aperturas psicoanalíticas

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revista internacional de psicoanálisis

Número 044 2013

El nacimiento de una madre: Cómo la experiencia de la maternidad cambia la vida para siempre [Stern, D. y col]

Autor: Del Castillo, Maylis

Palabras clave

Stern, Nacimiento, Madre, maternidad, embarazo, Psique materna.


El nacimiento de una madre: Cómo la experiencia de la maternidad te cambia la vida para siempre. Paidós Ibérica. 1999. Autores: Stern, D.N; Bruschweiler-Sterrn, N; con Freeland, A.
La naissance d’une mère, Stern, D.N; Bruschweiler-Sterrn, N; con Freeland, A. Paris, Ed. Poches Odile Jacob, 2008, 225 páginas.
Este libro, escrito por Daniel N. Stern, es fruto de un trabajo conjunto, y por tanto co-autoría con otras dos mujeres madres trabajadoras: Nadia Bruschweiler-Stern, esposa de Stern, pediatra y paidopsiquiatra, y Alison Freeland, periodista especialista en cuestiones educativas.
Forma parte de un proceso de investigación que Daniel N. Stern comienza en 1977 con “La madre y el bebé: las primeras relaciones”, en que el autor repasa comportamientos que se van a dar en el transcurso de los momentos de juego, del amamantamiento y del acostarse, que va a llamar notas musicales que juntas componen la sinfonía de esa relación madre-niño. La profundización en estas relaciones le llevó a tratar de imaginar la forma de percibir el mundo compartido con sus padres del bebé. Con este propósito escribió El mundo interpersonal del infante, que apareció en 1985. Continuando en esta línea, y a partir de las numerosas investigaciones en torno al primer año de vida de los niños, Stern escribió Diario de un bebé, en el que da vida a un bebé imaginario, Joey, tratando de poner palabras a las percepciones y sentimientos de este pequeño, con el fin de que los padres tengan la oportunidad de ponerse en el lugar del bebé y participar de su punto de vista.
Posteriormente, y como él mismo reconoce, su propia experiencia clínica le llevaría a interesarse mayormente por las madres y sus historias, llamando poderosamente su atención como las expectativas, esperanzas, miedos y fantasmas influían determinantemente en la relación entre la madre y su hijo. Estas observaciones fueron sintetizadas en su obra La constelación maternal.
Esta exploración del mundo interno de la madre fue progresivamente confirmando para Stern la vital importancia que tendría el mundo de la madre y su propia historia en la relación con su hijo y su posterior desarrollo.
El presente libro,  dice el autor, es el final de este viaje, que comenzó con el estudio de las relaciones madre-hijo, pasó por la inmersión en el mundo del bebé, para equilibrarse con este trabajo de profundización en el mundo interno de la nueva madre.
Sin duda su sugerente título, El nacimiento de una madre, Cómo la experiencia de la maternidad te cambia para siempre, contiene la clave de la transformación interior que lleva consigo el convertirse en madre; la madre que nace psicológicamente en tanto en cuanto su bebé lo hace físicamente. Se trata del nacimiento de una nueva identidad, fruto del sentimiento de ser madre, y que va a dar lugar a la aparición de lo que denomina la “psiquis materna”. Así nos lo presenta en el capítulo introductorio, La psiquis materna o el paisaje mental de una nueva madre (“La psyché maternelle ou le paysage mental d’une nouvelle mère”), en el que nos introduce en las cuestiones que se irán tocando alrededor de esta nueva estructura mental, abordando cuestiones relativas a su origen, su universalidad y sus particularidades, sus fases y puntos de referencia.
