aperturas psicoanalíticas

aperturas psicoanalíticas

revista internacional de psicoanálisis

Número 021 2005 Revista Internacional de Psicoanálisis Aperturas

Revista Francesa de Psicoanálisis. Tomo LXIX nº 3. Jun 2005. Monográfico sobre el tercero analítico

Autor: Martín-Montolíu, Jaime

Palabras clave

André Green, A., Rolland, J. c., Balier, C., Botella, S., Bourdin, D., Ogden, T. h., Chervet, B., Delourmel, C., Denis, P., Guillaumin, J., Lavallee, G., Ody, M., Conflictividad triangular universal, Edipo clasico en psicoanalisis, Green (andre), Pierce, Proces.


Sumario

Argumento :

I.- Colloque <le tiers analytique>: introduction et exposés.

I.1 André Green.- Adieu à Deauville. (Adiós a Deauville)

I.2 Jean-Claude Rolland.- Le Moi, tiers de lui-même. (El Yo, tercero de sí mismo)

I.3 Claude Balier.- La tercéité à l’épreuve de la psycho-criminologie. (La terceridad bajo prueba de la criminología)

I.4 Sára Botella.- L’Oedipe du ça ou Oedipe sans complexe. (El Edipo del Ello o Edipo sin complejo)

II.- La tiercéité dans la pensée de Peirce.

II.1 Dominique Bourdin.- Logique, sémiotique, pragmatisme et métaphysique. (Lógica, semiótica, pragmatismo y metafísica)

III.- Le destin outre-atlantique du concept de tiers.

III.1 Thomas H. Ogden.- Le tiers analytique: les implications pour la théorie et la technique psychanalytique. (Tercero analítico: implicaciones para la teoría y la técnica psicoanalítica)

IV.- Le tiers et la tiercéité: développements théoriques et cliniques.

IV.1 Dominique Bourdin.- Cracher ou quelques figures de l’instauration du tiers analytique. (Escupir o algunas figuras de la instauración del tercero analítico)

IV.2 Bernard Chervet.- Réverbération et éclipse de l’impératif tiers dans la cure. (Reverberación y eclipse del imperativo tercero en la cura)

IV.3  Christian Delourmel.- Tiers analytique et pouvoir autoréflexif du psychisme: de quelques aléas. (Tercero analítico y poder autorreflexivo del psiquismo: algunas incertidumbres)

IV.4  Paul Denis.- Séraphita, le mysticisme et la dissolution du tiers. (Serafita: el misticismo y la disolución del tercero)

IV.5 Jean Guillaumin.- Naissance et renaissance du tiers dans le travail psychanalytique: entre alteration et alienation du double. (Nacimiento y renacimiento del tercero en el trabajo psicoanalítico: entre alteración y alienación del doble)

IV.6 Guy Lavallée.- Le tiers analytique: un attracteur substituable? El tercero analítico ¿un tractor sustituible?

IV.7 Michel Ody.- Notes théoriques et cliniques sur la tiercéité. (Notas teóricas y clínicas sobre la terceridad)

 

Reseña

En Octubre de 2004, André Green organizó en Deauville, sobre <el tercero analítico>, la última edición del coloquio <René Diatkine>; encuentro promovido por la Sociedad Psicoanalítica de Paris, temática de la cual el número de la rfp que reseñamos da cumplida cuenta.

El psicoanálisis francés ha escrito abundantemente sobre el tema del tercero, asimilándolo, por regla general, a la llamada función paterna. Especialmente desde J. Lacan y el lacaniano <nombre del padre>: tercero-ley ahistórico, significante primordial(1), cuya misión de corte determinaría la estructura psíquica del sujeto. Sin embargo, ha sido André Green quien ha puesto mayor énfasis en liberar a la terceridad de ese destino dentro del pensamiento psicoanalítico francés, dando cuerpo a una noción conceptual más abarcativa(2), de logro evolutivo. Inspirado en la lectura del casi-desconocido, aunque citado a veces por Lacan, filósofo y matemático americano, contemporáneo de Freud, Charles-Sanders Pierce(3) (1839-1914) –quien postuló que sin terceridad no hay combinación posible, y, por tanto, ni pensamiento ni conciencia–, Green va a ir perfilando progresivamente una definición de tercero analítico como categoría central de su ideario teórico–clínico. Así:

- En 1972 introduce la noción de procesos terciarios como aquellos que relacionan los procesos primarios y secundarios para que se inter-modulen y eviten así su saturación, lazo entre aparato de lenguaje y aparato psíquico; siendo la normalidad un equilibrio inestable entre ambos procesos, y la movilidad libidinal, el garante de dicho equilibrio.

- En 1974, su trabajo sobre la simbolización y la ausencia evoca el fracaso de la triangulación edípica en las patologías limítrofes. La terceridad estaría ligada al lenguaje y a su potencial elaborativo. Bajo el término de bitriangulación describe a un sujeto en relación aparente con dos objetos distintos, simétricamente opuestos. Estos, en realidad, harán sólo uno. Dispositivo relacional que tiene como consecuencia que el objeto no pueda ser pensado al no estar nunca ausente. El trabajo de elaboración con estos pacientes, sostiene Green, demandará la introducción de un tercer elemento en una relación siempre dual. Requerirá modificaciones técnicas que conduzcan <del análisis del contenido al del continente>; es decir, el análisis del encuadre mismo y de las condiciones que permiten la simbolización y la actividad de pensar.

- Entre 1984 y 1990 elabora una teoría de la triangulación generalizada con tercero sustituible: superyó como abertura a la terceridad; relación como tercero entre los que se relacionan; encuadre en tanto instancia tercera no legal sino ética.

- Los últimos diez años va a trabajar en torno al <negativo>, ligado a la problemática de la terceridad a través de la noción de la destructividad tal como Winnicott la concebía -necesaria para lograr la separación del objeto primario y la constitución de un sujeto con sentimiento de integración e individualidad–, siendo el Edipo su forma más universal.

