aperturas psicoanalíticas

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revista internacional de psicoanálisis

Número 029 2008 Revista de Psicoanálisis en Internet

El modelo modular-transformacional para el tratamiento de niños y adolescentes

Autor: Szwarc, Norberto

Palabras clave

Dio bleichmar, enfoque modular-transformacional, Intervenciones terapeuticas, Niños y adolescentes..


No hay teorías científicas que no sufran modificaciones a lo largo de más de 100 años y el psicoanálisis no es una excepción. El enfoque Modular-Transformacional desarrollado por Hugo Bleichmar (1997) produjo cambios en los paradigmas que influyeron en la técnica y la acción terapéutica que ejercemos los psicoanalistas. Conceptos que  influyen también al psicoanálisis de niños y adolescentes. Quien revitalizó este campo fue Emilce Dio  Bleichmar (1973, 2005). Estos comentarios están basados en sus trabajos.

Siempre se supuso que el psicoanálisis de niños fue generado por Anna Freud y Melanie Klein pero Geissman y Geissman (1998)  atribuyen el origen del psicoanálisis de niños a  Hermine Hug-Hellmuth, quien en 1913 abre el psicoanálisis de niños para mayores de 7 años; ella fue  la que propuso la utilización del juego confiriéndole el mismo valor que el sueño o la asociación libre en psicoanálisis para adultos. Esboza una reflexión que prefigura la teorización kleiniana del simbolismo; el proceso es mediado por la interpretación y dirige una atención particular a la relación con los padres, de acuerdo a sus teorías. Hubo poca difusión  de la obra de Hug-Hellmuth a raíz de un episodio doloroso: fue asesinada por su sobrino.

A partir de 1920 entran en escena Anna Freud y Melanie Klein. Sus encuentros en 1938 en Londres, después de la emigración de Freud, desembocaron en enfrentamientos conceptuales bajo el nombre de “controversias”. La amplia mayoría de los psicoanalistas de niños y adolescentes nos formamos bajo la impronta de  estas dos brillantes mujeres o de sus discípulos. En los últimos años el psicoanálisis ha seguido avanzando hacia modelos complejos que guardan coherencia con investigaciones teóricas y empíricas.

Lo intersubjetivo se relaciona con el origen y la estructuración del psiquismo, concepción desarrollada especialmente a partir de hallazgos sobre la relación temprana entre las figuras parentales y el niño -por ej. Stern (1985), Fonagy y Target (1998).Trabajos sobre la transmisión intergeneracional y su efecto sobre el apego  (ej. Main, Kaplan Cassidy (1985). Desarrollos que enfatizan el papel del adulto y sus mensajes  (Laplanche, 1989), que cuestionan el marcado endogenismo de la concepción pulsional del fantasma S. Bleichmar (1999).

Desde esta perspectiva, podemos decir que uno de los mayores cambios en los últimos 50 años de los 100 primeros que ya tiene el psicoanálisis es el cambio de la concepción intrapsíquica o intrasubjetiva hacia una intersubjetiva. Desde la concepción vincular, Puget y Berenstein (1988) introducen el concepto de triple espacialidad psíquica: intra, inter y transubjetiva.

El desarrollo ya no es sólo libido y fantasía sino que pasa a primer plano lo relacional (Dio Bleichmar, 2005): el papel  del otro en la constitución del psiquismo –ejs.: Lacan (1949), Kohut (1971), Emde (1983), Stern (1985), Laplanche (1992), etc.

Por otro lado, el aporte de Fodor (1986)  indica cómo el cerebro funciona por módulos genéticamente independientes con propiedades y procesamientos diferentes. Cada módulo es concebido como una base de datos específica, procesa cierta clase de estímulos y deja automáticamente a otros de lado. Modularidad que no implica encapsulamiento sino interacción entre los distintos módulos y transformaciones que cada uno impone en los otros

Conceptos interesantes provenientes de otras disciplinas han permitido repensar algunas ideas de la teoría psicoanalítica. Es así que se puede conceptualizar al psiquismo presentando módulos múltiples y complejos, entre otros el apego como sistema motivacional específico e independiente del hambre y la sexualidad. Se reformula de este modo  el vínculo entre pulsiones y relaciones de objeto.

Se sabe que las expectativas y fantasías de los padres, sus historias personales y familiares y la relación entre ellos influirán sobre el niño; a su vez ser padre o madre no son sólo experiencias subjetivas, sino  también categorías sociales que se hallan influenciadas por la  época y la cultura que les toca vivir, que de uno u otro modo tendrán efecto sobre la personalidad del hijo.