Comienza esta introducción preguntándose acerca de lo que hace diferente a una madre del resto de las mujeres. En una revisión de las teorías psicológicas tradicionales recalca como estos modelos no tomaban en cuenta la influencia de la maternidad en la estructura mental femenina. Defiende cómo cuando una madre que se prepara para serlo lleva a cabo una experiencia incomparable que dominará absolutamente todas las facetas de la realidad psíquica de la protagonista, tanto intra como intersubjetivamente. Así, la mujer pasa de ser hija a ser madre, con las emociones contradictorias de pérdida por lo que se deja atrás, y de conquista por el hecho de tener un hijo. Paralelamente, se agudizará el interés por las demás mujeres, tendiendo a buscar un círculo de mujeres madres con quienes identificarse y de quien recibir reconocimiento. De la misma manera se dará un renovado interés por la maternidad de la propia madre. De hecho el autor sostiene la aparición de nuevos triángulos que sostienen la formación de la personalidad: además del triángulo padre-madre-niño, se encontraría el de la madre de la madre, la madre y su bebé. Así, en la conformación de la psiquis materna, la historia de desarrollo personal adquiere para Stern una importancia capital, planteándose la madre en cuestión interrogantes como el de si son o no un modelo a seguir en el desempeño del nuevo rol. De hecho a este respecto el autor también subraya la cuestión del cambio de percepción con respecto al marido, dado que durante un tiempo la mujer se interesará más por su identidad como padre que como hombre.
Por otro lado en la conformación de esta nueva psique, la actitud maternal, cobra gran importancia la toma de conciencia (aterradora en la mayoría de los casos) de la responsabilidad de garantizar la supervivencia del bebé, así como de su posterior desarrollo, lo que, al ir logrando progresivamente, dotará a la madre de un sentimiento de valía fundamental.
Otro aspecto intrínsecamente relacionado con la conformación de la psiquis materna que recalca el autor es la de la atención otorgada a los vínculos afectivos y de apego, en constante evolución, que unen a una madre con su bebé. Paralelamente se desarrolla una nueva sensibilidad hacia el mundo que rodea a esa nueva madre, afectando ésta a todos los sentidos. Así por ejemplo, situaciones que anteriormente no le emocionaban especialmente pueden resultar completamente diferentes a los ojos de una madre, que percibe su alrededor desde su nueva psiquis. También se verá afectada la percepción temporal, pues desde el día del nacimiento del bebé comienza un nuevo calendario personal, una nueva época en que se utilizarán dos calendarios, el de todo el mundo y uno personal basado en la edad del hijo y en sus etapas del desarrollo.
Además de su percepción, también su manera de actuar se verá afectada. La nueva madre llevará a cabo un repertorio de conductas que hasta ahora le eran desconocidas. Estas reacciones espontáneas, fruto de su capacidad emocional, llegarán a formar parte de su nueva identidad.
Asimismo cuestiones como la conciliación entre la maternidad y la vida profesional, la toma de decisiones que le son impuestas a cualquier madre y las soluciones que elige van a establecer  la forma de ocupar su tiempo para añadir una nueva dimensión a su identidad maternal.
De la misma manera la mujer se convierte en madre ante los ojos del mundo, con todas la responsabilidades derivadas de su nuevo rol, teniendo que buscar un nuevo lugar en la sociedad. De hecho, esto se hará extensivo a la propia familia, su rol se verá modificado, convirtiéndose además en eje de la sucesión de generaciones, con la responsabilidad que se deriva de ello. En esta línea el autor propone el término de “responsabilidad parental última”. La madre es la última responsable de todo lo que sea o haga el niño, tanto sus logros como sus fracasos le serán automáticamente atribuidos. De alguna manera se da por hecho que debe ser una madre suficientemente buena. Lo que esto supone en términos prácticos es que deberá ir haciendo frente a nuevas tareas, tomar decisiones y saber estar y dar respuesta a situaciones en la mayoría parte de los casos completamente nuevas para ella.
Stern llama la atención sobre el tema de la maternidad desde una perspectiva de “asignatura pendiente” para la sociedad en general. En este sentido dice sorprenderse de cómo ni tan siquiera los profesionales de la salud, ni causas como la feminista han dado a esta íntima experiencia psicológica su debida importancia. Considera que la línea de esfuerzos se ha centrado en aspectos estructurales o anexos (bajas de maternidad, mejora del sistema sanitario…), obviando la experiencia interna y cambios, en ocasiones traumáticos, a los que va haciendo frente la madre. Un mundo interno por otra parte tan complejo que a las propias protagonistas les resulta difícil poner en palabras y saber por dónde empezar a explicar sus vivencias.
