa: el inconsciente constituye el dominio del proceso primario, regido por el principio del placer, inscrito con huellas mnémicas de "representación-cosa" y con características ahistóricas y atemporales, que concuerda plenamente con los otros tres sectores del psicoanálisis (las teorías de la psicopatología la cura y la técnica). (Ver Diagrama I)
Pero el carácter diáfano de esta primera aproximación se va a ir mixtificando a medida que los requerimientos del material clínico vayan obligando un mayor grado de sofisticación teórica para dar cabida a esta diversidad.
Diagrama I: El inconsciente dinámico
II. El diagrama que viene a continuación da cuenta del impacto complejizante que la incorporación de la teoría estructural imprime a la dicotómica simplicidad de la teoría topológica. Las evidencias clínicas exigen la inmersión en el inconsciente de amplios sectores del Yo y del Superyó regidos por las leyes de la lógica causal propias del proceso secundario bajo el imperio del principio de realidad. Incluye, además, la aparición del inconsciente originario fruto de la represión primordial. (Ver Diagrama II)

Diagrama II. Incorporación de la teoría estructural, complejización del Icc
III. El tercer diagrama presenta el mayor grado de complejidad que alcanza el inconsciente en Freud: Además del inconsciente dinámico y el inconsciente originario presentes en el diagrama anterior, recoge el inconsciente desactivado, (la Untergang del complejo de Edipo) y el inconsciente fruto del trauma, dominado por la compulsión a la repetición fuera del dominio del principio del placer (1920) "Más allá del principio del placer".) (Diagrama III)
Diagrama III: Complejización máxima de lo Icc en Freud
 
IV. Sobre esta herencia freudiana intervendrá el proceso de su reformulación en términos de la concepción monádica de la mente en sentido laxo (con la incorporación de la impronta del objeto externo), bajo las premisas del pensamiento complejo, que dará lugar a la heterogenia estructura que "lo inconsciente" terminará adoptando en el Enfoque Modular-Transformacional de Bleichmar (Ver Diagrama IV).
 
Diagrama IV. Lo inconsciente en el Enfoque Modular-Transformacional
El formato que adopta finalmente el diagrama representativo de lo inconsciente en el E.M.T. corresponde al intento de representar el quinto sector de lo inconsciente -el único que incluye Bleichmar de propio cuño, los demás son de origen freudiano- como entrando en las áreas de los otros sectores para indicar su capacidad circulatoria de desplazamiento e interacción.
Aclaro que La imagen del diagrama transmite una falsa apariencia topológica de localidades de equivalente importancia y dimensión. El lector debe representarse los diferentes sectores no como locales sino diversas formas o modalidades de ser/estar inconsciente lo psíquico, las huellas o representaciones de las temáticas o narrativas psíquicas de que hemos hablado en la primera dimensión del aparato psíquico. Las cantidades de material psíquico procesadas en una u otra modalidad inconsciente pueden ser enormemente diversas: Hay formaciones inconscientes como las del inconsciente originario que son de obligada y constante creación en todos los sujetos y a lo largo de toda su vida, mientras que otras, como el desactivado solamente se da en algunos sujetos, siendo más o menos inexistentes para el resto.
El inconsciente de las operatorias, por su lado, constituye algo absolutamente distinto al resto: no aporta ningún material desde la conciencia; su contenido se produce como resultado de la interacción de los otros Iccs., en base a la acción de las operatorias inconscientes.
Describo estos diferentes sectores de lo inconsciente -aunque, por comodidad terminológica, los continúe denominando como "tipos" de inconsciente- de la manera más sucinta posible, al objeto de no dejar este vacío didáctico, pero aclarando que lo que el interés en este trabajo es ofrecer la visión de conjunto, y, por tanto, el lugar que éstos ocuparán dentro del contexto global del E.M.T.
Distintas formas de estar lo psíquico en lo inconsciente (o distintos tipos de inconsciente)
No me dedicaré al estudio de cada inconsciente en particular sino a cuestiones de carácter más general, de sus significados y de las relaciones entre ellos y con otras dimensiones del aparato psíquico.
Los cinco inconscientes constituyen formaciones de inconsciente altamente diferenciadas, tanto por su origen, como por las leyes de constitución y de regulación interna, así como por su importancia y significado dentro del conjunto y con el resto de dimensiones psíquicas. Por ejemplo, el inconsciente originario, producto de las identificaciones con los padres, de las interacciones con estos, registradas en forma de memoria procedimental, de formas de estar con el otro, ocupa un lugar altamente destacado en el conjunto. La identificación y las formas en que los padres se relacionaron con el niño generan esquemas de acción, formas de reaccionar afectivamente, intensidad de la afectividad y de los niveles de actividad neurovegetativa, ritmos en la interacción. Nunca estuvo en la conciencia, el sujeto no tiene reflexión sobre él. Constituye la primera y básica puerta de entrada a la constitución de las estructuras psíquicas inconscientes del sujeto; es por tanto universal y omnipresente así como creador de la mayor masa de inconsciente. Aún a riesgo de repetir, lo conforman
a) El inconsciente originario de las interacciones, constituido por el material inconsciente como resultado del rol jugado por el niño en su condición de partenaire de la relación con sus otros significativos, de las posiciones en que quedó ubicado (atemorizado, excitado, gratificado en sus deseos, reforzamiento o reducción de éstos, etc.)
b) El segundo inconsciente originario de las identificaciones, recoge las identificaciones directas que el niño hace de sus otros significativos tomados como modelos. Para dar ejemplos que por lo extremo lo ilustra: la forma de respirar los padres, los ritmos con que se mueven, con que comen, la intensidad afectiva que ponen al hablar, el entusiasmo con que viven algo, los gestos de fastidio corporal ante lo que les disgusta, etc.
La construcción de inconsciente por estas vías es directa e inmediata, no depende de la represión, ni siquiera ha tenido que pasar por la conciencia, y su producción es diaria y continua a lo largo de toda la vida, con un efecto masivo en la construcción de la estructuras psíquicas del sujeto - el ello, el yo, el superyó, los sistemas de alarma, los estilos de defensa, los rasgos de carácter, etc., todas las estructuras que va a conformar su personalidad-.
Las estructuras psíquicas formadas por los inconscientes originarios no crean necesariamente inconsciente patológico, como es obligado en los otros inconscientes, sino que crean tanto estructuras sanas como patológicas de la personalidad dependiendo de la salud o enfermedad del material psíquico parental con el que el sujeto se identifica. Pero, cuando las estructuras incorporadas son patológicas, su desarticulación resulta especialmente complicada debido a lo constitutivo que es.
La importancia nuclear y decisiva de esta formación de inconsciente sobre las demás resulta evidente; nada tiene que ver esta producción "natural" de inconsciente con el inconsciente producto de la represión: así como éste es resultado de la acción defensiva frente a una situación conflictiva, en cambio el inconsciente originario no requiere ni conflicto ni defensa para su formación.
En cuanto a las otras dos formaciones inconscientes, el inconsciente desactivado y el no constituido, corresponderían a la patología por déficit y a la patología por trauma, debidas ambas a fallas parentales, sea la primera por deficiencias en la calidad del entonamiento emocional en la respuesta a manifestaciones deseantes de los hijos, que alcanzarán a la desactivación del deseo si la anulación es masiva[9]; sea la segunda, no por déficit sino por una intrusión (objeto perturbador) de carácter traumático que impide en una u otra forma la inscripción de huellas psíquicas, creando de esta manera las lagunas o "agujeros negros" de no representación inconsciente de lo que debería haber quedado representado.
Pero aquí se requiere una aclaración: ¿por qué hablar de un inconsciente no constituido? No es una contradicción nombrar algo como inconsciente al mismo tiempo que se dice que no se ha constituido, que no existe? El uso de la expresión inconsciente no constituido lo que trata de destacar no es un existente sino, precisamente, que algo le falta a la persona. Si los padres no desearon algo, o sus deseos eran de poca intensidad, la no existencia de esos deseos no es el resultado de la represión. En Freud cuando algo no se encontraba en el paciente, dado que el deseo era el resultado de la pulsión, y ésta es de naturaleza universal, la no presencia sólo se podía explicar por la represión, existía pero estaba sofocado. Pero si el deseo, su intensidad, la fuerza afectiva del mismo, resultan de un desarrollo en que el aporte de las figuras significativas es esencial, entonces cada persona tendrá presencia o ausencia de ciertos tipos de deseos, de la intensidad con que existirán. No es igual haberse criado con padres abúlicos que con padres excitados, incluso hipomaníacos.
El quinto inconsciente, producto de la combinatoria de las representaciones psíquicas de los otros inconscientes, constituye una nueva modalidad aportada por Bleichmar que surge como resultado del componente "Transformacional" del modelo. La acción de unos elementos sobre otros va transformando los materiales que se construyen ahora de manera diferente. Cuando la cualidad transformadora que se transmite es patológica, ésta va contaminando diversos sectores del psiquismo que originalmente no lo eran, de tal manera que esta nueva patología procede no del exterior como el resto de inconscientes sino como una forma de propagación interna. Un ejemplo prototípico de este tipo de propagación la constituyen las creencias matrices pasionales, en las que una creencia de fuerte convicción y alto valor emocional, como por ejemplo la de "yo no puedo" es capaz de propagarse en mil representaciones particulares e ir contaminando áreas distintas como la del narcisismo, afectando a la autoestima traduciéndose en la formulación de "yo no valgo" o en una fragilidad hipocondríaca, en la forma de "soy frágil, me voy a enfermar".
Bleichmar dedica también mucha atención a la conciencia otorgándole mayor lugar e importancia de lo habitual en sí misma así como a sus múltiples relaciones e influencias con el sistema inconsciente, aunque no le podemos dedicar su debido espacio aquí.
3º).- La dimensión circulatoria: Lo transformacional, los pasos, trasvases y desplazamientos de unas estructuras psíquicas a otras.
La mejor introducción a este tercer componente de la teoría del psiquismo la encontraremos en una selección de referencias que Bleichmar (2001) hace a las operatorias inconscientes dentro de un texto dedicado a enunciar los puntos de exploración a los que se debería dirigir la investigación psicoanalítica[10].
O sea, el autor propone como importantes áreas de investigación a desarrollar, todas aquellas que suponen otra dimensión -diferente a la de las temáticas, que han constituido el objeto de trabajo prominente de los psicoanalistas hasta el momento- consistente en otro elemento estructural, diferente al topológico, constituido por los pasos o saltos entre distintas áreas o dimensiones del psiquismo: Entre la cognición y el afecto, entre lo neurovegetativo y lo representacional, entre la conciencia y el inconsciente, entre los distintos sectores de lo inconsciente, entre los distintos tipos de huellas mnémicas etc., y todo ello en relación a su interés para el logro del cambio terapéutico. Recomiendo al lector que lea con atención un tipo de formulaciones que no es frecuente hallar en los textos psicoanalíticos:
"[…] Hoy lo que aparece como tarea indispensable es dar cuenta de la complejidad del psiquismo, de la complejidad de los procesamientos inconscientes y, especialmente, una descripción de las múltiples modalidades de reglas operatorias que regulan:
a) Cómo se combinan las representaciones conscientes e inconscientes, cómo se relacionan entre sí los diferentes tipos de procesamientos inconscientes. No más “el inconsciente”, en singular, homogéneo, como bien destaca Westen (1999) sino constituido por múltiples modalidades de funcionamiento, de origen y de tipos de inscripciones.
b) Cómo están organizados los diferentes sistemas de memoria: procedimental, declarativa, etc. (Tulving & Craik, 2000); los límites en que la memoria procedimental puede ser reinscrita como declarativa...
c) Cómo se articulan los estados emocionales, cómo algunos desencadenan automáticamente a otros de manera que para ciertas personas se pasa, de manera automática, del miedo a la agresividad, a veces explosiva, o del miedo al embotamiento emocional, llegándose a fuertes estados disociativos tipo catatonoide, o de la tristeza a la manía, etc.
d) Cómo la cognición activa ciertos estados emocionales pero, también, cómo los estados emocionales guían a la cognición inconsciente y consciente debiéndose otorgar a los estados afectivos no el papel de simple subordinado de la cognición sino un lugar relevante en la organización de ésta [...]
e) Cómo se articulan las ideas y los estados afectivos con el sistema neurovegetativo, con las peculiaridades de éste en cada persona el tipo de activación neurovegetativa que modula a ciertas memorias (Cahill, 1997; Gold & Greenough, 2001; O'Carroll, Drysdale, Cahill, & Shajahan, 1999), de enorme significación para los trastornos de estrés postraumáticos. La influencia que la activación neuroquímica/ hormonal tiene para regular/desregular en un sentido u otro la cognición consciente e inconsciente, guiando y seleccionando qué red representacional se activará (Panksepp, 1998).
f) Las relaciones entre disposiciones innatas y las influencias ambientales que desarrollan algunas de ellas, inhibiendo otras. Es decir, los fenómenos de plasticidad cerebral [...] Ni una concepción endogenista, en que el desarrollo sigue líneas rígidas, ni una orientación ambientalista que desconozca el papel de los sistemas innatos que posibilitan la acción de lo externo...
