aperturas psicoanalíticas

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revista internacional de psicoanálisis

Número 024 2006 Revista Internacional de Psicoanálisis en Internet

Algunas implicaciones de la observación de bebés para el psicoanálisis [Stern, D., 2006]

Autor: Álvarez, Henar

Palabras clave

Stern, Daniel, Conocimiento implicito, Inconsciente dinamico, intersubjetividad, Matriz intersubjetiva, Neuronas espejo, Observacion de bebes, psicoanálisis relacional.


Algunas implicaciones de la observación de bebés para el psicoanálisis. Stern, D. Some implications of infant observations for psychoanalysis. En Cooper, A.M. (Ed). Contemporary Psychoanalysis in America. Leading analysts present their work. Washington, D.C.: American Psychiatric Publishing (2006) 637-666 

 

En este artículo Stern quiere explorar dos conceptos: intersubjetividad y conocimiento implícito, basándose en el desarrollo temprano del bebé, y su influencia en el psicoanálisis.
 

Intersubjetividad

Los estudios sobre la infancia han tenido un movimiento pendular desde lo intrapsíquico a lo intersubjetivo/relacional, debido a que los infantes no pueden hablar sobre su experiencia intrapsíquica y ésta se infiere viendo el comportamiento interpersonal poniendo al descubierto las capacidades de relación del bebé.

Stern habla de una “matriz intersubjetiva” y sostiene que nuestro sistema nervioso está construido para ser captado por el sistema nervioso de otros, resonar con ellos y participar de sus experiencias, así como el otro participa de las nuestras. Las fronteras entre uno y los otros se mantienen pero se vuelven más permeables. Nuestras intenciones se forman y modifican en contacto con el otro; nuestros sentimientos se forman por las intenciones, pensamientos y sentimientos del otro; y nuestros pensamientos se crean a través del diálogo. Este diálogo creativo con la mente del otro es lo que el autor llama matriz intersubjetiva. Esto modifica la visión del psicoanálisis cambiando  desde lo unipersonal a la psicología bipersonal. Tendíamos a pensar en la intersubjetividad como un fenómeno que surgía cuando dos mentes separadas e independientes interactuaban. Stern sostiene que dos mentes crean intersubjetividad, pero también la intersubjetividad moldea las dos mentes.

En la situación clínica tampoco se puede considerar a la intersubjetividad sólo como una herramienta útil. Todo el proceso terapéutico ocurre dentro de una matriz intersubjetiva. Aunque parte del material objeto de análisis venga del repertorio individual del paciente (pasado y presente), la forma que toma, el momento de aparición, y su  coloración, se da dentro de una matriz intersubjetiva.

Para explicar esta matriz intersubjetiva el autor habla de las neuronas espejo. Todos tenemos un mecanismo neurobiológico que lee los estados mentales de la otra persona, especialmente las intenciones, resuena con las emociones y experiencias del otro, observa sus acciones, empatiza con él  y establece un contacto intersubjetivo. En la corteza cerebral las neuronas espejo se sitúan al lado de las neuronas motoras. Por eso la información visual que se recibe cuando se ve la conducta del otro se graba en la representación motora de nuestro cerebro debido a la actividad de las neuronas espejo; esto nos permite participar directamente en las acciones del otro sin tener que  imitarlas y esta participación en la vida mental del otro, que tiene su propia localización cerebral, permite compartir y entender mejor sus intenciones y sentimientos. 

Stern plantea un problema: si el mecanismo trabaja tan bien y vivimos inmersos en la matriz intersubjetiva, ¿por qué no estamos constantemente capturados por el sistema nervioso de los otros e influidos por su experiencia? Ciertamente el mecanismo necesita  frenos: la selección (debe haber un grado de atención para que uno  sea atraído por la mente del otro); asegurar que la activación de las neuronas espejo no disparan las neuronas motoras correspondientes dando como resultado una imitación automática refleja; la inhibición o dosificación del grado de resonancia con el otro. Muchos desórdenes psiquiátricos se caracterizan por una falta de empatía y una imposibilidad de adoptar el punto de vista del otro, como es el caso de las personalidades narcisistas, borderline y antisociales en los que esta falta puede ser contraproducente y causa problemas que hacen que el paciente recurra a la psicoterapia.

Así pues, el punto esencial es que cuando las personas se mueven en sintonía, o en coordinación temporal, participan en la experiencia del otro. Es decir, lo viven desde el cerebro del otro así como desde el suyo propio.

