aperturas psicoanalíticas

aperturas psicoanalíticas

revista internacional de psicoanálisis

Número 004 2000

Integrando la teoría kleiniana y la investigación intersubjetiva del infante: observando la identificación proyectiva

Autor: Seligman, Stephen

Palabras clave

Autofuncionamiento reflexivo, Identificacion proyectiva (patologica), Diada interaccional, Estructuras no verbales, Fantasia, Proceso bipersonal, Identificacion/proyeccion, trauma, Trasmision intergeneracional.


 

Seligman. S. (1999). Integrating Kleinian Theory and Intersubjective Infant Research. Observing Projective Identification.
Fue publicado originariamente en Psychoanalytic Dialogues. A Journal of Relational Perspectives, vol. 9, No. 2, pp. 129-159. Copyright 1999 de Analytic Press, Inc. Traducido y publicado con autorización de The Analytic Press, Inc.

Traducción de H. Bleichmar


Este trabajo examina una serie de cuestiones entrelazadas. En el nivel teórico, explora las posibilidades de integrar la teoría kleiniana con la investigación orientada desde la perspectiva intersubjetiva que se realiza observando al lactante. Las nuevas conceptualizaciones de los investigadores del infante sobre el modelo de relación bipersonal interno, no verbal, como elemento básico de la estructura psíquica iluminan al concepto kleiniano de fantasía. Yo aplico este enfoque específicamente para considerar el concepto de identificación proyectiva.

Este esfuerzo de correlación parece muy adecuado en este momento: después de décadas de desatención, los conceptos kleinianos están atrayendo una ávida atención en los centros psicoanalíticos de Estados Unidos. Pero existen aún dudas considerables acerca de los mismos, incluyendo la impresión de estar en contradicción con las recientes innovaciones de orientación relacional. Espero mostrar que esta impresión es exagerada y que, en cambio, tomar en cuenta los conceptos kleinianos junto al punto de vista intersubjetivo nos permite pensar simultáneamente en términos de una psicología unipersonal y bipersonal. De esta manera, los modelos intersubjetivos pueden ser ampliados para capturar la densidad y la variedad de insights que acerca del mundo interno existen en la literatura kleiniana contemporánea.

El psicoanálisis kleiniano: supuestos básicos y psicología bipersonal

La insistencia de Melanie Klein sobre el rol fundamental de la relación entre el self y el objeto en el nivel psíquico más básico está entre las más cruciales de sus muchas contribuciones innovadoras en psicoanálisis (Klein, 1946; Greenberg y Mitchell, 1983; Mitchell, 1997; Ogden, 1994; Grotstein, 1994, 1995; Spezzano, 1993).

El concepto de identificación proyectiva

Al igual que muchos de los conceptos kleinianos fundamentales, la descripción clásica de la identificación proyectiva se apoya en la narración que Klein realiza acerca de un infante quien, impulsado por el mundo objetal interno, maneja la ansiedad de la inevitable destructividad interna fantaseando su expulsión hacia el interior del objeto. Klein ubicó a la identificación proyectiva como un organizador crucial de la vida mental en la posición esquizo-paranoide, la fase temprana del desarrollo que se caracteriza por oscilaciones de la ubicación entre el self y el objeto de ansiedades y valencias psíquicas tales como la bondad y la maldad (ver, por ejemplo, Hinshelwood, 1991; Ogden, 1987; Spillius, 1998).

La vida mental de este "bebé kleiniano" es, por tanto, construida a lo largo de líneas de fantasías primitivas, instintivas, basadas en el cuerpo; esta descripción es coherente con la idea original de Freud de que la vida psíquica temprana está organizada alrededor de configuraciones orales así como, también, de los instintos de vida y muerte. Pero la notable elaboración de Klein sobre el concepto de la fantasía (1946) transformó al psicoanálisis al ampliar la oposición freudiana original entre destructividad y libido orientándola hacia una psicología implícita de estados afectivos corporales (Isaacs, 1948; Spezzano, 1993; Stein, 1994) y al insistir sobre la centralidad de las organizaciones del self y del objeto en la realidad psíquica más temprana.

Melanie Klein debe ser reconocida por haber concebido la teoría de las relaciones de objeto. En verdad, ella supervisó a muchos de los más importantes innovadores, incluyendo a Winnicott y a Bowlby. Ulteriormente, han tenido lugar una gran controversia y dudas acerca del poderoso concepto de identificación proyectiva tanto dentro de los centros kleinianos en los que surgió como en el escenario psicoanalítico más amplio. Teóricos posteriores, incluyendo a Bion (1959), Winnicott (1960), Heiman (1950), Racker (1968) y, más recientemente, a Ogden (1982), ampliaron el concepto de identificación proyectiva para incluir la posibilidad de que otros personajes reales, especialmente los analistas y las madres, pudieran ser afectados por estos procesos que ocurrían originalmente en la mente del infante o del paciente. Algunos kleinianos, por lealtad con las raíces teórica, instintiva y unipersonal del concepto de identificación proyectiva han criticado insistentemente esta ampliación hacia el ámbito interpersonal como un debilitamiento del concepto (Hinshelwood, 1991).

Algunos no kleinianos han sido aún más críticos. Desde el punto de vista de la psicología del yo, por ejemplo, Meissner (1987), argumenta que el concepto de identificación proyectiva añade muy poco a los conceptos existentes. Desde una perspectiva intersubjetiva, Stolorow y sus colegas (Stolorow, Orange, Atwood, 1998), con una argumentación similar, sostuvieron la necesidad de eliminar el concepto. Estas críticas se parecen a la crítica global que se ha hecho a las tradicionales nociones kleinianas de fantasía inconsciente como especulativas y oscuras. Muchos interpretan que la investigación en la observación de infantes fortalece estas críticas, apuntalando el creciente rechazo a la teoría analítica instintiva al mostrar que el infante está más orientado hacia la realidad de lo que previamente se había supuesto.

Algunas de estas dudas han aumentado a medida que el concepto de identificación proyectiva se ha hecho más usual en el escenario psicoanalítico de Estados Unidos como parte de un emergente interés en el campo de la transferencia-contratransferencia. En mi propia experiencia, al discutir el concepto de identificación proyectiva con estudiantes y colegas he constatado tanto la existencia de imprecisión como de entusiasmo. El concepto es a veces usado para abarcar todo lo relacionado con la contratransferencia o, al menos, todas las situaciones en las cuales el terapeuta cree que él o ella siente algo semejante a lo que el paciente está sintiendo. El límite entre la identificación proyectiva y la empatía puede entonces convertirse en algo muy vago: un sentimiento contratrasferencial puede ser considerado empatía cuando es sentido como bueno y, en cambio, como identificación proyectiva cuando es sentido como malo, o por lo menos, ajeno a uno. Un colega recientemente hacía el chiste que los terapeutas cuando están ansiosos acerca de sus sentimientos o conductas con sus pacientes apelan a la identificación proyectiva en vez de decir "el diablo me lo hizo hacer" (Robin Silverman, comunicación personal, 1997).

A pesar de estos problemas, el sólido y evocativo poder del concepto de identificación proyectiva nos obliga a esforzarnos para usarlo tan completamente y con tanta profundidad como sea posible Como piedra angular de la extraordinaria literatura clínica kleiniana contemporánea (Spillius, 1988; Schafer, 1997), el concepto captura importantes elementos de la experiencia paciente-terapeuta, particularmente esos momentos perturbadores cuando el terapeuta se siente presionado, consciente o inconscientemente para incorporar sentimientos o roles globales que le parecen falsos o inaceptables, momentos cuando nos sentimos incapaces de encontrar una forma de estar en el campo de la transferencia-contratransferencia y, simultáneamente, ser verdaderos con nosotros mismos. En muchos aspectos, este terreno guarda más similitud de la que habitualmente se destaca con el de los observadores que desde una perspectiva intersubjetiva observan al lactante: un proceso en el campo bicorporal, articulado sobre el fondo de la realidad psíquica y de las interacciones interpersonales que moldean las interacciones y las experiencias individuales, frecuentemente por fuera de la percatación consciente.

Es, por lo tanto, útil encarar estos problemas y, en realidad, algunos de ellos pueden ser clarificados mediante la integración del enfoque kleiniano orientado hacia la fantasía con las perspectivas observacionales de la interacción entre el infante y sus padres. En vez de apoyarme en una teoría reconstructivamente inferida de la fantasía, yo encaro la identificación proyectiva como una forma particular de construcción de la intersubjetividad dentro de la psiquis y en el campo interpersonal.