Con este libro el autor, considerando la vivencia interna de la maternidad como algo universal, se plantea un objetivo principal, que no es otro que ayudar a la mujer, en clave de “tú”, dirigiéndose directamente a una madre lectora, a prepararse para todos esos cambios que experimentará, a través del análisis de los mismos para así sentirse menos perdida en su momento.
En este sentido, Daniel Stern sostiene que las mujeres se convierten en madres progresivamente, por etapas, comenzando el proceso durante el embarazo, dándose de manera más completa tras el nacimiento y realizarse plenamente tras los primeros meses de cuidado, cuando ya la mujer se da cuenta de que se percibe como madre.
Así es por tanto cómo tiene lugar el nacimiento de la actitud maternal, tarea que incluye varias partes: primero hay una preparación mental para el cambio, tras el que se dará un trabajo emocional que hará surgir nuevos aspectos de sí misma para, finalmente, llevar a cabo la labor de integración de estos cambios en el resto de su vida.
De esta manera comienza un viaje al que estamos todos invitados, madres o no (a través de la propia vivencia o del sentimiento de empatía que despierta a lo largo de su descripción) a través de la conformación de la identidad materna. Esta travesía consta de tres etapas: “prepararse para convertirse en madre”, “el nacimiento de una madre” y “una madre se adapta”.
Primera parte: Preparándose para ser madre
Esta parte del libro versa sobre los nueve meses del embarazo, en los que la mujer lleva a cabo lo esencial del trabajo psicológico necesario para prepararse para la maternidad. Al mismo tiempo que se va desarrollado el feto, ella va preparándose para acoger su nueva identidad materna.
Stern se inclina a pensar que el alumbramiento da lugar al nacimiento de la madre física, pero no obligatoriamente al de la madre psicológica.
En el primer capítulo habla del embarazo como terreno de ensayo y preparación. Son nueve meses en los que la mujer imagina, sueña, teme y fantasmea alrededor de la identidad de su futuro bebé, así como de la propia y la del padre, pasando a formar parte de escenarios imaginados con caracteres también imaginarios (un bebé imaginado, un rol de madre imaginado, un padre y unos abuelos imaginados..). Al ser un terreno completamente desconocido, puede jugar con todo tipo de posibilidades de lo que ocurrirá cuando llegue el bebé, aunque en cualquier caso todas sus suposiciones y fantasías estarán estrechamente relacionadas con sus propias prioridades y valores, así como sacarán a relucir miedos internos. Así, en palabras de Stern, “cada madre construye mentalmente el bebé que desea, sueña y teme tener”. Sostiene cómo incluso en la propia elección del nombre hay una elección respecto al tipo de bebé que va a llegar (pudiendo por ejemplo ser leal a la familia o entorno o tratando al contrario de alejarle de ello).  
En cualquier caso, todo este trabajo de preparación va a ser vital para la aparición de la identidad materna.
Señala el tercer mes, cuando el médico señala la viabilidad del embarazo, como el periodo en que comienza más plenamente este proceso imaginativo, al que no escapa ninguna madre. De la misma manera, sobre el cuarto mes, la experiencia real del feto va a dar cuerpo al bebé imaginario, y la percepción de sus movimientos serán acciones objeto de interpretaciones. Entre el cuarto y séptimo mes las mujeres darán rienda suelta a su imaginación, y el retrato del bebé va siendo cada vez más elaborado. Sin embargo, sorprendentemente, éste se desdibujaría, sin desaparecer, a partir del octavo mes. Stern afirma que esto podría ser debido a que, al acercarse el momento en que el bebé imaginario va a encontrarse con el real, la madre debe protegerse a sí misma y al bebé de que haya demasiado contraste entre sus expectativas y la realidad. En este sentido habla del sufrimiento que puede conllevar para una madre de un bebé prematuro, pues el bebé imaginario está aún demasiado presente, contrastando con el bebé real que para más inri, no se encuentra completamente desarrollado. Su actitud mental maternal se encuentra también en un estado prematuro y psicológicamente frágil, y a esto hay que añadir factores como el sentimiento de culpa por no haber podido llevar su embarazo a término y la distancia física que a menudo se impone por tener que estar bebés en unidades de cuidados intensivos.
