aperturas psicoanalíticas

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revista internacional de psicoanálisis

Número 017 2004 Revista Internacional de Psicoanálisis Aperturas

Inconscientes, memorias y tópicas

Autor: Zukerfeld, Rubén

Palabras clave

Inconscientes, Tipos de inconscientes propuestos por bleichmar (huego), Tercera topica, Sistemas de memoria.


Introducción

Hoy en día adquiere una importancia crucial para el futuro del psicoanálisis el tema planteado en este grupo de discusión (1) ya que se refiere al descubrimiento freudiano capital y sus posibilidades de articulación con los avances de las neurociencias. Tomaré como eje la propuesta de Hugo Bleichmar y su clasificación de cinco tipos de inconscientes, -que llamaré siguiendo la enumeración del autor, (1)originario de las interacciones; (2) originario de identificaciones; (3) a predominio de la operatoria represiva (reprimido) ; (4) a predominio de otras operatorias; (5) desactivado- y desarrollaré brevemente mis ideas acerca de la necesidad de una tercera tópica como concepción metapsicológica articuladora del psicoanálisis actual y otras disciplinas afines.


Entiendo que la caracterización que realiza Bleichmar se afirma en cuatro nociones que considero fundamentales para la articulación del psicoanálisis con las disciplinas neurocientíficas

a) la noción de heterogeneidad del inconsciente: existen varios funcionamientos u operatorias con características diferentes de modo que no es posible hablar de un inconsciente homogéneo En este sentido la noción de modularidad de Bleichmar, ejemplifica bien lo antedicho.

b) la noción de coexistencia: los distintos funcionamientos se dan simultáneamente y las producciones finales incluyen siempre aspectos variables de los mismos. Esta noción reemplaza la tradicional de sustitución que de modo tácito o explícito tiende suponer “finales evolutivos” donde desaparecerían ciertos sistemas o condiciones anteriores (vg de oral a genital, de narcisista a objetal, de primario a secundario)

c) la noción de correspondencia: los funcionamientos que se describen intentan estar acordes con las investigaciones sobre las memorias y las emociones y con los desarrollos de las disciplinas de la subjetividad. Así es que se espera como mínimo que una especulación metapsicológica no sea antagónica con las evidencias obtenidas por otras disciplinas en problemáticas afines

d) la noción de recursividad: los funcionamientos se describen de acuerdo al paradigma de la complejidad donde se cuestionan los determinismos lineales causa-efecto y donde no de debe confundir causalidad con significación, ni una “fotografía” de un momento con la dinámica de la “película”.

De este modo es posible pensar que existen varios inconscientes, que no se sustituyen evolutivamente entre sí –sus operatorias suelen ser simultáneas- y que sus funcionamientos pueden corresponder a lo que en neurociencias se describe como distintos tipos de memorias. Los sistemas de memoria descriptos por Schacter y Tulving (1994) se caracterizan por: a) un conjunto de procesos neurofuncionales que permiten almacenar y recuperar un tipo específico de información b) una serie de propiedades características que definen su operatoria c) ser disociables unos de otros a partir de los datos que proporciona la psicología y la neurociencia.

¿Son los sistemas de memorias comparables a las caracterizaciones psicoanalíticas sobre los funcionamientos inconscientes? Si así fuera ¿qué reformulación metapsicológica del funcionamiento psíquico correspondería hacer en el ámbito psicoanalítico?

 

Lo irrepresentable, los inconscientes originarios y el inconsciente escindido

 Para intentar responder a estas preguntas y sus implicaciones clínicas, el primer aspecto a considerar, que creo que de algún modo u otro se plantea en casi todos los autores postfreudicanos, es la existencia de funcionamientos inconscientes no representacionales por fuera del ordenamiento o codificación que realiza la represión. Bleichmar denomina a estos funcionamientos como originarios y los subdivide en un originario de las interacciones (1) y otro de las identificaciones (2). Coincido plenamente en que no se trata del inconsciente de la represión primaria y en que no se refiere a una constitución exclusiva de la infancia ya que –como señala el autor- la formación de memoria procedimental que se le atribuye, continúa toda la vida. Por otra parte también coincido en que estos sistemas están marcados por la afectividad a tal punto que incluyen también lo que se ha dado en llamar memoria implícita emocional. Ahora bien es justamente por las características citadas que preferimos denominar a este inconsciente o a este modo de funcionamiento como propio de un sistema inconsciente escindido, poniendo así el énfasis en lo que está apartado de la estratificación y el comercio representacional y a la vez coexiste con él. Obsérvese que todas las clasificaciones de sistemas de memoria (v. g. Schacter y Tulving, 1994; Squire y Knowlton, 1994; LeDoux, 1996; Pally, 1997) pueden variar en nomenclatura y en contenidos, pero mantienen desde las primeras descripciones la diferencia radical entre los distintas formas de memorias declarativas (semántica, episódica) y su base neurofuncional en circuitos hipocampo corticales, con las memorias implícitas o no declarativas entre las cuales clásicamente se diferencian el priming (cortical posterior), la memoria procedimental (striatum, cerebelo y corteza motora) y la memoria emocional (circuitos amigdalino hipotalámicos), circuitos todos diferenciables y disociables del funcionamiento declarativo.

