aperturas psicoanalíticas

aperturas psicoanalíticas

revista internacional de psicoanálisis

Número 019 2005 Revista Internacional de Psicoanálisis

Contar historias

Autor: Busch, Fred

Palabras clave

Analisis de la resistencia, Asociacion libre, contratransferencia, Historias en el analisis.


“Telling stories" fue publicado originariamente en Journal of American Psychoanalytic Association,  vol. 51, No. 1, p. 25-42, 2003. Copyright 2003, American Psychoanalytic Association. Traducido y publicado con autorización de la revista.

Traducción: Marta González Baz

Revisión: Raquel Morató de Neme

Los pacientes necesitan contar sus historias. Una de nuestras principales tareas como analistas es ayudar a que los pacientes cuenten sus historias y se apropien de ellas. La libertad mental para pensar, sentir y conocer depende de la capacidad continuada para contar historias. La posición del analista desempeña un papel importante en el desarrollo de las capacidades narrativas del analizando.

Todo hombre es un poeta de corazón

Y el último poeta no perecerá

Hasta que lo haga el último hombre

                            FREUD

La capacidad de los pacientes para contar sus historias y apropiarse de ellas es crucial para que desarrollen un sentimiento de bienestar a partir del análisis. Es la base para una liberación estimulante de las historias impuestas neuróticamente por fuentes internas y externas -las historias recordadas pero nunca integradas; las historias vivenciadas pero nunca formuladas; las historias vivenciadas y recordadas sólo en el lenguaje de la acción; las historias de la fantasía y defensa inconscientes; y la importancia de todas ellas en cada una de las otras. Otra categorización más técnica podría ser que éstas son las historias de las formaciones de compromiso y de recuerdos encubridores (pensamiento representacional); historias puestas en acto debido a estructuras inestables o a pensamientos representados en términos preoperacionales (Piaget, 1930); e historias basadas en recuerdos implícitos (Fonagy, 1999) (1). En resumen, son historias de vidas interrumpidas, manifestadas analíticamente en historias rígidas, historias aterradoras desconocidas o historias incompletas.

Las historias existen dentro de un contexto, de modo que la naturaleza de una historia contada en el análisis está modelada en todo momento por una multiplicidad de factores (por ejemplo, las transferencias en  todas sus configuraciones pulsionales, objetales y de objetoself, que se ven influenciadas por estructuras psíquicas y por la contratransferencia, etc.). De modo que siempre escuchamos una versión de una historia. Es más, la comprensión de cada historia es provisional, y deja abierto el camino para futuras historias.

Uno no suele oír hablar de lo que yo considero una experiencia analítica bastante típica –es decir, la repetición de historias clave a lo largo de un análisis, al tiempo que siempre se añade algo nuevo que permite una mayor comprensión de las historias que hay dentro de una historia. Un pequeño utensilio de cocina aparecía en una historia que corrió a todo lo largo del análisis de un paciente. Al principio de nuestro trabajo, Alex, un estudiante universitario de veinte años, me contó que le había preguntado a su madre qué era este utensilio, y que ella le había dicho impacientemente que la dejara en paz. Dentro del contexto del análisis en ese momento, parecía representar lo abandonado que se había sentido con frecuencia por su madre mientras ésta luchaba con su depresión. Más adelante, sin embargo, Alex me contó cuánto se enfureció su madre cuando él y un amigo estaban jugando con este utensilio. En ese momento, lo entendimos como un ejemplo de la dificultad de su madre para valorar su curiosidad. Más avanzado el análisis, después de que yo le hubiera interpretado la creciente provocación de Alex hacia mí, recordó que su madre no había perdido la paciencia con él hasta que él y su amigo se habían puesto a jugar al fútbol con ese utensilio. Posteriormente, tras un sueño sexual que se desarrollaba en la cocina, Alex finalmente identificó el utensilio de cocina como un rebanador en forma de V. La última parte de la historia surgió cuando el análisis estaba terminando, cuando Alex recordó que este rebanador había sido un regalo de su padre a su madre.

Podemos ver cómo, en el transcurso del análisis, la “historia de la cocina”, se convirtió en “las historias de la cocina”. En general éstas comprenden historias de las dificultades de Alex para establecer relaciones con las mujeres. Las historias emergentes no eran el resultado de recuerdos reprimidos que acudían a la conciencia; Alex siempre conoció las diferentes partes de sus historias de cocina. Pero las partes emergían sólo en el contexto de las preocupaciones actuales.

¿Por qué yo las llamo historias cuando ya existen tantos términos psicoanalíticos que sirven como base útil para la comprensión y el discurso  clínicos? La palabra capta un modo de pensar sobre el proceso analítico, especialmente sobre el papel del analista a la hora de favorecer o interferir las historias del paciente. Esto es algo que todos vivenciamos en la vida diaria -hablar con personas que nos ayudan a elaborar nuestras historias, y con personas que las interrumpen. Sentimos que ciertas personas están interesadas en nuestras historias y aprendemos de ellas a la hora de contarlas; otras no pueden esperar a contar sus propias historias lo suficiente como para escuchar las nuestras.

Este artículo habla de cómo ayudamos a elaborar las historias de nuestros pacientes o cómo las interrumpimos. Como psicoanalistas, siempre luchamos con la tarea de separar la historia del paciente de la nuestra. Yo creo que es importante resaltar este esfuerzo, puesto que la intrusión por parte del analista en las historias de un paciente es un problema en el espectro teórico. Aquellos que proclaman la inevitabilidad de la subjetividad del analista la han convertido prácticamente en un grito de batalla virtual.

