aperturas psicoanalíticas

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revista internacional de psicoanálisis

Último Número 075 2024

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Héctor Fiorini. El terapeuta como persona. El paciente en situación. Un psiquismo creador

Héctor Fiorini. The therapist as a person. The patient in situation. A creative psychism

Para citar este artículo

Longhi, R. (2024). 

Héctor Fiorini. El terapeuta como persona. El paciente en situación. Un psiquismo creador


La tradición psicológica se construye a partir de su propia tradición no solamente en cuanto a sus ideas, sino también a las figuras que escogemos para que iluminen y nos ayuden a sobrellevar nuestra propia biografía personal. James Hillman.

Creo que fue en el año 1982, que Héctor Fiorini vino a la Cruz Roja de Madrid, al Servicio de Psiquiatría y Psicología Médica, siendo en aquel entonces Jefe de Servicio el Dr. Gonzalo Morandé y Director, el Dr. Esteban Acosta.

Fue la primera vez que auspicié de anfitrión de una visita de Héctor a Madrid. Quiero mencionar a este Servicio, como un pequeño homenaje, por haber sido pionero en el desarrollo e investigación en psicoterapia y en psicología médica, y por su inmensa solidaridad con aquellos psicoterapeutas que en la década del 70 veníamos de una situación en Argentina muy dolorosa y comenzábamos a experimentar un estado psicofísico y social muy particular: el exilio.

Ya había conocido personalmente a Héctor en Buenos Aires. Le había visto en dos ocasiones en el año 1975 como coordinador de unos grupos de estudios en los que yo participaba, el mío lo coordinaba el Dr. Jorge Brusca y Héctor pasaba por allí como supervisor, pero fue en la Cruz Roja cuando me acerqué más a él. Podría decirse que tuve la misma sensación que relata el escritor Charles Juliet en su encuentro con Samuel Beckett en París:

A medida que pasa el tiempo – escribe Juliet – me encuentro menos coartado y, después de una hora de conversación, me siento tan cercano a él que tengo la impresión de estar con un viejo amigo a quién podría contar todo lo que quisiera.

Por eso, ante mi asombro, me envalentono y le desvelo la importancia que ha tenido en mi vida el encuentro con su obra. (2006, p. 16)

Juliet y Samuel Beckett se encontraron en un clásico café de París “La Closerie Des Lilas”, en el 171, boulevard du Montparnasse. Con Héctor fue, como no, en una tasca de Madrid de la calle Santa Engracia. Creo que fue en Madrid donde Héctor adquirió una fuerte adicción a las tapas.

Yo también me envalentoné y le confesé que su primer libro, Teoría y técnica de psicoterapias (1975), me había hecho posible transitar este campo de trabajo; con ese libro, le conté que aprobé mi última asignatura de la carrera de Psicología en la Universidad Nacional de La Plata, la ciudad de los tilos y las diagonales y una de las ciudades que tiene las calles más bonitas para pasear, en el sentido de Robert Walser, a pesar de sus veredas siempre levantadas en las que he vivido las más hermosas noches de verano.

Hoy, casi día sí y día también, la observo desde el cielo desde el Google Earth, tan cuadriculadita ella, disimulando con dignidad y belleza sus heridas que también son las de muchos que nos fuimos tan lejos. Quede este homenaje a ella también.

En ese primer libro –le contaba a Héctor – comprendí que un psiquismo nunca era individual. Me entusiasmó su concepción cuando decía que:

Parte integrante del quehacer sanitario, las psicoterapias, comparten la candente problemática ideológica de las ciencias humanas. Portadoras de premisas sobre salud y enfermedad de las personas, las psicoterapias deben ser colocadas, todas bajo la lente de una rigurosa crítica epistemológica. Si el terapeuta se pretende develador de enigmas de su paciente, es éticamente forzoso que empiece por indagar cuidadosamente el inconsciente de su clase y de su capa social, por cuestionar sus propias determinaciones, las que tiñen su acción y su discurso. (Fiorini, 1975, pp. 17)

Corría el año 1975, yo tenía 23 años y la lectura de este primer libro comenzó a darme una pista de cómo podía definirse ese campo de psicoterapias, en el que yo quería tener una práctica.