Autores de otras latitudes han trabajado sobre este mismo tema en paralelo. Especialmente, el estadounidense Thomas Ogden, cuya noción de terceridad se expone en este mismo número de la rpf. Este autor, describe <un tercero analítico intersubjetivo> que parece vivir su propia vida en el espacio interpersonal y que está asimétrica e inconscientemente co-creado como tercero por analista y analizando. Resulta estructurante y determinante de la propia relación analítica y, finalmente, sujeto de análisis(4). También señala cómo está sometido a posibles avatares perniciosos: restringir la escucha sólo a los pensamientos y afectos “autorizados” por el analista y/o el analizando; encerrar a ambos en escenarios complulsivamente repetitivos etc.

Como el lector tendrá ocasión de comprobar, con independiencia de la diversidad de sistemas conceptuales desde el que se aborde, de las diferentes terminologías o de la potencia metafórica empleada para ello, el tema en sí mismo merece una aproximación.

Sumario

Argumento

Klio Bournova y Vassilis Kapsambelis recuerdan en la presentación de este número de la rfp que el concepto de tercero analítico se inspira en la alusión que hace Freud a la tragedia de Edipo Rey para expresar el hallazgo del compromiso pulsional con los objetos parentales como origen de una conflictividad triangular universal. En el pensamiento freudiano, el mito griego revelaría una compulsión que cada cual podría reconocer en sí mismo por haber perdido las trazas de su existencia. Así reza la carta de Freud a Fliess fechada el 15 de Octubre de 1897. A partir de ahí, la doble valencia de dicho complejo será una constante en sus escritos sobre casos y en sus ensayos sobre sexualidad. El diferenciador edípico no llega a eclipsarse ni siquiera en los textos que tratan sobre el narcisismo, la melancolía o el instinto de muerte. Los enigmas que ocupan la mente de Freud conciernen, precisamente, al destino interno de la presencia/ausencia del objeto externo o al desligamiento mortífero. A tal punto que nos toparemos una y otra vez –también en la clínica de los estados límite, las patologías narcisistas y los estados psicóticos, acompañando a las turbulencias de la diferenciación y a la ansiedad preedípica– con la impronta de la fállida introyección estable de un doble especular o de un tercero que separe y relíe a la vez.

Los trabajos de 1923, 1925 y 1931 sobre las modalidades de entrada al Edipo y sobre su posible resolución -dicen Bournova y Kapsambelis- llevarán a Freud a desafiar una eventual evolución psicosexual especular niño/niña, así como a ubicar a la diferencia de sexos en el centro de una disimetría fundamental. Se preguntan entonces si es dicha disimetría lo “tercerizante”, en la medida en que discrimina emparejamiento y diferenciación del espectro del doble.

Una lectura, prevalente en términos clásicos, dice que la mujer, en su función de madre, es el primer objeto de investidura del bebé (niño o niña) y que el lugar del padre en sus diferentes figuraciones e intervenciones simbolizantes (padre-realidad, padre-censura, padre-contenedor,...) introduce la temática del tercero desde el comienzo del vínculo dual primario. En este punto, se preguntan: ¿es ese padre-tercero el único posible salvador de un eventual encerramiento y engullimiento psicótico?, ¿qué continuidad existe entre padre-arcaico y padre-edípico?; ¿puede (con)fundirse realidad biológica con función simbólica? ¿qué evolución se produce en dichas funciones con el cambio en las estructuras familiares reales?. En definitiva, ¿cuán diferente es el emergente <tercero analítico> de la comprensión de Freud?

Preguntas obligadas, concluyen, ya que el problema no es solamente la convergencia o divergencia entre perspectivas teóricas y utilidad clínica, sino también su validez para pensar hechos culturales y sociales en un contexto donde las funciones clásicamente asignadas a cada miembro de la parentela, se han ido revisando o están siendo fuertemente contestadas desde tan diferentes ángulos...

I.- Coloquio sobre <el tercero analítico: introducción y presentaciones

I.1. André Green.- Adiós a Deauville.

El título de este artículo hace referencia a la despedida de Green en tanto organizador de los encuentros en Deauville, dándole la oportunidad de trazar algunos apuntes sobre la génesis conceptual del <tercero analítico>.

En él afirma taxatívamente: “La terceridad es un concepto creado por C. S. Pierce. Lacan fue el primero que lo citó brevemente en sus artículos y algo más en sus seminarios, pero sin consagrarle un desarrollo detallado. Sus indicaciones parciales me pusieron en la pista de ir un poco más allá. (...) la terceridad es un concepto que yo he creído necesario hacer valer en un momento en que el psicoanálisis estaba dominado por la referencia a la relación dual, se tratara del desarrollo del infante en las relaciones madre-bebé antes del Edipo, o en las situaciones clínicas que se diferenciaban de la relación neurótica edípica triangular por la importancia acordada a las relaciones pre-edípicas. (...) Se puede concluir que rechacé la recusación del Edipo que esas explicaciones implicaban, (...) pensando que una estructura descrita bajo la forma dual, invitaba más a preguntarse dónde habría ido a parar el lugar del padre y a qué se debía su eclipse que a suprimírlo. Con el concepto de bitriangulación (1973), el padre era juzgado presente pero inaccesible, lejano, de poco auxilio, o bien ultrajantemente idealizado como forma de negar su inexistencia. (...) La ausencia es una situación intermediaria entre la presencia (hasta la intrusión) y la pérdida (hasta el aniquilamiento). (...) Cuando los analistas verbalizan la experiencia a través de la comunicación, más que elucidar aquélla, invocan la presencia potencial del padre, no por una referencia explícita a él, sino por la simple introducción de un elemento tercero en esa dualidad comunicativa. (..) Otra idea nació entonces: aquella según la cual la comunicación entre paciente y analista no pone en juego sólo a dos individuos –la comunicación del paciente no es todo el paciente, ni la del analista, todo el analista-. De hecho, se trata de una relación entre dos dobles: el del paciente y el del analista. De la unión de esos dos dobles emerge el objeto analítico, idea que Ogden no tardaría en incluir en su propio trabajo. Así nació <el tercero analítico> (tiers analytique, analytic third)”.

