aperturas psicoanalíticas

aperturas psicoanalíticas

revista internacional de psicoanálisis

Número 050 2015

Una revisión de los conocimientos actuales sobre la sexualidad y el género

Autor: Garriga i Setó, Concepció

Palabras clave

género, sexualidad, Queer, Orientacion sexual.


Este artículo recoge el contenido de la jornada de Actualización sobre el Módulo de Sexualidad, del Enfoque Modular Transformacional, que tuvo lugar en mayo de 2015. En esta presentación se mencionaba el estado actual de la sexualidad en los últimos 20 años y las novedades que han surgido. Puesto que es muy extensa se ha dividido en dos partes. En el número actual se hace un recorrido por los siguientes puntos.

1.     Breve historia alrededor de los puntos más polémicos del constructo sexo-género (los masajes genitales de principios del XX; las complicaciones posteriores a la teoría del desarrollo psicosexual freudiano: sexo único masculino, doble orgasmo femenino, negación de la teoría de la seducción, homofobia...)

2.     Determinación genética, hormonal, psicológica, relacional, cultural y social de las prácticas sexuales y de género (cambio de paradigma: del género como construcción social a la multideterminación) 

3.     Lo queer: la proliferación de géneros y de opciones sexuales (LGBTI).

Quedará pendiente para el número de diciembre:

4.     Sexualidad propiamente: orgasmos; masturbación; punto G, eyaculación femenina y glàndula parauretral o próstata femenina; sexo anal; prácticas BDSM (Bondage/Domination/Sadism/Masochism)

5.     Dificultades en la sexualidad de los hombres y de las mujeres; condiciones psicológicas; condiciones físicas; tratamiento psicológico; farmacológico.

6.     Sexualidad e Internet de banda ancha: pornografía; foros, aplicaciones para móviles y tabletas. Modificación de las prácticas.

7.     Sexualidad en las personas mayores y en las parejas de larga duración.

 

Este trabajo empieza después de la vastísima obra “La sexualidad femenina” (Dio Bleichmar, 1997) y de los muy celebrados “Avances de psicoterapia psiconalítica” (Bleichmar, 1997), que revisaron ampliamente la literatura psicoanalítica y pusieron las bases del Enfoque Modular Motivacional, que a mi me ayuda contemplar como unas malabares de cinco bolas, una de las cuales es el módulo sensual sexual. En las páginas que siguen se refleja la revisión de la actualización de estos conocimientos; lo que se ha producido de significativo en estos 18 años en el aspecto sexual. Realmente hay novedades. Tanto para hombres como para mujeres.

También se hace referencia a trabajos de las revistas Studies in Gender & Sexuality y Psychoanalytic Dialogues (la revista de contenido psicoanalítico más citada del mundo en 2013), a los sucesivos congresos organizados por el Postdoctoral Program in Psychoanalytic Psychotherapy de la Universidad de Nueva York,  “Enconcountering Gender”, 2007 y “Masculinity-Complex”, en 2011; al congreso de la IARPP Madrid, 2011; a la película “Fake Orgasm”, de 2011; al video gratuito en Internet: “El clítoris. Ese gran desconocido”  [1]https://www.youtube.com/watch?v=Vp8gzTvpk58; al congreso “Sexual Cultures” de abril de 2015 en la University of Sunderland de Londres; así como a algunas TED Talks, y, por supuesto, los libros y artículos citados en las referencias.

De acuerdo con Dimen (2003) para repensar nuestras ideas sobre la sexualidad tenemos que poner a conversar el psicoanálisis, la teoría social  y el feminismo. Y las neurociencias, añado.

La película la “La sal de la tierra” de Wim Wenders & Sebastiaô Salgado muestra lo más bonito y creativo, así como los aspectos más salvajes e inhumanos, de la humanidad.  En este artículo aparecerán ambos.

1. Breve historia

En “Vagina” Wolf (2013) explica que durante los primeros 1500 años después del nacimiento de Cristo, y a pesar de los padres de la iglesia, todavía se consideraba que las mujeres necesitaban satisfacción sexual para reproducirse. Se consideraba que la frustración sexual era causa de enfermedades y de sufrimiento mental. En la época de Hipócrates, los médicos, o practicaban el masaje genital a sus pacientes femeninas para alcanzar el orgasmo, o bien lo encargaban a una partera. Esta práctica duró hasta principios del XVIII. La renovada influencia de Galeno y el terrible cinturón de castidad cambiaron el rumbo, en dirección a confinar o perjudicar los genitales femeninos. Tengamos en cuenta que este artilugio dificultaba la higiene y provocaba graves úlceras. Luego, con la “caza de brujas” surgió la “pera de la angustia”, un instrumento de tortura que se introducía en la vagina y se iba abriendo apretando unas tuercas; la “mordaza”, que amordazaba la boca de las mujeres parlanchinas o discutidoras; y la idea de Shakespeare de la naturaleza “enferma” y “contaminante” tanto del cuerpo como del habla de las mujeres (p. 185-189).

La tensión en torno a si los genitales femeninos eran el cielo o el infierno se tradujo en el hecho de que durante siglos el clítoris se perdía de vista y se reencontraba una y otra vez (Laqueur, 1990), los continuos errores y “olvidos” respecto a su ubicación y funcionamiento no tienen paralelo con ningún otro órgano del cuerpo en toda la historia de la anatomía, excepto con el punto G. Wolf sugiere que la ambivalencia respecto a identificar de forma definitiva el clítoris refleja la ambivalencia respecto a otorgar definitivamente a las mujeres las llaves que abren la puerta del reino de la asertividad personal y el deseo de libertad.

Exactamente lo mismo que con el clítoris sucedió con la próstata femenina (glándula parauretral o glándulas de Skene) y/o el punto G. En el siglo XVI se hablaba de esperma como del líquido que tanto hombres como mujeres expulsan durante el sexo (Korda, J.B.; Goldstein, S.W. y Sommer, F., 2010). Skene escribió su tratado en 1888. Sesenta años más tarde, Gräfenberg (1950) publica sobre la uretra femenina, que otros treinta años más tarde alcanzará popularidad con el libro de Ladas y cols. (1982): el punto G, en honor a su nombre. No es hasta 2008 que el Comité Federativo de Terminología Anatómica no publica “Terminología Histológica”, donde utiliza indistintamente próstata femenina, glándula parauretral y glándula de Skene (http://www.unifr.ch/ifaa/Public/EntryPage/ViewSource.html; p. 65). Más adelante, en el apartado del punto G, se ampliará esta información.

Los cuerpos y la sexualidad femenina se encontraban bajo el control médico y patriarcal. En el periódico The Guardian el 7 de febrero del 2010 el periodista Denis Campbell publica un escalofriante artículo basado en un trabajo del historiador Don Sheldon en el Journal of the Royal Society of Medicine, titulado “Los fundadores de la obstetricia británica eran ‘asesinos despiadados’”. En este artículo se cuenta que a mitades del siglo XVIII los médicos Willian Hunter y William Smellie, encomendaron el asesinato de docenas de mujeres jóvenes, campesinas, en todas las etapas del embarazo, pero especialmente a mujeres en los estadios más tardíos, con el fin de diseccionar sus cuerpos con el objetivo de ver si podían salvar las vidas de criaturas extraídas de madres acabadas de morir, y de experimentar con las disecciones. La suma total de asesinatos, entre 35 y 40, más sus criaturas no nacidas, es superior a la suma de los que cometieron Burke & Hare y Jack el Destripador. Asesinar por encargo con finalidades médicas lleva el nombre de “burking”. Estos doctores eran famosos y bien reconocidos, Hunter asistió a la reina Charlotte, esposa de George III a dar a luz a George IV. 

No nos extenderemos mucho con la historia. Foucault (1976, 1984a, 1984b) ya escribió su memorable historia de la sexualidad (y su “nacimiento de la clínica”, 1963 (Faltaba en las referencias, ahora está) ) y ya mostró que la medicalización de la sexualidad empezó en el XVIII, con el objetivo de disciplinar los cuerpos y regular y controlar las poblaciones.

En el siglo XIX se expandió la medicalización de la sexualidad. Para acallar las ansias emancipatorias de las mujeres, fuerzas culturales cada vez más poderosas (periódicos, manuales médicos, guías matrimoniales y la ginecología como especialidad), intentaron que las mujeres siguieran sin conocer su propia anatomía y sus respuestas sexuales. Urdieron la teoría de que el clítoris era causa de bajeza moral. En 1850 se afirmaba que la masturbación, en ambos sexos, era un peligroso camino hacia todo “un espectro de enfermedades físicas horribles” que llevaban a la locura (Wolf, 2013, p. 200). Hay que entender la obsesión contra la masturbación femenina como una reacción contra los “peligros” que entrañaba la emancipación de la mujer del hogar patriarcal, en un momento en que estaba consiguiendo muchos derechos: a divorciarse de un marido violento, a tener mayor control sobre sus ingresos y herencias dentro del matrimonio, a abandonar el matrimonio después de un divorcio con sus propiedades y la custodia de los hijos, en el mundo anglosajón (p. 194-200).