De hecho, si lo permitimos, los pacientes nos cuentan sus historias. En sus palabras y acciones, en sus negaciones, desmentidas e intelectualizaciones, en el hecho de contar (o no) sus sueños, en la expresión (o no) de sus sentimientos más intensos -en resumen, en las múltiples formas de expresión de las que disponen- los pacientes nos cuentan sus historias. En estas historias hallamos el por qué de que nuestros pacientes acudan a nosotros, y los caminos por los que nos abandonan. Entre una cosa y otra nos cuentan historias sobre por qué no deberían contarnos sus historias y niegan vehementemente que haya historia alguna que contar. En ocasiones los pacientes se alegran de que escuchemos y comprendamos sus historias, pero se sentirán incómodos al admitirlas. A veces sólo pueden contar sus historias mediante una única forma de acción, el lenguaje de la acción. Y en determinado momento nos convertimos en parte de sus historias.

No hay nada que inhiba más el proceso analítico que el hecho de que paciente y analista crean que han descubierto la historia del paciente. Si bien el psicoanálisis ayuda a identificar historias clave que han obstaculizado la trayectoria vital del paciente, el hecho mismo de esta identificación debería permitir una comprensión más profunda de viejas historias, una disposición a comprender viejas historias de formas novedosas, y la libertad para identificar nuevas historias.

Los pacientes acuden a nosotros porque están inhibidos para vivir sus propias historias. En su lugar viven la historia de otra persona, o temen ver la historia que están viviendo, o no pueden soportar las consecuencias de la historia que han construido. Sienten el dolor de una vida no vivida, y quieren saber la vida de quién han estado viviendo y cómo aprender a vivir la suya propia. La meta del análisis es ayudar a los pacientes a descubrir las historias que han estado viviendo, y de esta manera encontrar las historias que eligen vivir. La autoría de una historia propia es un componente crucial del análisis “suficientemente bueno”. Mientras que otras personas pueden desempeñar un papel significativo en la formación y continuación de las historias de nuestros pacientes, el progreso analítico hacia el bienestar tiene lugar solamente cuando se acepta la autoría de las historias que emergen en el proceso analítico, así como de su formación, continuación y resultados.

Ampliando las historias

Un modo de conceptualizar cómo los pacientes acuden a tratamiento es que sufren una escasez de historias disponibles sobre lo que los ha traído al consultorio de un analista. Las razones de esta carencia abarcan desde una tendencia a considerar los síntomas propios como alojados principalmente en las acciones de otra persona, hasta historias psicológicas que están limitadas y limitan. Atrapados en viejas historias (parejas poco cariñosas, jefes dominantes, miedo a la autoridad, etc.), los pacientes se sienten aplastados por sentimientos dolorosos e incapaces de avanzar; viven con un sentimiento atenuado de vitalidad y placer, al tiempo que hacen sufrir a las personas que los rodean.

Suponiendo un analista empático, bien formado, abierto a sus múltiples historias (en otras palabras, el analista suficientemente bueno) hay tres principios de la técnica psicoanalítica que ayudan a los pacientes a contar sus historias:

(1) El análisis de la resistencia. Este es un principio de la técnica aceptado por todas las escuelas de análisis (Busch, 2001), aunque a veces bajo diferentes nombres; las resistencias son el factor más importante en la inhibición de historias. Una resistencia, desde el punto de vista técnico, siempre tiene en el centro un temor, basado en adaptaciones anteriores, a las historias sin revelar. Por tanto, las resistencias siempre tienen sus propias historias. Una resistencia es el resultado de un proceso inconsciente, no un término descriptivo. Sin embargo, si se consideran de este último modo, sus manifestaciones pueden confundirse fácilmente con conductas que trasmiten otros significados (por ejemplo la tendencia a hablar de generalidades puede ser una manera de no resultar amenazante, una invitación a ser importunado, o una expresión de hostilidad), o con otras formas de expresar historias (por ejemplo, el lenguaje de acción o la experiencia no formulada, como la describía Stern). Hay modos de trabajar con las resistencias que aumentan la capacidad de contar historias; se han descrito en otros lugares y por tanto no los desarrollaremos aquí (Busch, 1992, 1993; Gray, 1994; Pray, 1994).


(2) Asociación libre. La asociación libre es fundamental para la narración de historias en psicoanálisis. La genialidad de Freud fue captar las posibilidades de un proceso que tenía lugar de forma natural. Kris (1982) lo ha expresado más sucintamente: “El psicoanálisis no crea la asociación libre en el marco del tratamiento. Simplemente ofrece una alteración en la condición de la asociación ordinaria… Reemplaza el soliloquio silencioso por palabras habladas” (p. 14).


En el uso que los pacientes hacen del método de asociación libre podemos ver historias desconocidas que los guían, los inhiben, los destruyen. También podemos llegar a entender el proceso por el cual los pacientes guían, inhiben y destruyen historias. Vemos lo efectivos que son nuestros métodos para aumentar la libertad de contar una historia determinada y para contar historias en general. En ocasiones las historias se cuentan con palabras, en ocasiones con la ausencia de palabras. Fundamentalmente las historias se cuentan mediante una gran variedad de procesos.

