aperturas psicoanalíticas

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revista internacional de psicoanálisis

Número 071 2022 Clínica de la intersección de lo social y lo intrapsíquico

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Miedo a la libertad [Fromm, 1941/2001]

The fear of freedom [Fromm, 1941/2001]

Autor: Estalayo Martín, Luis Manuel

Para citar este artículo

Estalayo Martín, L. M. (2022). Miedo a la libertad [Fromm, 1941/2001]. Aperturas Psicoanalíticas (71). 


Reseña del libro de Erich Fromm (2021). The fear of freedom. Paidós, 427 pp. (Obra original publicada en 1941)

 

Tesis básicas del libro

Uno de los intereses de Erich Fromm es aplicar el psicoanálisis a los fenómenos sociales e históricos. En este libro alerta de algunas amenazas que se ciernen sobre la democracia si no se fortalece la personalidad de los individuos logrando mayor voluntad y un pensamiento propio.

Fromm defiende la tesis de que el hombre moderno ha conquistado una libertad que le otorga mayor independencia y racionalidad que en épocas anteriores pero que al mismo tiempo le ha aislado haciéndole más ansioso e impotente. Lo insoportable de estos sentimientos puede conducir a rehuir la responsabilidad de su libertad y buscar formas de sumisión y dependencia. La alternativa sería avanzar hacia la realización completa de la libertad positiva.

Será por tanto conveniente el análisis de los factores que llevan al abandono de la libertad como premisa para la victoria sobre los totalitarismos.

El autor argumenta esta tesis básica a lo largo de siete capítulos que pretendo resumir a continuación.

La libertad como problema psicológico

El anhelo de libertad de los seres humano ha conseguido en la Historia concretar los principios de la democracia, del liberalismo económico, de la autonomía religiosa y del individualismo, consiguiendo abolir la dominación exterior. No obstante, los logros conseguidos no son estables, porque ante nuevos sistemas políticos son millones las personas que tienden a someterse entregando su libertad. Sería por tanto importante analizar qué actitudes personales, qué factores psicológicos, condicionan el deseo de abandonar la libertad y plegarse a consignas políticas totalitarias.

El fascismo no se dirige a la racionalidad del ser humano, sino que moviliza dinámicas inconscientes que son las que provocan que resulte “atractivo”. Es por ello que el psicoanálisis es imprescindible para analizar esas fuerzas irracionales que en última instancia sostienen al fascismo.

En este contexto Fromm valora las aportaciones freudianas pero señala sus disidencias:

-Prioridad de las relaciones del individuo con su entorno, y no de la satisfacción o frustración de necesidades instintivas.

- Énfasis en el carácter dinámico y dialéctico de la relación del individuo con la sociedad que no puede valorarse únicamente como represora, sino como facilitadora de una integridad plena y creativa.

- Convicción de que toda fuerza psicológica está socialmente condicionada, al tiempo que el factor humano es nuclear en cualquier proceso social.

- Convencimiento de que el carácter de cada persona no depende tanto de su naturaleza instintiva, como de su entorno familiar que a su vez expresa las características propias de una sociedad determinada.

Finalmente, Fromm destaca una motivación básica en los seres humanos que tiene mucho protagonismo en su análisis: la necesidad de relacionarse con el exterior evitando el aislamiento. El ser humano necesita conectar con otros individuos, con símbolos y códigos compartidos, para evitar una soledad moral que puede ser tan intolerable como la física.

Es por ello que la religión, el nacionalismo o cualquier otra creencia, pueden ser motivaciones muy relevantes contra el aislamiento. Aislamiento que a su vez conectaría con el riesgo de verse a sí mismo como insignificante en su individualismo.

La emergencia del individuo y la ambigüedad de la libertad

En este capítulo Fromm argumenta que la libertad caracteriza la existencia humana como tal, variando su significado según el grado de autoconciencia del ser humano como ser separado e independiente. Así, su historia social se habría iniciado al percibirse como entidad separada de la Naturaleza y del resto de los sujetos que le rodean.

Este proceso de individuación que conduce a la libertad tiene lugar cuando el sujeto se separa de los lazos que le ataban al mundo exterior primario aunque dichos lazos también le ofrecían seguridad y pertenencia.