Pero solo para las pobres, porque las ricas acudían en masa a los masajes sexuales hasta el paroxismo (Wolf, 2013, p. 197; Aron & Starr, 2013, p. 214).

 Los primeros años del siglo XX

En realidad el psicoanálisis empezó por el interés de Freud en la histeria, que estaba vinculada con la patología de la sexualidad femenina y la reproducción. Las intervenciones médicas hasta principios del XX se centraban en los genitales femeninos: masajes, estimulación eléctrica, alteraciones quirúrgicas…

a.    masaje sexual hasta el paroxismo

Freud conocía perfectamente el clítoris y su función. A principios del siglo pasado era común que, en el tratamiento de las mujeres histéricas, se les practicaran lo que llamaban masajes genitales hasta el paroxismo, por vía manual o electromecánica. Esta práctica no está mencionada en la historia aunque su uso era muy común. El artículo de Karen Starr y Lew Aron (2011) sugiere que el mismo Freud los practicaba (aportan fotografía de las semejanzas entre el despacho de un psicoanalista y una sala de operaciones vibratorias (p. 384). En estos años había una potente industria médica que consistía en que las mujeres diagnosticadas de histéricas iban al médico donde se las masturbaba hasta el orgasmo. Algunos médicos amasaron fortunas masturbando a las damas de alta posición social, de forma manual o mecánica. Pero esta práctica estaba totalmente disociada de la sexualidad "real" y "madura" porque la masturbación estaba muy mal vista y las mujeres sexualmente "maduras", según Freud, obtenían el orgasmo por vía vaginal  gracias a la penetración del pene con vistas a la reproducción (Wolf, 2013, p. 216).

En los textos de Freud, la literalidad de esta observación no se encuentra en una único párrafo, sino que se va construyendo a partir de diversos fragmentos: “Cuando la transferencia de la excitabilidad erógena desde el clítoris a la vagina […] estas condiciones están ligadas íntimamente a la esencia de la feminidad” (Freud, 1905, p. 1224). “El reconocimiento de la diferencia sexual anatómica fuerza a la niña […] a apartarse de la masculinidad y de la masturbación masculina, dirigiéndola hacia nuevos caminos que desembocan en el desarrollo de la feminidad” (Freud, 1925, p. 2901) (Ya!) y “Con el viraje hacia la  feminidad el clítoris debe ceder, total o parcialmente, su sensibilidad y con ella su significación a la vagina” (Freud, 1932, p. 3167-8).

Por eso al orgasmo obtenido por masaje genital se le denominaba paroxismo. Las implicaciones de una práctica de este tipo están ampliamente comentadas en el número 21(4) de la revista Psychoanalytic Dialogues. ¿Y si la mujer que los recibía había sufrido abusos previos? ¿Qué pasaba con la excitación del médico? ¿Cómo lo vivían los maridos? Mucha disociación.

En el peor de los casos, podía haber cauterizaciones y/o intervenciones quirúrgicas -a menudo practicadas a criaturas para evitar la masturbación-, o como en el caso de la princesa Marie Bonaparte, que, como no conseguía alcanzar lamadurez sexual”, se hizo intervenir múltiples veces para que le fuera colocado el clítoris más cerca de la entrada de la vagina, a ver si así podía alcanzar el ansiadoorgasmo maduro” (Dimen, 2003, p. 142-143).

Como los masajes genitales duraban mucho, pronto se empezaron a fabricar vibradores y estos llegaron a ser tan populares que en los primeros años del siglo XX había publicidad de ellos en las revistas femeninas. Hasta que fueron utilizados en películas porno y ya no se pudo continuar sosteniendo la disociación de que eran para el paroxismo. Hubo una oleada de represión que los guardó en las catacumbas. A partir de aquí la historia ya la conocéis: Freud (1905) formuló los elementos psicológicos de la histeria diciendo que la evolución que convierte a la niña en mujer se manifiesta en “la transferencia de la excitabilidad erógena del clítoris a la entrada de la vagina”, que “una vez establecida, la mujer ha cambiado la zona directiva de su posterior actividad sexual”. “En este cambio de las zonas erógenas, así como en el avance represivo de la pubertad, yacen las condiciones principales para la facilidad de adquisición de la neurosis para la mujer, especialmente de la histeria” (p. 1224). Veamos cómo se produce, según Freud,

“Una nueva ola de represión [que] recae precisamente sobre la sexualidad clitoridiana [en la pubertad]. La fortificación de los obstáculos sexuales creada por esta represión […] constituye después un estímulo más (?) para la libido del hombre […] se eleva entonces la sobrevaloración sexual, que recae con toda su fuerza en la mujer que se niega al hombre y rechaza su propia sexualidad. […] en el por fin consentido acto sexual […] esta anestesia [la de la joven] puede ser duradera cuando la zona clitoridiana se niega a transmitir su excitabilidad” (p. 1224, los subrayados son míos). [2]

De modo que “… tales muchachas repugnan en su ulterior vida matrimonial conceder a sus maridos lo que les es debido (¿)[3]…” (p. 1227, el subrayado es mío). En estas expresiones que subrayo Freud va tejiendo un discurso que le llevará al zenit de la violencia simbólica que está perpretando cuando llega a afirmar: “La consecución del fin biológico [la reproducción] ha sido confiada a la agresión del hombre y hecha independiente –en cierto modo[4] - del consentimiento de la mujer” (p. 3176). (Considero que es interesante leer este texto como documento histórico de cuál era la teoría que sustentaba una práctica sexual de los hombres absolutamente dominante, sin ningún tipo de inhibición ni cuestionamiento, y que nos muestra, además, su carácter normativo. A la vez que describe, prescribe: al hombre se le daba legitimidad para la violación).

Por esto Chodorow (1994) dice: “al mirar los textos psicoanalíticos sobre el género y la sexualidad, una tiene la sensación que están minados de dominancia masculina cultural y de asunciones no cuestionadas sobre la normalidad cultural” (p. 60). Y “Los escritos de Freud sobre las mujeres ofrecen una visión fuerte y consistente de lo que es ser mujer en la psique de los hombres, es decir, la mujer como objeto, no como sujeto” (p.20).    

Admitámoslo el psicoanálisis puso mucha literatura al servicio de someter a las mujeres para disfrute de sus maridos: como ha quedado claro en el citado número del Psychoanalytic Dialogues  y en el libro de Aron & Starr (2013)  que recogen los frutos de años de denuncias en esta dirección. Cabe mencionar que la desaparición de la histeria de las conversaciones clínicas está relacionada con el reconocimiento cultural y la aceptación gradual del placer y la satisfacción sexual de las mujeres. Y que los masajes genitales fueron precursores de los talleres de masturbación de Betty Dodson en USA en los 80, y de los de eyaculación femenina de Diana J. Torres (2015) en España en esta década.

b.    El desarrollo psicosexual de Freud

En los mismos años que en las consultas médicas se practicaban los masajes sexuales Freud (1905, 1924, 1925, 1931, 1932, 1937) estaba elaborando la teoría del desarrollo psicosexual. A continuación vamos a deconstruirla, en base al trabajo de  Garriga (2010) y de Chodorow (1994), para hacer emerger como su visión transforma las diferencias sexuales entre hombres y mujeres en desigualdad jerárquica.

Allí Freud postulaba su teoría del sexo único, el masculino (el pene, la envidia del pene, el niño por compensación del padre a la niña, el clítoris como castración femenina, pero órgano masculino y la vagina como órgano femenino).

Dio Bleichmar (1997) contestaba: que en ausencia de andrógenos, un embrión mamífero aunque genéticamente sea macho, se desarrollará como hembra. “El estado neutro, de reposo o inicial para los mecanismos centrales del sexo, así como los rudimentos de los órganos sexuales y de sus aparatos anexos, son femeninos; es decir, que si el flujo de andrógenos es bloqueado, el cerebro femenino retoma el mando” (p. 344). El cerebro humano, embriológicamente  hablando, es hembra, y, si en un periodo crítico determinado –la octava semana- recibe el empuje de los andrógenos liberados por el cromosoma “Y”, entonces se masculiniza. De la misma manera, el pene resulta de la androgenización del clítoris, de manera que no se puede seguir sosteniendo que el clítoris sea ni embriológica, ni anatómicamente, un órgano masculino.  

c. “La feminidad”

En este texto de1932 Freud “dicta” la feminidad a las mujeres (les dicta su papel de género). Empieza diciendo que “que el clítoris tiene que ceder su sensibilidad y con ella su significación a la vagina… así pues, en el curso del tiempo, la muchacha debe cambiar de zona erógena y de objeto (de la madre al padre), mientras que el niño conserva los suyos” (p. 3168) –aunque dedicaremos un apartado al tema orgasmo, empecemos observando que pide un imposible; si el clítoris es sensible, que lo es, no puede dejar de serlo. De Béjar (2001) llega a nombrar ablación occidental a esta mutilación sutil, sin utilizar el cuchillo pero con el mismo resultado: la renuncia al placer (p. 92). Dio Bleichmar (1997) ya contestó que el clítoris es femenino. La recuperación del placer del clítoris ha sido la principal tarea de la sexología de la segunda mitad del siglo XX.