En este capítulo Stern también trata el tema del vínculo de apego que se forma entre la madre y el bebé, que para él comienza durante el embarazo. Sin negar la particularidad de cada vínculo, va a diferenciar tres patrones de relación genéricos, que va a ilustrar con tres casos ejemplificadores, estando su elección inconsciente estrechamente relacionada con la historia y experiencia personales. El primer patrón sería un patrón de apego superficial, en el que la futura madre pone una cierta distancia ante su experiencia de maternidad. Pueden estar más o menos implicadas en su embarazo, pero no se enfrentan directamente a su maternidad. Si ven el panorama de sus relaciones familiares lo hacen con distancia, sin otorgarle demasiada importancia.
Otro tipo de patrón muy distinto sería el patrón de apego implicado, en que la madre se encuentra muy implicada en su maternidad, basándose en relaciones primarias y apoyándose muy concretamente en identificaciones con sus madres.
El tercer tipo, el patrón de apego autónomo, se encontraría a medio camino entre los dos anteriores. Se implica en la relación con su hijo y piensa en su propia relación con su madre, pero pone cierta distancia entre su experiencia personal como madre y como hija.
El segundo capítulo se centra en el papel que jugará el nacimiento del bebé en la eclosión de su actitud maternal. El alumbramiento constituye un momento único e inolvidable para la nueva madre, que, para bien o para mal lo recordará siempre como si fuera ayer, piedra angular en la construcción de una vida a la par que será una de las últimas etapas de la preparación para la maternidad, con la transición psicológica que supone la naturaleza extrema de la experiencia. Por otro lado, la sucesión de acontecimientos vitales, únicos e irrepetibles, que traerá consigo reorganizarán y alterarán, uno tras uno, y por completo, el mundo de la nueva madre. Momentos como el primer llanto, o el primer contacto con el bebé, el sentir el peso y la sensación del cuerpo del pequeño  pueden ser momentos que cristalicen como una piedra en la actitud mental materna de por vida. Con frecuencia no será hasta ese momento cuando la madre tome conciencia de que quienes hasta ahora eran una sola persona ahora son dos. También pueden ser muy poderosas esas primeras miradas del bebé, en que la madre puede sentir el reconocimiento de su maternidad a través de los ojos del recién nacido. Otra experiencia vital será la del amamantamiento, que supondrá un cambio de perspectiva para la madre, pasando su centro emocional de gravedad del vientre (durante todo el embarazo e incluso inmediatamente después el parto, al ponerle el bebé sobre el vientre) a los senos y el pecho, desde donde amamantará y dará seguridad y tranquilidad a su bebé.
Son múltiples y muy variadas las emociones que estarán presentes en estos momentos, pero Stern va a destacar la satisfacción, el sentimiento de plenitud tras el alumbramiento, como el de mayor impacto psicológico, aunque con una expresión muy diversa y difusa, mezcla de sentimientos de euforia, cansancio, victoria y alivio.
En resumen, con el proceso del parto se acaba para la madre la mayor parte del proceso preliminar de su propio nacimiento como madre. El bebé real ha reencontrado al bebé imaginado en su mente y cada uno de los acontecimientos y sensaciones que van apareciendo cae en el fértil terreno trabajado mentalmente. Todos los caracteres están ahora presentes y comienzan a interactuar, es este un paso de gigante para la madre hacia su nueva identidad.
