aperturas psicoanalíticas

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revista internacional de psicoanálisis

Número 028 2008 Revista Internacional de Psicoanálisis en Internet

¿Y si hubiera ocurrido otra cosa? Imaginación y Condicionales contrafácticos en la clínica psicoanalítica

Autor: Biebel, Daniel

Palabras clave

Condicional contrafactico, Imaginacion y tiempo, Tipos de de enunciados condicionales.


Resumen

Se muestra la utilización por parte del paciente y del analista del condicional contrafáctico.

Un condicional contrafáctico es un enunciado condicional en el cual interviene la noción de posibilidad, expresada gramaticalmente por la introducción del subjuntivo. Ejemplo: Si mi padre no hubiera muerto no me sentiría así de responsable de mis hermanos. Otro ejemplo: Si no hubiera abortado, hoy me sentiría más feliz.

Se establecen algunas inferencias en función del modo en que el paciente se apoya en los condicionales contrafácticos que enuncia.

Se propone la utilización de los condicionales contrafácticos por parte del terapeuta como un modo de explorar imaginativamente historias alternativas a las oficiales y estereotipadas del paciente.

Se considera la hipótesis de que todo enunciado emitido por el paciente o por el analista, efectivamente realizado, es producto de una “elección” o “selección” que se ha efectuado respecto de una variedad indefinida de palabras, enunciados y acciones posibles que no se han realizado.

 Se propone la exploración de la influencia y el estado de estos “mundos posibles” en la mente del analista y del paciente y en el curso del proceso analítico.   

Introducción: Algunas consideraciones sobre la oportunidad y pertinencia de este estudio.

A despecho de la postura que en otro tiempo reinaba, de  recomendar no utilizar en ciencias los condicionales contrafácticos, podemos comprobar que su estudio y su utilización se han tornado proficuas en el campo de la psicología cognitiva, de la lógica (Sanford, 1992), en los estudios sobre el razonamiento, en textos de economía que investigan y  evalúan la satisfacción del consumidor (Cooke y col., 2001), en relaciones internacionales (Maldonado, 2005), en estrategia militar y en historia. Trataremos de mostrar su presencia y utilidad en la actividad psicoanalítica, terreno que, siendo aún poco transitado, ofrece muchas posibilidades de investigación y de obtención de nuevos conocimientos. La atención prestada por otras disciplinas a estos temas nos sirve como incitación para emprender investigaciones en nuestro campo y estudiar de qué manera se pueden aplicar los nuevos conocimientos.

A modo de ejemplo quiero mencionar  la investigación realizada por estudiosos de la Universidad de La Laguna (Santamaría y Espinoso, 1998) en la que establecen la proporción global y discriminada por clase de condicionales en un corpus de 450.000 palabras de textos periodísticos y literarios españoles y latinoamericanos. Utilizan los hallazgos para comparar sus resultados con las predicciones de algunas  teorías acerca del razonamiento que se encuentran más en boga actualmente. Llegan a establecer que el porcentaje de ocurrencia de los condicionales contrafácticos es de 10% del total de los condicionales, siendo los restantes clasificados como condicionales indicativos simples,  bicondicionales, condicionales deónticos (de permisos, obligaciones, otros) y causales.

La consideración de la cualidad, significación y  utilidad de los enunciados condicionales contrafácticos en el campo psicoanalítico, puede y debe efectuarse en los variados territorios y dimensiones de nuestra práctica. Abarcarlos a todos, o en su mayor parte, excede los límites de este trabajo pero no dejará de ser útil presentar, al menos brevemente, su lugar en algunos de estos ámbitos y mostrar algunos caminos hacia investigaciones que consideramos relevante efectuar.

Una cuestión metodológica: debemos ocuparnos de estas manifestaciones, estos modos de pensar, decir, actuar y argumentar en cualquier ámbito en el que podamos relevar su presencia, en la clínica y fuera de la clínica. La tarea de recolección de la experiencia humana ha de realizarse en cualquier lugar donde ésta se dé, generar y recopilar los registros de tales experiencias y justipreciar el nivel en el que se sitúan las explicaciones que teóricos e investigadores de diferentes disciplinas hacen de los mismos. Nada de esto es renunciar a nuestro modo de encarar los fenómenos sino, por el contrario,  aguza nuestra percepción, desarrolla la dimensión heurística y pone a prueba la potencia explicativa de nuestras teorías, lo cual permite desarrollarlas. Es por estas razones que consideramos de utilidad la realización de investigaciones nuevas que tomen como material textos extraídos de sesiones psicoanalíticas, así como investigaciones que tomen material de investigaciones realizadas con otros propósitos o  desde otras disciplinas y aquellas realizadas por investigadores psicoanalíticos que toman su material de situaciones no clínicas. Cualquier transposición e importación de modelos y conocimientos, así como su utilización en la clínica, se ha de hacer con adecuación y crítica.

Es tarea del psicoanalista como científico utilizar la teoría psicoanalítica, en cuanto teoría del funcionamiento mental, para explorar las diversas producciones mentales, conductas, acciones y buscar la explicación de las mismas. El psicoanálisis se ha ocupado y debe ocuparse de las diversas formas de pensamiento y de argumentación. Un objeto de estudio, no exclusivo pero sí preferencial, es aquél que tiene que ver con la conducta verbal de las personas, por su interés intrínseco pero también por la relevancia en la clínica de las interacciones verbales y no verbales entre paciente y analista. La situación clínica es nuestro ámbito privilegiado para estudiar y aplicar nuestros conocimientos puesto que da la oportunidad de encontrar, de explorar, de inventar  y, en algún sentido, de controlar la ocurrencia y la incidencia de las manifestaciones propias y del paciente en un marco que se aproxima en este sentido a lo experimental, pero que se aleja del mismo porque la observación y  la experiencia  favorecen no la reducción sino el despliegue de la complejidad de la vida mental y del vínculo terapéutico en intensa implicación existencial compartida.

