aperturas psicoanalíticas

aperturas psicoanalíticas

revista internacional de psicoanálisis

Número 045 2013

El problema del autor en la formación psicoanalítica: procustianismo, pluralismo riguroso e iconoclastia respetuosa

Autor: Zukerfeld, Rubén; Zonis Zukerfeld, Raquel

Palabras clave

Procustianismo, pluralismo, Inconoclastia, Autor, Personalidad.


48th Congress. IPA, Praga
Psychoanalytic Training Today Award 2013

Resumen

El movimiento psicoanalítico ha tenido liderazgos conocidos cuyas personalidades fueron las que promovieron su desarrollo y la filiación  puede influir en la valoración de ciertos autores en detrimento de otros . Se realizó un investigación en la que participaron analistas miembros de instituciones psicoanalíticas IPA,  con el objetivo de estudiar el tipo de  relación que establece el analista lector de un texto con el analista autor del mismo, comparar las valoraciones de una obra psicoanalítica con y sin conocimiento del nombre de su autor y evaluar la influencia del nombre del autor en la forma de leer una determinada obra. Los resultados demostraron diferencias significativas en la valoración de un texto psicoanalítico si se tiene o no la información del nombre de su autor mostrando su influencia. Se diferencia una influencia por referencia  y una influencia por  pertenencia. En el primer caso la cita al autor elegido puede variar desde el reconocimiento a un descubrimiento o formulación, hasta cierto refuerzo de la opinión u observación propia. Este tipo de influencia está asociada a un estilo de filiación que denominamos de tipo I donde está privilegiada la producción de conocimientos  a partir de fuentes teóricas y clínicas diversas.  En la influencia por pertenencia la cita puede variar desde el refuerzo protector de la opinión propia confirmatorio de la adhesión al autor valorado, hasta la reiteración de sus opiniones como único argumento explicativo. Este tipo de influencia reviste formas extremas caracterizadas por la cita a un único autor. Se trata de la filiación tipo II donde el nombre del autor generaría la posibilidad de una adhesión acrítica o de reverencia, condición necesaria para la institución doctrinaria. Aquí puede darse una distorsión epistémica que entendemos como procustianismo., neologismo definido como la actitud de forzamiento cognitivo-emocional de ciertos datos  clínicos que no resultan claros, para incluirlos dentro de ideas teóricas preexistentes y/o para atribuirle inmediata familiaridad a lo desconocido. Es un efecto del Autor, que se constituiría en el eje de la institución y formación dogmática. En cambio la institución pluralista es propia de filiaciones tipo I o de referencia, donde cada autor puede significar un aporte educativo a los distintos problemas, que debe diferenciarse de la institución fragmentaria. Pluralismo conlleva  el adjetivo “riguroso” y es opuesta a la idea de fragmentación porque promueve la capacidad de discutir con argumentos, de traducción de las ideas teóricas y clínicas y alude a que en la formación exista la suficiente plasticidad en la estructura de enseñanza. Se plantea además que al incrementarse la preocupación en analistas e instituciones analíticas por la identidad basada en la pertenencia u adhesión a un determinado autor, se corre el riesgo de disminuir la producción de conocimiento y el pensamiento crítico. La inmovilidad de la transmisión es la conduce a su propia ruptura con el riesgo de una iconoclastia destructiva  plagada de resentimientos, diferenciada de una iconoclastia respetuosa donde la formación implica el esfuerzo teórico, ético y práctico de respetar tradiciónes y traducir la diversidad de otras experiencias, tanto para descartar como para incorporar otras ideas que ayuden a reinventar las propias.

Personalidades y obra en psicoanálisis

El nombre de autor no es, exactamente un  nombre propio  como otros. […] La palabra “obra” y la unidad  que designa son probablemente tan  problemáticas  como la   individualidad del autor.

Michel Foucault
¿Qué es un autor?, p.45,1970

  todas las producciones culturales han sido conmovidas por sus descubrimientos, pero el contexto actual de las prácticas psicoanalíticas es muy diferente del de Viena en los albores del siglo XX. Han habido  cambios y también permanencias que Marcelo Viñar (2012) señala como “cambio de ropajes y no de entrañas” agregando que “no sé si copulamos del mismo modo o diferente a Adán y Eva, ni me importa saberlo. De lo que se trata es de desentrañar lo no-dicho de los tiempos actuales, como fue la sexualidad en los tiempos de la moral victoriana” (pág.6).Pero para poder ocuparse adecuadamente de lo no-dicho de los pacientes y de las condiciones socioculturales imperantes, los psicoanalistas –coherentes con lo que propone el psicoanálisis- debemos ocuparnos de lo no-dicho o mal-dicho en la propia comunidad psicoanalítica. André Green (2005) señala con precisión:

El 3 de junio de 1954, Winnicott escribe a Anna Freud y a Melanie Klein una carta donde, entre otras cuestiones, dice:

“[...] considero de importancia absolutamente vital para el futuro de la Sociedad [Británica de Psicoanálisis] que ustedes dos disuelvan sus grupos en la medida que éstos son oficiales”. Y más adelante explica que, de no hacerlo, cuando mueran quedará  “[...] un amontonamiento no basado en la ciencia sino sólo en las personalidades”. (Pág.138, la cursiva es nuestra).

El papel de las personalidades y su relación con las ideas que sustentan, es común a varias disciplinas; en este sentido no existen dudas acerca de la importancia de la persona de Freud para la creación del psicoanálisis. A lo largo de cien años

 [...] la vocación universalista del psicoanálisis freudiano no lo dispensa de prestar atención a lo que ocurre puertas adentro, antes de lanzar un mensaje general que termine jaqueado por las diferencias culturales registradas en el seno de la comunidad psicoanalítica. (Pág.100,la cursiva es nuestra).

Esto quiere decir que existe una comunidad y cultura psicoanalítica que entendemos como las producciones diversas de los psicoanalistas de diversas regiones e ideologías, sus vínculos, sus costumbres y sus instituciones, gran parte de las cuales devinieron en lo que se conoce como “movimiento psicoanalítico”. Este movimiento ha tenido liderazgos conocidos  que, en una primera época, fueron los discípulos de Freud y los analizados de aquellos pioneros, autores de las publicaciones fundamentales cuyas personalidades fueron las que promovieron el desarrollo del psicoanálisis.