En la historia del psicoanálisis han habido numerosas menciones a lo irrepresentable que entendemos como inconsciente escindido (2) y sus producciones, es decir a lo apartado de las organizaciones representacionales Ya en Freud, en el “núcleo actual” de las psiconeurosis y en “la obsesión de repetición (que) reproduce sucesos del pasado que [. . .] no entran en la zona de los impulsos eróticos reprimidos”, y posteriormente tal vez tengan que ver con lo apartado o escindido la pantalla beta como aglomeración no integrada en Bion, el terror al derrumbe como signo-huella que no pudo simbolizarse en Winnicott, lo Real como fuera del lenguaje e inadmisible a la simbolización en Lacan, lo originario y el pictograma en Aulagnier, el teatro de lo imposible y la histeria arcaica en Mc Dougall, la escisión esencial en M’Uzan, los dinamismos paralelos en Marty, lo no representable en Missenard, lo ignoto en Rosolato, lo arcaico y la negatividad radical en Kaës, el inconsciente anterepresión de Rousillon, el lugar del doble inmortal en Aragonés, el inconsciente primario de Dejours, la idea de lo “prepsíquico”, el trabajo de lo negativo y los desarrollos sobre la escisión en Green.

También entiendo que la conceptualización de Killingmo (1989) sobre las diferencias y coexistencia de los mecanismos del conflicto y del déficit alude con este último concepto a funcionamientos que no se reducen a la fórmula clásica deseo edípico- represión-regresión-formación de síntomas.

Esta lista no pretende ser exhaustiva ni estricta pero alude a las diversas consideraciones en la literatura psicoanalítica desde distintas perspectivas, acerca de lo que está funcionando en un orden no representacional. En este sentido creemos que el término “escindido” es el que mejor da cuenta de este funcionamiento por tres motivos:

a) jerarquiza el mecanismo de escisión como apartamiento o separación originaria, global y persistente que se corresponde con las investigaciones en neurociencias que deslindan y estudian las articulaciones entre sistemas luego de comprobar que son disociables.

b) enfatiza su dimensión estructural que a nuestro modo de ver sigue en la trayectoria freudiana el mismo recorrido de la represión que primero fue una defensa histérica y luego un mecanismo universal. No se trata –y en este sentido acuerdo con Bleichmar- de hacerle decir a Freud lo que no dijo pero sí de valorar un estilo de revisión y desarrollo típicamente freudiano desde la clínica (vg. fetichismo, psicosis) hacia una primera teorización y luego hacia una segunda teorización póstuma e inconclusa donde afirma que “(la escisión) no merecería tal importancia si no se confirmara también en estados semejantes a las neurosis y finalmente también en estas últimas” (Freud, 1938).

c) lo desvincula de cualquier énfasis en lo infantil o en lo patológico ya que se trata de un sistema constitutivo, permanente y económicamente necesario como ya planteaba Bateson en la década del 70 cuando a propósito de los hábitos y las destrezas afirmaba que “ningún organismo puede permitirse ser consciente de asuntos que puede manejar en niveles inconscientes”. Y se trata de”asuntos” que no tienen en principio que ver con ningún conflicto aunque secundariamente puedan quedar capturados en un funcionamiento neurótico De todas formas aquí es importante hacer una precisión: nuestra descripción del inconsciente escindido coincide con el tipo (1) de Bleichmar y con el tipo (2) siempre y cuando en este último caso se refiera a las identificaciones primarias, por semejanza, directas e inmediatas, porque las secundarias las consideramos parte del conflicto y pasibles de ser “declaradas”.