Presentación del condicional contrafáctico. Definición y ejemplos en general

Podemos constatar, tanto en la vida cotidiana como en la clínica psicoanalítica, producciones espontáneas, expresiones verbales en las cuales y  por las cuales las personas enuncian la posibilidad de que si hubiera ocurrido o no ocurrido en el pasado algo diferente a lo que de hecho ocurrió, qué es lo que podría haber acontecido o habría ocurrido necesariamente como consecuencia de aquello. Como por ejemplo, al decir de uno de mis pacientes: Si mi padre no hubiera muerto no me sentiría así de responsable de mi hermana. O de  otra paciente: Si me hubiera dado cuenta de la importancia que llegaría a tener para mí actualmente tener un hijo, no hubiera abortado y, sin duda, sería más feliz. Todas las oraciones que he destacado en bastardilla  son enunciados condicionales contrafácticos

Existen varias clases de enunciados condicionales. Su forma básica se suele escribir Si p entonces q. Entre sus tipos se encuentran el condicional natural,  el condicional material, el condicional futuro, el condicional estricto, el condicional deóntico, el condicional contrafáctico. Se los estudia desde tiempos antiguos en el ámbito de la lógica y los utilizamos o los vemos utilizados, según el caso, no sólo en los tratados de lógica, sino en la investigación científica y en la enunciación de leyes científicas (Palau, 1980). Deseo ocuparme en esta ocasión solamente del condicional contrafáctico.

Transcribiré primeramente la definición y algunos ejemplos del mismo que da Ferrater Mora (1969) en su Diccionario de Filosofía. Luego mostraré algunas ocurrencias del condicional contrafáctico en algunos escritos psicoanalíticos y en particular en la clínica psicoanalítica.

“Un condicional contrafáctico (que podemos llamar simplemente un contra fáctico) es definido como un enunciado condicional en el cual interviene la noción de posibilidad, expresada gramaticalmente por la introducción del subjuntivo. Ejemplos de contra fácticos son:

Si Julio César no hubiera cruzado el Rubicón, otra hubiera sido la suerte de Roma.

Si el vaso se hubiese caído se habría roto.

Inclusive si hubiera tomado la medicación no habría sanado.

Si Fichte fuera Hegel, habría escrito la Fenomenología del Espíritu.  

Si supiera mucho, sería secretario perpetuo de la Academia.

Si el átomo de calcio tuviera 36 electrones, no ocuparía el vigésimo lugar en la tabla periódica de los elementos.

Estos ejemplos ilustran variedades que ahora no nos detendremos a especificar. Es notoria su presencia prácticamente en todas las esferas de discurso.

Algunos ejemplos en la literatura psicoanalítica en particular

Paso a continuación a transcribir algunos pasajes de textos muy diversos y en los que se proponen diferentes objetivos y temas, pero en los que podemos constatar cómo algunos analistas utilizan en sus reflexiones expresiones que son condicionales contrafácticos completos o incompletos, para pensar ciertos acontecimientos o fenómenos psíquicos, o se han preguntado acerca de la verdad que pudieran contener esas reflexiones, o han develado o imaginado su presencia en situaciones diversas, aun cuando en ninguno de estos casos los hayan denominado con ese nombre técnico.

Voy a destacar  en bastardilla aquellas partes de los textos en donde aparezcan los condicionales contrafácticos positivos, negativos, así como también los que están expresados interrogativamente.

1) Raquel Dosso (1997)  en el punto 4, Duelo por lo que “podría haber sido”, en este breve fragmento, inquiere como con un escalpelo que abre abscesos y se dispone a drenarlos:

 No existe duelo sin la pregunta: ¿qué diría él?, sin el lamento de no haber podido dialogar lo suficiente.

….Pero ¿qué ocurre para quien pierde un hijo? Esto constituye una pérdida mucho más radical, en tanto no se pierde solo alguien querido o un pasado común, sino también todo lo que potencialmente hubiera podido darle el hijo si hubiera vivido. No hay identificación posible con los rasgos del objeto perdido, ya que se trata de un duelo “por lo que no ocurrió” o “por no se sabe qué”, en tanto no se sabe cuál hubiera sido el devenir de ese ser, o del vínculo de ese ser. Esto nos orienta en torno a un hecho clínico frecuente: el carácter extremadamente traumático del aborto, tan banalizado socialmente. Cuanto menos haya vivido el que acaba de morir, más terrible será para el doliente su duelo y más necesaria la convocatoria a lo simbólico. El muerto incita a quien está de duelo a sacrificarle graciosamente un trozo de sí; así el duelo lo vuelve deseante. Ese “trozo de sí” puede ser el relato de ese duelo, su narración, que da cuenta de que algo en él se ha transformado. Me pregunto si el terror no instala en cada vida y en la memoria colectiva algo del orden de la pérdida de las potencialidades, de “lo que no ocurrió’’ “lo que hubiera podido ser’’ y de allí su carácter de inelaborable, o su reclamo de una narración, una historización como única salida posible. En una situación en que se instala bruscamente la violencia, no hay  espacio posible para tramitar esa parte del duelo que podría ser elaborable.

