aperturas psicoanalíticas

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revista internacional de psicoanálisis

Número 040 2012

Teoría del apego para psicoterapeutas [Juri, L., 2011]

Autor: Ferrari, Luis

Palabras clave

Teoria del apego.


Reseña: “Teoría del apego para psicoterapeutas”. Autor: Luis J. Juri. Madrid, Editorial Psimática (2011), 215.  Capítulo 1. “Epistemología para psicoterapeutas”

Autor de la Reseña: Luis Ferrari

John Bowlby se hubiera sentido complacido por la aparición de este libro de Luis Juri.  Una de las preocupaciones del creador de la Teoría del Apego era la escasa aplicación de su teoría en la clínica, en comparación con los desarrollos académicos y de investigación. Considerando que creó la teoría del apego pensando especialmente en los clínicos, resulta comprensible su desazón. El libro de Juri se suma a textos de otros autores que intentan una transferencia y  aplicación del punto de vista de la teoría del apego (attachment theory) a las relaciones psicoterapéuticas. Este libro está dirigido, en especial, a los terapeutas de orientación psicoanalítica, ya que la teoría del apego  nació en el seno del psicoanálisis. Juri intenta romper con la dicotomía “teoría del apego vs. psicoanálisis”, para colocar a la teoría del apego como “una forma de entender al psicoanálisis”, como ha escrito Mario Marrone en el Prólogo al libro, o como “un paradigma psicoanalítico alternativo”, al decir del autor del libro siguiendo la terminología y los conceptos del epistemólogo e historiador de la ciencia Thomas Khun.

Como una guía para el lector de esta reseña en primer lugar presentaré los títulos de los capítulos del libro, para luego sintetizar los aportes de cada uno.

·         Capítulo1: Epistemología para psicoterapeutas.

·         Capítulo 2: ¿Qué cambia con la introducción del apego?

·         Capítulo 3: Retorno a las experiencias infantiles.

·         Capítulo 4. ¿Cuál es el “trauerarbeit” o trabajo de duelo?

·         Capítulo 5: Apegos invertidos: los hijos-sostén.

·         Capítulo 6: Culpabilizaciones y agresividades intersubjetivas.

·         Capítulo 7: La psicoterapia como una base segura.

 

Juri continúa y profundiza temas que ha abordado en un anterior libro suyo “El psicoanalista neutral ¿un mito?” (1999) donde aborda la cuestión de la imposibilidad de neutralidad absoluta del psicoterapeuta. Apoyado en epistemólogos como Thomas Kuhn (1962) y Norwood Hanson (1958) el autor afirma la inexistencia del psicoterapeuta idealmente neutral. Propone la denominación “analista-selectivo” en lugar del clásico “analista-espejo”. Previo a escuchar a su paciente, el psicoterapeuta ha sido instruido en determinadas premisas y tales premisas orientarán su escucha. Por ello Juri se refiere a la imposibilidad de no utilizar paradigmas.  En una afirmación atrevida, el autor llega a afirmar sobre la regla de la atención flotante: “la atención flotante flota dentro del paradigma” (1999). Una distinción importante que establece Juri es entre la función que S. Freud le adjudicaba al psiquismo y la función que le atribuía  J. Bowlby. Así como para Freud el psiquismo era un aparato que tenía la tarea de controlar los estímulos, Bowlby le adjudicaba un objetivo relacional: el control del vínculo. Detrás de esa diferencia se encuentran para Juri un paradigma con un marco energético (Freud) y otro con un marco vincular e informacional (Bowlby).

En el campo actual de las teorizaciones en psicopatología Juri distingue dos paradigmas: 1) un paradigma endogenista, cuya visión es la de un psiquismo aislado o semi aislado;  y 2) un paradigma intersubjetivo, de psiquismos en interrelación. Solo partiendo del reconocimiento de estos paradigmas y sus diferencias es que se puede realizar la articulación (o no) de las diferentes teorías sin forzar una “armazón psicoanalítica”, donde se intente congeniar las pluralidades a toda costa. Si bien Bowlby (1980) utilizó el término y el concepto de paradigma expresamente en el sentido empleado por Thomas Kuhn, Juri estima que no  ha llevado a mayores profundidades las implicancias del concepto, que señalan la parcial subjetividad del observador, investigador o psicoterapeuta.