“(...) El lenguaje me sirvió de modelo, pero mis reflexiones me alejaban todavía más de Lacan y decidí virar hacia Peirce. Era un error decir que la terceridad estaba fundada en el lenguaje, aunque se aplique también al lenguaje. La terceridad es un concepto lógico. Pertenece a la semiótica, a la pragmática,... desborda el campo lingüistico. (...) Desde la distinción sostenida por Freud entre representación de palabra y representación de cosa, y después de que precisara que el inconsciente es el dominio de las representaciones de cosa, devino insostenible, para mí, pretender que el inconsciente estaba estructurado como un lenguaje(...). Concluí que el psicoanálisis era más cercano a la semiótica que a la lingüística”.

El tercero es compatible con la ausencia, la potencialidad, la virtualidad... La terceridad, explica Green en adelante, es el primer tiempo de una serie abierta y se refiere al estatuto de ausencia, elevado al nivel de generalización conceptual que expresa el concepto peirciano de representamen. Hay una doble acción del sujeto representamen: una hacia un intérprete determinado y otra hacia cualquier intérprete. Cuando la terceridad es alcanzada, su modo de funcionamiento se expande a una generalización donde el tercer término es indefinidamente sustituible, tiene una función de conexión o mediación entre los otros dos términos, y puede estar completamente enmascarada por su inclusión en uno de esos dos de los cuales emana...


I.2. Jean-Claude Rolland.- El Yo, tercero de sí mismo.

Rolland inicia su exposición apoyándose en el relato de un análisis para diferenciar dos estados de la representación inconsciente:

- la representación, que pertenece al inconsciente reprimido, inscrita en negativo dentro de la organización discursiva, que atañe al lenguaje enunciativo y es susceptible de hacer signo en el fenómeno descrito como repetición analógica. El aparato psíquico se previene de la influencia que ella podría ejercer sobre la percepción a través de una contrainvestidura lingüística que la aparta del camino hacia la sensorialidad, orientándola hacia representaciones sustitutivas de carácter alucinatorio.

- la representación-de-representación, que pertenece al inconsciente no reprimido. Es una formación psíquica en vías de organización, iniciada por un trabajo de figuración al cual la experiencia transferencial concurre considerablemente dando a la cura lo esencial de su creatividad. Se desarrolla como independiente del lenguaje, lo que le permite un libre acceso a la percepción, donde puja con las imágenes necesarias a su fantasmática, apartándose, al mismo tiempo, de su objetividad. El carácter de actualización alucinatoria que revisten las producciones psíquicas bajo el efecto de la regresión transferencial, es la prueba más tangible de esa propagación de las fantasías que la escucha analítica, las construcciones y la interpretación encaminan secundariamente hacia la palabra, imponiéndoles necesariamente el paso por el estadío de representación reprimida.

A juicio del autor, esa distinción permite comprender cómo el proceso analítico asegura o reasegura, a partir de las huellas mnésicas más arcaicas y de sus mociones pulsionales más salvajes, la entrada en una organización significante: con el paso de la repetición a la representación, el aparato psíquico se desprende del automatismo de sus orígenes para acceder a la subjetivación y a la capacidad autoreflexiva. Para él, en esa operación, donde se va desde la indiferenciación subjetiva a la unidad individual, hace falta la presencia de lo que, desde Esquema del Psicoanálisis(5), Freud imaginó como el Nebenmensch (otro y cercano, mismo y lejano): un <tercero>.

Lo especular, “el acto psíquico por el cual yo recojo lo que soy en el reflejo de lo que el otro me envía” –sostiene Rolland- constituye uno de los ejes mayores del trabajo analítico y es la figura más enigmática de la transferencia. Estructura la experiencia informal, pero iniciática, del encuentro intersubjetivo. Y desde ese acto, el discurso va a desplegar secundariamente, por sus palabras, sintaxis, ritmo..., las virtualidades representativas y afectivas, formalizándolas. La condición es que otro aparato psíquico (no el aparato psíquico de otro) asegure la reflexión, despliegue la significación y redistribuya la configuración. La corriente libidinal irá de uno a otro aparato psíquico a través de un desarrollo en fases del proceso transferencial: se parte de una experiencia alucinatoria, especialmente visual, que se examina a partir de la identificación y diferenciación del yo y del otro; la transferencia acercaría a los actores de la situación analítica, más allá de sus personas y subjetividades, hasta sus aparatos psíquicos en lo que tienen de más impersonal; a través de ese acercamiento en tres niveles (económico, especular y objetal), convoca una terceridad que define específicamente el valioso dispositivo de la cura... La función tercera aparece a través del discurso, cuya interpretación es su manifestación ejemplar: actualización alucinatoria, marcada de ausencia, que autoriza, en el hic et nunc de la sesión, a hablar en presencia, por encima del analista, a un jefe, a un marido, a un padre...


I.3. Claude Balier.- La terceridad bajo prueba de la psicocriminología.

El interés añadido de este artículo es el de ser una pieza de psicoanálisis aplicado que habla específicamente, y de primera mano, de población reclusa. Aquí se ciñe a los internos que han cometido crímenes: lo que parece caracterizarles es la ausencia de terceridad en una parte de su funcionamiento psíquico; la otra parte desaparece bajo determinadas circunstancias. Balier habla de <encorporación> al referirse a la manera en que una parte de su Yo parece limitada a una dinámica puramente perceptiva, y sostiene que el sentido del acto criminal (del asesinato, de la violación, etc), con frecuencia repetitivo porque nada resuelve, es el acceder a una omnipotencia protectora para escapar a la amenaza de aniquilamiento vivida anteriormente, en ocasión de un trauma precoz, irrepresentable por abandono total. Sus afectos suelen circular en un eje terror-goce en la dominación; la amenazante existencia del otro supondría para ellos la aceptación de una pérdida de su Yo elemental, cuestión que se actúa en la frecuente evitación activa de la mirada de la víctima en ocasión del acto violento. Dominio, pues, perceptivo, puramente económico, sobre el eje aniquilamiento- omnipotencia, que requiere la puesta en marcha de un doble marco:

- Uno representado por el conjunto de actividad del equipo sanitario (enfermería y terapia) que tienda a hacer flotar un clima maternizante pero no confidencial, para hacer posible la emergencia de la figuración;

- Otro constituido por la acción judicial y la aplicación de la pena.