“¿Qué pensarían ellos, los que ya no están? ¿Cuál sería su mensaje?’’ Formuladas o no estas preguntas están siempre presentes. (Pág. 89 y 90).

2) David Liberman (1976) muestra en el texto siguiente cómo el procedimiento de analizar la sesión fuera de la misma le permite encontrar un estilo complementario que, utilizado durante las sesiones siguientes, motivó “cambios de estilo” en el modo comunicativo del paciente.

En  esa oportunidad, en el momento de crisis y malestar dije textualmente esto a mi analizando: “Yo sé que soy para Ud. un inconformable a quien tiene que terminar repudiando. Siempre pasará lo mismo mientras desde un comienzo parcialice la relación conmigo y crea que lo único que me interesa es triunfar y envanecerse”.

Esta modalidad de interpretación, que correspondería a la manera como un paciente esquizoide emitiría una orden o formularía un pedido, provocó la emergencia de un nuevo estilo, “dramático con impacto estético” (que corresponde aproximadamente a lo que conocemos como autoplastia histérica.   [...]

Por otra parte, encabecé mi interpretación con la proposición “Yo sé que…”, que confiere a la misma un significado determinante con respecto a la captación del mensaje por parte del paciente. Incluir la proposición “Yo sé que…” supone encabezar la interpretación con un conjunto de términos correspondientes al estilo reflexivo. [...]

¿Qué hubiera ocurrido si no hubiera incluido en la primera oración “Yo sé que…”? Es posible que, al cambiar cualitativamente el mensaje, el paciente hubiera captado mi interpretación como una confesión, como una exigencia, o quizá como una orden (deje de considerarme así).

Este paciente podía recurrir a las siguientes dimensiones semánticas con sus correspondientes estilos: depresivo, obsesivo, fóbico, histérico. Carecía en cambio de los estilos reflexivo y épico, con sus correspondientes dimensiones semánticas.

Esto es lo que se incluye precisamente en mi interpretación, cuyo estilo correspondería al de un esquizoide que da una orden, no en términos de un modelo narcisista para ser imitado, sino como una emisión que supone que es posible dar órdenes que son informaciones acerca del futuro del paciente, futuro que tendrá determinadas características según qué decisión tome el oyente de mi mensaje. Se trata pues de una predicción condicionada por la actitud de mi oyente, que por otra parte describo como una constante. (Pág 44 a 76).

3) Sigmund Freud (1905 [1901]), en el párrafo que extracto a continuación y que pertenece al capítulo 3 de Fragmento de análisis de un caso de histeria, abunda en la utilización de los condicionales de diverso tipo en la reconstrucción de las fantasías de Dora; conjetura y le comunica, bajo la forma de hipótesis, lo que él imagina que guiaba las conductas y síntomas de su paciente tanto como de los distintos participantes del drama. En el relato, Freud reconstruye fantasías que la paciente tuvo o él imagina que pudo haber tenido en distintos momentos, por lo que los entramados temporales son complejos. Esto me lleva a reproducir este fragmento in extenso con el propósito de que no se pierda la inteligibilidad. Aparecen algunos condicionales contrafácticos también en sus consideraciones respecto de las características y adecuación de las intervenciones terapéuticas realizadas, así como aquellos que evitó o prefirió no realizar. También  en la ponderación acerca de los desenlaces efectivamente acontecidos y las posibles alternativas no realizadas  pero eventualmente factibles aunque no predecibles.

Freud: Es que empiezo a sospechar que usted tomó su relación con el señor K. mucho más en serio de lo que ha dejado traslucir hasta aquí. ¿No se hablaba a menudo de divorcio entre los K.?

Dora: Sin duda, primero ella no quería, por los niños, ahora  ella quiere, pero él no quiere más.

Freud: ¿No ha pensado en que él quería divorciarse de su mujer para casarse con usted? ¿Y que ahora ya no quiere hacerlo porque no tiene ninguna sustituta? Dos años atrás, es cierto, era usted muy joven pero usted me ha contado que su mamá se comprometió teniendo 17 años y después esperó dos años a su marido. La historia amorosa de la madre suele convertirse en modelo para la hija. Por eso usted también lo esperaría y suponía que él sólo esperaba hasta que usted fuera bastante madura para convertirse en su mujer. Imagino que ese era en usted un plan de vida muy serio. Ni siquiera le queda el derecho de sostener que semejante propósito estaba excluido para el señor K.; me ha contado de él bastantes cosas que apuntan directamente a un propósito así. Tampoco contradice esto la conducta de él en L. Usted no lo dejó terminar y no sabe lo que quería decirle. Además el plan no habría sido de ejecución tan imposible. Las relaciones entre su papá y la señora K., que usted probablemente apoyó tanto tiempo sólo por eso, le daban la seguridad de que se obtendría la aquiescencia de la mujer para el divorcio, y de su papá consigue usted lo que quiere. En verdad, si la tentación de L. hubiera tenido otro desenlace, esa habría sido la única solución posible para todas las partes. Creo que por eso lamentó usted tanto el otro desenlace, y lo corrigió en la fantasía que se presentó como apendicitis. Tiene que haber sido, entonces, un serio desengaño para usted que en vez de un renovado cortejo sus acusaciones tuvieran por resultado la negativa y las calumnias de parte del señor K. Usted confiesa que nada le enfurece más que se crea que imaginó la escena del lago [cf. Págs. 41 y 42]. Ahora sé qué es lo que no quiere que le recuerden: que usted imaginó que el cortejo iba en serio y el señor K. no cejaría hasta que usted se casara con él.