El concepto de coordinación del tiempo es central para la sincronización y el acceso a la experiencia del otro y el infante se vuelve sensible al comportamiento y al tiempo de los otros debido a  “analizadores innatos” que detectan esta contingencia.

Diversos autores, citados por Stern, sostienen que los infantes nacen con una mente que está especialmente coordinada con otras mentes, según se manifiesta en su comportamiento, y detecta los tiempos, la intensidad y la forma del comportamiento de los otros.  El resultado es que, desde el nacimiento, se puede hablar de mentes sensitivas mutuas. Y durante la infancia preverbal los bebés son especialmente sensibles al comportamiento de los otros. Esperan que los demás sean similares a ellos, pero no idénticos. Forman representaciones presimbólicas del estado de ánimo del otro, y esto   supone ya una forma temprana de intersubjetividad.

De los 7 a los 9 meses el infante tiene una intersubjetividad más elaborada, o  secundaria, en la que los estados mentales compartidos incluyen ya intenciones dirigidas a metas, focos de atención, afectos y evaluaciones placenteras previas a la acción. Es un aspecto más cognitivo de la intersubjetividad que es necesario para la simbolización y el lenguaje.

De los 9 a los 12 meses el infante adquiere “referencias sociales”, es decir, en situaciones  de incertidumbre o ambivalencia el estado afectivo mostrado por el otro determina cómo el bebé se va a sentir (por ej. el niño, al caerse, mirará la expresión del rostro de la madre. Si la madre se asusta, el niño llorará; si permanece tranquila, el infante se levantará sin llorar). Después de los 18 meses se añaden nuevas formas de intersubjetividad. Tan pronto como el niño pueda hacer, sentir o pensar algo, puede participar en los hechos, sentimientos o pensamientos del otro. Algunos años más tarde el chico tendrá una teoría de la mente más general y desarrollará de modo más formal su capacidad para representar estados mentales de los otros.

Cuando al final del primer año un niño empieza a apuntar lo hace con dos objetivos: para obtener algo, o señalar para mostrar algo que es interesante. Este  último aspecto es intersubjetivo ya que tiene la intención de compartir la misma experiencia con el otro.

El interés del autor se centra en la importancia del sentimiento/experiencia de la intersubjetividad, donde la lectura de intenciones es crucial, porque las intenciones son centrales en la intersubjetividad que más nos interesa clínicamente, y esta habilidad para leer las intenciones aparece, en el infante, en edades muy tempranas. El mundo se mueve por intenciones y no se puede interactuar con otros sin leer o inferir sus motivos o intenciones. Los que son incapaces de hacer esto, o no interesados en hacerlo, actúan fuera de los límites humanos. Se supone que las personas autistas están en esa posición.

Stern señala dos puntos importantes:

<!--[if !supportLists]-->-   <!--[endif]-->La intersubjetividad diádica requiere un tipo de representación de la mente del otro. Desde el nacimiento el infante entra en una matriz intersubjetiva  y según se vayan desarrollando nuevas capacidades se verá más inmerso en esa matriz que se extiende durante el primer año de vida cuando el niño es todavía presimbólico y preverbal. En el segundo año adquiere el lenguaje y las emociones “morales” de vergüenza y culpa, que se añaden a la matriz intersubjetiva como algo que ahora puede experimentar en sí mismo y en los otros. Y a lo largo de la vida, en cada fase, la matriz crecen en profundidad y riqueza.

<!--[if !supportLists]-->-         <!--[endif]-->Esto tiene una consecuencia clínica. Lo que hace que los autistas nos parezcan tan extremos es que son completamente humanos pero violan lo que esperamos de los humanos; parece que viven fuera de la matriz intersubjetiva que nos es familiar. Estos chicos evitan el contacto ocular (la ventana que nos permite ver la subjetividad del otro), no responden al contacto humano físico y psicológico, y muestran desinterés o inhabilidad para comunicarse verbal y no verbalmente.

En los autistas, que no están inmersos en la matriz intersubjetiva, hay un fallo en la lectura de la mente e incluso no tienen interés en leerla. Stern cita a un autor (Francis Tustin, 1990)  que sostiene que este desinterés y falta de atención a las cosas humanas es defensivo, para protegerse de estímulos dolorosos. Hay un fallo masivo de intersubjetividad en los autistas. Parece que son “ciegos para la mente”. Esto es lo que les hace aparecer raros, o como de otro mundo.

Así pues, la matriz intersubjetiva es como el oxígeno; la respiramos todo el tiempo sin notar su presencia.