Más adelante, Freud (1931, p. 3080) dice que la mujer “reconoce el hecho de su castración, y con ello también la superioridad del hombre y su propia inferioridad” y que debe adoptar “la actitud femenina normal” (tomar al padre como objeto y constituir la figura femenina del Complejo de Edipo) que desarrolla en “La feminidad” (1932). 1. Pasividad: “En la mujer, y emanada de su papel en la función sexual, una cierta preferencia por la actitud pasiva y los fines pasivos se extiende al resto de su vida” (p. 3166); 2. Masoquismo: “El sojuzgamiento de su agresión […] favorece el desarrollo de intensos impulsos masoquistas” (p.3166), 3. Inferioridad: “[por el complejo de castración] la niña, se siente en grave situación de inferioridad […] y sucumbe a la ’envidia del pene’” (p. 3172); 4. Super-yo: El super-yo de la niña “no puede alcanzar la robustez e  independencia” (p. 3174) el “escaso sentido de la justicia”, el que “sus intereses sociales son más débiles y su capacidad de sublimación de los instintos menor que los de los hombres” (p. 3177); y 5. Narcisismo: “La mujer estima tanto más sus atractivos cuanto que los considera como una compensación posterior de su inferioridad sexual original” (p. 3176).

A eso tenemos que unir que, anteriormente, en 1896, en “La etiología de la histeria”, Freud había escrito su mal llamada teoría de la seducción: “en la base de todo caso de histeria se encuentran una o varias vivencias de experiencia sexual prematura en la niñez (p. 306) como: estimulación de los genitales, acciones semejantes al coito,… realizadas por adultos (p. 309), que se determinan como fuerza traumática, y que deberían dar lugar a un nuevo paradigma: “¿Qué te han hecho? ¡Pobre criatura!” (Intebi, 1998, p.92).

Esta visión casi no llegó a ver la luz porque el 21 de setiembre de 1987 le escribe una cara a Fliess en la que afirma que ya no cree en su neurótica teoría de las neurosis (Intebi, 1998, p.93). En 1905, en los “Tres ensayos” ya no quedaba ni rastro de ella, porqué allí afirmaba que “los sucesos traumáticos de la infancia constituyen una defensa para evitar los de la adolescencia” y porque temía que la teoría de la seducción podía frenar el avance de la teoría psicoanalítica. En el texto de 1932 afirma “casi todas mis pacientes pretendían haber sido seducidas por su padre. Al cabo, se me impuso la conclusión de que tales informes eran falsos, y aprendí así a comprender que los síntomas histéricos se derivan de fantasías y no de sucesos reales. Más tarde pude reconocer, en esta fantasía de la seducción por el padre, la manifestación del complejo de Edipo típico femenino” (p. 3169). La desaparición de esta teoría era, sobre todo, una manera de no cuestionar el “statu quo” de poder y privilegios de los hombres de la época y de sus seguidores, que incurrían en todo tipo de licencias sexuales con sus pacientes y conocidas, a menudo con el beneplácito e incluso la invitación de Freud. Lo que espero mostrar en los párrafos que siguen.

Como escribí (Garriga, 2010), el número 3(4) de 2002 de Studies in Gender and Sexuality fue dedicado íntegramente a un simposio entre Elisabeth Young-Bruehl, Philip Kuhn, Glen O. Gabbard, George J. Makari y John Kerr sobre la “conducta indecente/pedofilia” de Ernest Jones, que abrió un extenso debate acerca del abuso y la violación de límites en la historia del psicoanálisis, desde Freud. Kuhn (2002) investiga una acusación formal que se le hizo a Jones, mientras trabajaba en el Departamento de Educación del Consejo del Condado de Londres, en 1906, por “conducta indecente” que le llevó a juicio, pero de la fue absuelto, a pesar de haber involucrado a un niño y a tres niñas y a que hubiera una prueba irrefutable: un mantel manchado de semen. Este hecho tuvo lugar solo tres años después de que se le hubiera pedido que dimitiera del Hospital de Niños del NE de Londres. En 1907, se le volvió a acusar de inadecuación sexual y se le pidió que dimitiera, esta vez del hospital de Enfermedades Nerviosas del West End (p. 345-346). En resumen, en 1903, 1906 y 1907, tuvieron lugar estos hechos que le dejaron con la reputación manchada y con la única opción de emigrar al Canadá. Entonces se acercó al psicoanálisis. Cuando en 1908 Jones se establece en Toronto como psicoanalista, le sigue el escándalo, ya que “una de sus primeras pacientes le amenaza de demandarle por explotación sexual, de manera que Jones le pagó 500$ por su silencio para evitar un escándalo público (Gabbard, 2002, p. 380). Cuando en 1912 Jones se trasladó a Viena con Loe Kann, su pareja de hecho, que era adicta a la morfina, le pidió a Freud que la analizara. En una carta que le había mandado en 1910 a Freud, Jones le decía: “siempre he sido consciente de la atracción sexual con mis pacientes; mi mujer era mi paciente” (p. 380). Freud estaba tan encantado con Kann que incluso la invitó a su casa una Nochebuena.

“Freud tenía una predilección para rescatar a las mujeres que se encontraban en dificultades con sus discípulos. Además del triangulo Freud-Jones-Kann, también se abrió paso entre Jung y Spielrein y entre Ferenczi y Elma Palos, en todos los casos con poco tacto por la falta de límites del acuerdo. Jones se sentía cada vez más excluido a medida que el vínculo entre Freud y Kann se hacía más profundo, y pronto se involucró sexualmente con Lina, su asistenta. Freud exhortó a Kann en dirección a Herbert Jones (que no tenía ninguna relación con Ernest), un joven americano por el que ella se sentía atraída […] La explotación sexual de pacientes era ubicua entre el círculo íntimo de Freud” (p. 381).

Barbara Noel escribió acerca de los abusos sufridos a manos del reconocido psiquiatra y psicoanalista Jules Masserman. Le inyectaba amital sódico en la vena y la violaba mientras estaba inconsciente (p. 385). Freud animó a Horace Frink (un analista americano que se analizaba con él en Viena) a involucrarse sexualmente con Anjelica Bijur, una antigua paciente suya porque pensaba que haría contribuciones significativas al avance del psicoanálisis (p. 387).

Freud no mostraba mucha preocupación por las violaciones de límites de sus colegas. Le escribió una carta a Pfister en la que admitía:

“la ética me es remota… no me rompo demasiado la cabeza acerca de lo bueno y lo malo, pero he encontrado poco de ‘bueno’ acerca de los humanos como grupo. En mi experiencia la mayoría son basura, independientemente de que estén adscritos a alguna doctrina o a ninguna… Si tenemos que hablar de ética, me adscribo a un alto ideal del que la mayoría de humanos con los que me he cruzado se encuentran lamentablemente muy lejos” (Gabbard, 2002, p. 386). 

Chodorow (1994) ya documentó la visión amoral de Freud respecto al comportamiento sexual abusivo de los hombres:

“A Freud no le llama la atención el hecho de que el padre de Dora contagiara a su madre de sífilis, y que esta enfermedad también podía haber afectado la salud de sus hijos. Tampoco condena el hecho de que este padre estuviera dispuesto a entregar a su hija, de 14 años, a un hombre maduro, el Sr. K., que estaba encantado con el regalo y que intento forzarla” (p. 24).

En el caso de Paul Lorenz, el Hombre de las Ratas,

“Freud comenta, solo de pasada, que Lorenz podía haber seducido a su hermana y que se sentía ciertamente libre de seducir y utilizar a una variedad de otras mujeres – a veces con consecuencias drásticas, ya que parece que indujo a una al suicidio. En el caso del “entrañable viejo” que tenía por costumbre llevar a las hijas jóvenes de sus amigos de excursión, con pernocta, y las masturbaba. En su análisis su única preocupación era si tenía las manos limpias o sucias y las consecuencias que esto podía tener para su salud física” (p.25).  

Dentro del psicoanálisis, el problema de las violaciones de límites sexuales no tuvo la atención que merecía hasta que hubo un número suficiente de mujeres psicoanalistas que lo denunciaron, porque las malas prácticas sexuales se ven distintas en función del género de lxs[5] observadorxs (Gabbard, 2002; p. 385). Más adelante veremos, en el caso Juanito, otro ejemplo de matrimonio “animado” por Freud.     