Ella había escuchado sin contradecirme como otras veces. Parecía conmovida; se despidió de la manera más amable, con cálidos deseos para el próximo año y... no regresó.

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¿Habría conservado a la muchacha para el tratamiento si yo mismo hubiera representado un papel, exagerando el valor que su permanencia tenía para mí y testimoniándole un cálido interés que, por más que mi posición de médico lo atemperase, no habría podido menos que resultar un sustituto de la ternura que ella anhelaba? No lo sé. Puesto que en todos los casos permanecen ignotos una parte de los factores que nos salen al paso en calidad de resistencia, he evitado siempre asumir papeles y me he contentado con un arte psicológico más modesto. A despecho de todo interés teórico y de todo afán médico por curar, tengo bien presente que la influencia psíquica necesariamente tiene sus límites, y respeto como tales también la voluntad y la inteligencia del paciente.

Tampoco sé si el señor K. habría logrado más de haber descubierto que aquella bofetada en modo alguno significaba un “no” definitivo, sino que respondía a los celos que últimamente había despertado en Dora, mientras que las mociones más potentes de su vida anímica aún tomaban partido a favor de él. Si no hubiera hecho caso de ese primer “no” y hubiese proseguido su cortejo con pasión convincente, el resultado habría podido ser fácilmente otro: que la inclinación de la muchacha se abriese paso en medio de todos los escollos interiores. Pero opino que, con igual facilidad, habría podido estimularla así a satisfacer en él su manía de venganza con mayor intensidad aún. Nunca puede calcularse el desenlace de la lucha entre los motivos: si se cancelará la represión o se la reforzará. La incapacidad para cumplir la demanda real de amor es uno de los rasgos de carácter más esenciales de la neurosis; los enfermos están dominados por la oposición entre la realidad y la fantasía. Lo que anhelan con máxima intensidad en sus fantasías es justamente aquello de lo que huyen cuando la realidad se los presenta; y se abandonan a sus fantasías con tanto mayor gusto cuando ya no es de temer que se realicen. Cierto es que las barreras erigidas por la represión pueden caer bajo el asalto de excitaciones violentas, ocasionadas por la realidad; la neurosis puede ser derrotada aún por esta última. Pero, en general, no podemos calcular en quién sería posible esta curación, ni por cuál medio. (Pág. 94 a 97)

Basten estos ejemplos para tomar en cuenta la ubicuidad de nuestro objeto de estudio: en reflexiones en torno al duelo, en la construcción del estilo complementario apropiado, en la formulación de hipótesis que reconstruyen los motivos posibles de síntomas y acciones y en la ponderación de los pronósticos.

Un ejemplo clínico actual con fragmento de sesión

Daré ahora un ejemplo clínico, en el cual evité decididamente por mi parte la emisión de condicionales contrafácticos en particular dada la persistencia en la utilización del mismo por parte del paciente, lo cual entre otras cosas oficiaba como modo de evasión, de no reconocimiento de la realidad efectiva y de sus consecuencias, y un modo de expresar cierta detención del proceso de duelo.  Al destrabarse, se puede apreciar en la manera de usarlo, una nueva función del condicional.

Pedro ha configurado monotemáticamente su manera de explicar el origen y fuente siempre viva de sus problemas, características y dificultades por medio de una sola situación, la que podríamos llamar el magno acontecimiento de su vida y, con seguridad, de la vida de su familia: la muerte del padre.

 Ocurrió cuando Pedro tenía entre 12 y 13 años. A lo largo del tratamiento va exponiendo las circunstancias de la muerte, lo acontecido las horas previas y las explicaciones que en aquel tiempo recibió, así como las que luego le fueron dadas. Los supuestos factores causales, coadyuvantes o predisponentes, van apareciendo a lo largo del tratamiento y enriquecen de este modo el acervo de datos en torno al tema crucial. Es frecuente que Pedro atribuya  cualquier debilidad o insuficiencia al  hecho de que su padre haya muerto. Suele comenzar en estos casos su frase diciendo “Si mi padre no hubiera muerto…”:

Si mi padre no hubiera muerto no tendría miedo al ir a reuniones de arquitectos.

Si mi padre no hubiera muerto, ya me habría licenciado.

Si mi padre no hubiera muerto no me sentiría así de responsable de mi hermana.

Si mi padre no hubiera muerto no me sentiría obligado a estudiar Arquitectura.

Es después de dos años de análisis cuando podemos constatar un cambio significativo en este dominio.

Transcribiré a continuación un extracto de la sesión en la que se hace ostensible dicho cambio.

P: Cuando lo vi a su colega del consultorio con un chico, un paciente que tendrá aproximadamente 8 años me hizo pensar en que yo iba al analista a esa edad. ¿Para qué, por qué puede ir un chico a esa edad al analista? Voy a volver a preguntarle a mi madre, por qué iba a los 8 años al analista. Iba también a la psicopedagoga. Recuerdo que tenía que copiar una línea, ¡qué embole! Sí, le voy a preguntar a mi madre.

Bueno, otra cosa, tuve un sueño. Soñé que estaba en un supermercado y veía un libro de arquitectura, se lo mostraba a mi padre, y él me preguntaba cuánto costaba. Le digo que $75, y él hace un gesto de disgusto. Cuando voy a pagar, la cajera me dice que cuesta 75  centavos. Me daba bronca que mi padre estuviera disgustado, y me alegro de que el libro costara mucho menos.

T: ¿Qué se te ocurre con el sueño?