El autor señala que históricamente se ha aislado la mente del cuerpo, del ambiente y de otras mentes pero ahora hay una revolución. La nueva visión sostiene que la mente está imbuida en la actividad sensoriomotora, que está en intercambio con el ambiente físico que nos rodea y que se constituye por la interacción con otras mentes. La mente emerge y existe sólo por la interacción entre los procesos mentales propios y el medio que nos rodea, incluidas las otras mentes.

Desde un punto de vista neurobiológico esta apertura a la intersubjetividad es  debida a las neuronas espejo, los osciladores adaptativos y otros procesos similares que deben  ser investigados. Pero a nivel experimental esta apertura a la intersubjetividad crea las condiciones para la intersubjetividad primaria (sincronía, imitación) que se ve en la primera infancia, y para la intersubjetividad secundaria (empatía) que se ve más tarde. Y el proceso terapéutico debe tener en cuenta las premisas citadas. La matriz intersubjetiva está presente en el contexto psicológico y determina la relación terapéutica. La transferencia y la contratransferencia son sólo casos especiales de este proceso. Según el autor, la idea de una psicología unipersonal queda obsoleta.

 

Algunas implicaciones para el psicoanálisis, del cambio hacia la intersubjetividad

La naturaleza y concepción del proceso terapéutico

El autor señala que en la terapia psicoanalítica no se puede considerar la mente como sola y unipersonal. Esto ha dado lugar a las escuelas de psicología intersubjetiva y relacional que consideran la sesión psicoanalítica como el interjuego de dos subjetividades que crean en común fenómenos intersubjetivos que son el tema central del psicoanálisis. Esta idea surge de la observación de la relación del infante con sus padres para ver cómo los estados diádicos de afecto emergen, se nutren, se fortalecen y progresan, mientras ambos interactúan sin un plan determinado pero dentro de un marco estructurado y señala que el cambio en el estado intersubjetivo es impredecible. Esto es parecido a lo que sucede durante la sesión analítica. El analista no sabe qué es lo siguiente que van a decir el paciente o él mismo. Cuando se revisa la sesión el proceso se ve coherente, lineal y causal, Pero cuando se está dentro de ella el  curso es impredecible y no se puede explicar por un modelo lineal causal. La desviación a la intersubjetividad requiere también un modelo descriptivo diferente, aunque lo ideal es una conjunción de ambos modelos. Parte de la sesión se puede describir adecuadamente con el modelo lineal-causal pero para otras partes se necesita recurrir a un modelo dinámico de sistemas.

Diferenciación uno mismo/el otro

Los trabajos de Stern, en 1985, demuestran que no hay intersubjetividad si no existe algún grado de diferenciación entre uno mismo  y el otro, y esto se ve desde una edad  muy temprana; los infantes pueden identificar la coherencia, continuidad y voluntad que caracteriza la acción de manera diferente si es él mismo el que lo está experimentando o si es el otro. Esta visión de los neonatos alcanzando y percibiendo el mundo externo, especialmente a las personas, pone en tela de juicio  la descripción de Mahler sobre el “autismo normal”,  la idea de una preocupación exclusivamente narcisista en el principio de la vida, y la fase de “simbiosis normal”. Del mismo modo la necesidad de una fase de separación-individuación tampoco se sostiene.

La visión presentada por el autor es que entre uno mismo y el otro se forma, desde el principio, un reflejo inevitable. El apego (“estar con”)  y la separación-individuación son tareas continuas y simultáneas que se dan paralelamente a lo largo de la vida, a medida que se van adquiriendo nuevas capacidades.

Fases y estados en general

Los resultados de los trabajos de investigación de Stern con infantes y los estados tradicionales de diferenciación si mismo/el otro ponen en entredicho las ideas de Frued sobre la psicosexualidad   infantil tan importante para el desarrollo y para la psicopatología. Esto no quiere decir que las fases no existan clínicamente y sean claramente visibles, pero no hay fases especiales del desarrollo en las que desaparecen o se cargan con más energía física, o son más vulnerables al trauma o a la distorsión. Ni que el trauma en cualquier edad del desarrollo sea un punto de fijación/regresión.

La oralidad temprana es un buen ejemplo de esto. Se observa gran cantidad de actividad oral en los primeros meses de vida. La explicación de Freud no tomó en cuenta que, al mismo tiempo, hay  gran cantidad de exploración visual y táctil del mundo. Recientemente ha surgido un enfoque diferente sobre la oralidad: cuando el infante quiere aprender algo sobre los objetos inanimados los muerde y los manipula; cuando quiere saber sobre las personas las imita a través de las neuronas espejo. .