[…] La organización inconsciente no difiere de una persona a otra exclusivamente por el tipo de fantasías, por las narrativas que en ella se procesan...
[...] o el recuerdo de los acontecimientos vitales, o los sentimientos de pérdida y de persecución, o los deseos y angustias...
[...]Todo esto constituye una dimensión de análisis de importancia notable, sin duda, pero que no cubre suficientemente a una otra dimensión, a la que designamos como "operatorias inconscientes" como, por ejemplo, los fenómenos de desactivación sectorial en el inconsciente que determina que la mente ante el trauma casi deje de funcionar -quede en blanco-, se perturbe en su capacidad de simbolizar y pueda llegar al estado que Ogden (1982) denomina de "no experiencia" (caso Robert, p.184) o el acoplamiento automático, casi como un fogonazo, entre ciertos contenidos inconscientes y la producción desbordante de angustia, o las descargas en el sistema neurohormonal y de neurotransmisores, con las consiguientes retroacciones sobre las representaciones conscientes e inconscientes, o el acoplamiento entre representaciones y zonas del cuerpo que da lugar a cuadros psicosomáticos...
[...] ¿Cuál es la consecuencia de lo que venimos de exponer, a manera de introducción para lo que luego desarrollaremos? Si hay diversidad en los tipos de organizaciones inconscientes, en las relaciones entre éstas y la conciencia, en la estructura de ésta, en las conexiones a doble vía entre ideas y afectos, entre ideas y cuerpo, entre estados afectivos con baja simbolización y los que se despiertan por niveles asociativos y simbólicos sofisticados, entonces surge la pregunta ¿el trabajo analítico consiste sólo en descubrir fantasías inconscientes, en recorrer la geografía de sus temáticas, en interpretar lo reprimido para desreprimir? O, más bien, ¿tal diversidad de organización inconsciente y su relación con la conciencia y el cuerpo no requiere de intervenciones que sean diversificadas y coherentes con las modificaciones que se espera poder producir en la operatoria del psiquismo en sus múltiples niveles?" (Bleichmar, 2001, la negrita es mía) [11]
Retomemos el hilo conductor de la investigación de Bleichmar: en un primer paso, recoge la diversidad de Inc. teorizada por Freud; en un segundo paso, realiza su propia reformulación de esta complejidad del Inc. (Diagrama II); y, por último, en un tercer paso, identifica tratamientos específicos para cada uno de estos.
V.- LA APLICACIÓN CLÍNICA
5.1. Introducción
Dejo la exposición de los apartados correspondientes a la teoría de la psicopatología, la cura y la técnica, para limitarme únicamente a la exposición de su aplicación a la práctica clínica. Sin duda, este constituye el aspecto más paradigmático del modelo, aquél para el cual ha sido concebido y que lo singulariza, distinguiéndolo de todos los demás. No existe un modelo comparable, dedicado, desde su concepción, a la aplicación de una práctica clínica diferenciada para cada paciente en particular. Hasta el presente, la aparición de cada nueva escuela psicoanalítica se ha caracterizado por diseñar un nuevo modelo de abordaje terapéutico, considerado, en cada caso, como la variante más adecuada de la cura tipo, o, en los casos más extremos, el nuevo modelo que funcionaría como el mejor sustituto de la cura tipo de Freud; nueva fórmula, por supuesto, pero que mantendría el mismo carácter de aplicación homogénea y generalizada para todos los pacientes, que exhibían las anteriores. Esta es la tendencia que rompe el Enfoque Modular-Transformacional de Hugo Bleichmar; y, en este punto, es en el que difiere drásticamente de las demás. Frente a este criterio, se desmarca netamente adoptando la tesis contraria: La mejor técnica es la que dispone de una variedad de abordajes psicoterapéuticos adecuadamente preparados para ser utilizados en el tratamiento de cada paciente particular, de acuerdo a su psicopatología y a su estructura de personalidad específica. La concepción es, pues, radicalmente diferente: No es que dispongamos de un modelo psicoterapéutico al cual se tengan que amoldar todos los pacientes, sino que disponemos de distintas recursos psicoterapéuticos para instrumentar un abordaje adaptado a las características del paciente. La singularidad del modelo proviene, por tanto, de constituir la primera apuesta decidida por la pluralidad y la diversificación de intervenciones terapéuticas. No es que no se hayan adoptado, muy paulatinamente, algunas modificaciones a la técnica tradicional, pero esta apertura a la diversificación terapéutica, actualmente reconocida y aceptada por la mayoría de psicoanalistas, no conduce al reconocimiento de la necesidad de dar el paso siguiente, el que da Bleichmar con la construcción del Enfoque Modular-Transformacional.
La mejor manera de conocer sus criterios al respecto es a través de una cita, en donde realiza un recorrido por las distintas maneras de hacer psicoanálisis que ha utilizado el movimiento psicoanalítico, para pasar después a formular sus propias posiciones al respecto. Por otro lado este texto contiene, a la vez, implícito también su pensamiento respecto a la cuestión central de este artículo, lo que constituye el cisma del psicoanálisis, el contencioso "realidad interna versus realidad externa en el origen de la psicopatogenia y de la constitución del psiquismo":
“En este capítulo nos proponemos examinar algunas cuestiones que puedan servir de fundamento tanto para una teoría de la cura como para delimitar cuáles son las múltiples funciones que el terapeuta debe de cumplir, preparando así el terreno para el capítulo siguiente en el que intentaremos mostrar que el tratamiento analítico va más allá de limitarse a ser una ampliación de la conciencia y que debe tender, para ser coherente con la tesis de que el inconsciente es determinante, a una modificación de éste. A fin de entender lo que sucede en el tratamiento, en que lo interno del paciente se encuentra con lo interno del terapeuta, en que de las características y vicisitudes de este encuentro el proceso se podrá encarrilar hacia una modificación de la patología o hacia una acentuación de la misma, comenzaremos por revisar el papel que desempeña la realidad externa en la génesis de la patología. Si el tratamiento es, en los términos de Balint, "un nuevo comienzo", si en él hay "neogénesis" (Bleichmar, S., 1986), entonces el estudio de las condiciones que intervienen en la constitución del psiquismo, especialmente el interjuego interno/externo, provee de un modelo de valor inapreciable para poder orientarnos sobre las fuerzas que inciden para que se pueda reestructurar en la terapia. En lo que sigue, el lector deberá tener continuamente la relación entre el terapeuta y el paciente como telón de fondo de los desarrollos que vayamos haciendo sobre la relación entre el niño y el medio que contribuye a constituirlo psíquicamente, para ir haciendo las traslaciones correspondientes que permitan deducir, parafraseando a Winnicott, al "terapeuta suficiente bueno" del que puede llegar a ser terapeuta decididamente malo. No porque creamos que en la terapia se recapitule la infancia, teniéndose acceso gracias a la regresión a una reviviscencia de los primeros estadios evolutivos de la mente, o que el paciente en psicoanálisis sea el niño en vínculo con figuras parentales representado ahora por el analista, sino porque las condiciones que estructuran el psiquismo del sujeto, sobre todo la influencia del otro externo pulsional-afectivo y discursivo, que estuvieron presentes en la infancia vuelven a estarlo en el presente de la terapia, a igual título que en el origen y no por evocación del pasado.” (la negrita es mía)
“En la obra freudiana el conflicto intrapsíquico es la causa esencial de la angustia y la patología. El modelo establece una clara secuencia: cierto tipo de deseos -sexuales y agresivos- entran en contradicción con otras representaciones que codifican a esos deseos como inaceptables, lo que genera angustia, determinando que el deseo sea reprimido y que desde el inconsciente reaparezca deformado, condensado con la defensa, bajo la forma de síntomas. Sería difícil dejar de ver la relevancia de este modelo y su enorme poder para entender los datos que la clínica nos presenta. La cuestión reside en aclarar los orígenes de los elementos que constituyen los pares en oposición del conflicto intrapsíquico y, sobre todo, cuánto incide la realidad externa y cuánto las propias producciones del psiquismo más allá de lo que se aporta desde el exterior. Hasta 1897, Freud daba crédito a aquello que sus pacientes histéricas le informaban -que habían sido objeto de seducción por parte de una figura significativa-. A partir de ese momento, el relato referido a una realidad traumatizante es puesto en tela de juicio, llegando Freud a la convicción de que sus pacientes se autoengañan, fabrican el recuerdo impulsadas por sus deseos. La fantasía inconsciente entra entonces en la teoría, fantasía que parecería tener una génesis propia a partir de la pulsión. M. Klein es la representante más acabada de esta concepción endógena de la fantasía: bajo la presión del instinto -ese es el término que usa para enclavarlo en lo biológico e innato-, es decir, de algo absolutamente interno, se generan fantasías que encuentran más o menos apoyatura en la realidad, a la que deforman. Tanto el deseo como la prohibición surgirían de algo interior al sujeto..."
"Énfasis en la fantasía como creación esencialmente endógena versus realidad externa y papel del otro como determinante son, a partir de ese momento, las líneas que polarizarán, con todos los radicalismos, a la comunidad psicoanalítica. Los partidarios de la fantasía y del conflicto intrapsíquico esgrimen como argumentos, cuya validez no se puede desconocer, que la realidad es siempre captada desde un código interno, que lo externo actúa porque encuentra algo interno que le otorga un cierto significado..."
"... Esta prioridad otorgada a lo interno sobre lo externo, aplicada al tratamiento psicoanalítico, condujo a una determinada concepción de éste: lo interno del sujeto, transferido sobre el analista y la situación analítica, es lo que determina el curso del tratamiento, siendo el analista sólo una pantalla para las proyecciones. Sería la transferencia la que daría vida a las reacciones del analista, a su contratransferencia. Si el analista se mantiene en una posición neutral la evolución del tratamiento, lo que surge en éste, estaría guiado por algo interno del paciente que puja por salir, lo que termina sucediendo si no se lo obstaculiza. Proceso semejante al desarrollo biológico de cualquier organismo vegetal o animal que sigue una evolución marcada por un programa interno genéticamente determinado.