Green (2005) al ocuparse de las nuevas ideas dentro de las instituciones psicoanalíticas señala que:

[...]  aunque ese saber nos llegue a través de la lectura de autores considerados heréticos, en todo caso nos hace pensar. […] la difícil tarea que nos espera que es inventariar las ideas directrices de la práctica psicoanalítica contemporánea, someterlas a examen  y proceder a su actualización -esquemática por fuerza- tratando de mantener su esencia. (Págs.21-22).

Es claro el valor de “ideas directrices” para la práctica psicoanalítica contemporánea, pero ¿es posible abstraerlas de sus autores? ¿Cuál es el papel que juegan el tipo de filiación y las vicisitudes transferenciales con un autor determinado para valorar su obra? ¿Por qué una profesión con intereses terapéuticos y aspiraciones científicas se encuentra con tanta fragmentación en distintas corrientes, grupos y subgrupos como los movimientos políticos o religiosos?

Es indudable que la clínica psicoanalítica implica una condición intersubjetiva donde el instrumento de trabajo es la mente del analista en todos sus aspectos cognitivos y afectivos, que incluyen transferencias y contratransferencias. Pero, además, esto también ocurre  en su forma de leer  textos clínicos o teóricos. En este sentido, hay que recordar que el desarrollo de una disciplina científica depende de su modo de producir conocimiento y que éste a su vez es subsidiario de la experiencia propia y de las referencias bibliográficas. Esto implica siempre intercambios  con otros colegas ya sea personales o a través de textos, y la ciencia moderna suele depender más de equipos de trabajo que de intuiciones de genios solitarios.

El psicoanálisis posee la peculiaridad de necesitar una formación y ser una práctica que se realiza en la especial soledad “de a dos” –el análisis personal y el de los pacientes- pero incluye en forma permanente distintos programas de seminarios, grupos de estudio, ateneos, congresos y supervisiones, que poseen numerosos niveles de intercambios, lecturas y discusiones.

El valor del autor en el arte y las ciencias

Por lo general la relación entre el autor y sus producciones constituye un tema con periódicas controversias vinculadas a la propiedad intelectual de la obra, su  originalidad o creatividad y su valor para el arte y/o para las ciencias. En este último aspecto es interesante señalar algunas diferencias: la obra literaria valorada suele estar intrínsecamente asociada a su autor, mientras que en la producción científica el papel del autor es diferente. Foucault (1970) señala:

No soportamos el anonimato literario: sólo lo aceptamos en calidad de enigma. La función autor funciona de lleno en nuestros días, para las obras literarias, [...] en biología y en medicina la indicación del autor, y la fecha de su trabajo, desempeña un papel bastante diferente: no es simplemente una manera de indicar la fuente, sino de proporcionar un cierto índice de “fiabilidad” en relación con las técnicas y los objetos de experimentación utilizados en esa época y en un laboratorio determinado. (Págs. 48-49).

Es interesante señalar como en otras ramas del arte el valor del nombre del autor es el que le da un valor absoluto a su obra. En la pintura –por ejemplo- se compran y venden nombres propios, muchas veces independientemente del valor estético de la obra. De allí que resulta didáctica la anécdota del comprador que había pagado una fortuna por un cuadro falsificado[2] de Picasso. Preocupado se lo muestra a Pablo Picasso, y éste le dice que si pagó por él tanto dinero seguramente el cuadro debe ser auténtico. El valor de la obra en sí desaparece por el peso del nombre del autor cuyo precio determina su valor y  autenticidad[3].

Por otra parte es posible diferenciar la relación autor-obra entre las disciplinas humanísticas-sociales-”blandas” y las ciencias naturales “duras”. En las primeras, el nombre del autor suele tener un peso valorativo en la obra mucho mayor que en las disciplinas de raigambre más positivista. Esquemáticamente se puede decir que un lector de textos filosóficos lee “más” al autor que a la temática –de modo parecido al de valoración de un texto literario- mientras que un lector de un texto médico lee “más” a la temática que a sus autores.   De esta manera, aquí lo valorado es la obra  en forma más independiente de la persona que la produjo.

En el psicoanálisis este tema tiene características particulares que provienen de la tradición de lecturas de textos, de la estructura de la formación psicoanalítica y de la relación transferencial entre autores-maestros-analistas y sus lectores-discípulos-analizados. Así es que el tipo de filiación  puede influir en la valoración de ciertos autores en detrimento de otros y esto constituye un problema que entendemos es importante en la formación psicoanalítica. De allí es que cierta obra puede ser valorada o criticada (o no leída) en función de las atribuciones que se realizan sobre la persona que la escribió. De este modo, la autoridad de la persona del autor define su obra muchas veces con un estilo semejante al de las disciplinas artísticas[4].

Una experiencia influyente

Doria Medina Ponce (2001), en una reunión del Board del International Journal of Psychoanalysis, participó de una evaluación anónima de trabajos que incluía “uno de los trabajos fundamentales de Bion”. Y señala que “[...] fue muy divertido comprobar que la mitad de los lectores consideraba que ese trabajo no podía ser publicado, no era relevante, que debía ser rechazado, así sencillamente, y que no era una contribución importante para el psicoanálisis”. (Pág.175).

No sabemos el destino de ese texto pero sería interesante conocer si constituyó una contribución científica importante para ser publicada o si, porque su autor era Bion, devino en una contribución fundamental. De aquí se desprenden dos preguntas: en la lectura de un texto clínico o teórico ¿existen diferencias en su valoración si se sabe o no el nombre del autor? ¿existen diferencias si el autor es muy conocido o menos conocido?