Teniendo en cuenta el extraordinario poder del uso del método de asociación libre por parte del paciente, ¿por qué existen tales resistencias a su uso entre los analistas? Ya he descrito algunos factores que explican esto (Busch, 1994), pero en mi propia experiencia, y escuchando el trabajo de otros, concedo una posición privilegiada a las demandas que la asociación libre hace del funcionamiento psíquico del analista. Experimentar inconscientemente las proyecciones e identificaciones proyectivas del paciente e intentar contenerlas puede ocasionar una tensión a veces insoportable; esto puede experimentarse como la destrucción de las estructuras internas de uno mismo, y a menudo nos conduce a actuar en un intento desesperado de estabilizar nuestro equilibrio psíquico. Nos enfrentamos siempre al hecho de que somos más o menos vulnerables, basándonos en nuestros umbrales momento a momento y en “las capacidades para tolerar la indefensión, la incertidumbre, la culpabilidad o la proximidad afectiva” (Schwaber, 1990, pp. 31-32). Schwaber (1992) capta sucintamente el problema de escuchar las historias de nuestros pacientes cuando define la contratransferencia como una retirada de la búsqueda desde el punto de vista del paciente. A menudo me he preguntado si la necesidad de estabilizarnos, en lugar de ayudar a nuestros pacientes, puede tener algo que ver con la reciente insistencia en la centralidad de la historia y las acciones del analista en la práctica analítica.

(3) Permanecer “en la cercanía”. Otro factor importante para facilitar la narración de historias es la necesidad de que el analista permanezca “en la cercanía” (Busch, 1993, p. 152). Este término indica que las intervenciones del analista deben estar basadas en lo que el paciente puede escuchar e integrar, más que en lo que el analista ha comprendido e integrado. En términos técnicos, significa prestar más atención al yo consciente e inconsciente. Si bien antes se comprendían bajo la rúbrica de tacto y timing, la implementación técnica de este precepto ha permanecido confusa y ha quedado oscurecida por la tendencia a las interpretaciones profundas. Trabajos recientes han intentado salvar las diferencias entre la teoría y la práctica (Busch, 1993, 2000; Gray, 1994; Levy e Inder bitzin, 1990; Paniagua, 1991, 2001) y han establecido un potencial lugar de encuentro entre los freudianos contemporáneos y los kleinianos contemporáneos (Joseph, 2001; Kernberg, 1993, 2001; Schafer, 1994).

Ejemplo clínico

En este ejemplo, me centro en cómo el énfasis en la narración de historias afecta mi trabajo.

Joan, una mujer atractiva de mediana edad, comenzó el tratamiento temerosa de no tener ninguna historia. Se externalizaron las razones de sus fallidos matrimonios. Asociaciones espontáneas ocasionales la podían llevar a pensar qué podía significar un pensamiento, pero manejaba esta experiencia como si estuviera buscando una palabra en el diccionario. Las sesiones estaban repletas de rumiaciones acerca de lo acontecido el día anterior. Las conexiones entre pensamientos, cuando Joan intentaba llevarlas a cabo, eran vagas. Los sueños, que ella anotaba y estudiaba, a menudo ocupaban sesiones enteras. Las interpretaciones transferenciales solían ser recibidas con un “podría ser”, y una protesta acerca de que aquello de lo que necesitaba ocuparse era de su vida real. Los vínculos que yo hacía en una sesión se destruían en la siguiente. Las escasas expresiones por parte de Joan de un humor agudo–a veces sofisticado, a veces algo subido de tono, a veces aniñado- me hacían vislumbrar su inteligencia y sus potenciales ganas de jugar. Aunque parecía utilizar a aquellos que estaban más próximos a ella como objetos del self también había expresiones de compasión en las que yo podía percibir su calidez. Principalmente daba la impresión de ser alguien envuelta en enredos emocionales. A veces me resultaba difícil permanecer interesado en lo que ella estaba diciendo, lo que demostró ser una importante contratransferencia. De modo que, a veces, era mi irritación por su paso tan lento lo que me llevaba a pincharla con interpretaciones prematuras.

Con el tiempo, pudimos comprender algunas de las historias que habían llevado a Joan a necesitar sentir que no tenía historias: su creencia de que tenía que mantener sus ideas y sentimientos, especialmente la rabia, ocultos como un modo de sostener a su padre narcisista; sus esfuerzos por mantener su frágil omnipotencia y protegerse contra los sentimientos subyacentes de vergüenza e inadecuación; el miedo/deseo y la repetición en su modo de hablar de la actividad masturbatoria compulsiva que había llevado a cabo desde su infancia; y, finalmente, la repetición en la transferencia/contratransferencia de una excitante relación sadomasoquista con su padre en la cual el “quién es quién” cambiaba constantemente. En los primeros tres años de análisis se produjeron importantes cambios en la franqueza de Joan respecto a sus propias historias, pero llamaba la atención la ausencia de historias sobre su relación con mujeres. Poco antes de la sesión que describo a continuación, habíamos contemplado la posibilidad de que el deseo de estar más próxima a su madre formase parte de todas sus relaciones con los hombres.