Un aspecto importante a determinar es la relación entre estos procesos inconscientes no solo con los comportamientos más o menos automáticos sino con los mecanismos neurovegetativos; en este sentido el inconsciente originario que denominamos escindido comprende a funcionamientos propios de los circuitos amigdalinos–hipotalámicos que están en la base de la respuesta psico-neuroinmuno-endocrinológica. En términos metapsicológicos hablamos de magnitudes no ligadas a representaciones que se descargan y vehiculizan en conductas motoras y respuestas somáticas de distinto nivel. De allí que un “esclavo de la cantidad” en términos de M’Uzan es un sujeto donde predominan las manifestaciones de lo escindido.

Entiendo que el tipo (3) y el tipo (4) son funcionamientos que se pueden diferenciar entre sí pero que tienen en común la existencia de conflicto y sus reglas de resolución, donde opera la represión, la escisión defensiva y otros mecanismos que le dan mayor o menor riqueza simbólica. Por eso conviene entonces diferenciar lo que entendemos como escisión fundante y estructurante –que C. Dejours (1986) denomina topológica- de las escisiones defensivas que operan sobre estructuras representacionales-afectivas en un sentido distinto al de la represión. La diferencia con el Tipo (1) es que aquí ha existido investidura representacional que secundariamente se pierde, mientras que en el sistema escindido nunca la hubo. Eventualmente la podrá adquirir a través de lo que entendemos como procesos terciarios (ver más adelante).  En definitiva nuestra posición implica que los tipos (3) y (4) aluden a procesos reglados por el conflicto que implica siempre movilidad representacional, estados desiderativos y la creatividad intrínseca de la actividad fantasmática. Esto implica memorias declarativas con mayor o menor coloratura emocional, con mayores o menores lagunas mnémicas, parapraxias, etc y por supuesto mayor o menor posibilidad de ser “declarada”. En este último sentido dentro de las manifestaciones clínicas diferenciamos tres niveles no excluyentes: de acuerdo a cómo se articula y desarticula la representación ideativa de su cualidad e intensidad afectiva

a) las manifestaciones que entendemos como eulexitímicas donde la representación se expresa con un monto afectivo de cualidad e intensidad acorde y con valor comunicacional definido que puede o no dar lugar a creencias distorsionadas.

b) las manifestaciones que entendemos como dislexitímicas donde ha habido una traslocación del componente afectivo de un conjunto de representaciones a otras con un valor comunicacional descifrable, por acción y efecto de la operatoria represiva, que da lugar a síntomas neuróticos

c) las manifestaciones alexitímicas donde se encuentra desarticulada en mayor o menor grado la estructura afectiva con un valor comunicacional precario por efecto de las escisiones defensivas asociadas a manifestaciones comportamentales y somáticas.

En todo estos casos existe la posibilidad de evocación pues ha habido ligaduras que luego sufren distintas vicisitudes correlativas a la mayor o menor riqueza declarativa que en el último caso puede llegar a asemejarse a una desactivación (ver más adelante).

Pero existe una diferencia con los sistemas de memorias asociados a el inconsciente originario o escindido Aquí corresponde hablar de huellas activables pero no evocables por definición aunque sus formas sean diferente para el hábito y la destreza, el priming o la respuesta de fight, flight, freeze, faint al stress. Esto quiere decir que aquí no existió ligadura representacional por razones adaptativas y necesidades económicas distintas

 

Tercera tópica

Así es que frente a la multiplicidad, la heterogeneidad y la coexistencia pensamos que las tópicas freudianas no alcanzan por pivotear solo en el eje represivo y de allí surge lo que definimos como una tercera tópica (Zukerfeld, R., 1990, 1993, 1994, 1996 1998; Zukerfeld, R. & Zonis Zukerfeld, R., 1990, 1999, 2001) (ver Aperturas 2, Julio 1999)

La tercera tópica es la representación gráfica metafórica de la heterogeneidad y coexistencia de funcionamientos psíquicos inconscientes de estructura representacional y no representacional que constituye la perspectiva metapsicológica de sistemas de memorias múltiples que funcionan simultáneamente

La caracterizamos como un modelo del aparato psíquico, entendido como la construcción del psiquismo entre soma y otro, definido por la introducción en la segunda tópica freudiana de la escisión como mecanismo universal y estructurante que permite la coexistencia universal de dos grandes modos de funcionamiento (ver figura 1)

Esta escisión es representada tópicamente como barra vertical perpendicular a la barra horizontal que desde la segunda tópica representa a la represión y junto con ella ordena el encuentro entre dos exigencias de trabajo, una de carácter somático (pulsión) y otra de orden intersubjetivo. Esto jerarquiza la idea irreductible de que no hay psiquismo tanto si no hay sustrato biológico como si no hay vínculo intersubjetivo y su articulación imprescindible.