Capítulo 2. ¿Qué cambia con la introducción del apego?

En este capítulo, Juri efectúa ciertas distinciones centrales y aporta ideas novedosas. El autor intenta delimitar la motivación de apego, despejando ciertas confusiones terminológicas y conceptuales. Define al apego como la búsqueda de cercanía, espacial o emocional, con una figura considerada (real o imaginariamente) como protectora. Esto apunta a alejar la teoría del apego de una visión “espacial” (o métrica, por así decir) que consideraría solo la cercanía física. Juri diferencia el uso extendido del término apego (como afición, inclinación) que tiende a igualarlo con “relación”, con el apego como expresión de una relación asimétrica de características protectoras. Este último es el sentido con el que se lo emplea en el libro.

El apego es una motivación primaria, esto quiere decir no derivada de la nutrición y/o el sexo (Freud) y con su propia función, que es la protección del apegado. Como en ocasiones la teoría del apego ha sido tildada de “conductista”, el autor del libro encara la cuestión. Según Juri, Bowlby ha usado el término apego en dos sentidos: 1) como conductas de apego; y 2) como disposición (dispousal) al apego. El no haber marcado con claridad la diferencia entre ambos ha favorecido en parte la confusión. Ésta se aclara si nos referimos al apego como “deseos de apego” (motivación psíquica) y se reserva la expresión “conductas de apego” (llanto, aferrarse, llamar, etc.) para las formas con que se intenta concretar el deseo de apego. Otra razón del mote de conductista provino de psicoanalistas que no entendieron el acercamiento de Bowlby a la etología, creyendo que ignoraba el psiquismo, y también por el empleo del método observacional prospectivo, junto al tradicional método retrospectivo. Quien ha leído la obra de John Bowlby puede comprobar que el autor ha construido un modelo del psiquismo consciente e inconsciente (se coincida o no con él) lo que lo aleja de todo conductismo, ya que esta corriente no está interesada en la mente, espíritu o mundo interior.

Juri aspira a otorgarle legitimidad a la expresión “deseos inconscientes de apego” y para ello acude al modelo del deseo que Freud presentara en “La interpretación de los sueños”. En ese escrito Freud (1900) sostuvo que el deseo apunta a pasar del displacer al placer, que para el modelo energético freudiano se identificaba con el aumento de los estímulos (displacer) y con su descarga (placer). En los términos de Juri, y al no basarse en un modelo energético, el displacer sería un estado de angustia producto del temor al abandono, a la soledad, al desamparo, etc. y el placer sería la satisfacción de seguridad por el contacto, ya sea real o imaginario, con una figura protectora. El deseo de apego apunta a pasar del displacer al placer definido en estos últimos términos.

El autor encara un interrogante que aparece frecuentemente en la discusión entre los teóricos y clínicos: ¿es el apego una pulsión? Para Juri el apego no es una pulsión en el sentido tradicional del término “trieb”. Si bien al nacer existen rudimentos de apego en la cría, el apego se organiza intersubjetivamente en el primer año de vida. El apego no sería una acumulación de estímulos que “asaltan” al sujeto (trieb), sino una disposición que se activa o desactiva en función del vínculo. Los Modelos Representacionales (o Working Models) monitorean el estado de la relación y activan el apego ante señales angustiosas de disrupción del vínculo, así como lo desactivan en función de señales tranquilizantes.