Para Fromm, una vez que el individuo haya alcanzado su completa individuación deberá arriesgarse en el mundo exterior siguiendo distintos caminos a los transitados anteriormente. Los primeros años de todo ser humano incluyen una necesaria dependencia de la autoridad externa. La sumisión a dicha autoridad es una necesidad evolutiva que no tendría por qué darse posteriormente una vez alcanzada la independencia y la libertad. El niño va creciendo tanto a nivel físico como emocional y mental, desarrollando una estructura guiada por la razón y la voluntad individuales, que se denomina “yo”.

Pero el aumento de la fuerza del yo se vincula con el aumento de la soledad, la angustia y la impotencia, producidas tras la pérdida de la seguridad y confianza que otorgaban los vínculos primarios.

Es en este proceso donde el autor ve el riesgo de abandonar la propia personalidad para evitar estos sentimientos hostiles, adoptando actitudes de sometimiento. Se trataría de abandonar el camino hacia  la libertad buscando refugio en una sumisión que prometería aliviar la incertidumbre.

Por contraste, la mejor solución a este conflicto sería conseguir una relación espontánea con los demás y con la naturaleza, a través del amor y del trabajo creativo, sin renunciar a la independencia ni a la libertad.

La libertad en la época de la reforma

En este capítulo Fromm hace un profundo análisis histórico de la Reforma vinculándola a la sociedad medieval y al Renacimiento, en relación al tema de la libertad.

Lo que caracteriza a la sociedad medieval, en su opinión, es la ausencia de libertad individual. Cualquier persona tenía pocas posibilidades de cambiar de clase social y de lugar de residencia a lo largo de su vida. Todos los aspectos de ésta estaban determinados por reglas a las que no escapaba ningún ámbito de su actividad. Sin embargo, poseía un lugar preciso en esa estructura de manera que no se sentía solo ni aislado, y su vida  tendría así una precisa significación. En este sentido, el sujeto estaría encadenado pero seguro.

Fromm argumenta que en el periodo posterior a la Edad Media fue surgiendo mayor individualismo en todos los ámbitos de la actividad humana: el arte, la filosofía, la  teología, etc. Así, el ser humano fue rompiendo las cadenas que le otorgaban seguridad al  tiempo que le limitaban. La riqueza fue cobrando mayor protagonismo que el nacimiento y el origen de cada cual.

El Renacimiento sería así la cultura de una clase rica y poderosa, enfrentada a las masas explotadas por el poder. En este sentido, el nuevo individualismo creció unido a un nuevo despotismo. La libertad de la que disfrutaban los poderosos capitalistas del  Renacimiento les otorgaba sentimientos de fuerza, pero al  mismo  tiempo inseguridad y angustia, al verse aislados en un  mundo hostil.

Es en este contexto donde Fromm incluye el análisis de las doctrinas de Lutero y Calvino, como básicas para entender el origen del capitalismo europeo.  Según dicho análisis la Reforma habría sido una religión "de las clases urbanas medias y bajas y de los campesinos” (1941/2021, p. 95), fundamentando el desarrollo capitalista en occidente.

La seguridad que tenían en la sociedad medieval los artesanos, los comerciantes, los campesinos y los obreros, se fue debilitando progresivamente, al tiempo que aumentaba su explotación y empobrecimiento. Todo ello derivaba necesariamente en sentimientos de inseguridad, aislamiento y angustia.

Es en este contexto donde las nuevas religiones proporcionan soluciones a este tipo de sentimientos. Lutero partía de la idea de una maldad innata en la naturaleza humana y de una total incapacidad del ser humano para elegir lo justo. Asumiendo esta impotencia, humillándose a sí mismo, destruyendo su voluntad, el  individuo podrá acceder a la gracia divina. Es decir, podrá salvarse si se pliega a la voluntad de Cristo, resignando la  suya; podrá ser amado si se somete.

También la teología de Calvino predica la autohumillación y la sumisión como medios para obtener la seguridad en la divinidad. Además el calvinismo propone la actividad frenética e impulsiva como medio para salir de la angustia y la impotencia; el esfuerzo y el trabajo incesantes eran más eficaces en dirigir las energías del sujeto que cualquier forma de compulsión externa.

Según Fromm esta dinámica fue configurando los rasgos nucleares de la sociedad capitalista; rasgos ventajosos desde un punto de vista económico, pero también satisfactorios a nivel psicológico.