La sesión

Joan comenzó la sesión de un modo “adecuado”, lo que en ella solía indicar una posición de defensa. En esas ocasiones, el tono de su voz y sus palabras cortadas sonaban muy británicas. Me encontré jugando con la descripción que Jacobs (1993) hace de un paciente; mi versión era: “Piensa en yiddish, habla en británico” [“Thinks Yiddish, talks British”]. El impulso de burlarme de Joan era una reacción usual mía ante esta voz. Generalmente presagiaba una sesión en la que yo la vivenciaba como si me estuviera dando una conferencia, explícita o implícitamente, sobre algún problema con algo que yo había dicho, o con el método psicoanalítico. A veces era un ataque al vínculo (Bion, 1959). Muchas veces yo tenía el sentimiento de que iba a tener que aceptar alguna “chorrada”; al mismo tiempo, Joan se desesperaba cada vez más sobre por qué yo no la estaba ayudando. Hasta el momento de la sesión que describiré, habíamos entendido este escenario principalmente como la recreación de una relación erótica sadomasoquista con su padre, que la sentaba en una silla durante un tiempo que a ella le parecían horas y la sermoneaba sobre alguna travesura. Después de eso, la llevaba al dormitorio de los padres, le decía que se desnudara y la azotaba mientras su madre miraba. El quién es quién en la transferencia-contratransferencia cambiaba continuamente.

JOAN: Al pensar en el ayer, podría considerar cuáles de las cuestiones podrían ser las que me hicieran querer librarme del hombre para llegar a la mujer. Sé que siempre me sentí distante de mi madre, pero estoy segura de que ella tenía sus [breve pausa] sus motivos. Pienso que podría haber sido porque mi padre era tan dominante en todos los sentidos. Se veía a sí mismo como el centro de la casa, y se suponía que todo el mundo tenía que tratarlo como tal. Estoy segura de que lo habríamos pasado mal si mi madre hubiera tenido una relación más cercana conmigo. Se suponía que tenía que estar allí para mi padre, en casa y en la consulta. [El padre de Joan era médico, y se daba por hecho que su madre lo ayudara siempre que faltara un empelado.]

FB: Me pregunto si Vd. notaba que cuando comenzó a hablar de lo distante que se sentía de su madre, se detuvo, y luego describió lo que Vd. considera las razones de su padre para mantener distante a su madre. Es como si algo le hiciera sentir incómoda con sus sentimientos de distanciamiento.

En otras palabras, Joan comenzó una nueva historia que, inmediatamente, interrumpió a favor de otra más familiar. La interrupción se convirtió entonces en una nueva historia. ¿Por qué la historia del distanciamiento de su madre tuvo que detenerse y ser reemplazada por la victimización de la paciente por (lo que ella consideraba como) la historia de su padre, una historia ya vieja, que había contado muchas veces con anterioridad, y que ya se había entendido como un factor del distanciamiento de su madre? ¿Por qué el “me sentí distante de mi madre” es incognoscible en este momento? Esa cuestión, la historia interrumpida, es el foco de mi intervención. De hecho, la historia de Joan sobre la relación con su madre había estado prácticamente ausente hasta este momento. Pero ahora, cuando la trae e inmediatamente la inhibe, tenemos una ocasión ideal para explorarla. Un conflicto activo, observable, es mucho más fácil de comprender que uno hipotetizado.

Al trabajar desde esta perspectiva, tenemos que dejar claro que estamos interesados en las razones de la interrupción, y no animar sutilmente a continuar la historia. Mi experiencia reiterada es que en este momento los pacientes están más dispuestos a ofrecer una versión defensiva de la historia que a vivenciar el miedo implícito en la interrupción. 

JOAN [de forma más espontánea y auténtica]: Me di cuenta de la pausa, pero no tuve ganas de meterme en ella. Cuando me detuve sólo sentí que no quería tomarme el tiempo de entrar en detalles. Me parecía aburrido. También pensé que tal vez a mi madre la desanimaba el tener que cuidarme. Que no quería tomarse el tiempo para hacerlo. Aunque no sé lo que hacía con su tiempo. ¿Le dije alguna vez que me cuidaban niñeras a tiempo completo? [No lo había hecho.] También se encargaban de otras tareas de la casa, pero se ocupaban de gran parte de mis cuidados. Ya sé que antes estaba siendo vaga, pero los detalles no me parecían lo importante.

FB: Parece como si no quisiera tomarse tiempo para sus propios pensamientos. ¿O tal vez sintió que yo no quería que Vd. se tomara ese tiempo?

Lo primero que sucede después de que yo señalo la historia interrumpida es un cambio en el afecto de Joan (es decir, una mayor espontaneidad). Joan parece dispuesta a ser liberada al menos brevemente de su historia previa. En términos dinámicos, como resultado del trabajo previo con sus resistencias, se ha producido una disminución en la angustia ante la exploración de un pensamiento temido. La interpretación de la resistencia en esta sesión fue como abrir una puerta que estuviera cerrada con el picaporte pero ya no con llave. La espontaneidad de Joan es típica de lo que pasa cuando los pacientes son liberados de sentirse víctimas de la historia de un otro.

La capacidad de Joan para captar lo que estaba sucediendo justo en el momento de la resistencia es un importante logro analítico (Busch, 1995) e indica una disposición para afrontar el momento exacto de la amenaza que dio lugar a la resistencia. Justo ahora, cuando estaba asociando con el momento de la resistencia, fue uno de esos momentos claves en los que existía una congruencia entre sus acciones (es decir actuar el sentimiento de que no podía tomarse el tiempo para sus propios pensamientos) y sus asociaciones verbales (es decir “no creo que mi madre quisiera pasar el tiempo conmigo”). Mi interpretación se centra en estas dos historias que suceden en el aquí y ahora de la transferencia.