Juri introduce en este capítulo una distinción entre placer erógeno y placer de apego. Considera que la teoría del apego no le ha otorgado mayor importancia al tema del placer debido a que éste se encontraba ligado a un modelo energético (libido) que era rechazado por Bowlby. Propone considerar el placer de apego. Así como el placer erógeno es originado en el contacto con determinadas zonas erógenas, el placer de apego sería la satisfacción producida por el contacto con una figura de apego.  Es el placer del alivio de la angustia o del miedo. Repetidas experiencias de placer de apego van construyendo el sentimiento de seguridad y la confianza en el vínculo. El capítulo incluye también la visión de Daniel Stern sobre la importancia del apego.  Para D. Stern (1999) el vínculo de apego sería, nada mas ni nada menos, que un eslabón perdido en la unión entre las generaciones. Según este autor, la nutrición y el sexo no alcanzan por sí solos para asegurar la supervivencia de la cría y la transmisión de los genes, se necesita algo más tanto en las crías animales como en las humanas, y ese algo más sería el vínculo de apego. Siendo esto así, dice Stern, ni la teoría de la evolución ni el psicoanálisis podrían ignorar la importancia del apego. En otro apartado, Juri señala que los teóricos actuales del apego están poniendo su atención a los procesos intersubjetivos en la relación de apego. Entre esos autores se encuentran K. Lyons-Ruth (2008), M. Cortina y G. Liotti (2009). Para estos dos últimos el apego y la intersubjetividad poseen distintas funciones. El apego tiene la función de proveer seguridad, en tanto la intersubjetividad tiene la función de favorecer la comprensión de las motivaciones del otro, así como la expresión de las propias.  Dos apartados son dedicados a las relaciones entre apego y sexualidad. Bowlby opinaba que no le había dedicado mayor tiempo a la articulación entre apego y sexualidad debido a que su atención estaba centrada especialmente en definir y demostrar la existencia del apego. Apego y sexualidad no son antagónicas, y cada una tiene su propia función. Lo que los teóricos del apego tienden a pensar es que la sexualidad nace y se desarrolla dentro de un contexto de apego. El pensamiento de Bowlby incluye otras motivaciones además de las de apego y sexualidad. Se encuentran las de exploración, nutrición, afiliación. Juri efectúa breves comentarios sobre los sistemas motivacionales planteados por  J. Lichtenberg (1981), H. Bleichmar (1997) y E. Dio Bleichmar (2003) que toman en cuenta y amplían las motivaciones de apego.

En el Apéndice a este capítulo, titulado “El amanecer de la empatía” Juri muestra cómo el miedo (y no la agresión o el sexo) ha sido el factor predominante en la vinculación humana. Etólogos como I. Eibl-Eibesfeldt (1970) y psicoanalistas como T. Gioia  (1996) consideran que el miedo ha sido un motivo central para la unión entre los congéneres. El congénere tendría “valencia de hogar” (home valency). En la evolución del Homo Sapiens fueron apareciendo progresivamente la empatía y la intersubjetividad. Juri se refiere a los descubrimientos de Ralph Solecki en el Kurdistán (Gore, 1996) que muestran la incipiente empatía en los antecesores neandertales de los humanos actuales, bajo el atrayente título "¿Huesos fósiles que revelan empatía?" También toma en cuenta los estudios de M. Cortina y G. Liotti (2008) quienes diferenciaron el apego y la intersubjetividad, mostrando cómo la intersubjetividad creó un compromiso social y una comprensión de la mente del otro. Juri se refiere asimismo a las “neuronas-espejo” (mirror neurons) que según H. Bleichmar (2001) constituirían las bases neuronales de los procesos intersubjetivos.

Capítulo 3. Retorno a las experiencias infantiles

El capítulo 3 es sintético pero aborda temas centrales de la psicopatología. Su título - “Retorno a las experiencias infantiles”- se refiere a la propuesta de Bowlby de volver (con variantes informacionales) a la primitiva teoría traumática de las neurosis, que Freud sostuvo hasta 1897. En esa teoría, Freud colocaba el factor etiológico en las experiencias infantiles, primeramente las de orden más general y en los últimos tiempos en las experiencias sexuales. La famosa carta 69 a su amigo Fliess, del 21 de setiembre de 1897 se constituyó en un “cruce de paradigmas” (Juri). Freud le escribió a Fliess que “ya no creía más en su neurótica” (1897) e inclinó la balanza hacia las fantasías sexuales infantiles. Como con toda claridad señala Juri, Freud pasó de los “traumas sexuales infantiles” (las experiencias) al “infantilismo de la sexualidad” (las pulsiones). Para Bowlby el cambio de la carta 69 fue un giro desafortunado. El capítulo aborda a continuación una pregunta inevitable: ¿Y Edipo? Bowlby toma en cuenta los elementos que forman la constelación edípica (celos, exclusión, hostilidad, etc.) pero no considera que necesariamente deban tener un origen pulsional sexual. El deseo principal de un niño no sería sexual, sino de protección y amor. Las alteraciones de este anhelo hacen emerger las emociones características de Edipo. Como Apéndice, Juri incluye un reanálisis (Bowlby (1973; Niederland, 1960) de algunos delirios paranoicos de Daniel Paul Schreber -que fueran analizados por Freud desde la perspectiva de la evolución de la libido (Freud, 1911)- relacionándolos con las experiencias vividas por el Juez de Sajonia debido a los extraordinarios métodos educativos de su padre.