Freud acaba llegando al repudio de la feminidad (1937), que define como “en las mujeres el deseo de un pene y en los varones la lucha contra la pasividad” (p. 3363). En resumen, Freud, con toda su teorización del desarrollo psicosexual que acabamos de ver, ha convertido una diferencia biológica en una desigualdad jerárquica: un superior valorizado y una inferior abyecta. Con esta operatoria legitima una relación de dominación del hombre sobre la mujer inscribiéndola en una naturaleza biológica: una construcción social naturalizada (Bourdieu, 1998).

d. La masculinidad: “El caso Juanito”

Ya ha quedado claro el trabajo normativo del psicoanálisis respecto a la feminidad. Ahora vamos a verlo con la masculinidad. En el centenario de la publicación de “Análisis de la fobia de un niño de cinco años (Caso ‘Juanito’)” pudimos ver la deconstrucción que hizo Corbett (2009) en “Little Hans: Masculinity foretold”.  El mismo título ya es elocuente: la masculinidad profetizada. En el artículo Corbett contempla el caso como:

“una ilustración ejemplar de cómo la narrativa normativa de la masculinidad ha cambiado poco durante los últimos 100 años, porque el chico que emerge de la explicación de Freud es un chico apartado de las mujeres, de sus cuerpos y de sus estados afectivos, aunque vulnerable a su belleza idealizada –se enamora perdidamente- y a su generosidad. Es un chico formado en la competencia con otros hombres y en el repudio de su deseo hacia ellos. Un chico que tiene que soportar la opresión de los hombres narcisistas poderosos. Un chico que está constituido mediante el objetivo antes que el objeto” (p. 760).

Es decir, el objetivo de Freud era explicar su teoría de Edipo, que para el caso Juanito sería un cuento como este: “Mucho antes de que Juanito naciera… yo sabía que vendría un Juanito que querría tanto a su mamá que se vería  empujado a temer a su papá por ello”. Juanito ya era un personaje de la narrativa edípica de Freud mucho antes de que naciera. Es decir, estaba predeterminado. Tanto es así que el mismo Juanito llegó a preguntar a su padre si el Profesor hablaba con Dios, puesto que podía predecir las cosas de antemano.

Juanito fue el primer niño psicoanalítico –el sujeto fundante- a partir del que Freud (1909) elaboró e incorporó su teoría de la niñez (boyhood) y la masculinidad. Vamos a ver un poco cuál es el contexto en el que se construye esta noción. La historia es la de una familia: padre, madre, hijo e hija. El padre de Juanito trasladaba sus observaciones a Freud, quien le asesoraba acerca de cómo tratar la fobia de su hijo a los caballos. Su padre le decía a Freud: “Teme que un caballo le morderá por la calle, y este miedo parece estar de alguna manera conectado con que a Juanito se le ha asustado con un gran pene, aunque también me pregunto si esta fobia puede expresar su ansiedad en relación con su madre”. El padre de Juanito le planteaba a Freud un dilema entre apego y deseo que Freud resolvió rápidamente a favor del deseo como primario, que presiona pero que está reprimido, lo que da cuenta de la ansiedad relacionada con el deseo erótico hacia la madre, quien a su vez responde con ansiedad y amenaza a los comportamientos masturbatorios de Juanito. A pesar de que Freud había percibido la necesidad de Juanito de contacto afectivo con su madre, él estaba centrado en sus ideas: la represión, y la primacía del deseo sexual hacia la madre (el Edipo).

Entonces asoció el caballo con el deseo fálico no domado, y que Juanito estaba preocupado con su pene y con su placer masturbatorio, y ansioso porque se veía inferior a aquellos que poseían un pene más grande, lo que permitió a Freud afirmar mediante su metanarrativa acerca de la “constitución sexual” como primaria, pre-discursiva y anterior a la cultura, que, los estados psíquicos llamados masculinidad  se originan mediante la “función biológica” por el pene predisponente, que en este periodo está marcado no por la primacía genital sino por la primacía del falo”. Además equiparaba deseo heterosexual a masculinidad. En este marco, el cuerpo del chico –su pene en particular- inicia e impulsa su experiencia subjetiva y relacional de deseo. En este marco, el pene precede al chico (p. 739-740).  Además, Corbett, partiendo del trabajo de Lewes (1988), sabe que hay doce posibles soluciones al complejo de Edipo, y conoce las consecuentes variaciones de la sexualidad y del género que pueden surgir de ellas, y que la heterosexualidad es sólo una de las doce posibilidades para el chico (y doce para la chica): sexualmente activo, con una elección de objeto de distinto sexo (anaclítica vs narcisista), escogiendo como objeto una madre castrada, y basándose en la identificación con el padre. Queda claro que resulta problemático otorgar normalidad a una única sexualidad. Tanto Lewes como Chodorow (1994), como Corbett (2009), afirman que todas las sexualidades son problemáticas y que todas se tienen que explicar porque surgen del trauma y del compromiso. 

Ahora sabemos, porque en el 2005 se han desclasificado de los Archivos de Freud, que la familia de Juanito estaba muy interesada en las ideas de Freud (él consideraba que se encontraban entre sus adherentes más íntimos), en realidad Max, el padre, hacía observaciones de la vida sexual de los niños para Freud. También sabemos que Olga, su madre, había estado en tratamiento con él, tal vez todavía la estaba tratando mientras escribía el “Caso Juanito”. El matrimonio, animado por Freud, fue un fracaso. A pesar de esto, él les aconsejó que tuvieran hijos. Tuvieron a Hans y una niña 3,5 años menor, Hanna. La relación de Olga con sus hijos era mala, aunque con Hans era mejor que con Hanna, a la que literalmente, maltrataba. En cuanto fue adulta Hanna se suicidó. Por otro lado, la literatura alrededor del caso muestra una Olga muy desequilibrada con su familia y enfadada con Freud porque consideraba que Freud les había destrozado la vida.

Lo que es llamativo del caso Juanito es la ausencia de referencias a la familia en su discusión. Freud coloca a la familia en un lugar simbólico, que no está sostenido por los datos de su vida de cada día, o, a decir verdad, los ignora deliberadamente para poder afirmar, como hace, que, la madre de Juanito es “excelente y dedicada”. Pero más significativa aún es la ausencia de la madre como sujeto hablante. Por lo tanto, lo que Corbett señala es que el discurso del último siglo acerca de la masculinidad gira alrededor de estas ausencias.

Los últimos cincuenta años de teoría angloamericana del género (Stoller, 1968; Benjamin, 1988, 1995, 1998; Chodorow, 1978, 1994, 1999, 2012; Butler, 1993, 2004, Dimen, 2003, 2011; Goldner, 2003; Harris, 2005; Layton, 2004) junto con la teoría psicoanalítica del desarrollo (Fonagy, 2001) han construido una teoría consistente que se fundamenta en la comprensión de una matriz que contempla la integración de: relación, cuerpo, mente y social.

Entonces, Corbett entiende que la experiencia de masculinidad de Juanito está construida mediante una acumulación compleja de un intercambio infinito de interacciones entre cada figura parental y el niño; entre la sociedad y el niño; entre el mundo simbólico y el niño; del niño y su cuerpo y sus genitales; de la observación de las diferencia sexuales morfológicas; y de los componentes  fisiológicos. Que este proceso complejo empieza a funcionar después del nacimiento (o antes, ahora que se puede saber el sexo de la criatura desde los pocos meses de gestación), y se cruza con un desplegamiento infinito de significados conscientes e inconscientes y de mensajes enigmáticos que se traspasan de las figuras parentales a las criaturas.

Lo que hizo Freud, desde su posición de autoridad, con Juanito, fue darle respuestas que definían, dictaban y predeterminaban la masculinidad, una masculinidad dominante, que lleva su mancha indeleble: heterosexual, homofóbica, independiente, propulsada por el poder, que coge, que no necesita, y que no tiene lugar para el reconocimiento mutuo.

A Juanito la masculinidad le es profetizada, definida, predeterminada, instalada, regulada y reforzada. A Juanito Freud le introduce mediante la interpretación lo que es y lo que no es un chico, lo que debe y lo que no debe hacer, lo que teme y lo que desea (p. 757).

Corbett termina su artículo dándonos su propia visión de la masculinidad (estaba a punto de publicar su libro “Maneras de ser chico (boyhoods): repensando las masculinidades”) en que la contempla como algo parecido a un campo de fuerzas o a un ensamblado caótico, emulando a Harris (2005). Afirma que los tropos socioculturales del género se combinan con patrones sociofamiliares que a su vez son matizados por contingencias de raza, de clase y de época histórica. Esta construcción a su vez, se entreteje con el desplegamiento intrincado del cerebro, las neuronas, las hormonas y la piel. Actualmente, un siglo más tarde, en el momento que consideramos las distintas posibilidades de los chicos modernos, nos quedamos con una visión más compleja y más humilde, con un discurso con menos certidumbres, aún reconociendo el misterio de la masculinidad y los límites de nuestro alcance.

Si nos fijamos bien, se ha operado un cambio de paradigma. Ya no decimos que el género es una construcción social, como sosteníamos basándonos en el trabajo de Money, sino que ahora hablamos de un entramado multifactorial: relación, cuerpo, mente, social.