JOAN: Tal vez ambas cosas. Ya sabe que a veces me impaciento, debo pensar que a Vd. le pasa lo mismo. Últimamente noto que me impaciento cuando hablo con mis amigos. Lo único que quiero es que terminen de hablar para que yo pueda decir lo que quiero decir. En realidad siempre me pareció que mi madre pensaba que yo era un poco repulsiva. Interesante palabra. Pero no lo sé. ¿De verdad merece la pena perder el tiempo con esto? ¿Qué diferencia supone que fuera mi madre quien lavaba mis pañales o que lo hiciera otra persona?

FB: Vd. empezó a interesarse en esto de ser repulsiva y luego, inmediatamente, dejó de parecerle interesante.

En la respuesta inicial de Joan (es decir, su insinuación de que es alguien irritable y de que puede estar proyectando eso sobre mí) no queda claro en qué medida está haciendo una corrección necesaria a lo que yo dije, o manejando un tema más seguro (su propia irritabilidad) que por identificación la aproxima a su madre, o resistiéndose a mi interpretación. Esto parece ser lo más probable, puesto que a continuación Joan se refiere brevemente a una posible historia sobre por qué le parece difícil interesarse en sus pensamientos o por qué espera que otros no se interesen por ellos. Este breve giro hacia el interés en una nueva historia es rápidamente desmentido, lo cual es una defensa y también, posiblemente, una puesta en acto de una adaptación previa.

Mi interpretación está dirigida a lo que a mí me parece la historia más importante, el conflicto de Joan acerca de su interés en sus pensamientos repulsivos. Si bien los significados más profundos de esto se revelan en la desmentida (negación) (es decir “¿Qué importa si era mi madre quien lavaba mis pañales o si lo hacía otra persona?”), necesitamos respetar la desmentida de Joan. Interpretar los significados más profundos de la desmentida mientras está teniendo lugar es correr el riesgo de pasar por alto la importancia de la defensa en ese momento. Después de todo, esta necesidad de desmentir inmediatamente lo que se ha dicho es una poderosa demostración de lo incómoda que Joan se siente en ese momento. Para que continúe el trabajo analítico, es crucial que los pacientes se sientan seguros para proseguir con cualquier parte del conflicto que pueden.  Es una historia significativa altamente compactada, con múltiples capas, con cuya narración Joan siente conflicto. Creo que en estos momentos es necesario señalar el conflicto; de ese modo es posible ver qué parte del paciente es más capaz de manejarlo. Sé que hay muchos que estarían tentados de decir  “Tiene miedo de decir algo más porque sentía que su madre lo consideraba un pedazo de mierda” y considerarían esto como análisis de la defensa. Sin embargo, creo que es una interpretación de una fantasía inconsciente disfrazada como interpretación de la resistencia. No aprecia la posible importancia que tiene para el paciente la renegación  en ese momento.

JOAN: Sabe, yo creo que mi madre le pasó mi cuidado a otros. ¿Pero qué hacía ella mientras tanto? Siempre estaba por la casa, pero no recuerdo interactuar con ella hasta que fui mucho mayor. Recuerdo que cuando estaba en el secundario a ella le divertía que llegara a casa y le contara historias entretenidas sobre mis amigos y profesores. Pero no recuerdo haber llevado nunca un amigo a mi casa. Nunca me preguntó por qué no lo hacía, y yo sentía que no debía hacerlo, o que sería más divertido ir a casa de alguien. Pero según hablo me voy sintiendo asqueada. Como si  estuviera llenando el aire con chorradas.

FB: Parece como si Vd. (se) sintiera (hacia) sus sentimientos como le parecía que se sentía su madre al ver sus pañales sucios.

Aquí comenzamos a ver más de la historia en múltiples capas que había detrás del asunto de la suciedad. En primer lugar existe un componente de relaciones objetales en la pregunta de Joan por la ausencia de su madre en sus primeros recuerdos. Esto va seguido por el recuerdo de Joan de ser un objetoself para su madre. Esto no había surgido hasta el momento. El recuerdo de no traer amigos a casa parecía una asociación ambigua. Mientras que Joan lo consideró como otro ejemplo de que su casa no era acogedora, yo también me pregunté si no existiría un deseo de no perturbar la relación diádica con su madre, o una rebelión contra el hecho de ser un objetoself. Su forma de terminar una historia que a mí me estaba pareciendo interesante llamándola asquerosa y chorrada, parecía estar repleta de potenciales significados transferenciales y contratransferenciales (2). Defensa, gratificación, puestas en acto de relaciones del self y objetales, todo esto parece condensado en la respuesta de Joan. Su reticencia a hablar de este asunto tan interesante ¿se debe a un sentimiento repentino de que se está acercando a algo sucio? ¿El miedo a tocar esto sucio está imbuido del deseo de llenar el aire de mierda asquerosa? ¿Se está rebelando ante la vivencia de mi interés y sintiéndolo como si estuviera siendo utilizada como objetoself?