Capítulo 4. ¿Cuál es el “trauerarbeit” o trabajo de duelo?

El capítulo 4 está dedicado a los duelos. Ligadas conceptualmente a la noción de apego, tanto las separaciones ocasionales (ansiedad de separación) como las definitivas (muerte y duelo) ocupan un importante lugar en la teoría. El título del capítulo, “¿Cuál es el “trauerarbeit” o trabajo de duelo?” alude desde el inicio a diferentes perspectivas sobre el trabajo de duelo. Así como para S. Freud el trabajo de duelo consiste en obedecer un mandato de la realidad que urge al desprendimiento del objeto ahora inexistente, a lo cual el sujeto se resiste, para J. Bowlby el trabajo del deudo es el intento reiterado, contra toda lógica, de recuperar la figura perdida. Solamente cuando fracasan estos intentos el individuo en duelo va acatando, progresivamente, el mandato de la realidad. Para Juri se muestran en acción los paradigmas energéticos (Freud) que señalan el peligro de la estasis de los estímulos, y el paradigma vincular (Bowlby) centrado en la recuperación del vínculo.

Correlativamente a estos conceptos, el desenlace del duelo varía para uno y otro autor. Para Freud consiste en el desplazamiento de las catexis hacia un objeto nuevo (1917), en tanto para Bowlby la figura perdida puede mantenerse en el interior del deudo como apego interior (1980).

En uno de los apartados del capítulo, el autor del libro desarrolla la idea de la intersubjetividad de los duelos. Según esta premisa no existe lo que se podría denominar el “deudo aislado”, ni un proceso de duelo que transcurra por entero en el interior del psiquismo individual. Juri coincide y profundiza la opinión de Bowlby de que actualmente se observa, incluso entre los clínicos, una minimización del efecto que produce una pérdida significativa. Acude a los estudios del historiador  Phillip Ariés (1971) para mostrar que esto está ocurriendo con los duelos en nuestra cultura occidental industrializada. A fin de combatir la tendencia a la minimización de los duelos, Juri ha incorporado un apéndice con datos provenientes del conocido Estudio de Harvard (Glick, Murray Parkes, Weiss, Caplan y otros) (Murray Parkes, 1988) donde se pueden apreciar un abanico de síntomas y manifestaciones de personas en duelo (que pueden pasar desapercibidas como manifestaciones ocultas de duelo) en comparación con un grupo de personas que no se encuentran en esa situación.

Capítulo 5. "Apegos invertidos: los hijos-sostén"

El siguiente capítulo, el Nº 5, lleva como título “Apegos invertidos: los hijos-sostén”. En este capítulo Juri profundiza y amplía observaciones de Bowlby sobre una patología de las relaciones de apego: los apegos invertidos. Esto tiene lugar cuando el padre o madre toma al hijo como figura de apego, invirtiendo la asimetría. En este capítulo se plantea una cuestión terminológica, pues Bowlby utilizaba la expresión “inversión de roles” (role reversal) en tanto Juri, apoyado en citas del propio Bowlby se inclina por “inversión del apego” (attachment reversal). Juri introduce la expresión “hijos-sostén” para estas inversiones entre padres e hijos. Padres con determinados problemas (padres con patología borderline, con alteraciones serias de su autoestima, con ataques de pánico, con duelos no resueltos, etc.) que no pueden sostenerse a sí mismos, buscan el apoyo en un hijo-sostén. Exteriormente, la relación puede parecer como sobreprotección e incluso tiranía de parte de los padres, pero latente e inconscientemente el hijo es el sostén paterno, lo que resulta notorio cuando el hijo-sostén se aleja, lo que ha sido el caso del Sr. Z y su madre (Kohut, 1979).

