aperturas psicoanalíticas

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revista internacional de psicoanálisis

Número 043 2013

Formas de Masoquismo. Aplicaciones en obras de arte

Autor: Moix Pugliese, Fernanda

Palabras clave

Masoquismo, arte, Rosalia de castro.


Cuando se habla de masoquismo generalmente se lo considera en términos del masoquismo sexual dado a que es la categoría más conocida e incluso la que se ha convertido en moda. Así todo, no constituye la forma de masoquismo mas importante.
Una primera definición de masoquismo en su sentido más estricto puede ser la de entenderlo como una búsqueda activa consciente y/o inconsciente de sufrimiento físico y/o psicológico, ya sea en forma de autoperjuicio, autocastigo, de privación de placeres; condiciones de sufrimiento a las que el sujeto otorga un significado que en otro nivel, genera placer.
Lo característico del masoquismo es que el sufrimiento es la condición, contraseña o instrumento para conseguir un cierto tipo de placer. Además, la búsqueda tiene que ser activa, porque a través del sufrimiento la persona obtiene goce.
Existen dos sectores diferentes dentro de su categoría:
·         Cuando se busca el sufrimiento porque éste es una contraseña para el placer (masoquismo en sentido estricto).
·         Cuando el sufrimiento alivia otro sufrimiento que es aún más angustiante, como por ejemplo un sentimiento de culpa. En esta condición no se busca el sufrimiento para producir placer, sino para disminuir otro sufrimiento. Freud en este caso habló del masoquismo moral para referirse a la persona que se auto-castiga para disminuir la culpa.
Entonces, si vamos más allá de una definición como mera descripción fenomenológica, debemos clasificar los subtipos de masoquismo en función del tipo de placer que produce o el displacer que se intenta evitar o disminuir. Es decir, hallar la motivación inconsciente que está en juego en esa búsqueda del displacer.
Una conducta está siempre multideterminada. La define su motivación y el conocer su contexto asociativo; después pueden existir motivaciones que se agreguen en el transcurso de esa conducta o incluso que sobre ella haya una ganancia en algún beneficio secundario. Por ejemplo, hay personas que conmovidas por el sufrimiento de los demás, acuden a las ONG y hacen un sacrificio para ayudar y lo que las motiva es la ayuda a esa gente. Por otra parte, esta misma conducta hecha con fines altruistas que satisface motivaciones de heteroconservación, a su vez también puede terminar satisfaciendo motivaciones narcisistas, por ejemplo, para incluirla en su currículum y abrillantar su autoimagen. Así tendremos por ejemplo, al masoquismo narcisista que es aquel subtipo cuyas conductas son iniciadas por motivaciones prevalentemente narcisistas, lo que demuestra que no todo sacrificio es masoquismo de este tipo, pero que sí lo es cuando éste no se hace en función de una necesidad de hacer algo para el otro, sino para que el producto de ese acto sea una imagen que le devuelva a la persona un sentimiento de valía.
Por tanto, lo que interesa es detectar cuál es esa primera motivación que dispara la conducta de búsqueda de displacer, la cual resultará en un subtipo u otro distinto de masoquismo; siendo que a su vez los subtipos casi siempre se combinan entre sí, formando distintas complejidades. 
Por otra parte, cuando el masoquismo se utiliza como forma de vínculo con otro o con el superyó, también surgen de él otras modalidades. Como ejemplo de ellas, está el masoquismo defensivo ante la angustia de persecución que genera el otro (sea ese otro sádico, paranoide o narcisista), al cual se intenta aplacar o mantener satisfecho mediante la estrategia inconsciente de inspirarle lástima o ubicándose bajo una identidad de inferior, menoscabando así las propias capacidades y posibilidades, llegando en algunos casos hasta los límites de la extenuación.
En el presente trabajo desarrollaré los temas correspondientes a Depresión y Masoquismo apoyándome para ello en las clases del curso de Especialista Universitario en Clínica y Psicoterapia Psicoanalítica de la Universidad Pontificia Comillas (Madrid). Temas que a su vez serán expuestos y analizados, basándolos en el libro de “Avances en psicoterapia psicoanalítica” de Hugo Bleichmar, siendo su capítulo sobre el Masoquismo mi pilar referencial para el desarrollo de su temática.
Para el análisis e ilustración de dichos temas, mi intención será la de correlacionarlos fundamentalmente con el examen del arte escrito de la famosa poetisa y novelista gallega Rosalía de Castro, exponiendo las impresiones hipotéticas que pude ir recogiendo a partir de algunos de sus poemas y de la incursión que he realizado sobre su biografía.
Entre otras figuras que también me resultaron interesantes convocar fue la del famoso escultor y pintor italiano Gian Lorenzo Bernini, del cual se hará referencia principal a su obra maestra escultórica que ha tenido como fuente de inspiración algunos de los relatos de Santa Teresa de Avila. Elementos biográficos y Bellas Artes, servirán de apoyo para exponer de una manera interesante y curiosa los temas elegidos para este trabajo.
Sin ningún ánimo de pretender categorizar a estas figuras en cualquiera de los dos temas que voy a tratar, espero además, no producir ofensa ni molestia con ninguna de las exposiciones que a continuación se leerán. Todo lo que escribiré, aunque a veces sea con afirmación, sólo será hecho en términos de impresiones hipotéticas.
Rosalía de Castro (1837 - 1885)
Fue una poetisa y novelista española que escribió en lengua gallega y lengua española. Nació en Santiago de Compostela, capital de Galicia; y se la inscribe como “hija de padres incógnitos”. Según los trabajos de su biografía, fue una niña de salud delicada y ese aire enfermizo la acompañará toda su vida. Fue rechazada por sus padres. Su progenitora, quien con treinta y tres años de edad la dio a luz, era una madre soltera que pertenecía a la nobleza baja gallega. La figura del padre aunque era bastante incierta, puede afirmarse que era un cura. Rosalía era una niña de carácter tímido e introvertido. Sus primeros meses de vida los pasa junto a una madrina, una mujer a quien su madre le encarga realizar el papel que ella no se atrevía a hacer. Más tarde recibiría los cuidados de dos tías paternas, que se ocupan de ella y la cuidan con cariño. Se desconoce la edad en la que empieza a vivir con su madre, pero se sabe que aún era una niña de entre cinco y diez años de edad; y que vivían en Padrón, momento en que juntas intentan recuperar el tiempo perdido, creándose entre ellas un vínculo de amor muy estrecho.
Junto a Gustavo Adolfo Bécquer es considerada la precursora de la poesía española moderna; a su vez que la figura más emblemática, representativa y universal de la literatura gallega. Su vida transcurre durante la época del movimiento cultural llamado Rexurdimento gallego (en castellano, resurgimiento) que corresponde a la etapa cultural de la historia de Galicia desarrollada en el siglo XlX. Era una mujer dotada de una aguda sensibilidad, en cuya obra se plasma su compromiso en la defensa de la cultura, idioma y valores sociales-morales gallegos; mostrando especial preocupación por los abusos cometidos hacia Galicia y la emigración, por la identificación con los problemas, sufrimientos y aspiraciones de las clases populares gallegas especialmente con las mujeres campesinas llamadas por ella: “viudas de vivos”; revindicando los derechos de la mujer en una sociedad donde la marginación y la desigualdad de género eran aún la norma vigente.
La obra rosaliana ha sido identificada por sus críticos, por la presencia de la constante saudade: (del portugués saudade) que es un vocablo de difícil traducción incorporado al español, empleado en portugués y también en lengua gallega.    Descripto como un sentimiento indefinido cuya raíz es una visión desolada del mundo y de la vida; un sentimiento de soledad próximo a la melancolía a veces sin relación con algo concreto y otras en cambio motivado por la distancia temporal o espacial de algo amado que incluye el deseo de resolverla. La hipótesis que explica el origen de este término a partir de la voz latina solitate (soledad), está muy extendida y defendida por numerosos autores desde mediados del siglo XIX hasta nuestros días, pero poco fundamentada. 
Se sostiene además, que surge del Saudoismo, movimiento cultural, literario, político y filosófico del Neo-romanticismo del primer cuarto del siglo XX en Portugal cuya base sería la saudade, término que expresaría el espíritu portugués. Es promovido especialmente por uno de sus más notables representantes, el escritor portugués Teixeira de Pascoaes, pseudónimo literario de Joaquim Pereira Teixeira de Vasconcelos. Aunque esta corriente haya desaparecido en la actualidad, perdura en el eco de la obra de varios pensadores que analizan el carácter y rasgos nacionales portugueses.
El vocablo saudade ha recibido varias definiciones, pero la que más interesante me resulta para el tema de este trabajo, es la dada por el escritor portugués representante importante de la literatura barroca peninsular, Francisco Manuel de Melo, quien en 1660 lo ha definido como “bem que se padeçe e mal de que se gosta” (bien que se padece y mal que se disfruta). Lo que resulta interesante es que la definición condensa dos sentimientos: placer y sufrimiento, consideración que retomaré más adelante en este trabajo.
Esta saudade surge del análisis mismo que la escritora Rosalía de Castro realiza sobre sus propias vivencias, producto de un proceso en que la desgracia va tiñendo su vida por medio del sufrimiento y del dolor, apareciendo éstos como inevitables, como nos lo revela en el poema Unha vez tiven un cravo; y reflejándose además en la omnipresencia de un fantasma que amenaza su vida y que se revela siempre en el símbolo oscuro, vago y polisémico de la Negra sombra. Repasemos esos poemas:
Una vez tuve un clavo
Una vez tuve un clavo
clavado en el corazón,
Y yo no me acuerdo ya si era aquel clavo
de oro, de hierro o de amor.
Solo se que me hizo un mal tan hondo,
que tanto me atormentó,
que yo día y noche sin cesar lloraba
cual lloró Magdalena en la Pasión
- Señor, que todo lo puedes,
le pedí una vez a Dios,
dame valor para arrancar de un golpe
clavo de tal condición.
Y me dio Dios y lo arranqué;
mas… ¿quién pensara?... Después
ya no sentí más tormentos
ni supe que era dolor;
supe solo que no sé que me faltaba
en donde el clavo faltó,
y solo, solo tuve soledades
de aquella pena… ¡Mi Dios!
Este barro mortal que envuelve el espíritu
¡quién lo entenderá, Señor!