Perspectiva sobre la estructura psíquica desde las investigaciones psicoanalíticas de observación del infante: modelos internos de relaciones

Los observadores psicoanalíticos actuales del infante han descrito los procesos en los cuales las interacciones entre el infante y sus cuidadores pueden quedar estructuradas en el individuo de modo que se convierten en formas fundamentales de experienciar el mundo, de relacionarse y comunicarse con él por fuera de la percatación reflexiva (Beebe y Lachmann, 1983; Emde, 1983; Kumin, 1996; Stern, 1995). Esta descripción posee mucho en común con la posición kleiniana que las fantasías como la identificación proyectiva tienen efectos en otros fenómenos psíquicos, incluyendo otras fantasías, y que son generalmente inconscientes; es decir, son organizadores fundamentales de la vida psíquica que le dan a ésta su forma, siendo más que meros contenidos mentales imaginativos que siguen las líneas del proceso primario. Pero observando directamente los detalles de las interacciones entre los padres y el infante, y retornando entonces a los conceptos kleinianos, en vez de comenzar desde los conceptos y tratar de forzar las observaciones dentro de los mismos, se puede generar enfoques que sean más precisos e inmediatos sin perder poder ni profundidad explicativa.

Decir que estas estructuras de la subjetividad (Atwood y Stolorow, 1984) pueden ser aclaradas prestando atención a los patrones interaccionales tempranos y básicos entre el infante y sus padres no implica afirmar que aquellas sean simples representaciones de tales experiencias. Todo acontecimiento adquiere significación en relación a la experiencia subjetiva de aquellos que están involucrados en él, y los procesos por los cuales los acontecimientos "reales" se internalizan como elementos estables de la psiquis son muy complejos, muchos de cuyos detalles están solamente ahora empezando a ser escrutados científicamente de una manera cuidadosa (por ej.: Schore, 1994; Perry, 1995; Beebe, Lachmann, Jaffe 1994; Stern, 1985). En cambio, yo aplico la investigación sobre la observación de los infantes a la teoría kleiniana de la fantasía con el fin de: a) captar muchos de los elementos más significativos de la teoría, incluyendo el hecho de que sean inconscientes y la idea de que son organizadores básicos en el nivel "psicosomático" (Winnicott, 1949) que influencian toda la vida psíquica, especialmente en relación a los personajes significativos; b) enfatizar que algunos de los supuestos más engorrosos y sujetos a controversia del modelo kleiniano no son necesarios para crear tal explicación. En verdad, cuando estos supuestos son dejados de lado, los elementos más importantes del poderoso enfoque kleiniano son reforzados y clarificados, volviéndose más asequibles para la amplia audiencia de analistas norteamericanos a los cuales merecen ser expuestos. De una manera más amplia, esta síntesis hace avanzar el tan necesario desarrollo de los enfoques teórico-clínicos que integran los poderes explicativos de la psicología unipersonal con los emergentes enfoques bipersonales.

Dos aspectos de la investigación basada en la observación de infantes orientada intersubjetivamente son de la máxima relevancia aquí: a) la imagen de la diada infante-padres como un sistema bipersonal de influencia y de regulación mutua; b) las nuevas comprensiones de las organizaciones no verbales en las tempranas interacciones diádicas que clarifican nuestra comprensión de las estructuras internas de significado que se organizan en las dimensiones preverbal, afectiva, coreográfica (movimientos mutuamente coordinados), y cinestésica de la experiencia del self-con-otro.

Diadas infante-padres como sistemas de mutua influencia y mutua regulación

En las últimas décadas, la imagen del niño como cerrado sobre sí mismo y desorganizado ha sido suplantada por la concepción de que el infante y los padres están continuamente observándose, influenciándose y determinando cada uno de ellos la conducta y significados del otro. Este punto de vista es paralelo a los esquemas contemporáneos (por ej., las posiciones intersubjetivistas y socio-constructivistas) que enfatizan procesos similares en las relaciones terapéuticas. El reconocimiento de la inseparabilidad entre la transferencia y la constratransferencia, por ejemplo, encuentra una sustancial resonancia con la preocupación de las investigaciones del infante acerca de los intercambios dinámicos de regulación mutua en los sistemas bipersonales de relaciones en que una persona cuida a la otra.

Dimensiones no verbales de la construcción y de la estructura de significado en los campos diádicos interaccionales

Los investigadores del infante que ofrecen detalladas y convincentes descripciones de la interacción infante-padres, interacciones no verbales, pre-representacionales y basadas en los afectos, llaman la atención acerca de dominios de experiencia y de interacción que difieren de los modos articulados más verbalmente y simbólicamente que son los más frecuentemente descritos por los psicoanalistas. De manera general, estos investigadores han argumentado que el conocimiento de los detalles específicos y de los procesos de la interacción preverbal incrementará nuestra sensibilidad para la dinámica y la estructura de la creación y expresión de significados -incluyendo significados inconscientes- en las modalidades interaccionales y afectivas de todas las etapas del ciclo vital (Alvarez, 1992; Beebe y Lachmann, 1988; Emde, 1983; Stern, 1995; Kumin, 1996; Seligman, 1996).

Usando los conceptos microanalíticos de los investigadores del desarrollo para observar tanto los aspectos generales de las estructuras psíquicas como los detalles de las interacciones terapéuticas se pueden especificar éstos en el nivel de los detalles finos de la estructura psíquica y del proceso clínico. Las secuencias microinteractivas específicas y los patrones en la interacción diádica pueden ser puestos en evidencia: la descripción cuidadosa por parte de Stern (1985) del entonamiento afectivo es un ejemplo, así como las descripciones de Beebe (Beebe y Lachmann, 1988) tanto de las sincronías interactivas como de las secuencias de disrupción del encuentro y la reparación del mismo. Otros conceptos claves interaccionales (por ej., reciprocidad, ritmo, contingencia, afecto, activación, expectativas relacionales) se han convertido en centrales tanto en el trabajo clínico como en la investigación de los infantes y de sus padres, y se presentan como útiles para rastrear los ritmos, momento a momento, y las tonalidades que otorgan su cualidad distintiva tanto a las interacciones clínicas como a las que ocurren entre padres e infantes (véase, por ejemplo, Stern, 1985, 1995; Emde, 1990; Beebe, Lachmann, Jaffe, 1997). Esta síntesis del desarrollo nos ayuda a ser más conscientes de los "formatos" interaccionales -organizados de manera no verbal, afectiva y narrativa- , de la estructura psíquica y la interacción terapéutica, a través de los cuales la intersubjetividad es creada y estructurada. Distintos lenguajes conceptuales y contribuciones desde varias disciplinas han sido utilizados para describir cómo la experiencia del self y las interacciones interpersonales son organizadas de acuerdo con representaciones generalizadas de las relaciones interpersonales (Stern, 1985), de las configuraciones afectivas (por ejemplo, Demos, 1988; Emde, 1983), de los modelos internos de trabajos (Bowlby, 1988) y de las "reglas procedimentales" (Clyman, 1992; Lyons-Ruth, y colaboradores, 1998) que regulan lo que los sujetos hacen con los otros y lo que esperan de éstos.

Ejemplo

Para ilustrar estos puntos describiré unos pocos minutos de la interacción en la cual un niño de seis meses de edad, Jamal hijo, y su padre, Jamal padre, juegan juntos. Muestro cómo las imágenes evocativas del infante y sus padres pueden iluminar tanto la estructura global como los detalles, momento a momento, del proceso interaccional pre-representacional.

 El tono global de la interacción es amoroso y animado, aun cuando un poco hiperactivo en la medida en que Jamal padre acelera un poco a Jamal hijo. El padre y el hijo obviamente gustan cada uno del otro, y hay frecuentes intercambios de miradas, un tono afectivo alegre ante a las vocalizaciones del padre, y la proclividad del padre para esperar que el hijo termine todo lo que está haciendo antes de tomar otra iniciativa o levantarlo. Por ej., el padre permite que el hijo mire cuidadosamente y toque las fibras de la alfombra antes de involucrarlo en un juego en que se agarra una caja de caramelos. Cuando el padre levanta al hijo, hay un estado relajado y confortable que es compartido. Sin embargo, también tenemos el sentimiento de que el padre está dirigiendo al hijo demasiado aprisa, acelerándolo de una manera algo sobrestimulante. Por ejemplo, cuando se inicia el juego con la caja de caramelos, el padre coloca la caja fuera del alcance de su hijo y entonces el niño se tiene que esforzar para gatear hacia ella; Jamal padre no le ayuda al hijo a pesar de que éste parece esforzarse y se puede percibir que hay una ligera corriente subyacente de broma desafiante. Pero cuando el niño consigue la caja, el padre le aplaude y ambos comparten un momento de euforia.