2.  Raíces biológicas: determinación genética, hormonal y neuroanatómica del sexo y el género.

a. Raíces hormonales de la masculinidad

Kernberg (1995) afirma que una diferencia bien establecida en el rol de género es la mayor agresividad de los chicos. Que Tobeña (2008) relaciona inequívocamente con la testosterona. Además, los andrógenos, afirma Tobeña (1995), son el ingrediente principal que influye en la intensidad del deseo sexual tanto en machos como en hembras.  

Simon Baron-Cohen (2004)  descubrió que los niños que han sido expuestos a mayores dosis de testosterona  en el útero jugaban de una forma más agresiva que los que habían sido expuestos a dosis menores.

Aunque a todo esto no hay que olvidar la afirmación de Chodorow (1994) que dice que “hay muchas evidencias de la biología moderna que muestran que la experiencia afecta a las estructuras y funciones tanto como a la inversa” (p. 40) como es el caso de le epigenética.

b. Interacción cerebro-hormonas-cuerpo.

Young & Alexander (2012), argumentan que en 1974, con el artículo de Imperato-McGinley, se dieron a conocer las machihembras de Las Salinas (Sto. Domingo), chicas que habían nacido con inequívocos rasgos de mujer: genitales de aspecto femenino, con labios y clítoris, y que eran criadas como niñas. En la época de la pubertad (12 años aproximadamente) les salía pene y entonces las chicas se convertían en hombres (una transexualidad espontánea), y con ello también cambiaba su comportamiento, se casaban y tenían hijos; aunque tenían un pene un poco más pequeño, no mucha barba, y menos calvicie, se autodenominaban varones.

Las machihembras eran pseudohermafroditas, parecían niñas, pero en realidad eran niños 46, XY, tenían testículos que no habían descendido, los labios mayores en realidad eran la materia prima para el escroto, y el clítoris era un pene que estaba esperando instrucciones para desarrollarse. Habían nacido con una mutación en la 5-alfa reductasa, un enzima cuya función es convertir la testosterona en dihidrotestosterona, el mensajero que da la orden de construir genitales masculinos. En estado fetal, las machihembras no fabricaban bastante testosterona, pero cuando llegaban a la pubertad y recibían una inyección masiva, los receptores empezaban a responder y se les desarrollaban los genitales masculinos. Las machihembras tenían un sexo genético XY; un sexo gonadal inmaduro que, en la pubertad, por efecto de su sexo hormonal, las convertía en hombres, con un sexo genital masculino; una identidad sexual y una identidad de género masculinas –después de la pubertad, y una orientación sexual heterosexual.

c. El cambio de paradigma en el sistema sexo-género

Si como sostenían de Beauvoir (1949) y Money (1975) es la sociedad la que moldea la identidad de género, es decir, que el género es sólo una construcción cultural, estas chicas deberían mantener su identidad, pero la cambiaban. En 1979, Imperato-McGinley afirmaba que “el alcance de la exposición del cerebro a los andrógenos en el útero, durante el primer período postnatal y en la pubertad, tiene un mayor efecto a la hora de determinar la identidad de género masculina que el sexo en el que se cría al sujeto” (Young & Alexander, 2012, p. 30).

Judith Butler (2004) también cuestionó la posición de de Beauvoir y de Money, que fue adoptada por las feministas, muchas de nosotras entre ellas. El caso de Money, Bruce/Brenda/David Reimar, es el paradigmático. Después de que al niño Bruce se le pasara a llamar Brenda y se le educara como niña, con posterioridad a una intervención accidentada que le había dejado sin pene, este caso se convirtió en soporte de la importancia de la crianza en la teoría de Money, que sostenía que la identidad de género se adquiere por socialización. Años más tarde, Brenda se operó para quitarse los pechos que se le habían formado por los estrógenos, y para dotarse de un simulacro de pene y testículos, y pasó a llamarse David. Empezó a tomar testosterona y se casó con una mujer a quien ayudó a criar a sus hijos. Pero no pudo enderezar su atormentada historia. Acabó suicidándose a la edad de 38 años disparándose con una escopeta, en su tercer intento. Estaba separado de su mujer (Young & Alexander, 2012; p. 32). El cerebro de David era masculino, debido a que había recibido una baño de andrógenos en su octava semana de vida fetal, independientemente de sus genitales y de su socialización. Butler y todo el movimiento intersex y transexual cuestionan el ideal del binarismo de género ante el continuum de posiciones que existe entre el varón y la hembra (Butler, 2004; p. 99) por diversas causas, una de ellas la organizativa, que se desarrolla a continuación.  

Las vacas freemartin, gemelos de distinto sexo -el macho es normal, la hembra es estéril- han demostrado “la hipótesis organizativa” (la que sostiene que los rudimentos del cerebro son femeninos, que se masculinizan por efecto de los andrógenos). La hembra es estéril porque su cerebro ha sido bañado con hormonas masculinas, no las suficientes para masculinizarse, pero sí para dificultar su expresión como hembras.

Todavía en 1978, Larry Christensen (alumno de Roger Gorski) en UCLA, observa en unos ejercicios casuales con el microscopio electrónico, que el área preóptica medial del hipotálamo era mayor en los machos que en las hembras (en realidad cinco veces mayor), a partir de este momento se le bautiza como núcleo dimórfico sexual.

1/20.400 varones nace con el Síndrome de Insensibilidad a los Andrógenos, son varones 46, XY que nacen con un cuerpo de aspecto femenino y sus testículos no han descendido. A diferencia de los machihembras, cuando son pequeñas muestran conductas femeninas, prefieren los juguetes y los juegos femeninos y sienten atracción por los varones cuando crecen. En lo que respecta a sus cerebros son mujeres.

1/15.000 bebés nacen con una Hiperplasia Adrenal Congénita (que hace que el feto en desarrollo reciba grandes dosis de andrógenos). Los niños que la padecen tienen baja estatura e infertilidad, conducta de niño normal. En cambio en las niñas puede provocar genitales ambiguos, un clítoris más grande de lo normal y aparición de un escroto. Posiblemente sean estériles. Adoptan el lesbianismo en fases posteriores de su vida en mayor proporción que las chicas que no lo padecen, y juegan más como niños.

Los andrógenos, aplicados o inhibidos durante un momento determinado del desarrollo, no solo afectan a los genitales, sino que también marcan un camino para nuestras conductas más trascendentes a lo largo de nuestras vidas.

De Iceta (2003) tiene un excelente trabajo en Aperturas Psicoanalíticas en el que evalúa los conocimientos más recientes del momento respecto a diversas variables: las consabidas diferencias en habilidades espaciales a favor de los hombres y en habilidades verbales de las mujeres, pero va más allá. Nos advierte que la fascinación por las diferencias puede oscurecer que tenemos muchas semejanzas. En sus referencias encuentra estudios sobre el funcionamiento emocional relacionados con la distinta activación de los hemisferios cerebrales en hombres y mujeres. Y encuentra diferencias en comunicación emocional apego y desarrollo. 

Kim Wallen (2009), investiga y concluye que hay evidencias que avalan la hipótesis organizativa  que postula que hay muchos momentos críticos en la organización neuronal que configuran las estructuras cerebrales y que hay  conductas de género mediadas por nuestros cerebros por efecto de las hormonas. Esta no es la única base de la construcción del género, como tampoco lo era la que afirmaba que el género es una construcción cultural, como señala adecuadamente Estupinyà (2013, p. 38). La definición de Corbett es la más completa.

Corbett (citado en Garriga, C., 2011, p. 440) partiendo de la teoría del caos o la dinámica no-lineal, dice:

“No hay momento original; no hay genitales disposicionales; en vez de eso, el género y los genitales están construidos mediante momentos no-lineales sobre-determinados. No hay deseo original; los deseos y los estados del género se acumulan mediante la complejidad caótica. El género y la vivencia genital están interimplicados; la dirección de causalidad no va ni de la vivencia genital al género ni del género a la vivencia genital. La dirección de causalidad no va ni de la materia prima de la fisiología hacia la mente construida ni de la mente hacia la fisiología. La red de deseos creada mediante el exceso relacional de la vida humana es demasiado compleja para semejante causalidad simplista.

El género está incorporado y constituido por vía de la fantasía, la excitabilidad orgánica, el deseo, la neurona, el músculo, la relacionalidad, la herida, y la práctica. El cuerpo generado se materializa en un campo sociocultural complejo, abierto a múltiples puntos de referencia, a expectativas normativas, y a significados relacionales idiomáticos”.

d. Hipótesis organizativa: circuitos distintos, conductas distintas (homosexualidad y transexualidad)

Muchos mamíferos adoptan conductas homosexuales. A los primates les gusta el sexo homosexual. Tienen orgasmos con parejas del mismo sexo. Los gorilas dominantes tienen novios; algunas bonobos dedican el 60% de su vida sexual a encuentros homosexuales (de Waal, 1995).