(Castro R. de 2002, pp.25; la traducción al castellano es mía)
La pérdida real de un ser querido o de una abstracción equivalente a un país, un ideal o la libertad, es la descripción que Freud ha hecho sobre el duelo, como la reacción adecuada (la tristeza) a un proceso normal experimentada ante la pérdida de una figura muy valorada e intensamente querida. Pero si el estado de tristeza se prolonga en el tiempo puede desembocar en pesimismo, desesperanza, culpa, que ya son componentes de la depresión, momento en el cual ésta se instala y que, aún pudiendo transcurrir sin tristeza, la persona se muestra apática, “sintiendo poco”,  con letargia y anestesia emocional. Si bien el “clavo” de Rosalía representaría su hondo dolor, la reacción a su ausencia, una vez arrancado éste, además reflejaría ese “sentir poco” a modo de resto de un dolor supuestamente cesado y que ahora no es capaz de reconocer ni de sentir: “[…]…Después ya no sentí más tormentos ni supe que era dolor; […]”. Y es ese dolor que ya no se es capaz de reconocer ni de sentir, el elemento clave de la poesía, que desde mi punto de vista permite dar el salto para situarnos en el terreno de las depresiones. Es ese estado de ánimo que parece perdurar más allá del motivo que lo originó, creando además indefensión y desesperación, expresadas en sus palabras: “[…] Este barro mortal que envuelve el espíritu ¡quién lo entenderá, Señor!”
Estos dos estados que caracterizan a la depresión, se combinan originando un estado de impotencia, como aquella negra sombra que la toma por sorpresa por su acecho de carácter imprevisto y, que incluso se mofa como si con este modo le recordase la imposibilidad de su liberación. Un estado anímico que la persigue más allá de su voluntad y que la sumerge en un futuro sin esperanza:
Negra sombra
Cuando pienso que te fuiste,
negra sombra que me asombras,
a los pies de mis cabezales,
tornas haciéndome mofa.
Cuando imagino que te has ido,
en el mismo sol te me muestras,
y eres la estrella que brilla
y eres el viento que zumba.
Si cantan, eres tú que cantas;
si lloran, eres tú que lloras;
y eres el murmullo del río,
y eres la noche y eres la aurora.
En todo estás y tú eres todo,
para mí y en mí misma moras,
ni me abandonarás nunca,
sombra que siempre me asombras.

(Castro, R. de 2002, pp.53; la traducción al castellano es mía)
Uno de los caminos conducentes a la depresión es el de la realidad externa traumática. Una realidad que hace sentir a la persona impotente y desesperanzada porque aunque esta sea mediatizada por la interna, hay situaciones en la que resulta avasallante, por ejemplo, en situaciones de sentirse atrapada tal como puede observarse a lo largo de su obra: atrapada en situaciones de privación económica, en el perjuicio como mujer por la violación de sus derechos, en situaciones de abandono temprano de sus padres, en enfermedades serias y constantes. Realidades traumáticas que parecen haber marcado su vida, que hacen sentir a la persona que está en una situación de la cual no se puede escapar.
Una pérdida significativa es la muerte de su hijo a los veinte meses de edad, (según datos de su biografía, ninguno de sus siete hijos sobrevivió) al cual le dedica unos fragmentos en “En las orillas del Sar” (1884) donde se establece un paralelismo entre el caer persistente de la lluvia (clima típico de Galicia) y su estado de ánimo:
Era apacible el día
y templado el ambiente
y llovía y llovía
callada y mansamente:
 