Los pacientes comprenden bien que ni mis colaboradores ni yo formamos parte (del régimen carcelario). Pero saben que apruebo la existencia de la Ley como una necesidad de la cultura, propia de la naturaleza humana. Así, en dos ocasiones debí informar de un crimen que el paciente decía haber cometido y que la justicia ignoraba. Era su manera de poseerme, ya que, en realidad, el crimen no existía. Estos señalamientos que yo hacía en nombre del respeto de la Ley no interrumpieron la terapia en curso. Bien al contrario, los pacientes encausados reconocieron en mí una imagen organizadora, la misma que preexiste en toda inscripción de una imago paterna”.

El objetivo psicoanalítico sería la intenalización de dicho encuadre por inducción (y no por una tentativa de interpretación, la cual fijaría, de una vez para siempre, una imagen realista), centrándose el trabajo terapéutico en la reconstrucción: volver a dar vida a la terceridad allí donde ha sido excluida por traumas precoces, lo cual incluye la “decorporación” previa. El doble marco y las conversaciones cara a cara (“mirada a mirada”), tendentes a suscitar la representación, provocan la frecuente aparición de fobias de carácter primario y pesadillas de una intensidad impresionante: miedo a desaparecer en lo negro, monstruos devoradores más cercanos a la alucinación que a lo alucinatorio... De ese modo se va figurando lo irrepresentable del traumatismo inicial, dirigiéndose a la representación en lugar del <recurso al acto>. Tres ejemplos clínicos ilustran este trabajo.


I.4. Sara Botella.- El Edipo del Ello o Edipo sin complejo.

Una diferencia fundamental vendría a caracterizar lo que se puede considerar como dos versiones del Edipo, según Sara Botella:

A.- La que lo aborda desde el punto de vista del inconsciente (Edipo positivo y negativo o Edipo precoz de los kleinianos).

B.- La que lo encara desde el punto de vista del Ello.

De un lado, (A) el padre viviente investido por sistemas inconscientes accesibles al sistema percepción-consciencia; del otro, (B) el padre muerto por el parricidio imaginario, <moción originaria> irrepresentable.

Según se privilegie la dinámica del sistema inconsciente -invistiendo al padre, objeto del deseo de la madre- o los efectos de un acto ya cometido pero sin trazas mnésicas –el del parricidio propio del Ello-, las causalidades psíquicas cambian:

A.- Edipo clásico en psicoanálisis, implica la presencia en los dos sexos de deseo sexual incestuoso por la madre, en el deseo de matar al padre-rival (borrarlo, hacerlo secundario a los ojos de la madre) Está en la causalidad de toda neurosis, relaciones de desplazamiento y sustitución, logos y analogos. El elemento fundante es el incesto, límite de toda explicación (interpretativa): Edipo mata a su padre porque ama a su madre.

B.- Si se considera el parricidio como acontecimiento fundante del Complejo, Edipo mata sin miedo, sin odio, sin amor, <en estado de legítima defensa> y en la imposibilidad de reconocer a su padre (en el anciano encontrado en el cruce de caminos según el drama sofocliano), de conocerle, de verle o representársele:

1. Permanencia de una impulsión sin límites, bordes, ni fronteras actuando en el borramiento de toda diferencia entre determinismo y azar, particular y universal, racional e irracional.

2. Los efectos del cumplimiento de esa impulsión no pertenecerían al orden de lo representable, perceptible o reprimible. Implica una actividad alucinatoria y motriz, una ruptura radical con la percepción del objeto investido y su representación.

3. Su valor metapsicológico reside en hacer conceptualmente posible la idea freudiana del carácter universal del Complejo de Edipo, más allá de los <universales concretos> de las estructuras y contenidos históricos.

La hipótesis de la doble causalidad edípica, de dos definiciones contradictorias coexistiendo, remite a una doble lógica: una tiene en cuenta la prueba de realidad y juzga la existencia del padre conforme a la ambivalencia hacia el padre vivo. La otra confronta la existencia sin juicio, sin valor aportado por la experiencia de los sentidos y sin memoria, en la locura del cumplimiento mocional: es el Edipo del Ello, raíz traumática del Complejo.

En Freud, lo originario no tiene forma sustantivada -dice Botella-; remite a lo fundamental, primordial, atemporal. Y es inseparable de una metáfora química (imagen, término, prefijo,...) recurrente: la del <precipitado>. La inhumanidad en el seno de lo psíquico no es únicamente producto de lo cuantitativo de la carga pulsional, sino el resultado de un cumplimiento mocional, sin mediación, sin cualidad psíquica. El parricidio en el Edipo del Ello revela tal cumplimiento. Aquí es donde encontraríamos la noción peirciana de fuerza sin razón, forzosamente traumática.

Concluye: “En el vasto horizonte teórico que es el del Complejo de Edipo, situamos nuestra hipótesis de un Edipo del Ello en tanto que precipitado de una experiencia vivida del Ello. El cumplimiento mocional considerado como desafío a una primera impotencia formará la raíz traumática del Complejo de Edipo, cuya elaboración primordial, el fantasma originario del asesinato del padre, será su fundamento último. Todo esto nos conduce a concluir con la idea de que, en psicoanálisis, el tercero es cuestión de una evolución cualitativa que va desde el cumplimiento pulsional del Edipo del Ello a los lazos más declarados de Eros en la triangulación del drama edípico”.

II.- La terceridad en el ideario de Peirce.

II.1. Dominique Bourdin.- Lógica, semiótica, pragmatismo y metafísica.