Un fenómeno denominado efecto de posición  es parecido al efecto freemartin, una hembra de roedor que se desarrolla en el útero materno entre dos compañeros machos puede verse masculinizada o desfeminizada. De mayor, preferirá cubrir a miembros de su propio sexo y exhibir conductas de tipo masculino. Estos trabajos son los precursores de los disruptores endocrinos de los plásticos (Fred vom Saal, 1989).

Según como se haya configurado el cerebro durante el desarrollo, este tiene la capacidad de desplegar conductas homosexuales, bisexuales y transexuales (Roselli y col., 2009). Estos autores han llegado a la conclusión, estudiando a los carneros, de que no hay tan solo uno o dos momentos cruciales para la organización cerebral en el feto, sino muchos, que afectan a determinadas regiones cerebrales en momentos diferentes.

Dick Swaab (2008) trabaja en Ámsterdam con cerebros humanos gracias a que en los Países Bajos han facilitado la donación de cerebros para usos científicos. LeVay, en 2010, también encontró que otra área del hipotálamo, el núcleo intersticial del hipotálamo anterior (INAH3), era entre dos y tres veces más pequeño –y de tamaño parecido al de las mujeres- en homosexuales que en heterosexuales. En 2010 Swaab (en comunicación personal a Young & Alexander) reveló que también ha descubierto el cerebro transexual. El núcleo del lecho de la estría terminal –NLET- es sexualmente dimórfico, y desempeña un papel primordial en las conductas sexuales masculinas.

Swaab examinó los NLET de hombres y de mujeres hetero y homosexuales, y los de personas transexuales (de H a M) y descubrió que el NLET de un transexual era del mismo tamaño que el de una mujer. (Estos descubrimientos se han podido utilizar para permitir que los transexuales puedan modificar sus pasaportes para que reflejen el sexo de sus cerebros). 

No se sabe exactamente qué mecanismo crea las identidades transexuales; pero lo que sí han demostrado las investigaciones es que: “Lo que presenta diferencias no es una única estructura sino que hay diferencias en todo tipo de redes” (p. 52).

Young & Alexander (2012) atribuyen a las distintas interacciones entre estructura cerebral y hormonas, en distintos momentos críticos de su evolución, las variaciones de sexo y género (p. 51-54).

  1. Las reacciones hormonales que desencadenan la formación de nuestros genitales se producen al principio del embarazo.
  2. Las influencias hormonales que configuran nuestro cerebro se producen en una fase posterior de la gestación.
  3. Si uno se fija en los órganos sexuales no puede sacar ninguna conclusión. El pene no hace al hombre, ni la vagina hace a la mujer. Un ser humano 46, XY con insensibilidad a los andrógenos es una mujer; una persona con pene y barba que se siente mujer, y le atraen los hombres no es un hombre homosexual, sino una mujer heterosexual.
  4. Un hombre que se siente atraído por otros hombres, pero se comporta y siente como un hombre, es un hombre con un cerebro homosexual.
  5. En resumen: los genitales, e incluso los cromosomas, pueden ser irrelevantes para la conducta de género.
  6. Las chicas heterosexuales son más flexibles en sus expresiones de género que los chicos heterosexuales (Swaab opina que el cerebro de las mujeres es por naturaleza un tanto bisexual, cosa que Diamond [2008] ha confirmado con el concepto de fluidez sexual)..

3. Mundo queer

a. La proliferación de géneros y opciones sexuales

Este apartado se basa en dos artículos (Garriga, 2007, 2008), en el contenido del panel de género presentado en Madrid (Garriga, 2011) en el congreso de la IARPP y en una mesa redonda en Studies in Gender and Sexuality entre Corbett, Dimen, Goldner y Harris (2014). Para lxs[6] psicoanalistas es mucho más interesante esta visión multifactorial porque recoge la complejidad y la singularidad a la vez.

Harris sostiene en esa mesa redonda que, puesto que las vivencias de género son tan distintas, necesitamos una teoría lo bastante flexible como para que las contenga todas. Pone como ejemplo que en una conversación con Snitow (una feminista de la segunda ola) en los 80 decían que cuando llegó el feminismo, la mitad de las mujeres dijeron: ‘¡Hurra! ¡Nunca más tendré que ser mujer!’, mientras la otra mitad decía: ‘¡Hurra¡ ¡Ahora puedo ser mujer!’. Sedgewick (1990) lo formuló diciendo que “algunas personas son más de género (gendery) que otras”. La teoría del caos es la que Harris (2005) propone como más abarcativa y que Cobett (Corbett y col., 2014) también abraza.    

Corbett (2011) propone que se están articulando nuevos ideales de apoyo. Dice: “Nuevas posibilidades para el reconocimiento están en juego. Se ha puesto en cuestión la necesidad rígida del orden simbólico; tomad en consideración la ampliación del marco de la ley matrimonial, la importancia decreciente de los códigos de género tradicionales, el desmantelamiento de las polaridades de género tradicionales, la amplia red de lenguaje y de modos de intercambio comunicativo, y la re-definición de la familia, para nombrar unos pocos. El campo de fuerzas de lo simbólico está abierto a momentos de discontinuidad, de ruptura, y de movilidad. Las psiques ya no necesitan estar cercadas en las mismas jaulas viejas. Los géneros no necesitan seguir la misma vieja identificación con la figura parental del mismo sexo. Los cuerpos paradójicos se pueden  tener en pie como tales (Ver como ejemplo a Andrej/Andreja Pejic, que desfiló para Gaultier tanto con trajes de hombre como con vestidos de boda de mujer; inicialmente se definía como andrógino; ahora se ha hecho transmujer). Ahora los géneros se convierten en materia (pasan a ser corporalizados) dentro de un espectro menos constrictivo. (Lazlo Pearlman es otro ejemplo de transexual M a H, que mantiene sus genitales femeninos, lo mismo que Buck Angel)[7]. El desarrollo del género, su corporalidad, y las identificaciones de género están abiertos a un rango de posibilidades y de diferencias; quizás los tipos de diferencias que hacen que valga la pena vivir la vida” (citado en Garriga, 2011, p. 441). 

Otro ejemplo de cuerpo paradójico es el de Thomas Beatie, el “hombre embarazado”. Beatie, como Pearlman y Angel, es un hombre trans de M a H que mantuvo su aparato reproductor (excepto las mamas), y que gestó y dio a luz a tres criaturas, una niña y dos niños, con esperma de donante. Para contar su historia escribió el libro “Labor of love. The story of one man’s extraordinary pregnancy”. La palabra “labor” tanto significa trabajo como parto. Beatie es  conferenciante de universidades, licenciado en ciencias de la salud, y Executive MBA. Beatie era hija de una mujer de ascendencia británica de San Francisco y de un hombre de origen coreano. Nació y creció en Hawai. A los 10 años se empezó a identificar como hombre. A los 23 se sometió a una cirugía de cambio de sexo, pero solo de la parte superior de su cuerpo (mastectomía y silueta). Antes de casarse se cambió el nombre y toda la documentación oficial de acuerdo con las leyes de Hawai. Se casó en un matrimonio heterosexual con una mujer. Se mudaron a Oregón, donde, siendo hombre tuvo a sus tres hijxs, con problemas en el hospital porque no le querían llamar padre. En 2012 se quiso divorciar en Arizona; después de un calvario de denegaciones y nuevas admisiones a trámite, porque en Arizona el matrimonio entre personas del mismo sexo no es legal –no reconocían su cambio de sexo-, le concedieron el divorcio en 2014.  Su caso es extraordinario, porque en él se cruzan tanto aspectos emocionales como legales de su condición. También se aprecia la complejidad de un país como Estados Unidos con la capacidad legislativa de los diversos estados, que, junto con la movilidad de los ciudadanxs, puede dar lugar a situaciones muy complicadas como este caso.

En Aperturas Psicoanalíticas hay trabajo exquisito y muy bien documentado (de Iceta & Soler, 2014) respecto a la intersección entre identidad de género, despatologización y legalidad que da cuenta de la extrema complejidad en juego en casos como el de Beatie, en el mundo trans y en el queer. 

Fue Goldner quien en 1991 afirmó que la estructura i/o paradigma de género constituye una “situación patógena universal” que induce a un sistema de falso self traumáticamente sumiso que, en sí mismo, produce una multitud de síntomas e innumerables formas de sufrimiento no reconocidos como tales: la melancolía y la homofobia; el trauma narcisista que constituye la feminidad como un sexo de segunda categoría; la agresividad defensiva y la hipersexualización de la masculinidad  normativa; la relacionalidad depresiva y la inhibición de la capacidad de actuar (“agency”) y del deseo que constituye la feminidad normativa. Actualmente, Goldner (Cobett y cols., 2014) sostiene que esto sigue así tanto para los géneros normativos como para los variantes, que aun sufren más, más que nada por el trauma del estigma. No un trauma con T mayúscula, sino mayores índices de ansiedad y depresión que sus iguales, debidos a incomodidad/malestar corporal, estigma social y rechazo.