En el marco de una maestría universitaria en la que participaron analistas miembros de instituciones psicoanalíticas IPA, se planteó estudiar el tipo de  relación que establece el analista lector de un texto con el analista autor del mismo. El objetivo fue comparar las valoraciones de una obra psicoanalítica con y sin conocimiento del nombre de su autor y evaluar la influencia del nombre del autor en la forma de leer una determinada obra. Se realizó una comparación de la evaluación de un texto dentro de un mismo grupo, primero leído sin el nombre del autor y un mes después vuelto a leer el mismo texto ahora con el nombre de su autor.     

La evaluación fue realizada con el modelo del International Journal of Psychoanalysis (IJP) modificado, (relevancia, claridad, originalidad, argumentación e interés con escala Likert 0-5) sobre un  trabajo  de André Green extraído  del capítulo  “Teoría”, en Fine,A. y Schaeffer,J., Interrogaciones psicosomáticas, págs.. 56-58. Los 22 analistas participantes, todos ellos miembros de sociedades psicoanalíticas IPA, evaluaron primero el texto de Green sin tener la información del nombre de su autor y lo volvieron a evaluar un mes después conociendo su nombre. Algunos de ellos recordaban el texto y otros no, pero sus evaluaciones variaron, como se observa en la figura 1,  en el sentido de un incremento significativo de las puntuaciones medias de todas las categorías al conocer el nombre del autor. Este resultado fue evaluado con el conjunto de los participantes de la experiencia, con un estilo de investigación compartida, donde los investigados fueron a su vez investigadores de sus propios resultados.

Figura 1.  Comparación de la evaluación realizada por 22 analistas de un texto de Andre Green
primero sin el nombre de su autor y un mes después con su nombre.
(a)X:3.31(0.35) vs (b)X:4.06(0.20), p < 0.01


Analistas bajo influencia[5]: referencias y reverencias

Parece claro que con la muestra y la metodología utilizada se observan diferencias significativas en la valoración de un texto psicoanalítico si se tiene o no la información del nombre de su autor. Pareciera  existir una influencia transferencial que no es del todo consciente en los analistas lectores, hecho que  se puso más en evidencia cuando los mismos analistas compararon con sorpresa[6] sus propias evaluaciones generando un “insight de influencia” que estimuló a pensar el efecto sobre ellos del nombre de Andre Green. El estudio realizado convirtió a sus participantes en árbitros y puso en evidencia –al menos para esta muestra- la mayor influencia del nombre del autor sobre la del contenido de su obra.

Pero el tema fundamental es que en la lectura habitual de un trabajo psicoanalítico -sin intención de arbitraje-  la influencia de ese nombre también existe. Esto es claro cuando se estudia qué escribió X autor sobre determinada cuestión. Sin embargo el problema se presenta cuando el nombre del autor determina en el lector una lectura sesgada por efecto de una influencia no concientizada que otorga o quita autoridad a priori al autor, lo que dificulta la valoración más objetiva de su obra. El sesgo puede ser de efecto trivial y pasajero pero también puede ser el comienzo o consolidación de una secta psicoanalítica. Y en la formación psicoanalítica que brindan los institutos éste no es un tema menor, pues ese tipo de organización puede desarrollarse tanto para mantener el statu quo y el poder, como para enfrentarse al mismo, al sentir la formación psicoanalíticaempapada de rutina, asfixiada por las convenciones sociales", y sufrir entonces de una “crisis de nervios” como la mujer bajo influencia de Cassavettes.

Por otra parte es sabido que un texto psicoanalítico puede leerse como un texto científico, un ensayo filosófico o como una obra literaria. Para la literatura Barthes (1968) -en su concepción de la “muerte del autor”– jerarquiza el papel del lector y plantea  la diferencia entre un texto “escribible”, en la cual el lector reinterpreta libremente y adquiere un papel activo en el proceso creativo; y un texto “legible”, en el cual se restringen estas posibilidades y son textos simplemente leídos. Este tema ya estaba presente –desde otra perspectiva ideológica-  en un ensayo de 1934 de Walter Benjamin donde señalaba:

La persona que lee está lista en todo momento para volverse una persona que escribe, es decir que describe o prescribe. Su calidad de experto –aunque no lo sea en una especialidad sino solo en el puesto que ocupa- le abre el acceso a la calidad de autor. (Pág.30).[7]

 Pensamos que extrapolando estas concepciones a los textos de intención científica, se podría concebir lo “escribible” como el efecto generador de ideas para producir discusión y/o continuar una investigación. Se trataría de un efecto estimulante del pensamiento crítico producido más por la riqueza de la obra que por la autoridad de la persona del autor, lo que transforma al lector en autor y en la experiencia antes citada transforma al investigado en investigador. En cambio, lo “legible” de Barthes en el ámbito científico, implicaría una lectura informativa más pasiva que puede generar sobrevaloración o desvalorización del texto sólo por efecto de la autoridad que se le atribuya a su autor. Para la ciencia, la lectura de un texto  es una tarea focalizada en su metodología, conclusiones y preguntas formuladas para nuevos trabajos o investigaciones. Así es que el  concepto de ‘discusión’ de un trabajo es independiente de la autoridad atribuida su autor. Sin embargo, pareciera ser que, en general, los analistas evalúan textos bajo la influencia del nombre del autor de los mismos, es decir teniendo en cuenta en forma explícita o implícita la autoridad que se le atribuye.

Es indudable que –como señala Foucault- (1970) existen autores como Marx y Freud cuya autoridad surge porque son “fundadores de discursividad” y su vigencia e influencia en la lectura de su obra es intrínseca a la misma. Pero esta peculiaridad puede favorecer no sólo las idealizaciones sino también las descalificaciones personalizadas. Otras veces la atribución depende en especial del efecto estético o enigmático de su estilística, es decir un efecto de forma que influye sobre el contenido argumental. El hecho de no entender un texto puede generar rechazo absoluto a su autor o –por el contrario- una idealización que obstaculice el pensamiento crítico, aspecto fundamental de la formación psicoanalítica.