 Mientras tanto, a la madre de Jamal se le escucha diciendo, con algún orgullo y calidez, que su hijo prefiere a su marido en estos días y que ella no está sorprendida dado que ella esperaba una niña. Después de unos pocos momentos, Jamal padre deja la habitación después de hacer saber al hijo que él saldrá, despidiéndose con una afectuoso adiós. Jamal hijo sigue al padre con la mirada mientras éste sale, luego mira la caja de caramelos, mira de nuevo a la puerta, se tranquiliza y juega con la caja.

 Muchos puntos pueden ser discutidos aquí: la separación, los comentarios de la madre acerca de querer una niña, la dimensión cultural en la medida que ésta es una familia afro-americana, la motivaciones del padre de tener un hijo que sea como él, etc. Varios de estos amplios temas pueden ser observados en las particulares configuraciones no verbales de afecto y de influencia entre el padre y el hijo. Esto incluye, por ejemplo, las múltiples emociones, el ritmo de la interacción, el rol de los esfuerzos corporales y del contacto corporal, así como también su impacto en el sentimiento de Jamal hijo acerca de su propio cuerpo, incluyendo su esfuerzo, su sentimiento de logro y su bienestar con la presencia del padre. Son también evidentes aquí los antecedentes preverbales de su sentimiento de sí mismo como el de ser un varón. De manera general, la influencia es asimétrica, tomando el padre el comando la mayor parte del tiempo, aunque habitualmente tiene en cuenta las señales de su hijo. En algunos momentos pareciera que el padre está presionando excesivamente, sobrestimulando a su hijo, y no prestando suficiente atención a la experiencia interna del pequeño pero, al mismo tiempo, toda la interacción posee un tono muy afectuoso. Esta es la manera en que el padre ama a su hijo. Está muy orgulloso de su hijo y terriblemente complacido de que éste le ame a él y le busque. Este encuentro es apoyado también por la madre: ella parece dar por supuesto que Jamal padre está preparando a Jamal hijo para que sea como él. Suponiendo que ésta es una interacción típica, el pequeño Jamal continuará asemejándose a su padre y será admirado por ello; él es alentado a idealizar y a identificarse con su padre. (Una discusión más extensa de la identificación como un proceso bipersonal aparecerá más abajo).

 Esta situación comprende una configuración particular de las expectativas internas de los padres, especialmente del padre, de ideales, deseos, autoimágenes, etc., una configuración que interactúa con lo constitucional del bebé (por ej. una aparente competencia motriz) junto con lo que éste ya ha llegado a gozar con la interacción, y como él ya ha comenzado a vivenciarse a sí mismo. Todo esto es expresado en la forma observable en que se relacionan el padre y el hijo, con ritmos distintivos, tonalidades y movimientos organizados como en una coreografía. Para el joven Jamal estar con el padre también significa ser como el padre, incluyendo el sentirse empujado y activado de alguna manera; esta forma de estar es también básica con respecto a cómo Jamal padre se siente tanto respecto a sí mismo como a los otros. En otra atmósfera afectiva, esta experiencia podría parecer incómodamente impositiva y exigente para Jamal hijo, pero las cadencias afectuosas y alegremente orgullosa de su padre nos conducen a imaginar que el niño llegará a ver el hecho de ser presionado un poco, así como a presionar a otros un poco, como parte de una forma natural de estar en relación con aquellos con los que se lleva bien. Independientemente de cuán bien funcione esto para el pequeño Jamal, esta perspectiva nos ofrece una oportunidad para penetrar en cómo alguien se siente siendo este lactante. Mirando a esta pareja, obtenemos un sentimiento de cómo estos patrones son registrados, a niveles no hablados, de cómo se siente el ser uno mismo en el cuerpo de uno mismo (por ejemplo, en cómo se siente el usar los propios músculos), y cómo se siente uno al estar en relación con un otro -por ejemplo, en expectativas interpersonales y patrones de influencia, si los estímulos de los otros serán seguidos, y a qué ritmo, o cuándo uno elige escuchar y cuándo hablar, etc.. Estas experiencias ("sentidos" de la experiencia, para usar el término de Stern), son muy probablemente procedimentales y pre-reflexivas (no conscientes, aun cuando no reprimidas) y localizadas en registros corporales y afectivos más que en formas verbales narrativamente coherentes.

Consecuencias para las teorías contemporáneas acerca de la estructura psíquica y de "el inconsciente"

 El énfasis en las formas y significados no verbales de la experiencia en la vida psíquica tiene, por lo tanto, importantes consecuencias para conceptos esenciales como el de fantasía, el de “inconsciente” y el de “estructura psíquica”. Estos conceptos son dados por supuestos demasiado a menudo. Resultan necesarios para el trabajo clínico psicoanalítico y, en verdad, tienen extraordinario poder metafórico, pero es demasiado fácil el caer en usos informales que presuponen consenso y claridad sin hacer explícitos los fundamentos teóricos y descriptivos centrales. De manera similar, las discusiones que se basan en supuestos acerca de la naturaleza del pensamiento inconsciente están a menudo caracterizados por tal seudoconsenso.

 Junto con los desarrollos en disciplinas relacionadas como la neurobiología, la investigación sobre los afectos y la ciencia cognitiva, la actual investigación sobre el infante conduce a una nueva y más panorámica perspectiva del “inconsciente” en la medida en que afirma la importancia de las estructuras de interacción pre-reflexivas no verbales. El concepto de conocimiento procedimental, por ejemplo, se refiere a formas de “saber en la acción” que tiene relativamente poco que ver con el lenguaje o la reflexión y que, en verdad, pueden ser perturbadas si nosotros pensamos mucho acerca de ellas -"inconsciente pre-reflexivo" (Stolorow, 1994). Los teóricos cognitivos citan ejemplos familiares tales como el de andar en bicicleta o detener un automóvil en una luz roja (Clyman, 1992). De manera similar, los neurocientíficos, incluyendo de manera prominente a aquellos interesados en los años iniciales de la vida, están ahora describiendo estructuraciones del cerebro realmente anatómicas que acarrean los patrones de las primeras experiencias de modo que moldean la configuración de la experiencia ulterior. Estas estructuras no necesariamente corresponden a, o generan, acontecimientos psíquicos, pero influencian a éstos de manera fundamental (por ej., Perry y colaboradores, 1995; Schore, 1995).

Aplicación clínica y teórica: asimetrías patológicas en las interacciones traumáticas entre padres e infantes y el concepto de identificación proyectiva

 Las posibilidades para una integración entre la concepción general kleiniana de la fantasía y los modelos intersubjetivos de las interacciones entre los padres y el infante, y específicamente el aplicar este enfoque al concepto de identificación proyectiva, será ahora ilustrado en relación al tema de la transmisión intergeneracional del trauma. Tanto los procesos que engloban la transmisión intergeneracional como los conceptos psicoanalíticos extraídos de las reconstrucciones basadas en el análisis de los adultos son clarificados y enriquecidos cuando son revisados en el contexto vívido e inmediato de la observación directa de los niños y sus padres. Además de la identificación proyectiva, la lista de tales conceptos incluyen la empatía, la especularización y, aún más ampliamente, la internalización (véase Seligman, 1991).

Ejemplo clínico: Daniel y su padre

 Una viñeta sobre un padre y su hijo de tres días de edad, Daniel, tomado de un vídeo hecho justo antes de que el recién nacido saliera del nido en la maternidad, puede ser ahora empleada para de clarificar el concepto de identificación proyectiva. Este padre había sido repetidamente abusado físicamente cuando era niño y, a su vez, había abusado de sus hijos anteriores, lo que finalmente condujo a que fueran retirados de su cuidado. En el breve episodio que vamos a relatar, él sostiene a su hijo de una manera muy torpe, justo debajo del cuello, y de una manera violenta pone la cara del recién nacido en proximidad con la suya con una mirada que parece transmitir alguna ternura junto a mucha ansiedad. A continuación, el padre trata de forzar a Daniel para que beba de un biberón, mientras que el niño desesperadamente muestra que no tiene sed: primero, mediante el no chupar y el mantener su boca cerrada; luego, poniéndose tenso y, finalmente, fláccido. Durante esta secuencia el padre rechaza los esfuerzos tanto de su esposa como del terapeuta observador para hacer que tome en cuenta la resistencia de Daniel a su brutal administración del biberón, permaneciendo insensible a las repetidas señales de su hijo. El padre de nuevo pone su cara intrusivamente cerca de la de su hijo, le llama "tonto" y dice con tono desafiante "¿me quieres decir qué pasa contigo?". Él levanta al niño como si estuviera peleando con alguien de más edad. Finalmente, como el niño parece colapsar en un estado de retracción y abatimiento el padre exclama "basta ya con tus tonterías”.

