aperturas psicoanalíticas

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revista internacional de psicoanálisis

Número 044 2013

El deseo de ser psicoanalista. Reflexiones de una formación a distancia

Autor: Uscanga-Castillo, Alejandra

Palabras clave

Formacion psicoanalitica, Analisis condensado, Analisis a distancia, Encuadre interno.


 
Caminante son tus huellas
El camino, nada más
caminante no hay camino
se hace camino al andar.
Antonio Machado
Trabajo presentado y premiado en el Precongreso OCAL con el 2º lugar por Mejor Trabajo, en el marco del 29º Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis “Invención, Tradición” del 10 al 13 de octubre del 2012, San Pablo, Brasil
Resumen
El deseo de ser psicoanalista se encuentra motivado por muchos factores que incluyen desde la historia de vida a la orientación vocacional. En la Ciudad de México y en otras ciudades grandes del país se cuenta con institutos avalados por la API que proporcionan formación, pero ¿qué ocurre con los profesionistas que deseamos ser psicoanalistas en otras ciudades de la república? Yo viví en la Ciudad de México toda mi vida, en donde hice la Maestría en Psicoterapia General y mi deseo es ser psicoanalista. No obstante, motivos de vida me llevaron a vivir a Oaxaca, ciudad desde donde me he embarcado en la formación psicoanalítica. Los viajes, el análisis didáctico, las supervisiones, han tenido que hacerse de un ritmo y una modalidad diversa. El uso de internet, de sesiones a distancia o de sesiones condensadas ha sido el día a día. Variaciones al tratamiento y a la formación que he requerido para poder llevar a cabo mi deseo de ser psicoanalista. Tradición e invención en una formación de compromiso ¿quizá? Esta es una invitación para que los analistas en formación de los diversos institutos recuerden o conozcan las vivencias de los que hacemos formación a distancia, así como una invitación a los institutos y a las sociedades de analistas en formación para que no dejen de lado la promoción del psicoanálisis en otros estados de la República Mexicana.
Introducción
El llamado a ser psicoanalista (Palacios, 2007) se consolida con la vocación, pero viene desde las relaciones primarias significativas. La identidad es un proceso que se inicia con los introyectos de la infancia, y que deviene Identidad Analítica con los introyectos secundarios (Vives, 1999). La vocación pulsa desde adentro y busca expresarse. Podemos pensarla como formación de compromiso, en donde características personales se suman a experiencias infantiles, que se expresan en el momento de elegir una profesión con un significado único para cada uno de nosotros. Cuando se encuentra la vocación será difícil soltarla... a menos que las condiciones ambientales sean un obstáculo.
La historia del Psicoanálisis en México es difícil, marcada de encuentros, pleitos y separaciones. Esta historia ha generado un enquistamiento de la promoción y trasmisión de este conocimiento a otros lugares de la república. Algunas ciudades cuentan con institutos avalados por la Asociación Psicoanalítica Internacional (API) que proveen de formación, pero ¿qué ocurre con los que nos encontramos fuera de esas grandes ciudades?
Los pioneros del psicoanálisis
Freud fue el primer psicoanalista. Se embarcó en una empresa sin precedentes utilizando el auto-análisis y es, por su naturaleza, irrepetible (Gay, 1988; Jones, 1957). En el otoño de 1902 un grupo de jóvenes médicos vieneses se acercó a él para aprender psicoanálisis (Freud, 1914; Gay, 1988; Jones, 1957). Pero el psicoanálisis no se quedó en Viena ¿cómo se formaron los primeros analistas?
Eitingon llegó a Viena en 1907 a consultar sobre un paciente. Su relación con Freud se fortaleció debido a unas “pocas” sesiones de análisis fuera de lo común: caminaban por los parques de Viena (Gay, 1988). Jones (1957) afirma que ese fue el primer análisis didáctico. Tomó otras sesiones en 1909. Ferenczi conoció a Freud en 1908. Inició un análisis que duró algunas semanas, luego regresó a Budapest. Retoma el análisis en 1916. En ese tiempo los análisis duraban poco por el emergente conocimiento del psicoanálisis y porque se hacían con varias sesiones al día, en ocasiones diario (Alberro, sin año). El intercambio epistolar entre Freud y sus discípulos que, esgrimiendo la noción de auto-análisis, escribían a Freud sobre sus conflictos, es un ejemplo de análisis a distancia. Las respuestas de Freud, maquilladas de actitudes paternalistas y juguetonas, son claramente interpretativas (Gay, 1988; Jones, 1957).
Lo anterior me ayuda a plantear estas preguntas: ¿los análisis condensados y a distancia son nuevos? ¿Pueden considerarse una invención en la técnica analítica? ¿Son algo impensable para la formación de psicoanalistas e, incluso, para conducir cualquier otro análisis? La necesidad de transmitir conocimiento requiere de concesiones de lo que consideramos “lo más deseable”. Así estuvieron los discípulos de Freud ante el aprendizaje de un nuevo conocimiento: viniendo de varios lugares y con la urgencia de regresar y continuar con una práctica que les exigía este nuevo conocimiento. Con reservas ante la grandeza de los pioneros, la realidad de los profesionistas de la salud mental en México no es del todo diferente.