Los dos aspectos de la libertad para el hombre moderno

En este capítulo, Fromm expone cómo el posterior desarrollo de la sociedad capitalista incidió sobre la personalidad en la misma dirección iniciada durante la Reforma. En síntesis: la estructura de la sociedad moderna afecta al ser humano de dos maneras simultáneas: “(…) por un lado, lo hace más independiente y más crítico, otorgándole una mayor confianza en sí mismo, y por otro, más solo, aislado y atemorizado” (Fromm, 1941/2021, p. 166).

El ser humano se habría liberado de los factores de restricción exterior, pero no de los factores internos (angustia y miedo) que limitan el pleno desarrollo de su libertad.

Fromm argumenta que la tendencia iniciada por el protestantismo ha sido continuada por el capitalismo. El individuo habría dejado de estar encadenado a un orden social prefijado siendo la libertad económica una base para su posible desarrollo. Al mismo tiempo se habría liberado de las limitaciones de la naturaleza y aumentado su libertad política.

No obstante, dado que una de las características de la economía capitalista es el principio de la actividad individualista, el individuo se fue sintiendo más solo, aislado, insignificante e impotente.

Los valores del capitalismo son el  éxito, las ganancias materiales, la actividad económica como fin en sí mismo, de manera que el ser humano se convierte en una pieza más del engranaje al que tiene que servir según las leyes del  mercado. De ahí la tendencia a someter al propio yo a fines externos a sus auténticas necesidades, que ya estaba configurada en el protestantismo.

Esta ideología capitalista afecta también a las relaciones entre personas, que pasan a ser objetos. El propio sujeto debe venderse a sí mismo como si de una mercancía se tratara, tendrá que ser agradable y popular para tener éxito en el  mercado. De no ser así, corre el riesgo de ser insignificante, viendo mermada su autoestima de manera radical.

Es en este contexto en el que el autor destaca la importancia de la propaganda. Propaganda que no se dirige a la razón sino a la emoción, dado su objetivo de influir en los sujetos para someterlos. Métodos de sugestión que merman la capacidad crítica del sujeto y que constituyen un riesgo severo para la democracia.

Además de la propaganda política, Fromm destaca otros factores que contribuyen a la sensación de insignificancia e impotencia del individuo: disminución de la capacidad de observación, situación económica desfavorecida, miedo a la vejez, amenazas de guerras o la inmensidad de las ciudades.

El conjunto de estos factores provoca sentimientos de impotencia tan intolerables que los individuos necesitan formas de evasión, que el autor analiza en el siguiente capítulo del libro.

Mecanismos de evasión

Fromm considera el autoritarismo como primer mecanismo de evasión de la libertad, que consiste en “la tendencia a abandonar la independencia del yo individual propio, para fundirse con algo, o alguien, exterior a uno mismo, a fin de adquirir la fuerza de que el yo individual carece” (1941/2021, p. 214).

Este mecanismo se observa con precisión en los impulsos sádicos y masoquistas que determinan la tendencia compulsiva hacia la sumisión y la dominación. Las tendencias masoquistas incluyen sentimientos de inferioridad, impotencia e insignificancia individual, que condicionan una severa dependencia con respecto a poderes exteriores. En oposición, el carácter sádico tiende a someter, explotar y a hacer sufrir al otro. En este caso también se aprecia una dependencia total del otro, en tanto que el sádico le necesita para dominarle.

En los casos extremos de estas tendencias se identifica la perversión masoquista en la cual la persona desea sufrir y goza con su sufrimiento, al sentirse sometido, débil y desamparado. Y la perversión sádica en la que el sujeto goza al infligir tales sufrimientos al  otro.

Para Fromm es importante destacar que tanto los impulsos sádicos como los masoquistas permiten al individuo evadirse de su intolerable sensación de soledad e impotencia. El masoquista se libraría de su yo individual, de su libertad, y obtendría algo de seguridad al someterse al otro. Otro que puede ser encarnado por el líder en la ideología fascista. El sádico mantendría también una relación simbiótica con el otro sometido, defendiéndose de la incapacidad de resistir la soledad del propio yo autónomo.

Es tras esta conceptualización que el autor sitúa al carácter autoritario como estructura de personalidad que constituye la base psicológica del fascismo. Este carácter admira la autoridad y tiende a someterse a ella, pero al mismo tiempo desea ser dicha autoridad y someter a los demás.

El segundo mecanismo de evasión que describe Fromm es la destructividad. En este caso no se pretende una vinculación simbiótica sino eliminar al otro. Se trataría de huir del intolerable sentimiento de impotencia eliminando a todos los objetos con los que el sujeto debiera compararse.