En otra posición muy diferente se encuentran los que consideran a la realidad exterior, representada por el otro, como la causa básica no sólo de la estructuración del psiquismo y la fantasía inconsciente sino de la génesis de los problemas que va a encontrar el sujeto, de sus conflictos, de las angustias que distorsionarán su ser, considerando el carácter como organización patológica defensiva, reaccional, ante el impacto de una realidad traumatizante. Ferenczi (1932a, 1932b), Balint (1952, 1968), Winnicott (1965), y Kohut (1971) son los miembros más destacados de este grupo. Balint señala que si el objeto no '"encaja" con las necesidades del niño, ello determina una "falla básica". En cambio, si se adapta a sus necesidades «produce un sentimiento de tranquilo bienestar..."
"...Algo equivalente sostiene Winnicott: «El medio ambiente, cuando es suficientemente bueno, facilita el proceso madurativo. Para que esto suceda, la provisión externa se adapta, de una manera extremadamente sutil, a las cambiantes necesidades que surgen a partir del proceso de maduración…." (p. 223). »
"...Adaptación del objeto externo que denomina función de "sostén" (holding), la que debe ser cumplida por la "madre suficientemente buena" y el "analista suficientemente bueno" (p. 251)..."
"...Laplanche (1987, 1992b), por su parte, en el fino y elaborado trabajo que hace de la metapsicología freudiana, en su retorno "sobre" Freud, muestra las consecuencias que tuvo el abandono por parte de éste de la teoría de la seducción: la recaída en el endogenismo de una pulsión que iría desde el sujeto hacia el exterior, sin verse el papel que el otro desempeña en la constitución misma de lo pulsional. El desarrollo que efectúa en Nuevos Fundamentos para el Psicoanálisis resitúa el problema de la seducción no en el nivel de la forma del abuso grosero sino en el plano de cómo el adulto, atravesado por la represión, desconocedor de que se dirige sexualmente al niño en el momento de los cuidados propios de la autoconservación, injerta en éste, mediante lo que denomina "mensajes enigmáticos", una sexualidad que ni uno ni otro saben que se está produciendo. Es lo que denomina "teoría de la seducción generalizada". (Bleichmar, 1997, p. 117-120, la negrita es mía)[12] [13]
A partir de esta diferenciación de posiciones, entre los partidarios de la realidad interna frente a los partidarios de la realidad externa, Bleichmar dedica su atención a la bifurcación del tratamiento analítico en dos formas de tratar a los pacientes: el tratamiento de la patología por conflicto y el tratamiento de la patología por déficit. Centrémonos en la patología por déficit: 
Trastornos por déficit
“En oposición a los trastornos por conflicto, en la literatura psicoanalítica de los últimos años se ha hecho frecuente denominar como "trastornos por déficit" o "trastornos por detención en el desarrollo" a diferentes patologías que son atribuidas a la falla del medio circundante en proveer al sujeto aquello que su evolución en cada etapa requiere (Gedo, 1981; Killingmo, 1989, 1995; Stolorow et al., 1987; Stolorow y Lachmann, 1980). Como consecuencia de ello, ciertas funciones o capacidades no se desarrollan normalmente y faltan. De ahí el término "déficit". Stolorow establece la necesidad de una distinción entre la psicopatología que es el producto de defensas activadas por el conflicto intrapsíquico y aquella que deriva de una detención en el desarrollo, con la consiguiente técnica diferente de tratamiento para cada una de estas patologías (Stolorow y Lachmann, 1980, p. 5)…”. (Bleichmar, 1997, p. 120)
Esta primera bifurcación de modelos psicoterapéuticos, actualmente aceptada por la mayoría de psicoanalistas, no promueve en éstos la necesidad de progresar en el camino de la diversificación psicoterapéutica. En cambio, para Bleichmar, este no constituye nada más que el primer paso en la apertura del más amplio abanico de intervenciones psicoterapéuticas específicas. Como podemos observar en el texto, Bleichmar continúa con un segundo paso en el que diversifica la patología por déficit en tres subcategorías, para cada una de las cuales instrumentará el correspondiente abordaje terapéutico específico:
"Cuando se estudian los ejemplos clínicos aportados por los autores que introdujeron la concepción de patología por déficit, y se deconstruye el concepto, se comprueba que engloban bajo esta denominación a condiciones muy diferentes:
1) Cuando, efectivamente, el objeto externo dejó de aportar algo esencial para la constitución de cierta función del psiquismo -sostén de la autoestima, capacidad de autoapaciguamiento de la angustia, estructuración de la función deseante, sentimientos de potencia y eficacia, etc. […] Por ello debiéramos hablar de patología por déficit del objeto externo"
2) Cuando el objeto externo persiguió, aterrorizó, culpabilizó, controló abusivamente, traumatizó psíquica o físicamente. Creemos que para esta condición la denominación más adecuada es la de patología por trauma.
3) Cuando la patología resulta, en lo esencial, de la identificación del sujeto con la patología de los padres. Inscripción patológica originaria que es ejemplificada por una paciente cuyos padres, fóbicos ambos, le constituyeron originariamente desde su más temprana infancia una visión del mundo como terrorífico y de ella como amenazada de muerte. En este caso su panfobia está indisolublemente encarnada en lo más esencial de su personalidad..." (Bleichmar, 1997, p. 162)
Pues bien, a partir de estas citas, comprobamos que nos encontramos, al menos, frente a cuatro modalidades psicopatológicas diferentes: una primera, definida por Freud desde los inicios del psicoanálisis, que otorga la carta de identidad a su método, la patología por conflicto, frente a otras tres modalidades patológicas, aportadas por los autores de la patología por déficit, pero acumuladas, como en un cajón de sastre, bajo un mismo rótulo, sin la debida clasificación; punto en que se inicia la intervención de Bleichmar de cara al proyecto de la diversificación de intervenciones terapéuticas.
Existe una cierta correspondencia entre estas patologías y las distintas modalidades de inconsciente formuladas por Bleichmar a partir del estudio del desarrollo del inconsciente en la obra freudiana. Esta constituiría la manera en la cual Bleichmar trata de cubrir el vacío dejado por la teorización freudiana en la que no dio aplicación clínica a sus desarrollos teóricos del inconsciente.
Correspondencias entre las funciones del objeto y las funciones del analista
Si entendemos la relación con el analista "sobre el trasfondo de la relación con el objeto" y "con capacidad de neogénesis al mismo título que aquél", entonces entenderemos la importancia y el significado que Bleichmar le confiere a la acción del analista. (Ver Gráfico 3)
 
Gráfico 3: Correspondencia entre las funciones del objeto y las funciones que el analista desempeña para el paciente
En este contexto el intercambio entre analista y paciente se convierte en un encuentro bidireccional. El objetivo analítico implica no sólo hacer consciente lo inconsciente, sino y sobre todo la modificación del inconsciente; el diagnóstico adquiere una importancia decisiva para proyectar el abordaje terapéutico que va adquirir habitualmente un desarrollo en fases a lo largo del cual el analista tratara de compensar las fallas del objeto originario.
Las tres viñetas clínicas que voy a exponer a continuación representan ejemplificaciones concretas de algunos tipos de abordajes clínicos del autor.
5.2. Viñetas clínicas
La elección de estas viñetas obedece al criterio de que, por un lado, sean representativos de amplios sectores teórico-clínicos del modelo, pero, por otro, y no menos importante, abarquen modalidades de tratamiento lo suficientemente diversificadas como para ofrecer una muestra representativas del modelo. Aún así necesito limitarme a no más de tres casos, expuestos además en su reducción mínima imprescindible[14].
En el primer caso se trata de una paciente desvitalizada (Inc desactivado)- que constituye un ejemplo muy representativo del nuevo tipo de tratamiento emprendido por los autores de la "patología por déficit", mientras que el segundo constituye el mejor exponente de un trabajo dirigido fundamentalmente a lo intrapsíquico -el descentramiento de la propia mente- en un caso de narcisismo paranoide destructivo; para terminar con un caso de duelo patológico que está dedicado a ejemplificar el trabajo con la depresión por la pérdida del objeto, tema tan desarrollado en el modelo. Se trata de tareas terapéuticas ampliamente diversificadas, que dan muestra del amplio abanico abarcado por el modelo.
Viñeta 1: La desvitalización: una viñeta clínica[15]
Bleichmar (2001) nos presenta el siguiente caso:
“Es una mujer que llega al tratamiento con una profunda desvitalización a la que subyace un sentimiento de impotencia y desesperanza de que su conducta pudiera tener alguna incidencia sobre la realidad, especialmente la reacción del otro. Habla "para adentro", como tragándose las palabras, casi sin expresión emocional que acompañe a lo que va relatando. La atiendo frente a frente y cuando le formulo una observación o una interpretación se queda mirándome sin que haya ninguna expresión que revele si acepta o rechaza lo que digo, o si le afecta de algún modo. Tiene una actitud notablemente sumisa, que es la misma que caracteriza todos sus vínculos.
Sabe de sus limitaciones, por eso concurre al análisis, aunque sin muchas esperanzas porque una terapia anterior fue interrumpida por el terapeuta por falta de progresos. Es inteligente, asocia, trae sueños, incluso entiende algunos de sus significados, pero eso no cambia sus reacciones automatizadas, la forma en que se relaciona con los demás. No se trata de que suprima la expresión externa de un reclamo sino que su estado emocional evoca las descripciones de los casos de hospitalismo en la fase en que desaparece la queja y la lucha por recuperar al objeto de apego tras haber fracasado en lograr su retorno. La paciente había vivido una infancia en que una madre muy inaccesible, egocentrada, no respondía a sus deseos de ser alguien para ella -una hermana ocupaba toda su atención-. Un padre débil, sometido a su mujer, no constituyó ningún apoyo o, incluso más, fue el modelo identificatorio de alguien que “no se sentía con derechos frente a su mujer”
“...Es un posicionamiento básico, reproducción del que tuvo con su madre, en que la inhibición del desear en importantes sectores no se debe a la clásica inhibición producida por lo que en Freud se denomina ansiedad de castración, a un fenómeno de represión de un deseo por entrar en conflicto con el superyó, sino a algo mucho más básico, la falta de respuesta del otro, la que tuvo una doble consecuencia: a) un déficit en la fuerza del desear, que siempre depende en su constitución y en su mantenimiento, de la vitalización que le imprima el otro; b) un sentimiento profundo de ilegitimidad que pasó a formar parte de su identidad, pues si la figura significativa no responde para el niño ello indica que lo que pide no es adecuado. En nuestra paciente, desvalorización de sí que corre paralela con la idealización de los otros, frente a los cuales siente que es claramente inferior...”
“...En el tratamiento de esta paciente lo que permitió ir cambiando su desvitalización estuvo dado por una serie de intervenciones que transcurrieron en niveles muy diferentes. Por un lado, la reconstrucción histórica de los vínculos con sus padres que fueron los que generaron un sentimiento de profunda inadecuación personal y de falta de esperanza de provocar en el otro el reconocimiento deseado...”
“...La reconstrucción histórica, al transcurrir en un contexto intersubjetivo va creando otra representación del self por ir generando el significado "Tú no eres únicamente esa que estás describiendo, como cualidad intrínseca, inmanente, sino que esa forma de ser fue la manera de reaccionar ante ciertas circunstancias. Puedes ser diferente ahora". Es este significado, compartido en la intersubjetividad, dotado de la fuerza de la creencia del otro significativo -el terapeuta- el que inicia el cambio. Aunque se necesita de algo más.
Llegó un momento, no muy avanzado el tratamiento, en que ella "sabía" muchas de las razones de su problemas pero, igual seguía reaccionando automáticamente bajo su modalidad habitual...”
“...A ésta última la denominaríamos ahora inscripción en forma de memoria procedimental, forma de sentir y de actuar automática. La inscripción consciente pasa a ser memoria declarativa. La cuestión es cómo se cambia la procedimental...”
“…Por ello, en el caso de mi paciente, junto al trabajo de reconstrucción histórica, lo que existió por mi parte fue una actitud de espontánea implicación en el vínculo, de activa intervención en los proyectos y mil aspectos de la vida cotidiana...”