P: Que ante mi padre valoro de más ciertas cosas. Que por estar ante él o haberlas hecho con él les doy demasiado valor. Por ejemplo, le doy una valoración excesiva a haber aprendido a manejar de chico, que mi viejo me haya enseñado. Está bien, pero no es para tanto. Hago una construcción de esta hipervaloración. Parte de mí mismo.

 Otra cosa, el otro día fui al cine con Susana, vi Ser digno de ser  y a la salida fuimos a tomar un café. Está cerca de la Sociedad de Arquitectos y allí hay una librería. Estuve hojeando uno de Diseño. Me interesa comprarlo, pero era caro.

T: ¿Cuánto costaba?

P: Sesenta pesos. Después lo voy a comprar. Realmente me interesa. En la biblioteca de mi viejo hay muchos pero…

T: Este es un libro no para venerar, sino para leer.

P: Exactamente. Estuve pensando que me interesa leerlo, estudiarlo. En otro momento no era así porque lo que yo pensaba es que si mi padre hubiera vivido, él me habría dicho lo que tenía que hacer porque él ya lo sabía. En esta ocasión lo que me importa es que yo lo aprenda.

T: Sí, poder aprenderlo de otro, de un libro, de quien escribió el libro, aunque no sea tu padre.

P: Por otra parte, lo que me llamó la atención, es que cuando fui a sacar un libro de la biblioteca de mi viejo, cuando lo toqué para sacarlo, fue que me acordé del sueño.

Solamente quisiera destacar la plasticidad y movilidad de formas de pensamiento, el despliegue de la curiosidad y el cambio que refleja la nueva atribución de valor, de importancia. Querer aprender sólo del padre estaba seguramente sobredeterminado. Mantener vivo al omnisciente padre de la infancia no es el menor de los motivos.  A menudo, el camino del desasimiento de la exclusividad es transferir a otros apropiados y a los medios de transmisión cultural del valor primitivo y se avanza así, como diría Freud, en el progreso en la espiritualidad y en el descubrimiento de nuevos valores. Se puede apreciar que en esta ocasión, la utilización de condicional contrafáctico le sirve al paciente para  poder pensar la diferencia que está experimentando en su relación con el saber.

Una intervención controvertida

En diversas ocasiones, a diferentes pacientes les he preguntado o los he alentado a pensar qué le hubiera dicho su padre en caso de que viviera, ante algún acontecimiento actual o pasado. Este tipo de intervenciones las he sustentado en la idea de que la imago del  progenitor muerto tiene una suerte de vida e influencia interna y que los enunciados, los juicios que el paciente le atribuye o él emitió en  vida, tras las transformaciones del paciente, el paso del tiempo y la reestructuración  de la imago paterna le pueden llevar a atribuirle con sentido y verosimilitud otra clase de dichos que en vida no llegó a decir, pero que hubiera podido decir en caso de vivir y haber tomado en cuenta tales o cuales nuevos hechos, acontecimientos o interpretaciones de las cosas. ¿Es esto correcto, de buena técnica? Es imposible contestar esta pregunta en general, como no es posible decir en general si está bien o mal realizar cualquier intervención verbal, acto de habla o utilizar tal o cual estilo o recurso retórico. Las operaciones discursivas pueden tomar diversas formas y tener diversas funciones. Han de ser estudiadas e investigadas en particular. Y es parte de este estudio necesario el que encaramos aquí. En realidad, me contentaría con poder, en esta ocasión al menos, dar algunos ejemplos y argumentos que permitan disminuir el prejuicio o el desinterés en el estudio de estos temas en el ámbito psicoanalítico, retomando las tradiciones que lo impulsaron.

En primer lugar, al hacer la pregunta respecto de qué hubiera dicho su padre, estamos optando por no decir nosotros aquello equivalente que tal vez pensábamos decir o se nos había ocurrido y que habíamos de hacerlo, no tan sólo munidos de la autoridad profesional sino por detentar la autoridad o significación  transferencial del padre de otrora. Tal vez nos fue inducida la ocurrencia por hallarnos identificados contratransferencialmente con el padre. Tal vez no teníamos ninguna ocurrencia en particular y desearíamos que a su padre, con autoridad y con amor, se le ocurriera algo que al hijo le hiciera bien escuchar. Pero ¿qué padre? ¿El que el paciente nos hizo sentir y pensar que era y cómo era su padre? ¿El que el paciente llegó a conocer en base a sus experiencias con él y en  base a los relatos de su entorno? ¿Aquél cuya imagen es el fruto híbrido de la experiencia, de la imaginación y del mito? ¿El padre que nunca llegó a ser porque no tuvo tiempo de seguir viviendo, cambiando? ¿El que al paciente o a mí nos hubiera gustado que fuera o, por el contrario, el padre temido forjado al calor de sus temores y sus rencores? ¿Qué diría ese padre? ¿Reproche, perdón, autorización o prohibición? Venganza, reparación, le pide el fantasma doliente del padre a Hamlet. Yo te perdono, dice el sacerdote, en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En la sesión espiritista se invoca al espíritu para diga qué se debe hacer. En la sesión psicoanalítica apelamos a que la implicación transferencial-contratransferencial, la imaginación (Velasco, 1974), la memoria, la razón y el buen sentido hagan su tarea reparadora. Es menos dramático, es menos intenso, es menos poderoso, es más terrenal, es más sensato, es más humano.