Goldner también muestra el calvario que tienen que atravesar muchxs trans para conseguir una transición sin demasiados tropiezos. Y cómo el DSMV ha evolucionado favorablemente, desde Trastorno de la Identidad de Género (GID) a Incongruencia de Género, Variación de Género, y finalmente Disforia de Género, que, para lxs que necesitan un diagnóstico, se llama Disforia de Género en Remisión.

Pero concluye que todos los géneros canalizan a la vez conformidad y transgresión; que el género es siempre un problema a resolver y una solución a este problema; que el género es simultáneamente una operación de falso-self y una búsqueda de un yo verdadero; todas las dualidades en acción operando a la vez. Goldner nos llama la atención acerca de los modelos de lxs preadolescentes en la construcción de su identidad: lxs ídolos del pop, las revistas especializadas que insisten en la delgadez, etc. El documental de 2011 Miss Representation, que se puede ver gratuitamente on-line, muestra como el cuerpo de las chicas, desde tan pronto como los 10 años, representa el proyecto que consume toda su energía (en 3 de cada 4). Goldner también ha encontrado que hay el doble de acoso por Internet entre las chicas que entre los chicos.

Goldner (Corbett y cols., 2014), que trabaja con parejas dentro de un encuadre dinámico/sistémico, explica que hasta que no hubo el movimiento feminista la terapia familiar o sistémica elevaba rutinariamente a los hombres a expensas de las mujeres. Se requirió que las feministas ejercieran una presión moral colectiva consistente e intelectualmente rigurosa para que las madres fueran valoradas. Manejar las microagresiones (que ocurren constantemente) en la terapia de pareja de una manera moral, pero no moralista, es un reto continuo. Somos testigxs de injusticias que requieren ser nombradas para dignificar el sufrimiento que se tuvo que soportar a solas y sin reconocimiento social. La responsabilidad moral es necesaria no solo para la curación de la persona herida (en la violencia doméstica), sino también para el ofensor. ‘Compensar a la persona dañada’ es transformativo.     

Dimen (2011) publicó este maravilloso artículo donde narró las vicisitudes de un análisis suyo en el que hubo violación de límites. En 2014 sostiene que sigue habiendo violaciones de límites. Nombra el papel que juega la vergüenza en que estos sean silenciados y el riesgo de que sea un trauma transmitido intergeneracionalmente dentro de la(s) asociación(es).

Dimen (Corbett y cols., 2014) afirma que como analistas tendemos a no hablar de sexo; entonces no tenemos maneras de pensar acerca del sexo, no disponemos del lenguaje o del discurso adecuado para ello. Necesitamos maneras de pensar y de hablar de la sexualidad como vivencia corporal (embodied) y subjetivamente, de manera que podamos reflexionar acerca de nuestra experiencia clínicamente, transferencialmente, y contratransferencialmente como un peldaño hacia el deseo en nuestrxs pacientes. Necesitamos pensamientos para poder deliberar con lxs colegas y para acompañar la acción y la reacción inherente a la temática.    

Corbett (Corbett y cols., 2014) afirma que los géneros se hacen en la intersección de clase, raza, lugar, e ideologías dominantes (y religiones). Cuenta que Andrej Pejic, el supermodelo bosnio que lució vestidos de novia, según en qué regiones del mundo, en vez de ser recibido con flashes, tal vez le arrojarían piedras, porque sabemos que cruzar el género a menudo genera violencia, incluso muerte. 

El trabajo del World Values Survey (http://www.worldvaluessurvey.org/wvs.jsp), una red mundial de científicos sociales que estudian los valores cambiantes y su impacto en la vida social y política, liderada por un equipo internacional de investigadores constituidos como asociación WVS, con secretaría y sede en Estocolmo, Suecia, realiza encuestas mundiales para observar cómo cambian los valores sociales. Una de las variables que manejan, como índice de democratización, es el género. Están haciendo encuestas mundiales desde 1981, actualmente están a punto de iniciar su séptima ola de encuestas que empezará en 2016. En la portada de la web hay un mapa cultural, cuyos autores son Welzel e Inglehart que vale la pena pinchar y examinar. Estos autores tienen un trabajo exquisito, traducido, acerca de la relación entre modernización, cambio social y democracia (Inglehart & Welzel, 2006).

Hyde (2005), hizo un trabajo sobre 46 metanálisis científicos que examinaban diferencias psicológicas entre hombres y mujeres y que llegó a la conclusión siguiente: en la mayoría de funciones cognitivas y características psicológicas hombres y mujeres son mucho más parecidos de lo que en ocasiones sugieren estudios aislados. En cuanto a funciones sofisticadas hay mayor diversidad interna entre grupos de hombres o de mujeres que genéricas entre hombres y mujeres. En lo que encontró diferencias significativas fue en algunas reacciones emocionales como la agresividad, ciertos aspectos motores y sobre todo en el comportamiento sexual.

Otro dato reciente significativo es que en Islandia, Suecia y Alemania  los padres tienen las bajas de parentalidad más extensas y mejor dotadas del mundo, y esto se está traduciendo, varios años después, en que el uso del tiempo de los padres ha cambiado significativamente: pasan más tiempo cuidando a lxs niñxs y haciendo trabajo doméstico, particularmente tareas "de tiempo inflexible", como la cocina. Las madres por su parte dedican más tiempo al trabajo y a sus carreras y mejoran su economía (Ankita Patnaik, 2015),

En febrero de 2015, en el encuentro “Feminaria del Mediterráneo” Amelia Valcárcel comenta que según cálculos de la Convention to Eliminate All Forms of Discrimination Against Women (CEDAW) de la ONU, si seguimos al mismo ritmo que hasta ahora, no se logrará la igualdad en el mundo hasta el año 2468. Si nos quedamos en los países WEIRD (siglas en inglés de Occidentales, Educados, Industriales, Ricos y Democráticos y juego de palabras, weird significa raros –por escasos), el cálculo, circunscrito a los ámbitos laborales (brecha salarial, paridad, etc.), está en unos 80 años de espera. Nos trasladan al lindar del siglo XXII.

Nos hemos desviado a cuestiones de igualdad. Pero volviendo al mundo queer, Corbett (Corbett y cols., 2014), en otro orden de cosas, ha rehabilitado el narcisismo fálico: es decir, la autosatisfacción de un chico o de un hombre basada en una sobrevaloración del pene. Corbett propone despojarlo del valor simbólico del falo y quedarse con sus placeres. “El erotismo muscular del cuerpo entero”, un erotismo que excede el pene e inunda el cuerpo. Corbett propone que puede haber hombres y chicos cuyo narcisismo fálico funcione como una invitación a la relación, al reconocimiento mutuo. Infundidos de la dinámica del narcisismo fálico estos vínculos a menudo son impulsados por la expansión erótica muscular y por el fervor erótico de la adoración, de la penetración. Estos son más vivos que el tedio de la realidad fálica (p. 314).

Este fragmento:

“Ver en grande. Parecer grande. Sentir grande. Ser grande en relación. Expandirse hacia el otro y dentro del otro mediante el narcisismo fálico y el fantástico reconocimiento mutuo que se encuentra allí dentro, para construir fantásticamente un cuerpo en relación a otro; para vivir la vida grande” (p. 315)

es una exaltación en la que, en opinión de la autora, la testosterona juega algún papel, (aunque no la menciona). El libro Testo Yonki de Beatriz Preciado, (2008), va de esto mismo, de “subidones” de testosterona, con los que esta autora -filósofa y activista queer y personaje transgénero- ha investigado a fondo en su propio cuerpo, intoxicándose voluntariamente con testosterona sintética y describiendo sus efectos, que son básicamente: una sexualidad vigorosa; mayor capacidad de concentración; creatividad y brillo intelectual; y sensación de potencia, de ahí el término “subidones”.

La autora no cree que este narcisismo fálico dignificado sea privativo de los hombres gays, como sostiene Corbett, sino que también hay mujeres, particularmente lesbianas jóvenes, que pisan fuerte, que se podría incluir en esta categoría. También cabrían mujeres heterosexuales que logran éxitos y placeres, y disfrutan abiertamente de ellos. Tal vez entonces este estado de exaltación se podría que denominar narcisismo dignificado.

 c.    Sexo-género personal

Actualmente la proliferación de sexos, de géneros y de opciones sexuales es tan grande que hay que introducir miles de matices y de vocabulario para podernos entender.

La palabra mujer describe a todas las personas que se sienten mujeres y se presentan y representan como tales, sean lo que sean biológicamente. Pueden ser 46, XY, con insensibilidad a los andrógenos; o personas trans H a M en cualquier fase de la transición. Fausto-Sterling (2000) recomienda evitar las intervenciones quirúrgicas al máximo, mientras unx vive de acuerdo con como se siente, independientemente de sus cromosomas o de la interacción de sus hormonas con sus genes. El término biomujer, actualmente cismujer, se refiere a la coincidencia sexo/género. Apenas se usa, más que en círculos donde pueda haber mujeres que no sean biomujeres.