El tercer capítulo lo dedica a describir una última tarea dentro de la preparación para la maternidad. Tras el nacimiento, el bebé imaginario se encontrará con el bebé real, pero no desaparecerá del todo, sino que se dará un reajuste. Por otro lado el acto físico del nacimiento del bebé ha alterado significativamente la percepción de sí misma que tiene la madre, que comienza a asignar identidades específicas así como roles no sólo al bebé, sino también a sus parejas y ellas mismas. Stern subraya la importancia de conocer este proceso mental, pues estas profecías serán en muchos casos autocumplidas. Así, las expectativas y fantasías que se depositan sobre el bebé real con frecuencia jugarán un papel premonitorio. Para Stern todas las mujeres esperan que su bebé satisfaga algunas de sus necesidades, ambiciones y deseos y que , de forma inversa, reparará sus fracasos y decepciones. Necesidades de la madre pueden convertirse en fantasmas que acompañen la relación que va a establecer con su hijo. Stern pone ejemplos de madres que buscan en su bebé el amor incondicional que no sintieron en otras relaciones, o bebés que pueden ocupar el lugar de otra persona ausente, o que tienen una función como de antidepresivo en el sentido de dotar de sentimiento vital a la madre, así como bebés que pueden, de forma vicaria, reparar o rehacer el propio pasado de sus madres.
Tampoco el padre ni la propia madre escaparán a sus propias profecías sobre los roles e identidades específicas que va a conllevar la llegada del bebé, pues también han imaginado como serán ellas y sus parejas tras la llegada del bebé. Aquí entran en juego otro tipo de fantasmas o creencias como la del bebé “salvador” del matrimonio, ideas en torno a una familia perfecta, con una tríada idealizada, u otras de carácter opuesto que pueden ver en el bebé un rival o amenaza de estropear la relación conyugal previa.
Además de individualmente, estos procesos de expectativas y atribuciones se extienden a la familia extensa, dándose una fantasía familiar colectiva. El bebé que la familia quiere y necesita para sus propios objetivos o su devenir social puede así modelar el futuro del bebé real. Así, Stern señala el peso de cuestiones como las tradiciones familiares, que se espera el niño siga, o la asignación de un rol dentro de la mitología familiar, con el consiguiente guión que debería seguir el protagonista. Dentro de estos roles que se le pueden atribuir al bebé dentro de la familia Stern alude al de reconciliador imaginario, por ejemplo de la madre con su propio padre.
El autor destaca en este capítulo la importancia de la reflexión profunda sobre todas estas cuestiones, ser consciente de este proceso mental por la carga tan grande y excesiva que puede arrastrar consigo el bebé imaginado para poder ser capaz de ver, en el sentido más amplio del término, al bebé de verdad, permitiéndole que establezca una identidad única y propia.
Segunda parte: Ha nacido una madre
En esta segunda parte el autor se centra en los meses que siguen al nacimiento. Hasta que la madre no vuelve a casa y comienza a ocuparse de su nuevo bebé no se consolida plenamente la psique o actitud maternal.
El capítulo cuarto hace hincapié en la tarea principal de estos momentos, que no es otra que asegurar la supervivencia, el crecimiento y bienestar del bebé, con los consiguientes miedos, dudas y preguntas que surgen ante tal responsabilidad. En este sentido la principal preocupación tendrá que ver con que el bebé deje de respirar o no reciba la atención correcta o adecuada, inquietudes y miedos que, dice el autor, son inevitables pero irán disminuyendo con el tiempo y transformándose en el proceso de adaptarse a edad del niño. Otras preocupaciones se referirán al crecimiento y desarrollo del bebé, conseguir alimentar bien al bebé y que coja peso y crezca sano se convertirá en su prioridad, pues de hecho forma parte de lograr su supervivencia. Para Stern en la base de todas estas preocupaciones estaría una duda o interrogante, la de ser o no una madre suficientemente capacitada.