El análisis a distancia en la actualidad
Los cambios socioculturales modifican la subjetividad y cuestionan la lógica de base (Carlino, 2010) o concepción del mundo (Hernández Hernández, 2010). A la forma tradicional de encuentro se agregan otras, ayudadas por los avances tecnológicos. Éstas llegan a nuestros consultorios sacudiendo la concepción clásica del tratamiento (Carlino, 2010), que hace evaluar como inverosímil o inadecuado lo diferente; lo nuevo es extraño (Carlino, 2010; Hernández Hernández, 2010). Eso le ocurre al análisis a distancia, que se compara con lo que un análisis “debe ser”. Pero las sesiones en un consultorio y a distancia son experiencias subjetivas distintas. La API permite análisis a distancia si no hay otra opción. Aumenta el alcance de nuestra disciplina, pero exige valorar y analizar otros factores. A veces los pacientes participan activamente en la estructuración del encuadre, que cambia radicalmente: del consultorio ahora se localiza en el interespacio entre ambos miembros (Carlino, 2010), lo que hace reflexionar sobre la verdadera localización del encuadre.    
El psicoanálisis no puede ser rígido, estático, atemporal; pero requiere rigor (compuesto de características estables), necesario para permitir el trabajo (Alizade, 2002). Éste ha sido depositado en el encuadre externo, pero el análisis no es rituales y parámetros fijos (Viñar, 2002 citado en Alizade, 2002). El encuadre interno implica un rigor propio del analista que provee constancia, seguridad y continuidad, independientes del encuadre tradicional externo. Necesitamos un marco que contenga el trabajo y que no sea rígido si deseamos escuchar lo que los pacientes y la realidad proponen (De Freitas, 2004), ya que lo central es mantener un espacio previsible y confiable (Winnicott, 1963). El tercero analítico, como co-construcción de la diada (Ogden, 2004) cuestiona si el encuadre es parte de ese tercero que creamos en conjunto.
Se habla de un encuadre que contiene la experiencia analítica, compuesto de confianza, previsibilidad, continuidad y rigor ¿Serán estas características dependientes de cuatro paredes, un diván y el analista físicamente presente?      
La experiencia de una formación a distancia
Jessica Salgado (2011), analista en formación de Honduras, presentó en el último Congreso Internacional su experiencia de formarse a distancia. Este es un ejemplo de lo arraigada que está la vocación en la historia de vida. Pero ¿qué hubiera ocurrido si la API y FEPAL no hubieran apoyado con un sistema flexible? Muchos analistas tuvieron que cambiar de ciudad o de país para formarse. Pero ¿qué ocurre con los que queremos formarnos para beneficiar a la población con la que trabajamos? ¿Si no queremos cambiar de residencia? ¿No es válido?
Me formé como psicoterapeuta en México DF., en donde radicaba hasta hace poco. Ahora estoy en Oaxaca, desde donde inicié la formación. Mi análisis ha tenido que ajustarse al radicar en una ciudad en donde no hay analistas didactas ni institutos avalados por la API. El primer cambio: las sesiones a distancia; sentí ansiedad ¿será lo mismo? ¿el teléfono permitirá que sienta a mi analista presente, acompañándome? ¿se convertirá en plática de café? Estaba acostumbrada a su presencia y sus movimientos, sabía interpretarlos, por teléfono aún no podía... sólo su voz... surgió la pregunta ¿por qué no usar Skype? La decisión conjunta: llevábamos trabajando mucho tiempo en diván como para empezar cara a cara... de nuevo el timbre del teléfono. Gradualmente identifiqué cambios en su voz, en el ambiente, en la forma en que hablaba. Empezaba a desarrollar un registro emocional diferente. No me sentía sola y eso era mucho ante la situación de mudarme a una ciudad desconocida, sin familiares y a reiniciar mi práctica privada: primer punto para el análisis a distancia.
Segunda dificultad, encontrar el lugar: en mi consultorio no tenía teléfono, dependía del teléfono de casa. Sentí la necesidad, sin consultarlo con mi analista, de buscar un lugar diferente, íntimo... Lo elegí. Siguiente complicación: ¿sentada? Tenía más de 4 años de diván, sentada la asociación tardaba en surgir. Acomodé un tipo diván para las sesiones. Cuidaba mucho de estar lista: iba a mi análisis. Después de realizar los cambios, los empecé a analizar. Observé la necesidad de recrear el consultorio, pero ahora dependía de mí el darle seriedad y formalidad al encuentro analítico. Me estabilicé. Tenía un análisis, con el rigor interno (apoyado por modificaciones externas) para poder aprovechar sesiones en donde mi analista no estaba presente como realidad objetiva detrás de mi. Mi análisis se componía de dos sesiones a distancia y dos presenciales de las que me llevaba un poco de encuadre y mucho de mi analista para seguir a distancia. El instituto recomendó la mayor cantidad de sesiones presenciales. Fui arreglando mis horarios para tomarlas... nuevo periodo del análisis: análisis condensado. Esta experiencia me hace valorar el encuadre como algo particular de la diada, que no depende de determinantes externos, sino de las capacidades de la dupla para mantener el rigor indispensable que requiere el trabajo. He confirmado que la constancia objetal es algo que se lleva dentro, que mi analista está presente y que la constancia y la estabilidad están dadas por su presencia emocional, fundamental para mantener la formación a distancia... si no, probablemente ya me hubiera rendido.