y mientras silenciosa
lloraba yo y gemía,
 
mi niño, tierna rosa, 
durmiendo se moría.
Al huir de este mundo, ¡qué sosiego en su frente!
Al verle yo alejarse, ¡qué borrasca en la mía!
[…]
Castro, R. de 1884. Escrito por Rosalía en: En las orillas del Sar (1884)
La pérdida del hijo haría referencia a una subclase de depresión por pérdidasimple de objeto (duelo normal), cuando no se satisface el ideal de que el objeto esté presente y sano; y no se tolera el incumplimiento de aquel. El ideal anhelado no es elevado, solo lo es en el inconsciente (fantasía de vida eterna). Por lo tanto la depresión resultaría de esa fantasía no realizada, de la comparación entre lo que ha ocurrido y lo que se anhela, que no está determinada por la minusvalía de la autoestima ni por el sentimiento de culpabilidad. De estar presentes estos dos últimos factores, la depresión se vería agravada.
Yo tuve una dulce madre,
concediéramela el cielo,
más tierna que la ternura,
más ángel que mi ángel bueno.
En su regazo amoroso,
soñaba... ¡sueño quimérico!
dejar esta ingrata vida
al blando son de sus rezos
.
Mas la dulce madre mía,
sintió el corazón enfermo,
que de ternura y dolores,
¡ay!, derritióse en su pecho.
Pronto las tristes campanas
dieron al viento sus ecos;
murióse la madre mía;
sentí rasgarse mi seno.
La virgen de las Mercedes,
Estaba junto a mi lecho...
Tengo otra madre en lo alto...
¡por eso yo no me he muerto!
Castro, R. de 1863; el subrayado es mío. Escrito por Rosalía en: A mi madre (1863)
Aquí se refleja el crudo dolor de otra de sus pérdidas significativas, la de su madre.
Una concepción freudiana de duelo patológico, lo leería como la consecuencia de que en vida, hubo hostilidad o ambivalencia con la otra persona; entonces cuando esa persona muere, por la culpa se hace necesario idealizarla, idealización que a su vez fija a la persona muerta. Repasando su biografía y como no es difícil deducir, no pongo en duda que Rosalía haya sentido verdadera hostilidad y ambivalencia hacia su madre mientras esta vivía, así como también es cierto que todos en mayor o menor medida las tenemos. No existe un vínculo libre de ambivalencia. Lo interesante es ver si esta es la causa y/o si se detectan otras, como por ejemplo, que la muerte de esta madre le haya provocado un desbalance en su seguridad básica y en sus necesidades de apego, al modo de: “se ha ido mi figura protectora” o incluso desequilibrar necesidades narcisistas. Con esto quiero decir que no solo se duela la pérdida de una persona en concreto sino todo aquello que desaparece cuando esa persona con su muerte, se lleva. Dicho proceso además puede generar defensas como la agresividad, el aislamiento grandioso e idealización del muerto, como consecuencia de la desaparición de la función que aquella en su psiquismo cumplía. De igual modo, esto mismo podría aplicarse al análisis de sus otras pérdidas, si se quisiera llegar a una visión más compleja de ellas.
Otro elemento que deja entrever la poesía, es el papel de una posible identificación, como otro camino de entrada a la depresión. Los sentimientos de impotencia pueden también tener su raíz en la identificación con otros significativos que en algún momento también se sintieron impotentes.
Lo que se sabe sobre su madre es acerca del sentimiento de vergüenza que la acompañó durante el embarazo, por haber concebido con un hombre que era cura. Vergüenza que se advertiría cuando toma la decisión de ceder su crianza a otras mujeres de la familia. Los mensajes conscientes e inconscientes de impotencia y vergüenza pudieron haber circulado en el clima emocional de su crianza y actuar como telón de fondo tiñendo todos sus deseos, haciéndoselos vivir de antemano como no realizables, gestándole una representación de si misma de alguien impotente, apoyada en una creencia matriz pasional que esté formulada en los mismos términos: “yo no puedo conseguir aquello que deseo”. Unido a ello, el papel de la identificación con aquellos rasgos de personas significativas. No sólo pudo haberse identificado con la impotencia que aquella madre sintió no viéndose capaz de ejercer su función, sino también identificarse con su carácter sufriente y preso de esa “ingrata vida”, descripto tan claramente en la poesía que la escritora le dedica, lo que advertiría la posibilidad de un carácter depresivo en su madre.
El papel de la identificación también cobra importancia desde el punto de vista de la representación de la realidad. La visión de la realidad de su madre, como de sus criadoras, que pudo serle transmitida (realidad desoladora, peligrosa, frustrante…en especial si tomamos en cuenta la Galicia de entonces) establecería el esquema inconsciente desde el cual Rosalía pudo haberse acercado y/o esperado de esa realidad. Un código paranoide de ver al mundo desde el cual su hostilidad sentida y expresada (que veremos más adelante) podría, al menos de un modo hipotético, quedar explicada.
Por otra parte, muchas personas por la anticipación de una situación real que no se puede conseguir, renuncian. El sentimiento de impotencia que genera tal anticipación lleva a la renuncia de los intentos de conseguirla. Sabemos que Rosalía era una mujer luchadora, que siempre intentaba tenazmente conseguir realizar sus ideales: deseos de defender la naturaleza y ecología como nadie nunca antes lo hizo, deseos de reestablecer la identidad de Galicia, que ha logrado en gran medida, pero quizá lo conseguido haya estado considerablemente muy por debajo de sus expectativas e incluso de sus posibilidades físicas dado al acecho constante de enfermedades. Esto también puede vivirse como pérdida y desembocar en depresión. El observar una Galicia maltratada por el hambre y la pobreza, marginada y olvidada, que obligaba a emigrar para sobrevivir; el ver a los gallegos y en particular a las mujeres violentados por la falta de valores sociales y derechos que los respaldasen, que sin duda además le tocaba muy de cerca (entre otras prohibiciones, las mujeres no podían publicar escritos que expresasen lo que sentían y sabían); todas eran situaciones de injusticia que ella anhelaba con ferviente deseo revertir, porque formaban parte de sus ideales y como tales, daban sentido a su vida. Lo inalcanzable de estos deseos y la marcada intolerancia en la no realización, desemboca en una depresión que se agrava y que la tiñe de impotencia. Terreno sobre el cual la agresividad puede aparecer, pudiéndosela interpretar como una defensa compensatoria frente a aquellas heridas. Heridas por frustración de necesidades de tipo narcisistas asociadas con sus deseos de reconocimiento y valoración, o bien, por necesidades no satisfechas de otros sistemas motivacionales que en ella estuviesen en juego. Por tanto, podría inferirse agresividad por frustración redoblada en la identificación con figuras significativas que le hayan ido creando una visión paranoide del mundo. Visión con raíces en una creencia matriz pasional cuyo corazón palpitara al ritmo de la frase: yo no puedo conseguir aquello que deseo porque además, los obstáculos reales son insuperables.
Creencia matriz que operando a modo de esquema de fondo, teñirá tanto la capacidad de sentir deseos como el intento de concretarlos por percibirse que nada puede hacerse frente una realidad que se presenta como inalcanzable. Desde esta línea de razonamiento, podría inferirse que las bases que predispondrían a una futura respuesta en la depresión serían, al menos en principio, bastante evidentes.
Sin embargo, esta creencia matriz pasional de sentimiento de impotencia desde la cual aparentemente la escritora actúa, podría quedar relativizada si nos detenemos a pensar que frente al hecho de que los escritos femeninos estaban prohibidos en su época, ella sin embargo apuesta por enfrentar tal prohibición, y lo hace escribiendo en prosa, poesía y en dos lenguas: gallego y castellano. Más aún, Rosalía es considerada la “voz de Galicia”. Y una voz es tal, porque alguna vez se ha dejado oír.
Por tanto cabe preguntarse si este enfrentamiento de la prohibición, no podría estar vislumbrando algo del orden de un sentimiento de potencia, pregunta que a muchos de los lectores les haría suponer una contradicción con la línea de razonamiento anterior. Sin embargo, en vez de incorporarla como una contradicción yo propondría intentar integrarla como un elemento que posibilita, afortunadamente, matizar un sentimiento de impotencia, que aunque en la escritora pueda presentarse con estilo predominante, no excluye graduaciones, recordando que la complejidad es la nota de todo psiquismo y por ello, cualidad que define toda creencia matriz pasional.  
Llegado a este punto, me resultó interesante remitirme al trabajo de Cecilia Padvalskis, en el cual se desarrollan seis construcciones de la dinámica psíquica inconsciente de Santa Teresa de Jesús (Padvalskis, C., 2010). En la primera de estas construcciones analíticas y, apoyada en Hugo Bleichmar, la autora nos recuerda la importancia del papel que juega la realidad externa traumática en la depresión y de cómo éste conduce al sentimiento de impotencia, o bien, de potencia según la fantasía desde la cual esa realidad vivida particular, sea captada.
Tal y como la autora expone la historia real de Teresa, no tardaríamos en concluir que tanto ella como Rosalía de Castro son mujeres que presentan historias de vida similares, en tanto marcadas por circunstancias traumáticas desde una edad muy temprana. Lo que la autora destaca en Santa Teresa es su capacidad transformadora frente a los acontecimientos traumáticos. Su fuerte sentimiento de potencia como creencia matriz pasional, muy a pesar de los que la rodean.
“[…] podríamos seguir pensando cada una de las otras circunstancias traumáticas de la vida de Teresa que hemos mencionado. En todas ellas, ninguna otra relacionada con la condena inquisitorial, se presentan elementos que permiten acercarnos a una posible reconstrucción de cómo se puede haber ido reinscribiendo en el psiquismo de Teresa a lo largo de su vida, este fuerte sentimiento de potencia respecto a su capacidad transformadora de la realidad. Así, frente a la amenaza de peligros externos reales y situaciones traumáticas como la muerte de la madre o el padecimiento de enfermedades que nunca se terminaron de diagnosticar, la respuesta no es la depresión, no es el silencio y la inactividad, sino el sutil y valiente, aunque no temerario, enfrentamiento de la amenaza” (Padvalskis, C. 2010, pp.12)
Entonces ¿cuáles serían los posibles orígenes del sentimiento de potencia de Teresa como creencia matriz pasional? Haciendo referencia a los antecedentes biográficos de su familia paterna, la autora destaca un dato real y significativo a los cinco años de edad del padre de Teresa. Su abuelo paterno, siendo un judío converso, habría sido penitenciado y condenado públicamente por herejía dejando las inevitables marcas de la exclusión, la vergüenza y la denigración familiar. Dicha situación traumática se habría resuelto airosamente con el futuro traslado de la familia a Avila, con su recuperación económica y la posterior cristiandad en la que educó a su descendencia.
“[…] Quizás Teresa nunca oyó un relato explícito al respecto, sin embargo, ambas realidades, la condena humillante y la salida airosa de la misma, en cuanto que necesariamente, por más que se haya intentado ocultar y borrar, tienen que haber quedado inscriptas, de una u otra forma, en el inconsciente del padre, formando parte de sus fantasías inconscientes. Seguramente también, aunque de forma diversa, en el de la madre de Teresa.” (Padvalskis, C. 2010, pp.11)
¿Por qué en Rosalía, a diferencia de Teresa, cobraría mayor peso el sentimiento de impotencia?
Tal vez la diferencia esté dada por las distintas historias de identificaciones de ambas con las fantasías inconscientes de las figuras significativas, por los diferentes discursos conscientes o inconscientes de los padres, o más aún, por su ausencia; y por cómo ellos han contribuido a las fantasías de ambas, siendo que no se construyen por pura y exclusiva generación intrapsíquica.
Por otra parte, si bien como señala Hugo Bleichmar, la significación que cobra la realidad externa depende de la fantasía desde la cual se capta, es decir, siempre mediatizada por la realidad interna, sin embargo existen acontecimientos o realidades que por ser apabullantes, juegan un papel crucial para la creación del sentimiento de desesperanza, pudiendo dar estructura a una creencia matriz pasional marcada por fuertes sentimientos de impotencia. Dicho esto y conociendo la historia vital de Rosalía, resultaría menos difícil hallar justificación al peso que cobra en ella el sentimiento de impotencia y su concomitante respuesta en la depresión.
Retomando el tema de la agresividad, la misma también cumple la función de restablecer una identidad devolviéndole su valía, permitiendo reubicar al otro no ya como superior, sino como inferior. De esta manera quedaría así compensada la vergüenza y humillación narcisistas. Como resultado de esta modalidad compensatoria, a modo de círculo vicioso reforzaría a su vez la depresión, por ser uno de sus caminos de entrada.
Veamos sus sentimientos de rabia en fragmentos de la poesía a continuación, cuando la escritora hace acuse de recibo del maltrato que reciben los gallegos que emigran a Castilla.
Castellanos de Castilla 
tratad bien a los gallegos
cuando van, van como rosas;
 