El autor defiende una perspectiva acerca de estos temores como elementos positivos en tanto en cuanto tienen una función protectora. Forman parte del reservorio de intuición maternal instintiva y cumplen una función constructiva. De hecho, habla de ellos como “miedos positivos” o “respuestas vigilantes”, considerándolos aliados de la mujer. Sin embargo también serán fuente de una gran presión psicológica, .lo que provocará una gran fatiga tanto física como psíquica.
Así, cuando las mujeres recuerdan este periodo lo hacen como uno marcado por una enorme ambigüedad, como un cúmulo informe de placeres y satisfacciones entremezclado con inquietudes, miedos y una gran fatiga. Sin embargo, la superación de esta etapa, el autoconocimiento adquirido con tanta dificultad de una misma como madre competente, será una piedra angular de la actitud mental maternal, base de suma importancia para la posterior experiencia de la maternidad.
El capítulo 5 alude a la segunda gran tarea de esta etapa, la de la creación de un vínculo íntimo con el bebé. Aquí entran en juego la historia individual de relaciones personales y la forma de percibir la intimidad, y cada madre recibirá y regulará la experiencia de su hijo según su estilo propio y personal. El instinto maternal será común pero las formas específicas de interacción a través del juego, del amamantamiento o las identificaciones y formas de amor profesados serán únicas para cada relación. Esta experiencia, dice el autor, será muy reveladora, en la medida en que el relacionarse con su bebé pondrá en acción y cuestión aspectos relativos a la personalidad de la madre: sus aptitudes para amar, compartir, relacionarse, dar y recibir. Stern defiende la importancia de la reflexión, pensar en cómo una es en sus relaciones y su influencia en la pauta que quiere establecer con su bebé, lo que ayudará a poder introducir cambios o modificaciones. El autor se detiene aquí para recordar que la madre perfecta no existe, y que, igual que los adultos, los bebés tienen que aprender que se pueden producir “errores” en la relación (frustraciones repetidas, acciones maternas mal enfocadas o que se dan en momentos inadecuados, etc), pero que éstos pueden ser corregidos.
Para el autor en este caso, las cuestiones que estarían tras las preguntas de esta etapa tendrían que ver con la capacidad de establecer un ”vínculo primario adecuado” mostrándose como una madre “suficientemente buena” para que el bebé se desarrolle con normalidad. Esta tarea trabajará conjuntamente con la de asegurar la supervivencia: habrá que querer al bebé para poder llevarlo a cabo y las propias tareas destinadas a la supervivencia forjarán la relación íntima con el bebé sobre la que se asentará el vínculo primario. Stern elige tres de estas interacciones diarias para analizar la forma en que dan lugar a esa intimidad y amor entre ambos, como son la alimentación, el juego y la identificación. A través de la interacción que se da al alimentar a su hijo, guiados por la comunicación no verbal, la madre y el bebé se irán adaptando y ésta empezará a pensar en su bebé como una persona en sí misma. Pero igual pasará con el juego, momento de interacción sin objetivo concreto, libre y abierto, de cuyos intercambios se irá nutriendo la relación. Por otro lado, la identificación con el bebé, basada en la empatía, en ser capaz de alterar los propios sentimientos en función de los que pueda estar teniendo su bebé, marca el comienzo de una relación única, que da lugar al amor, fundamental para el desarrollo emocional del infante y que añadirá una nueva dimensión a la actitud materna, contribuyendo a perfilar la nueva identidad de la madre.