 La noción de influencia plantea, entonces, un problema para la citada lectura “científica” porque alude a constelaciones transferenciales y/o sugestivas que se pueden producir alrededor de un autor para sobrevalorar o desvalorizar su obra. Se comprende que esta condición facilita la actitud pasional e, incluso, la influencia de la persona del autor puede plantear un problema para las búsquedas bibliográficas que podrían omitir trabajos de autores desvalorizados de acuerdo a la pertenencia que posean o que se les atribuya. Es claro que cuando esto sucede genera problemas en un instituto de formación de analistas, y debe diferenciarse del estudio adecuado de diferentes autores para dar cuenta de los diversos problemas teóricos y clínicos del psicoanálisis actual.

Pensamos, entonces, que la influencia que un autor ejerce puede ser clasificada someramente en: influencia por referencia  e influencia por  pertenencia.

En el primer caso la cita al autor elegido puede variar desde el reconocimiento a un descubrimiento o formulación, hasta cierto refuerzo de la opinión u observación propia. Este tipo de influencia está asociada a un estilo de filiación que denominamos de tipo I donde está privilegiada la producción de conocimientos  a partir de fuentes teóricas y clínicas diversas. ,

En lo que aquí denominamos influencia por pertenencia  la cita puede variar desde el refuerzo protector de la opinión propia confirmatorio de la adhesión al autor valorado, hasta la reiteración de sus opiniones como único argumento explicativo. Al principio de la formación, adopta una forma necesaria, expresada en la admiración al autor que ha provocado insights personales característicos: el ejemplo típico es el descubrimiento y las citas a Freud y sus escritos. Pero también este tipo de influencia reviste formas extremas, expresadas en trabajos de intención científica sobre cuestiones complejas, caracterizados por la cita a un único autor y discutidos en ámbitos reverenciales a ese mismo autor. Así es que planteamos que el cambio, en el idioma castellano, de una sola letra –es decir la ‘f’ por la ‘v’- diferencia al valor referencial de un autor para producir conocimiento, de la pertenencia reverencial para sostener una identidad en lo que denominamos como filiación tipo II. En ambas filiaciones las citas procuran reforzar la opinión o hallazgo propio, pero en la filiación tipo I se trata del refuerzo de las ideas, mientras que en la filiación de tipo II se refuerza la  pertenencia. En este último caso se suelen fortalecer movimientos, pero a su vez se dificulta el desarrollo del psicoanálisis ya que la noción de pertenencia-lealtad -que una causa suele generar- obstaculiza el pensamiento crítico. De aquí se deduce la importancia que tiene para la formación psicoanalítica lo que señala Foucault en el epígrafe inicial de este trabajo: “el nombre de autor no es, exactamente un  nombre propio como otros”. (Pág.45).

Procustianismo e instituciones.

 De acuerdo a lo hasta aquí planteado, el nombre del autor generaría la posibilidad de una adhesión acrítica; es decir, una filiación tipo II o de reverencia que es condición necesaria para la institución doctrinaria. Aquí hay una tendencia a la idealización, que suele acompañarse de la subestimación de las producciones de otros autores, y una distorsión epistémica que entendemos como procustianismo. 

Como describe Pierre Grimal (2004) en la mitología griega, Procrustes o Procusto es el sobrenombre de un bandido que vivía en el camino de Megara a Atenas y secuestraba a los viajeros  obligándolos  a acostarse en uno de sus dos lechos. A los de alta talla, en el lecho corto y entonces los adaptaba  cortándoles las piernas. A los de baja talla los ubicaba en el lecho largo y los estiraba violentamente para alargarlos. En definitiva, torturaba a todos hasta que fue muerto por Teseo[8].

Es a partir de este conocido mito del lecho de Procusto, que utilizamos el término ‘procustianismo’ como un neologismo que definimos como la actitud de forzamiento cognitivo-emocional de ciertos datos de la clínica que no resultan claros, para incluirlos dentro de ideas teóricas preexistentes y/o para atribuirle inmediata familiaridad a lo desconocido. El forzamiento puede o no ser intencional pero tiene la característica de apelar a la autoridad o a la tradición para dar cuenta de lo que no se comprende. Es interesante  el segundo caso –cuando no es consciente- porque pone en evidencia la interiorización, o si se quiere, la subjetivación de determinada formación analítica y su peso identitario. Se trata entonces de destacar cómo el analista, en principio, sólo puede pensar de la forma que le impone su tradición formativa, lo que se expresa tanto en sus teorías explícitas como en aquellas implícitas que constituyen todo un campo de investigación actual. Creemos que este es un problema que puede darse en los institutos psicoanalíticos cuando la formación se ve alterada por sus propios sufijos como conformación y deformación a falta de información de ideas y autores con concepciones distintos a lo que la tradición impone. Por otra parte hay que señalar que donde hay procustianismo se impide la invención[9] que es necesaria en todo contexto de descubrimiento. Esto podría ser visto como una contradicción entre las intenciones científicas y las que en definitiva son doctrinarias generando condiciones críticas que pueden generar rupturas. Garza Guerrero (2002) refiriéndose a la llamada crisis del psicoanálisis escribe:

Aunque es muy doloroso admitirlo, y aún más lacerante explorarlo, la verdadera crisis del psicoanálisis procede de inconsistencias internas, entre: los propósitos explícitos de nuestro modelo educacional que aspira a educar y formar en una disciplina científica; y la estructura organizacional, local e internacional, y [...] sus aisladas unidades básicas de control ecuménico –nuestras legendarias “sociedades-institutos de psicoanálisis”. (La cursiva es del autor, no hay página,www.aperturas.org)

Una parte de estas inconsistencias internas proviene tal vez de la tensión entre los conceptos de educación, transmisión y  formación psicoanalítica. Mallet da Rocha Barros (2000) en un trabajo destinado a repensar la educación psicoanalítica señala que:

Freud, al referirse tanto al análisis didáctico como al modelo de producción de nuevos analistas, unas veces usa el término Lehranalyse, que deriva de vocablo lehren cuyo significado es “enseñar”, y otras se refiere a Ausbildung cuyo significado es “construir”, “formar”. (Pág.663)