 Esto es perturbador para ser observado. En parte refleja en qué medida nosotros estamos preparados para entender al niño como alguien que envía señales comprensibles, incluso a los tres días de edad, y nos sentimos completamente perturbados cuando el padre pasa por encima de estas señales con sus propias atribuciones malevolentes. Esto no quiere decir que el bebé sea autoconsciente o esté emitiendo señales con un sentimiento de ser agente de esas señales. En verdad, cualquiera sea la medida en que esta clase de interacción devenga en característica de la experiencia interpersonal, este niño sentirá que la indefensión-impotencia, y la ineficacia son fundamentales modos de la experiencia del self 2.

 En el curso de una prolongada psicoterapia padre-hijo, este padre se hizo consciente de cuán indefenso-impotente había sido como niño, especialmente cuando era golpeado por su propio padre, cómo el tener a sus propios hijos le recordaba su experiencia y cuán intolerable este sentimiento era para él. El padre, por lo tanto, estaba induciendo en su hijo un sentimiento que él no era capaz de tolerar en sí mismo, intensificado en la medida en que la presencia del niño evocaba este sentimiento en él. Al observar los detalles de la interacción, podemos ver cómo el infante es presionado para sentirse indefenso-impotente, a través de intercambios que son esencialmente no verbales y pre-representacionales. Esto también incluye un agonizante sentimiento por parte de Daniel de su experiencia corporal: sintiéndose aguijoneado, sacudido y privado de cualquier sentimiento de bienestar y de control de su propio cuerpo.

Identificación proyectiva y asimetrías coercitivas en el desarrollo temprano: fantasías, estructuras no  verbales de la interacción, y la transmisión intergeneracional del trauma

La proyección y la identificación como fenómenos bipersonales

 Esta viñeta presenta, entonces, detalles específicos de los procesos interaccionales mediante los cuales los estados internos llegan a ser realmente expresados y comunicados en el campo intersubjetivo/interpersonal. Con esto en mente, podemos encarar ahora la proyección y la identificación como fenómenos bipersonales a los que podremos describir en detalle y en "tiempo real" (Nachman, 1998). El elemento más obvio de la interacción entre el infante y el padre es la conducta proyectiva-atributiva del padre: coercitivamente pasa por encima de las señales de su hijo, le trata con hostilidad al mismo tiempo que siente que le ama, le trata como a una cosa sin autonomía y, haciendo esto, externaliza y actualiza su propia indefensión, es decir, su self "malo" vacío y hostil y las representaciones del objeto, atribuyendo todo esto a su hijo, actuando sin ningún pensamiento reflexivo.

La identificación como un proceso bipersonal

 Esta atribución asimétrica, no reflexiva, coercitiva, puede ser descrita como una "forma de relación", como una "estructura de la subjetividad". Puede, haber también muchas otras formas, incluyendo aquella que sea más recíproca, aunque todavía asimétrica, como la de Jamal padre y Jamal hijo; u, otra posibilidad, un patrón aún más recíproco en otra interacción entre infantes y padres. En cada una de estas situaciones, cuando el bebé toma alguno de los atributos de sus padres como un aspecto de su sentimiento del self, nosotros podríamos usar el término identificación, pero cada patrón de identificación tendrá sus propias dimensiones relacionales distintivas, incluyendo el sentimiento de self-con-otro, de una manera tal que no será descrita adecuadamente en términos específicos de los atributos particulares que están implicados sino, más bien, en términos de la estructura global del proceso interaccional. En el caso de Daniel y su padre, hay un tipo particular de proceso de identificación, dolorosamente caracterizado por la proyección controladora; esto difiere de otras formas de identificación (por ejemplo, la de Jamal hijo con su padre). Esta perspectiva elabora, y debe mucho, aunque difiere de alguna manera, de la de Sandler y Rosenblatt, 1962).

La identificación proyectiva como un fenómeno bipersonal

Bajo estas condiciones, Daniel no tiene más elección que la de identificarse con aquellos estados emocionales relacionales, incluyendo el sentimiento de indefensión-impotencia, que su padre mantiene por fuera de su conciencia e inocula sin preocupación en su hijo. En la medida en que el niño termina incorporando la indefensión como una manera característica de experiencia y de relación, puede también sentir al llegar a ser como su padre que la única forma de conseguir un sentimiento de contacto interpersonal y eficacia será la de vencer de manera presionante, e incluso violenta, los intentos del otro de controlarlo a él, como si esto fuera la única manera de hacer que sus deseos fueran sentidos por su padre. En los términos de Winnicott, esto sería como el desarrollo de la organización de un falso self. Desde otra perspectiva, nosotros veríamos que el niño adopta, por tanto, las "reglas procedimentales" o modelos internos de trabajo de su padre, organizando su relación, en el nivel inconsciente preverbal, bajo el principio afectivo relacional de que la única forma de estar en el mundo es presionar tan fuerte como pueda, basándose en la intensidad para sobreponerse al profundo sentimiento, no pensado, de indefensión e impotencia (véase Bollas, 1987).

 Este desarrollo constituirá, entonces, una identificación con ambos aspectos del mundo interior del padre en cuanto al self y al objeto: Daniel, como su padre, podrá convertirse en el abusador correspondiente al rol relacional interno diádico de su propio padre como abusador-abusado pero, simultáneamente, tomará también rol de self de abusado e indefenso. Esta identificación es, entonces, con un sistema relacional diádico más que con un rol único; o, para expresarlo de otra manera, como una orientación de la propia subjetividad dentro de una diada relacional self-con-otro caracterizada por oscilaciones entre una posición y la otra. Esta perspectiva aplica la noción contemporánea de que las representaciones internas de objeto están diádicamente representadas, y es coherente con la descripción kleiniana de la ubicuidad de la proyección, la introyección y la identificación en el mundo interno objetal.

La “identificación con el agresor” como un concepto intersubjetivo/interaccional

 Este enfoque general puede ser ilustrado todavía mejor al clarificar la expresión específica de identificación con el agresor que fue propuesta por Anna Freud (1936) y que fuera tan elocuentemente utilizada por Fraiberg (1975) y otros en relación a la transmisión intergeneracional del trauma de una manera más general. Bajo tales circunstancias, la identificación con el agresor abusivo es una reproducción de un proceso relacional mucho más que únicamente una representación del objeto. La identificación de Daniel con su padre como agresor comprende esta internalización del proceso identificatorio proyectivo diádico en su totalidad, con su carácter coercitivo, inconsciente; bajo tales condiciones, la particular naturaleza del proceso de identificación con el agresor es descrita mejor en términos de un modelo diádico interno definido por su imposibilidad de escapar de él y por su configuración diádica, mucho más que en términos de una conceptualización en la cual la imagen del agresor es psíquicamente reubicada en el self. La identificación con el agresor no elimina al self victimizado; lo coloca proyectivamente en otro lugar.

 En la medida esencial en que la experiencia de Daniel con su padre está organizada alrededor de una relación bipersonal de abusador-abusado, con su perentoria intensidad afectiva, Daniel vivenciará los dos lados de la interacción bipersonal como comprendiendo el universo de posibles patrones relacionales. Bajo tales restricciones, y sin el beneficio del pensamiento reflexivo que pueda concebir alternativas, la posición controladora podrá establecerse de modo de impedir el todavía mayor abrumador sentimiento de indefensión del cual un infante como Daniel puede difícilmente percatarse. Este sentimiento de indefensión, inevitablemente sin reflexión, ha sido vívidamente descrito, por ejemplo, por Bion (1962) quien escribió sobre el sentimiento de "terror sin nombre" y, más recientemente, por Main (1995), que habla acerca del " temor sin pensamiento". Es, por supuesto, uno de los aspectos esenciales de los estados traumáticos y el proceso de esta manera descrito constituye uno de los mecanismos centrales en la transmisión intergeneracional del trauma, como ha sido destacado por diversos autores (véase Silverman y Lieberman, en esta revista; Fraiberg y colaboradores, 1975; Moore y Coates, 1997, etc.).

Algunas consecuencias teóricas y clínicas de integrar las investigaciones sobre observación de infantes y padres con los conceptos kleinianos

 El concepto de identificación proyectiva como una fantasía interna es, por lo tanto, reformulado en términos intersubjetivos como describiendo un formato procedimental particular en el nivel más básico de la organización self-objeto, una particular manera de organizar los sentimientos del self y la intersubjetividad con rasgos particulares. Implica, especialmente, la restricción o incluso asignación coercitiva de los propios estados mentales intolerables e imposibles de ser pensados a una otra persona, y es anterior a la coherencia, vitalidad, e integridad que se alcanza con el reconocimiento de las diferencias que se tienen con los otros, en la medida que tal reconocimiento está perdido cuando existe tal tipo de coerción.