El no consciente implícito y el inconsciente dinámico

Uno de los resultados más importantes de la investigación de Stern con los infantes y de la investigación sobre las neuronas espejo es el concepto de un  “conocimiento implícito” relacional. Los infantes recuerdan y forman representaciones de las situaciones sociales y afectivas antes de que lo puedan expresar a través del funcionamiento verbal y simbólico. Este conocimiento no cambia con la adquisición del lenguaje sino que se transforma cuando éste se adquiere. Es un terreno separado de la experiencia que continúa desarrollándose a lo largo de la vida y no se limita únicamente a la anticipación de la interacción sino que incluye los sentimientos e intenciones asociados a ella.

El autor sostiene que éste es uno de los resultados más importantes de las últimas décadas en la observación de infantes y es un vehículo en el que el pasado se incluye en el presente y organiza  la respuesta del individuo. Y los analistas deben considerar la posibilidad de que los niveles más importantes del significado psicodinámico se desarrollen y expresen a través de procesos no simbólicos, en contra de lo que se pensaba antes, de que el significado sólo se realizada a través de la simbolización.

En este artículo el autor, citando a Michael Basch (1975) define significado como “un efecto de disposición sobre la acción”  y pueden ser explícito o implícito. Los significados relacionales que se intercambian a través de comunicaciones afectivas durante las experiencias de la vida, son las que organizan nuestras acciones y son centrales para el psicoanálisis. Y cada ser humano busca los significados con la mediación del sistema semiótico compartido con otros humanos.

Estos sistemas semióticos son muy importantes pero son sólo una parte de un sistema intersubjetivo mayor que comienza compartiendo actividades afectivas e intencionales hacia el otro y hacia al mundo y este es el punto central del intercambio interpersonal y del género del significado.

El lenguaje y las formas abstractas de pensamiento se construyen sobre modelos más tempranos de poseer y representar significados que no son simbólicos ni se suprimen cuando aparece la simbolización. Aunque el infante está preparado biológicamente para desarrollar la habilidad de utilizar símbolos las expectativas generalizadas que elabora, así como las  que surgen por las experiencias repetidas no se corresponden con las posibles  representaciones simbólicas.

El autor manifiesta su desacuerdo con la idea de que las experiencias sólo se recuerdan a través de procesos sino que estos procesos descansan en capacidades cognitivas y perceptuales que sostienen el funcionamiento simbólico. Este funcionamiento no se consigue hasta la mitad del segundo año pero no significa que el infante no piense. El pensamiento y el uso simbólico no son ni sinónimos ni simultáneos.

 

Implicaciones del conocimiento implícito para el psicoanálisis

La extensión del conocimiento implícito

Por todo lo expuesto anteriormente, y debido a la importancia que se da actualmente al campo de lo “implícito” Stern opina que se debe revisar el espacio dado al inconsciente. Él sostiene que, si llamamos a todo el inconsciente el “no consciente” lo podemos dividir, a efectos teóricos y clínicos, en: a) el inconsciente dinámico, que está fuera de la conciencia debido a las defensas, principalmente a la represión; b) el preconsciente que está dentro o fuera de la conciencia debido a cambios en la atención; y c) el implícito que no es consciente porque reside en un sistema diferente que es no simbólico y no verbal, pero no tiene que ver con la represión. Este implícito contiene todo lo que aprendió el bebé sobre las relaciones humanas hasta los 18 meses y continúa creciendo,  enriqueciéndose y haciéndose más flexible durante toda la vida. Ocupa una gran porción de nuestro “no consciente”,  y en el análisis se pone en marcha en el momento en que el paciente entra en el consultorio y ayuda a constituir la transferencia.
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Material psicodinámico en el campo implícito

Según lo dicho anteriormente, para el autor el campo implícito es una parte clínica importante del “no consciente”, y hay mucho material  psicodinámico que es “no consciente” no debido a la represión sino porque se organizó implícitamente. Los comportamientos defensivos del infante respecto a las necesidades de apego son el mejor ejemplo para diferenciar los procesos defensivos de los procesos afectivos implícitos (no defensivos y no simbólicos) que se consiguen antes de la expresión por medio del lenguaje.