Creemos que en realidad la educación[10] implica una modalidad sistemática de enseñanza de cualquier disciplina, especialidad u oficio. En el psicoanálisis se desarrolla principalmente en los seminarios, grupos de estudio y de investigación. En el proceso educativo es fundamental la variación y la capacidad de invención frente a los nuevos problemas que se plantean. La noción de invención tiene aquí  semejanza con la noción de imaginación y creación definida por Castoriadis (1998) como:

[…] la capacidad de hacer emerger lo que ni está dado ni puede derivarse, combinatoriamente o de cualquier otro modo, a partir de lo dado. Inmediatamente pensamos que esta es la capacidad que corresponde al sentido profundo de los términos imaginación e imaginario, cuando nos desprendemos de sus usos superficiales. (Pág.110)

Por otra parte la noción de educación suele estar ligada a la de transmisión que evoca tradiciones insoslayables. Es interesante tener en cuenta aquí lo que señala Rojas-Urrego (2012) al decir que “[...] contrariamente a lo que se suele pensar, el término tradición no evoca en principio el pasado, sino la idea de transmisión [...] la acción de entregar, remitir, transmitir [...] a través de una narración” (pág.3). La transmisión se caracteriza por la circulación de convicciones con valor persuasivo que depende mucho del efecto de la historia y de los vínculos transferenciales.

La formación es en cierta forma la intrincación entre educación-invención y transmisión-tradición e incluye el proceso singular de experiencias, desarrollo de valores y de pensamiento propio que, en el psicoanálisis y en transferencia,  se corresponde con el análisis personal y las supervisiones y que implica un proceso de subjetivación. Es conocido que estas cuestiones se originan en la difícil diferenciación entre el aprendizaje de una ciencia y el aprendizaje de  un arte, pero el problema se suscita cuando en estos procesos se juegan narcisismos y aspectos identitarios donde se deslizan aseveraciones de estilo dogmático.

Así es que el predominio de filiaciones tipo II  puede conducir al desarrollo de instituciones doctrinarias, necesarias en los comienzos, ya que los pioneros tenían que delimitar territorios conceptuales y organizacionales a partir de la creación freudiana. Pero al cabo de un tiempo cuando predomina un Autor  que determina qué es lo psicoanalítico y donde lo principal -y casi lo único- es la transmisión de sus ideas, su nombre ejerce un poder sugestivo muchas veces no reconocido como tal. Joyce McDougall (1998) señala que:

 […] a veces reverenciamos con un fervor casi religioso a las cabezas pensantes de nuestras  escuelas analíticas y nos abstenemos de cuestionarlas. Los conceptos y los descubrimientos son considerados profesiones de fe, más bien que teorías científicas, y los maestros son elevados al rango de sacerdotes y profetas. (La cursiva es de la autora, pág.301)

En estas condiciones la existencia de conflictos deviene en rupturas o en una fuerte disociación entre la práctica clínica real y su descripción y posibilidad de discusión interpares. Este último hecho es importante, dado que no solo se adaptan los textos a lo que el Autor predominante espera, sino también es una de las formas de generar un escepticismo destructivo al no poder mostrar lo que verdaderamente se hace en el consultorio. Como señala Gunther Perdigão (2012) secretario general de IPA:“[…] muchas sociedades están reportando una disminución de personas que se presentan para ser admitidos como candidatos para formarse como analistas”, y además “[…] se plantea la cuestión de si es ético formar candidatos en un formato de tratamiento que tendrán una oportunidad muy limitada de practicar”. Como es sabido este es un problema serio de la formación psicoanalítica que se intenta resolver de diferentes maneras en los distintos institutos de formación, pero que es aún más problemática en aquellos donde la doctrina dificulta ver la realidad clínica y cultural en la que los analistas se desempeñan. En definitiva, lo que aquí se plantea, es que lo que llamamos procustianismo es un efecto del Autor, que tendría  las explicaciones para todos los problemas y se constituiría en el eje de la institución y formación dogmática.

Pluralismo riguroso

La institución pluralista suele ser un desarrollo correlativo a la evolución demográfica y científica, que al estar abierta a muchos autores es propia de filiaciones tipo I o de referencia, donde cada autor puede significar un aporte educativo a los distintos problemas. En principio aquí se darían mejores condiciones para enfrentar los problemas de la formación en su conexión con las realidades clínicas y culturales. Sin embargo al cabo de un tiempo en el ámbito pluralista, se pueden suscitar conflictos que pueden generar fragmentaciones e islas entre distintas corrientes de pensamiento lo cual en realidad también conspira contra la formación psicoanalítica. Así es que Juan Pablo Jimenez (2004) escribe:

En psicoanálisis, más que pluralismo –en realidad una descripción eufemística de la situación- existe una mera pluralidad o, peor aún, una fragmentación teórica, pues carecemos de una metodología que se aplique sistemáticamente a la confrontación de las diferentes teorías y posiciones. (Pág.308)

Por ello es necesario aclarar que nuestra idea de pluralismo conlleva de manera imprescindible el adjetivo “riguroso”. Esta denominación es opuesta a la idea de fragmentación porque se refiere a tres cuestiones que entendemos cruciales:

a) La primera  es promover la capacidad de discutir con argumentos, es decir la posibilidad de realizar debates donde el proceso argumentativo se desarrolle en el mejor nivel posible. Ricardo Bernardi (2003) ha estudiado este proceso inspirado en las ideas de Toulmin y diferencia cuatro grados: el grado 0 donde no hay debate real porque hay premisas descalificatorias, el grado1 donde las premisas son legítimas pero hay oscuridades en la comunicación por decir lo mismo con otras palabras o por decir cosas diferentes con las mismas palabras. Luego seguiría el grado 2 donde existe claridad, pero se generan dificultades prácticas o cuestiones indecidibles por falta de evidencias, y el grado 3 donde se puede realizar una exploración adecuada de los fundamentos de cada posición, y lograr un cierto consenso sobre el estado de la cuestión y sobre los puntos de acuerdo y desacuerdo. Por otra parte, un debate con argumentos en el marco de un pluralismo riguroso, posee un valor exploratorio de  problemas e hipótesis sin hacer uso del criterio de autoridad, un valor de cotejo de posiciones del otro con sus ventajas y desventajas y un valor de insight de replantear las propias ideas.