Estos padres pueden interferir el desarrollo autónomo del hijo, al intentar retenerlo como un apoyo. Entre los modos de retener al hijo Juri señala las culpabilizaciones y/o responsabilizaciones, el control, los reproches, la intrusión en la mente del hijo necesitado. Estos vínculos generan una psicopatología intersubjetiva. Entre esas psicopatologías se incluyen ciertas agorafobias inculcadas, donde los padres presentan el mundo exterior como “peligroso” y al sujeto como “impotente” frente a ese mundo, de modo que éste quede refugiado en el hogar, en un sostén paterno disimulado. Otra forma psicopatológica serían las “angustias de encierro intersubjetivo”. Juri recurre a estudios de H. Bleichmar (1999) sobre los deseos y problemas de la intimidad emocional aplicándolos a las inversiones del apego. El temor a encontrarse en función de los deseos ajenos (como en su época de los deseos de los padres necesitados de apoyo) llevan a ciertas formas de defensa, como la distancia física o emocional, la evitación de la intimidad profunda o la agresividad que intenta evitar la invasión (real o imaginaria) del otro, y defender la representación del sí mismo como autónomo. Juri ejemplifica con una viñeta de una paciente llamada Emma (p. 160) quien tenía dificultades para experimentar orgasmos, pues significaban para ella “quedar a merced del otro”. Su marido se le había ido confundiendo con su madre viuda que la utilizaba en otras épocas para sus propios fines de sostén. Emma no podía concluir la psicoterapia porque pensaba que el terapeuta se podría enojar, ya que ella lo privaría de sus honorarios. Ella debía actuar en función de las (supuestas) necesidades del terapeuta, en una transferencia donde se reeditaba el vínculo invertido con la madre. En el capítulo 6 se examinan los sentimientos de culpabilidad y las agresividades derivadas de los vínculos de apego invertidos.

En este capítulo Juri aborda la cuestión de la función paterna. Partiendo de que en toda cría existen dos motivaciones centrales y antagónicas, el apego (que la acerca a la madre o cuidador) y la exploración (que la aleja de ella) Juri delinea lo que a su juicio constituye la función paterna. La función paterna presenta dos facetas:

1) la de brindar seguridad. La seguridad puede provenir no solo de la madre (una base segura) sino también del padre. En una oportunidad anterior, Juri (2001) ha reexaminado el papel del padre de Juanito afirmando que Juanito buscaba en él la seguridad que no encontraba en su madre.

2) la segunda faceta de la función paterna es la de promover la exploración ambiental y mental. El hijo es estimulado (o puede ser impedido) a explorar el ambiente y también el mundo mental de deseos y sentimientos propios y de los padres. La exploración favorece la representación del sí mismo del hijo como autónomo. Usualmente el padre ejerce esta función aunque en ocasiones es el padre quien interfiere las exploraciones del hijo, cuando es tomado como sostén. Por ello y como escribe Juri en el libro: “La función paterna, tal como aquí la presentamos, es una función simbólica” (p. 155). Puede ser llevada a cabo por el padre, pero también por la madre, un tío, un profesor o un psicoterapeuta, etc. Este es un capítulo de valor heurístico. Existen muchos caminos a explorar en los modos que una madre, un padre o un psicoterapeuta puede ejercer la función paterna simbólica estimulando la exploración ambiental y mental. Como lectores quizás nos hubiera agradado una mayor articulación de este importante tema con ideas de autores como Donald Winnicott o Jacques Lacan.

Capítulo 6. Culpabilizaciones y agresividades intersubjetivas

Juri considera el capítulo 6 como una continuación de las teorizaciones del capítulo anterior. Los apegos invertidos generan una patología intersubjetiva. Juri se ocupa particularmente en este capítulo de los sentimientos de culpabilidad y de agresividad. No muy extensamente, pero en forma concisa, expone las ideas de S. Freud (1900) y de M. Klein (1957) sobre el tema de la culpa. Pasa luego a considerar las ideas de J. Bowlby (1980) y de R. Laing (1961) sobre la misma cuestión. Culpabilizar o responsabilizar es uno de los modos de retener a un hijo-sostén. El hijo-sostén es preocupado o culpabilizado por el estado emocional o físico del padre/madre, de manera tal que puede llegar a convertirse en “madre o padre de su madre o padre”. Si se aleja de ellos no es extraño que sufra de “culpa de abandono”, como puede sentir una madre que deja a sus hijos. Todo esto suele transcurrir, por supuesto, a nivel inconsciente.

Así como en los paradigmas endogenistas el sentimiento de culpa se vincula con deseos hostiles, pulsionales o autogenerados, Juri señala otras alternativas para esos sentimientos. Autores como R. Fairbairn (1952), J. Bowlby (1980), R. Laing (1961), H. Bleichmar (1997), M. Marrone (2001), L. Juri (2011), brindan una perspectiva relacional para esos sentimientos.