Pensamientos contra Hechos. Mundos posibles

Observamos a menudo que resulta efectivamente reparador poder imaginar la buena palabra, el buen gesto que tal vez nunca ocurrió pero que podría haber ocurrido si las circunstancias lo hubieran favorecido, si el contexto hubiera sido apropiado. Es la imagen, la voz y el pensamiento del padre posible. Es desde él, no desde sí ni desde mí, que le ha de llegar al paciente eso buscado. Pero, ¿no se levanta aquí el reproche de que estamos inventando, ficcionalizando, no respetando la realidad, los hechos, que es a lo que debe atenerse todo aquel que reclama para sí y para los que ejercen adecuadamente su disciplina, el atributo de cientificidad? Hecho es aquello que ocurre o que ocurrió, no lo que podría haber ocurrido ni lo que debiera haber ocurrido. Es más, tampoco es un hecho lo que ocurrirá, hasta que no haya efectivamente acontecido. ¿Qué estamos haciendo, no es demasiado? Sin embargo podemos decir que esta concepción del Hecho, de lo Fáctico, es correcta, y permite considerarlo, describirlo y situarlo, pero a poco o mucho de andar se puede notar que no deja de formar parte de una concepción mezquina y estática de la realidad. Lo fáctico se vincula a lo contrafáctico y no trivialmente, sino de modos que diversas filosofías y disciplinas científicas hoy en día procuran investigar. (Whitehead, 1933)

Esta cuestión ontológica tiene consecuencias epistemológicas y metodológicas y halla su expresión en las teorías de la mente y del significado de las acciones verbales y no verbales compatibles con la siguiente hipótesis para el campo clínico: toda reconstrucción histórica, toda pregunta, toda respuesta, verbal o no verbal, todo enunciado emitido del paciente y correlativamente, todo enunciado, respuesta, interpretación, silencio, del analista, efectivamente realizados son la muestra de una “elección” o “selección” que se ha efectuado respecto de una enorme variedad indefinida de palabras, enunciados y acciones posibles que no se han realizado. Sea esta “elección” deliberada o no, consciente o no, más o menos forzada o más o menos libre, más o menos constreñida por diversos principios, normas, razones, creencias, postulados, podemos suponer en el terapeuta y en el paciente un trasfondo, un campo, más o menos abierto, indefinido y de límites borrosos, que configuran “aquello que no ocurrió, pero que podría haber ocurrido”.

Imaginar mundos alternativos, lo que hubiera sido en caso de que hubiera ocurrido lo que no ocurrió, o no hubiera ocurrido  lo que sí ocurrió, amplía la significatividad, por la riqueza de los contrastes, por todo lo que no es. Y todo lo que no es, no aisladamente sino como parte de una cadena de conexiones, como un “mundo posible”, alternativo, modula, relativiza, permite apreciar un color, por contraste con todos los colores que no son.

Existen  formalizaciones respecto de lo que se denomina “mundos posibles” (Lazzer y Palau, 2004; Palau, 1980).  Diferentes autores se ocupan de estudiar qué problemas acarrea tal o cual manera de pensar las cosas, cómo habría que reformular los formalismos lógicos en función de lo que ocurre cuando se introduce un mundo posible que tenga la mínima diferencia con el mundo actual o cómo generar “mundos posibles”, alternativos, con distintos grados de similitud con el llamado “real” o cotidiano. Ese, por lo demás, es uno de los temas explorados en la literatura fantástica y en particular en la ciencia ficción porque atañe a la cuestión de las consecuencias que conllevarían ciertas alteraciones que se efectuaran en distintos puntos de la línea del tiempo. Encontré una particular riqueza en varios trabajos de lógica que vinculan la noción de contrafáctico con la de mundos posibles; exploran también qué relación pueden tener los mundos posibles entre sí y qué accesos hay de un mundo posible a otro mundo posible.

Sería interesante probar cómo funcionan estas formalizaciones si las aplicamos a las concepciones psicoanalíticas sobre el mundo interno. En el mundo interno ¿cuál es el conjunto de mundos posibles con mayor o menor grado de explicitación o de consecuencias encadenadas, cuando se imagina que tal o cual cosa haya ocurrido? Dicho de otro modo, ¿qué mundos quedan admitidos y cuáles rechazados cuando algo varía? Muchas veces observamos, en el proceso analítico, cómo va variando la imagen del mundo que cada uno reconstruye en función de los nuevos hechos, pero no solamente la imagen del mundo como mundo actual sino sobre cómo fue, pudo o podría haber sido la historia.

Imaginación y tiempo

Si el sueño modifica la realidad alucinatoriamente en presente, el sueño diurno crea un mundo alternativo imaginario de escapatoria. Si la ilusión y la esperanza apuntan al porvenir, la remodelación imaginaria del pasado en el condicional contrafáctico crea otras historias alterando la conciencia, el sentido y la influencia del pasado, al reconstruir el trasfondo guiado por lo que se deseaba que aconteciera y que no ocurrió así como por lo temido, presentando y a menudo elaborando el desenlace negativo que pudiera haber sido pero por suerte no fue.

El poeta estampa la imperiosa necesidad de que la humana  potestad de imaginar y desear encuentre un asiento en el tiempo.

En el muro de pie, pienso en las leyes

que la dicha y la angustia van trocando:

ya en las viudas pupilas de los bueyes

se pudren sueños que no tienen cuando.

César Vallejo, de Nostalgias imperiales III  Como viejos curacas van los bueyes (1918)

La  construcción mental de condicionales contrafácticos parece ser una de las instancias de actuación de la negatividad, opuesta a la asertividad, componentes  ambas, asertividad y negatividad, de una  polaridad operante en la vida psíquica. Esta construcción mental podría funcionar como una de las manifestaciones de la libertad.