b) La segunda cuestión para definir como riguroso al pluralismo, es la capacidad de traducción de las ideas teóricas y clínicas de las distintas corrientes de pensamiento en el sentido que le dio Paul Ricoeur (2004) -citando a  Steiner-  de “traducir es comprender”. Esto implica una valoración de la diversidad, en donde la intención de traducir es un proyecto ético desde el momento en el que hay que convivir con el otro diferente. Así es que Ricoeur señala que “la traducción es entonces una tarea, no en el sentido de una obligación restrictiva, sino en el de lo que hay que hacer para que la acción humana pueda simplemente continuar”. (Pag.44). Esta concepción surge a partir de la revisión del mito de Babel que se ha usado como metáfora negativa y que, como señala  Ricoeur, podría tener otro sentido, que incluye un deseo de traducir y un trabajo que este autor compara con las descripciones freudianas del trabajo del duelo o del recuerdo. Ricoeur plantea que la diversidad de las lenguas, lejos de ser un castigo como supone el mito de Babel, está  presente para que podamos atravesar la prueba y la experiencia de lo extranjero. Babel obliga a comprender y traducir es comprender. Y añade que la interpretación tradicional del mito de Babel “[...] hace soñar hacia atrás, en dirección de una presunta lengua paradisíaca perdida” (pág.33) y señala entonces que no se trata  de “una catástrofe lingüística infligida a los humanos por un dios celoso de sus logros”.

En este sentido la traducción funciona como un ‘tercero’ al modo de un ‘fenómeno transicional’, como ese campo intermedio que Winnicott describió tanto para el juego como para la creación científica. La traducción entonces deviene una puesta en relación que no toma partido y consiste en un campo de producción de conocimiento sosteniendo la diferencia. Se trata de una tarea creativa que se produce en un vínculo cuyos resultados los perciben los analistas de formación y los analistas en formación. Este cambio cultural generado en ese espacio transicional de comprensión del otro, necesita además de un cambio en la forma de discutir las diferencias. Y esto alude al valor creativo que implica la discusión como juego intelectual en lugar del rígido modelo bélico de ataque-defensa[11].

c) Lo anteriormente citado es solo factible si el pensamiento propio posee la suficiente plasticidad y es capaz de variar –es decir de cambiar de acuerdo a lo que se comprende-traduce  del pensamiento y argumentos del otro.

La tercera cuestión alude entonces a que en la formación exista la suficiente plasticidad en la estructura de enseñanza, plasticidad que está asociada a la capacidad de imaginación e improvisación frente a los nuevos problemas lo que implica enfrentar a los dogmas.. Tzvetan Todorov ( 1982) en su estudio semiótico sobre la conquista de América se pregunta: ¿por qué triunfó Hernán Cortés con sus centenares de hombres  frente al imperio más poderoso de América y sus cientos de miles de guerreros aztecas y sus adelantos culturales extraordinarios?  El problema es complejo y no debiera simplificarse, pero la tesis de Todorov es semiótica y consiste básicamente en señalar que:

[...] de este choque entre un mundo ritual y un acontecimiento único resulta la incapacidad de Moctezuma para producir mensajes apropiados y eficaces. Los indios, maestros en el arte de la palabra ritual tienen por ello menos éxito ante la necesidad de improvisar, y esa es precisamente la situación de la conquista.[...]. Ahora bien, la invasión española crea una situación radicalmente nueva, enteramente inédita, una situación en la que el arte de la improvisación importa más que el del ritual. [...] Cortés  practica constantemente el arte de la improvisación,  y lo reivindica como el principio mismo de su conducta. (Pág. 107, las cursivas son nuestras)

Esta improvisación implica una plasticidad en el pensamiento de Cortés para comprender el pensamiento de Moctezuma y explica –según Todorov- la conquista.  Cortés, el conquistador, es entonces un improvisador[12] es decir alguien que es capaz de cambiar de acuerdo a lo que comprende del mensaje del otro. De este modo se abre a lo nuevo y busca respuestas nuevas para hechos diferentes. Los aztecas en cambio viven en un rígido determinismo donde el sentido final de un hecho está dado desde el principio y los argumentos decisivos son de autoridad, no de experiencia. Es así que Todorov señala que “[....] los aztecas están convencidos que las profecías se cumplen. El mundo se plantea de un modo sobredeterminado, todo es previsible y todo está previsto”.

No es casual entonces que en su artículo sobre educación psicoanalítica Gabbard & Ogden ( 2010) lo inicien  aludiendo a “desarrollar una voz propia”          -tema en el que ha insistido Marcelo Viñar (2012)-  y lo finalicen planteando la necesidad de “atreverse a improvisar”.          

Pensamos entonces que para que la pluralidad no sea mera fragmentación y no se “resuelva” con dogmatismos es necesaria la articulación de tres dimensiones de la comunicación: la capacidad de discutir en el mejor nivel argumentativo que significa intercambio, la capacidad de traducir en el sentido de Ricoeur que significa comprensión,  y el arte de la improvisación en el sentido de Todorov  que significa plasticidad.    

Por otra parte es importante tener en cuenta que existe una dinámica histórica e institucional en la formación psicoanalítica, que va desde momentos fundacionales con liderazgos más doctrinarios por la defensa de una causa, a etapas más pluralistas sin figuras carismáticas. En la figura 2 puede apreciarse el papel de los autores (A y a) en dicho proceso, que va desde un momento de institución doctrinaria donde la figura fundacional o carismática (A) da cuenta de todos los problemas (p1, p2) hasta que otro autor o autores (a) plantean otra perspectiva teórica o clínica. Desde alli las vicisitudes evolutivas son tres: el encerramiento endogámico con expulsión de (a), hecho con numerosos ejemplos en la historia del psicoanálisis,  la coexistencia con (a) en lo que entendemos como pluralidad fragmentaria (Fonagy ,1999, Jimenez ,2004) y el intercambio con (a) que constituye el pluralismo riguroso en la medida que se puedan traducir con plasticidad diferentes ideas y se  generen campos argumentativos fecundos.