Puesto que todo esto es material nuevo, (yo) baso mi interpretación en el hecho de que en este punto del análisis los temores de Joan están más próximos a la superficie que sus deseos, y la parte decepcionante de la relación con su madre está más próxima a la superficie que los derivados pulsionales o la transferencia. De nuevo, puesto que los sentimientos de Joan hacia sus propios pensamientos son centrales en el trabajo analítico (y en su vida) en mi interpretación retorno a esta cuestión, juzgando esta actitud como la más útil para la continuación de la historia.

JOAN: Esto se me confirmó cuando ya era mucho mayor. Mi madre tenía cáncer de intestino. O la comida la traspasaba o se estreñía. Una vez me contó como tenía que meterse el dedo en el recto para desatascarse. Me dijo que antes las heces le solían parecer asquerosas, pero que ahora ya no.

Mi madre era realmente narcisista. Una tía mía me contó una vez que mi madre fue a Nueva York con mi padre para asistir a una representación, pero no quiso salir de la habitación del hotel porque tenía un grano. Siempre se consideraba importante. Solía ir a Lord & Taylor y decir “Soy la esposa del Dr. K.”, como si a alguien le importase una mierda. Era la elegida de su familia. Era la hermana más hermosa. La única de los hermanos que fue a la universidad, o que tocaba el piano. Parecía alguien adorado. Recuerdo que otra tía me dijo una vez “Puede que tú tengas el cerebro, pero tu madre tiene la belleza”. Qué cosa más horrible de decir. [De repente deja de hablar.] Pero no sé cómo he llegado hasta aquí. Todo es un lío.

FB: ¿Un lío?

JOAN: Es demasiado. He dicho demasiado. Ya no sé ni de qué estoy hablando. Son demasiadas cosas como para tener algún sentido.

FB: Cuando empieza a mostrar el enfado hacia su madre por primera vez en el consultorio, le preocupa estar fuera de control, como si tuviera miedo de lo que ha salido, como si fuera demasiada mierda. Por alguna razón, esto la confunde.

JOAN: Pero Vd. sabe que ahí hay demasiadas cosas. No sé cómo saldrá todo esto

Aquí vemos la disponibilidad inicial de Joan para un montón de nuevas historias. Brotan de ella con un interés y una vivacidad que rara vez he visto. Luego de pronto se siente desorientada. Siente que de ella ha salido demasiado y, probablemente, con demasiado placer; se siente desorientada y tiene que parar. Aquí vemos la repentina emergencia de una inhibición de sus historias, crucial para la falta de satisfacción de su vida. En mi interpretación de qué la detuvo, me centro en el afecto que me parece que tiene más disponible, al tiempo que lo vinculo con lo que yo consideraba su referente inconsciente. Luego retorno al sentimiento enredado, desorientado, asociado más inmediatamente con la inhibición. Esta forma de interpretación sigue a mi pensamiento de que si bien necesitamos interpretar afectos y fantasías previamente inconscientes, una vez que se ha producido la inhibición, la ruta de retorno a las historias desconocidas atraviesa el afecto inhibidor, que forma parte en sí mismo de la historia (Busch, 1993, 2000).

En esta sesión he intentado demostrar cómo los principios del análisis de la resistencia, el uso que el paciente hace del método de la asociación libre, y estar “en la cercanía”, orientan mi trabajo en la restauración de la narración de historias. Quiero enfatizar que esta fue una de esas sesiones en las que la convergencia de las asociaciones, sentimientos y acciones del paciente arroja nueva claridad al trabajo. Esta sesión fue la culminación de muchas otras en las cuales sólo vislumbré un atisbo de lo que se expresó en ésta. Fue el resultado de un trabajo intenso por parte de ambos durante un largo período de tiempo, no resultó de interpretaciones mágicas.

Seguimiento

Aproximadamente dieciocho meses después, Joan se enamoró de un hombre que parecía muy cariñoso. El no haber tenido nunca un orgasmo durante las relaciones sexuales se convirtió en algo muy problemático para ella, y el trabajo analítico la llevó a tener conciencia de que se sentía muy excitada hasta que su amante la penetraba. En este momento ella perdía toda la sensibilidad. En una sesión muy similar a la que he reproducido anteriormente, Joan asoció libremente y se fascinó con una nueva historia: que teme abandonarse durante las relaciones sexuales porque inconscientemente fantasea con orinar y defecar sobre su amante. En la siguiente sesión, Joan habló con deleite del placer que había sentido en una buena comida el día anterior. No sentía las restricciones auto-impuestas en las que la etiqueta triunfaba sobre el disfrute. Durante la cena, ella y una amiga habían estado conversando sobre cómo sus madres las habían hecho comer recordándoles los niños que se morían de hambre en Europa. Joan sentía con pesar que esta mujer era más capaz que ella de mostrar hostilidad hacia su madre. Entonces se sintió muy cansada en la sesión y perdió interés en lo que estaba diciendo.

Cuando comenzamos a explorar las asociaciones que dieron lugar a su cansancio, Joan recordó brevemente parte de un sueño, y la contó de un modo apagado. Estaba en un restaurante maravilloso con otra mujer, pero lo único que había en la mesa eran aceitunas negras. Recordaba a la mujer como alguien que en el pasado había sido especialmente crítica con ella. No pensaba nada acerca de las aceitunas negras. Se sintió de nuevo muy cansada, explicándolo ahora como debido a factores externos, y perdió interés en los pensamientos que le venían a la mente, que expresaba de un modo insensible. Yo le dije: “Ha recorrido un largo camino desde el entusiasmo de la comida de ayer y de haberme hablado de ello”.