El término tercera tópica como tal fue mencionado (3) por André Green (1975), Norberto Marucco (1978, 1980, 1998), Eduardo Raggio (1989) y César Merea (1984, 1994, 2003), por autores winnicottianos (v. g. Accioly Lins, 1994) y vinculados con la psicosomática (v. g. Rapaport de Aisemberg, E, 2001). Marucco y Raggio han enfatizado sobre lo escindido mientras que Merea lo ha hecho principalmente sobre lo intersubjetivo, existiendo además autores como Kaes que han reclamado por esta revisión metapsicológica desde esta última perspectiva. Pero hasta donde conocemos solamente Christoph Dejours en 1986 (4) desarrolló un modelo gráfico con una base teórica y diseño semejante al que presentamos en 1990.

Cabe recordar aquí que Laplanche y Pontalis (1968) definen como “tópico” al punto de vista que supone una diferenciación del aparato psíquico en cierto número de sistemas dotados de características o funciones diferentes y dispuestas en un determinado orden entre sí, lo que permite considerarlo metafóricamente como lugares psíquicos de los que es posible dar una representación espacial figurada. Es así que si alguna noción teórica se presenta como tópica alude a funciones que se representan en el espacio.

En Freud es claro que son los datos clínicos provenientes del estudio de los sueños y de las psiconeurosis los que originan las tópicas. Su modificación y el pasaje de la primera (1900) a la segunda (1923) depende de esos observables. Conviene tener en cuenta que previamente al desarrollo de la primera tópica existen algunos indicadores clínicos que provienen de las neurosis actuales que no adquieren status metapsicológico como las psiconeurosis de defensa que se explican perfectamente con las categorías de este primer modelo. . Existen además en la obra freudiana numerosos avances teóricos, entre la presentación de las tópicas primera y segunda y con posterioridad a esta última, que no tuvieron una integración coherente en los modelos como los conceptos de doble elección objetal y la dinámica del Ideal, los fenómenos vinculados con el doble y lo siniestro y fundamentalmente la noción de escisión del yo. Esta última noción desarrollada en un trabajo inconcluso de 1938 y en el Compendio de Psicoanálisis (1938), es diferente de otras spaltung freudianas y postfreudianas. Obsérvese inclusive que el aparato psíquico que Freud describe en 1933 no da cuenta del fetichismo presentado en 1927 y el concepto de escisión del yo que lo caracteriza no tiene cabida en el modelo final integrativo de 1933.

Es importante destacar que cuando se utiliza el sustantivo “tópica” se alude a una representación gráfica, es decir a un diseño en un espacio plano que metaforiza funcionamientos que justamente no se localizan en un espacio tangible. La utilización del adjetivo ordinal “tercera” implica además un posicionamiento en línea con la enumeración freudiana. Estas dos precisiones son necesarias para comprender que en la historia del psicoanálisis existen diversas concepciones sobre el aparato psíquico, el funcionamiento mental y la construcción de la subjetividad de gran riqueza heurística que no llegan a constituir topos en el sentido freudiano

 

Desde el punto de vista tópico se describe un espacio de producción intersubjetiva con sus diferenciaciones e instancias constituyendo una estructura edípica conflictiva (EEC) donde se encuentra el Ideal del Yo, y otro espacio donde se asienta el Yo Ideal como parte de una estructura narcisista nirvánica (ENN) Se trata de “espacios” con sus sistemas de producción y sus reglas que implica también una heterogeneidad del narcisismo desde el momento que este tiene un valor trófico y vinculante dentro del conflicto (Ideal del Yo) que coexiste con la desmentida radical y la duplicación del Yo Ideal. De hecho en el primer caso hablamos de un topos de intersubjetividad donde el otro freudiano (5) es Auxiliar ofertador de sostén (incluyendo la noción de heteroconservación de Bleichmar y la teoría del apego), Modelo de identificaciones (incluyendo los ideales culturales dominantes), Objeto de satisfacción pulsional (sexual y agresiva) y Rival (sexual y agresivo incluyendo la ambivalencia universal). En cambio en el segundo caso metaforizamos un espacio monádico (Yo Ideal) transsubjetivo que incluye lo ajeno del otro (Berenstein, 2001) es decir lo incognoscible que se puede vincular con la noción de teatro de lo imposible de Mc Dougall.