“...el significado vivencial para ella era que el compromiso emocional del terapeuta probaba que sí valía, que ocupaba un lugar en la mente del otro...”
“...La actitud que la paciente fue teniendo en el vínculo conmigo le permitió inscribir, en forma de memoria procedimental, modalidades de sentir y de actuar que no estaban reprimidas sino que previamente habían sido abortadas en su posible desarrollo...”
“...Pero la fundamentación de lo que hicimos con nuestra paciente no se basa simplemente en que fue útil para el tratamiento, o en que son legítimas ciertos apartamientos de la técnica clásica -los llamados "parámetros," a partir de Eissler (1953), sino en una conceptualización de los procesos inconscientes que van más allá de reducirlo al inconsciente reprimido, y que se basa en los conocimientos que disponemos hoy en día sobre los distintos tipos de memoria. Es esto lo que reclama el uso de intervenciones que exceden a la interpretación clásica...” (Bleichmar, 2001)
Viñeta 2: Narcisismo paranoide destructivo: el "descentramiento respecto a la propia mente"[16]
En el mismo artículo presenta otra viñeta clínica:
“Veamos la diferencia para el tratamiento entre la paciente que venimos de describir y una persona que sufría de narcisismo destructivo, que agredía a los demás, que manifestaba hostilidad intensa en el vínculo conmigo, malhumor, reproches. Tratamiento marcado por el sentimiento de que aceptar al terapeuta era someterse, y por la necesidad de ser el que humilla y no el humillado -identificación con el agresor, con padres sádicos, hostiles. Su conducta sádica satisfacía al sistema narcisista y al de la autoconservación: "Soy agresivo, por tanto, poderoso y grandioso; soy agresivo, por tanto poderoso y no corro peligro".
¿Cuál fue la forma de encarar el tratamiento". Por un lado, trabajo sobre la identificación proyectiva defensiva (Kernberg, 1992; Sandler, 1989), en que empleé intervenciones del tipo: "Entiendo cómo se debe de haber sentido de pequeño: humillado, teniendo que soportar todo lo que su mamá decidía arbitrariamente. Es como si se hubiera dicho: nunca más voy a estar en esa situación". Además, fui mostrando el lugar en que me ubicaba: "Ahora yo soy el humillado, el que debe aguantar toda arbitrariedad, que Ud. no la siente como arbitrariedad sino que tiene el derecho a maltratarme por lo que yo y los demás le hemos hecho".
Junto a lo anterior, trabajo sobre su falta de empatía favoreciendo la identificación con el objeto sufriente: "¿Cómo le parece que me debo de sentir yo en este momento con lo que Ud. me dice". "Me doy cuenta que está tan centrado en su propio dolor, en su sentimiento de humillación que no puede sentir lo que pueda sentir yo cuando me critica tan duramente".
Se puede cuestionar este tipo de intervenciones por ser culpabilizantes. Sin duda lo eran, pero el poder sentir el sufrimiento del otro, el conectarse con que el otro es también un sujeto, para este paciente constituía parte esencial del desmontaje de su narcisismo paranoide destructivo, y ello sólo podía darse en el vínculo conmigo pues si se lo hubiera señalado en relación a otros me hubiera descalificado bajo el argumento de que apoyaba a los demás y no a él.
También, énfasis en el código paranoide desde el que construía al otro, a sus presuntas ofensas y malos tratos, en la codificación que hacía de la realidad, en cómo seleccionaba los datos que lo confirmaban y desechaba los que no encajaban. Le planteé explícitamente que siempre había mirado las intenciones de los demás y que eso le había impedido reflexionar sobre su propia mente, sobre la forma en que construía sus pensamientos. Le dije que el poder colocarse como observador del funcionamiento de su mente, el preguntarse sobre las necesidades emocionales que le conducían a las convicciones que iba teniendo, el no quedar atrapado en esas convicciones como si fueran verdades inobjetables, sería un progreso decisivo, nada fácil de alcanzar. O sea, apelación a su narcisismo para promover el cambio...”
“...El desarrollo de la capacidad de reflexionar sobre su propia mente -cómo ésta construye significados- fue convertido en el eje del tratamiento, especialmente cómo el atrincherarse en los pensamientos que su mente iba generando le otorgaban un sentimiento de seguridad, valía, y de que no iba a ser aplastado por el pensamiento de los demás. Por tanto, no simple exposición al paciente de una teoría sobre la mente, sobre las múltiples narrativas que se pueden construir en base a los datos de la realidad, no mera apelación a una epistemología del pensamiento que él debía compartir conmigo, sino trabajo sobre las razones emocionales por las cuales tenía que encerrarse en sus convicciones. La promoción del "descentramiento respecto a la propia mente" requiere la disminución de las angustias que hacen que se equiparen las propias ideas y la realidad, sin fisuras entre aquéllas y ésta...”
“...Como llegó a poder expresar: "antes creía que lo que pensaba era una fotografía de todo, tal cual como eran las cosas". A lo que yo le contesté que la fotografía también capta la realidad desde la limitación que su material le impone, de los colores que es capaz de detectar. El pudo entender perfectamente la metáfora.” (Bleichmar, 2001)
Viñeta clínica 3: Un caso de duelo patológico.[17]
Con la cita siguiente pretendo poner el broche en el sentido no de cierre, sino en el de "abrochar" una variedad de extremos teóricos desplegados hasta ahora a lo largo del trabajo
Aunque el autor lo escribiera con el designio de perfilar distintos subtipos de duelo patológico, sin embargo a nosotros nos resulta muy oportuno para ejemplificar el anclaje en la clínica de una serie de extremos teóricos desarrollados anteriormente:
- De manera general los correspondientes a los tres apartados de la estructura del psiquismo: Las narrativas, las localidades psíquicas y los tránsitos ente ellas; destacando, entre otros, los conceptos de: objeto, deseo, módulos motivacionales y operatorias.
- La puesta en acto de uno de los desarrollos paradigmáticos del modelo: la sofisticación de la teoría del objeto a partir de la diversificación de sistemas deseantes en el sujeto: Ahora el objeto no cubre solamente el deseo libidinal, sino también el deseo de apego, el narcisista, el de regulación psicobiológica y el de auto-heteroconservación; el objeto pasa a ser una multiplicidad de objetos para el sujeto, cuyas necesidades cubrirá con mayor o menor eficacia, redundando así en una diversidad de duelos cuando éste falte.
- El juego entre lo intrapsíquico y la relación con la exterioridad; el efecto de reverberación de los circuitos de influencias entre las defensas intrapsíquicas, sus efectos sobre el exterior y el reforzamiento de las mismas: Circuitos de la dimensión transformacional
- Su conexión con la cita de la aportación del Dr. Lawrence Friedman, el discutidor en el Congreso de la Asociación Psicoanalítica Internacional (Berlín 2007)[18] de la conferencia en que Bleichmar presentó este caso clínico.
"Desde el comienzo del psicoanálisis el tema de la memoria, de cómo el pasado y el presente interactúan ha sido un foco de interés constante. El descubrimiento por Freud de los fenómenos de transferencia, de la importancia de la vida infantil en la determinación de la forma en que el presente es visto desde los ojos del pasado, mostró una de las variantes de la relación presente/pasado. Pero, rápidamente Freud detectó que la relación era más compleja, bidireccional. Ello le llevó a describir la condición de la Nachträglichkeit, traducida como deferred action o après coup (Faimberg, 2005; Thomä & Cheshire), en que un acontecimiento pasado, en un momento en que la capacidad de simbolización no permite darle significado (meaning) adquiere significado gracias a otro acontecimiento ulterior. Y también cómo desde el presente se modifica el recuerdo, distorsionándolo, adaptándolo a las necesidades actuales (Freud, 1899)
En este trabajo aplicaré al examen del duelo patológico el papel que juega el presente en la reconstrucción del recuerdo del objeto perdido e intentaré diferenciar distintas condiciones que originan y mantienen el duelo patológico dando lugar a subtipos del mismo”.
“Así como la fantasía sobre la existencia de un paraíso perdido surge a partir del sufrimiento de la vida presente, en el desarrollo de algunos duelos patológicos hay una continua reconstrucción del recuerdo del objeto de modo tal que se le van atribuyendo rasgos que antes no se sentía que tuviera. La infelicidad actual, cualquiera sea su causa, hace añorar un tiempo y un objeto que es progresivamente idealizado. Cuestión que conducirá a tratar de diferenciar entre fijación primaria al objeto –la existente previa a la pérdida- y fijación secundaria, la fijación a un objeto fantaseado, construido desde el presente, al que se considera causa de un supuesto pasado de felicidad o ausencia de sufrimiento.
La Sra. Y., de alrededor de 50 años, comenzó su análisis por un cuadro depresivo tras la muerte de su marido. En mi primer encuentro con ella, su mirada triste, su cara marcada por el sufrimiento, su caminar desvitalizado, fueron para mí claros indicadores de que la pérdida del marido se había convertido en un acontecimiento devastador para ella. Pude enterarme que mientras el marido vivía, el lugar destacado que él ocupaba en la sociedad le había permitido gozar de un trato especial y de una vida llena de satisfacciones narcisistas. Después de su muerte, al principio la gente la llamaba asiduamente y luego los contactos se fueron espaciando, lo que fue vivido con resentimiento y creciente hostilidad hacia los demás. Fue dominada por un sentimiento de impotencia (helplessness) y de desesperanza (hopelessness) para recuperar su anterior posición. El malestar de los sentimientos de impotencia y de desesperanza, que como veremos forman parte esencial del duelo patológico, intentaba ser contrarrestado mediante el refugiarse en una identidad idealizada: ella se representaba como la viuda de un gran hombre al que el mundo olvidaba con demasiada facilidad, cosa que ella no haría. Vistió de negro absoluto, buscó y compiló los escritos y discursos de su marido, cuestión en la que antes nunca se había interesado. La figura del marido fue objeto de una creciente idealización pasando a ocupar un lugar destacado en sus pensamientos, lo que no había sucedido mientras vivía, dando lugar a una fijación secundaria al objeto idealizado. Pero este intento de compensación narcisista no lo podía mantener pues su aproximación hostil hacia los que la rodeaban determinaba que el rechazo recibido fuera haciéndola sentir cada vez más impotente para generar las respuestas que deseaba y de las que no podía prescindir.”
(Lo transformacional: Circuitos reverberantes entre lo intrapsíquico y lo interpersonal)
“Sus relaciones quedaron reducidas a unas pocas familiares y al vínculo conmigo en el tratamiento, al que concurría para hacerme partícipe de su amargura, esperando que compartiera su visión hostil respecto a la gente...”
“... A medida que el tratamiento avanzaba pude ir ayudándola a reconocer sus necesidades narcisistas enraizadas en una familia con grandes expectativas en la que ella tuvo que abrirse paso entre hermanos que recibían un trato preferencial por parte del padre, y participando del clima emocional de la madre, mujer sacrificada y con fuertes elementos paranoides silenciados que tomó a Y. como paño de lágrimas de sus amarguras...”
“...Junto al núcleo narcisista -área de la valoración- la Sra. Y. sufría por la existencia de un componente paranoide de su personalidad que la hacía sentir rodeada de figuras que la podían dañar; producto esta visión de una triple determinación: la identificación con el discurso y la actitud materna de sentirse continuamente amenazada, la violencia del padre, y su propia hostilidad proyectada...”
(A continuación, un ejemplo de circuitos de influencias: valor del insight logrado sobre un circuito reverberante entre defensas intrapsíquicas y relación con la realidad externa)
“…Un momento importante de la terapia fue cuando pudo entender la circularidad existente entre la idealización del marido y la desconfianza ante el mundo externo: su hostilidad ante las figuras externas la hacían regresar al vínculo con el marido, al que debía idealizar; pero la idealización de la relación con el marido le impedía sentir que pudiera encontrar otra relación gratificante en la realidad externa.