En función de esto, nuestra labor clínica consistirá en evaluar el tipo de funcionamiento familiar, tratar de inferir cómo los deseos, angustias, desilusiones y conflictos de los adultos influyen perturbando la crianza, observar cuáles son las funciones parentales que se han visto afectados, cuáles de los sistemas motivacionales se han perturbado en el niño.

Dentro de la teoría psicoanalítica, muchísimos autores han descrito las formas que asumen las funciones maternas, por ej. Winnicott (1972) y Bolwby (1969), quien estudió la importancia de la “figura de apego”: el niño necesita su presencia y su contacto y el afecto resultante es un sentimiento de seguridad.

Si bien para Freud (1905), lo esencial de la madre era ser objeto de la libido en la medida que despierta el placer de órgano, otros autores han enfatizado otras funciones: función “reverie” para Bion (1962) para describir la capacidad de la madre para metabolizar la ansiedad del bebé;  “función narcisizante” para Kohut (1971), aludiendo a la capacidad de idealizar y valorar a su hijo; y, más recientemente,  Christopher Bollas (1991)  nos habla del “objeto transformacional” que correspondería a la función de regulación emocional.

Dentro de este marco, Emilce Dio Bleichmar (2000) viene trabajando la ampliación de un concepto que se refiere a un campo dinámico de fuerzas que organizan el psiquismo del niño, dando cabida a diversos centros motivacionales. Éstos pueden entrar en conflicto o en oposición entre ellos, o con los sistemas motivacionales de sus padres. Desarrolla estos conceptos para el trabajo con niños y adolescentes planteando que, desde su conceptualización, tanto la técnica como la acción terapéutica requieren ser  transformadas. Basada en los trabajos de Bleichmar (1997),   plantea que hay por lo menos 4 sistemas motivacionales a tener en cuenta:

  • regulación emocional
  • apego y de cuidados del adulto
  • narcisismo
  • sensualidad/sexualidad.

El sistema motivacional de la regulación emocional

La regulación emocional es caracterizada  como la capacidad para mantener  tanto un óptimo estado de activación del sistema nervioso como el desarrollo y expresión de los afectos. El sistema que gobierna la regulación de los estados de activación madura entre el primer y tercer año de vida.

La interacción interpersonal aumenta el nivel de activación y optimiza muchas funciones cognitivas. Las investigaciones neurobiológicas han demostrado que las experiencias de sobrecarga emocional afectan a la base anatómica debido a la plasticidad sináptica por lo que el desarrollo y el posterior funcionamiento se verían afectados (Le Doux, 1996; Siegel, 1999, 2001). Dio Bleichmar (2005) enfatiza que al aspecto central de la regulación emocional no se le ha dado toda la relevancia que tiene. Una heteroregulación –regulación desde otro, desde la figura externa- que deberá transformarse en la autorregulación. Los procesos de autorregulación desempeñarían un papel importante en la vivencia del self  emergente.                                              

 Hay autores (Beebe y Lachman 1994) que consideran que la regulación interactiva influye en la representación tanto del self como del otro.

Invariablemente, dice Dio Bleichmar (2005), si ocurren trastornos en la regulación mutua, entre la madre y el niño, el estado psicofisiológico se altera. Ella lo ejemplifica con cambios en la alimentación, en el sueño, el bebé puede estar más molesto y llorar más, si la madre lo carga, el bebé puede reaccionar en esas circunstancias con rechazo.

Cuando los sistemas motivacionales están  desregulados, si la díada madre-bebé puede resolver los momentos de desequilibrio, entonces se proveerá suficiente flexibilidad a la experiencia como para recobrar la regulación.

Sabemos que tanto Freud como Klein y otros desarrollaron teorías sobre la angustia.

La pregunta que se formula Dio Bleichmar (2005) es si los padres que no son capaces en el área de la regulación emocional pueden  serlo  en otras áreas. Podrían serlo, se contesta ella, pueden ser cariñosos, protectores pero ansiosos, que inundan de excitación al bebé generando dificultades en el manejo de los afectos y desorganización.

La valoración de la realidad externa como inofensiva o peligrosa es altamente dependiente de la significación que le atribuya el adulto. Hay padres que hacen que sus hijos vivan determinados acontecimientos de la vida como si se hallaran frente a un peligro mortal, o al borde de una catástrofe, viéndolos siempre vulnerables. Un niño puede ir adquiriendo una identidad de fóbico a través de lo que H. Bleichmar (1997) llama “transposición categorial”.