Bourdin explica que Peirce elaboró una lógica triádica del signo (dos elementos pueden sustituirse para un sujeto dado) expandiéndose hacia una semiótica que piensa el signo como “aquello que representa algo para alguien bajo cualquier relación y a cualquier título” (tomando en cuenta afecto y sujeto, lo que le diferencia del significante lacaniano, aislado en su lógica estructural). Dos términos, Phaneron (teoría general de la expresión o manifestación) y Representamen (análisis de la inteligencia del signo, incluyendo la representación de aquel que analiza la representación), anteriores al desarrollo de su semiótica, abren la vía para pensar la articulación entre <primeridad> (el afecto comprendido como <sustancia del alma>), la relación diádica (abocada a la circularidad) y la relación triádica (única que permite la simbolización). Terceridad que interesa a los psicoanalistas en cuanto posibilidad de mentalizar los modos más heterogéneos de representación de las pulsiones y de la figuración psíquica. La referencia tercera está desde el principio en un discurso que incluye a la vez el objeto a partir del cual hay discurso, y el discurso sobre ese objeto que remite al sujeto del discurso. Así, el objeto al cual se liga el sujeto y el objeto producido por esa relación constituyen una triada irreductible.

Piensa también la relación de la lingüística (cuyo objeto es el lenguaje y las representaciones de palabra) con la semiología (que incluye la representación de cosas) En la teoría propuesta por Peirce, el estudio del sentido tiene valor de programa ontológico y permite articular ícono, indicio y símbolo. Se trata del pensamiento no ya de un lingüista, sino del filósofo, astrónomo y matemático, pionero de la fenomenología no husserliana (o faneroscopia –tratado de lo que <es visible o manifiesto>-), fundador de la pragmática y padre del pragmatismo (corriente filosófica -nada que ver con la acepción al uso en el lenguaje coloquial- ocupada en la mediación entre teoría y práctica a partir de una reevaluación del lenguaje simbólico, de la teoría de los signos, de las categorías del pensamiento y de la metafísica) prolijo, aunque jamás obtuviera un puesto universitario permanente... Sus ideas (ciencia y lógica, fenomenología, semiología, metafísica, dilemas...) están presentes como base o referencia en todos y cada uno de los artículos reseñados.

III.- El destino transatlántico del concepto de tercero.

III.1. Thomas H. Ogden.- El tercero analítico: implicaciones para la teoría y la técnica psicoanalítica.

(El original de este artículo apareció en Psychoanalytic Quarterly, LXXIII, 2004.)

Ogden comienza declarando al movimiento dialéctico de la subjetividad individual (del analista y del analizando como individuos separados, cada uno con su propia vida inconsciente) y de la intersubjetividad (la vida inconsciente que el par analítico crea conjuntamente) como un fenómeno clínico central del psicoanálisis. Dice no concebir la existencia de analizando por fuera de la relación con el analista, parafraseando a Winnicott, ni de analista por fuera de la relación con el analizando. “Más que separar los elementos constitutivos de la relación para determinar cuáles pertenecen a uno u otro; la tarea analítica consiste en describir la naturaleza específica de la experiencia de interacción inconsciente de la subjetividad y de la intersubjetividad”.

Parte de la descripción de una rêverie propia (“término tomado de Bion no sólo para hablar de los estados psicológicos que reflejan claramente la receptividad activa del analista al inconsciente del analizando, sino también para referir un conjunto hetreróclito de estados psicológicos que parecen reflejar la autoabsorción narcisística del analista, la rumiación obsesiva, la ensoñación diurna, la producción de fantasías sexuales, las sensaciones corporales, etc”) cuyo contenido lo desconectan aparentemente del curso de una sesión para comprender cómo dicho acontecimiento (asociaciones egosintónicas fragmentarias desencadenadas por la visión de un sobre escrito que hace las veces de objeto analítico) es, en realidad, el resultado de la creación con el paciente de un nuevo sujeto (tercero analítico) y no reflejo del levantamiento de la represión sobre contenidos suyos originarios. Es decir, no el retorno de un recuerdo reprimido del analista, sino más bien la creación de una experiencia (en y a través de la intersubjetividad analítica inconsciente) que no existía antes bajo la forma en que va emergiendo en sesión. La experiencia analítica tiene lugar entre el pasado y el presente, y hace intervenir un pasado que está formándose de nuevo (a la vez para analista y analizando) a través de una experiencia que nace en el seno de ese tercero analítico en proceso de cocreación.

Se habla “a partir de” (y no, “a propósito de”) la experiencia del tercero analítico. Una dimensión crucial de la vida psíquica intrasetting del analista toma la forma de rêverie sobre detalles ordinarios, banales y cotidianos de su propia vida (a menudo, de una gran carga narcisista para él) Esas ensoñaciones no son el simple efecto de una desatención, de una autoimplicación narcisista, de un conflicto emocional no resuelto u otros fenómenos de ese estilo. Representan más bien formas simbólicas y protosimbólicas (fundadas sobre sensaciones) dadas en la experiencia no articulada (incluso todavía no sentida) del analista según están en trance de adquirir fuerza en la intersubjetividad inconsciente de la pareja analítica, del tercero. Forma de actividad psíquica que ha sido considerada, a menudo, como episodios a superar, de los cuales debe sustraerse en su esfuerzo por estar emocionalmente presente y atento al analizando. Lo que conlleva desestimar o subestimar la importancia de una gran parte, a veces la mayor parte, de su experiencia con el analizando. Reconocimiento, sin embargo, que implica una forma elevada, si bien perturbadora, de conciencia de sí mismo. Aspecto de la transferencia/contratransferencia cuyo análisis exige un examen de cómo y de qué nos hablamos a nosotros mismos en ese estado psíquico peculiar y relativamente sin defensa; estado en el cual la interacción dialéctica del consciente e inconsciente ha sido modificada de modo tal que evoca lo onírico. Consciente pues de sí mismo, el analista accede a un esencial santuario interior de intimidad y, por tanto, a una de las piedras angulares de su propia salud mental. “Si queremos ser analistas por entero, debemos intentar deliberadamente hacer que ese aspecto de nosotros mismos entre también en juego en el proceso analítico” enfatiza Ogden.

Analista y analizando viven el tercero analítico en el contexto de sus propias personalidades, historias individuales, construcciones psicosomáticas, etc. Experiencia de tercero, bien que creada conjuntamente, no idéntica para ambos participantes:

- Es una construcción asimétrica. Analista y analizando no están comprometidos en una experiencia democrática de análisis mutuo.