De poco hubiera servido que yo hubiera tratado de cuestionar la idealización del marido, intentando hacerle ver su ambivalencia y hostilidad hacia él…”
(Entramos en las cuestiones de técnica, metas terapéuticas organizadas en fases adaptadas a las necesidades del paciente. No le desmonta la defensa hasta tanto no vaya disponiendo de valoración narcisista y sentimiento de seguridad por sí misma)
“…Ello hubiera sido desatender que la relación imaginaria con el marido muerto, construida desde el presente, desde su sufrimiento actual, estaba basada en serias perturbaciones de su equilibrio narcisista y de su sentimiento de seguridad básica. Lo que plantea la cuestión de que en la elaboración del duelo no se trataría de circunscribirnos a la relación con el objeto perdido sino, también, de que la persona en duelo pueda superar las ansiedades y limitaciones que en el presente conducen a reconstruir un objeto que no existió ni en la realidad externa ni tampoco en la realidad psíquica, es decir, en cómo fue visto en el pasado.
Sintetizando el caso de la Sra. Y, la pérdida del marido creó una situación que desestabilizó básicamente su narcisismo, despertando sentimientos de minusvalía frente a los cuales reaccionó con agresividad, aislamiento grandioso e idealización creciente del marido secundaria a la pérdida...”
(Lo transformacional: Ejemplificación de varios circuitos de influencias reverberantes entre diversos elementos intrapsíquicos e interpersonales)
“Defensas que, a su vez, trajeron consecuencias: cuanta más agresividad, más rechazo por parte del exterior y retraumatización narcisista, junto a un incremento de su desconfianza sobre la gente por proyección de su agresividad. Situación atrapante: dificultad de conexión con el mundo externo en que sí podría haber encontrado objetos sustitutivos, y el retorno, por esa misma dificultad, a un incremento de la idealización del objeto perdido -fijación secundaria-, lo que reforzaba la dificultad para conectarse en la realidad con otras personas que siempre se le aparecían como inferiores al muerto. Y, como consecuencia de ello, recaída en el sentimiento de impotencia y desesperanza para recuperar una imagen valorizada de sí que el objeto perdido había contribuido a mantener...” (Bleichmar, 2007)
Me apoyare en la brillante disertación que realizó Lawrence Friedman (2007), el discutidor de la conferencia de Hugo Bleichmar en el Congreso de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA)de Berlín en Julio del 2007, un extracto de la cual acabamos de exponer. Friedman es una de las figuras más destacadas en el movimiento psicoanalítico mundial, autor de decenas de artículos en The International Journal of Psychoanalysis, The Journal fo the American Psychoanalytic Association, the Psychoanalytic Quarterly, autor del libro de referencia The Anatomy of Psychotherapy. Hillsdale, NJ: Analytic Press.
He seleccionado unos párrafos de Friedman en el momento de la discusión, en los que consigue reflejar muy adecuadamente el carácter dinámico de la representación del aparato psíquico en el modelo de Bleichmar[19]:
"Este es un trabajo notable realizado por un analista notable comprometido en un proyecto notable. Contiene tantas perlas que sería fácil que nos quedáramos con la sabiduría clínica y nos alejásemos sin apreciar la medida plena del logro de Bleichmar.
¿Qué ha hecho aquí?
En primer lugar, ha agudizado nuestra visión. Estamos impactados por la exactitud tan verosímil de estos retratos clínicos. Ninguno de nosotros volverá a aplicar un perfil estándar a cada paciente con duelo patológico al que veamos. [Especialidad en que tengo experiencia como miembro del Consejo Editorial]”.
Friedman, no sólo valora la especificidad del trabajo de Bleichmar, sino que, además, cansado de la monocorde presentación de casos clínicos de duelo patológico, exhorta a los psicoanalistas presentes a imitarlo.
“En segundo lugar, hemos aprendido cómo cada una de sus imágenes refleja un daño a una o más de una gama realmente amplia de variables en la que nos basamos en la vida: regulación del afecto, sexualidad, necesidades de identidad, seguridad, etc.”
Complejidad de elementos discretos en interacción, en lugar del pensamiento homogeneizante de unos pocos principios abarcativos que lo explican todo.
Y nótese que Bleichmar no sólo enumera estos daños, sino que detalla los pasos exactos que cada uno de ellos da hacia los síntomas y hándicaps específicos que culminan en la indefensión y desesperanza que definen el duelo patológico.”
Referencia a los circuitos de encadenamientos etiológicos
“Aquí no hay suposiciones descuidadas, no hay lagunas imprecisas en la cadena etiológica. Es una explicación meticulosa de causas próximas y distales, desde la fuerza y predisposición innatas, el entorno temprano, la psicodinámica, hasta el entorno actual, la conducta y la fenomenología. Cuenta como factores tanto la fantasía como la realidad, tanto la oportunidad como la vulnerabilidad. Este es el sello de Bleichmar: el realismo pegado a la tierra combinado con la seriedad teórica.
Eso le permite decir por qué una intervención que ayuda a un paciente con duelo no ayudará a otro. Ofrece lo que esperamos de una nosología psicoanalítica; no un inventario sino un mapa de ruta de la patogénesis y su tratamiento.” (la negrita es mía)
Aquí resalta la creación de una psicopatología válida para el diseño del abordaje terapéutico.
“En tercer lugar, Bleichmar ha tomado conceptos a los que hemos dejado de lado, como el yo y el objeto y ha extraído de ellos los detalles de vida real que contienen. ¿Decimos que la pérdida de un objeto ha dejado al yo en un estado de anhelo indefenso? Bien, entonces, aconseja Bleichmar, estamos obligados a decir qué es ese objeto en concreto.
La definición exquisitamente personal del objeto es el beneficio que obtenemos de tomar en serio la noción freudiana de objeto…”
Se trata del desarrollo de la teoría del objeto que precisa su significado. Cuando vemos una persona atrapada en el duelo, no sabemos todavía de qué está haciendo duelo, o qué otro duelo secreto puede estar ocultando.
“Esta especificidad del objeto es la que permite a Bleichmar rozar de pasada la categoría poco nítida de pérdida y ordenar a los pacientes según sus predicamentos individuales.
La nosología de Bleichmar diferencia –no aglutina- la tragedia humana. Su clasificación multifactorial de significados es un foco de luz para la investigación, no un armazón para la dominación teórica. (la negrita es mía)
En cuarto lugar, puesto que Bleichmar no se está entreteniendo con generalidades filosóficas…”
Le interesa lo teórico en la medida que sea útil para la aplicación clínica
“…sino que está hambriento de significado personal en sus pacientes, está perfectamente abierto a aceptar la ayuda de cualquier analista que tenga un insight, independientemente de su credo.
Cuando la idealización de un paciente está diseñada para suavizar la agresión, son bienvenidas las ideas kleinianas. Si la idealización es como apoyo a un objeto del self, la experiencia kohutiana viene muy bien.
Si es algo que casi es un objeto del self pero no lo es del todo, Bleichmar añade su propia contribución a la de Kohut.”
Reformulaciones o extensiones oportunas de insights de otros autores para rellenar cohesivamente su edificio teórico
“...Lejos de temer esta o aquella asociación doctrinal, Bleichmar quiere beneficiarse de la sabiduría de todos los clínicos del mundo.
Su sentido de la incorporación e integración de aplicaciones útiles a la práctica clínica está por encima de las fronteras escolásticas. No es de extrañar que desoriente a quien lo quiera etiquetar de modo simplista.
“...En sexto lugar, además de ayudarnos con estos problemas clínicos más difícil y existencialmente complicados, Bleichmar ofrece un modelo para la teorización psicoanalítica.
Es un ejemplo de cómo generar un psicoanálisis útil para todos nosotros, lo cual es, creo yo, nuestro principal proyecto".
Sintoniza con el propósito de Bleichmar en cuanto a que éste sea un camino por el que transitar para hacer evolucionar el psicoanálisis. Luego se rescata de la posible crítica de eclecticismo ante el ecumenismo de utilización de la sabiduría de todos los clínicos del mundo:
"Las variadas fuentes teóricas en las que se basa son trianguladas en la situación clínica que comparte con nosotros tan convincentemente. No nos preocupa el eclecticismo, porque Bleichmar muestra cómo esas diversas fuentes se unen sistemáticamente para nuestro propósito concreto".
VI. RESPONDIENDO A LAS PREGUNTAS
No cabe duda de que, llegados a este punto, el lector psicoanalítico experimentado se habrá forjado su propia configuración acerca de la cuestión que ha funcionado como punto de partida y motor de arranque del trabajo -la ubicación teórica de Bleichmar dentro del panorama científico del psicoanálisis actual-; la abundancia de pasajes ad hoc a lo largo de todo el texto así se lo permiten.
Sin embargo, junto a este primer propósito se añade un segundo, íntimamente imbricado con aquél, que lo complementa: Consiste en ofrecer, al mismo tiempo, una visión sintética de la matriz del modelo, de aquello que constituye su esencia y significado singular; lo que podríamos definir como el corazón del modelo: Los motivos lo impulsaron a su creación; los vacíos del espacio teórico-clínico que estaba destinado a rellenar; la importación de lógicas de procesamiento mental como herramientas de trabajo adecuadas; la elección de las fuentes teóricas del pensamiento psicoanalítico en las que basarse; su adecuada decantación en función de los aportaciones de la investigación científica actual. En suma, todo aquello que lo caracteriza con su identidad y su personalidad propia. Todo esto ofrecido en un formato enormemente sintético, casi como de comprimido de ingestión rápida -quizá no de digestión-, de modo que el lector pueda acceder a una aprehensión en profundidad de lo esencial del modelo que pueda servir de catalizador de la caótica dispersión de opiniones que constituían el status quo de la situación con que yo me encontraba.
Retomemos oportunamente, ahora, el diagnóstico implícito de esta situación que se halla contenido en algunos párrafos de la lúcida alocución de Friedman:
“...Lejos de temer esta o aquella asociación doctrinal, Bleichmar quiere beneficiarse de la sabiduría de todos los clínicos del mundo.
Su sentido de la incorporación e integración de aplicaciones útiles a la práctica clínica está por encima de las fronteras escolásticas. No es de extrañar que desoriente a quien lo quiera etiquetar de modo simplista…" (Friedman, 2007)
Certera captación de la dificultad de aprehensión de un modelo que se presta a las más fragmentarias aproximaciones si no se lo incorpora en sentido integral -transmitir, "de una pieza," éste, constituye mi esforzado propósito-.
Concuerdo con Friedman en la idea de que el espíritu integrador exhibido por Bleichmar a la hora de incorporar los múltiples insight de autores y escuelas, tanto para la construcción del andamiaje teórico de su modelo, como para la articulación de la compleja estructura de intervenciones terapéuticas empleada en su práctica clínica, ofrecen la ocasión para la dispersión en el caso de aproximaciones esporádicas y ocasionales a su obra: Un artículo, una conferencia, un seminario monográfico, todo ello sin la necesaria contextualización con la visión integrada del modelo, pueden dar pábulo a las más fragmentarias y desorientadas representaciones del mismo.
Tomemos, por ejemplo, una representación sincrética que le adjudicase, una identidad de autor de corte aperturista que rompe con la tradición clásica para beber en las fuentes del psicoanálisis norteamericano, podría etiquetarlo de manera indiscriminada como autor relacional, de la psicología del self, interpersonalista o intersubjetivista.