Finalmente, el tercer mecanismo de evasión descrito por el autor es la conformidad automática. Este permite al individuo dejar de ser él mismo, asumiendo totalmente el tipo de personalidad que le asignan las pautas culturales, transformándose en un ser idéntico al resto del mundo. Si uno se convierte en una especie de autómata, desaparece la discrepancia entre el yo y el mundo, de manera que también lo hará el miedo a la soledad y la impotencia.

La psicología del nazismo

Fromm argumenta que el fascismo es un problema económico y político pero que al mismo tiempo es imprescindible analizar las bases psicológicas que determinan su aceptación por parte de todo un pueblo.

Parte de la población, la clase obrera y la burguesía liberal y católica asumió el régimen nazi sin mucha resistencia pero sin admirar su ideología y práctica política. Este segmento social estaba cansado, resignado y desconfiado hacia la clase política, y dudaba de la utilidad de cualquier organización política.

Otro grupo social constituido por las capas inferiores de la clase media (pequeños comerciantes, artesanos y empleados) acogieron con entusiasmo la ideología nazi debido a algunos rasgos de su carácter social: amor al fuerte, odio al débil, mezquindad, hostilidad, avaricia, ascetismo, anhelo de sumisión y apetito de poder.

Con anterioridad a la revolución  de 1919 este grupo social, según Fromm, asumía ciertos valores que le otorgaban la sensación de pertenecer a un sistema estable. Así, la autoridad de la monarquía y de la religión, o la moral tradicional asumida por las familias. Pero tras el conflicto bélico, surgieron dificultades económicas severas y fueron perdiendo protagonismo las instituciones con las que se identificaban de manera sumisa.

Es precisamente en ese contexto de debilidad y falta de sentido donde el espectáculo sádico del nazismo podría implicar cierta satisfacción  emocional, al otorgar un sentimiento de superioridad sobre el resto de la humanidad que compensara su empobrecimiento económico, personal y cultural.

La personalidad de Hitler expresa radicalmente la estructura de carácter autoritario, con su profundo anhelo sádico de poder. Por su parte, las masas solo tendrían que asumir su insignificancia y disolverse en el seno de un poder superior para sentirse orgullosos de formar parte de la gloria y fuerza del mismo.

Libertad y democracia

Fromm insiste en este capítulo en que la libertad frente a la autoridad exterior solo será duradera si el funcionamiento mental de cada cual permite establecer una individualidad auténtica. Para ello será necesario analizar las maneras en las que nuestra cultura fomenta tendencias hacia el conformismo.

En este sentido, el autor destaca a la educación  como vehículo para eliminar la espontaneidad y originalidad infantiles, sustituyéndolas por pensamientos, emociones y deseos impuestos desde fuera. También la presión social, sumada a la educación, vendría a sancionar la originalidad y a premiar al conformismo.

Respecto a las emociones, generalmente la sociedad las desaprueba, y muy especialmente el sentido de lo trágico, tendiendo a negar la muerte.

De manera específica Fromm destaca cómo la psiquiatría también puede ser un instrumento de manipulación del psiquismo, postulando un tipo de personalidad “normal” al cual todos debieran aspirar.

La misma manipulación ejercida sobre las emociones puede constatarse en el ámbito del pensamiento. La educación dificulta el pensamiento original, aportando nuevas y numerosas informaciones, que no suponen más que una suma de hechos aislados e inconexos.

Por otro lado, la tendencia a considerar cualquier verdad como relativa, como algo meramente subjetivo, tampoco favorece al pensamiento. En este sentido, si el individuo duda de su pensamiento, estará predispuesto a escuchar con anhelo a autoridades que le digan lo que tiene que hacer.

La misma dificultad para mantener emociones y pensamientos originales se da en el  terreno de la voluntad. El hombre moderno vive la ilusión de saber lo que quiere, aunque en realidad desee únicamente lo que se supone socialmente que debe desear.

En definitiva, el ser humano sería  un autómata, un sujeto sin yo propio, que vive imaginando que piensa, siente y desea con libertad, aunque solo haga lo que los demás suponen que debe pensar, sentir y desear. Este ser humano podrá dar la apariencia de satisfacción y optimismo aunque se sienta profundamente infeliz y desorientado respecto a sus motivaciones.

La desesperación y vacío del autómata así constituido será un terreno fértil para que prosperen políticas fascistas, al otorgar estructuras y símbolos que aparenten dar significado y orden a lo cotidiano.