Este libro marcó a toda una generación de psicoterapeutas porque nos impactó la utilización de ese plural “psicoterapias” ya que implicaba un campo múltiple de prácticas abiertas y atravesadas ideológicamente e influidas por el marco histórico-social en el que se desarrollaban.

Retroactivamente, después de haber leído toda la obra hasta el momento de Héctor, reconozco que, en aquel primer libro, casi en un sentido proustiano, estaba condensada toda la concepción que se iba a desplegar a posteriori. Ahí estaba casi todo lo que, en sucesivos textos y prácticas, Héctor desarrollaría.

Por ejemplo, en él decía:

El campo de las psicoterapias hay que entenderlo como un campo en estado experimental pleno, ocasión de una diversidad de aperturas, seno de una dispersión creadora, antes que un lugar de anclaje de sistemas acabados. Esto quiere decir, terreno fértil para innovaciones e intuiciones, tratables progresivamente con el rigor de una exploración científica. En este aspecto el campo se enriquece constantemente con el surgimiento de nuevos enfoques técnicos. (Fiorini, 1975, p. 11)

En este primer texto que leí de Fiorini se decía también que:

Si nuevos recursos aportan efectos originales (y tal es el caso de ciertos enfoques grupales, de parejas, comunitarios, intervenciones breves, terapias por la música y el movimiento, ellos llevan a revisar las limitaciones de los anteriores y a construir una teoría que dé cuenta de estas limitaciones y de aquellos efectos. Debemos asumir que la creatividad potencial del campo desborda hasta el momento a las elaboraciones capaces de efectuar su rescate conceptual. (p.12)

¿Cómo no iba a entusiasmar a un estudiante de último año de psicología en los años 70 y en Argentina y que tenía el proyecto de ejercer como psicoterapeuta, este discurso?

Me hacían una invitación a entrar en un campo creativo como creadores de teoría, me incitaba a arriesgarme, a inventar conceptos y modelos de procesos. Con respecto a la obra de Freud, nos estimulaba y advertía a quienes estábamos en esa época estudiándole a fondo, a tomarla como una obra abierta con distintos caminos de indagación. Si Freud nos mostraba la multideterminación como una secuencia unívoca y necesaria de acontecimientos, Fiorini introducía un multiplicador de relaciones y trayectos con combinatorias ilimitadas; un campo de posibilidades y el psiquismo como una arquitectura de laberintos en libertad, un mundo en el que si nos detenemos se disipa.

Desde el principio fui impactado por un autor, por un psicoanalista que defendía la necesidad de investigar procesos en psicoterapias, y de superar en ellos los niveles descriptivos y profundizar en teorías sobre el cambio: “Sólo si avanzamos en esta dirección –decía Héctor– tendrá después sentido intentar investigaciones más ambiciosas” (1975, p. 12).

En ese primer libro, me encontré también con Sartre, permanente compañero de viaje del autor, que entendía a los métodos psicoterapéuticos validados sólo si se los incluía en el marco de una teoría del hombre, de una concepción antropológica totalizadora, concibiendo al hombre y su psique como un hombre en situación, como un saber transmisible; ahí radica gran parte del éxito de la propuesta de Fiorini. Siempre nos da un saber que se puede transmitir, aprender, como un oficio practicable y no como un arte intuitivo, individual y hermético, muchas veces mantenido de manera interesada.

Desde ese primer libro, Fiorini nos advierte que la psicoterapia es una cura por la palabra, pero no solo por ella, sino que esta debe estar conectada con el cuerpo, con la acción, para –como lo concibe él- “poder sentir-pensar-verbalizar con una intensidad y veracidad nuevas” (1975, p.15).

Comencé también a sospechar, a través de sus textos, cómo nuestro oficio y el del poeta comenzaban a parecerse. Dice Fiorini:

Esta dirección de desarrollo en psicoterapias apunta a recuperar todas aquellas condiciones en las cuales se haga posible a la palabra el encuentro de su máxima plenitud. Problema terapéutico que ha sido siempre problema de poetas: Encontrar palabras que logren ser acción más que contemplación, que más vale que abran enigmas en lugar de resolverlos, que vuelvan cuerpo vivo lo que está prisionero en las palabras. (1975, p. 16)

También comencé a sospechar al poeta detrás del psicoanalista.