Salgamos al paso de un espejismo de este tipo; pongamos a prueba el cotejo de su posicionamiento teórico-clínico con el de éstos, comenzando por el más extremado de ellos, los intersubjetivistas -aquellos que, en su posición más radical, se plantean incluso si tiene sentido tomar la mente particular del individuo como unidad básica de estudio-. Preguntémonos, entonces, si Bleichmar es un autor intersubjetivista. El hecho de que trabaje intersubjetivamente -como antes hemos ejemplificado en el caso de la paciente con un inconsciente desactivado, para crearle un nuevo Inconsciente activado- no presupone que abrace íntegramente los postulados básicos de esta escuela. Ni él se considera un autor intersubjetivista, ni los autores intersubjetivistas lo rubricarían como tal. La poderosa base intrapsíquica de su concepción teórica así se lo impide. Pondré como ejemplo una pequeña cita de Donna Orange (autora intersubjetivista, junto a Stolorov y Atwood), en su artículo “¿Vergüenza de quién? Mundos de humillación y sistemas de restauración”[20], en el que plantea la vergüenza no tanto como una propiedad del sujeto, sino como un subproducto de mundos provocadores de la misma; dice así al comienzo del epígrafe “Vergüenza de quién”:
“Mi tesis principal es que la vergüenza en el sistema analítico no pertenece al paciente o al analista, sino que es intersubjetivamente generada, mantenida, exacerbada y… esperemos que mitigada dentro del sistema relacional. Nadie nace avergonzado, pero juntos podemos habitar mundos experienciales de… ‘esta ratosa y corrosiva vergüenza’”. (Orange, 2005)
Desde el modelo de Bleichmar, esto es insostenible; para él, tanto el paciente como el analista aportan su propio bagaje de vergüenza desde su propia historia. En todo caso, lo que podríamos decir es que, si un paciente presenta esta patología, se manifestará más o menos intensamente dependiendo de las características del analista, pero tenerla la tiene, y de un modo u otro la aporta al vínculo analítico. Así pues, supongo que queda claro que ni Orange podría rubricar a Bleichmar como “un” intersubjetivista, ni éste se siente como tal, lo cual no supone que no utilice modalidades intersubjetivistas de relacionarse con el paciente, si así lo cree terapéutico, pero sin convertirse al credo intersubjetivista ni abandonar sus propias posiciones teóricas intrapsíquicas. Y si pasamos a los relacionales, veremos que tampoco puede compartir con Mitchell la sustitución de un paradigma por otro, sino, por el contrario, una integración de componentes de uno y otro lado –tal como hemos visto anteriormente y volveremos a verlo a continuación- lo cual no obsta para que valore profundamente el trabajo de este autor y utilice parámetros relacionales, y así con todos los demás. Bleichmar insiste en la conveniencia de ir aprovechando cada nueva e interesante aportación que nos vayan ofreciendo los diferentes autores, pero para aplicarlos en el caso y el momento pertinente, no para incorporarse a su feligresía y, a partir de ahí, aplicarlos a todos los pacientes.
Así podremos decir también que es kleiniano cuando lo necesita, pero no por ello pasa a ser “un” kleiniano, o que es kohutiano cuando la clínica lo requiere, pero no “un” kohutiano, y así con todos los autores. Recurramos nuevamente a la aportación de Friedman que no deja de constituir la más fehaciente expresión del modus operandi teórico y clínico de Bleichmar:
"...Cuando la idealización de un paciente está diseñada para suavizar la agresión, son bienvenidas las ideas kleinianas. Si la idealización es como apoyo a un objeto del self, la experiencia kohutiana viene muy bien. Si es algo que casi es un objeto del self pero no lo es del todo, Bleichmar añade su propia contribución a la de Kohut. Si la culpa de un paciente busca expiación, reconocemos el conflicto libidinal. Podemos reconocer la pérdida de una relación de objeto, de un cuidador real, de un apoyo imaginariamente necesario o de un parche realmente necesario para un aparato del yo defectuoso..." (Friedman, 2007)
Esta constituye una adecuada descripción de la integración de insights de autores aplicada por Bleichmar.
Curiosamente, Bleichmar, adjetivado con tantos calificativos de pertenencia, se encuentra, en cambio, en su posicionamiento personal, precisamente en las mismas antípodas de esta manera de proceder: Tanto su trabajo de investigación científica como su magisterio están atravesados por una actitud totalmente antagónica a la práctica de los posicionamientos escolásticos. Frente a ellos prima en este autor el mantenimiento de una postura de autonomía personal, de no sometimiento a la autoridad intelectual. Si en el inicio de su artículo "El cambio terapéutico a la luz de los conocimientos actuales sobre la memoria..." cita el conocido aforismo: "Amigo es Platón, pero más amiga es la verdad" para parafrasearlo a continuación con este otro: "Amigo es Freud, pero más amiga es la verdad" para denotar su independencia intelectual, así se trate del genial creador del psicoanálisis, tal como hemos podido comprobar en este artículo, entonces, qué duda cabe que no correrá diferente destino ningún otro de los autores. Su percepción es la de que cada uno de ellos hace la importante contribución de aportar válidos insights que permiten nuevos modos de abordaje terapéutico, pero, a continuación acaban cayendo sistemáticamente en el error: El de homogeneizar una misma forma de tratamiento universalizada para no importa qué paciente; punto en el cual Bleichmar disiente de él, como antes de Freud, para seguir su propio criterio: El de disponer de este tipo de abordaje para aquellos pacientes cuya constelación psíquica así lo requiera.
Podemos, así, extender la cita del aforismo: "...Amigo es Lacan, Klein, Kohut, Mitchell, Stolorow, Killingmo..., pero más amiga es la verdad".
La mejor expresión de este planteamiento de Bleichmar se encuentra en el colofón de la conferencia inaugural de las jornadas de "La Cristalera" (residencia universitaria donde nos reunimos), de Junio de 2010, celebradas como clausura de curso.
Se trata de una conferencia dedicada a destacar las profundas modificaciones experimentadas por la psicoterapia psicoanalítica a lo largo de su historia. Describe todo el recorrido desde la perspectiva de varios parámetros; pero, para lo que nos interesa aquí, nos circunscribiremos al más importante de ellos: El de la creciente relevancia de la figura externa -tanto los padres como el analista- en la teoría y en la práctica clínica, desde la supuesta neutralidad del psicoanalista freudiano hasta la co-construcción de la experiencia psicoanalítica, sostenida por la escuela intersubjetivista.
El mayor hincapié de Bleichmar se centra en la teoría de la Psicología del Self postulada por Kohut, y la propuesta relacional representada por Mitchell, en la medida en que ambas se proponen, no como retoques a la teoría clásica, sino como alternativas en oposición-sustitución a ésta. Tomaré el punto de partida desde donde reza así:
"La necesidad de esta paciente era muy diferente de las necesidades de otros pacientes. Lo que muestra que las intervenciones terapéuticas tienen que estar guiadas por la pregunta ¿qué necesidad o necesidades tiene esta persona para consolidar su sentimiento de autonomía con respecto a las presiones del superyó y de las figuras externas?
¿Por qué digo respecto a las presiones del superyó o de las figuras externas? Porque para algunas personas, el área principal de sufrimiento está en las relaciones interpersonales; para otras, en cambio, en cómo se relacionan con su superyó, con los mandatos de éste, con los sentimientos de culpa o de insatisfacción que surgen por los mandatos, por la severidad de la conciencia crítica"...
..."Con lo cual, es válido plantear la oposición entre Freud y Kohut, entre Freud y los relacionales; hay fuertes argumentos para poder mantenerla, pero ¿podemos encarar las necesidades de nuestros pacientes solamente teniendo en cuenta sus necesidades relacionales o, junto a éstas, no resulta indispensable encarar cómo negocian sus deseos, sus ambiciones, sus mandatos, sus autocríticas, qué es lo que hacen adentro y afuera para conseguir que el superyó y los objetos del self, en tanto figuras externas, le provean de aquello que necesitan? ¿O para conseguir estar entusiasmados y tener sentimiento de dominio sobre sí y sobre la realidad exterior?” (la negrita es mía) [21]
“...Para concluir, he recorrido varios autores, sus formas de entender el factor curativo, sus intervenciones y, si tuviera que sacar una conclusión, diría: hay pacientes para quienes las concepciones y la actitud técnica de los distintos autores mencionados es la adecuada; para otros, es iatrogénica. No podemos hacer opciones: así como hay múltiples selves que deben negociar entre sí, hay múltiples concepciones en psicoanálisis que deben ser negociadas dentro de nosotros y encontrar para cada caso qué aspecto de cada una de ellas es la adecuada no sólo para qué tipo de paciente, sino para qué aspecto del paciente, para qué necesidad de sus múltiples selves, para qué momento del tratamiento. Si tuviera que poner un título a mi presentación, éste sería: ¿Podemos prescindir de los aportes de alguna de las grandes figuras del psicoanálisis? Mi respuesta es: sólo las necesidades narcisistas de convertir al otro en inadecuado para sentirnos superiores y las necesidades del mercado, son las que impulsan las opciones excluyentes y hacen que nos recluyamos dentro de una escuela psicoanalítica, o incluso sólo dentro del psicoanálisis. No nos dejemos tentar por identidades -soy freudiano, soy lacaniano, soy de la psicología del self, soy relacionista..." (Bleichmar, 2010, la negrita es mía)
Comprobamos nuevamente en este texto su exhortación a la superación de las fronteras escolásticas y la mitificación de doctrinas que supuestamente tendrían la llave maestra para la comprensión del psiquismo y para la resolución de no importa qué conflictiva clínica. En lugar de afiliaciones doctrinarias, incorporación desmitificada de aportaciones útiles y valiosas.
Cabría, entonces, finalmente preguntarse: Si Mitchell conmina tan contundentemente a los psicoanalistas a su decantación hacia uno u otro extremo del contencioso, afirmando además que necesariamente se debe pensar la experiencia y el significado desde uno de los lados, refutando, por tanto el otro, mientras que Bleichmar predica justamente la tesis opuesta, la conveniencia de no decantarse, sino sostener ambas en interacción como la solución idónea ¿no cabría entonces pensar que Mitchell en su apasionado afán de desenmascarar falseamientos obturadores del avance científico, podría haber caído él, inopinadamente, en el error de arrogarse una función que no le competía, la de dictaminar dónde pueden o no estar los demás, tendiendo, de este modo a obturar el camino a la solución posiblemente más adecuada, la que combina la acción concertada de ambas?
Retomemos la cita en la cual Mitchell conmina a los psicoanalistas a su decantación por uno u otro paradigma:
“Si bien todas las teorías psicoanalíticas contienen tanto rasgos monádicos como diádicos, cada una de ellas por fuerza refuta uno u otro lado de esta dicotomía al asignar la fuente de la estructuralización de la experiencia y la conformación del significado, y la elección es fundamental. O se considera la interacción en el contexto de la expresión de fuerzas o presiones ya establecidas, o bien se considera que el contenido mental se expresa y configura en el contexto del establecimiento y la conservación de las relaciones con los demás. O se considera que el significado psicológico es inherente y que se lleva al campo de las relaciones, o bien que se gestiona por medio de la interacción”. (Mitchell, 1988, p. 16, la negrita es mía).
Aquí comprobamos que Mitchell aparentemente no da opción a tomar ambas partes a la vez, lo cual constituye justamente la reafirmada posición de Bleichmar.
Aunque Bleichmar no estaría en el blanco de tiro de los ataques de Mitchell a los psicoanalistas de la tradición clásica, en la medida en que Bleichmar declara abiertamente su utilización conjunta de premisas pulsionales y relacionales, sin embargo, la posición de Bleichmar de no decantación quedaría implícitamente cuestionada por la poderosa conminación de Mitchell a la obligatoria decantación.