cuando vienen, vienen como negros.
 
[…]
Fue a Castilla por pan,
y jaramagos le dieron;
le dieron fel por bebida,
penillas por alimento.
[…]
Permita Dios, castellanos,
castellanos que aborrezco,
que antes los gallegos mueran
que ir a pediros sustento.
[…]

¡Castellanos de Castilla,
tenéis corazón de acero,
alma como las rocas dura,
 
y sin entrañas en el pecho!
[…]
Castro, R. de 1863; la traducción al castellano y el subrayado son míos. Escrito por Rosalía en: Cantares gallegos (1863)
Otra muestra de su agresividad se vislumbra cuando frente al abandono de la justicia, por frustración, justifica su necesidad de impartirla por su propia mano:
La justicia por la mano
 […]
Ni una piedra dejaron donde vivido había;
sin hogar, sin abrigo, erré por la campiña,
al raso con las liebres dormí sobre las briznas;
y mis hijos, ¡mis ángeles! Que tanto yo quería,
¡murieron, porque el hambre les arrancó la vida!
Y quedé deshonrada, marchitaron mis días,
diéronme triste lecho de abrojos y de espinas;
Y los zorros en tanto, los de sangre maldita,
en su cama de rosas descansados dormían.
-Jueces- grité-, salvadme, pero vana porfía.
De mi ruego se burlaron, vendióme la justicia;
-¡Ayudádme, Dios mío!- grité desvanecida.
Mi Dios, tan alto estaba, que oirme no podía.
Entonces como loba rabiosa, o mal herida,
cogí la hoz acerada, de hoja cortante y fina,
rondé en torno despacio… ¡ni las piedras sentían!
Y la luna ocultábase, y al tierra dormía
 