Por otro lado, puede haber niños con dificultades de regulación emocional, con una estado ansioso que les genera un funcionamiento hiperalerta permanente, con dificultades en refocalizar la atención hacia un nuevo estimulo, dando lugar a  problemas de atención y dificultades de aprendizaje.

También puede ocurrir que muchos de los comportamientos obsesivos de la temprana infancia, como los rituales de movimientos, de orden, o la hipervigilancia sean procedimientos tendientes a darle estructura y organización a estados internos de angustia que son sentidos como momentos de desorden, vacío, falta de coherencia interna.

El sistema motivacional del apego

El sistema del apego es activado siempre que el ser humano se halla en una situación de estrés o amenaza. El dolor, el miedo o la humillación motivan al ser humano a buscar protección en la figura del apego (Bowlby, 1980).

Las teorías de Ainsworth (1969) consideran la función parental como base segura para el desarrollo del niño y aportan el contrapeso al  examen de los procesos intrapsíquicos de poner el  acento en la dinámica real de la relación paterno-filial. Bolwlby (1980) había mostrado lo necesidad de los niños de contar con un apego seguro que no se viera quebrado por separaciones prolongadas. Estudió las reacciones ante la separación con las fases de protesta, desesperación, desapego, con todas las consecuencias que esto implica.

Parafraseando a Winnicott (1972), uno podría preguntarse para cuál de los sistemas motivacionales de un hijo es la madre “suficientemente buena”; y lo mismo, por supuesto, para el padre.

Dio Bleichmar (2002) se pregunta:  ¿los sistemas motivacionales  se complementan, se sustituyen? ¿Cuáles son los déficits o las limitaciones a las que se enfrentan  los padres dados sus vínculos con sus respectivos padres?

Por otra parte, cada hijo puede constituirse en un objeto diferente para la pareja parental. Los hijos pueden ser objetos de apego para los padres, como sucede con las madres que no toleran la soledad y que fomentan la proximidad física nocturna como una forma de calmar sus propias ansiedades de separación.  Claro que podrían generar procesos de hipererotización a pesar de no haber sido la sexualidad el motor del acercamiento.

Una de las innovaciones que nos permite el enfoque modular-transformacional en un proceso de evaluación diagnóstica es examinar una serie de funciones importantes en  el desempeño  de la parentalidad para el desarrollo del psiquismo.

En la infancia temprana,  la ansiedad de separación se manifiesta cuando la figura de apego desaparece del campo perceptivo del bebé o del niño. Dicha ansiedad se considera un indicador discutible de progreso cognitivo y de la constitución del vinculo de apego.  Su expresión manifiesta es normal, no así su inhibición.

La conducta de apego acentuada no es garantía de que el vínculo sea eficazmente protector. Cuanto más eficazmente protectora y confiable sea la figura de apego, probablemente existirá menos angustia de separación. La cuestión no es la protección sino la confiabilidad en las respuestas adecuadas.

Las conductas de apego pueden servir a varios sistemas motivacionales en diferentes momentos.

Los diferentes sistemas psíquicos motivacionales de los padres (narcisismo, sensualidad/sexualidad, regulación emocional) irán siendo integrados en el niño dentro de la relación de apego. Se trata de la totalidad de la relación que se configura por distintas dimensiones del psiquismo.

El sistema motivacional del narcisismo

El narcisismo como elemento del psiquismo es toda actividad psíquica que tiende a mantener la integridad, estabilidad y estado de bienestar de la representación de uno mismo. Reconocemos en Kohut (1971) la influencia que el narcisismo sea considerado en su dimensión estructurante.

El  término más comúnmente utilizado -aunque no tanto en psicoanálisis- para dar cuenta de la relación  de satisfacción o no consigo mismo es la autoestima, un marcador de la regulación  narcisista del sí mismo. La autoestima variará de acuerdo a cambios en factores internos y externos al sujeto y éste se verá obligado, para restablecer el balance narcisista, a recurrir a mecanismos y compensaciones que formarán parte de aquello que entendemos como la estructura y organización del sistema motivacional narcisista.