En mi opinión, la no decantación no solamente es posible, sino que además constituye el camino más adecuado de resolución del cisma del psicoanálisis realidad interna vs. realidad externa, en el origen de la psicopatogenia y de la constitución del psiquismo, eje que transciende todo el artículo.
Mitchell sustituye paradigmas, Bleichmar los integra.
VII.- Síntesis final
En cuanto a su ubicación en el panorama teórico del psicoanálisis actual, ya ha quedado bien claro que Bleichmar no encaja -ni él lo suscribe- en ninguna clase de filiación escolástica: ni es freudiano, ni es relacional y ni siquiera una síntesis de ambos paradigmas, en la medida en que la síntesis que logra en su modelo entre lo endógeno y lo exógeno en el origen del psiquismo, incluye las aportaciones de una larga lista de autores nada sospechosos de ser encasillados cabalmente en uno u otro de ambos paradigmas (Bion, Winnicott, Laplanche, Piera Aulagnier, Balint, y un largo etc.). Es mejor pensarlo como un autor independiente que realiza de manera autónoma su propio recorrido: Partiendo de la detección de una falla, de un vacío muy importante en el desempeño del abordaje terapéutico psicoanalítico, excesivamente rígido y monocordemente aplicado a todos los pacientes, se propondrá la construcción de un modelo propio capaz de resolver dicho hándicap.
La actitud que le caracteriza en su andadura científica recuerda, más bien, algo del modo de proceder de su padre -judío no creyente pero firme defensor de su posición ideológica -, que le hacía recorrer, vestido cabalmente con su uniforme de colegial, la calle que atravesaba por en medio todo el barrio judío donde vivían, para acudir, como único alumno, a la escuela en el día de celebración más señalado del calendario judío. Toda una demostración de fidelidad al propio pensamiento, a la propia convicción, independientemente de las creencias del entorno.
Situado en su formulación teórica, en la intersección entre lo hereditario y lo ambiental; entre lo individual y lo intersubjetivo, (atravesados ambos, a su vez, por lo psíquico-representacional y lo biológico-neurovegetativo); en el intercambio permanente de influencias mutuas entre lo intrapsíquico y lo interpersonal, Bleichmar parece transitar, precisamente, por la estrecha franja que separa las fronteras del cisma psicoanalítico, ("el contencioso realidad interna versus realidad externa en el origen de la psicopatogenia y de la constitución del psiquismo", tal como reza el subtítulo del artículo). Su propia solución a dicha controversia, su reformulación de la teoría de la constitución del psiquismo en una nueva síntesis, fruto de la acción concertada de los conceptos endogenistas y exogenistas, constituye una muestra más de su modo personal de proceder. Ni feligrés incondicional de la doctrina del genial creador del psicoanálisis, ni nuevo converso entusiasta de ningún otro credo escolástico, realiza una labor de minuciosa -y agradecida- investigación y recopilación de las más significativas aportaciones de la producción psicoanalítica, tanto del pasado como del presente; labor que, como ya hemos mencionado más arriba, no se queda dentro de las fronteras propias, sino que transciende a los ámbitos de todas las ciencias afines con capacidad de ofrecer nuevos desarrollos científicos potencialmente útiles a nuestra disciplina.
La captación de Bleichmar de la deficitaria atención mostrada por el psicoanálisis a la gran diversidad de las manifestaciones clínicas de los pacientes, es lo que le llevo a la construcción de un modelo diseñado, desde la base, para discriminar dicha diversidad al objeto de atender al paciente en su especificidad individual. Tal como hemos podido comprobar en las viñetas clínicas presentadas más arriba, nada tiene que ver el corolario emocional y mental del paciente aquejado de un narcisismo destructivo paranoide con el de la paciente desactivada, ni con el de la Sra. Y, en duelo patológico; se trata de universos psíquicos totalmente diferentes. Sin duda alguna -nos dice Bleichmar- la intervención terapéutica saludable para unos, puede resultar iatrogénica para otros y a la inversa; no se puede aplicar, por tanto, la misma receta para todos. La atención a esta realidad clínica requiere, consecuentemente un vuelco en los planteamientos psicoterapéuticos: No un método único, aplicado de manera monocorde -la cura tipo- para no importa qué paciente, sino una diversidad de instrumentos terapéuticos listos para su utilización en el abordaje específico de cada paciente.
La pregunta que se plantea es: ¿Qué características debe adoptar un modelo enfocado a la diversificación terapéutica? y, en segundo lugar, ¿cómo logra el autor dotarlo de ellas? No resulta difícil conjeturar que sus cualidades deban orientarse hacia el refinamiento del diagnóstico clínico, la diversificación de abordajes terapéuticos y la plasticidad y maleabilidad del terapeuta en sus modalidades de intervención.
Por otro lado, se trata de un autor riguroso que busca la más sólida fundamentación teórica, a la vez que la más útil aplicabilidad clínica. El dotar a un modelo de toda esta serie de características no constituye una tarea simple. Veamos de que recursos se abastece y cómo los conjuga para conseguir una unidad plural, pero bien integrada y cohesionada de manera acorde a los objetivos propuestos.
El abordaje de la construcción de tan singular modelo teórico-clínico lo emprende Bleichmar desde la acción concertada de muy diversas influencias:
- Rompiendo, en primer lugar, las fronteras aislacionistas del psicoanálisis con otras ciencias, para importar desde aquellas -filosofía, lingüística, neurociencias, química, etc.- nuevos modelos de procesamiento mental que priorizan la complejidad de elementos modulares en articulación para la mejor comprensión de los procesos psíquicos (Morin, Chomsky, Damasio, etc.).
- Superando, en segundo término, las fronteras internas de los múltiples feudos psicoanalíticos, con el objeto de incorporar la enorme riqueza de los múltiples y variados insights de todos ellos en las amplias, plurales y flexibles estructuras del modelo, diseñadas con las premisas del pensamiento complejo.
- Superando la frontera intelectual que supone, en psicoanálisis, deslindarse de los postulados teóricos de su creador, para sustituir su teoría monádica sensu estricto de la constitución del psiquismo de origen endogenista, por otra monádica en sentido laxo, que incorpora, además, en su constitución, la impronta del objeto externo.
- Completando esta construcción con las aportaciones originales del autor, así como con sus reformulaciones de las de otros autores, para la integración y la cohesión del conjunto.
- y del mismo modo, continúa esta labor con la constante integración de las aportaciones de la distintas investigaciones del desarrollo, del apego, y de las neurociencias, así como al aporte constante de las ciencias y disciplinas afines.
De la combinación de dichas influencias surge el Enfoque Modular-Transformacional, estructura modular, múltiple y articulada capaz de dar cuenta de aquellos fines: permitir, desde la amplitud y versatilidad de sus estructuras, reflejar las mil configuraciones que adoptan tanto los cuadros psicopatológicos, como las constelaciones sintomáticas, así como las estructuras de personalidad de los pacientes, dando así paso a la posibilidad de diseñar abordajes terapéuticos específicos.
Como un organigrama de tal nivel de complejidad no es de fácil representación gráfica habremos de recurrir a un esfuerzo de combinación mental por parte del lector para integrar los contenidos de tres diagramas distintos, representativos de cada uno de los componentes o dimensiones del aparato psíquico. En el caso de los dos primeros disponemos de sus correspondientes representaciones gráficas expuestas más arriba, no así del tercero, que, por su dificultad deberá ser objeto de la representación mental del propio lector. Del mismo modo, el paso siguiente -la articulación conjunta de los tres componentes del aparato psíquico- deberá ser objeto, igualmente, de su representación imaginaria. Un intento de representación gráfica requeriría seguramente del empleo de las tres dimensiones, entrelazadas, además por un sistema articulatorio en movimiento, realización que desborda, lógicamente, los recursos gráficos habituales.
En pro de ofrecer la mayor claridad, voy a proceder por pasos:
Paso 1º: Grafico 1

Gráfico 1
Partamos del Gráfico 1, representante de las temáticas o narrativas del psiquismo. Este está dedicado a representar, no sólo el compendio de impulsos motivacional-deseantes de los cinco módulos motivacionales en interacción (correlato de los impulsos edípicos del desarrollo psicosexual, en Freud), sino, y sobre todo, de su inserción en el centro del tensionante campo de fuerzas del conflicto psíquico: juego entre los impulsos deseantes y las fuerzas represoras que, en base a los ideales morales y narcisistas, a las angustias que despliegan, a las defensas que levantan y a la mediación de los recursos yoicos para resolverlos, desencadenará las múltiples escisiones del psiquismo, que reflejaremos en gráficos posteriores.
(Como el lector podrá deducir, constituye una sofisticada elaboración por diversificación y complejización de un núcleo originario: el del conflicto psíquico postulado por Freud como núcleo de su teoría, en los momentos fundacionales del psiquismo)
Paso 2º: Gráfico V
Pasamos a representar el segundo componente, el estructural, en el sentido de la metáfora del edificio, o de las localidades psíquicas en que ha quedado descompuesto el psiquismo como resultado del estallido de fuerzas del conflicto psíquico. Supone una ulterior evolución de la teoría de la escisión de la conciencia como fruto del trauma externo o del conflicto interno con que Freud inició el psicoanálisis. Ya vimos, más arriba, cómo Bleichmar había aprovechado las propias evoluciones de aquél, para acabar en este diseño propio de "Lo inconsciente complejo y heterogéneo". Sin embargo no quiero dejar cerrado el componente estructural sin complementarlo con la inclusión de un tercer nivel -este no psíquico- el nivel neurobiológico, por la importancia que el autor le otorga de influencias mutuas a doble vía, de ida y vuelta con los otros dos -el inconsciente y la conciencia- formando circuitos de interacción permanentes.
Entre otros ejemplos, Bleichmar advierte la importancia de tomar en cuenta cómo los antidepresivos -una substancia química- modifican la representación, pasando de ideas tristes a ideas alegres, así como también la ideación paranoide -algo del orden de la representación- es capaz de iatrogenizar el efecto terapéutico de los fármacos. Del mismo modo, el climaterio, algo del orden biológico hormonal, incide en el nivel ideo-afectivo de la mujer. De modo que los circuitos de interacción entre estos niveles son constantes, al punto que me parece interesante reflejarlos. El propio Freud escribía ya en Duelo y Melancolía (1917) lo siguiente: “La melancolía, cuyo concepto no ha sido aún fijamente determinado, ni siquiera en la Psiquiatría descriptiva, muestra diversas formas clínicas, a las que no se ha logrado reducir todavía a una unidad, y entre las cuales hay algunas que recuerdan más las afecciones somáticas que las psicógenas”, lo cual muestra la importancia que el creador del psicoanálisis otorgaba al componente somático.
Gráfico V
Paso 3º
Si a la combinación de lo descrito hasta el momento, el juego de impulsos motivacional-deseantes (Gráfico 1) cuyas inscripciones psíquicas han recibido distintos destinos (Gráfico V) les añadimos la acción de las operatorias inconscientes que operan y vemos reflejadas en tres segmentos: el primero, en el "inconsciente de las operatorias", representado por el círculo central que simboliza la interacción de las huellas mnésicas de los otros cuatro inconscientes; el segundo representado por las flechas que representan las interacciones entre el Consciente, el Inconsciente y el Nivel Neurobiológico; y, en tercer lugar, todos los pasos entre diversas dimensiones del psiquismo (sin representación gráfica, para cuya representación mental debo remitir al lector al texto de Bleichmar (2001) citado al final del epígrafe IV. Entonces el lector habrá completado en su mente un organigrama imaginario, que supera nuestras posibilidades de representación gráfica, en tres dimensiones y en movimiento.