Los seminarios los he tomado presenciales. Esto conlleva la necesidad de realizar viajes semanales a México DF, que han sido un reto a mi estabilidad económica, física y emocional. Viajar de noche para llegar a la formación, regresar de noche para trabajar. La presencia de un grupo de compañeros para discutir, hablar y compartir ha sido también un motor importante.
La supervisión ahora es presencial. Sin embargo, en otro momento surgió un incidente que la modificó. Vino la crisis de la influenza en México DF: noticias aterradoras y fotos impresionantes. Mi supervisor accedió a supervisiones a distancia durante la contingencia. Un nuevo compromiso: con tiempo redactar las sesiones y enviarlas vía correo electrónico – otra vez el encuadre interno – para que mi supervisor tuviera el material. Nuevamente acostumbrarme al tono de voz, a los momentos en que deseaba intervenir, a lo que pasaba en el entorno de la llamada. Las primeras sesiones fueron toscas, pero pasado el tiempo volvió a surgir ese registro emocional fino y las sesiones fluyeron. Lo mismo en vacaciones. Lo mismo con otro supervisor. La experiencia que obtuve fue la disposición por enseñar de los supervisores que aceptaron supervisión telefónica cuando la presencial no era posible. Como he mencionado (Uscanga-Castillo, 2011) para muchos autores el campo de supervisión es similar al del análisis. La flexibilidad en el encuadre de la supervisión también requirió de un rigor interno de ambos que mantuviera la seriedad y la posibilidad de realizar la supervisión lo mejor posible ante las condiciones.
A modo de conclusión
Y lo mejor posible es bastante. Durante esta aventura he aprendido mucho, no sólo de psicoanálisis si no de mi posibilidad de ser flexible, pero constante, estable, responsable y segura con mi formación, pero, sobre todo, con mis pacientes. He confirmado que el análisis y las supervisiones a distancia funcionan bien. No son parches, sino recursos reales ante la imposibilidad de un análisis y una supervisión presenciales. He enfrentado mis limitaciones. Tuve que hacer ajustes por los constantes viajes, las desveladas, las desmañanadas, y las facturas que mi cuerpo y mi mundo interno me cobran por el esfuerzo. En esta herida narcisista (no lo puedo todo ¿verdad?) mi analista ha sido compañera de batalla, de curación y de recuperación. Los supervisores también han sido compañeros en esto de ayudar a formarme en una ciudad donde no hay institutos. No, no lo puedo todo, pero sí puedo lo suficiente para seguir con adaptaciones, descansos y consideraciones. Esto llevó a que un material que no hubiera salido de otro modo saliera y se trabajara (Carlino, 2010), lo que ha sido de gran valor.
Algo similar ha de haber ocurrido con los primeros analistas: viajar y regresar y analizarse por carta y seguir aprendiendo. A la pregunta de si el análisis y la formación a distancia son una invención o una tradición, respondo que son una tradición que se reinventa con las posibilidades actuales de comunicación. Cuando hay que expandir un conocimiento hay que hacer concesiones, pero éstas -si se combinan con cualidades internas de la dupla analítica y de supervisión- no son un empobrecimiento, sino una posibilidad de analizar otro material, de encontrar nuevas formas de subjetividad y de materializar distintas maneras de acompañar. La reinvención está en adecuar la tecnología con prudencia para que el rigor no se pierda, pero para poder acercarnos más de lo que los primeros psicoanalistas estaban en su época. Es importante tener a mi analista cuatro veces a la semana por el teléfono cuando no puedo estar presencial. Esto compensa esa sensación que Salgado (2011) menciona: en el análisis condensado el analizando pasa el intermedio entre un periodo y otro como si no necesitara del análisis, es cuando se acerca la reanudación que comienza la ansiedad y la necesidad por el analista. Esto se supera en el análisis a distancia, ya que en los intervalos en que no puede haber presencia objetiva hay presencia subjetiva, pero no por eso menos real.
Mi objetivo es trasmitir a los analistas en formación una experiencia de lo que es hacer una formación a distancia. Lo hago para convocar a las sociedades de analistas en formación y a los diversos institutos para que no se enquisten y no dejen de lado la promoción del psicoanálisis en otros lugares de la república. Se requerirá de formaciones de compromiso para lograr los entrenamientos analíticos, pero es una labor por la que vale la pena trabajar si somos realmente tan apasionados del psicoanálisis y deseamos que otros más puedan acceder a este conocimiento y a este tratamiento.    
Bibliografía
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