Una vez que observó la discrepancia entre su entusiasmo al hablarme de la comida y cómo se sentía ahora, Joan sintió ganas de llorar. Culpó de su cansancio a la temprana hora de la sesión y describió lo avergonzada que se siente cuando deja a su amante para acudir a una sesión. Dijo “no me sentiría igual si saliera a trabajar”.

Joan se rió, recordando que ésta era la frase que su padre utilizaba para referirse a un movimiento intestinal: “hacer tu trabajo”. Joan describió a continuación lo orgullosa que se siente cuando va al baño justo después de desayunar. Esto la llevó a pensar en las aceitunas negras, y en cómo le recordaban sus movimientos intestinales cuando estaba estreñida. Su último pensamiento antes del fin de la sesión fue que por primera vez en mucho tiempo no le había apetecido tener sexo la noche anterior.

Como en toda buena historia, la cosa se pone cada vez más interesante. Las historias de la sesión anterior vuelven como parte de la inhibición sexual de Joan. Su capacidad para compartir conmigo entusiasmada su experiencia de comer con brío una buena comida, que yo a mi vez disfruté, me recordó la película Como agua para chocolate, que celebra la sexualidad del acto de comer. Sin embargo, el espectro que merodea estos sentimientos de hostilidad hacia su madre la hizo volverse poco comunicativa. Ese estado estreñido nos recuerda a su vez las fantasías inconscientes de defecar alegremente sobre su madre, que ha infiltrado inconsciente sus placeres sexuales. Después que yo le recuerdo el placer que está inhibiendo, y  que Joan experimenta el sentimiento de algo que se ha perdido, nos hace regresar a las numerosas historias que afectan la transferencia y la guardan de un placer que ahora vislumbra pero que no ha sido alcanzado.

Quitándole importancia a la narración de historias

Siempre hemos sabido que un peligro importante para la narración de historias por parte de un paciente es un excesivo énfasis en las historias del analista. Todos luchamos con esto en diferente medida de un día a otro y de un paciente a otro. Previamente hemos recalcado la importancia de la contratransferencia neurótica del analista como la causa principal de esto. Mi opinión es que los problemas del pasado con nuestra teoría de la técnica han contribuido en gran manera a que las historias del analista ocupen un lugar central (Busch, 1993, 1997, 1999). Sin embargo, hay una tendencia actual que está dando  lugar a una institucionalización de la técnica analítica que consagra las historias del analista. La tendencia a la que me refiero deriva de la perspectiva de que el analista es irreductiblemente subjetivo y que, por tanto, cualquier intento de objetividad no es más que una falacia. Conduce a quitarle importancia a las historias del paciente para otorgársela a la reacción del analista ante las mismas. Estas perspectivas contienen ciertos insights importantes, pero es importante mantenerlas en su contexto. Como ejemplo, recurriré a Renik (2001) un provocativo defensor de las historias del analista como algo central para la técnica analítica y los análisis exitosos.

Ralph acudió a Renik con malestar general, problemas en el trabajo, discordia marital, sentimientos de ser un mal padre, y muchas otras preocupaciones. En su primera consulta, Renik le preguntó qué esperaba obtener del tratamiento. Para sorpresa de Renik, Ralph, músico talentoso y apasionado en su tiempo libre, describió que le gustaría dedicar un año a estudiar guitarra, ya que nunca había tenido ninguna formación al respecto. Temía que esto le causara una gran privación a su familia (a pesar de que tenían la intención de apoyar este plan) y de no ser capaz de encontrar otro puesto ejecutivo cuando volviera al trabajo. Sentía que se hallaba en un dilema imposible.

Renik dice “Escuchando esto tuve la impresión de que Ralph no estaba describiendo realmente una elección que estuviera intentando hacer. Era más como si describiese su reticencia a llevar a cabo una elección que ya había hecho” (p. 233). Según Renik, Ralph sentía que no sería feliz realizando su sueño de aprender guitarra, y que no podía hacerlo sin que su familia hiciera sacrificios. Cuando Renik le transmitió esta opinión a Ralph, y éste estuvo de acuerdo, le preguntó “si sentía que tenía el derecho de hacer lo que quisiera” (p. 234). Ralph pensó durante un momento. Al principio respondió que no estaba seguro, y luego cambió esto a un “probablemente”, pero incluso reflexionando sobre lo desgraciado que se sentía y hacía sentir a los demás, seguía sintiendo que no podía actuar.

Renik esbozó numerosas cuestiones que Ralph podía explorar fructíferamente en el tratamiento, pero nos dice que “también era importante tener en mente que la autoconciencia, independientemente de si era mucha o poca, no iba a cambiar las circunstancias a las que Ralph se tenía que enfrentar, o su necesidad de actuar en uno u otro sentido, y de asumir la responsabilidad de sus acciones” (p. 233). Se fijó otra cita, pero Ralph llamó al día siguiente para cancelarla. Más o menos un mes después llamó a Renik para decir que había decidido perseguir su sueño, y de vez en cuando Renik sabía por Ralph que a éste le iba bien. “En mi opinión,  el tratamiento de Ralph fue un análisis clínico exitoso porque, para mí, el psicoanálisis es primero y sobre todo un método de tratamiento para dar lugar a los cambios vitales deseados por el paciente” (p. 234). En cuanto a si fue una “cura” principalmente mediante la influencia del terapeuta, Renik afirma “Mi experiencia a lo largo de los años me ha llevado a la conclusión de que la distinción que hemos hecho entre una ‘cura de transferencia’ en la que las experiencias mutativas importantes dentro de la relación de tratamiento permanecen sin examinar, y un ‘psicoanálisis’ en el que se examinan adecuadamente durante encuentros establecidos, se basa en la idealización de nuestras capacidades de una autoconciencia objetiva” (p. 235). Si bien reconoce que su “análisis clínico” de una sesión puede parecer radical (p. 235), Renik termina describiéndolo como una “análisis clínico de duración indefinida” (p. 235).