Nos dice Jorge Riechmann, poeta madrileño: “Cualquier transformación social profunda tiene sus gérmenes en otra manera de sentir y de mirar, nuevas metáforas. Percepción de nuevas posibilidades en lo real, imaginación de estados diferente del mundo. En esto son precisamente especialistas los poetas” (Riechmann, 2006, 63) y creo que Héctor agregaría: “los psicoterapeutas”.

Sigo con Riechmann: Extrañamiento de la realidad y proposición de realidad nueva, tales son los que podríamos denominar capacidades revolucionarias básicas, y estos son precisamente los poderes elementales de la poesía” (2001).

No es casual que en todo movimiento de represión fascista son los poetas, y en algunos países como Argentina, también los psicoanalistas, los primeros en ser perseguidos.

Si los poetas contribuyen a transformar el mundo y no hay poema que deje el mundo intacto, no habría experiencia psicoterapéutica que deje al mundo de nuestro paciente intacto, no lograrlo sería el fracaso del poema y el fracaso del proceso terapéutico.

Un elemento básico que desde el principio Héctor incluye en su línea es tomar como uno de los ejes centrales del proceso terapéutico, la relación, el vínculo personificado con el paciente.

En 1978, en el segundo libro de Héctor escrito junto a Graciela Peyrú, Aportes teórico-clínicos en psicoterapias, habla de la necesidad de personificar, singularizar la relación terapeuta-paciente, y comienza a desarrollar uno de los aspectos más fuertes de su línea, la ampliación del concepto de transferencia, enunciando allí en base a la explicitación de dos casos clínicos, Liliana y Martín, lo que él entiende por repetición estática y dinámica, o el interjuego presente en todo proceso psicoterapéutico de fenómenos repetitivos y creativos.

Señala en ese texto lo siguiente: “Acorde con esa distinción replantearemos las limitaciones de ciertas conductas técnicas, en especial las clásicamente indicadas en términos de anonimato, neutralidad distante e intervenciones del terapeuta primordialmente interpretativas” (Fiorini, 1978, p. 28).

En su línea, el vínculo, la relación se complejiza como instrumento terapéutico, incluidos el cuerpo del paciente y del terapeuta y los mensajes corporales que ellos se entrecruzan.

Fiorini nos recuerda:

La importancia de una oportuna participación del terapeuta en el vínculo real con el paciente, poniendo en juego de modo selectivo ciertos recursos emocionales, afectivos, propios de su personalidad y movilizados en lo peculiar de ese vínculo con ese paciente. Sin olvidar que ese paciente trae aportes importantes al proceso, indicios orientadores que nos ayuda, a veces de manera sutil, casi evanescente, otras manifiestas, reiterativas y conscientes, no por ello menos profundas y altamente creativas. (1978, p. 43)

Así se redefine no sólo el lugar del terapeuta en esta línea sino el lugar del paciente en la cura.

En los dos casos clínicos que se plantean en el libro, me llamaba la atención un terapeuta que escuchaba y hacía caso a las observaciones de su paciente Liliana, que le indicaba en una correcta “intrasupervisión” que el diván no era indicado para ella en ese momento y cómo ese terapeuta aceptaba verla cara a cara corrigiendo el encuadre y describiéndonos las consecuencias positivas que eso había tenido para el proceso de Liliana; o cómo con Ernesto –el segundo caso que desarrolla- satisface la demanda del paciente dándole una opinión muy particular sobre un trabajo teórico que él le traía.

Héctor nos muestra así el poder corrector de ciertos actos simbólicos en un proceso psicoterapéutico.

En 1984 aparece Estructuras y abordajes en psicoterapias, en donde todo el cuerpo teórico se manifiesta en lo concreto de la clínica y nos muestra los resultados de toda una línea de investigación hecha práctica. En él nos muestra un cuerpo conceptual que sube a la inmensidad compleja de la clínica, mostrándonos los diferentes jalones y directrices en el abordaje de las estructuras neuróticas, línea que completa con el abordaje de las estructuras narcisistas y perversas que desarrolla en su libro “Nuevas líneas en psicoterapias psicoanalíticas: teoría, técnica y clínica” (2010).