Para Fromm la alternativa sería el pleno desarrollo del ser humano como libre, crítico e independiente, siendo capaz de expresar todas sus potencialidades emocionales e intelectuales: “(…) la libertad positiva consiste en la actividad espontánea de la personalidad total integrada” (Fromm, 1941/2021, p. 365).

El autor considera que el amor es uno de los componentes prioritarios de esta espontaneidad, que constituiría la solución al problema de la libertad. Otro componente sería el trabajo creativo. Y, en general, cualquier acción espontánea, bien sea en la realización de placeres sensuales como en la participación  activa en política.

Este sería el camino para estructurar un yo sólido, conectado a los demás y al mundo de manera creativa, capaz de rechazar la sumisión a cualquier poder superior.

En opinión de Fromm el futuro de la democracia dependerá de la realización del individualismo: “La victoria de la libertad es solamente posible si la democracia llega a constituir una sociedad en la que el individuo, su desarrollo y felicidad constituyan el fin y el propósito de la cultura.” (Fromm, 1941/2021, p. 380).

Comentario

El planteamiento de Erich Fromm es totalmente vigente al menos en dos aspectos confluyentes. Por una lado, en la necesidad de priorizar el análisis de aspectos socioculturales en la comprensión de fenómenos mentales. Por otro, en la necesidad de trascender la perspectiva freudiana, alejándola de sus aspectos más biologicistas e incluyendo aportes de otros autores y disciplinas.

Siguiendo precisamente esta idea, el texto de Fromm podría ampliarse actualmente con los aportes que han hecho al psicoanálisis distintos autores en las últimas décadas.  De manera específica las tesis del libro se verían matizadas y ampliadas a la luz del enfoque Modular-Transformacional (Bleichmar, 1997; Méndez Ruiz e Ingelmo Fernández, 2009), y de los avances que se vienen realizando en el tema del apego (Cortina y Marrone, 2017).

Una de las tesis básicas del autor es que los sujetos, alejados de la seguridad que proporcionan los vínculos primarios deben enfrentarse a la libertad, y que los sentimientos consecuentes de temor, aislamiento e inseguridad pueden implicar la búsqueda regresiva y masoquista de figuras de autoridad que le sometan. En mi opinión, esta dinámica puede darse si el sujeto ha crecido con los elementos que integran un apego seguro, pero en otros estilos de apego la búsqueda del sometimiento a autoritarismos de todo tipo debe incluir otra clase de explicaciones. En este sentido, creo que el análisis de las múltiples interacciones posibles entre el sistema motivacional del apego y del narcisismo, puede ser muy relevante y sería sumamente interesante investigarlo con profundidad.

Por otro lado, también considero vigente la necesidad de estar alerta ante el riesgo de tiranías, fascismos y neofascismos, y a la conveniencia de analizar los factores psicológicos que hacen anhelar el  sometimiento a amplias capas de la sociedad. A este respecto el texto reseñado está repleto de sugerencias importantísimas a tener en cuenta en la actualidad dado que se repiten de manera llamativa. Así por ejemplo, la dificultad para conectar con emociones, pensamientos o deseos auténticos, el relativismo nihilista, las múltiples inseguridades sociopolíticas (dificultades económicas y laborales,  guerras, etc.), o la constitución del sujeto como objeto de consumo para los demás y para uno mismo. Y, efectivamente, el conjunto de estos factores puede crear un vacío de sentido que unido al descrédito creciente de la clase política y de las instituciones (que se vienen instalando fuera de toda ética), pueden determinar la búsqueda de seguridad que representan los discursos neofascistas en todo el mundo.

En este análisis podrían incluirse en el momento actual nuevas amenazas a la libertad y a la democracia, alguna de las cuales ya estaban señaladas con sorprendente visión de futuro no sólo por el propio Fromm, sino por sus contemporáneos, A brave new world (Aldous Huxley, 1932/2003) y 1984 (George Orwell,1949/2013):

- La evolución del capitalismo está siendo feroz y cada vez incluye con mayor notoriedad la autoexplotación de los individuos. Como señala Byung-Chul Han (2012), en la actualidad podemos sentirnos libres y creativos, mientras que el poder explota esa sensación de libertad en vez de suprimirla; no es necesario vigilar, prohibir o castigar a la población para someterla y manipularla. En opinión de este autor, el yo aislado que caracteriza las sociedades modernas, se siente frágil y no sabe cómo manejarse con la sensación constante de lo efímero. Uno de los riesgos en esta situación es que el sujeto genere una brutal hiperactividad, incluyendo su autoexplotación, para intentar taponar esa sensación de vacío.