Desde el punto de vista económico se diferencian:

(a) las cargas que por ligadura serán captadas por la representación de cosa (Rc) y de palabra (Rp) descriptas por Freud organizando estructuras representacionales y sus procesos particulares asociadas a las memorias declarativas (semánticas y episódicas)

(b) los mecanismos de carga y descarga que corresponden a huellas activables (Ha) pero no evocables, correspondientes a las magnitudes no ligadas originadas en las dos fuentes citadas (soma y otro) asociadas al conjunto de memorias implícitas (procedimentales, emocionales, priming)

Desde el punto de vista dinámico se describen en este modelo tres dinamismos:

1) Dinámica represiva: es la de la represión y sus procesos de investidura y desinvestidura, se trata de movimientos progresivos y regresivos propios del conflicto (movimiento “vertical”) con su creatividad intrínseca de la que dependen síntomas neuróticos, transferencias, actos fallidos, sueños y todo el potencial hermenéutico del psiquismo. Este potencial lo entendemos como la capacidad universal de enmascarar y descifrar a partir del lenguaje

2) Dinámca de “barrido”: se trata de un movimiento de vaivén horizontal o barrido de la barra que representa a la escisión, que determina predominios en P-CC de procesos o descargas correlativos a las magnitudes traumáticas Esta dinámica en condiciones normales tiene fluidez y es simultánea con la dinámica represiva de modo que la conciencia recibe producciones que dependen de ambas. El predominio y cristalización de los fenómenos de descarga puede desmantelar o desactivar organizaciones preconcientes y de este modo relacionarse con la caracterización que hace Bleichmar sobre un inconsciente desactivado y su relación con el trauma. ¿Por qué? Porque entendemos que la noción de trauma está en dialéctica permanente con el objeto, es decir que la falla del objeto significativo es por definición traumática (6). De allí que la desactivación sea correlativa al trauma persistente y de este modo implicaría zonas tipo (5) que sería un vicisitud posible de los inconscientes tipos (3) y (4) y siempre expresaría una condición patológica, a diferencia de los otros inconscientes que a nuestro modo de ver están en coexistencia universal. En términos de las neurociencias la desactivación podría asimilarse a la noción de carga alostática vinculada al stress persistente definida por Mc Ewen. Pero creo que la desactivación es justamente una vicisitud y no tanto una organización (es decir un sistema) En realidad pensamos que en general a mayor trauma, mayor cantidades no ligadas y predominio de lo escindido que de hecho desmantela y /o desactiva zonas organizadas preconscientes con la consiguiente expresión clínica que incluye la desafectación o desvitalización y la eclosión en acto o somática. En realidad las escisiones defensivas que plantemos anteriormente pueden ser vistas también desde la perspectiva del “barrido hacia la izquierda” de modo tal que el predominio de lo fenómenos de descarga está de hecho asociado al desmantelamiento de organizaciones preconscientes por efecto de la escisión. Tomando la clasificación de Bleichmar lo que se desactiva en todo caso son siempre los inconscientes tipos (3) y (4) es decir donde opera el deseo y la interdicción. En el tipo (1) no hay nada que desactivar pero creo que es necesario señalar que lo escindido justamente adquiere esa condición a partir del trauma universal: siempre hay falla del objeto en términos de carencia y/o de exceso y por tanto siempre hay magnitudes no ligadas pulsionales y/o producto de la interacción con el otro que quedan apartadas del campo representacional

3) Dinámica vinculante esta dinámica es correlativa a la fluidez de las dinámicas 1 y 2 porque de ellas depende la riqueza del preconciente. Se refiere la vinculación que pone en relación los procesos (a) con las descargas (b) constituyendo procesos terciarios (7) que consisten en una puesta en relación del campo representacional con el no representacional base de la creación de lo nuevo Fueron descriptos originariamente por Green (1972) como “aquellos procesos que ponen en relación los procesos primarios y secundarios de tal manera que los primarios limitan la saturación de los secundarios y los secundarios la de los primarios”. Fiorini (1995) ha planteado su relación con los procesos creadores En este sentido hemos hecho nuestros desarrollos (Zukerfeld & Zonis Zukerfeld, 2003) señalando que además de la implicación o puesta en relación descripta por Green existe un segundo nivel que es el de la captura de lo escindido a partir de un vínculo intersubjetivo. El primer nivel de proceso terciario es en realidad el desarrollo del potencial hermenéutico del aparato psíquico que citamos anteriormente y que tiene que ver con la creatividad. El segundo nivel alude al desarrollo del potencial que llamamos heurístico que constituye la base metapsicológica de la creación frente al trauma, verdadera creación o invención de lo nuevo (prácticas sociales transformadoras, resiliencia). Entendemos que esta noción enriquece la desarrollada por Killingmo cuando diferencia intencionalidad primaria (propia del conflicto) de intencionalidad secundaria que “muestra como el déficit adquiere significado al ser interpretado en términos de conflicto”. Y decimos que enriquece porque la dinámica vinculante sirve para llenar vacíos de representación o confusión pero además para transformar o construir lo nuevo siempre que exista otro significativo que pueda ejercer su función de sostén.