Se supone que el sentido de sí mismo emerge en paralelo con las representaciones del otro a través de procesos complementarios y que, cuando se constituye normalmente y opera sin trastornos, su funcionamiento es inadvertido (Stern, 1989; Pine, 1990). Sin embargo, si esto es alterado -por ej: padres que no ven a sus hijos como personas totales sino en una sola dimensión que genera una fragmentación en la especularización- lo encontramos en aquellos adolescentes  que  se obsesionan con algún rasgo físico, lo que puede llevar a situaciones clínicas como las dismorfofobias, cada vez más frecuentes en nuestra clínica.

Los adultos no sólo emiten mensajes valorativos globales sobre la belleza, la fuerza, la bondad del niño, etc, sino además comentarios valorativos sobre sus acciones y habilidades. Las capacidades del sí mismo reciben estímulo en la medida que el niño sienta que ese es el deseo de los padres. Lo que Laplanche (1992) llama con gran acierto “una cucharada para papá una cucharada para mamá y una cucharada para el yo”. 

El sistema motivacional sensual/sexual

Dio Bleichmar (2005), quien amplía el concepto de sexualidad basada en ciertas ideas de Lichtenberg (1989), sugiere que el placer sensual es un motivo mucho más poderoso y frecuente mientras que la búsqueda de placer sexual es más episódica e intermitente. La sensualidad se halla activada por las figura del apego, son una parte normal de la vida del bebé; cuando el estado afectivo de disfrute sensual domina la experiencia, la sensualidad funcionaría como una llave que puede conducir a una disminución de la tensión y a un estado de relajación, o a un reforzamiento en la sensación que se transformará en excitación sexual.

A veces la hipererotización puede emerger como consecuencia de un movimiento compensatorio, una  condición a la que acude el self del niño ante situaciones de conflicto o carencia en otros sistemas motivacionales. A través de la erotización algo, del malestar se mitiga. Hugo Bleichmar (1997) ha formulado la diferencia en los mecanismos de defensa como procedimientos intrapsíquicos de ocultamiento a la conciencia y defensas compensatorias como acciones por las cuales se genera una situación o se crea una realidad que actúa como defensa entre ansiedades diversas.

Es difícil sostener la concepción de una  estructura unitaria del conflicto para un solo sistema motivacional -lo mismo sucede en niños, adolescentes y adultos. Siempre se trata, en mayor o menor grado, de una articulación de sistemas que producen transformaciones de uno sobre otro.

Bleichmar (1997) plantea que un juicio surgido en el área de las representaciones narcisistas -por ej una fórmula devaluadora en la autoestima, “no valgo nada”- podría, por medio de la operatoria de las creencias del inconsciente, trasladarse a las representaciones del área cuerpo y aparecer como idea hipocondríaca -por ej.: “no valgo  nada… soy débil… estoy en peligro… cualquier cosa me puede ocurrir” y, si hay fijaciones a preocupaciones por el cuerpo, o episodios con seres cercanos en que hayan tenido  o tengan cáncer, entonces se arriba a la conclusión “tengo cáncer”.

Dio   Bleichmar (2005)  nos presenta una mirada sobre el caso  Juanito desde su concepción modular. Cuestiona la idea del Complejo de Edipo como conflicto básico del ser humano. Nos dice que el caso Juanito parece mostrar a un niño privilegiado con padres cuidadosos, adelantados a su época con una crianza no autoritaria, permisiva, con un alto grado de comunicación y contacto afectivo. No obstante  resalta el factor señalado por el padre de Juanito con relación a la madre como “ternura hipertrófica” como lo señalara Freud (1909), en la excesiva estimulación erótica que mantiene con su hijo. A su vez le da importancia a la excesiva permisividad del padre con la madre, de modo que ella tiene con Juanito una  particular relación que podría haber despertado en el niño  una intensa fantasía incestuosa con la madre, desde un cúmulo de experiencias concretas, diarias y repetidas de excitación sexual -cuando duerme con él o lo acompaña al baño, cuando lo higieniza, y cuando ella lo hace en su presencia. Es decir, es la madre quien fomenta y alimenta los deseos voyeurísticos y la excitación que le conduce a la masturbación. El padre no le pone ningún límite, no regula el deseo materno.

Por nuestra parte, nos preguntamos ¿qué ha ocurrido en la infancia de la mamá de Juanito?, ¿se halla  identificada con los deseos incestuosos de su hijo? Juanito tiene acceso al cuerpo de la madre de una forma que no corresponde a su lugar de hijo. Esto potencia y sobreestimula el deseo de ser el padre y ocupar su lugar junto a la madre. A su vez, su autoerotismo en cuanto actividad legítima para satisfacer su tensión en aumento es prohibido y se le amenaza con castigos, castración y abandono. Estos factores pudieron haber contribuido a que el tránsito por la etapa genital infantil de Juanito culmine con la producción de un síntoma, un exceso de ansiedad.