al lado de los suyos, en su cama mullida.
Contempléles con calma, y la mano extendida,
de un golpe… ¡de uno solo! les arranqué la vida.
Y allí al lado, contenta, sentéme de las víctimas
esperando serena que amaneciese el día.
Y entonces…, sólo entonces se cumplió la justicia:
Yo en ellos, y las leyes en mi mano homicida.
(Castro, R. de 2002, pp.57; la traducción al castellano es mía)
El núcleo de los trastornos depresivos independientemente de su causa (porque la causa puede ser también biológica), es el estado subjetivo de: “yo que desearía esto, no lo voy a conseguir”. Es un sentimiento de impotencia para la realización de un deseo muy significativo y troncal para esa persona, creado por la comparación entre una realidad y otra añorada. Es oportuno agregar que Freud por su parte decía que los sentimientos de impotencia y de pérdida pueden ser de carácter real o incluso imaginario, y este es su punto interesante, ya que en tales anticipaciones de “yo no voy a poder conseguir aquello que deseo”, a veces también se hallan creencias distorsionadas de base, que como hice referencia antes, son frecuentes en las personas depresivas; no siendo así, en los estados de tristeza.
Morriña comoSaudade
En páginas precedentes hice referencia al vocablo saudade, el cual ha recibido varias acepciones. La definición que a los fines de este trabajo me resultó más curiosa e interesante, fue la dada por el antes citado escritor portugués Francisco Manuel de Melo a saber:
“bem que se padeçe e mal de que se gosta” (bien que se padece y mal que se disfruta).
Es una definición que engloba la condensación de dos sentimientos: placer y sufrimiento. Elemento que vale de puente de entrada para adentrarme en el tema del masoquismo.
Por otra parte y, muy probablemente, el pesimismo de Rosalía corresponda también al propio espíritu de morriña gallega. El término morriña proviene del idioma gallego cuyas connotaciones son aplicables únicamente al sentir melancólico gallego y a Galicia que hace especial referencia a los sentimientos de tristeza y añoranza de la tierra de la cual uno procede, incluso de cualquier situación, objeto o persona que los evoquen. Dicho sentir ha sido emparentado por muchos autores con el de saudade, término éste que a su vez fue asemejado por varios críticos al famoso “muero porque no muero” del poema Vivo sin vivir en mí de Santa Teresa de Jesús. Veamos algunos de sus fragmentos:
[…]
Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor,
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí;
cuando el corazón le di
puso en mí este letrero:
Que muero porque no muero.
[…]
Esta divina prisión,
del amor con que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
Que muero porque no muero.
[…]
¡Ay, qué vida tan amarga 
Do no se goza el Señor!
 
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga:
quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
 
Que muero porque no muero.
[…]
(Santa Teresa de Ávila, ed. 2002)
Atendiendo a lo que en la introducción de este trabajo he descripto como las dos condiciones diferentes que reúne la categoría de masoquismo, vemos cómo las palabras de este poema sugieren un sufrimiento que encuentra un placer directo en el sacrificio de estar viva, de vivir una vida amarga y sentida como carga pesada, esperando con ansias que la muerte la libere, pero una vida que ella describe como “divina prisión”; es decir, placentera (“divina”) y simultáneamente sufriente (“prisión”). Por otro lado, podría motivarla un placer narcisista el sufrir por un Dios que con el letrero “que muero porque no muero” la condena a una “vida muerta” de por vida. Porque someterse a esta condena de “divina prisión de un Dios cautivo” que más allá del goce sugerente que desprenden estas palabras (del orden del masoquismo sexual), le proveería a ella de una identidad sublime y valiosa por ser “la elegida”, lo cual denunciaría un rasgo de masoquismo narcisista.
A continuación expondré un desarrollo teórico del masoquismo sexual ilustrado por la escultura barroca en mármol que representa a Santa Teresa de Jesús, obra del escultor y pintor Gian Lorenzo Bernini quien la realiza entre el 1647 y el 1651, para ser colocada en la iglesia Santa María Della Vittoria de Roma, donde iría su tumba. Según mis impresiones visuales de esta escultura unidas a las propias palabras de la Santa expresadas en su obra autobiográfica “Libro de la vida”, que a Bernini le sirvieron de inspiración, esta obra podría simbolizar algo del orden del masoquismo narcisista y sexual, aunque es este último sobre el que me quisiera focalizar. La famosa obra maestra es la llamada “Éxtasis de Santa Teresa”. Veámoslo:
Masoquismo erógeno, sexual
La escultura inmortaliza el momento que Santa Teresa ha transmitido en uno de sus relatos, cuando un ángel saca un dardo de oro y le atraviesa el corazón. Una experiencia mística de unión íntima con lo divino que muestra el rostro de un ángel niño con expresión alegre y traviesa; y la postura corporal y rostro de la Santa reflejando sentimientos de mezcla de dolor y goce sugerente, de un placer que está unido al sufrimiento.
Un fenómeno de la gracia de la transverberación, redactada según sus propias palabras:
“[…] 13. Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta visión: […] Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos (29), y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento (30).” (Santa Teresa de Jesús ed.2000; la cursiva es mía).
   