Sin  ninguna duda, es importante el reconocimiento de los hechos pero también es importante poder pensar contra los hechos y ver qué pasa con ello pues la imposibilidad de pensar contra los hechos nos habla del poco desarrollo de una capacidad fundante como lo es la imaginación (Klimovsky, 2004). Y, si la imaginación es pobre, el dominio de la libertad está mucho más restringido. Esto lo ha planteado Melanie Klein respecto de la importancia del juego en los niños. Destrabar la posibilidad de jugar es favorecer la posibilidad de que la imaginación funcione.

De acuerdo a Freud, todo el tiempo estamos soñando y si en vigilia no lo percibimos es “simplemente” porque actúan los mecanismos que nos permiten lidiar con el mundo exterior. Me parece que eso, al igual que si lo pensamos desde la vigencia del mundo interno kleiniano, quiere decir que está operando permanentemente la actividad imaginativa y que los mecanismos que nos permiten encarar la vigilia, recortan, restringen, acotan, hacen manejables, simplifican, tornan realista, en la vida cotidiana, cualquier acto o cualquier formulación. Desde esa perspectiva, pensar cuáles pueden ser esos fondos de imaginación significa ampliar el espesor de los hechos y hace que el significado de los hechos y de los dichos varíe, se tornen surrealistas, superrealistas. Los “mismos” hechos o dichos van a ser otros porque poseen otro significado en función de que haya más imaginación en juego.

Otro punto sería considerar el modo en que se moviliza el pasado; uno de los modos en que se puede movilizar el pasado es a través de la terapia psicoanalítica. Si pensamos que la memoria, como ha dicho Eduardo Issaharoff (2005), es del orden del proceso; si cuando lo estamos abordando, a menudo en regresión, el proceso se reabre; si al rememorar, no digo esto tan sólo a nivel de la conciencia sino como apertura de esas memorias, el proceso de la construcción mental del acontecimiento se recorre de nuevo, todo esto permite pensar que cuando uno interviene, de alguna manera lo hace en el pasado porque interviene en el proceso de reconstrucción del pasado que se da en el  presente.

El contrafáctico como indicador

Lo que logremos saber acerca de las características, funciones y distribución psicológica de los condicionales contrafácticos en particular y  del resto de los condicionales en general, se puede conectar con el tema de las creencias. Según Lambert y Brittan (1975), la capacidad de apoyar condicionales contrafácticos que tendrían los enunciados legaliformes "está ligada con la fuerza predictiva, explicatoria, que tienen las leyes en oposición a las no leyes") p. 329. Se podría incluso ir más allá y sostener: "aun cuando nunca haya habido un cuerpo en caída libre, y nunca lo vaya a haber, con todo, si lo hubiera, caería de acuerdo con la ley de Galileo", [Id., p. 331.] con lo cual estaríamos sosteniendo que esta ley ha de cumplirse en cualquier mundo posible, con independencia de que se cumpla o no en algún mundo real.

¿Cuáles son aquellas creencias respecto del funcionamiento mental, de la propia personalidad, de la personalidad de los otros o los de tal o cual grupo humano, en función de tal o cual agrupamiento posible, cultura, nivel de educación, país, edad y estructuras de personalidad? ¿Cuáles son entonces esas creencias a las cuales las personas les atribuyen el valor de ley objetiva de la naturaleza de la mente y el comportamiento humano lo que las hace comportarse como una ley nomológica y que por lo tanto justifican sus aserciones en circunstancias contrafácticas?

Veamos esta breve viñeta:

María es una persona activa y responsable en su profesión. Sometida a dificultades y responsabilidades enormes en su trabajo, se preocupa, se angustia y se lamenta de no encontrar soluciones rápidamente. Su trabajo la apasiona, pero la misma naturaleza de este trabajo conlleva este tipo de problemas de difícil resolución y de intensa implicación personal.

Tras un tiempo de deliberación interior y recordando haber recibido una intervención similar de parte de un supervisor veinticinco años atrás ante dificultades enormes que me hacía padecer un paciente decido decirle casi las mismas palabras que yo recibí en aquel momento.

T: Si hubiera sido florista, no le estarían ocurriendo estas cosas, ¿no?

A lo que ella al rato y después de otros momentos de diálogo, me dice:-Yo me equivoqué, debería haber formado una familia.

Navegamos entre el valor de la simplicidad y el peligro de la simplificación. Esto es particularmente notorio en aquellas actitudes y enunciados que se sustentan en una creencia firme en el autoconocimiento adquirido o en el conocer a tal persona en particular o a las personas en general de tal o cual condición. También en aquellas creencias que expresan un pretendido saber acerca de cuáles son las condiciones para el bienestar o el malestar. Este tipo de afirmaciones, razonamientos y argumentaciones y su posibilidad de ser derrotables o derrotados varía en función de las fuentes de donde provienen las creencias y del valor que se le pueda dar a lo relativo de los conocimientos o creencias adquiridos. Se trata de la fijación de las creencias y de los diversos factores emocionales, experienciales y de razonamiento que interactúan  con ellas sosteniendo su estabilidad sea esta provechosa o no. Sea como fuere la constatación de la recurrencia del contrafáctico de tal o cual característica nos puede dar una indicación del estilo de cada quien en cuanto a sus creencias básicas al menos en cuanto esté bajo esa estructura  o subestructura mental. Sería así un indicador, una pista. Se podría explorar su capacidad de cambio y su cambio efectivo a lo largo del tiempo y bajo circunstancias diversas. Se podría, asimismo, elaborar un test de expectativas con utilización de contrafácticos. También podrían probarse los contrafácticos con el agregado de adverbios de posibilidad. Esta clase de test podría mostrarnos cuáles son las creencias más firmes, aun más allá de las que cada uno pueda referir directamente, y establecer grados y  comparaciones con las expectativas que se expresan con los condicionales indicativos y con condicionales futuros.