 

Reflexiones finales

Lo que planteamos de esta manera es un modelo general y su funcionalidad está destinada a dar cuenta de la clínica. Esto significa que -dada la complejidad de las manifestaciones clínicas- cuando este modelo plantea la coexistencia de dos modos de funcionamiento puede pecar de reduccionista. Sin embargo es a partir de establecer dos grandes “géneros” que se está aludiendo a la coexistencia de muchas “familias” de procesos y a una cantidad innumerable de “especies”producto de la combinatoria de esas “familias”. Esto quiere decir que una determinada manifestación clínica de un sujeto en un contexto histórico y ambiental determinado (“especie”) es parte de “familias” (formaciones clínicas, rasgos subjetivos, sistemas motivacionales) que por definición comparten predominios variables o cristalizados de los dos modos (“géneros”) de funcionamiento psíquico. Esto significa que en la clínica –por definición- no existen estructuras ni manifestaciones puras sino que todas y cada una de ellas lleva en mayor o menor medida la impronta de dos géneros universales en sus múltiples combinatorias que además son recursivas. En este sentido la concepción de la modularidad de Bleichmar apoyada en la crítica al principio de homogeneidad, es decir de la noción de un principio de organización global, constituye uno de los desarrollos teórico-clínicos más logrados dentro del psicoanálisis actual.

Esto significa finalmente que desde el mismo modo que existe una clasificación genérica de los sistemas de memorias en declarativas y no declarativas, existen conjuntos de procesos inconscientes (tipos 3 y 4 y parte del tipo 2) de estructura representacional, y otros (tipo 1 y parte del tipo 2) sin estructura representacional que se expresan coexistentemente y simultáneamente en la clínica. La relación soma–otro que es aleatoria, constituye un potencial más o menos enfermante y más o menos salutogénico de acuerdo a los predominios de funcionamiento y al contexto intersubjetivo. El término “potencial” reemplaza en modelo que entendemos como tercera tópica al de determinante. Así es que pensar la actividad inconsciente como un topos de lo potencial “tanto de lo realizado y cohibido, cuanto de lo no realizado (potencial en sentido estricto)”, como señala Paz (2000) es un cambio de perspectiva equivalente al de considerar la evidencia de las memorias múltiples. Si se piensa de este modo necesariamente se produce una revisión de la psicop atología (v. g. la noción clásica de “estructuras”) y una revisión de la actividad clínica (v. g. el lugar de la interpretación, del sostén, de la intervención afirmativa de Killingmo, etc) de un modo tal que legaliza la tarea e investigación de muchos analistas que en la historia del psicoanálisis a veces tuvieron que sacrificar la creatividad por la filiación, y otras veces sentirse iconoclastas o marginales por efecto de su búsqueda de verdad y eficacia terapéutica.

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NOTAS

(1) Small Discusion Group International Psychoanalytical Association Congress, New Orleans, 2004. Chair Hugo Bleichmar Este trabajo es la versión ampliada de mi comentario sobre el trabajo eje del grupo de discusión “El cambio terapéutico a la luz de los conocimientos actuales sobre la memoria y los múltiples procesamientos inconscientes”  de Hugo Bleichmar (Aperturas, 9, Noviembre 2001)

(2) Algunos autores argentinos lo describen como tal (Marucco, 1986, Raggio, 1989)

(3) Una reseña más detallada de estas menciones la hemos realizado en anteriores publicaciones

(4) El modelo de Dejours diferencia un Inc secundario de un Inc primario separados por una escisión estructural vertical con separaciones horizontales en cada uno de ellos representadas por la primera y segunda censura

(5) Obsérvese que la sigla que representa en español a estas cuatro posiciones freudianas es A:M:O:R hecho que ex profeso señalamos en la figura 1.

(6) Un evento tiene o no eficacia traumática en función de la significación atribuida y del grado de sostén del objeto existente y/o interiorizado

(7) Ver Aperturas 14, Julio 2003

 

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