                                                                                                      Éxtasis de Santa Teresa - Gian Lorenzo Bernini
NOTAS (de este capítulo 29):
29 Aquellos quejidos: alude probablemente a los "gemindos no grandes" del n. 12.
30 Es ésta la famosa gracia de la transverberación del corazón o merced del dardo, inmortalizada por Bernini en el grupo marmóreo de Santa María della Vittoria (Roma). - La Santa vuelve a referir este fenomeno místico en las Moradas 6, 2, 4, y en la Relación 5, nn. 15-17.
Los autores que ponen el acento en el masoquismo sexual explican los motivos por los cuales se busca el displacer a través de la gratificación sexual que este produce, valiéndose para ello de la línea freudiana de Pegan a un niño y El problema económico del masoquismo, ambas obras que datan de la década de los veinte. Y aún en la actualidad, no pocas veces se lo identifica con el cuadro de perversión sexual masoquista en que alguien busca ser maltratado física o psicológicamente, necesitándose de esta condición para conseguir placer antes, durante o en reemplazo del acto sexual. No obstante, este subtipo (si intentamos no ser parciales) engloba además, las frecuentes fantasías en la vida amorosa de personas, que consideradas normales, no las realizan. Así, fantasías de maltrato que pueden acompañar la masturbación o, fantasías que operan como condición fetichista a cumplir, para poder obtener así, placer en el encuentro con el otro.
En la génesis de este subtipo, se hace necesario diferenciar como mínimo dos tipos o condiciones de masoquismo erógeno, que pueden presentarse en forma separada o conjunta, con predominio de uno u otro; a saber:
Masoquismo erógeno primario, estructural
Surge cuando desde casi el comienzo de la vida de fantasía sexual, el placer sexual fue imaginado como formando parte de una relación agresiva de sufrimiento o sometimiento. Es cuando en la estructura del psiquismo se constituye una sexualidad fantaseada como una necesidad entre sufrimiento y placer. La observación o escucha del niño de lo que Freud llamó escena primaria de los padres unida a las escenas de papel estructurante de los medios de comunicación (peleas entre animales o entre adultos), pueden operar como creación de aquella condición. Cuando a la imagen de “cuerpos juntos y peleando” se le instala la significación sexual de la escena primaria, surge la imagen de “cuerpos juntos y gozando”, de las cuales se crea por retroacción, una sola: “se pelea, se sufre, se goza”. Estos modelos fantaseados de placer pueden cristalizarse en la adolescencia, sin negar la influencia del papel importante que cobran los medios de comunicación como poder estructurante, en la muestra de héroes violentos que mezclan sadismo, miedo y placer sexual, a partir de los cuales la intensidad del deseo sexual necesita ser probada por la violencia o miedo que inicia o acompaña el encuentro sexual, quedando estas emociones como contraseñas del deseo sexual.
Muchas mujeres sienten que para que exista placer sexual, debe existir una situación en la que sean dominadas, apretadas, no simplemente como algo cariñoso, sino como algo que esté ligado a la fuerza. Estos son actos masoquistas porque a través de la violencia se testimonia el deseo del otro. Sería algo así como: “el otro me desea tanto que es violento”, de modo que la violencia del otro probaría la intensidad del deseo. Y esto es una constitución imaginaria a través de la cual se logra placer sexual viendo el placer del sádico con el cual se identifican en la excitación sexual. Además si el sádico ostenta de su fuerza en el provocar tal sufrimiento, esto hace sentirse al otro, en unión con alguien poderoso, lo cual desemboca a su vez en un alimento para el propio narcisismo. Lo mismo es válido en el caso de los hombres, aquellos que persiguen un ideal amoroso de mujer, una mujer “fuerte”, con “carácter” o con “personalidad”.
Un fenómeno muy básico presente en las relaciones humanas, es el fenómeno de identificación. Por ejemplo, en el caso de un adulto que corre a un niño y le dice: “¡que te pillo!” y lo asusta. El que tiene la satisfacción en ese momento es el adulto. Pero, el niño participa del juego y siente placer, sin embargo el niño no detecta el placer que está sucediendo en si mismo; a cambio, detecta el placer del adulto que le infunde el miedo y el susto. Entonces lo que aquí se produce es una identificación con ese placer del adulto. Toma como placer propio lo que en realidad es placer del otro. De modo que el problema con esta identificación es que muchas veces las personas están alienadas, disociadas, por haber incorporado realmente las formas de placer de los otros, lo cual constituyen formas automáticas de identificación. Y esto asienta las bases para que el futuro masoquista persiga el goce sexual con la condición de sentir miedo, por ejemplo en aquellas relaciones sexuales donde la persona goza sexualmente sintiendo que la pareja la persigue por la habitación para atacarla.
Por tanto esto demuestra que la sexualidad no es algo que se desarrolla a partir de una fantasía, sino que depende del encuentro con otro que le da forma y le organiza aquel tipo de placer-displacer que surge de ese encuentro. Por esto tienen tanta importancia las primeras relaciones sexuales, porque son estructurantes; incluso algunas homosexualidades se estructuran en la adolescencia simplemente por el encuentro con un otro cuyo placer habría sido de tipo homosexual.
Masoquismo erógeno secundario, defensivo
Es una forma de contrarrestar cierto tipo de angustia y temor que se ha tenido sobre la sexualidad, adquiriendo un sentimiento de dominio, de control sobre aquello que originariamente se ha temido. Con la finalidad de no sentir angustia y apoderarse de lo que ha sido traumático, la persona se sobre-impone mediante un verdadero auto-forzamiento del psiquismo, al miedo y a la persecución, logrando una sexualización de esa angustia, convirtiendo el sufrimiento en algo imaginariamente deseado y excitante. Para ello se valdrá de la característica esencial de este subtipo: el organizar un ritual escrupulosamente determinado ante el cual el sádico deberá ajustarse sin apartarse de él. Este libreto regulado que el masoquista impone, se sostiene en el sentimiento de ser él el que dirige la acción, el que se anticipa y, no el que sufre por sorpresa; dejando el otro de ser amenazante aunque siga provocando sufrimiento. Por ejemplo, es el caso de gente asustada por la sexualidad, que por el temor al sufrimiento sexual actúa contrafóbicamente mediante la organización de rituales sexuales muy controlados, en lo cuales al sádico no se le permite hacer todo lo que él quisiera.
El desengaño amoroso en Rosalía de Castro es uno de sus temas de reflexión más importantes. Según datos biográficos ella habría vivido unas turbulentas experiencias amorosas en su juventud que acabaron de forma traumática y trágica.
En el poema a continuación se puede ver cómo el amor defensivo, el odio sádico y el sufrimiento masoquista se condensan en un vínculo que parece ser de pareja.
- Te amo… ¿Por qué me odias?
- Te odio… ¿Por qué me amas?
Secreto es éste el más triste
y misterioso del alma.
Mas ello es verdad… ¡Verdad
dura y atormentadora!
- Me odias, porque te amo;
 