- La generalización de fake news, donde prima un mundo emocional que invalida cualquier argumento, viene a demostrar el triunfo de la publicidad y la propaganda sobre cualquier argumento racional, y del mero entretenimiento sobre la inteligencia y la cultura. Este contexto de posverdad donde cada cual puede creer lo que le parezca con independencia de los hechos, es un riesgo enorme para la emergencia de totalitarismos.

- El desarrollo de las redes sociales, que colaboran también a transmitir una apariencia de libertad pero que en realidad son nuevos instrumentos de vigilancia y sometimiento con apariencia de felicidad. Los sujetos tienden a comunicarse exhibiendo su intimidad de manera pornográfica (Han, 2014) sin que ello constituya un verdadero lazo social. Se trata de potenciar una imagen de sí mismo, superficial, pero que pueda otorgar la satisfacción inmediata de verse en la red e imaginar la mirada de los demás. Para ello, se trataría de mostrar un yo retocado, una máscara, que ocultaría la realidad, como si el universo se hubiera inundado de códigos publicitarios. En este contexto, como destaca González Sainz (2021), resulta paradójico que en una apariencia de comunicación permanente, donde las imágenes inundan cualquier ámbito de la realidad, estemos perdiendo incluso la capacidad de hablar y de comunicar algo con sentido.

- El enorme imperio tecnológico puede deteriorar la capacidad de atención y de concentración y la inteligencia en general, lo que puede ser especialmente grave en el crecimiento de niños y adolescentes. Como señala Jordi Pigem (2021), las compañías tecnológicas promueven vidas deshumanizadas, sin sentido, en un mundo hipertecnológico. La humanidad camina hacia un mundo hiperdigitalizado y robotizado, donde numerosos trabajos serán realizados por robots y máquinas inteligentes y donde el rastreo de los cuerpos permitirá una vigilancia masiva.

La alternativa a todos estos riesgos no  puede ser el optimismo idealista que parece percibirse en Fromm cuando al final de su texto postula como objetivo conseguir una plena autorrealización del yo, una libertad positiva que desarrolle todas las potencialidades del ser humano, incluyendo el  amor y su potencial creativo. Este tipo de conceptos está muy arraigado en nuestra sociedad pero, en mi opinión, se corre el riesgo de aproximar el psicoanálisis a manuales de autoayuda que en poco pueden aportar a la conquista de ninguna libertad.

Una alternativa más realista debe incluir un análisis sereno de la Historia y de la realidad, (tal y como postula precisamente Fromm) y una defensa radical del pensamiento y la palabra. Trabajar conjuntamente para conseguir un tiempo vivible recuperando la intimidad y la dignidad de lo humano. Pero sin caer en optimismos idealistas que pretendan colmar el vacío existencial ni obvien los factores sociales y políticos que condicionan la vida de individuos y comunidades.

En mi opinión la psicoterapia psicoanalítica puede colaborar en este camino  hacia la libertad, promoviendo una escucha con sentido que recupere al ser humano frente al actual paradigma biomédico y tecnológico.   

Referencias

Bleichmar, H. (1997). Avances en psicoterapia psicoanalítica. Hacia una técnica de intervenciones específicas. Paidós.

Cortina, M. y Marrone, M. (Comp.) (2017). Apego y psicoterapia. Un paradigma revolucionario.  Psimática.

Fromm, E, (2021). El miedo a la libertad. Paidós. (Obra original publicada en 1941)

González Sainz, J. A. (2021). La vida pequeña. El arte de la fuga. Anagrama.

Han, Byung-Chul, (2012). La sociedad del cansancio. Herder.

Han, Byung-Chul, (2014). En el enjambre. Herder.

Huxley, A. (2003). Un mundo feliz. Debolsillo. (Obra original publicada en 1932)

Méndez Ruiz, J. A. y Ingelmo Fernández, J. (2009). La psicoterapia psicoanalítica desde la perspectiva del enfoque Modular-Transformacional. Introducción a la obra de Hugo Bleichmar. Sociedad Forum de Psicoterapia Psicoanalítica.

Orwell, G. (2013). 1984. Debolsillo. (Obra original publicada en 1949)

Pigem, J. (2021). Pandemia y posverdad. Fragmentos.