Es comprensible que la formación analítica tenga entonces características diferentes de acuerdo a estas vicisitudes, que dependen de aspectos personales, ideológicos e históricos, cuyo epicentro son los autores – no solo de la letra escrita- sino los analistas de formación con su palabra y sus efectos transferenciales.

Reflexiones finales: hacia una iconoclastia respetuosa

Complejo es aquello que no  puede  resumirse en una palabra  maestra,  aquello que  no puede  retrotraerse a  una ley, aquello  que no puede  reducirse a una  idea simple.

Edgar Morin.
 Introducción al pensamiento complejo,
p.20, 1995.

                                                          

Es posible que Donald Winnicott no tenga ningún sucesor, nadie que pueda invocarlo como su maestro. Y está muy bien así. Con maestros el psicoanálisis puede sobrevivir un tiempo. Sin amos ni maestros, tiene la posibilidad de vivir indefinidamente

 Jean B. Pontalis
Nouvelle Revue de Psychanalyse, (no hay pág.)1971.

En realidad creemos que parte de los problemas citados dependen del grado de intrincación entre la educación-invención y la transmisión-tradición en la formación psicoanalítica por la distinta significación que adquiere en ella el papel del autor. Cuando el nombre del autor es una referencia para la producción de conocimiento, la transmisión de sus ideas es a la vez educativa porque adquiere un potencial creativo, pero si su nombre es un indicador de autoridad la transmisión se desintrinca de la educación. Es posible sugerir aquí la analogía con la noción de desintrincación  pulsional y sus efectos destructivos. Esta misma analogía la realiza Rojas Urrego (2012), inspirado en Green, para relacionar tradición (continuidad,ligazón) con invención (discontinuidad, desligazón y posibilidad de religazón novedosa), es decir ruptura y continuidad. Pero si la transmisión se corresponde con una tradición que Rojas Urrego denomina negativa por su invariabilidad, se desintrinca de una educación que siempre incluye invención y la formación se deteriora por inmovilidad. Si la invención se desintrinca de cierta tradición-transmisión tiende solo a la ruptura, y la formación también se deteriora por lo que entendemos como iconoclastia. En realidad existe una relación dialéctica entre transmisión-tradición y educación-invención, donde al incrementarse la preocupación en analistas e instituciones analíticas por la identidad basada en la pertenencia u adhesión a un determinado autor, se corre el riesgo de disminuir la producción de conocimiento y el pensamiento crítico. Es la inmovilidad de la transmisión la que posee el germen de su propia ruptura con el riesgo de una iconoclastia destructiva y plagada de resentimientos.    

Los pioneros del psicoanálisis fueron en realidad iconoclastas que derrumbaron en principio los diversos tabúes y costumbres de la burguesía centroeuropea de principios del siglo XX y luego expandieron la famosa “peste” freudiana a Norteamérica. A mediados de ese mismo siglo sucede lo mismo en el Río de la Plata y, en general, en América Latina; así, el psicoanálisis se instala en la cultura contemporánea con sus múltiples variantes. Al descubrir el inconsciente, Freud produce la conocida ruptura epistémica y define al psicoanálisis como un método de investigación, como una nueva forma de psicoterapia y como una disciplina científica que se construirá a partir de los avances de estas nuevas formas de investigación y de tratamiento. No hay dudas acerca del interés clínico y científico que el fundador del psicoanálisis promovía para comprender la construcción de la subjetividad y para modificar radicalmente el campo específico de la salud mental.

Pero también existen tradiciones dentro de las instituciones psicoanalíticas que tienden muchas veces a un etnocentrismo aislante que definen y transmiten como psicoanálisis sólo aquello que practican sus propios acólitos. Bernardi (2011), en su  experiencia como  analista, en un contexto institucional fuertemente kleiniano piensa su caso clínico con ideas de Kohut, y escribe:

No es fácil traducir los conceptos de un enfoque o escuela psicoanalítica al lenguaje de otra escuela. Probablemente esto, junto con el peso de las tradiciones locales haga que sea menos frecuente que en otras disciplinas encontrar revisiones sistemáticas de la literatura sobre un determinado tema o problema en los trabajos psicoanalíticos. Por lo común los trabajos psicoanalíticos se mueven dentro de las ideas de una determinada tradición. Esto limita las fuentes de innovación a las ideas de unos pocos autores con los que de antemano se concuerda teóricamente, aumentando así el aislamiento de las diferentes corrientes. (La cursiva es nuestra. (Págs.627-628).

Aquí la tradición es claramente limitante y tiende a convertir al psicoanálisis en religión. Puede suponerse entonces que es necesaria una actitud iconoclástica de inventarlo todo de nuevo; creemos que esto consistiría en tirar el agua sucia con el bebé adentro y no valorar los logros de los grandes autores del psicoanálisis. Por esta razón pensamos que los aportes y enseñanzas de aquellos merecen consideración y reconocimiento de su valor, que es en realidad la definición de respeto, y por ello proponemos una iconoclastia respetuosa. ¿Por qué? Porque sabemos que el psicoanálisis aspira –hasta que se demuestre lo contrario-  ser una ciencia y es una actividad clínica ejercida por personas con personas. De aquí se infiere la importancia de conocer y respetar las tradiciones sin adhesiones acríticas, y  poder investigar para encontrar  y crear respuestas nuevas a los nuevos problemas sin infatuaciones mesiánicas.

Es por ello que sostenemos que los efectos de personalidad y su problemática narcisista no ayudan al psicoanálisis actual. Los carismas, las organizaciones cerradas, endogámicas, fueron necesarias en los orígenes del movimiento psicoanalítico pero hoy en día –en los ámbitos donde subsisten-  hacen cierta la idea de que lo épico puede devenir patético cuando el contexto ha cambiado.[13] Aquí como dice Poland (2008) refiriéndose a las instituciones doctrinarias “[...] la vanidad supera a la curiosidad de una mente abierta”. (Pág.723).