La palabra hombre describe a todas las personas que se sienten hombres y se presentan y representan como tales, sean lo que sean biológicamente. El término biohombre, actualmente cishombre, se refiere a la coincidencia sexo/género.

Transgénero: una biomujer que desea vivir como hombre sin cambiar su cuerpo, o un biohombre que desea vivir como mujer sin intervenciones quirúrgicas, aunque pueden admitir o solicitar interevenciones médicas, hormonas por ejempoo. Son ejemplos de transgénero: Raquel/Lucas Platero, profesor/a de pedagogía de la U. Complutense de Madrid, o Beatriz Preciado, filósofa y activista  queer, que actualmente se llama Paul B. Preciado -lo que nos muestra que ha pasado a definirse como más masculina dentro del transgénero, tal vez a transitar hacia la transexualidad. En este sentido, el congreso Sexual Cultures (Londes, abril 2015) se abrió con una presentación personal de todxs lxs presentes. Además del nombre, la procedencia y el papel de cada cual en el encuentro, había que dar indicaciones de cómo cada unx deseaba ser llamadx: he, she, o they. Esta práctica recoge la complejidad de personas que pueden ser nombradas de las tres maneras en función de su sentimiento presente.

La investigación prospectiva con niñxs con variaciones de género muestra que la mayoría crecen como gays o lesbianas, no como transexuales o transgénero, y a estxs se les llama “desistentes” en contraste con la minoría que crecen como transgénero, y se les llama “persistentes”. De la misma manera, se llama “cisgénero” a las personas cuya identidad de género y género asignado al nacer son concordantes con el comportamiento socialmente asignado, es decir, las personas que no se identifican como transgénero (Drescher, 2015).

Intersexual: han nacido en esta condición, por ejemplo 46, XY, pero con genitales no bien definidos porque los testículos no han bajado.

Transexual: hombre que se siente atrapado en un cuerpo de mujer o mujer que se siente atrapada en un cuerpo de hombre; que está en tránsito (hormonas, intervenciones quirúrgicas) o ya ha cambiado, se denomina H a M o M a H. Por lo tanto existe un solapamiento entre transgénero y transexo. También existen los cuerpos paradójicos. Buck Angel, por ejemplo, se nos aparece como un camionero con genitales femeninos. Buck tiene un anuncio muy queer en Internet: https://www.youtube.com/watch?v=X_uNFmZHvO0 donde recomienda la revisión ginecológica anual.

Aunque hacemos un esfuerzo por clasificar las múltiples posibilidades del género, es vano, porque de acuerdo con Chodorow (1994) “El sentido de género de cada unx es una creación individual” (p. 91), y por tanto hay muchas masculinidades y feminidades. “La identidad de género de cada unx es un entretejido inextricable de significado personal y cultural” (p. 91). Otra manera de decirlo, sería que el género no es una identidad, ni una esencia del núcleo de la persona, sino que es una experiencia tan nuclear que llega a constituir identidad. De tal manera que podríamos decir que el género es un aspecto esencial de nuestra presentación social diaria, aunque lo que damos por hecho esté forjado. La noción de performatividad de Butler (Garriga, 2008) lo explica muy bien: la repetición de acciones que van creando realidad.

c. Orientación Sexual

Gay, Lesbiana: Para las relaciones íntimas y sexuales les gustan las personas del mismo sexo. En el artículo citado de Drescher (2015) aparecen dos nuevas terminologías: androfilia (atracción por los hombres) y ginefilia (atracción por las mujeres), que hace innecesaria cualquier referencia al sexo/género de la persona que siente la atracción.

La teoría queer incluye la enorme diversidad interna que hay entre gays y lesbianas. Entre las Lesbianas: Dragking, hipermasculina; Butch, muy masculina; Transgénero, masculina con genitales femeninos; Marimacho o tomboy, preponderancia masculina; Andrógina, masculina y femenina; Indiferenciada, poca masculinidad, poca feminidad; Femenina, predominio feminidad; Femme, muy femenina; Dragqueen, hiperfemenina. Entre los Gays: Dragking, hipermasculino; Macho, masculino; Indiferenciado, poca masculinidad, poca feminidad; Andrógino, masculino y femenino; Sisi, preponderancia femenina; Transgénero, femenino manteniendo genitales masculinos; Dragqueen, hiperfemenino

Heterosexual: Para las relaciones íntimas y sexuales les gustan las personas del sexo contrario.

Bisexual o liberal (aunque liberal se emplea en sentido más amplio, sobre todo respecto a la monogamia): Para las relaciones íntimas y sexuales les gustan las personas estén donde estén colocadas dentro del continuo hombre-mujer.

Milendra (hag tag en inglés); mujer a quien para las relaciones íntimas y sexuales le gustan los hombres gays.

Asexual: personas que no sienten deseo ni atracción sexual por nadie. Esto no les genera ningún estrés. En cambio tienen sentimientos románticos y la ausencia de deseo representa un reto a la hora de mantener una relación de pareja. Unxs pocxs sienten aversión hacia el sexo, pero la mayoría sienten una indiferencia que les permite tener relaciones con sus parejas y masturbarse periódicamente si así lo consideran. Su excitación genital suele funcionar correctamente. Un 1% de la población británica lo es (datos 2004). Brotto y Yule (2011) apuntan a que la asexualidad es una orientación sexual más que una patología (p. 332-335).

Indeterminada: Hay algunas personas que se quedan en una indeterminación respecto a su opción sexual durante un tiempo más o menos largo de manera que las organizaciones LGBT han incorporado la U y ahora son LGBTU (LGBTI en español).

Kinsey en su informe de 1948 ya ofreció una escala de 7 puntos donde 0 correspondía a 100% heterosexual y 6 a 100% homosexual, y encontró que muchos de sus encuestados se definían como 5, 2 o cualquier valor intermedio. Datos más recientes (2011) recogen que entre el 3 y el 4% de los hombres y entre el 1 y el 2% de las mujeres se definen como homosexuales. Entre el 1 y el 2% de los hombres y entre el 2 y el 5% de las mujeres se declaran bisexuales. También hay un buen número de personas que se sienten homo u heterosexuales pero que en algún momento han fantaseado o tenido relaciones con individuos del género no preferido. La orientación sexual también es un continuum. (Estupinyà, 2013). Poder hablar en estos términos es muy novedoso porque se ha flexibilizado el constructo. La fábula/realidad estadounidense de que lo que determina que una persona sea negra es una sola gota de negritud, nos sirve para explicar que hace tan solo unos años, una sola relación homosexual hacía a una persona homosexual.  Ahora, en cambio, una persona se define como heterosexual aunque haya tenido una o varias relaciones homosexuales.

Queda claro que debemos distinguir entre orientación sexual y comportamiento sexual, en el sentido que no siempre son coherentes. De hecho Diamond (2008) ha encontrado que el comportamiento sexual es muy fluido, que la bisexualidad no es una transición hacia la homosexualidad, y que los términos deberían ser más laxos, sobre todo entre la población femenina (Estupinyà, 2013).

Una curiosidad (Estupinyà, 2013, p.320): la diferencia de longitud entre los dedos anular e índice está relacionados con los niveles de testosterona. Cuanta más testosterona corrió por nuestro cuerpo en estado fetal más largo es el anular comparado con el índice. También se han establecido diferencias entre homosexuales y heterosexuales, donde las diferencias en la longitud de los dedos entre lesbianas y hetero son más claras que entre los hombres gays y heteros.

La homosexualidad se puede aprender, según Coria-Ávila (2012) los estímulos asociados a las primeras experiencias sexuales son muy determinantes, y la plasticidad del cerebro permite que la orientación sexual se vaya modelando con el aprendizaje. En cambio, no se puede desaprender. Una vez establecida, es muy sólida (p. 324).

d. Relaciones íntimas o de pareja

Promiscuidad: relaciones íntimas y sexuales con varias personas simultáneamente en el tiempo.

Monogamia: relaciones con una sola

Monogamias sucesivas: a lo largo del tiempo van cambiando de parejas.

Pareja estable o matrimonio: relaciones monógamas con compromiso de fidelidad (o no).

Poliamor: enamoradx de más de una persona a la vez; tener relaciones románticas simultáneas.

Swinger: intercambios de parejas consensuados en clubes diseñados para esta actividad.

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Autora: Concepció Garriga

concepgarriga@gmail.com

http://personal.ilimit.cat/cgarriga

   

 



[1] Según anunció Thomson Reuters a la editorial Francis & Taylor, que los publica.

[2] (¿) Es decir, ¿está más excitado por el forzamiento?

[3] (¿) La sexualidad para goce de los hombres, a ellos se les debe.

 [4] Me pregunto si lo dice así para que no suene tan crudo

[5] A fin de evitar el masculino genérico y nombrar en masculino y femenino, utilizaré la “x” (ej: en vez de decir los hijos y las hijas diré lxs hijxs)

[6]. Ver nota 5

[7] Se pueden ver sus imágenes tecleando sus nombres en Google.