En Estructuras y abordajes en psicoterapias (1984) Fiorini desarrolla su concepción de lo creativo como un tercer principio del acontecer psíquico, esto recorre toda su obra de una manera original y muy diferenciada de otras concepciones de procesos terciarios desarrolladas por otros pensadores psicoanalíticos; siempre ligado a la idea de proyecto, influencia de su atravesamiento existencial y de pensadores como Sartre y Castoriadis, así como del pensamiento oriental.

Héctor cuestiona desde su primera obra que el psicoanálisis ha estado muy ocupado por la psicopatología y que hay pocos libros que hablen de la psicosalud, de los potenciales de crecimiento de cada paciente que son traídos a una terapia, como búsqueda de una alternativa a Phatos. Entendiendo la patología como un estancamiento de la creatividad, y como una empresa encapsulada, detenida en ese Phatos, concepción que ya había abierto Winnicott y Perls en la corriente Gestáltica.

En su penúltimo libro El psiquismo creador, de 1995, un verdadero cuerpo metapsicológico de su línea clínica, nos recuerda a través de las palabras de otro filósofo que él cita a menudo, junto con Deleuze, Eugenio Trías, que:

de los cuatro modos fundamentales de conjugarse el ser: Lo que desea ser, lo que debe ser, lo que es y lo que puede ser, el psicoanálisis y otras orientaciones en psicología, han reparado en los tres primeros modos. Lo que puede ser – agrega- en cambio remite a indagar la relación del psiquismo con lo potencial, con lo posible”. (Fiorini, 1995, p. 62)

Con esto los terapeutas hemos aprendido que no solo hay que preguntarse de un paciente de dónde viene, sino hacia dónde va.

Este es un autor que nos ha transmitido una práctica clínica como un espacio de creación, de compromiso en un vínculo que repite y diferencia a la vez, de un paciente que busca una nueva historia, una nueva narrativa que será escrita en ese proceso de compromiso emocional y abierto entre terapeuta y paciente; en donde más de un inconsciente está en juego, al menos dos: un inconsciente del Phatos, de la enfermedad y del cierre y un inconsciente del proyecto, de la salud, de lo posible, de lo abierto.

Fiorini nos recuerda un texto de Castoriadis que dice así: “Lo que al pensamiento le ha faltado es volver a jerarquizar la acción intencional, la acción que persigue una meta deliberada, las metas no las fija todas el inconsciente fantasmático” (1995, p. 90).

Por último, Fiorini menciona en varias ocasiones a Peter Brook, un director de teatro. Héctor dice que un director de teatro es un psicólogo muy fino porque tiene que lograr una escena y detecta cuándo el actor se sube o baja demasiado de la energía que ese personaje necesita.

“Nosotros –agrega- necesitamos en esa puesta en escena que es una sesión, tener la sensibilidad para detectar las variaciones de nuestros pacientes; variaciones de ritmo, de ilusiones, de intenciones…" (Fiorini, 1995, p. 108).

Por lo que yo quiero terminar otra vez con Samuel Beckett para mostrar con una breve obra de teatro suya que se llama Pasos, lo que para mí es un equivalente de lo que podría representar nuestro trabajo en esta línea psicoterapéutica.

Todo sucede en una luz crepuscular. Aparece alguien. Avanza lentamente. Ve al personaje inmóvil. Se detiene, sorprendido:

¿Está Ud. esperando a alguien?

Le contesta que no con la cabeza.

¿Algo?

Idéntica respuesta.

Tras unos segundos, sigue andando.

Entonces el otro le dice: ¿A dónde va Ud.?

No lo sé.

Poco después, dice sonriendo: Es algo que habría que proponer.

Referencias

Fiorini, H. (1975). Teoría y técnica de psicoterapias. Nueva Visión.

Fiorini, H. (1978). Aportes teórico clínicos en psicoterapias. Nueva Visión.

Fiorini, H. (1995). El psiquismo creador. Paidós.

Fiorini H. (2010). Nuevas líneas en psicoterapias psicoanalíticas: teoría, técnica y clínica. Seminarios en ACIPPIA-Madrid. Psimática.

Juliet, Ch. (2006). Encuentros con Samuel Beckett. Siruela.

Montetes, N. (2001). Entrevista a Jorge Riechmann. The Barcelona Review. https://www.barcelonareview.com/25/s_ent_jr.htm

Riechmann, J. (2006). Resistencia de materiales. Ensayos sobre el mundo y la poesía y el mundo (1998-2004). Montesinos