Las ideas pueden ser aceptables o rechazables, pero lo importante es extraerles su valor heurístico y evitar que se conviertan en grandes relatos míticos. Bleichmar (2001) señala que:

[...] es notable  el atractivo que ejercen los grandes autores del psicoanálisis, y la pasión mesiánica que despiertan, que se debe no sólo a los territorios que descubrieron sino a los grandes relatos míticos que activan en sus seguidores. Cuando M. Klein crea la promesa de expurgar la maldad y que el amor triunfe sobre el odio, o Lacan levanta la bandera de "no ceder sobre el propio deseo" y de romper con la alienación y sumisión al otro, se despiertan anhelos largamente acariciados en cualquier persona. (www.aperturas.org,no hay página).

En esta cita, Bleichmar también incluye a los seguidores de la psicología del yo, a Kohut, a los intersubjetivistas y a Winnicott. Es decir, teóricamente cualquier autor puede convertirse en un mesías. En este sentido, Richard Webster (2002) describe con claridad:

Una de las características más importantes de la personalidad mesiánica es la de actuar siempre como un transgresor audaz. Mesías es aquella persona que aparenta tener una fuerza interior dispuesta a atacar abiertamente a las autoridades establecidas o desobedecer leyes y tabúes para favorecer su propia causa. Al transgredir de forma sistemática los tabúes, alivia a sus seguidores del peso de la culpa y la ansiedad que, si no, sentirían como consecuencia de enfrentarse a sus mayores o a las ortodoxias establecidas. (Pág.23).

Pero resulta que, por otro lado, la transgresión es intrínseca a la búsqueda de la verdad y a la creación. Los iconoclastas pioneros tal como señalamos al principio así lo hicieron. ¿Cuál es entonces la diferencia? Pensamos que ella se establece cuando aquella búsqueda deviene en procustianismo como describimos con anterioridad, y en un maniqueísmo que establece quién posee la verdad y quién no.

Pero el iconoclasta respetuoso es aquel analista o institución de analistas que se encarga del esfuerzo teórico, ético y práctico de respetar su tradición y traducir la diversidad de otras experiencias, tanto para descartar como para incorporar otras ideas que ayuden a reinventar las propias. Es aquel analista o institución de analistas donde los autores constituyen referencias y no se entronizan como reverencias.

No hay ninguna idea ni ningún autor sagrado en psicoanálisis, o al menos pensamos que no debiera haberlo, como no lo hay en ninguna disciplina científica. Existen nociones centrales, fundacionales y definitorias (v.g. inconsciente, transferencia) sobre las que existen numerosas opiniones, posiciones e investigaciones. Justamente estas últimas en sus variantes clínicas, empíricas y conceptuales pueden ayudar al progreso del psicoanálisis incluyendo sus diversas controversias y debates.

La realidad es que existe una clínica compleja desafiante y frustrante donde cada caso puede plantear un problema inesperado, “que no puede resumirse en una palabra maestra [...]  ni reducirse a una idea simple”, como escribe Edgar Morin (1995) en el epígrafe de estas reflexiones finales. Por eso es que elogiamos a una iconoclastia respetuosa donde los psicoanalistas –en el sentido de Barthes- no “leamos” textos sino que los “escribamos”, pues como señala Jean-Baptiste Pontalis : “sin amos ni maestros [el psicoanálisis] tiene la posibilidad de vivir indefinidamente” y que la formación psicoanalítica pueda lograr que se evite – al decir de Winnicott-  “[...] un amontonamiento no basado en la ciencia sino sólo en las personalidades”.   

Bibliografía

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[2] La falsificación fue realizada por Elmyr  de Hory cuyas pinturas constituyeron fraudes perfectos descriptos en el controvertido film Fake dirigido por Orson Welles.
[3] Durante varios años el honorario y el tiempo de espera para el análisis didáctico determinaba a priori su valor, generando idealizaciones frecuentes con influencia en la formación del candidato.
[4] Un médico moderno obtiene autoridad al  leer los últimos trabajos publicados sobre un problema clínico, independientemente de su autor, mientras que un psicoanalista puede obtener dicha autoridad –por ejemplo- citando una frase de los primeros textos freudianos.
[5]   Este subtítulo parafrasea el del film de John Casavettes(1974) cuyo personaje central es “un ama de casa al borde de una crisis de nervios, empapada de rutina, asfixiada por las convenciones sociales." (Miguel Ángel Palomo,: Diario El País, www.filmaffinity.com/es/film135032.htm
[6] Y también con algún humorístico “ataque de nervios” al comprobar que en solo un mes se había variado tanto la evaluación del mismo trabajo, por efecto del nombre de Andre Green.
[7] En este texto tal vez faltaría agregar que el que lee también proscribe, teniendo en cuenta el contexto en el que fue producido, es decir entre el ascenso del nazismo y el stalinismo.
[8] Es interesante recordar –con su valor metafórico- que este legendario héroe es el gran vencedor de distintos monstruos míticos (al igual que Heracles), incluyendo  al famoso Minotauro, pero es además el fundador de la unidad y de la democracia ateniense, y el único rey que ayuda al trágico Edipo ciego en Colono.
[9] Tradición e Invención fue el título del último Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis, FEPAL, San Pablo, Agosto de 2012.
[10] Sin perder de vista que es una de las tres profesiones imposibles descriptas por Freud.
[11] Es interesante señalar que en una encuesta reciente de IPA  sobre su funcionamiento al cumplir su centenario, existían varias preguntas que aluden a que dicha institución se ocupe de la defensa del psicoanálisis. Esto es complementario con los ataques que el psicoanálisis ha recibido. Se desprende de esto que para definir una discusión  preferimos la noción de debate a la de polémica, término  de etimología bélica.
[12] La improvisación tiene además aquí el sentido que posee en el jazz. PeeWee Rusell –un eximio clarinetista de un conjunto de Louis Armstrong- cuando un estudiante de música le muestra la transcripción escrita de uno de sus solos improvisados dice : “Yo no toqué eso. Además no sabría como tocarlo” ( Hentoff,N,1982)
[13] Teseo vale más ahora por crear y sostener la democracia ateniense y aceptar al Edipo ciego , que por derrotar al Minotauro como señalamos en la nota al pie n°8..