En el sexto capítulo saldrá a relucir otro aspecto fundamental de la maternidad: el de la necesidad de reconocimiento y aliento por parte de otras madres. A esto Stern lo llamará la “necesidad de validación”, así como de apoyo psicológico. En tanto en cuanto la maternidad es un proceso de aprendizaje, la mujer buscará ser reconfortada, escuchada y sostenida por otras mujeres con experiencia. A este entorno lo denomina “matriz de sostén”. Esta matriz podrá estar constituida por la propia madre, una amiga, otra madre o incluso por varias personas, pero en cualquier caso la recién estrenada madre comenzará a cuestionarse en esta etapa aspectos como la relación con la propia madre y el tomarla como modelo, quedarse con ciertos aspectos y/o rechazar otros. En este punto se remarca la trascendencia que tendrá el tipo de apego con la propia madre en el vínculo que desarrollará con el bebé, así como el estilo de crianza, dándose con mucha frecuencia una  transmisión intergeneracional, que podrá ser directa o también saltar generaciones. Sin embargo estos no son patrones determinantes e ineludibles. El análisis y comprensión profunda de la relación con la propia madre aportará la conciencia necesaria para evitar reproducir los aspectos disfuncionales y poder hacer elecciones más maduras. En cualquier caso, en esta etapa, el nuevo triángulo madre-bebé-abuela materna demandará a la nueva madre una atención y esfuerzo psicológico que deberán ser procurados a fin de que pueda liberarse y continuar con sus nuevas tareas.
El capítulo 7 describe las reflexiones de una madre acerca de las dificultades que va encontrando en las tareas específicas asociadas a su nueva identidad, y de cómo ésta última continua emergiendo de forma progresiva. En este capítulo, a través de la historia de Gaëlle y su hijo Nicolás, se ilustran en forma de caso real cuestiones que se han ido describiendo a lo largo del libro. Esta madre habla de tareas como la supervivencia, el amor, la búsqueda de apoyo o de cómo la historia personal con su madre influyó en sus propias respuestas ante las demandas de la maternidad.
El capítulo octavo es una prolongación del libro del autor titulado Diario de un bebé, en el que Stern buscó explicar y describir el mundo y la aprehensión del mundo desde el propio infante. Tomando pasajes del quinto capítulo, que describe la experiencia de Joey ante un momento de juego cara a cara con su madre, añade aquí la experiencia de su madre en esos mismos acontecimientos, para así hacer más evidente la interpenetración de los dos mundos. Durante un momento muy breve, de apenas tres minutos de duración, el autor se pone en la piel del bebé y en la de la madre de forma alterna. Instante a instante va poniendo voz a sus pensamientos y actuaciones, con el propósito de ofrecernos una descripción de esas interacciones madre-hijo, y así reflejar cómo las experiencias subjetivas de las madre y el bebé se imbrican y se influencian recíprocamente. Como él mismo aclara, su objetivo con este pasaje es cambiar el foco de los elementos externos de la comunicación, de las técnicas y cuidados maternales que las madres adquieren y que les permite cambiar de fuera hacia dentro, por otro que presta más atención a la forma única en que la madre actúa con su hijo. Una reflexión de quién es ella con su hijo facilitará que su experiencia de la maternidad produzca cambios desde dentro hacia fuera.
Tercera parte: Una madre se adapta
En esta tercera parte Stern nos plantea cómo tras unos meses interactuando con su hijo y ocupándose de él, la madre ya habrá hecho propia su identidad como tal, aunque en este primer tiempo, en que toda la dedicación y energía se ha centrado en el recién nacido, esta identidad de alguna manera ha estado protegida del mundo exterior.
Así, esta última parte se dedica a la forma en que esa nueva identidad maternal se va a ir integrando progresivamente con el resto de facetas de la vida de la madre en cuestión.
El capítulo 9 plantea la cuestión de los dificultades añadidas y específicas a las que se ven confrontadas las madres de niños prematuros o con necesidades especiales. Aquí Stern nos ofrece otro ángulo de visión, el de los obstáculos que debe superar una madre al conocer que su hijo no está en perfectas condiciones de salud. Estas mujeres deben, como el resto, constituir su identidad de madres, y además integrarla al resto de sus vidas, pero en su caso el proceso es más extremo tanto en lo que se refiere a la intensidad como a la duración. El autor explica lo impactante de esta circunstancia en términos de pérdida: la del bebé ideal y la de la posibilidad de anticipar el futuro de su bebé y su familia. Así, habla de trauma que para el tiempo, que impide mirar más allá del presente, pues todo es incertidumbre, ni recordar el pasado de fantasías de embarazo, por ser esto demasiado doloroso.