Llegados a este punto podríamos afirmar haber completado, más o menos, la representación del caleidoscópico e interactivo psiquismo humano concebido por Bleichmar. Sin embargo este organigrama podría quedar sin alma, como un producto desubstanciado de su esencia, si no se lo vincula con sus orígenes. Retornemos, entonces al punto de partida, al comienzo del Epígrafe IV, donde planteaba Bleichmar la importación de modelos de pensamiento desde distintas ciencias afines: la filosofía de Morín, la lingüística de Chomsky, la química, la fisiología, etc. En todas ellas predomina un epistema: son las configuraciones de elementos que se van articulando dentro de un conjunto, lo que va produciendo resultados. En la lingüística será la combinación de los componentes semánticos, sintácticos y fonológicos, lo importante no será ningún elemento por sí mismo, sino por el lugar y efectos que produzca en el conjunto. En la química y la fisiología, por las propiedades emergentes -que no estaban antes en la suma de las partes.- que surgen a partir de distintas combinaciones de los mismos elementos. Como afirma Bleichmar:
El presente trabajo tiene como objetivo aplicar el enfoque "Modular-Transformacional" al examen de uno de los sistemas motivacionales -el narcisista- desarrollando la tesis de que las clasificaciones categoriales -organización de la psicopatología y de la estructura de personalidad en grupos separados, estancos, definidos por unos pocos atributos- deben ser reemplazadas por diagnósticos de tipo dimensional en los que la articulación de diferentes dimensiones o componentes den lugar, en su combinatoria, a las configuraciones psicopatológicas y de personalidad.
De manera semejante a lo que sucedió con otras disciplinas, como la química, por ejemplo, en que primero se describieron entidades sin relación las unas con las otras y, luego, cuando se accedió a comprobar que estaban compuestas por diferentes átomos que podían entrar en varias de ellas, y que lo propio de una substancia dependía de la forma particular de combinación de elementos simples, el camino que debe recorrer la psicopatología consiste en la descripción de "átomos" o dimensiones que al articularse originan algo que no estaba previamente en los componentes aislados, lo que se ha llamado cualidad emergente (Morin, 1977)". (Bleichmar, 2000)
Bleichmar (comunicación personal) sabía que no se podían importar literalmente estos principios, pero sí su idea, el epistema implícito en ellos. Así comenzó a idear los distintos componentes que podían llevar a la depresión, las articulaciones entre ellos y sus influencias mutuas y, a partir de ahí comenzó a componer la idea de que las distintas dimensiones del psiquismo se iban articulando y combinando como una red ferroviaria que en algunos puntos formaban como estaciones o nudos ferroviarios que serían los cuadros nosológicos o las formaciones de personalidad de los pacientes. Solo con que cambie una variable en uno de estos conjuntos se podrá ir pasando de un cuadro nosológico a otro. Por ejemplo de una depresión narcisista basada en la autoagresión por no cumplir determinados estándares de realización, se puede pasar a un narcisismo grandioso, si se dirige esa agresión proyectivamente hacia los demás. O sea, que hay un paso, una transformación de un cuadro psicopatológico a otro, tal como en una frase, el tono final con que se pronuncia, puede cambiar absolutamente el sentido.
Es en este sentido de articulación de dimensiones psíquicas subyacentes a las distintas afloraciones sintomatológicas en lo fenoménico, que piensa Bleichmar cómo el psiquismo humano va articulando y desplazando hacia nuevas configuraciones nosológicas y de personalidad. Algo siempre móvil y cambiante abierto, por un lado, a lo corporal neurobiológico y a lo relacional intersubjetivo, por el otro.
Solamente si uno se apropia de la lógica interna que preside la estructuración y funcionamiento del aparato psíquico según Bleichmar, dispondrá de la piedra angular, la clave, sobre la que descansa la totalidad del sistema: la estructuración de la psicopatología, la concepción de la cura, la articulación de la técnica y la aplicación clínica. Sin ella no podrá alcanzar más que visiones fragmentarias y deslabazadas del mismo.
En esto consiste, en una síntesis muy apretada, lo que considero el núcleo, el corazón del modelo, el Enfoque Modular-Transformacional de Hugo Bleichmar.
Agradecimiento

Deseo dejar constancia de mi agradecimiento a la importante colaboración que ha aportado mi colega Isabel Paradela a la realización de este trabajo, destacando sobre todo su enorme paciencia con mi insoportable obsesividad correctora.

bibliografia:
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Bleichmar, H. (2007). Construcción del recuerdo, construcción de subtipos de duelo patológico: implicaciones para el tratamiento. Congreso de la Asociación Psicoanalítica Internacional - Berlín 2007
Bleichmar, H. (2010). Una reformulación del duelo patológico: múltiples tipos y enfoques terapéuticos. Aperturas Psicoanalíticas, 35. http:///www.aperturas.org.
Bleichmar, H. (2010). Acción terapéutica en la psicología del self (Comentario al trabajo de Kenneth Newman) Jornada La Cristalera, 26-27 Junio 2010. (no publicado)
Freud, S. (1918 [1914]). De la historia de una neurosis infantil. En Obras Completas, vol. XVII. Buenos Aires: Amorrortu, 1989, p: 1-112.
Freud, S. (1917 [1915]). Duelo y melancolía. En Obras Completas, vol. XIV. Buenos Aires: Amorrortu, 1989, p: 235-255.
Freud, S. (1920). Más allá del principio del placer. En Obras Completas, vol. XVIII. Buenos Aires: Amorrortu, 1989, p: 1-62
Friedman, L. (2007). Discusión de “La construcción de la memoria, la construcción de los subtipos de duelo patológico; implicaciones para el tratamiento” por Hugo Bleichmar, M.D. Congreso de la Asociación Psicoanalítica Internacional - Berlín 2007.
Méndez, J. A. y Ingelmo, J. (2009). La psicoterapia psicoanalítica desde la perspectiva del Enfoque Modular-Transformacional. Introducción a la obra de Hugo Bleichmar. Madrid: FORUM
Mitchell, S. (1988). Conceptos Relacionales en Psicoanálisis. Una integración. México: S. XXI Editores, 1993.
Mitchell, S.A. (1991). Editorial Philosophy. Psychoanalytic, 1, p. 1-7. Dialogues
Orange, D. (2005). ¿Vergüenza de quién? Mundos de humillación y sistemas de restauración. Ponencia presentada en el Simposium Internacional sobre Vergüenza celebrado en Roma en Febrero de 2005. Aperturas Psicoanalíticas, 20. http:///www.aperturas.org.
Schatzman, M. (1973). Muerte del alma: persecución en la familia. Madrid: Siglo XXI de España Editores (1977).
 
[1] Es indudable que hacia esa época el padre había devenido para él aquella persona terrible de quien amenaza la castración. […] El varoncito tiene que cumplir aquí un esquema filogenético y lo lleva a cabo aunque sus vivencias personales no armonice con él. Las amenazas o indicios de castración que había experimentado partieron más bien de mujeres […]. En definitiva pasó a ser el padre, a pesar de todo, aquel de quien temía la castración. En este punto la herencia prevaleció sobre el vivenciar accidental […] (Freud, S. (1918 [1914]. De la historia de una neurosis infantil. En Obras Completas, vol. XVII. Buenos Aires: Amorrortu, 1986, p. 80.
[2] Méndez, J. A. y Ingelmo, J. (2009). La psicoterapia psicoanalítica desde la perspectiva del Enfoque modular-Transformacional. Introducción a la obra de Hugo Bleichmar. Madrid: FORUM
[3] Comunicación personal del autor.
[4] Debo llamar aquí la atención del lector para que vea la ligazón entre lo que ahora decimos de la activación-desactivación del deseo y la constitución de las distintas formas de estar lo psíquico en lo inconsciente: Reprimido, desactivado, no constituido, etc. como veremos más adelante en la segunda dimensión, la estructural, para mantener la visión de conjunto.
[5] En palabras de Bleichmar (1999): “Digamos que los módulos propuestos no agotan la lista; sirven exclusivamente para destacar los mínimos que consideramos indispensables a tener presentes en un modelo psicoanalítico del psiquismo.”
[6] Debo remitir al lector a otros textos de la bibliografía para un estudio más detallado de los módulos motivacionales (Bleichmar, 1997, 1999)
[7] Esta es la manera en que Bleichmar va incorporando las aportaciones de los distintos autores para incluirlas tanto en la formulación teórica como en la aplicación clínica. Por otro lado, el impacto de estas fallas parentales, a restablecer por parte del analista, las veremos representadas en los distintos tipos de huellas psíquicas que conformarás las distintas modalidades de inconsciente.
[8] Esto representa, por otra parte, un ejemplo de cómo el autor complementa con una nueva denominación, la lista de objetos aportada por distintos autores.
[9] Recuérdese lo que hemos estudiado en el apartado del concepto de deseo en cuanto a la energía y vitalidad de éste, así como el tema de las funciones que debe cumplir el objeto para el sujeto en el apartado sobre "La Función Estructurante del Objeto", para comprobar que lo estudiado allí no son más que vertientes de la misma realidad que aquí atendemos en la forma de constituir otra modalidad de inconsciente
[10] Bleichmar, H. (2001). El cambio terapéutico a la luz de los conocimientos actuales sobre la memoria y los múltiples procesamientos inconscientes. Aperturas Psicoanalíticas, 9.
[11] Lo resaltado en negrita es mío, para destacar declaraciones que tienen que ver con el tema central del punto, "el contencioso realidad interna versus realidad externa en la concepción del psiquismo". El último párrafo del texto, en cambio, lo resalta en negrita el propio autor, y contiene la exposición directa del autor de los motivos que le llevan a asumir la necesidad de diversificar las intervenciones terapéuticas.
[12] Espero que el lector haya detectado la especial definición de la tarea psicoterapéutica que plantea el autor
[13] Tome nota el lector de la influencia de Laplanche en la definición del concepto de pulsión en Bleichmar
[14] Siempre dispondrá el lector de su versión íntegra en los textos correspondientes
[15] Bleichmar, H. (2001). El cambio terapéutico a la luz de los conocimientos actuales sobre la memoria y los múltiples procesamientos inconscientes. Aperturas Psicoanalíticas, 9. http:///www.aperturas.org, No. 9 (Noviembre)
[16] Bleichmar, H. (2001). El cambio terapéutico a la luz de los conocimientos actuales sobre la memoria y los múltiples procesamientos inconscientes. Aperturas Psicoanalíticas, 9. http:///www.aperturas.org, No. 9 (Noviembre)
[17] Bleichmar, H. (2007). Construcción del recuerdo, construcción de subtipos de duelo patológico: implicaciones para el tratamiento. Congreso de la Asociación Psicoanalítica Internacional - Berlín 2007
[18] Discusión a cargo de Lawrence Friedman, M.D. de la conferencia dictada por Hugo Bleichmar “La construcción de la memoria, la construcción de los subtipos de duelo patológico; implicaciones para el tratamiento” en el Congreso de la IPA, Berlín, Julio 2007.
[19] Discusión a cargo de Lawrence Friedman, M.D. de la conferencia dictada por Hugo Bleichmar “La construcción de la memoria, la construcción de los subtipos de duelo patológico; implicaciones para el tratamiento” en el Congreso de la IPA, Berlín, Julio 2007.
[20]Orange, D. (2005). ¿Vergüenza de quién? Mundos de humillación y sistemas de restauración. Ponencia presentada en el Simposium Internacional sobre Vergüenza celebrado en Roma en Febrero de 2005.Publicado en Aperturas Psicoanalíticas, 20.
[21]En ambos párrafos destacados por mí en negrita, insiste el autor en la necesidad de atender a igual título de interés tanto lo intrapsíquico - realidad interna- como lo interpersonal -realidad externa- ambos orillas del cisma del psicoanálisis; doble vertiente en interacción que traté de mostrar en la selección de las viñetas ejemplificadoras de su práctica clínica)