 Al observar la conducta de Daniel y su padre estamos contemplando los más tempranos detalles de la construcción de una realidad psíquica que se origina en la experiencia de Daniel con su padre -o en la experiencia del padre de Daniel con su propio padre, o aún antes, en la historia intergeneracional-, que entonces se convierte en parte del funcionamiento psíquico del niño de una manera fundamental tanto en contenido como en proceso, así como una forma básica del núcleo de su mundo afectivo relacional. La atención cuidadosa a los detalles, momento a momento, de los patrones asimétricos de influencia interaccional en las diadas padres-infantes arroja luz, por lo tanto, acerca de cómo tales procesos de establecimiento de patrones relacionales pueden tener lugar muy tempranamente por fuera de la percatación reflexiva y en el más básico nivel procedimental, preverbal.

 El concepto de identificación proyectiva capta una forma particular de influencia asimétrica, con aspectos tantos estructurales internos como comunicacionales-conductuales mediante los cuales una persona presiona a otra para que experimente como parte de sí misma algo que la primera persona no puede aceptar dentro de su propia experiencia. Si esto parece confuso, es porque lo es: refleja un estado interior de confusión acerca de los límites del sujeto y del espacio interpersonal. Esto es ilustrado en su grado extremo en la forma en que el padre de Daniel construye el flujo de intercambios entre sí mismo y el otro en un interjuego entre los mundos interno y externo, lo que es, paradójicamente, típicamente fluido y rígido al mismo tiempo. Hay un caos constante y un sufrimiento en los procedimientos para organizar qué sentimientos y atributos le “pertenecen” a él y cuáles “pertenecen” a los demás.

 La perspectiva kleiniana, a su vez, añade algo más a la de los investigadores sobre la intersubjetividad del infante. El concepto de fantasía en un mundo psíquico, internamente impulsado, capta la presión repetitiva y la compulsión que es tan obvia aquí junto con la destructibilidad que resulta tan sorprendente en las groseras sobreimposiciones que el padre realiza a las señales de su hijo, así como también el concepto de fantasía inconsciente capta las dimensiones cruciales del inconsciente y produce el sentimiento de que se trata de un principio psíquico jerárquicamente fundamental. De una manera más general, entonces, podemos comenzar ahora una lectura de la psicología kleiniana del mundo objetal interno, incluyendo el sentimiento del self, como una descripción del sujeto en las vicisitudes del campo intersubjetivo. Pero la síntesis con el énfasis de los investigadores contemporáneos de la psicología infantil acerca de lo social, con la naturaleza dialógica del mundo del bebé, requiere un modelo más abierto y variado de estas vicisitudes que el que siempre se ofrece, por lo menos en las descripciones más tradicionales kleinianas: contrariamente a Klein, no todos los infantes sufren de ausencia de intersubjetividad vital, de los terrores de la destructividad omnipotente y la privación; el imaginario del mundo desesperado de los instintos no es universal.

 La descripción convencional de la identificación proyectiva ofrece una evocación poderosa del mundo de aquellos que han sido traumatizados. En los casos en los cuales la influencia de los padres es especialmente poderosa y unilateral, sin consideración por las experiencias internas del infante o por las señales externas de éste, el formato de la identificación proyectiva controladora se hará más dominante en la personalidad del niño y probablemente pasará a la próxima generación de una manera inflexible. En verdad, los padres siempre están influenciando a sus infantes y atribuyéndoles significados, y de esta manera habrá siempre un interjuego dinámico de proyección parental y de los atributos del infante. Pero, a menudo, otras clases de identificación -en el nivel más básico, de organización diádica intrapsíquica a nivel inconsciente- serán más centrales desde el comienzo del desarrollo, y la identificación proyectiva como una forma perentoria de desprenderse uno mismo de sentimientos intolerables no constituirá el modo central de organización psíquica, incluso en la infancia más temprana.

La teoría psicoanalítica instintiva y la experiencia corporal del infante

Este enfoque implica que la descripción clásica de la identificación proyectiva infantil hace demasiadas inferencias retrospectivas extraídas del análisis de niños de edad más avanzada y de adultos. En la medida en que la descripción kleiniana de estos procesos ancla la teoría de la fantasía inconsciente en general, y de la identificación proyectiva en particular, en el mundo hipotético de una estructura de la psiquis basada en fantasías incorporativas y evacuativas de tipo "primitivo" oral, tal como se manifiesta en la infancia, subestima la importancia de experiencias tempranas reales en los niveles más básicos del psiquismo y en los primeros momentos del desarrollo, y de esta manera pierde su poder potencial. Esta particular "metáfora del bebé" (Mitchell, 1988) es una metáfora inadecuada, ampliamente criticada como contradictoria con la experiencia cotidiana de aquellos que están en contacto con los infantes, tanto los clínicos como los padres, así como también con los datos empíricos (véase Lichtenberg, 1983; Stern, 1985), y con el rigor filosófico (véase, por ejemplo, Wollheim, 1993, para una cuidadosa exploración filosófica de este tema). Muchos creen que los postulados básicos de la teoría instintiva han sido desacreditados en sus fundamentos, y la investigación sobre la infancia ha sido esencial en esta crítica.

 A la luz de estas críticas, los defensores de las teorías instintivas tradicionales argumentan que ésta tiene la especial virtud de captar algo acerca de la importancia fundamental del ámbito físico-corporal tanto en los infantes como en los adultos. Integrar el énfasis tradicional sobre la fantasía con los enfoques de observación directa de la infancia ofrece una poderosa respuesta a estas objeciones dado que el enfoque de la observación directa está atento a los procesos interaccionales vívidos y concretos que ocurren en los niveles físicos más básicos: afectos, niveles cinestésico, propioceptivo, otras experiencias corporales, ritmos, sincronías y asincronías, junto a otros detalles de las secuencias interaccionales. Reconfigurar la teoría de la fantasía junto a estos elementos como la materia por la cual las fantasías y las múltiples representaciones externas están construidas clarifica una molesta ambigüedad en los conceptos kleinianos y, en verdad, en la mayoría de los modelos clásicos al separar los supuestos cuestionables de la teoría instintiva del objetivo esencial de conservar la experiencia corporal en el centro del discurso analítico.

 Este enfoque también responde a problemas en la evolución del concepto de identificación proyectiva que ha sido planteado tanto dentro como fuera de la comunidad kleiniana. En su revisión del concepto de identificación proyectiva, Spillius (1988) escribió:
 

 "Klein fue cuidadosa en especificar los medios físicos exactos por los cuales una proyección era  efectuada y en qué parte del cuerpo del receptor de la misma. Incluso, la definición original  especifica 'junto con estos excrementos peligrosos, expulsados en odiadas, escindidas partes del  yo son también proyectadas sobre la madre, o, como yo más bien lo llamaré, dentro de la madre'  (Klein, 1946), por lo tanto, haciendo claro que los órganos excretorios eran los agentes ejecutores  de la proyección.
 ... Gradualmente, sin embargo, muchos analistas han llegado a hablar y a pensar de la proyección  por parte de la mente del que proyecta en la mente del receptor sin especificar la base física de  esta fantasía, a menos que sea particularmente prominente" (p.84-85).

 Describir los procesos reales de transmisión en las interacciones entre padres e infantes pueden ayudar a llenar este hiato y a ofrecer aplicaciones específicas a las interacciones de la transferencia-contratransferencia de las cuales los conceptos originales se derivaron. Las descripciones de la experiencia corporal deben ser, en verdad, incluidas en el centro tanto del desarrollo como de la teoría clínica, pero aquéllas deben enfatizar el sentimiento global del cuerpo más que configuraciones centradas en zonas particulares o estados físicos arbitrariamente privilegiados, tales como tensión displacentera. El apartarnos de los restos que quedan de la caricatura de experiencias corporales que da el modelo pulsional-instintivo abriría un mayor espacio para las descripciones empáticas del rol crucial del cuerpo en la experiencia personal y social, tal como es ilustrado en su grado extremo en el sentimiento global de que el cuerpo de uno mismo sea el objeto del forzamiento por parte de un otro, lo que es muy evidente en la forma en que Daniel es manipulado por su padre (Seligman, 1996). La descripción de la identificación como un proceso bipersonal, simultáneamente interaccional e intrapsíquico, es más poderosa que esas narraciones respaldadas por metáforas orales e ingestivas, tales como incorporación y metabolismo.

 Esta aproximación directa al cuerpo puede ser utilizada para producir un progreso respecto a la posición tradicional que localiza la experiencia corporal en el ámbito de una persona y la experiencia social en el ámbito bipersonal. En cambio, el prestar atención al desarrollo de tales sentimientos físicos del self en el curso de las relaciones, especialmente aquellas relaciones entre padres e hijos, en las cuales las experiencias corporales son relativamente no mediadas por el lenguaje y otras estructuras simbólicas, localiza la experiencia corporal dentro de la experiencia dialéctica intrapsíquica e interpersonal que otros autores han descrito (por ej., Spezzano, 1993; Aron, 1996; Hollman, 1994).