Stern destaca y explica algunas características comunes a estas madres, como son la necesidad de ver superada la discapacidad, sus dudas en lo que respecta a su competencia como madres, el manejo de los obstáculos para amar, la identificación y vinculación con el bebé así como la necesidad de reinventar el matrimonio a través de nuevas directrices.
En el capítulo 10 se aborda una cuestión inevitable, la que tiene que ver con retomar la vida profesional tras el nacimiento, y las dificultades de conciliación, al mismo tiempo, de la identidad de madre con el resto de identidades, como la de mujer trabajadora. Se trata así de una fase de adaptación progresiva, que lleva consigo grandes miedos, preocupaciones y dilemas. Aunque puedan recibir apoyo de sus maridos y familiares, finalmente son las madres quienes acaban asumiendo soluciones de compromiso sobre si quedarse o no en casa con sus bebés y durante cuánto tiempo. Stern señala a la realidad política y financiera actual como principal responsable de la presión y sentimientos de culpabilidad que se dan con frecuencia en las madres, a las que se pone en una situación, dice, tan falsa como insostenible: por un lado la sociedad pretende apoyar y sostener a la familia pero por otro impide a los progenitores la conciliación de la vida familiar en el plano económico. Así, la sociedad tal y como está planteada dificulta a la madre equilibrar sus distintas identidades, obligándola con frecuencia a sacrificar alguna faceta. En este sentido Stern desculpabiliza a las madres de su propio malestar, pues en su opinión no es más que un reflejo de un problema más general del resto de la sociedad.
Daniel Stern decide cerrar su libro introduciendo en el capítulo 11 a los padres, ya que el mundo de la paternidad existe tanto como el de la maternidad, con roles diferenciados asociados a cada uno. Así, mientras la madre está forjando su nueva identidad, el marido está por su parte desarrollando su “actitud paterna” , constructo, señala el autor, completamente desconocido y aún por explorar. Stern remarca los progresos en cuestiones de paternidad, con hogares cada vez más igualitarios en los que los padres quieren compartir de igual manera la responsabilidad y cuidados del bebé, frente a modelos de paternidad más tradicionales en que responsabilidad era casi exclusiva de la madre. En este capítulo el autor se dirige a los hombres con sugerencias de acción en su proceso de adaptación del rol de esposos al de padres.
Comentario personal
Escrito en un tono muy claro e inteligible, se trata de un texto muy ameno, con continuas referencias a mujeres y experiencias concretas, fruto de un minucioso estudio de casos y entrevistas, con los cuáles está salpicado todo el libro.
Este libro nos presenta experiencias muy frecuentes, reales y compartidas por las madres, constituyendo una fuente de apoyo y esclarecimiento. Tiene la virtud de poner en palabras muchas emociones y situaciones nuevas que pueden quedarse en un nivel inconsciente, no formulado, y que se comprenden al leerlas. Lo que Stern persigue, y a mi juicio logra, es proponer a las madres descripciones en las cuales poder reconocerse, poniendo luz en aquello que de hecho, intuitivamente, ya saben, y que les hará sentirse menos solas por el mero hecho de hallarse reflejadas. Conocer ciertos cometidos mentales y responsabilidades que, por su carácter universal, acompañarán sus experiencias maternales o reconocerse en las emociones características de cada etapa puede ayudarle a sentirse menos estresada e insegura cuando se den en su propia vida. Además puede tener una función de guía de aprendizaje para esta nueva madre, pues como él mismo expresa, una madre en contacto con su vida interna, consciente del efecto que puede tener en la relación con su hijo y su desarrollo, será más capaz de identificar, modificar o cambiar las variables de su relación, encontrando la solución que convenga.
En conclusión, con este libro, Daniel Stern logra, al mismo tiempo, dos cosas que podrían parecer contradictorias: dar nacimiento a la madre con identidad psicológica propia y desmitificar ese nuevo universo a través de su apropiación.