- La experiencia inconsciente del analizando se encuentra privilegiada de manera específica como sujeto principal, aunque no exclusivo.

- El analista se sirve a la vez de su experiencia en el tercero analítico, y de éste (principalmente) como vehículo para la comprensión de la experiencia consciente e inconsciente del analizando.

- Las experiencias en tercero analítico pueden constituir primeros ejemplos, en la vida del paciente, de formas sanas y productivas de relación de objeto. Las interpretaciones sobre su significado le están subordinadas y, en muchas ocasiones, habrán de ser debidamente diferidas. Lo capital para el análisis es <vivenciarlas> (en lo que esto puede tener de antinómico a <comprenderlas>).

Finalmente, Ogden señala que la identificación proyectiva (entendida como proceso intersubjetivo) va a crear una forma peculiar de terceridad analítica que él califica de subjetivizante. Ésta, implica la creación de narrativas inconscientes (simbolizadas verbal y no-verbalmente) que ponen en juego la fantasía de evacuar una parte de sí mismo en otra persona como resultado de un proceso de negación mutua. Siendo el resultado ese sujeto de la identificación proyectiva, que no es ni analista ni analizando, sino ese tercero que proyecta y recibe a la vez. El proceso analítico, si es exitoso, supondrá la reapropiación de las subjetividades individuales transformadas a través de sus experiencias en ese tercero.

IV.- Tercero y terceridad: desarrollos teóricos y clínicos.

IV.1.  Dominique Bourdin.- Escupir o algunas figuras de la instauración del tercero analítico.

La idea de expulsión violenta fuera de sí, uno de los más elementales y decisivos movimientos psíquicos que permiten la diferenciación yo/no-yo y el acceso a las posiciones subjetivas, anima a Bourdin a presentar tres viñetas clínicas (“Escupir o guardar para transformar”, “El sueño de la pequeña que no podía escupir lo que le estorbaba en la boca” y “El niño que escupía a todo el mundo”) para:

- Mostrar el proceso de terceridad que se instaura en la situación analítica para que la fuerza pulsional adquiera sentido.

- Reflexionar sobre las formas y figuraciones de las mociones pulsionales que permiten a una sesión convertirse en una inscripción nueva de la representabilidad, lo que lleva necesariamente la marca del tercero.

- Pensar, en referencia a las teorías del signo propuestas por la semiótica de Peirce, los niveles y las mediaciones de este proceso de significación que prosigue en el diálogo interanalítico y la elaboración teórica.

Se pregunta Bourdin: ¿El término escupir, tal cual aparece en cada uno de los distintos ejemplos clínicos que vertebran este artículo, es un significante? Sí, responde. En la medida en que se pronuncia por cada uno de esos pacientes en enunciados que al nivel del código de la lengua francesa remiten a una definición relativamente clara y delimitada. Pero el significado de la palabra es aquí un engaño: la carga de afecto, el nivel de organización representacional, el alcance intersubjetivo e intrapsíquico del mismo término pueden ser extremadamente heterogéneos y reenviar a sentidos inconmensurables en cada relación transferencial. Por el contrario, la homonimia de la cual testimonia el significante, es el índice (en el sentido de Peirce) de un movimiento psíquico del mismo tipo que busca representarse en cada una de las ocasiones. Será la (puesta en) contigüidad de esas secuencias lo que permitirá al pensamiento clínico extraer un recorrido simbolizante fundamental, bien que los modos de figuración, de regresión o de relación sean distintos: se puede ver cómo el movimiento de expulsión oral fuera de sí es testimonio del nacimiento del psiquismo y de la constitución del Yo (y por qué, cuándo y en qué condiciones ese gesto inaugural necesita reencontrarse regresivamete, repetirse o representarse en la cura). Lo que puede aclarar la relación entre la clínica y la metapsicología, es decir, la manera en que la metapsicología hace de tercero para que el pensamiento clínico advenga. Así:

- En el primer caso, la sesión pone en marcha el movimiento de expulsión, lo nombra y encuentra su límite: lo que la persona quiere guardar es una potencia psíquica (la capacidad de transformar) y no un objeto. El icono remite al objeto en virtud de las características que le son propias. Es esencialmente, nada más que decir...

- En el segundo, el sueño de la niña señala el impedimento para decir (por proximidad en una relación dual); el hecho de dirigir el relato del sueño y las asociaciones acompañantes -como indicios de su significado- hacia alguien (el analista), permite la investidura del lenguaje –una tercerización- y la introyección de lo que ha sido significado. El índice reenvía al objeto por contigüidad, en tanto concernido realmente por él. Ejemplo: el humo es el índice del fuego.

- El último caso trata del relato de un niño que pone en marcha todas sus figuras de tercero, lo cual le sirve de mediación para reinvestir las situaciones de rechazo en su propia historia, sea como agente, víctima o tercero. El símbolo actúa por la construcción de una réplica que es directa, aunque mediatizada.


IV.2. Bernard Chervet.- Reverberación y eclipse del imperativo tercero en la cura.

Según el autor, el papel central de un imperativo tercero en la mente no ha dejado de confirmarse y precisarse en las diversas teorizaciones psicoanalíticas. Presente a nivel de cada organizador del proceso (en la génesis de la líbido, en el reparto intrapsíquico de las diversas cargas, en la orientación objetal de la economia libidinal...), es gracias a esa propia economía libidinal que ejecuta un homicidio fundante y anti-extintivo. Pero también puede convertirse en el objeto de ese acto asesino. Contiene en sí la capacidad de eliminarse de modo casi siempre transitorio. Su dinámica incluye eclipses temporales y parciales. De esa forma conduce la variada distribución de las cargas libidinales, así como también la regeneración necesaria para operaciones económicas regresivas. Pero puede también eclipsarse de modo durable, perjudicial.


IV.3. Christian Delourmel.- Tercero analítico y poder autoreflexivo del psiquismo: algunas incertidumbres.