Acción Terapéutica

Dio  Bleichmar (2005), hablando de las implicaciones del  modelo, plantea que tanto la técnica como la acción terapéutica se ven transformadas. Se basa en la escucha analítica clásica pero ampliada teniendo en cuenta los múltiples sistemas motivacionales, planteando entonces múltiples formas de intervención. Sostiene también la necesidad de incluir a los padres, cuando sea indicado, en el tratamiento con niños para diseñar intervenciones que optimicen las capacidades parentales.

H. Bleichmar (1987) habla de distintos tipos de inconsciente y, dado que no existe un único tipo ni en cuanto a su origen, ni en la forma en que están inscriptas las memorias de las experiencias pasadas, ni en cuanto a la intensidad de la carga afectiva de las representaciones, las formas de intervención terapéuticas deben adecuarse a esa pluralidad.

Si aplicamos esto a la terapia de niños y adolescentes, nos encontramos con un diagnóstico psicopatológico abierto a la evaluación de las características de los padres, centrándose en el encuentro o desencuentro de los sistemas motivacionales entre padres e hijos, condición que permite trabajar en una permanente y estrecha articulación entre factores intrapsíquicos e interpersonales. En el trabajo con niños y adolescentes que dependen económicamente de sus padres, la deserción brusca e inconsulta es una situación frecuente. Son estas situaciones las que ponen en evidencia cómo los terapeutas nos  hallamos a merced de la transferencia negativa de los padres sin posibilidades de intervenir a menos que ellos participen de alguna manera en el tratamiento.

Rustin (1998) describe que en Londres, en la Tavistock Clinic, realizan intervenciones con los padres de los niños en tratamiento y pueden elegir algunas de estas modalidades:

  • Trabajo de apoyo con los padres con el objetivo de proteger y sostener la terapia del niño.
  • Trabajo con los padres en torno a su funcionamiento como tales, cuando necesitan ayuda para entender el comportamiento de sus hijos o cuando se hallan atravesando situaciones de angustia a raíz del trastorno de los niños.
  • Trabajo en torno a problemas de pareja o de familia en su conjunto.
  • Psicoterapia individual para alguno o ambos miembros de la pareja parental.

En la actualidad, los nuevos paradigmas, según enfatiza  Dio Bleichmar nos conducen a tener en cuenta:

  • La modularidad de la mente
  • Los diferentes tipos de memoria y de procesamientos conscientes e inconscientes
  • El origen interactivo e intersubjetivo de la estructuración del psiquismo, lo que  exige un replanteamiento y un desarrollo de la psicopatología en términos relacionales que conducirá a una extensión y profundización de enfoques terapéuticos que tomen en cuenta a padres e hijos.

Esto implica, según lo vemos, cambios respecto a  la técnica clásica;  se podría decir que los cambios se centrarían sobre 3 puntos: mayor flexibilidad aplicada al encuadre, a la participación del terapeuta, y a las intervenciones. La relación terapéutica es, además, una relación nueva en que el terapeuta actúa, tiene iniciativas, codetermina el proceso, propone nuevas formas de resolución del conflicto

Existe una ampliación de los instrumentos de transformación:

1) Aportación de significados relacionales en la interacción con sus familias y personas de su entorno, no sólo de sus objetos internos.

2) Respuesta emocional instrumental para activar o desactivar estados afectivos poco flexibles.

3) Propuesta de escenarios lúdicos o diversificados orientados al cambio que amplían los que trae el niño de forma espontánea.

Aun a riesgo de una extrema simplificación, podríamos nombrar objetivos comunes en la psicoterapia con niños y adolescentes:

  • El reconocimiento de ansiedades y tratamiento de los afectos.
  • Estimulación de estructuras simbólicas a través de la exposición emocional por medio del lenguaje.
  • Estimulación de la vitalidad los deseos 

Hemos intentado, a través de una apretada síntesis, presentar el modelo modular-transformacional propuesto por  Dio Bleichmar,  tal como lo comprendemos desde nuestra propia experiencia, quien junto con los autores mencionados ha ampliado la metodología tradicional contribuyendo así a vitalizar el psicoanálisis de niños y adolescentes, asegurando su continuidad.

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