te amo, porque me odias.
(Castro, R. de 1884. Escrito por Rosalía en: En las orillas del Sar (1884)
Otra variante del masoquismo defensivo es aquel masoquismo utilizado como intento de control y transformación defensiva de la situación traumática. Para negar el odio agresivo por ejemplo de una pareja, la persona puede realizar una libidinización y sexualización defensiva de la angustia o miedo que el maltrato de su pareja le produce. Asimismo podría sobredimensionar el placer hacia esa pareja para contrarrestar aquellos sentimientos displacenteros y poder así negar la propia rabia contra el sádico. Entonces, todo ello le conduciría a eliminar su conflicto temido frente a aquel.
Por otra parte, cuando al proceso de narcisización de una frustración (por ejemplo vivir la hostilidad del otro con orgullo por representarse como virtuoso y capaz de soportarla), le sigue la búsqueda adictiva de aquel sufrimiento, podríamos decir que todo ello le otorgaría a la persona el sentimiento de controlar su propio destino. En un primer momento esto no sería un verdadero masoquismo porque no se busca el displacer pero cuando éste aparezca se lo racionalizará como si fuera lo deseado.
La narcisización del sufrimiento, que luego se racionalizará como amor deseado, se observan en el verso final del poema cuando con aparente orgullo y afirmación auto-justificatoria, remata: te amo, porque me odias.
A su vez el poema deja entrever el aparente fracaso de este masoquismo que fue utilizado como defensa, si se presta atención al primer verso:“Te amo…¿Por qué me odias?” Para comprender mejor este aparente fracaso, reformulo el verso así: “Te amo ¡y a pesar de ello! ¿Por qué me odias?”
El motivo por el cual la misma afirmación se transforma en una interrogación, infiero que sea dado a la caída en el absurdo de aquella previa narcisización defensiva de la frustración. Absurdo que es producto y/o consecuencia de un fracaso de tal defensa masoquista que como tal deja al desnudo aquella,¡Verdad dura y atormentadora!,perdiéndose así la sensación de control sobre la misma y el sentimiento de dirección del propio destino. Proceso que culmina una vez más con el sufrimiento. Y un sufrimiento que a modo de círculo vicioso, intentará ser impedido apelando nuevamente al auxilio del proceso anterior.
Ahora bien, veamos en el mismo poema un posible rasgo de sadismo enmascarado de masoquismo. Máscara que al fracasar, conduce al sentimiento de culpa por el propio sadismo dirigido:
[…]
- Te odio… ¿Por qué me amas?
Secreto es éste el más triste
y misterioso del alma.
[…]
Me estoy refiriendo al masoquismo como forma encubierta de sadismo. Es una forma que en la superficie puede parecer masoquista pero que sin embargo no lo es, porque lo que se busca es atacar al otro, vengarse; motivación que inicia tal acto u objetivo no es el sufrimiento sino el placer en hacer sentir en falta al otro para generarle culpa y que sufra. Mi hipótesis sería la siguiente: el supuesto sadismo dirigido al otro que encerraría el - Te odio del poema, estaría motivado por el objetivo de inocularle culpa y que sufra. Hasta aquí vemos cómo ese sadismo consigue su cometido, dado a que el otro parecería reaccionar con amor motivado por esa culpa inoculada. Pero cuando ella hace la pregunta: “¿Por qué me amas?”que se podría reformular en: ¿Por qué me amas… si yo te odio?, ella no solo no halla su respuesta -“Secreto […] más triste y misterioso del alma”-sino que, además, se derrumba en la tristeza.
Entonces, la tristeza no parecería buscarse directamente sino que sería el efecto de haber ella fracasado en el intento de utilizar aquel masoquismo como forma encubierta para su sadismo. Un fracaso que al poner al descubierto el ataque sádico al objeto, le inaugura el sentimiento de culpa. Culpa que a su vez su consciencia registra y verbaliza denominándola tristeza (masoquismo moral).
Aquí ya entramos también en el terreno de otro subtipo de masoquismo, el Masoquismo sádico-paranoide, el cual se expresa en aquellas personas que necesitan incluso en la vida real, acumular situaciones injustas, de auto-perjuicio, con el objetivo en un segundo tiempo, de poder dar rienda suelta a su agresividad.
Refiriéndose a este subtipo, Hugo Bleichmar explica:
“[…] El masoquismo constituye una coartada racionalizadora del sadismo y puede estar integrado por una condensación de masoquismo narcisista y masoquismo moral: el tiempo masoquista produce satisfacción narcisista pues la persona se siente superior a aquella que tendría la conducta inadecuada. Alivia, además, anticipándose a su emergencia, el sentimiento de culpa que sobrevendría si el ataque sádico del segundo tiempo no hubiera estado precedido por el sufrimiento” (Bleichmar, H. 1997, pp.90)
En general, toda la obra de Rosalía está marcada por un gran pesimismo. No hay que desestimar la influencia del movimiento romántico de aquella época pero además hay que considerar que la saudade o morriña rosaliana además de ser considerada propia del espíritu gallego, también parte de la mano de una mujer que fue atormentada desde su infancia y marcada por muchas pérdidas reales de seres queridos, para quien la felicidad siempre fue un objetivo casi imposible de alcanzar. Sólo existen breves momentos felices e incluso estos momentos los vive con la angustia de saber que se acabarán. La propia vida parecería provocar sufrimiento porque para ella, “vivir es sufrir”. Un año anterior a su muerte, dirá:
Yo no sé lo que busco eternamente
en la tierra, en el aire y en el cielo;
yo no sé lo que busco, pero es algo
que perdí no sé cuando y que no encuentro,
aun cuando sueñe que invisible habita
en todo cuanto toco y cuanto veo.
Felicidad, no he de volver a hallarte
en la tierra, en el aire ni en el cielo,
¡aun cuando sé que existes
y no eres vano sueño!
(Castro, R. de 1884)
Masoquismo moral
A continuación expondré un desarrollo teórico del masoquismo moral, ilustrado por una obra realizada en el año 1899 por el pintor brasileño José Ferraz de Almeida Júnior, quien en 1882 se ha convertido en uno de los miembros líderes del realismo brasileño. La obra se llama “Saudade”.
Junto a la obra a continuación, expondré mis impresiones visuales mediante un breve relato que yo misma he inventado, con la intención de simbolizar un proceso que, comenzando con los sentimientos de tristeza por una pérdida simple de un objeto (duelo normal) le sigue esa misma tristeza pero ya perdurando y acrecentándose en el tiempo; al punto de ir progresivamente cediendo paso a una depresión, ocurriendo esto cuando los rituales de duelo, la letargia emocional y la culpa se suman al proceso. A su vez, por basarme en el título saudade, que su autor ha elegido darle a esta obra y en la definición de dicho término dada por Manuel Melo, incorporaré al mismo relato del proceso, algo del orden de un masoquismo narcisista. Es decir, cuando necesidades narcisistas de obtener una identidad de valía (por ejemplo, por honrar a un muerto) se añaden como ganancia secundaria a necesidades preexistentes que ya habían disparado primeramente la conducta. A su vez, siendo un masoquismo narcisista de segundo término que además obtiene una ganancia narcisista redoblada por representarse como alguien capaz de soportar un sufrimiento que incluso es carente de exhibición.
Por todo esto, siendo que la tristeza y la culpa fueron las que impulsaron los primeros actos y éstos a su vez otras (posteriores) necesidades narcisistas, podríamos definir a este proceso como un masoquismo de subtipo moral. Veámoslo:
Este óleo sobre tela muestra la escena de una mujer que impresiona solitaria y sumida en su tristeza. De vestimentas oscuras que despojan a un cuerpo de todo placer, sensualidad y gracia, se halla sumergida en recuerdos de un ser amado que intenta convocar contemplando aquel retrato suyo con angustia y nostálgico ritual. Mientras tanto, todo a su alrededor se desmorona. Su casa también acusa el inevitable paso del tiempo. La vida luminosa transcurre desde una ventana que aún anhelándola, no-admite necesitar y, que pasado el tiempo perderá todo deseo en participar.
Llegada a aquel punto y presa de autorreproches que la atormentan, optará por auto-privarse en la parálisis de su aislamiento, que echando mano a un libreto de rituales, lavará culpas y honrará a su muerto.
Más tarde su aislamiento robustecería en complejidad al hacerse suyo de otro elemento: conseguir ventaja del sufrir. Advertir esto me hizo comprender por qué sin ninguna nota de exhibicionismo habría sido capaz de tolerar aquella tan muda soledad. Porque sin tal acto de redención, su identidad hubiese sido una más entre todas las demás…
                                       