En cuanto a la agresividad, aparte de la concepción que tradicionalmente la une a actitudes ofensivas hacia el objeto, Juri señala otras posibilidades. J. Bowlby (1973) ha considerado una agresión funcional, cuyo objetivo es la retención de la figura de apego. La agresión intenta retener la figura amada. Pero para Bowlby la agresión puede ser también disfuncional, apuntando no tanto a la recuperación del otro sino a un ataque por razones de rencor, venganza, etc. H. Kohut ha presentado una variedad de agresividad ligada a  amenazas a la autoestima y la ha llamado furia narcisista. Juri examina una cualidad autoafirmativa de la agresividad, alguna vez señalada por S. Freud. Como un producto de la patología de los apegos invertidos, el autor del libro muestra la emergencia de una agresividad de tono afirmativo. Se puede atacar para defender la representación del sí mismo como autónomo, amenazada por la intrusión en el psiquismo del hijo por parte del padre en él apoyado. El sujeto, por medio de ataques, ironías, etc., intenta colocar un límite a la invasión física o mental del otro, invasión que es una característica de los apegos invertidos. Cierra el capítulo una historia clínica bastante detallada de una paciente llamada “Atenea”. Atenea se defendía violentamente de una inversión del apego donde el padre, por métodos violentos, intentaba retenerla para que ella le brindara “de por vida”el amor que no le había brindado su propia madre.

Capítulo 7. La psicoterapia como una base segura

El capítulo 7 indica al lector el núcleo de la concepción de John Bowlby sobre la relación terapéutica. Es solo a partir de una base psicoterapéutica segura que el terapeuta y el paciente pueden emprender las exploraciones del psiquismo. Juri cita a un Bowlby contundente (1988), quien afirma que a menos que el terapeuta pueda capacitar a su paciente a sentir algún grado de seguridad, la terapia no puede empezar siquiera. La base terapéutica segura resulta necesaria para que aquellos contenidos que oportunamente fueran excluidos al inconsciente por conflictos con las figuras de apego, puedan ser traídos de vuelta a la conciencia. Algunos críticos del propio campo de la teoría del apego han manifestado que la psicoterapia era para Bowlby “simplemente” el establecimiento de una base segura. Juri considera injustificada esta crítica, ya que la base segura, si bien es una condición necesaria para la psicoterapia, no es una condición suficiente. Es a partir de esa base segura que se pueden llevar a cabo las exploraciones de los Modelos Representacionales del paciente.

La empatía (Einfühlung) es una parte constitutiva de la base segura. Solo con una base segura empática el paciente se animará a la exploración de su psiquismo. Bowlby proponía a los terapeutas pasar desde la posición de Terapeuta-Observador, que con su marco teórico analiza desde el exterior al paciente, a la de Terapeuta-Empático. Un terapeuta empático intenta comprender al paciente desde su perspectiva interior, o sea desde los elementos constitutivos de su psiquismo. Bowlby señalaba en sus supervisiones (comunicación personal de M. Marrone) que amén de la empatía él también se mantenía como un pensador independiente. Juri ha incluido un claro ejemplo del accionar de un terapeuta empático a través de un sueño analizado desde esta perspectiva por Joseph Lichtenberg (1981).

En este capítulo el autor aborda la controvertida cuestión de los modelos representacionales (o working models). Existen diferentes modelos representacionales, tanto del sí mismo como de las figuras de apego. Los modelos parecen tener un aire a los “objetos internos” de M. Klein, pero se diferencian de ellos en que son construidos por informaciones que arriban al psiquismo, ya sea por vía episódica (lo visto) como por vía semántica (lo escuchado). Bowlby no se oponía a las fantasías psíquicas, como se lo ha malinterpretado, sino a que se consideren las fantasías como productos pulsionales autogenerados. Un tema controvertido dentro de la teoría del apego es si los modelos son versiones distorsionadas o copias fieles de la realidad. Según Juri, Bowlby ha emitido opiniones diversas sobre el tema que pueden haber inducido la controversia. Quizás el querer demostrar la influencia de lo vivido lo llevó en alguna ocasión a remarcar el parecido de los modelos representacionales con la realidad. Sin embargo en otras ocasiones se refirió claramente a las distorsiones intrapsíquicas. En la actualidad existe consenso en que las informaciones que arriban al psiquismo sufren, en más o en menos, un procesamiento interior. Un aporte personal de Juri en este capítulo es la ampliación de lo que se considera “una base segura en la psicoterapia”. A su entender existen determinados puntos especiales donde el terapeuta debe otorgar seguridad a su paciente. Entre ellos se encuentran:

 a) el apego como diferente de la “dependencia”. Bowlby no empleaba el término “dependencia” por considerar que el apego no es idéntico a lo que se suele entender con esa palabra, y por el carácter peyorativo del término. Ciertas necesidades de apego de un adulto en crisis pueden ser tomadas erróneamente como manifestaciones infantiles de dependencia. Sin embargo, Juri no desecha totalmente el término dependencia. En ciertas ocasiones, como en la inversión de los apegos, vale considerar el termino, cuando el hijo sostén es inducido a la dependencia;

b) brindarle al paciente una base segura para la vergüenza, o sea proporcionar un ambiente sistemáticamente empático para que el paciente pueda mostrar ante el terapeuta lo ocultado por la vergüenza, sin temor a que lo mostrado sea considerado una “falta” lesiva para el sí mismo;

c) tomar en cuenta para los acercamientos el tema de los apegos invertidos, en aquellos pacientes que han sido invadidos en su psiquismo por la patología parental. Es tarea del terapeuta regular las aproximaciones y alejamientos para quienes temen quedar atrapados en una repetición transferencial de la intrusión paterna, diferenciándolo de una “resistencia”. Si el terapeuta no lo hiciera estaría fomentando la resistencia; d) el tema de la descalificación de la percepción. Apoyado en estudios de Bowlby, Kohut  y Laing el autor considera que el terapeuta debe proteger al paciente que ha sido sistemáticamente descalificado en su familia original de nuevas descalificaciones inadvertidas. La base segura sería la no repetición en la psicoterapia de la descalificación familiar. Se plantea aquí una cuestión de orden técnico acerca del comportamiento del psicoterapeuta en estas ocasiones. El arte del terapeuta consistiría en ir señalando las ocasiones en que el paciente ha experimentado una descalificación por razones internas, o corroborar una percepción correcta cuando la ha tenido, particularmente en la transferencia.

En la parte final del capítulo Juri polemiza con una afirmación de Peter Fonagy. Escribió Fonagy: “…(La terapia de la teoría del apego) aprueba, de alguna manera, que el analista se sitúe en la línea de la experiencia emocional correctiva” (2004). Para Juri, Fonagy no se ajusta a las ideas de Bowlby sobre la psicoterapia. Bowlby entendía la psicoterapia como un lugar donde el paciente podía “pensar lo que se supone que no debes pensar y sentir lo que se supone que no debes sentir”. Bowlby le otorgaba importancia a lo emocional y también a lo cognitivo. La base terapeutica segura permite al paciente que manifieste sentimientos e ideas anteriormente desalojados de la conciencia. Si bien Bowlby le otorgaba un lugar a lo emocional, no ha sido el primer terapeuta ni el único en reconocer la importancia de las emociones en una psicoterapia (F. Alexander, S. Ferenczi, H. Bleichmar y otros integran la lista). Una meta de la psicoterapia según la teoría del apego consiste en el examen y reflexión sobre los modelos representacionales del paciente. Los modelos son sistemas de creencias concientes e inconscientes. En el transcurso de una terapia surgen numerosas emociones asociadas a tales creencias, o para decirlo de otro modo, las creencias y las emociones conforman una unidad. La viñeta de una paciente en duelo y la modificación de sus representaciones y cambios emocionales en la psicoterapia ilustran estos conceptos. Para finalizar la polémica con Fonagy, Juri sintetiza en el libro con claridad su posición escribiendo que: “…el trabajo terapéutico según la teoría del apego implica una reorganización cognitivo-emocional, no meramente cognitiva y no meramente emocional” (p. 206).

Conclusión

En síntesis: este libro es una aparición importante en el campo de la teoría del apego. Marca distinciones claras y necesarias dentro de esta teoría y en relación a otras teorizaciones. Sin duda contribuirá a fortalecer el desarrollo y aplicación de la teoría del apego en el campo del psicoanálisis. Una virtud adicional del libro, nada desdeñable en el campo científico, es que se encuentra muy bien escrito.

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