Reconocimiento y pensamiento autorreflexivo en el desarrollo y en el proceso clínico: integrando los modelos postkleinianos e intersubjetivistas de los traumas y la psicopatogénesis temprana

Este enfoque integrativo de los modelos kleinianos e intersubjetivistas puede ser también ampliado al interés psicoanalítico contemporáneo en el rol del pensamiento reflexivo en la personalidad y en el desarrollo global, especialmente en el desarrollo de la psicopatología. Bion, el más importante de todos los innovadores kleinianos, se halla entre los observadores más elocuente en esta área. Muchas de las ideas de Bion son ahora recogidas en el trabajo de los autores analíticos de orientación intersubjetiva, especialmente los teóricos del trauma e investigadores del apego. La integración sugerida aquí provee una oportunidad para hacer que las ideas esenciales de Bion entren en diálogo con el pensamiento intersubjetivista-relacional acerca de la interacción entre el niño y los padres, de modo de potenciar a cada una de ellas de una manera que demuestre la crucial correspondencia entre enfoques que a veces son considerados como diferentes o, incluso, irreconciliables.

Bion y los impedimentos para el pensamiento reflexivo

La descripción de Bion del desarrollo mejora la hecha por Klein al proveer una descripción más prominente de cómo la madre potencia el desarrollo progresivo mediante la comprensión y, por lo tanto, "la modificación" de las proyecciones más primitivas del infante, de modo de capacitar a éste para reintroyectarlas de una manera menos primitiva, más manejables y de manera orientada hacia la realidad (por ej.:, Bion, 1959, 1962; Ogden, 1994; Grotstein, 1994, 1995). La madre está, por tanto, respondiendo al infante al reflexionar para él acerca de su experiencia no elaborada, sobre la cual él no puede pensar; con el tiempo, bajo estas condiciones positivas, el niño desarrolla gradualmente una capacidad de pensar por él mismo como resultado de la reintroyección de estos pedazos modificados de su mundo primitivo.

En contraste con esta "identificación proyectiva normal", Bion describe formas de identificación proyectiva patológica en las cuales el cuidador fracasa en responder de modo de transformar los impulsos destructivos del bebé y, en cambio, los vuelve a presentar a ellos en su forma original peligrosa, odiosa y desintegrante. Esto deja al niño sin ninguna otra opción más que continuar intentando encontrar medios de desprenderse de estos sentimientos intolerables, pero la reproyección sobre los padres no conduce a ninguna parte sino a una mayor intensificación del estado ansioso. Una trampa repetitiva, autoperpetuante que lleva a organizaciones psicológicas potencialmente malignas e inestables (Rosenfeld, 1971; Steiner, 1987). Esta descripción, por supuesto, capta algo que es muy familiar en diversas situaciones clínicas, especialmente en ciertos tipos de estancamientos transferencial-contratransferenciales, así como también en situaciones semejantes a la de Daniel y su padre.
 

El modelo de Bion y la investigación sobre el desarrollo el infante

 Desde la perspectiva de la investigación contemporánea del infante, el concepto de identificación proyectiva “normal” está equivocado al enfatizar excesivamente la medida en que los infantes están predispuestos a experimentarse a ellos mismos como teniendo "malas" partes así como a organizar sus respuesta a estas experiencias displacenteras a lo largo de modalidades de fantasías expulsivas. Por el contrario, los infantes son considerados como preparados para una variedad de respuestas afectivas y predispuestos a ofrecer señales adaptativas que inician, responden a, y amplifican los esfuerzos de sus cuidadores para ayudarles a sentirse mejor. En situaciones "suficientemente buenas" los bebés llegan a experienciar la organización biopsicosocial y el sentimiento de autonomía sin tener que ser rescatados de innatos estados de ansiedad potencialmente catastróficos. Además, la idea particular de que los infantes imaginan colocar su maldad dentro de otros es considerada como una adicional reificación de su experiencia en base a las líneas de la teoría instintiva, como ya he discutido previamente. En un sentido, esta dimensión de la imagen kleiniana del bebé subestima y exagera, simultáneamente, las capacidades psíquicas del infante.

Pero en situaciones como la de Daniel, el concepto de identificación proyectiva patológica se conserva como muy útil, con la indicación de que sea entendida como que describe una situación psíquica que emerge de la interacción dinámica del infante y del ambiente más que como resultado de que el infante esté atrapado en el estado instintivo original. También capta aspectos cruciales de la situación psíquica del padre de Daniel, incluyendo la compulsión interna y la presión que lo empuja y que él transmite a su hijo. Bajo las condiciones coercitivas que el padre inflige a Daniel (como en muchas situaciones traumatizantes), Daniel está privado de oportunidades para un desarrollo abierto. A él sólo le es permitida una manera de interrelacionarse, y no hay "espacios abiertos" (Sander, 1983) en los cuales él pueda obtener un sentimiento de su propia autonomía (ser agente de sus deseos) y subjetividad: no puede pensar que lo que le está sucediendo a él pudiera ser de otra manera. A la edad de tres días está privado de la posibilidad de sentir cómo sus propias señales pueden tener efectos y pueden convertirse en significativas como consecuencia de las respuestas comprensivas, contingentes y valorativas por parte del cuidador; en cambio, está forzado a convertirse en el objeto receptáculo de las experiencias más dolorosas y no pensadas de su padre, en el lugar de la identificación que su padre ha inoculado en él. En un sentido, él no tendrá self propio o, quizás, más exactamente, tendrá un self no subjetivo, sin ninguna percatación autorreflexiva, un self-como-objeto para su padre, donde el potencial para un intercambio vital del self y el otro ha sido eliminado, incluso aniquilado, en el colapso que sobreviene a partir de la obligada identificación complaciente con la identificación proyectiva traumatizante por parte de su padre (por ej., Davies and Frawley, 1994; Grotstein, 1994, 1995).

 En formas menos extremas, esta descripción corresponde a un aspecto cotidiano del trabajo psicoanalítico en que los analizados empujan al analista para comportarse, sentir, e identificarse con formas específicas que este último siente como coercitivas y ajenas; esta cualidad es, en algún sentido, parte de toda situación transferencial, especialmente de las transferencias negativas. Siguiendo las lecturas innovadoras que Bion hace de la identificación proyectiva, la literatura kleiniana no tiene paralelo en la descripción de tales procesos (por ej., Britton, 1992; Joseph, 1988; Spillius, 1988).
 

Puntos comunes entre Bion y las innovaciones contemporáneas

 Al construir una teoría del rol central que tienen las relaciones en el origen del pensamiento reflexivo (a lo cual solo aquí hago una alusión), Bion (1959, 1962) incluyó al modelo original kleiniano de la infancia dentro de un modelo intersubjetivo, aunque no siempre fue explícito acerca de esto. Como uno de los conceptos más centrales en Bion, el concepto de "pensando" tiene implicancias similares a las de los nuevos modelos que relacionan el descubrimiento del espacio intersubjetivo reflexivo con un emergente sentimiento de seguridad en la continuidad del propio self y sobre la fiabilidad del mundo de objetos.

 El trabajo de Bion converge con muchas corrientes nuevas en los dominios intersubjetivo, de la psicología del self y de la psicología relacional al considerar que la capacidad de la madre de responder a la percatación del infante de sus experiencias subjetivas es diferente que la relación con el mundo objetivo. Esto también incluye un reconocimiento que otros tienen mente propia: al verse a sí mismos tales como son vistos en la mente de otros los niños logran sentir vitalidad afectiva, coherencia interna y sentimiento de valía, y que es posible el ser uno mismo tal como uno es entendido por los otros y está conectado con éstos. Winnicott (1960), quien resultó fuertemente influenciado por Klein, fue extraordinariamente poético y teóricamente innovador al captar este desarrollo con sus descripciones del descubrimiento creativo, por parte del infante, del objeto en el espacio transicional; Winnicott vio el prototipo de tales procesos en cómo el juego de un niño crea (con personas, mediante juguetes, y con otros objetos transicionales) un medio por el cual expresar estados internos en un territorio externo que, sin embargo, es del self. Ogden (1994) ha sido especialmente innovador al sintetizar los enfoques de Winnicott y de Bion en un contexto contemporáneo psicoanalítico-filosófico, así como lo es Benjamin (1988, 1995) al desarrollar un enfoque contemporáneo analítico-intersubjetivo bajo la influencia del feminismo y de la investigación sobre la infancia.