                                                                                                       SAUDADE (José Ferraz de Almeida).
Masoquismo narcisista
La resistencia al abandono de tal sacrificio o aquello que Anzieu ha descripto como “divinización del ser sufriente”, se explicaría porque sin este sufrimiento la persona debería conformarse con la representación de ser una persona más entre las demás, sin ningún rasgo que le permita alcanzar esa glorificación deseada. Esto conecta directamente con las representaciones que la persona tenga sobre sí misma. Aquellas personas que se valoran desde un solo aspecto y unifican su yo desde ese rasgo particular, estarían más expuestas a un colapso narcisista, que aquellas otras representadas integrando más atributos.
Asimismo, si bien hay personas cuyo acto de sacrificio suponen una valía narcisista, además puede ocurrir que muestren un sacrificio que sea absolutamente silencioso y no comunicativo; obteniéndose así una doble ganancia narcisista, ya que su narcisismo termina siendo también valioso, por no poseer exhibicionismo. Este sería el caso de la mujer del óleo.
Por el contrario, cuando el exhibicionismo no está constituido como un contra-ideal narcisista, puede aparecer otra modalidad de masoquismo como forma de conseguir el amor del objeto y/o mantener su presencia al cual se intenta atraer o reasegurar con el propio sufrimiento, por ejemplo, mediante enfermedades, malestares físicos; como formas de soborno hacia aquel por considerarse la única manera de evitar su abandono. A su vez el sufrimiento puede estar constituido como forma de alcanzar el placer del encuentro y la intimidad en un vínculo con el otro, satisfaciéndose por ejemplo, necesidades de intimidad propias del sistema motivacional del apego (Bleichmar, H., 1999). Vínculo a través del cual se gratifican tendencias muy primitivas de encuentro fusional, compartiéndose las penas y el placer en la unión mediante aquellas; modalidad que también se denomina masoquismo compartido.
La identidad de victima sufriente muchas veces se corresponde con una historia de padres que han entregado su amor solo si se sufre o si se enferma, creando la predisposición en la persona a fantasear con estos escenarios imaginarios a través de los cuales se reciben reconocimientos, elogios e incluso condolencias por la muerte de seres queridos, visitas por estar enfermo, entre otras. 
Masoquismo moral es un subtipo en el que no se busca el sufrimiento porque produce placer, sino porque disminuye otro sufrimiento, (sentimientos de culpa). Es simplemente un balance entre un displacer y otro displacer en donde por sentimientos de culpa algunas personas se sacrifican porque lo sienten como un acto de redención. Se auto-someten a todo tipo de auto-privaciones o ceden cosas porque el otro no las tiene, incluso para evitar el sufrimiento del otro por ver el goce del sujeto; racionalizando bajo el argumento: “yo no necesito”, cuando en verdad sí lo desean; pudiendo con el tiempo a realmente no llegar a necesitar, produciéndose la abolición de tales deseos, como también le ha ocurrido a la mujer del óleo.
Si hemos hablado de masoquismo moral y narcisista es, precisamente porque varios sistemas motivacionales determinan la existencia de conductas masoquistas: por un lado los sentimientos de culpa (heteroconservación); por el otro, el deseo de ser alguien excepcional (narcisismo). Un ejemplo de autoprivación por sentimientos de culpa, por narcisismo y para controlar angustias persecutorias, son los rituales de duelo, que aún persisten en las aldeas de Galicia: mujeres que durante dos años deben vestir de negro, incluso no permitiéndose asistir a espacios de ocio ni de diversión. Se auto-privan por su propia conciencia crítica, pero también por la de los demás (“qué dirán de mí, si…”).
Casos extremos son por ejemplo aquellas personas que se suicidan para acompañar el muerto como mandato superyoico de seguir la suerte de éste o, aquellos que no se suicidan pero que para honrar su memoria, siguen el camino del muerto.
En la película mexicana “Como agua para chocolate” puede verse claramente esta última forma de masoquismo moral, donde la hija menor debió sacrificarse cediendo su novio a su hermana mayor, por no poder ella casarse, dado que en la familia dominaba el mandato generacional que dictaba que la hija mujer menor debía permanecer soltera hasta que la madre muriese, para cuidar de ella mientras viva.
Todo esto puede tener sus raíces en padres que se han sacrificado tanto por ayudar a sus hijos y en darles lo mejor, que terminan muchas veces generando en ellos graves interferencias en la capacidad de gozar, en comunicar sus logros y disfrutar con ellos; porque este gozar, lleva consigo la imagen adherida de los padres sacrificándose, lo cual se transforma en una carga insoportable. Entonces se dificulta el placer no por rivalidad, sino por culpa.
A continuación expondré un ejemplo adicional de masoquismo narcisista, ilustrándolo con una obra de arte famosa del pintor holandés Rembrandt realizada en el año 1634. Su nombre tradicional es “Artemisa” pero luego fue reemplazado por el de: Judit en el banquete de Holofernes”. Así todo aún perdura cierto escepticismo sobre su título. Veámoslo:
Me resulta curiosa la interpretación que muy anteriormente se creyó sobre esta obra, a los fines de poder ser asociada a un masoquismo cuya primera motivación del acto fuera un deseo de obtener una identidad de valía.
Se dice que la obra recreaba a una princesa cartaginesa llamada Sofonisba, quien para evitar la humillación de ser desfilada y mostrada como prisionera en un triunfo romano, bebió sin dilación un veneno que le envió Masinisa; acabando así con su vida.
De ahí que hasta su reciente identificación, esta obra fuera llamada “Sofonisba recibiendo la copa de veneno”.
Atendiendo a mis impresiones de esta obra, la misma parecería recoger el momento donde aquella princesa recibe su copa de veneno con un rostro y postura corporal que acusan un convencido orgullo tanto personal como compartido (véase la  actitud de reverencia de la joven que arrodillada hace entrega de la copa) de poseerse una identidad de regodeada valía y grandeza
ARTEMISA o JUDIT EN EL BANQUETE DE HOLOFERNES (Rembrandt).                                        
Se alude a este subtipo de masoquismo, cuando los deseos narcisistas de excepcionalidad y grandiosidad se satisfacen mediante la búsqueda de una identidad basada en la representación de alguien valioso o superior con respecto a los demás. Para ello la persona se valdrá de un cierto tipo de conductas de sufrimiento tales como: la privación de diferentes placeres, la tolerancia al dolor, el estoicismo, el esfuerzo o cualquier acto de sacrificio. Lo que cobra importancia aquí, desde el punto de vista de lo que se intenta conseguir, no es la conducta en sí, sino la intencionalidad con la que se hace. Es lo que diferencia el estoicismo de un asceta de la montaña que buscando una identidad superior con respecto a los demás, sufre privándose de aquello que podría tener; y de aquel otro que necesitando alcanzar un orden de espiritualidad mayor, se retira voluntariamente privándose, pero que si encuentra una cueva para dormir, le pone leña... Es decir, el retiro espiritual y el estado de contemplación, por más sacrificados que sean, no son en este último caso buscados como fines en si mismos, sino que son el precio que la persona debe pagar para alcanzar otros objetivos que le son importantes: una perfección espiritual. Al contrario del primer caso, que la prueba de autosacrificio ofrecida a si mismo y a los demás de su superioridad, constituyen contraseñas motivadas por la necesidad de obtener el placer narcisista de contemplarse bajo una identidad valorizada o self ideal que sólo se sostiene mediante el sufrimiento.
Con frecuencia un tema así desataría infinitas discusiones nominales de acuerdo a cómo se nombre o se defina un término. Así, no será lo mismo el subtipo de la anoréxica que se priva del comer porque busca el narcisismo independientemente de la familia; de la otra que es capaz de hacerlo, como sadismo encubierto, porque está en rivalidad con la madre. Estas diferentes motivaciones hacen a los diferentes subtipos de anorexia existentes, a su vez que existen distintas hipótesis sobre su origen.
Una forma o truco sofisticado del psiquismo es el masoquismo narcisista que ocurre en toda estructura social, en el cual algunas personas se auto-desvalorizan y convierten a sus líderes (grupales, religiosos, políticos) en personalidades absolutamente idealizadas y superiores. Los motivos que podrían explicar esto es que en un primer momento se crea un líder idealizado y la persona se siente inferior comparado con él; y en un segundo momento la satisfacción quedaría ubicada en ese sentimiento de inferioridad, porque se es un inferior que forma parte de un grupo que es superior a otros grupos; y que además, gracias al reconocimiento de la grandeza de ese líder, la persona termina sintiéndose superior con respecto a aquellos que no son capaces de reconocerla.
Otros casos simples de masoquismo narcisista que no entrarían dentro de una categoría grave, serían ciertos sueños diurnos o pensamientos despiertos, bastante comunes, a través de los cuales la persona se sumerge en un estado placentero de ensimismamiento y fantasea conscientemente ciertas situaciones en que alguien le hace algo inadecuado, representándose así misma como víctima de un perjuicio o de un trato injusto por parte del otro. Lo interesante, es que esto se hace activamente, es decir, no es un producto de un flash-back que aparece en la mente, como en la repetición de una situación traumática; sino que es algo que la persona construye buscando un cierto placer por representarse como virtuosa e incapaz de realizar tales conductas inadecuadas y que en su fantasía, son atribuidas a los demás; y que al mismo tiempo va instalándose un tipo de relación consigo misma, por la cual va obteniendo auto-admiración, similar a lo que ocurre con algunas personas que en la realidad ofrecen su propio sufrimiento a cambio de recibir de los demás su comprensión, cariño y cuidado.
Esto último, la búsqueda de una dignificación de la propia imagen sería el primer tiempo de las dos razones que explicarían por qué las personas construyen una situación de sufrimiento. El segundo tiempo sería cuando a esta fantasía masoquista paranoide le sigue otra, donde el escenario imaginado cambia y la persona se representa no ya como víctima, sino a través de un comportamiento sádico que queda legitimado; imaginando que se venga, ahora justificadamente, del perjuicio recibido.
Bibliografía
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