En este artículo, plagado de referencias conceptuales a otros autores, y muy especialmente a André Green y su concepto de <estructura encuadrante> -holding procesual invisible que confiere al psiquismo su poder autorreflexivo, fundado sobre el negativo y lo pulsional, cuyo establecimiento testimoniaría del éxito de la interiorización de un estatuto de ausencia de la madre como destino de un duelo primordial del objeto-, Delourmel desarrolla la temática del tercero analítico en relación con las incertidumbres de ese poder autorreflexivo del Yo, del cual el mito griego de Perceo brindaría una versión metafórica feliz, y el cuento de Barbazul, una versión más traumática. La pérdida de esa capacidad psíquica dará fe de la existencia de un recurso defensivo cuyo prototipo sería el proceso de <fetichización primaria>, descrito por Michel Fain a propósito del mericismo. Ultimo bastión defensivo frente a la amenaza de desorganización, prolongaría el actuar bulímico de la Sra A., la organización narcisista del discurso en la sesión del Sr. M., el sonambuismo de la Sra C., y los complejos procederes de Glemn Gould para tocar el piano,.. ejemplos, todos ellos, de fallos profundos en la psicosomática de su Ser.


IV.4. Paul Denis.- Serafita, el misticismo y la disolución del tercero.

El misticismo se opone a la melancolía de igual modo que a la nostalgia. El ejemplo de Serafita (medio hombre, medio chica) en los tres relatos de Le livre mystique de Balzac, entre otros, sirve a Denis para ilustrar los mecanismos del compromiso místico, proyección del objeto resplandeciente a un espacio distinto al de la realidad, no reconocido como objeto interno, prestando una alternativa a la depresión. Uno de los momentos claves de los estados vinculados al misticismo es la disolución del tercero, lo que, para el autor, se asocia al rechazo de la bisexualidad psíquica. El éxito de la empresa mística consuma finalmente la derrota de la identidad.


IV.5. Jean Guillaumin.- Nacimiento y renacimiento del tercero en el trabajo psicoanalítico: entre alteración y alienación del doble.

Según el autor, la idea de tercero en Freud parte de una experiencia en doble biográficamente atractiva pero que no se bastó a sí misma. <El sueño de la inyección de Irma> (1895) es la cima a partir de la cual, aquél descubre la formidable seducción que ejerce sobre sí mismo su propio genio interpretativo. A partir de ahí, el doble omnipotente primitivo deja vacío el lugar entre el creador y su espejo, apareciendo las rigurosas restricciones de lo que pronto llamará el <complejo paterno>. El trabajo de duelo por el padre es lo que va a alimentar la verdadera invención del psicoanálisis, al precio de la renuncia a una suerte de autoengendramiento, un tiempo soñado por su creador. Corresponde también al paso desde una teoría realista de la seducción a una concepción que da un lugar capital a la fantasmatización y a la culpabilidad. El doble se fisura y en la sombra se dibuja un ausente, objeto de los deseos asesinos, alucinación negativa y organizador del sistema de imagos que será honrado como el pivote de toda actividad psíquica en 1913, origen y clave de la <horda primitiva>. (...)

El dispositivo analítico reproduciría intensivamente ese proceso de convocación del tercero ausente. La interpretación, que señala el lugar del tercero, instaura, a través de la semántica, un espacio psíquico diferenciado que transforma la temporalidad bloqueada en temporalidad dinámica.


IV.6. Guy Lavallée.- Tercero analítico: ¿un tractor sustituible?

Guy Lavallée defiende la idea de que el tercero analítico, en un marco reglado rigurosamente, es el tractor que organiza la dinámica del desprendimiento de la identificación primaria. El analista no encarnaría sólo al tractor edípico.paterno, sino que debe poder y saber situarse, con el silencio y la palabra, como tractor en toda la gama de posiciones objetales, en todos los lugares de la triangulación edípica. E incluso fuera de ella para relanzar el movimiento: ya que resulta raro que falte el edipo en los pacientes en análisis, es su compleja y conflictiva dinámica de deseo e identificación la que se encuentra a menudo detenida.

Según Lavallée, el analista:

- Encarna el objeto primario ajustado al continuum alucinatorio de la transferencia, pensando y sintiendo lo mismo que su paciente.

- Es también el doble narcisista necesario para la elaboración de la reflexividad del analizante: el paciente se ve alucinado negativamente en el analista. El desdoblamiento y la negatividad implican una separación sujeto objeto: una identificación primaria mantenida lo haría imposible. Estaríamos en el greeniano registro del < parecido otro > (“l’autre semblable”).

- El analista encarna al <otro del objeto>, aquel que separa pero también relía, el padre (pero no sólo él) en la dinámica edípica.

- Por último, el analista es el otro de todos los objetos. En tanto que otro de otro,... y así sucesivamente, es un tractor sustituible de todos los otros objetos del paciente y del paciente mismo.

Paleta transferencial que, lejos de ser algo común, se vuelve posible si se trabaja con sensibilidad y sencillez, pero fuera de toda coalición compasiva con el paciente, para expandir y retomar la dinámica edípica circulando por esos cuatro registros. La energía producida por el tractor es la del afecto compartido en el continuum alucinatorio de la transferencia, que teje la continuidad sujeto/objeto alimentando la investidura sin fin de la palabra y también la esperanza insensata, siempre frustrada y siempre renacida, de encontrar en el analista un objeto adecuado. En algunos pacientes, elaborar la decepción va de sí, basta con regular la energética de esa esperanza. En otros hace falta sostenerla y recrearla como si de una pequeña llama se tratara.

La escucha analítica estaría, para él, conformada por un <probar sin comprender> y por un <probar para comprender>, que incluye esa instancia autoobservadora que constituye el tercero interno. Obedece, pues a una triple lógica contradictoria que se conjunta en forma <dialógica> (según término de Edgar Morin) Para el analista (equidistante de todos los objetos de su paciente y renunciando a él) es una prueba de alteridad que lo mantiene como tercero incluso cuando toma en la transferencia el lugar del paciente (identificación proyectiva), o de la madre.