Para Stern los intercambios afectivos no conflictivos, así como las posturas defensivas y conflictivas que forman parte de estos intercambios, son, cada vez en mayor medida, una parte de las interacciones con los otros. Sin embargo las “reglas” que regulan estas interacciones se negocian a través de señales afectivas desde el principio de la vida y raramente superan el nivel de la conciencia sino que permanecen formando parte de nuestro conocimiento relacional implícito. Estas reglas para la interacción incluyen expectativas sobre la forma en que la relación debe ser expresada y en que medida debe ser expresada de manera defensiva. Estas reglas se utilizan desde edades muy tempranas como parte del conocimiento procedimental y antes de que el infante sea capaz de expresarlas verbalmente de manera consciente. El autor concluye que el inconsciente dinámico es sólo una parte importante del material psicodinámico. El conocimiento implícito y relacional es otra parte

El papel del análisis de las defensas

En este artículo se trabaja la idea de que el análisis de las defensas, aunque sea necesario para descubrir el inconsciente dinámico, no es apropiado para traer a la conciencia el no consciente implícito. Se necesita el empleo otras técnicas, sobre todo la empatía y un ambiente de seguridad y contención. Como en todo individuo coexisten las dos formas de material inconsciente, el analista necesita flexibilidad y buen juicio para saber con qué material no consciente se está enfrentando en cada momento, y saber cómo tratarlo.

Qué es “profundo” y qué es “superficial”

El psicoanálisis tradicionalmente privilegia lo que es  explícito y se expresa verbalmente para poder interpretarlo. Esto es lo que se denomina “nivel profundo”. El “nivel superficial” serían aquellos comportamientos, segundo a segundo, que tienen un significado implícito (silencios, expresiones faciales, gestos, y sobre todo el significado de las palabras con las que se expresa el material  intrapsíquico) y se consideran sólo como las manifestaciones de un nivel más profundo.

Stern sostiene una visión contraria. El “nivel más profundo” de significado, del que surgen los demás significados, es el nivel de los compromisos que se viven con los otros en el desarrollo de las necesidades,  y cómo se representan esos compromisos en la memoria procedimental implícita. El conflicto, las defensas y las fantasías inconscientes tienen su origen en el conocimiento implícito de las interacciones vividas. El “nivel superficial” se refiere a las respuestas a esos comportamientos implícitos  que proveen el material que puede ser interpretado en el análisis. Es en este nivel donde el pasado se lleva al presente. Los conceptos de conflicto, defensa, etc. son abstracciones útiles que surgen de la experiencia vivida, de conflictos y defensas en la interacción, pero son secundarias. Una de las razones de este malentendido es que en el análisis sólo se habla sobre estos temas una y otra vez y se pierde de vista el hecho de que la versión explícita viene de la experiencia implícita. Así pues este nivel no se puede considerar superficial.

El artículo termina con la esperanza, por parte del autor, de que las investigaciones futuras continúen cuestionando aspectos del psicoanálisis para poder perfilarlo cada vez más.

 

El  autor

Daniel N. Stern se formó  la Universidad de Harvard en Cambridge (Massachusetts) y en Nueva York en el Albert Einsten College de Medicina. Ha ejercido como profesor asociado de psiquiatría en diversos Centros, tanto en Estados Unidos como en Europa y ha dedicado parte de su carrera a la investigación del desarrollo del infante y del niño, participando en cursos, y ha escrito seis libros, que se han traducido a diez idiomas, y varios cientos de artículos y capítulos.

Durante 30 años ha trabajado conjugando las investigaciones con la práctica, la psicología del desarrollo con la psicoterapia dinámica, las observaciones del infante con la  reconstrucción clínica de la experiencia temprana, lo intrapsíquico con lo interpersonal.

 Ha sido un pionero en el estudio directo de la interacción madre-infante,  ha demostrado el apego complejo que se desarrollaa en la fases más tempranas de la vida del infante, y ha arrojado nueva luz en nuestro entendimiento sobre nuestros recuerdos  y nuestro procesamiento de las experiencias.

Por qué elige este artículo

En este artículo Stern explica, en primer lugar, que en el psicoanálisis lo interpersonal tiene tanta importancia como lo intrapsíquico y cuestiona la neutralidad del analista. La transferencia y la contratransferencia son producto de una intersubjetividad hasta llegar a lo que él llama el “psicoanálisis relacional”. Otro tema importante es su concepto de lo que el llama “conocimiento relacional implícito” diciendo que los infantes saben y aprenden mucho antes de adquirir el lenguaje (conocimiento implícito). La influencia de esto es que crea una categoría de psicoanálisis que no se basa en la represión sino en un sistema mental diferente, que quizá no es posible verbalizar pero que contiene información clínica muy valiosa. Para ello se necesita el empleo de otras técnicas que sean compatibles con el marco analítico.

 

 

 

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