 El reciente viraje de la teoría del apego hacia lo que solamente puede ser denominada una perspectiva intersubjetiva es de especial interés aquí: Main (1995) ha encontrado que el marcador más fuerte del sentimiento de un self seguro en la vida adulta es la capacidad de reflexionar sobre la propia experiencia, una capacidad cuya importancia eclipsa incluso la cualidad real de la experiencia en sí misma. Ampliando este programa de investigación, Fonagy y sus colegas (1995) han descrito el desarrollo de un "autofuncionamiento reflexivo" que incluye la experiencia de reconocimiento por parte de los otros y el simultáneo desarrollo de un sentimiento de que los otros tienen mentes propias; esta capacidad también comprende la habilidad de concebir otras "realidades" que aquella que aparece de manera inmediata. Se han correlacionado los déficits en el funcionamiento autorreflexivo con la psicopatología en el adulto, especialmente con la patología traumática (Fonagy y colaboradores, 1995).

 Este énfasis en las vicisitudes del desarrollo de la capacidad autorreflexiva corre paralelo con el interés creciente en la destrucción, en las víctimas de abuso, de su capacidad para pensar tanto en el momento del trauma como después de éste (por ej., Davies y Frawley, 1994; Herman, 1992), sugiriendo una relación similar con la teorización clínica contemporánea de los autores kleinianos y bionianos (Grotstein, 1994; P. Goldberg, 1995). De manera similar al caso de Daniel y su padre, los padres que han sido traumatizados forzarán a menudo a sus propios hijos a experimentar imágenes internas de sí mismo (de los padres) y de los otros, de las cuales los padres no tienen conciencia, a través de patrones coercitivos de influencia altamente asimétrica en las interacciones; de modo que los infantes se identifican con partes de las experiencias de los padres que éstos no son capaces de pensar. Además, especialmente en niños mayores, cualquier demostración hacia los abusadores de que las cosas pudieran ser pensadas de otra manera son descartadas o, incluso, suprimidas por el sufrimiento que implicaría la pérdida del bienestar de la relación, sea éste cualquiera; a veces, como respuesta a amenazas de violencia u otras formas más explícitas de coerción. En líneas generales, los niños están impedidos de reflexionar sobre sus estados mentales internos o acerca de lo que les está sucediendo realmente a ellos, y, en cambio, llegan a sentir que las experiencias que ellos están teniendo corresponden simplemente a la forma en que el mundo funciona. Tales modelos internos activos (o conjunto de "reglas procedimentales") funcionan sin estar sujetos a reflexión y sin el sentimiento de que pudieran haber formas alternativas de comportarse y de relacionarse. Están en el terreno básico de la experiencia pero no se puede pensar acerca de los mismos.

 En realidad, esto es lo que mostrará la gente con un predominio de tales experiencias en su infancia cuando el analista sugiere, a través de interpretaciones u otras intervenciones verbales, que el mundo afectivo pudiera ser diferente; con estos pacientes tan "concretos" es solamente la acción la que es capaz gradualmente, de proveer el sentimiento de que las cosas puedan ser diferentes. En medio de las dinámicas de la identificación proyectiva patológica, tanto en el desarrollo como en la psicoterapia, la reflexión sobre la situación es imposible. Tal como muchos han escrito, no se trata de una cuestión de represión sino de una imposibilidad disociativa de pensar acerca de lo que está transcurriendo, excepto en formas disociadas o, de otra manera, alienadas. Ampliaré estas implicancias clínicas en la sección siguiente.

Consecuencias clínicas de ver las identificaciones proyectivas en los adultos como repeticiones de relaciones coercitivas en la temprana infancia

Comprender cómo las identificaciones proyectivas de los pacientes son repeticiones de las coerciones a que han sido sometidos por parte de sus padres puede ser de gran valor clínico en medio de las intensas dinámicas transferenciales-contratransferenciales y en el trabajo con padres e hijos, tal como Fraiberg (1980) y otros han comprendido de manera tan conmovedora (Joseph, 1983). El aproximarse a tales fenómenos en términos de los detalles específicos y de las realidades forzadas de tales relaciones facilitará una mayor inmediatez en el trabajo clínico y evitará los errores comunes realizados, incluso, por parte de analistas que están familiarizados en general con esta perspectiva.

 Los kleinianos contemporáneos tales como Joseph (1988), por ejemplo, al relacionar la transferencia con la identificación proyectiva han clarificado cómo la transferencia está constituida por los esfuerzos del paciente de forzar atribuciones en el analista, las cuales en un nivel son tomados por esos pacientes como hechos sin ningún cuestionamiento sobre si pudieran haber explicaciones alternativas. En las situaciones de la transferencia-contratransferencia en las cuales nos sentimos repetidamente presionados para estar de acuerdo con posiciones imposibles que comprometen nuestro sentimiento e integridad personal (es decir, en las cuales nosotros no podemos ser verdaderos con nuestra identidad analítica), somos a menudo empujados a experienciarnos de acuerdo a las formas particulares de reglas relacionales que caracterizan el mundo objetal interno del paciente, tal como era el caso de Daniel, aunque raramente seamos tan impotentes como él lo fue. De manera similar, los pacientes que de niños fueron forzados por falsas atribuciones que les condujeron a un continuo sentimiento de un self inauténtico y deformado a menudo entran en análisis con una forma básica preverbal de moldear coercitivamente las situaciones diádicas en términos de influencia asimétrica. Esto será actualizado en la relación terapéutica, más a menudo en la forma que en el contenido, en la estructura particular de la interacción verbal y no verbal en el campo de la transferencia-contratransferencia. En tales situaciones, la experiencia del analista de ser presionado para obedecer a los self internos del paciente y sus objetos reproduce la experiencia infantil de falsa atribución y de exclusión de la vitalidad intersubjetiva, del espacio potencial e, incluyendo a menudo -o evocando por lo menos- hostilidad. La transferencia, especialmente la transferencia negativa, puede reproducir la presión de las atribuciones parentales sobre las cuales difícilmente se pueda reflexionar; cuanto más patológicos sean los procesos tempranos, más presionante e inmune a la reflexión será la transferencia.

 El recordar que el estado relacional que se vuelve a representar es uno en el cual la reflexión no es posible mientras que, al mismo tiempo, se presta cuidadosa atención a los detalles de la interacción analítica puede ayudar a los terapeutas en situaciones transferenciales-contratransferenciales difíciles. En tales contextos, observar los detalles específicos de la interacción a través de los cuales el paciente está intentando controlar al analista y la totalidad del encuadre terapéutico es usualmente más útil que la tan frecuente práctica de ofrecer comentarios inferenciales acerca de los estados mentales inconscientes del paciente. Incluso observaciones "correctas" acerca de las motivaciones del paciente o de sus dificultades con temas tan amplios como los de "confianza", "rabia", "hostilidad" o, incluso, "ansiedad" pueden caer en el vacío o impulsar la transferencia negativa en una medida tal que la observación cuidadosa de los detalles no la produciría. El siguiente es un ejemplo, no extremo, de este tipo de interacción.

 Un analista se encontraba frustrado por una mujer que frecuentemente le caracterizaba como cruel y retraído, aunque él se veía como intentando verdaderamente ser apoyador. En un momento, él fue persistente en tratar de ayudar a la paciente a hablar acerca de sus sentimientos en relación a las vacaciones inminentes y en tratar de comunicarle cómo su estado afectivo se aplanó cuando ella dijo que el analista “tenía el derecho de tomarse algún tiempo libre" y que ella se alegraba por él. Los esfuerzos ulteriores por parte del analista de ser empático con el malestar de la paciente acerca de su insistencia resultaron infructuosos en general, dado que la paciente los tomó como condescendientes; las interpretaciones acerca de los aspectos defensivos y proyectivos de las críticas hechas por la paciente resultaban aún más provocativas para ella dado que las tomaba como ataques que confirmaban su visión de que el analista estaba utilizando una seudotécnica para humillarla. Cuando ella confrontó al analista, éste consideró que los comentarios de la paciente tenían algo de verdad, aunque no podía concordar con que él estaba siendo sádico, a pesar de que el analista tomaba habitualmente en serio las descripciones de la paciente sobre él.

 En esta atmósfera fue útil para el analista el describir los detalles de cómo tales interacciones conducían a dejarle sintiendo que no podía responder de ninguna manera a las críticas de la paciente porque si aceptaba que estaba siendo cruel estaría confesando un delito que no sentía que había cometido y si, en cambio, trataba de explicarle a la paciente cómo veía las cosas de una manera diferente, en realidad estaría actuando de manera que conduciría a la paciente a sentirse atacada. Como esta descripción correspondía de manera más o menos general con el tratamiento que había sufrido la paciente por parte de una madre muy crítica y a menudo irracional, ella pudo ser más capaz de reflexionar sobre la situación y hacer algunos enlaces con el pasado.