Para sostener este punto de vista, matizarlo o eventualmente confrontarlo, Lavallée ilustra algunos puntos de vista teórico-clínicos a partir del camino seguido por una de sus pacientes para desprenderse de una identificación primaria inconsciente con su madre muerta mucho tiempo atrás, a la que finalmente comenzó a reencontrar viviente en ella cuatro años más tarde. Trabajo de duelo- trabajo de lo alucinatorio que obligó al analista a encarnarse en “atractor” y no en frustrador-prohibidor. “Atractor” primario materno, secundario paterno y terciario otro del otro del otro... Entonces se hizo posible, con el desprendimiento de la identificación primaria, que la paciente reencontrara-recreara a su madre en el interior de la dinámica edípica, y su superación.

Tal camino compromete masiva y necesariamente a la función tercera, de la cual el autor quisiera destacar su diversidad.


IV.7. Michel Ody.- Notas teóricas y clínicas sobre la terceridad.

Ody parte de esa peculiaridad del psicoanálisis francés de estar siempre retornando los textos de Freud -“un <retorno en sí>”- que en el asunto de la terceridad los ha confrontado con ciertos autores anglosajones, los cuales, a su vez, exponían situaciones clínicas difíciles -borderlines y psicóticas- en relación a ese tema. La cuestión de la triangulación era entendida, en este lado, en el sentido del Complejo de Edipo sobre todo: En el otro se situaba más allá del desempeño central en el manejo las dinámicas esencialmente primarias de ese tipo de pacientes... Sin embargo, la clínica contemporánea ha vuelto sobre la cuestión del espacio transferencial, incluyendo las situaciones en las que ese espacio estaba más en peligro (en riesgo de <colapso tópico>) precisamente para establecer y relanzar la diferencia entre los dos aparatos psíquicos. Así comenzó el psicoanálisis a plantearse aquello que participa en la terceridad, dice Ody. Representarse el proceso, cualquiera que sea, es ya terceridad; condición que, en las situaciones difíciles (precisamente, más cercanas al Ello que al inconsciente), permite al paciente acceder a la representatibilidad. Relación proceso/contenido: la aislada interpretación del contenido no tiene en sí el menor interés, y ciertamente, no forma parte de la <estrategia ternaria de la interpretación>. Si el eje tercero puede ser suficientemente asegurado como referencial en el funcionamiento del propio analista en su trabajo –lo cual significa que el eje en cuestión forma parte principal del marco interno del analista-, la distancia útil a su función permitirá la emergencia de una dialéctica entre palabras y cosas, lo que conducirá a su representación.

El autor formula cuatro tendencias del <Edipo-tractor> (término acuñado por él):

- La de la triangulación de base: en los conceptos de <otro del otro> (Green), <no-madre> (Le Guen) para articular con las nociones de <posición depresiva> (Klein), <angustia del sexto/octavo mes> (Spitz).

- La del complejo de Edipo, con sus cuatro tendencias propias actualizadas y reformuladas en ocasión del segundo tiempo representado por la pubertad y la adolescencia.

- El funcionamiento psíquico de los padres o de sus sustitutos, los cuales han estado atravesados, ellos mismos y de todos modos, por la terceridad, cualquiera que hayan sido los avatares, comprendida toda negatividad.

- El colectivo generalizado –en el sentido de la Psicología de masas de Freud- en el cual se inscribe el orden simbólico de raíz filogenética.

Es esa complejidad la que quiere resumirse en la metáfora del <tractor extraño> (término también acuñado por él): toda situación analítica, cualquiera que sea, lo cuestiona necesariamente, en lo que es y en lo que ha sido, y en cada una de las tendencias del tractor edípico. Se puede decir que se juega en cada cura alguna cosa de su eco, diverso en cada ocasión. Del destino de esa apuesta –concluye Ody– dependerá lo que advenga como armónico entre tendencias, o será sólo disarmonía, hasta en la técnica más anclada en la procesualidad.

Una ilustración clínica muestra, finalmente, la articulación del trabajo analítico tercerizante con el de simbolización, parte integrante del mismo.

NOTAS

(1) Ausente en las psicosis, dicho significante se inscribiría en las perversiones a través del discurso inconsciente de la madre (de una denominada madre fálica funcional). Discurso materno que actuaría como fallido representante o intermediario de la terceridad paterna (el perverso habrá de reconocer la ley para poder impugnarla mediante el desafío y la trasgresión). Padre y tercero resultan, pues, sinónimos en el teorema lacaniano (funciones simbólicas parentales jerarquizadas e invariantes frente a la evolución social y cultural...).

(2) Su <Triangulación generalizada con tercero sustituible> pretende significar que todos somos, unos para otros, potencialmente terceros. Postura más sintonizada con la sensibilidad contemporánea, que tiende a considerar a las funciones parentales como entramado múltiple cuya carga simbólica estaría históricamente condicionada por la cultura (determinaciones genéricas incluidas).A ese respecto, Lavallée aporta en su artículo (pág. 848) un ejemplo muy gráfico: la observación, no infrecuente en un Hospital de Día, de una madre ejerciendo de “posición tercera” en los violentos enfrentamientos entre un padre y su hijo psicótico.

(3) Libros de Peirce publicados en castellano: Inducción, deducción e hipótesis. (Ed. Aguilar, 1970), Obra lógica-semiótica. (Ed. Taurus,1987), Escritos lógicos. (Ed. Alianza, 1988), El hombre, un signo. (Ed. Crítica,1988). Recientemente se ha publicado en euskera Articulu eta hitzalclien biduma (Ed. Klasikoak, 2005). Fuente: Ministerio de Cultura.

(4) Idea cercana a la desarrollada por Samuel Gerson en “El inconsciente relacional: un elemento nuclear de la intersubjetividad, la terceridad (thirdness) y el proceso clínico” –publicado en Aperturas nº 18 (Noviembre 2004)– sobre la función tercerizante del inconsciente relacional; artículo que, además, hace referencia a otros trabajos sobre dicho concepto en alguna de sus tres vertientes: cultural, evolutiva o relacional.

(5) Sigmund Freud. Obras Completas, tomo III, pg. 2729. Trad. López Ballesteros. Ed. Biblioteca Nueva.

 

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