El contrafáctico puede ser expresión de  la resistencia, pero si se cree que lo que enuncia es verdadero, quedan aceptados, al menos en principio, muchos otros supuestos que configuran ese mundo posible, “si mi padre no hubiera muerto habría pasado tal o cual cosa”. No se trata solamente de que se mantenga la idea de la mínima diferencia con respecto al mundo actual y creer que si el padre no hubiera muerto a él le hubiera ido mejor, o sea, mejorar con un recurso dirigido hacia el pasado, lo que ahora acontece, sino que se aceptan, implícitamente, una serie de supuestos sobre la estabilidad de esas relaciones, una serie de supuestos respecto a que no podrían haberse manifestado, en otros momentos del pasado, cambios de actitud, por ejemplo, que hicieran variar el curso de los acontecimientos. Entonces, explorar los supuestos implícitos puede ser interesante para no encarar tan sólo el aspecto resistencial como oposición sino esclarecer su fundamentación en supuestos inconcientes, implícitos, no pensados, desconocidos o parcialmente reconocidos.

Para proseguir

Esta presentación preliminar del condicional contrafáctico en nuestro ámbito pretende ser un estímulo  para un proyecto más vasto que  investigue todas las formas de condicional en la clínica psicoanalítica. Por otra parte se propone, en desarrollos futuros, conectar estas nociones de la lógica con otras procedentes de la filosofía del lenguaje. (Austin, 1962)

 Se coloca así en conexión con otros trabajos sobre el estudio de la interacción verbal en el campo clínico, según sus dimensiones sintácticas, semánticas y pragmáticas. Respecto de esta última  quisiera destacar el lugar que le corresponde a una determinación más precisa de la variedad de actos de habla y  sus formas de expresión en  los actos de habla (Biebel, 1996). Esta comunicación pretende alinearse en la propuesta de David Liberman de recurrir a aportes de otras disciplinas para investigar la comunicación en la clínica psicoanalítica. (Liberman, 1976)

Sostengo la utilidad de explorar en el curso del proceso analítico y fuera de él, la influencia y el estado de estos “mundos posibles” en la mente del analista y del paciente.

Ahora bien, ¿cómo exploramos cualquier contenido psíquico, cualquier fenómeno mental en el curso de un psicoanálisis clínico? En primer lugar, cualquier investigación que realicemos durante el proceso analítico la estamos realizando con la activa participación  del paciente. Cuando analizamos un sueño, ya Freud advirtió en su artículoEl uso de la interpretación de los sueños en el psicoanálisis” (1911), que la investigación, el análisis del sueño, está subordinado al proceso analítico. No está de más decirlo y recordarlo, como lo han hecho en nuestro medio muchos psicoanalistas. Liberman ha diferenciado la investigación on-line de la que se puede  realizar después de la sesión. Una y otra tienen objetivos y límites distintos. Un ámbito particularmente apto para el estudio de los condicionales contrafácticos operantes o posiblemente operantes en el campo analítico es el espacio de la supervisión clínica, en donde se exploran interpretaciones no realizadas y los cursos de interacción alternativos que el mismo analista o el supervisor imaginan en distintos momentos de exploración y revisión del material.

Asimismo, siguiendo las indicaciones de David Liberman en cuanto a tomar en cuenta en los indicadores de evolución las estructuras gramaticales utilizadas y en qué medida ellas han cambiado o no, una cuestión a considerar es la utilización o no por parte de los pacientes de diversos posicionamientos temporales y modales. Si produce enunciados del tipo “Me gustaría haber hecho, me podría haber sucedido tal o cual cosa, me hubiera gustado que me ocurra, ocurriera, hubiese ocurrido,  pudiera haber ocurrido, hubiera debido ocurrirme” y estudiar en qué medida estas formas discriminan o no  actitudes, estados anímicos, subestructuras de la personalidad, fantasías, etcétera.

 Tomamos un sector de lo que  he caracterizado como dimensiones cuasi disciplinadas y no disciplinadas y tratamos de llevarla a una condición  más disciplinada (Biebel, 1998). Esto se opera gracias al recurso de importar categorías conceptuales, modelos y teorías de disciplinas como la lingüística y, en este caso, la lógica, las cuales aumentan la capacidad descriptiva y discriminativa de tipos de eventos, así como de procesos.                 

Invitamos a quienes estén interesados a sumar esfuerzos y compartir tareas en este interesante y fértil campo.

Nos proponemos:

1)                 Determinar en un corpus significativo de sesiones psicoanalíticas cuál es el porcentaje de ocurrencia de enunciados condicionales en los pacientes y en los terapeutas.

2)                 Determinar la frecuencia de ocurrencia de condicionales contrafácticos en pacientes y terapeutas y en diferentes cuadros y situaciones clínicas.

3)   Investigar la variación en el tiempo y en la cualidad de dichos condicionales en un proceso terapéutico psicoanalítico.

4)     Averiguar cuáles son las respuestas y asociaciones próximas y alejadas tras la ocurrencia de condicionales contrafácticos.

5)    Investigar si existe de parte del terapeuta una instrumentación clínica preferencial de estos enunciados según la situación, los síntomas, el cuadro psicopatológico o la personalidad del paciente.

6)     Investigar si existe una intencionalidad consciente en el terapeuta al usarlo o si emerge como producción espontánea.

 

Bibliografía

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