 Al mismo tiempo que estos enlaces apoyaban la autorreflexión por parte de la paciente, también servía para una función interaccional/intersubjetiva en el tratamiento al ayudar al analista a sentirse menos controlado y proveerle una perspectiva que aliviaba su propia culpa y rabia. Entonces pudo pensar mejor acerca de las atribuciones que la paciente hacía sobre él y fue capaz de trabajar para crear una atmósfera en la cual las atribuciones de la paciente pudieran ser manejadas de una manera diferente de la que ella había sido capaz de hacer de niña cuando ataques similares le eran infligidos. Además, este proceso ofreció un destello de luz acerca de una reflexividad incrementada sobre la situación prototraumática que se había estado reproduciendo en la situación analítica; el analista y la paciente fueron encontrando juntos una forma de desprenderse, ambos, de la experiencia compartida de atribución coercitiva sin conciencia de ello, que fue en verdad una característica de las relaciones de la paciente en la infancia.

 Existen grandes peligros si se desatienden las sutilezas de tales procesos: la interpretación precoz y excesivamente generalizadora sobre los estados internos inferidos del paciente (especialmente de las motivaciones negativas) sin prestar suficiente atención a la interacción bipersonal dentro de la cual ese estado inferido es organizado pasa por encima de la organización psíquica actual del paciente y la sustituye por una formulación distante de la experiencia vivencial. Esto puede, desde el punto de vista de la experiencia subjetiva del paciente, repetir en la actualidad el trauma original de la atribución (asignación de intencionalidad) coercitiva. Tales enfoques, a menudo, sobrestiman la capacidad autónoma del paciente para crear la coerción y no hablan del sentimiento desesperado, e incapaz de ser articulado verbalmente, de estar siendo forzado, que es el sentimiento que en verdad está en el centro de su experiencia. Por ejemplo, las interpretaciones prematuras pueden confirmar el temor del paciente de ser dominado por un objeto que le es necesario y que tiene un poder superior a él y que, además, está realizando atribuciones negativas.

 Esto se complica aún más por la forma en que la conducta coercitiva del paciente puede engendrar frustración e incluso hostilidad en el analista, aun cuando el paciente no esté sintiendo hostilidad o, al menos no la esté, experienciando. Los terapeutas a veces suponen que sus propios sentimientos hostiles son una evidencia de que el paciente ha transferido estos sentimientos sobre él, es decir, que el paciente realmente tiene esos sentimientos aun cuando sea inconsciente de los mismos. Pero esta posición puede, en cambio, reflejar una construcción errónea por parte del analista quien ha añadido algo derivado de su propio sentimiento de haber sido ofendido y mal interpretado, y de que han sentido violadas sus propias expectativas sobre la situación analítica. El analista, en otras palabras, puede hallarse más consciente que lo que el paciente está acerca del lado provocativo y rudo de la conducta del paciente, y puede estar agregando un sentimiento de indignación porque el paciente supuestamente debería saber que lo está haciendo. Cuando el analista atribuye simplemente el sentimiento hostil al paciente más que ver que es el resultado de una nueva construcción en la situación intersubjetiva, la interpretación puede en verdad no solamente ser prematura sino, en realidad, incorrecta, y el paciente puede una vez más experimentar una falsa atribución de significado a su conducta. Aquí, nuevamente, un enfoque menos inferencial y que no atribuya motivaciones puede ser útil.

 En la misma línea, los enfoques a los que nos referimos antes prestan, a menudo, insuficiente atención de cuán inarticulado verbalmente y restringido está el paciente en tratar de pensar y hablar acerca de la experiencia de una manera intencional. Dicho de otra manera, los analistas a veces suponen incorrectamente que el paciente tiene un sentimiento de subjetividad, de intersubjetividad y de ser dueño de sus acciones, y que el hablar es un vehículo que tiene sentido para él; es decir, los analistas a veces incorrectamente suponen que el paciente puede "pensar" en el sentido de Bion, o para ponerlo de otra manera, que el paciente ha alcanzado algún módico grado de "autopercatación reflexiva", del tipo de la que Fonagy ha descrito recientemente (véase Peltz, 1998). En la medida en que muchos pacientes no son capaces realmente pensar en el nivel del lenguaje reflexivo que les es ofrecido, puede existir la experiencia de que se le está diciendo que es capaz de sentir algo que en realidad no sabe acerca de ello -que no sabe realmente lo que está en su propia mente. Esto corre en paralelo con otro aspecto de la traumatización, aspecto consistente en que el sentido de realidad de la víctima es debilitado.

 Cuando los pacientes con tales experiencias -y estas experiencias son mucho más comunes que lo que reconocemos, incluso bajo formas moderadas, en paciente "neuróticos"- tratan a sus analistas como ellos han sido tratados, sin embargo, pueden sentir en ese preciso momento que son ellos los que están siendo tratados de esa manera; la identificación proyectiva patológica es una defensa inestable y no exitosa (organizada alrededor de las oscilaciones entre las posiciones del self y del objeto) que conduce a su propia repetición, tal como ya hemos descrito. Al mismo tiempo, los pacientes no pueden saber lo que ellos están haciendo así como el padre de Daniel no podía saber lo que estaba haciendo, o quizás como Daniel tampoco podía estar percatándose de lo que le estaba ocurriendo a él, porque este desconocimiento es parte del estado psíquico que está siendo reproducido; y tal desconocimiento puede ser protegido por una variedad de procesos defensivos, tales como escisiones, negación, y disociación.

 El paciente puede estar siendo el que inicia la identificación proyectiva en análisis, pero este acto ilusorio de ser dueño de sus acciones es posible que no sea más, tal como ha sido discutido antes, que un desesperado intento de impedir las condiciones psíquicas que le son aún más intolerables, incluyendo la pérdida de la totalidad de la relación y el sentimiento de frustración desesperada, aislamiento y abrumadora impotencia que están en el corazón de su experiencia, de la misma manera que lo estaban en la de Daniel y, en última instancia, en la de su padre. Los pacientes están siempre intentando convertir a su terapeuta analítico en alguien diferente de lo que éste es, alguien que ellos esperan que sean, o alguien a quien temen.
Esta es una de las condiciones subyacentes a la transferencia y constituye uno de los datos clínicos esenciales que le proveen de atractivo al concepto de identificación proyectiva. En realidad, los kleinianos contemporáneos han hecho una de sus contribuciones más notables al ver este tipo de proceso de influencia como ubicuamente presente en todos los análisis más que estar restringido al tratamiento de los pacientes más perturbados. Pero cuando este enfoque es utilizado sin matices de modo tal que se sobreatribuyen motivaciones negativas o destructivas a estos patrones relacionales, ubicando su origen en algún lugar dentro del paciente, la percepción de las mismas se pueden convertir en persecución y las posibilidades terapéuticas pueden perderse.

Conclusión

 De manera general, el enfoque presentado aquí es concordante con mucho de los puntos que están desarrollándose en la excepcionalmente sofisticada literatura kleiniana sobre la transferencia y contratransferencia, con la emergente teoría relacional-intersubjetiva contemporánea en general, y con la reciente literatura clínica sobre el tratamiento de pacientes traumatizados, las que han sido impulsadas tanto por la experiencia clínica como por las agudas críticas feministas acerca de las concepciones anteriores. La crítica que hacemos no intenta disminuir la importancia de los procesos elusivos que son captados de manera tan incisiva por el énfasis kleiniano en las fantasías y en el mundo interno objetal.

 Los kleinianos contemporáneos se encuentran entre los observadores analíticos más agudos de la intrincada interrelación entre los campos intrapsíquicos y de la transferencia-contratransferencial; por tanto, existe una mayor coincidencia con los paradigmas intersubjetivos recientes que lo que a menudo se reconoce. La situación analítica está establecida para amplificar los esfuerzos de los pacientes tendentes a influenciar a sus terapeutas de modo de experienciar y actuar sus mundos internos. Los analistas kleinianos han sido particularmente sensibles al grado en que tal presión es una de las condiciones subyacentes a la transferencia en general y han utilizado el concepto de identificación proyectiva como una piedra angular de este conocimiento. Cuando desvinculamos la imagen del infante de las analogías con estados psíquicos primitivo o con patología severa, y con cuestiones semejantes, lo que queda en el léxico kleiniano comprende un conjunto de descripciones extraordinariamente ricas y sorprendentemente cercanas a la experiencia de la interacción diádica en general y, también, de los tipos especiales de interacción y de patrones de influencia diádica que tienen lugar en las relaciones analíticas en particular.

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