La técnica de Renik centrada en el analista se basa en su impresión, tras parte de una sesión, de lo que él piensa que Ralph quiere. Teniendo en cuenta lo que sabemos sobre la naturaleza compleja, multidimensional, de lo que los pacientes quieren realmente, ¿cómo puede esta valoración, realizada en estos primeros momentos de encuentro con Ralph, ser otra cosa que la fantasía de Renik de lo que él considera mejor para Ralph? Existen muchas historias sin explorar. Es crucial la fantasía de Ralph de que perjudicará a su familia si emprende su búsqueda musical, a pesar de que su familia le asegure todo lo contrario. ¿Y qué hay del resto de preocupaciones de Ralph acerca de su discordia matrimonial y de su creencia de que es un mal padre? Parece que Renik ayudó a Ralph reduciendo su sentimiento de culpa. Esta es una buena psicoterapia de apoyo, pero no es psicoanálisis clínico, tal como yo lo entiendo. El psicoanálisis clínico devuelve a las personas a sus vidas mediante una comprensión de sus múltiples historias, y las inhibiciones que han interferido con esta comprensión. Es muy diferente de una decisión del analista sobre qué camino debería tomar la vida de un paciente y animarlo a seguir ese camino. Siempre que siento que “sé” qué rumbo debería tomar un paciente, examino la mezcla de transferencia/contratransferencia que me ha llevado a esta posición, que parece rara para un analista. El psicoanálisis clínico es el único método que conozco que se centra en ayudar a los pacientes a contar sus propias historias como base para obtener una mayor libertad a la hora de elegir las historias que quieren vivir, sintiéndose más libres de las historias impuestas neuróticamente desde el interior o el exterior. Lo que yo puedo decir es que Ralph apenas había comenzado a contar su historia cuando Renik reaccionó por su cuenta.

Freud (1914) se dio cuenta de que en cierto momento de todos los tratamientos, los pacientes que no pueden contar sus historias las actúan. Hemos aprendido con los años que sólo sintiéndose libre para explorar y apropiarse de sus historias los pacientes son capaces de comprometerse en una acción más efectiva. Renik toma la posición opuesta a la de Ralph, es decir que la libertad de conocer las múltiples historias que dan lugar a la infelicidad no ayudan a llevar a cabo una acción efectiva. Mi reciente discusión con Aron acerca de esta cuestión (Aron, 2001; Busch, 2001, 2001a) también indica que puede existir un abismo entre los analistas incluso en cuestiones que me parecen básicas para el psicoanálisis. Si bien aquellos que enfatizan la subjetividad del analista nos han ofrecido un recordatorio necesario de nuestro papel potencial en el análisis, la defensa de la subjetividad ha tenido el efecto de interferir con las historias de nuestros pacientes. Como he señalado anteriormente, ésta es una cuestión a la cual los analistas se han enfrentado a lo largo de toda nuestra historia. Por supuesto que tenemos nuestras historias, tanto personales como teóricas, pero por lo menos tenemos la obligación de no dejar que acaparen nuestra atención a costa de las historias de nuestros pacientes. Nuestras propias historias entrarán en las sesiones motu propio, pero nuestra tarea como analistas, me parece a mí, es ver si encajan con las historias de nuestros pacientes y cómo lo hacen antes de convertirlas en pieza central de nuestro trabajo (Busch, 1998). De otro modo, pedimos a los pacientes que hagan lo que han hecho toda su vida: ver su mundo dentro del contexto de la historia de otra persona. Esto niega el potencial más crucial del psicoanálisis, la posibilidad de encontrar nuestras propias historias desconocidas, de modo que podamos elegir las historias que queremos vivir.

 

NOTAS

(1) Las marcadas barreras entre estos diferentes tipos de historias son un instrumento útil para categorizarlas, pero no ayudan en nada más. La mente con sus estructuras dinámicas que sirven a múltiples funciones, no se categoriza con facilidad. Parece una tarea desalentadora determinar si una serie compleja de pensamientos o sentimientos en psicoanálisis representa una experiencia no formulada o una que se mantuvo a un nivel más temprano de pensamiento a causa del conflicto. Es más, rara vez existe una línea clara durante el desarrollo entre una fase y la siguiente. Como ha mostrado Piaget (1930) esto es especialmente cierto en los procesos de pensamiento.

(2) Aquí podemos observar otro conjunto de historias asociadas con el sentimiento de “voy a tener que aguantarme con esta chorrada”. Su manera puntillosa y su desdén por mis historias, así como mi desdén por las suyas, comenzó a cobrar un nuevo significado con la emergencia de esta nueva historia.

 

 

 

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